sábado, 10 de julio de 2021

GA140-3 Hanover 18 de noviembre de 1912 -La vida entre la muerte y el nuevo nacimiento

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RUDOLF STEINER


 LA VIDA  ENTRE LA MUERTE Y EL NUEVO NACIMIENTO

El viaje del hombre a través de las esferas planetarias

y el significado del conocimiento de Cristo

Hanover 18 de noviembre de 1912

3ª conferencia

 

Comenzaremos este estudio considerando lo que llamamos conciencia humana. ¿Qué es la conciencia humana? En primer lugar, podemos decir que en el estado de sueño -desde que nos dormimos por la noche hasta que nos despertamos a la mañana siguiente- no tenemos conciencia. Sin embargo, nadie que tenga sus cinco sentidos duda de que existe cuando se duerme y pierde la conciencia. Si dudara de ello, sostendría la opinión totalmente insensata de que durante el sueño todo lo que experimenta perece y debe volver a existir a la mañana siguiente. Quien no sostiene esta opinión insensata está convencido de que su existencia continúa durante el sueño. Sin embargo, no tiene conciencia.

Durante el sueño no tenemos representaciones mentales, ideas, deseos, impulsos, pasiones, ni dolor o sufrimiento -pues cuando el dolor es tan intenso que impide el sueño, es lógico que la conciencia esté presente. Cualquiera que pueda distinguir entre el sueño y la vigilia puede entender también lo que es la conciencia. La conciencia es lo que entra de nuevo cada mañana en el alma del ser humano cuando se despierta del sueño. Las ideas, las representaciones mentales, las emociones, las pasiones, los sufrimientos, etc., todo esto entra de nuevo en el alma por la mañana. Ahora bien, ¿qué es lo que caracteriza especialmente a la conciencia? Es el hecho de que todo lo que el ser humano puede tener en su conciencia va acompañado de la experiencia del "yo". Ninguna representación mental de la que no pudiera pensar, esto me lo imagino yo; ningún sentimiento del que no pudiera decir, yo siento; ningún dolor del que no pudiera decir yo sufro, sería una experiencia genuina de su alma. Todo lo que experimentas debe estar vinculado, y de hecho lo está, con el concepto "yo". Sin embargo, eres consciente de que este vínculo con el concepto "yo" sólo comienza a cierta edad de la vida. Alrededor de los tres años, cuando el niño comienza a tener la experiencia, ya no dice "habla Carl" o "habla María", sino "hablo yo". El conocimiento del "yo", por tanto, se enciende por primera vez durante la infancia. Ahora preguntemos: "¿Cómo se despierta gradualmente el conocimiento del "yo" en el niño?"

Esta pregunta muestra que las cosas aparentemente sencillas no tienen una respuesta tan fácil, aunque la respuesta parezca estar muy cerca. ¿Cómo logra el niño pasar del estado general de conciencia sin yo a las ideas y representaciones mentales llenas de Yo? Cualquiera que estudie genuinamente la vida de la infancia puede entender cómo sucede esto. Una simple observación puede convencer a todos de cómo la conciencia del yo se desarrolla y se fortalece en un niño. Supongamos que se da un golpe en la cabeza contra la esquina de una mesa. Si se observa con atención se verá que el sentimiento del "yo" se intensifica después de que ocurra tal cosa. En otras palabras, el niño toma conciencia de sí mismo, se acerca al conocimiento de sí mismo. Por supuesto, no siempre es necesario que se trate de una herida o un rasguño real. Incluso cuando el niño pone la mano en algo, hay un impacto a pequeña escala que le hace tomar conciencia de sí mismo. Habrá que concluir que un niño nunca desarrollaría la conciencia del yo si la resistencia del mundo exterior no le hiciera consciente de sí mismo. El hecho de que haya un mundo externo a él hace posible el desarrollo de la conciencia del ego, la conciencia del "yo".

En un momento determinado de su vida, surge en el niño esta conciencia del "yo", pero lo que ha sucedido hasta ese momento no acaba ahí. Simplemente, el proceso se invierte. El niño ha desarrollado la conciencia del yo al tomar conciencia de que hay objetos fuera de él. En otras palabras, se separa de ellos. Una vez que esta conciencia del ego se ha desarrollado, sigue entrando en contacto con las cosas. De hecho, tiene que hacerlo continuamente. ¿Dónde se producen los impactos? Una entidad que no entra en contacto con nada no puede tener conocimiento de sí misma, ¡no, al menos, en el mundo en el que vivimos! El hecho es que desde el momento en que surge la conciencia del ego, el "yo" impacta en su propia corporalidad interna, comienza a impactar en su propio cuerpo interiormente. Para imaginar esto basta con pensar en un niño que se despierta cada mañana. El yo y el cuerpo astral pasan a los cuerpos físico y etérico y el yo los impacta. Ahora bien, aunque sólo sumerja su mano en el agua y la mueva a lo largo de ella, hay resistencia dondequiera que su mano esté en contacto con el agua. Es lo mismo cuando el yo se sumerge por la mañana y encuentra su propia vida interior jugando a su alrededor. Durante toda la vida, el yo está dentro de los cuerpos físico y etérico y los impacta por todos lados, así como cuando uno salpica su mano en el agua, se da cuenta de su mano por todos lados. Cuando el yo se sumerge en el cuerpo etérico y en el cuerpo físico, encuentra resistencia por todas partes, y esto continúa a lo largo de toda la vida. A lo largo de su vida, el hombre debe sumergirse en sus cuerpos físico y etérico cada vez que se despierta. Por ello, se producen continuos impactos entre los cuerpos físico y etérico, por un lado, y el yo y el cuerpo astral, por otro. La consecuencia es que las entidades implicadas en el impacto se desgastan: el yo y el cuerpo astral, por un lado, y los cuerpos físico y etérico, por otro. Sucede exactamente lo mismo que cuando hay una presión continua entre dos objetos. Se desgastan mutuamente. Este es el proceso de envejecimiento, de desgaste, que se produce en el transcurso de la vida del ser humano, y es también la razón por la que muere como ser físico.

