martes, 12 de marzo de 2024

GA284 Munich, 20 de mayo de 1907 Desarrollo planetario y desarrollo de la humanidad

 RUDOLF STEINER

DESARROLLO PLANETARIO Y 

DESARROLLO DE LA HUMANIDAD

Segunda conferencia en el congreso en Munich, el 20 de mayo de 1907

 

Ayer tuve el honor de hablarles de la iniciación en el sentido de la corriente espiritual mundial rosacruz, de esas etapas de cognición, de sentimiento, de impulsos de voluntad, de actividades por las que una persona tiene que pasar si quiere ascender por el camino de la cognición, si quiere acercarse a etapas superiores de la existencia del ser humano. Hoy vamos a tratar un capítulo de la propia Teosofía Rosacruz. No como si, -y esto hay que subrayarlo una y otra vez-, esta sabiduría rosacruz fuera otra cosa que la sabiduría espiritual común de todos los pueblos y de todos los tiempos; sólo está adaptada a nuestro modo moderno de concepción, a la necesidad moderna de los tiempos; sólo nace de la constatación de que nuestra época necesita una manera especial de hablar para proclamar las antiguas verdades de todos los tiempos, para que puedan vivir ellas mismas en la configuración misma de la humanidad actual en Europa y América.

Tal vez sea un capítulo muy trascendental el que se ha elegido aquí, pero no por ello deja de ser uno de los más esenciales. Pues nada nos muestra tanto el origen y la meta del hombre como el conocimiento de este capítulo y, al mismo tiempo, nos señala las fuerzas que debemos desarrollar en nosotros mismos para convertirnos en colaboradores al servicio de la evolución de la humanidad. No podemos contemplar el gran desarrollo del cosmos de otra manera que partiendo del hombre y de su propio ser. Y no diré otra cosa que lo que es sabiduría común teosófica y rosacruz, lo que diría cualquiera que hable desde estas fuentes. No hay contradicción. Muchos ya saben lo que quiero volver a decir aquí.

Distinguimos siete miembros de la naturaleza humana. Esta mañana hemos oído que también podría utilizarse como base otro número: tres veces tres. No importa que yo hoy resuma los tres miembros medios en un solo nombre, y si ustedes resumen estos tres miembros bajo lo que hoy llamaré el cuarto, entonces las explicaciones coincidirán completamente.

Categorizamos al ser humano de tal manera que decimos que el hombre tiene en primer lugar su cuerpo físico; es aquello que las manos pueden tocar y los ojos pueden ver, aquello que el hombre tiene en común con toda la naturaleza y que está sujeto a leyes físicas y químicas. El segundo es el llamado cuerpo etérico o vital. Es el que llama a la vida a las fuerzas y sustancias químicas y físicas y el que con la muerte, abandona la conexión de las sustancias físicas y químicas. En ocultismo se dice que el cuerpo físico humano es una amalgama tal de sustancias y fuerzas que no puede existir como cuerpo físico por sí mismo; sólo gracias a que se inserta en él un cuerpo etérico, y durante todo el tiempo que está inserto en él, se preserva de la desintegración de las sustancias y fuerzas físicas. En el momento en que el cuerpo etérico abandona las fuerzas físicas, se produce la muerte, el cuerpo físico es un cadáver. Por eso también se dice que el cuerpo etérico es el que nos salva de la muerte a cada momento. En todo momento hay una gran lucha en el cuerpo etérico contra aquello que, de lo contrario, hace que nuestras sustancias químicas se disgreguen. El tercer miembro es el portador del placer y el sufrimiento, la alegría y el dolor, los sentimientos y las emociones, al que llamamos cuerpo astral. Es la parte del ser humano que el hombre tiene en común con los animales, así como tiene el cuerpo etérico en común con el mundo vegetal y animal y el cuerpo mineral con todo el mundo exterior. El nombre de cuerpo astral se utiliza desde los tiempos más remotos. No hay nombre más apropiado para esta parte del ser humano que cuerpo astral. Y tal vez no haya mejor definición de la razón por la que este cuerpo se llama cuerpo astral que la dada por el gran teósofo Paracelso. Así como en el momento de la muerte el cuerpo etérico abandona el cuerpo físico, algún tiempo después de la muerte el cuerpo astral abandona el cuerpo etérico. Pero el cuerpo astral también abandona el cuerpo físico y etérico todas las noches. Allí está, separado de nosotros. Entonces, ¿Dónde está?

