AUTO CONOCIMIENTO Y CONOCIMIENTO DE DIOS
RUDOLF STEINER
Berlín, 12 de junio de 1904
Conferencia 28
Pensemos en un animal que hubiera desarrollado fuertemente un determinado grupo de órganos. Esto no es posible sin que otro esté menos desarrollado. Vemos este principio de correlación por todas partes en la naturaleza. Aquí entran en consideración las cosas más diversas, no las relaciones espaciales, por ejemplo, como se podría objetar en el caso del elefante. Goethe lo expresa muy bien: no se puede añadir nada a una parte sin quitar algo de otra.
Toda lo formado en las siete rondas del planeta terrestre, tiene como finalidad que el ser humano se reconozca en el mundo exterior. Tenemos la tarea de reconocer e interactuar con el mundo exterior a través de nuestros sentidos, intelecto y otras actividades.
Para ello necesitamos un sistema nervioso, en el que se registra y forma un punto central: la médula espinal. El placer y el dolor no se pueden sentir sólo sobre la base de la percepción, ni a través de la interacción con el mundo exterior. Además del placer y el displacer hay que añadir la cognición. El reconocimiento de la causa del placer y el displacer es imposible sin el sistema nervioso. El sistema nervioso no existía en la época lunar, aunque el placer y el displacer se sentían aún más sutilmente. La época lunar formó lo que se convirtió en el lecho del sistema nervioso: el esqueleto. El dolor vivía dulcemente en la conciencia astral sin percepción. La naturaleza se forma más perfectamente en la época lunar, sin utilizar su principio rector sobre el sistema nervioso. Ahora entra aquí la ley de reciprocidad.
La finalidad de la época terrena es formar el sistema nervioso, y el conocimiento del mundo exterior impartido por ella debe trasladarse a la otra época. Con este propósito de formar el sistema nervioso, los órganos deben ser entrenados de tal manera que se vuelvan útiles, orientados hacia él; la formación debe ser reconstruida. Había que repetir lo anterior en tres rondas. Kama debe ser empujado hacia abajo para formar la cognición, la percepción. Los pulmones y el corazón se entrenaban para que el placer y el dolor pudieran sentirse de forma refinada; elevados subjetivamente al nivel más alto posible. Ahora tenían que ser empujadas hacia abajo de tal manera que se formaran la percepción y la cognición, -ciertas partes tenían que ser empujadas hacia fuera para poner las otras en servicio. Estas partes extraídas formaron el reino mineral en la primera ronda. Más perfectos en la época lunar fueron el crecimiento y el instinto de reproducción, el vegetal; éste fue expulsado en la segunda ronda. Solíamos tener esto dentro de nosotros, pero ahora no podíamos con ello y nos desprendimos de él, dejándoselo a los espíritus elementales.
Después tuvimos que extraer el reino animal y abandonarlo a su suerte para poder formar el reino humano. Para formar nuestro poder nervioso, tuvimos que trabajar con otra fuerza sobre el material que le sobraba, -el excedente de vida astral, de lujuria y displacer, que aún se le permitía tener en la época lunar. El hombre tuvo que apagar parte de la furia del león, por ejemplo, para que la fuerza que la supera quede atrás para otros fines, -¡la culpa cósmica! Hemos retirado el poder domador para formar el poder cognoscitivo; así debemos nuestra altura humana a la retirada de un poder que, de otro modo, habría organizado el kama. Dado que este kama permanece sin organizar, no tendría sentido hablar de culpa en la furiosa lucha por la existencia de los animales. Continuemos el pensamiento en el desarrollo terrenal; el asceta debe dar y así reemplazar lo que retira.
Por lo tanto, en la época lunar la naturaleza dhyánica del hombre no podía surgir, -los reinos estaban presentes en una forma completamente diferente-, el más bajo se convirtió en la octava esfera, la cual ahora está destruida.
El hombre tiene ahora en sí mismo la espiritualidad del animal que entonces todavía estaba en él, de modo que en la época lunar no tenemos que imaginar al hombre directamente como un animal. Era el más alto florecimiento de la pasión, mientras que ahora su degeneración aparece en el animal. En aquella época no existía el "bien y el mal para la pasión, que es sólo una característica de nuestra época. Sólo ahora puede llegar a ser mala, porque se le ha retirado una fuerza y se la ha obligado a decaer.
Ahora la mente, que solía ser guiada, comienza a ser abandonada a sus propios recursos y a veces recae en el atavismo; en el caso de los atlantes, el desarrollo se produjo en su seno. En nuestra quinta raza hemos pasado un poco el punto más bajo, y se producen las recaídas: un recuerdo inconsciente del bien y del mal que yacía más allá de la conciencia. Tomemos como ejemplo la filosofía de Nietzsche. Era correcta en una época en la que no existía el filosofar, pero este poder era guiar la pasión: por eso el mal aparece como un bien desplazado. Es desarmónico porque está fuera de lugar en ese momento. Ahora está fuera de lugar lo que entonces tenía un instinto educativo. "Quien afirma que existe un mal intrínseco blasfema contra Dios, -dice la Biblia. «Por qué me llamáis perfecto, sólo el Padre es perfecto».
Así que no existe el mal en sí mismo, el mal sólo es el bien fuera de lugar. Sólo puede ser gobernante quien toma el poder de gobernar sobreponiéndose, superándolo.