Piénsenlo. Si no tuviéramos cuerpo físico, ni cuerpo etérico, no podríamos mantener nuestra conciencia del yo. Es cierto que podríamos desplegar esa conciencia, pero no podríamos mantenerla. Para ello debemos estar siempre incidiendo en nuestra propia constitución interior. La consecuencia de esto es el hecho extraordinariamente importante de que el desarrollo de nuestro yo se hace posible destruyendo nuestro propio ser Si no hubiera impacto entre los miembros de nuestro ser, no podríamos tener conciencia del yo. Cuando se pregunta: "¿Cuál es el propósito de la destrucción, del envejecimiento, de la muerte?", la respuesta debe ser que es para que el ser humano pueda evolucionar, para que la conciencia del yo pueda desarrollarse hasta etapas posteriores. Si no pudiéramos morir, que es la forma radical del proceso, no podríamos ser verdaderamente "humanos".

Si reflexionamos profundamente sobre las implicaciones de esto, el ocultismo puede darnos la siguiente respuesta. Para vivir como humanos necesitamos cuerpo físico, cuerpo etérico, cuerpo astral y yo. En la vida humana, tal como es en la actualidad, necesitamos estos cuatro miembros. Pero si queremos alcanzar la conciencia del yo, debemos destruirlos. Debemos adquirir estos miembros una y otra vez y luego destruirlos. De ahí que sean necesarias muchas vidas terrenales para hacer posible que los cuerpos humanos sean destruidos una y otra vez. De este modo, se nos permite desarrollarnos en etapas posteriores como seres humanos conscientes.

Ahora bien, en nuestra vida en la tierra sólo hay un miembro de nuestro ser sobre cuyo desarrollo podemos trabajar en el sentido real, y es nuestro ego. ¿Qué significa trabajar en el desarrollo del "yo"? Para responder a esta pregunta debemos darnos cuenta de qué es lo que hace necesario este trabajo. Supongamos que un hombre se dirige a otro y le dice: "Eres un malvado". Si este no es el caso, el hombre ha dicho una falsedad. ¿Cuál es la consecuencia de que el yo haya dicho una falsedad como ésta? La consecuencia es que, a partir de ese momento, el valor del yo es menor de lo que era antes de la afirmación. Esa es la consecuencia objetiva del acto inmoral. Antes de decir una falsedad, nuestro valor es mayor que después. Para todos los tiempos venideros y en todas las esferas, para toda la eternidad, el valor de nuestro yo es menor como resultado de tal acto. Pero durante la vida entre el nacimiento y la muerte hay un medio a nuestra disposición. Siempre podemos enmendar el hecho de haber disminuido el valor de nuestro yo; podemos invalidar la falsedad. A quien hemos llamado malvado podemos confesarle: "Me he equivocado; lo que he dicho no es cierto", y así sucesivamente. Al hacer esto, devolvemos el valor a nuestro yo y compensamos el daño causado. En el caso de que nuestro yo esté involucrado, todavía está dentro de nuestro poder durante la vida hacer el ajuste necesario. Si, por ejemplo, deberíamos haber adquirido conocimientos sobre algo pero lo hemos olvidado, nuestro yo ha perdido valor, pero si nos esforzamos podemos recordarlo y compensar así el daño causado. En resumen, podemos disminuir el valor de nuestro yo, pero también podemos aumentarlo. Esta facultad de corregir un miembro de nuestro ser, de rectificar sus errores de tal manera que se fomente su desarrollo, la poseemos con respecto al yo.