Paracelso decía con razón: ¿Dónde está y qué hace por la noche? ¿Está descansando, tiene una tarea? Efectivamente la tiene. Quienes no tienen poderes clarividentes no pueden ver la actividad del cuerpo astral durante la noche. En cambio, todo ser humano siente las consecuencias de esta actividad. Todos ustedes se acuestan cansados por la noche. El cansancio es la expresión de una desarmonía en la combinación de nuestros cuerpos físico y etérico. Debe surgir cuando el cuerpo astral no tiene el poder de armonizar los otros dos cuerpos, el físico y el etérico. Y tal como el ser humano es hoy, esa desarmonía debe surgir necesariamente durante la vida de vigilia diurna. Si nuestros cuerpos físico y etérico estuvieran meramente bajo el control del cuerpo astral, -ya que las fuerzas deben estar unidas-, entonces siempre habría armonía en nuestros cuerpos etérico y físico. No sólo el cuerpo astral vive en el cuerpo físico, sino que en el grado de conciencia que la humanidad ha alcanzado en el planeta Tierra, todo el entorno de objetos físicos, perceptibles sensorialmente, repercute en el ser humano. Las impresiones de ojos, oídos y demás sentidos, fluyen hacia él desde el exterior. Durante las horas de vigilia del día, la desarmonía está destinada a producirse en todo ser humano que aún no haya alcanzado un cierto estadio superior de desarrollo espiritual. Si este cuerpo astral nunca pudiera morar en un lugar distinto de nuestro cuerpo físico y etérico, él mismo se desorganizaría. Entonces sus corrientes de energía no seguirían siendo lo que deben ser para que se forme un cuerpo etérico y físico adecuado. Durante el día, la armonía interior del cuerpo astral se desordena, y la expresión del desorden es la fatiga. En el momento en que se siente fatiga, la desarmonía interior está ahí. Entonces, ¿Dónde está el cuerpo astral durante la noche?

Paracelso dice con razón: Cuando las líneas de fuerza que lo conectan al cuerpo físico durante el día comienzan a aflojarse, es cuando entra en conexión con todo el armonioso sistema de fuerzas que inunda el cielo estrellado. En el momento en que el ser humano se duerme, descansa en la armonía de las esferas, y de ahí trae él mismo las fuerzas para reequilibrar lo que se ha consumido durante el día. Así, el cuerpo astral descansa durante la noche en el mundo de las estrellas; allí tiene su verdadero hogar. Y cuando regresa, trae consigo las fuerzas de las estrellas para eliminar las sustancias del cansancio. El dormir es, pues, un buen médico, porque el orden y la armonía pueden entonces producirse cuando el cuerpo astral descansa de nuevo durante algún tiempo en ese mundo que contiene las leyes para el cielo estrellado, y éstas son las leyes para el mundo espiritual en general. Cuando una persona no duerme, su salud se ve minada porque el cuerpo astral no ha descansado durante ningún momento en el mundo estelar. Por eso se le ha dado este nombre al cuerpo astral. En el pasado, no se daba ningún nombre que no correspondiera a la esencia de la cosa. Y antes de corregir los nombres y designaciones ocultas, debemos pensar primero en el nombre por el que se le dio. Cuando hoy se descubre un cometa o un pequeño planeta, se abre un diccionario de mitología y se da un nombre al astro. El principio de nombrar en tiempos espirituales era dejar que la propia esencia de la cosa resonara en un nombre: la conexión con el mundo sonaba en el nombre.

En el cuarto miembro de su ser, el hombre tiene algo que lo convierte en la gloria suprema de la creación terrenal de la existencia planetaria. Acompáñenme por un breve instante en una sutil reflexión. En todo el ámbito de la lengua alemana hay un nombre -y es similar en otras lenguas- que es fundamentalmente diferente de todos los demás nombres. Cada uno de ustedes puede decir "mesa" a la mesa, "cuadro" al cuadro y así sucesivamente. Pero hay un nombre que no podemos utilizar en el mismo sentido, y es el nombre "yo". Nadie puede decir "yo" a otro. Todos los demás son un "tú" para él y tu también es un "tú" para todos los demás. Si este nombre debe designarnos a nosotros mismos, ningún sonido del mundo exterior puede incorporarlo, debe sonar desde nosotros mismos. Esto lo han sentido siempre las religiones que han tenido un impulso de la Doctrina Secreta. En la doctrina secreta, pues, se dice el nombre para el ser, y en la doctrina secreta hebrea el nombre indecible de Dios, el nombre de Yahvé, no es otra cosa que el nombre para el Yo. En verdad, el nombre de Yahvé es el nombre de aquello que comienza a sostener un monólogo en el alma, a vivir en su yo. En aquellas cosmovisiones y religiones construidas sobre bases espirituales, se decía que Dios empieza a hablar en el yo, en el centro del alma. Es un comienzo, pero hay que hacerlo, y este yo, -este único punto central-, es lo que constituye el rasgo distintivo más esencial del hombre con respecto a todos los seres que nos rodean en este planeta. Las personas sensatas siempre han sentido esto. Jean Paul nos cuenta cómo, siendo muy niño, estaba en el patio de la casa de sus padres y recordaba exactamente cómo surgió en él por primera vez el sentimiento: ¡eres un ser con un yo! Y añade que no podía haberse equivocado, ni otros podían haber añadido nada a este recuerdo. Porque en aquel momento, -dice Jean Paul-, miré en el santuario velado de mi ser interior; en aquel momento supe que era inmortal porque había encontrado la conexión con Dios.