Sin embargo, la conciencia del hombre no se extiende directamente a su naturaleza astral y etérica, y mucho menos a su naturaleza física. A pesar de que durante todo el curso de la vida se produce una destrucción perpetua de estos miembros, no sabemos cómo rectificarla. El hombre tiene el poder de reparar el daño hecho al yo, de ajustar un defecto moral o de memoria, pero no tiene ningún poder sobre lo que se está destruyendo continuamente en sus cuerpos astral, etérico y físico. Estos tres cuerpos están siendo dañados todo el tiempo, y a medida que vivimos se producen constantes ataques sobre ellos. Trabajamos en el desarrollo del yo, porque si no lo hiciéramos durante toda la vida entre el nacimiento y la muerte, no se haría ningún progreso. No podemos trabajar tan conscientemente en el desarrollo de nuestro cuerpo astral, etérico o físico como trabajamos en el desarrollo de nuestro yo. Sin embargo, lo que se destruye todo el tiempo en esos tres cuerpos debe ser reparado. En el tiempo que transcurre entre la muerte y el nuevo nacimiento debemos adquirir de nuevo en la forma correcta -como cuerpo astral, cuerpo etérico y cuerpo físico- lo que hemos destruido. Durante este tiempo debe ser posible reparar lo que se destruyó anteriormente. Esto sólo puede ocurrir si algo más allá de nuestro poder actúa sobre nosotros. Es bastante obvio que si no poseemos poderes mágicos no será posible que nos procuremos un cuerpo astral cuando estemos muertos. El cuerpo astral debe ser creado para nosotros desde el Gran Mundo, el Macrocosmos.

Ahora podemos entender la pregunta: "¿Dónde se repara la destrucción que hemos causado en nuestro cuerpo astral?". Cuando nacemos de nuevo a la nueva existencia corporal, necesitamos un cuerpo adecuado. ¿Dónde se encuentran en el universo las fuerzas que reparan el cuerpo astral? Podríamos buscar estas fuerzas en la tierra con toda clase de clarividencia, pero nunca las encontraríamos allí. Si dependiera enteramente de la tierra, el cuerpo astral del hombre nunca podría ser reparado. La creencia materialista de que todas las condiciones necesarias para la existencia humana se encuentran en la tierra es totalmente errónea. El hogar del hombre no está sólo en la tierra. La verdadera observación de la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento revela que las fuerzas que el hombre necesita para reparar el cuerpo astral se encuentran en Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno, es decir, en las estrellas pertenecientes al sistema planetario. Las fuerzas que emanan de estos cuerpos celestes deben trabajar en la reparación de nuestro cuerpo astral, y si no obtenemos las fuerzas de allí, no podemos tener un cuerpo astral. ¿Qué significa eso? Significa que después de la muerte, y también es el caso en el proceso de iniciación, debemos salir del cuerpo físico junto con las fuerzas de nuestro cuerpo astral. Este cuerpo astral se expande en el universo. Mientras que de otro modo estamos contraídos en un pequeño punto del universo, después de la muerte todo nuestro ser se expande en él. Nuestra vida entre la muerte y el nuevo nacimiento no es más que un proceso de extracción de las estrellas de las fuerzas que necesitamos para que el miembro que hemos destruido durante la vida pueda ser restaurado. Así pues, es de las estrellas de donde recibimos realmente las fuerzas que reparan nuestro cuerpo astral.

En el ámbito del ocultismo -utilizando la palabra en su verdadero sentido- la investigación es difícil y está llena de complicaciones. Supongamos que un individuo con buena vista va a algún territorio de Suiza, sube a una montaña alta y luego, cuando ha bajado de nuevo, os da una descripción exacta de lo que ha visto. Es de suponer que si vuelve a ir a esa zona y sube más alto a la misma montaña, describirá lo que ha visto desde un punto de vista diferente. A través de las descripciones realizadas desde diferentes puntos de vista es obvio que se obtendrá una idea cada vez más precisa y completa del paisaje. Ahora bien, la gente suele creer que cuando alguien se ha vuelto clarividente, lo sabe todo. No es en absoluto así. En el mundo espiritual, la investigación siempre tiene que ser gradual, "poco a poco", por así decirlo. Incluso con respecto a cosas que han sido investigadas con gran exactitud, se pueden hacer nuevos descubrimientos todo el tiempo. Durante los dos últimos años me he dedicado a investigar aún más a fondo que antes las condiciones de la vida entre la muerte y el renacimiento, y quiero contarles ahora los resultados de esta reciente investigación.

Por supuesto, os daréis cuenta de que la verdadera comprensión sólo es posible para aquellos que pueden penetrar profundamente en un tema así, aquellos cuyos corazones y mentes están preparados para un estudio de este tipo. No se puede esperar que en una sola conferencia se demuestre y fundamente todo. Si se compara y coteja pacientemente lo que se ha dicho a lo largo del tiempo, se encontrará que en ninguna parte del dominio del ocultismo estudiado aquí hay algo que no encaje con el resto.

En las recientes investigaciones sobre la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento, salieron a la luz muy claramente las condiciones que prevalecen durante ese período. A los ojos del espíritu se revela que el ser humano en la tierra entre el nacimiento y la muerte, constreñido como está en el espacio más pequeño posible, cuando deja su cuerpo físico emerge de él y se expande cada vez más lejos en el universo. Una vez que ha atravesado la puerta de la muerte, crece etapa por etapa hacia las esferas planetarias. En primer lugar, se expande hasta la zona marcada por la órbita de la Luna; la esfera indicada por la posición de la Luna se convierte entonces en su límite exterior. Una vez alcanzado este punto, el kamaloca llega a su fin. Continuando su expansión, crece hasta la esfera formada por la órbita de Venus. Luego, a medida que aumenta su magnitud, su límite exterior está marcado por el curso aparente del Sol. No es necesario que nos ocupemos aquí de la teoría copernicana del universo. Basta con imaginar las esferas circundantes tal como fueron descritas en las conferencias de Düsseldorf sobre las Jerarquías Espirituales. Así, a medida que el hombre asciende a los mundos espirituales, se expande en el sistema planetario, primero en la esfera de la Luna, y finalmente en la esfera más externa, la de Saturno. Todo esto es necesario para que entre en contacto con las fuerzas necesarias para su cuerpo astral, que sólo puede recibir del sistema planetario.

La diferencia se hace evidente cuando se observan diferentes individuos. Supongamos que observamos a un individuo después de la muerte cuyo comportamiento a lo largo de la vida fue moralmente bueno y que, por lo tanto, se ha llevado consigo a través de la puerta de la muerte una disposición moral del alma. Tal individuo puede ser comparado con otro, por ejemplo, que se ha llevado consigo a través de la muerte un talante de alma menos moral. Esto supone una gran diferencia, que se hace evidente cuando ambos individuos en cuestión pasan a la esfera de las fuerzas de Mercurio. ¿Qué forma toma esta diferencia? Después de que el período de kamaloca ha terminado, el hombre, con los medios de percepción de que dispone, se da cuenta de aquellos que estuvieron cerca de él en vida y que le han precedido. ¿Están estos seres relacionados con él? Es cierto, se encuentra con todos ellos. Vive junto a ellos después de la muerte, pero hay una diferencia en la forma en que vive junto a aquellos con los que estaba conectado en la tierra. La diferencia está determinada por el hecho de que el hombre haya traído consigo a través de la muerte una mayor o menor disposición moral del alma. Si carecía de sentido moral en vida, se reúne con los miembros de su familia y con sus amigos, pero su propia naturaleza crea una especie de barrera que le impide llegar a los demás seres. Un hombre con una disposición inmoral se convierte en un ermitaño después de la muerte, un ser aislado que siempre tiene una especie de barrera a su alrededor y no puede atravesarla para llegar a los otros seres a cuya esfera ha pasado. Pero un alma con una disposición moral, un alma cuyas ideas son el resultado de una voluntad purificada, se convierte en un espíritu sociable y encuentra invariablemente los puentes y las conexiones con los seres en cuya esfera vive. Que seamos espíritus aislados o sociables está determinado por nuestra disposición moral o inmoral del alma.

Esto tiene consecuencias importantes. Un espíritu sociable, que no se encierra en la cáscara de su propio ser, sino que puede entrar en contacto con otros seres de su esfera, está trabajando fructíferamente para el progreso de la evolución y del mundo entero. Un hombre inmoral que después de su muerte se convierte en un ermitaño, un espíritu aislado, está trabajando en la destrucción del mundo. Hace agujeros, por así decirlo, en la textura del universo en proporción al grado de su inmoralidad y consiguiente aislamiento. El efecto de los actos inmorales de tal hombre es para él, el tormento; para el mundo, la destrucción.


Por lo tanto, la disposición moral del alma es ya de gran importancia poco después del período de kamaloca. También determina el destino para el siguiente período, el de Venus. Una categoría diferente de ideas también entra en consideración entonces, ideas que un hombre ha desarrollado durante la vida y que le conciernen cuando entra en el mundo espiritual. Estas ideas y concepciones son de carácter religioso. Si la religión ha sido un vínculo entre lo transitorio y lo eterno, la vida del alma en la esfera de Venus después de la muerte es diferente de lo que es si no ha habido tal vínculo. Además, el hecho de que seamos espíritus sociables o aislados y ermitaños, depende de que hayamos tenido o no una mentalidad religiosa durante la vida terrestre. Después de la muerte, un alma irreligiosa se siente como encerrada en una cápsula, en una prisión. Es cierto que tal alma es consciente de que hay seres a su alrededor, pero se siente como si estuviera en una prisión y no pudiera llegar a ellos. Así, por ejemplo, los miembros de la Unión Monista, en la medida en que con sus ideas estériles y materialistas han excluido todo sentimiento religioso, no se unirán en una nueva comunidad o unión después de la muerte, sino que cada uno de ellos estará confinado en su propia prisión. Naturalmente, esto no pretende ser un ataque a la Unión Monista. Se trata simplemente de hacer inteligible un hecho determinado.

En la vida terrenal las ideas materialistas son un error, una falacia. En el reino del espíritu son una realidad. Las ideas, que aquí en el mundo físico sólo tienen el efecto de hacernos encerrar, nos encarcelan en el reino del espíritu, nos hacen prisioneros de nuestra propia astralidad. Mediante una concepción inmoral de la vida, nos privamos de las fuerzas de atracción en la esfera de Mercurio. Por una disposición no religiosa del alma nos privamos de las fuerzas de atracción en la esfera de Venus. No podemos extraer de esta esfera las fuerzas que necesitamos; lo que significa que en la próxima encarnación tendremos un cuerpo astral que en cierto sentido es imperfecto.