Si ahora nos desplazamos hacia fuera del yo, llegamos al punto en el que podemos considerar las relaciones mutuas del ser humano. La evolución humana consiste en que el yo trabaja en los tres cuerpos dentro de los cuales aparece como la semilla de una fruta en su cáscara. ¿Y cómo trabaja este yo?

Si queremos entenderlo, debemos recordar a los pueblos primitivos. Tomemos un pueblo que hoy se encuentra en un nivel cultural más bien bajo. Allí se ve que este pueblo se rige por sus sentimientos e instintos, por el instinto y la pasión, igual que el animal: se devoran unos a otros. Ahora comparen a alguien de este pueblo salvaje con un miembro de una cultura más desarrollada, con un San Francisco de Asís. - ¿Cuál es la diferencia entre ambas formas de evolución?

Si queremos responder a esta pregunta, debemos ser conscientes de que el ser humano, -a través de las muchas encarnaciones por las que pasa-, desempeña su labor a partir de su yo: primero en el cuerpo astral, luego en el cuerpo etérico y después también en el cuerpo físico. Este es el desarrollo humano: esta irradiación del yo en los tres cuerpos. El salvaje sigue todos los instintos y pasiones que viven en él. El hombre cultivado se dice a sí mismo: no debo seguir ciertos instintos; se niega a sí mismo ciertos instintos y pasiones. El idealista aún más elevado no sólo se los niega a sí mismo, sino que crea de sí mismo ideales que añaden algo nuevo a lo que constituyen los impulsos del cuerpo astral en un nivel cultural primitivo. Así pues, ante la mirada clarividente vemos que el cuerpo astral consta de dos partes: lo que había originalmente en él y luego lo que el propio yo ha hecho de él. Si se observa a un idealista altamente desarrollado, esta parte es mayor que en otros debido a la labor del yo, y en una persona como Francisco de Asís se ve lo poco que queda de lo que el hombre llamaba suyo cuando encarnó por primera vez. En Teosofía, esta parte prácticamente transformada del cuerpo astral humano, sobre la cual el hombre ha adquirido el dominio, se denomina con la palabra alemana "Geistselbst", que por otra parte se llama "Manas" en la literatura teosófica; es una parte transformada del cuerpo astral.

Pero el ser humano también trabaja su cuerpo etérico desde su yo. ¿Qué significa trabajar sobre el cuerpo etérico? Aclaremos esto con un ejemplo. Pueden hacerlo con su propio desarrollo. Recuerden lo que sabían cuando eran niños de siete años en términos de conceptos e ideas, y lo que saben hoy, lo que han aprendido y cambiado en su vida imaginativa. Descubrirán muchas cosas. Pero ahora comparen lo que han aprendido con lo que ha cambiado de otras cosas que también están en ustedes, en el temperamento, la memoria, ciertas características básicas de la naturaleza humana. Si eran temperamentales cuando eran niños de ocho años, este temperamento todavía se manifestará a veces. Si su temperamento era melancólico, tal vez esta característica permanezca a lo largo de su vida. De modo que podemos decir comparativamente: lo que el hombre aprende realmente avanza como el minutero de un reloj; en cambio, lo que son las inclinaciones básicas del hombre, eso avanza más lentamente, como la aguja horaria. Y el cuerpo etérico se transforma tan lentamente como la aguja de las horas de un reloj. El cuerpo etérico es más denso que el cuerpo astral; por lo tanto, el trabajo del yo sobre el cuerpo etérico es esencialmente más difícil que el trabajo sobre el cuerpo astral. Y sólo cuando el yo no sólo trabaja sobre sus ideas intelectuales, sino que comienza a transformar su temperamento, esto va acompañado de una transformación de su cuerpo etérico. Para muchos, esto sólo es posible durante la transición de una encarnación a otra. Pero ésta es precisamente la esencia del entrenamiento oculto: todo lo que puedan ustedes aprender no es más que una preparación para el entrenamiento oculto, y habrán hecho más cuando se hayan esforzado por crear algún estado de ánimo básico, cuando hayan transformado su temperamento melancólico, por ejemplo, en uno armonioso. En el momento en que empezamos a cambiar no sólo sensaciones e impulsos, sino también nuestros efectos básicos, empezamos a trabajar sobre el cuerpo etérico, y esa parte del cuerpo etérico humano que es así remodelada desde el yo, es a su vez un nuevo miembro de la naturaleza humana. Muy pocas personas hoy en día pueden efectuar conscientemente esta transformación del cuerpo etérico, sólo aquellos que han recibido formación ocultista. Una ley de la escuela pitagórica, por ejemplo, era que el cuerpo astral tenía que estar completamente purificado antes de que pudiera comenzar el trabajo sobre el cuerpo etérico. Pero hay que distinguir entre el entrenamiento consciente e inconsciente del cuerpo etérico. La parte que está impregnada por el trabajo del yo se llama en alemán el "Lebensgeist"; es lo mismo en su esencia básica que se llama el "Buddhi" en la literatura teosófica.

La tercera y más significativa tarea es cuando el hombre no sólo comienza a convertirse en maestro de los poderes de su cuerpo etérico, sino cuando empieza a trabajar hasta el cuerpo físico. Podría parecer que el trabajo del yo sobre el cuerpo físico fuera el más bajo; pero actualmente es el más alto. Y el trabajo sobre el cuerpo físico es a su vez más difícil aún que el trabajo sobre el cuerpo etérico. Cuando una persona comienza a trabajar conscientemente en convertirse en maestro de las fuerzas que trabajan en el cuerpo físico a través del yo, entonces surge en él algo más. Las fuerzas que actúan en el cuerpo físico son las mismas que actúan en el cosmos. Cuando el hombre aprende a controlar las fuerzas de su sangre, su respiración, entonces aprende la magia del cosmos. Entonces lo que puede hacer fluye fuera de su cuerpo físico hacia el universo, y esto es trabajo real, genuino, que sólo puede comenzar cuando el hombre ha alcanzado un cierto grado de trabajo sobre su cuerpo etérico. Y porque se comienza con la regulación de lo siguiente que está ante nosotros, -con la regulación de la respiración=Atmen-, el nombre de la respiración=Atmen también está tomado de "Atma". Tanto como el hombre se haya transformado en su naturaleza física interior, tanto habrá en él de "hombre espiritual", de "Atma"; una parte de la materia-espíritu se ha transformado en él.

No se trata de una huida ascética del mundo físico, sino que tenemos la tarea de entrar en el mundo físico para transformarlo en espiritual. Esta es la gran ley de la redención. Precisamente lo físico representa una parte de lo espiritual que se ha convertido en lo que se ha convertido para que llegáramos a nuestra etapa actual de desarrollo. Ahora tenemos la tarea de espiritualizar de nuevo este cuerpo físico, de redimirlo. Este principio está detrás de la palabra redención. Ahí tienen la relación mutua de los siete miembros de la naturaleza humana, tal como deben tenerla si quieren utilizarla en el trabajo teosófico práctico.

Veamos ahora la evolución del ser humano. Un materialista que sólo conoce el cuerpo físico también sólo tiene una idea abstracta de la evolución del hombre. Pero cualquiera que se dé cuenta de lo complejo que es el hombre verá también lo compleja que es la evolución del hombre. Entonces, ¿Cuál de estos cuatro miembros es el más antiguo, el más perfecto? Algunos se sorprenderán al oír que el miembro más antiguo y más perfecto del ser humano es el físico; es el que más tiempo ha requerido para desarrollarse. Más joven es el cuerpo etérico, aún más joven el cuerpo astral, y el bebé es el Yo. Sólo erróneamente se dice que el cuerpo físico es una parte imperfecta del ser humano. Basta con mirar la estructura del fémur, por ejemplo: una maravillosa obra de arte. Las vigas están colocadas tan hábilmente que ninguna habilidad humana de ingeniería podría lograrlo, y están colocadas de tal manera que la parte superior del cuerpo se sostiene con el menor gasto de fuerza. Pasemos ahora de este miembro a la estructura del corazón humano. Quienquiera que profundice en lo que nuestros fisiólogos nos enseñan sobre el corazón y los demás órganos, sabe que estos miembros están tan sabiamente construidos que ninguna sabiduría humana puede siquiera penetrar en estas formas físicas. El cuerpo físico sería bueno para todas las personas. Pero veamos ahora el cuerpo astral y lo que hace a lo largo de la vida. A través de la actividad de su cuerpo astral, el hombre introduce continuamente venenos cardíacos en el cuerpo físico, por ejemplo en el corazón; pero el corazón está tan sabiamente construido que puede resistir períodos enteros contra los ataques del cuerpo astral. Sólo un tiempo futuro encontrará al cuerpo astral tan sabio como lo es hoy el cuerpo físico. El cuerpo físico es el miembro más antiguo de la naturaleza humana, que requirió el tiempo evolutivo más largo. Sin embargo, los miembros de la naturaleza humana están unidos a todo el entorno. Del mismo modo que el dedo individual sólo puede existir si forma parte de toda la mano, el hombre sólo es concebible en conexión con todo el cosmos. Si se le eleva unos kilómetros por encima de la tierra, será igual que el dedo si se le corta. Y el hecho de que el hombre pueda caminar sobre la tierra no significa que admita su falta de independencia.