Aquí se ve cómo toma forma el karma, la técnica de formación del karma. Estos hallazgos de la investigación oculta arrojan una luz notable sobre una afirmación que Kant hizo como si fuera instintiva. Dijo que las dos cosas que le inspiraban el mayor asombro eran los cielos estrellados de arriba y la ley moral de dentro. Aparentemente son dos cosas, pero en realidad son una y la misma. ¿Por qué nos invade un sentimiento de grandeza, de temor reverencial, cuando miramos el cielo estrellado? Porque, sin que lo sepamos, se despierta en nosotros el sentimiento del hogar de nuestra alma. Se despierta el sentimiento de que: Antes de que bajaras a la tierra a una nueva encarnación, tú mismo estabas en esas estrellas, y de las estrellas han salido las fuerzas más elevadas que hay en ti. Tu ley moral te fue impartida cuando habitabas en este mundo de estrellas. Cuando practicas el autoconocimiento puedes contemplar lo que el cielo estrellado te otorgó entre la muerte y el nuevo nacimiento: las mejores y más refinadas potencias de tu alma. Lo que contemplamos en los cielos estrellados es la ley moral que se nos otorga desde los mundos espirituales, entre la muerte y un nuevo nacimiento - los mejores y más delicados poderes de nuestra alma. Lo que contemplamos en los cielos estrellados es la ley moral que se nos da desde los mundos espirituales, pues entre la muerte y un nuevo nacimiento vivimos en estos cielos estrellados. El hombre que anhela descubrir la fuente de las cualidades más elevadas que posee debe contemplar los cielos estrellados con sentimientos como estos. A quien no tiene ningún deseo de preguntar nada, sino que vive su vida en un estado de apatía aburrida, las estrellas no le dirán nada. Pero si uno se pregunta: "¿Cómo entra en mí lo que nunca está relacionado con mis sentidos corporales?" y luego levanta los ojos hacia el cielo estrellado, se llenará del sentimiento de reverencia y sabrá que éste es el recuerdo del hogar eterno del hombre. Entre la muerte y el renacimiento vivimos realmente en los cielos estrellados.

Hemos preguntado cómo se construye de nuevo nuestro cuerpo astral en el mundo espiritual, y la misma pregunta puede hacerse sobre nuestro cuerpo etérico. También este cuerpo no podemos evitar destruirlo durante nuestra vida, y de nuevo debemos obtener de otra parte las fuerzas que nos permitan construirlo de nuevo, para hacerlo apto para realizar su trabajo para todo el hombre durante la vida.

En la evolución humana en la tierra hubo largos periodos de tiempo en los que el hombre no pudo contribuir en absoluto a que su cuerpo etérico estuviera dotado de buenas fuerzas en la siguiente encarnación. Entonces el hombre todavía tenía en su interior una herencia de los tiempos en que comenzó su existencia en la tierra. Mientras la antigua clarividencia continuaba, aún quedaban en el hombre fuerzas que al morir no se habían agotado, fuerzas de reserva, por así decirlo, mediante las cuales el cuerpo etérico podía volver a construirse. Pero la esencia misma de la evolución humana es que todas las fuerzas acaban por desaparecer y deben ser sustituidas por otras nuevas. Hoy hemos llegado a un punto en el que el hombre debe hacer algo por sí mismo para que su cuerpo etérico pueda volver a construirse. Todo lo que hacemos como resultado de nuestras ideas morales ordinarias, cualquier respuesta que demos a una religión en la tierra, por muy limitada que sea a un pueblo en particular, con todo esto pasamos al sistema planetario y de allí sacamos las fuerzas para construir nuestro cuerpo astral. Sólo hay una esfera por la que pasamos sin extraer de ella estas fuerzas particulares: la propia esfera solar. Porque es de la esfera solar de donde nuestro cuerpo etérico debe sacar las fuerzas que le permitan construirse de nuevo.

Las condiciones en los tiempos precristianos eran tales que cuando un hombre ascendía por etapas al mundo espiritual se llevaba consigo parte de las fuerzas del cuerpo etérico, y estas fuerzas de reserva le permitían extraer del Sol lo que necesitaba para construir su cuerpo etérico en una nueva encarnación. Hoy en día esto ha cambiado. Ahora ocurre cada vez con más frecuencia que el hombre no se ve afectado por las fuerzas del Sol. Si no hace lo necesario para su cuerpo etérico llenando su alma con un contenido que pueda atraer del Sol las fuerzas necesarias para la reconstrucción de este cuerpo etérico, pasa por la esfera del Sol sin ser afectado por ella.