Volvamos la vista atrás, al pasado lejano. Y si ahora miran hacia el futuro, verán que la forma de sus miembros cambia constantemente. Pero pueden cambiar si cambia todo en el entorno del hombre. Sólo porque el hombre, a pesar de su avanzada ciencia, mira sobre un lapso de tiempo tan corto, cree que las cosas siempre han sido como son. Pero los que miran más allá saben que nuestro planeta debe cambiar de forma si queremos cambiar nosotros mismos. Pero no basta con que se produzcan los cambios que experimenta la propia tierra, sino que el hombre ya estaba allí en cierto sentido antes de que la tierra en el cosmos pudiera llamarse "tierra". A medida que el hombre progresa en el cosmos, también lo hacen los planetas o los seres que los habitan. Nuestro planeta es la reencarnación de otro estado planetario, y podemos seguir tres encarnaciones anteriores de nuestra tierra y mirar en perspectiva a tres que vendrán después. Lo que llamamos evolución planetaria no es más que una analogía de nuestra evolución humana. Los tres estados planetarios precedentes por los que tuvo que pasar nuestra tierra se llaman en términos rosacruces: Saturno, Sol, Luna, de modo que tenemos que imaginar: la tierra fue Luna antes de ser tierra, y antes de ser Luna fue Sol, y antes del Sol fue Saturno; y los estados posteriores hacia los que miramos se llaman Júpiter, Venus, Vulcano. ¿Qué significa esto: que la Tierra ha pasado por estos estados?

Hoy estamos en la cuarta encarnación de nuestro propio planeta, y esto está íntimamente relacionado con la evolución humana. En la primera forma planetaria, -es decir, en Saturno-, ya estaban presentes las primeras predisposiciones para el cuerpo físico humano. En aquella época, sin embargo, el cuerpo físico humano era de tal naturaleza durante toda la evolución de Saturno que todavía no se le había incorporado ningún cuerpo etérico independiente. A través de los estados solar y lunar hasta el estado terrestre este cuerpo físico se ha ido perfeccionando cada vez más, de modo que podemos decir: el cuerpo físico humano se encuentra hoy en la cuarta etapa de su desarrollo, se encuentra hoy en el punto de desarrollo terrestre. Hasta la segunda encarnación de nuestra tierra no se incorporó a este cuerpo físico un cuerpo etérico independiente. El cuerpo físico se perfeccionó, como quien dice, porque en él actuaba un cuerpo etérico. Luego, la tercera reencarnación de la tierra, -la de la Antigua Luna-, propició la incorporación del cuerpo astral a los dos cuerpos, de modo que el habitante de la Luna, el antepasado del hombre terrestre de hoy, constaba de tres cuerpos: el físico, el etérico y el astral. Y el propósito de la evolución terrestre es incorporar a estos tres miembros el yo, el trabajador, que entonces comienza a remodelar lo que ha llegado a ser para él desde tiempos pasados. Así vemos que el cuerpo físico es más antiguo que los otros, y el yo sólo está en la primera etapa de su desarrollo. Hasta podemos saber por la configuración del cuerpo físico lo que en nosotros proviene del estado de antiguo Saturno. Lo que está en lo más alto de nuestro cuerpo físico son los órganos de los sentidos, y el germen de nuestros órganos de los sentidos fue sembrado en Saturno. Y así, miembro tras miembro se fue construyendo, perfeccionándose gradualmente con los demás miembros de la naturaleza humana.

Lo que aquí se denomina Saturno y sol no son el sol de hoy ni el Saturno de hoy, sino fases evolutivas, encarnaciones planetarias anteriores de nuestra tierra. Sin embargo, lo que nuestra Tierra ha vivido en su evolución está relacionado con el Saturno actual. El Saturno de hoy guarda con la Tierra la misma relación que hay entre un niño con un anciano. Las mismas condiciones de vida por las que Saturno está pasando hoy, nuestra Tierra las pasó antes cuando era Antiguo Saturno. Por eso en el ocultismo real no hablamos de Saturno, el sol y demás, sino de un Saturno, un sol y demás. Nuestra Tierra es un antiguo Saturno.

Ahora bien, aún debemos tener claro el significado de toda esta evolución. Si retrocedemos hasta aquel desarrollo de Saturno en el que el hombre aún carecía de cuerpo etérico, cuerpo astral y yo, -en la medida en que eran seres independientes-, llegamos a reconocer la mejor diferencia entre aquellos estados antiguos y los actuales al referirnos a la "conciencia". Hay un estado de conciencia relacionado con cada estado evolutivo. Hay siete estados de conciencia. El ser humano actual se encuentra en el cuarto; ningún ser que no pueda decirse "yo" a sí mismo puede tener este estado. Por eso el hombre desarrolló primero la forma de conciencia que tiene ahora en la Tierra. El propósito de la evolución terrestre es desarrollar la conciencia de vigilia. En los estados planetarios anteriores sólo había estados imperfectos de conciencia para el hombre. En Antiguo Saturno, el antepasado humano en su forma primitiva tenía una conciencia como la de los minerales, o mejor dicho: el antepasado físico humano es esa conciencia. Apenas podemos encontrar palabras para describirla; sólo podemos insinuarla. Esta conciencia es muy, muy tenue, una conciencia de trance-sueño profundo, embotada y tenue, pero en cierto modo tenía una ventaja: abarca una esfera mucho más extensa, es mucho más universal; una conciencia mineral conoce todo el sistema solar.

Luego esta conciencia se redujo a la que tiene la planta. Sin embargo, ahora ya es una conciencia algo más brillante en comparación con la del mineral. El hombre se hallaba en esta conciencia cuando la tierra estaba en la existencia solar. La tercera forma de conciencia es la consciencia de imagen, también llamada consciencia psíquica primaria. Se diferencia de la actual en que trabaja en imágenes, pero de tal manera que transmite lo psíquico del otro. Imaginemos un ser, -y el ser humano ancestral de la Luna lo era-, que aún no tiene conciencia sensorial y que puede cubrir los objetos con colores al despertar: tiene un último resto de tal conciencia en el mundo onírico. El mundo onírico no es la conciencia astral. La conciencia onírica actual se relaciona con la conciencia lunar como algún miembro atrofiado se relaciona con la forma tal como existía cuando aún tenía sus funciones en el propio hombre; por ejemplo, ciertos músculos que podían mover las orejas, que han perdido su finalidad en el hombre. De aquella conciencia astral o psíquica de las imágenes de la existencia lunar, ha quedado como rudimento el actual mundo onírico, por lo que también funciona del mismo modo que funciona la conciencia imaginativa astral. Imaginemos a alguien que sueña que atrapa una rana de árbol. La ve saltar y la atrapa. Luego el durmiente se despierta y ve que tenía la esquina de la colcha en la mano. U otro sueño que ocurrió de verdad. La mujer de un granjero sueña que va a la iglesia. Escucha con devoción. El sacerdote mueve violentamente los brazos y he aquí que le salen alas. A la piadosa esposa del granjero no le resultaba demasiado extraño que a un sacerdote que predica desde el cielo de vez en cuando le salieran alas. Pero, ¿qué ocurre? El sacerdote se pone a cacarear ruidosamente en el púlpito. Al mismo tiempo, la mujer del granjero se despierta y el gallo canta fuera, en el patio.

¿Qué ha sucedido donde tiene lugar toda una acción dramática? En la imagen simbólica se expresa algo que ella habría percibido como un objeto externo en la conciencia diurna despierta. Se forma simbólicamente algo que no está presente en esta forma. Pero si mantienen el símbolo en la forma, piensen que el hombre lo utiliza para tener percepciones del mundo psíquico real, entonces tienen de lo que estoy hablando ahora. Una conciencia simbólica que es verdadera y real era la conciencia lunar. Piensen en un ser humano sin nuestra actual conciencia objetiva. Éste se acerca a otro ser. Él no ve la forma delimitada de este ser, sino que ante  él aparece una formación de color. Él percibe un color muy concreto, con simpatía e igualmente con antipatía. Esto es algo diferente del color actual: es la expresión de simpatía o antipatía por el otro ser. Y el que tiene la conciencia lunar hace lo que corresponde a la conciencia lunar: organiza sus acciones según los símbolos. Si percibe un determinado color, sabe que está ocurriendo algo que le es hostil y se retirará.

Una forma posterior de desarrollo es la que se desarrolla bajo la influencia del yo, donde la conciencia ya no percibe la apariencia psíquica, sino que aquello que surgió como coloración se extiende sobre los objetos. Los colores que hoy se ven esparcidos sobre los objetos son los antiguos colores que una vez surgieron como formaciones psíquicas.