Ahora bien, la influencia que se puede sentir que emana de una denominación religiosa particular en la tierra nunca puede impartir al alma lo que es necesario para que la existencia sea posible en la esfera del Sol. Lo que podemos inculcar en nuestro cuerpo etérico, lo que necesitamos para que la estancia del alma en la esfera solar sea fructífera, sólo puede provenir del elemento que fluye en todas las religiones de la humanidad en común. ¿Qué es esto? Si se comparan las diferentes religiones del mundo - y una de las tareas antroposóficas más importantes es estudiar el núcleo de la verdad en las diferentes religiones - se encontrará que estas religiones fueron siempre correctas a su manera, pero correctas para un pueblo particular, para una época particular. Impartieron a este pueblo, a esta época, lo que era esencial que este pueblo y esta época recibieran. De hecho, sabemos que la mayoría de las religiones fueron capaces de servir a su tiempo y a su pueblo particular aferrándose egoístamente a la forma en la que originalmente surgieron de la fuente de la vida religiosa.

Desde hace más de diez años estudiamos las religiones, pero hay que darse cuenta de que una vez tuvo que darse a la humanidad un impulso que trascendiera el de las religiones individuales y que abarcara todo lo que ellas habían señalado. ¿Cómo llegó a ser esto posible? Fue posible gracias a una religión en la que no había ni un solo rastro de egoísmo. La supremacía de esta religión reside en el hecho de que no se limitó a un pueblo y a una época. El hinduismo, por ejemplo, es una religión eminentemente egoísta, ya que un hombre que no es hindú no puede ser recibido en ella. Esta religión está especialmente adaptada al pueblo hindú, y lo mismo ocurre con otras religiones territoriales; su grandeza original radica en que se adaptaron a condiciones terrenales particulares. Aquellos que no admiten que las religiones fueron adaptadas a condiciones particulares, sino que sostienen que todos los sistemas religiosos han emanado de una fuente indiferenciada, nunca podrán adquirir un verdadero conocimiento.

Hablar sólo de unidad equivale a decir que la sal, la pimienta, el pimentón y el azúcar están en la mesa, pero no nos preocupa cada uno de ellos individualmente. Lo que buscamos es la unidad que se expresa en estas diferentes sustancias. Por supuesto, se puede hablar así, pero cuando se trata de pasar a la realidad práctica, de utilizar adecuadamente cada sustancia, las diferencias entre ellas serán ciertamente evidentes. Nadie que utilice estas sustancias afirmará que no hay ninguna diferencia, pues basta con poner sal o pimienta en lugar de azúcar en su café o té, y pronto descubrirá la verdad. Aquellos que no hacen ninguna distinción real entre las diversas religiones, sino que dicen que todas provienen de la misma fuente, están cometiendo el mismo tipo de error.

Si queremos saber cómo a través de las diferentes religiones discurre un hilo vivo hacia una gran meta, debemos tratar de entender este hilo, y estudiar y valorar cada religión para su esfera particular. Esto es lo que hemos estado haciendo durante los últimos diez años en nuestra Sección de Europa Central de la Sociedad Teosófica. Se ha hecho un comienzo hacia el descubrimiento de la naturaleza de una religión que no tiene nada que ver con las diferencias en la humanidad, sino sólo con el humano esencial como tal, sin distinción de color, raza, etc. ¿Qué forma ha tomado esto? ¿Puede decirse que tenemos una religión "nacional" como la de los hindúes o los judíos? Si adorásemos a Wotan estaríamos en la misma situación que los hindúes. Pero no adoramos a Wotan. Occidente ha reconocido a Cristo, y Cristo no era un occidental, sino un extranjero con respecto a su linaje. La actitud hacia Cristo que ha adoptado Occidente no es una adhesión egoísta o nacionalista a un credo. Por supuesto, el ámbito que aquí se aborda no puede ser tratado exhaustivamente en una sola conferencia. Sólo es posible hablar de aspectos particulares, y un aspecto es que la actitud adoptada por Occidente hacia su religión profesada ha sido absolutamente antiegoísta.

La supremacía del Principio Crístico se muestra también de otra manera. Pensad en un congreso en el que se hayan reunido doctos representantes de las distintas religiones con el fin de comparar los distintos sistemas de religión de forma bastante imparcial. A ese congreso me gustaría plantear la siguiente pregunta: "¿Existe alguna religión en la tierra en la que un mismo dicho signifique algo diferente cuando se hace desde dos lados distintos?" Esto es en realidad lo que ocurre en el cristianismo. Cristo Jesús pronuncia palabras profundas en el Evangelio cuando dice a los que le rodean: "En todos vosotros hay divinidad; ¿no sois, pues, dioses?" Dice con todo poder y autoridad: "¡Ustedes son dioses!". (Juan 10:34). Cristo Jesús quiere decir con estas palabras que en cada pecho humano hay una chispa que es divina. Esta chispa debe ser encendida para que sea posible decir: "Sed como los dioses". Un efecto diferente y, de hecho, exactamente opuesto es el objetivo de las palabras pronunciadas por Lucifer cuando se acerca al hombre para arrastrarlo del reino de los dioses: "Seréis como Dios" (Génesis 3:5) El significado aquí es totalmente diferente. Las mismas palabras se pronuncian en un momento para corromper a la humanidad al comienzo del descenso al abismo, y en otro momento como indicación de la meta suprema.