Si el hombre moderno tuviera, además de su conciencia actual, la conciencia de la antigua luna, de modo que percibiera plenamente tanto el mundo psíquico como el físico, habría ampliado su conciencia actual a una conciencia imaginativa. Por tanto, una forma más elevada sería si hubiera añadido como una más la conciencia que hoy tiene la planta y que el hombre tuvo apagada y tenuemente durante la encarnación en el sol. Y la forma más elevada sería aquella en la que el hombre tuviera también la conciencia que hoy tiene el mineral, lo que a su vez le permitiría fundirse en el cosmos universal. Esta última conciencia se cierne ante nosotros como el ideal del hombre, y se llama conciencia espiritual.

La finalidad de la evolución planetaria es, por tanto, que los estados de conciencia se sucedan; pero para ello el escenario planetario también debe convertirse cada vez en uno completamente distinto. Pero sólo podemos darnos cuenta de la evolución completa si sabemos que dentro de cada estado planetario hay que cubrir siete etapas. Así, Saturno, el Sol, la Luna y ahora la Tierra han tenido que cubrir siete etapas. Éstas se denominan "rondas" en teosofía, "reinos" en esoterismo cristiano. Cada uno de los planetas por los que pasa la tierra tiene siete ciclos más pequeños; porque cada conciencia tiene grados a su vez, si ha de ascender, desde lo más imperfecto a lo más perfecto. También se les llama estados de vida. Pero cada uno de estos reinos o estados de vida debe pasar a su vez por siete estados diferentes de manifestación o siete estados de forma: arupa, rupa, astral, físico, plástico, intelectual, espiritual (arquetípico).

Así tenemos 7 veces 7 veces 7 = 343 estados; los cuales denotan las 343 encarnaciones planetarias en su totalidad. Cada 49 de estos estados comprende el desarrollo de un estado de conciencia. Por lo tanto, pueden ver cómo podemos contemplar un enorme desarrollo cósmico.

Cuando el hombre aún vivía en el sol y sólo había desarrollado sus cuerpos etérico y físico, seguía siendo un ser completamente diferente. No se le podía llamar planta, pero en cierto sentido figurado se podía decir que en aquella época era una planta. En cuanto a su posición con respecto a la tierra, era como si se hubiera dado la vuelta: lo que hoy se proyecta libremente en el éter, la cabeza, se dirigía entonces hacia el centro de la tierra. La evolución de la conciencia está vinculada a la inversión de toda la forma humana. De ahí que al hombre de la existencia solar se le llame hombre dirigido hacia el centro de la tierra, y en el mismo sentido al hombre de la existencia lunar se le llama hombre orbitante. Si se hubiera trazado una tangente a la superficie de la luna... [vacío en el texto]. Y el hombre terrestre es el hombre solar invertido.

Así es como avanza todo. Cuando observamos la evolución de la Antigua Luna, debemos darnos cuenta de que lo que hoy llamamos afectos sólo podía desarrollarse como un efecto astral sobre la Luna. La luna pudo evolucionar. En aquella época, sin embargo, el yo aún no se había desarrollado. Dado que el yo sólo se había desarrollado en la Tierra, el hombre de la existencia lunar aún no sentía el dolor como suyo propio; era el dolor de la Luna. Este antepasado físico-etérico-astral lunar no era independiente. De él salían pasiones, afectos y dolores no individualizados. Por ejemplo, en la luna, -se puede decir hoy, aunque tan pocos lo crean todavía-, se daba el caso de que en ciertas épocas del año todo el planeta (lunar), todos los seres vivos revestidos de un cuerpo astral, empezaban a gritar, a vaciarse de sonidos; esto estaba relacionado con un cierto desarrollo de la vida animal. Una reminiscencia de esto es todavía el grito de celo en la vida sexual de ciertos animales, donde en ciertas épocas los gritos están conectados con ella.

Ahora bien, la ley de la evolución establece que en los estados posteriores siempre se repiten ciertos estados anteriores. Así que la tierra tuvo que pasar por la existencia de Saturno, el sol y la luna como una repetición. Ahora la tierra está en su existencia más real. Tendrán ustedes una idea de lo que se llamaba el sol aquí si mezclan en una papilla todos los seres que hoy están en el sol, la luna y la tierra; todo estuvo una vez presente en uno en el sol. En la época de la era solar, el sol, la luna y la tierra eran un solo cuerpo. Después el sol se desarrolló en una luna y sólo entonces el sol y la luna se dividieron. Y en la repetición en la tierra, primero el sol y luego otra vez la luna se separaron, y la actual formación del yo del hombre está vinculada con la separación de la luna. La luna contiene las fuerzas que impiden que los demás miembros del ser humano se conviertan en portadores de un yo. Sólo puedo señalar que el punto en el tiempo que se produjo para el desarrollo de nuestra tierra en la antigua época lemúrica, sólo pudo tener lugar debido a que primero se separó el sol y luego la luna de aquella incipiente Tierra. Sólo a partir de que la tierra se independizó, pudo surgir la forma humana dando así comienzo al desarrollo del hombre actual.