Buscad lo mismo en cualquier otro credo denominacional, y se puede encontrar una o la otra expresión, pero nunca ambas. Un examen minucioso mostrará la profundidad del significado de las pocas palabras que acabamos de pronunciar. El hecho de que estas significativas expresiones se hayan convertido en parte integrante del cristianismo muestra claramente que lo realmente importante no es el mero contenido de las palabras, sino el Ser que las pronuncia. ¿Por qué es así? Porque el cristianismo se esfuerza por lograr el cumplimiento del principio que da expresión a su propia esencia, a saber, que no sólo hay parentesco entre los emparentados por descendencia física, sino entre toda la humanidad. Hay algo que es válido sin distinción de raza, nacionalidad o credo, y que va más allá de todos los rasgos raciales y de todas las épocas. El cristianismo está tan íntimamente relacionado con el alma del hombre porque lo que puede aportar no tiene por qué ser ajeno a ningún hombre. Esto no se admite todavía en toda la tierra, pero lo que es verdadero debe prevalecer finalmente.

Los hombres aún no han llegado a la etapa de darse cuenta de que un budista o un hindú no necesitan rechazar a Cristo. Pensad en lo que significaría si algún pensador serio nos dijera: "Vosotros, que sois seguidores de Cristo, no debéis sostener que todas las denominaciones y credos pueden reconocerle como su objetivo supremo. Al hacerlo, dais preferencia a Cristo, y no estáis justificados al hacer tal afirmación".

Si se dijera esto, tendríamos que responder: "¿Por qué no estamos justificados? ¿Es porque un hindú también podría exigir que se rindiera veneración sólo a sus doctrinas particulares? No tenemos ningún deseo de depreciar esas doctrinas; las honramos tanto como cualquier hindú. ¿Estaría justificado un budista al decir que no puede reconocer a Cristo porque no se dice nada en este sentido en sus escrituras? ¿Está en juego algo esencial cuando una verdad no se encuentra en determinados escritos o escrituras? ¿Sería correcto que un budista dijera que va en contra de los principios del budismo creer en la verdad de la teoría copernicana del universo, porque no se menciona en Sus libros? Lo que se aplicó a la teoría copernicana se aplica igualmente a los descubrimientos de la investigación científico-espiritual moderna en relación con el ser de Cristo, a saber, que como Él no tiene nada que ver con ninguna denominación particular, el Cristo puede ser aceptado por un hindú o un adherente de cualquier otra religión. Aquellos que rechazan lo que la ciencia espiritual tiene que decir sobre el impulso de Cristo en relación con las denominaciones religiosas, simplemente no entienden cuál debe ser la verdadera actitud hacia la religión."

Tal vez algún día llegue el momento en que se comprenda que lo que tenemos que decir sobre la naturaleza del impulso crístico y su relación con todas las denominaciones religiosas y concepciones del mundo, habla directamente al corazón y al alma, además de esforzarse por tratar coherentemente las fases particulares del tema. No es fácil para todos darse cuenta de los esfuerzos que se hacen para reunir las cosas que pueden conducir a la verdadera comprensión del impulso crístico que necesita el hombre en el ciclo actual de su existencia. La afirmación de la creencia en Cristo no tiene nada que ver fundamentalmente con ninguna religión o sistema religioso en particular. Un verdadero cristiano es simplemente aquel que está acostumbrado a considerar que todo ser humano lleva el principio de Cristo en sí mismo, que busca el principio de Cristo en un chino, en un hindú o en quienquiera que sea. En un hombre que declara su creencia en Cristo se fundamenta la comprensión de que el impulso crístico no está confinado a una parte de la tierra. Imaginar que está confinado sería una completa falacia. La realidad es que, desde el Misterio del Gólgota, el anuncio de Pablo a la región con la que estaba relacionado ha sido cierto: Cristo murió también por los paganos. La humanidad debe aprender a comprender que Cristo no vino para un pueblo en particular, y una época en particular, sino para todos los pueblos de la tierra, para todos ellos.

Cristo ha sembrado su semilla espiritual en cada alma humana, y el progreso consiste en que las almas de los hombres tomen conciencia de ello.

Al perseguir la ciencia espiritual no nos limitamos a elaborar teorías o a acumular algunos conceptos más para nuestro intelecto, sino que nos reunimos para que nuestros corazones y nuestras almas se vean afectados. Si de esta manera la luz de la comprensión puede ser llevada al impulso de Cristo, este impulso mismo eventualmente permitirá a todos los hombres en la tierra realizar el profundo significado de las palabras de Cristo: "Cuando dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". Los que trabajan juntos en este espíritu encuentran el puente que lleva de alma a alma. Esto es lo que el impulso crístico logrará en toda la tierra. El propio impulso crístico debe constituir la vida misma de nuestros grupos.