De este modo, el desarrollo humano está estrechamente ligado al desarrollo cósmico. Si retrocedemos hasta el antiguo período atlante, el predecesor de nuestra época actual, cuando el hombre vivía en la Atlántida, -que la ciencia natural ya ha descubierto al menos para el mundo animal-, encontramos al antepasado humano que todavía no posee el tipo de conciencia que posee el hombre actual, capaz de calcular y producir objetos industriales. Sin embargo, poseía otra capacidad muy desarrollada. El hombre atlante tenía una memoria excelente, que hoy ya no podemos ni imaginar. Con esto estaba relacionado algo más. Esta antigua Atlántida era también físicamente muy diferente de la configuración de la Tierra actual. Lo que hoy llamamos aire y agua todavía no existía. Todo el aire estaba lleno de un fino vapor de agua. El agua aún estaba disuelta. Por eso la antigua saga alemana ha conservado el nombre de "Nifelheim". Ello implica que la gente de aquella época vivía en una especie de aire impregnado de agua y sólo en ese aire podía vivir la conciencia de imágenes de la gente de aquella época. Los mitos y sagas de la mitología germánica surgieron de esta conciencia. Cualquiera que conozca realmente a este pueblo sabe que no escribía poesía como afirma la erudición moderna. Los mitos y sagas eran los restos de una antigua conciencia etérea de las imágenes, la expresión de una antigua clarividencia crepuscular, solo que la gente ha olvidado su origen después de haber avanzado hasta la brillante conciencia diurna de hoy en día.

Así pueden ustedes ver cómo el desarrollo de la humanidad está vinculado al cosmos. En un globo en el que el aire está impregnado de agua, el hombre percibe el mundo de forma muy diferente. Para los atlantes, el sonido del viento era un lenguaje que entendían. Entonces no había mandamientos ni leyes. Todavía había momentos en los que el hombre, si quería saber cómo debía comportarse, salía y escuchaba el sonido del manantial: eso le decía algo. Y cuando salía a escuchar, escuchaba un trasfondo que estaba presente como un trasfondo musical que los atlantes entendían. Es una sílaba sencilla, múltiple; vivía en todo el entorno del atlante; lo atravesaba todo, y el atlante se decía a sí mismo: En esta tonalidad me habla el dios. Y cuando quería dirigir su plegaria a su dios, lo hacía en este tono básico. La sabiduría del antiguo atlante tuvo que transformarse en la nuestra para que el hombre pudiera progresar. Pero en el curso de la evolución tendremos que alcanzar de nuevo la conciencia de los atlantes, además de la nuestra. A veces debemos hacer el sacrificio de que lo antiguo debe permanecer latente durante un tiempo.

Así está relacionado el desarrollo del hombre con el desarrollo del cosmos. Piensen hasta qué punto el hombre se ha alejado de las fuentes de sabiduría que se encuentran en el mundo mismo. ¡Cuánto se ha alejado de la conexión directa con la naturaleza! Pero lo que hemos perdido, lo recuperaremos con lo que hemos conquistado. Esta conciencia que tenemos surgió de la conciencia de los hechos individuales y concretos, que en el método rosacruz se llamaba la "sabiduría del mundo". Ésta impregna toda la vida humana. Si penetramos en nosotros mismos con ella, entonces sentimos lo que quería el maestro, al que está ligado el nombre de "Rosenkreutz", que como individualidad dirigente ha dirigido y guiado el movimiento espiritual a lo largo de los siglos.

Parece algo remoto cuando se mira al hombre en el contexto del mundo entero; pero si penetra en nuestros corazones, se convierte en una fuerza dentro de nosotros que nos inspirará si queremos contribuir a la transformación y reorganización del cosmos. Es nuestro deber integrarnos en el cosmos. Del mismo modo que la piedra individual no intenta desprenderse de la casa, el hombre no debe desprenderse del cosmos. Uno debe reconocer que su deber debe ser servir dentro de la gran evolución del mundo. Entonces lo que es eterno en nosotros se integrará en la existencia del mundo. Habrá un reflejo de ello en nuestra vida más cotidiana, de modo que el hombre pueda expresar esta sabiduría con cada movimiento de su mano. Entonces el cosmos tendrá realmente algo del hombre, porque todo está en proceso de transformación. Todo debe ser transformado de nuevo por los seres que se colocan en el movimiento del mundo. Si cooperamos de este modo, sentiremos vivo cómo es verdad. Y lo que es verdad será el impulso para nuestras acciones. De este modo, un hermoso dicho de un poeta muy inspirado se convierte en verdad:

El tiempo es un prado en flor,
La naturaleza es un gran ser vivo,
¡Y todo es fruto, y todo es semilla!

Traducido por J.Luelmo mar,2024