El ocultismo revela que cuando sentimos algo de la realidad del impulso crístico, ha penetrado en nuestras almas un poder que les permite encontrar el camino a través de la esfera solar después de la muerte y hace posible que recibamos un cuerpo etérico sano en la siguiente encarnación. Sólo podemos asimilar la ciencia espiritual de la manera correcta recibiendo el impulso crístico en nosotros con una comprensión profunda. Sólo esto asegurará que nuestro cuerpo etérico sea fuerte y vigoroso cuando entremos en una nueva encarnación. Los cuerpos etéricos se deteriorarán cada vez más si los hombres permanecen en la ignorancia de Cristo y su misión para toda la revolución terrestre. Mediante la comprensión del ser Crístico evitaremos este deterioro del cuerpo etérico y participaremos de la naturaleza del Sol. Nos volveremos aptos para recibir las fuerzas de la esfera donde Cristo vino a la tierra. Desde la venida de Cristo podemos llevar con nosotros desde la tierra las fuerzas que nos llevan a la esfera del Sol. Entonces podemos regresar a la tierra con fuerzas que en la próxima encarnación harán fuerte nuestro cuerpo etérico. Si no recibimos el impulso crístico, nuestro cuerpo etérico será cada vez menos capaz de extraer de la esfera solar las fuerzas que lo construyen y sostienen, permitiéndole trabajar de la manera correcta aquí en la tierra. La vida terrestre no depende realmente de la comprensión teórica, sino de que estemos impregnados de los efectos del Acontecimiento del Gólgota. Esto es lo que revela la auténtica investigación oculta.

La investigación oculta también nos muestra cómo podemos estar preparados para recibir el cuerpo físico. El cuerpo físico nos es otorgado por el principio del Padre. Es a través del impulso crístico que podemos participar del principio del Padre en el sentido de las palabras: "Yo y mi Padre somos uno" (Juan 10:30). El impulso crístico nos lleva a los poderes divinos del Padre.

¿Cuál es el mejor resultado que se puede conseguir con la profundización espiritual? Uno podría imaginarse a alguien entre ustedes saliendo después de la conferencia y diciendo en la puerta: "¡He olvidado cada una de las palabras!". Eso sería, por supuesto, un caso extremo, pero realmente no sería la mayor calamidad. Porque podría imaginar que esa persona se lleva consigo un sentimiento resultante de lo que ha escuchado aquí, aunque lo haya olvidado todo. Lo importante es este sentimiento en el alma. Cuando escuchamos las palabras debemos entregarnos por completo para que nuestra alma se llene del gran impulso. Cuando el conocimiento espiritual que adquirimos contribuye al mejoramiento de nuestras almas, entonces realmente hemos logrado algo. Sobre todo, cuando la ciencia espiritual nos ayuda a comprender un poco mejor a nuestros semejantes, ha cumplido su función, pues la ciencia espiritual es vida, vida inmediata. No se refuta ni se confirma mediante la disputa o la lógica. Es puesta a prueba y su valor es determinado por la vida misma, y se establecerá porque es capaz de encontrar seres humanos en cuyas almas se le permite entrar.

Qué puede ser más edificante que saber que podemos descubrir la fuente de nuestra vida entre la muerte y el renacimiento. Podemos descubrir nuestro parentesco con todo el universo. Qué podría darnos mayor fuerza para nuestros deberes en la vida que el conocimiento de que llevamos dentro de nosotros las fuerzas que se vierten desde el universo y debemos prepararnos de tal manera en la vida que estas fuerzas puedan activarse en nosotros cuando, entre la muerte y el renacimiento, pasemos a las esferas de los planetas y del Sol. Aquel que realmente capta lo que el ocultismo puede revelarle sobre la relación del hombre con el mundo de las estrellas, puede decir con sinceridad y comprensión la oración que podría redactarse un poco como sigue: "Cuanto más consciente sea de que he nacido del universo, cuanto más profundamente sienta la responsabilidad de desarrollar en mí las fuerzas que me ha dado todo un universo, mejor ser humano podré llegar a ser." El que sabe decir esta oración desde lo más profundo del alma puede esperar también que se convierta en él en un ideal realizado. Puede esperar que a través del poder de tal oración se convierta realmente en un hombre mejor y más perfecto. Así, lo que recibimos a través de la verdadera ciencia espiritual actúa en lo más íntimo de nuestro ser.

Traducido por J.Luelmo julio 2021

GA140-2 Milán 27 de octubre de 1913 -La vida entre la muerte y el nuevo nacimiento

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RUDOLF STEINER


 LA VIDA  ENTRE LA MUERTE Y EL NUEVO NACIMIENTO

Estudios sobre el transcurso de la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento

Milán 27 de octubre de 1913

2ª conferencia

 

Nuestras consideraciones nos han llevado al punto de que después de la muerte la conciencia solo puede mantenerse gracias al recuerdo del Misterio del Gólgota. Hasta este momento la existencia después de la muerte consiste en recuerdos de la vida en la tierra por medio de visiones, no a través de los sentidos. También durante este período, las realidades del mundo espiritual sólo pueden ser percibidas a través de visiones.

Poco a poco, al alma le resulta cada vez más difícil retener los recuerdos de la vida terrenal y se produce un estado de olvido. Si después de la muerte uno se encuentra con una persona que ha conocido, al principio la reconocerá fácilmente. A medida que pasa el tiempo esto se vuelve más difícil, y más tarde la conexión sólo puede ser recordada relacionándose con el Misterio del Gólgota. Cuanto más se impregne uno de él, más fácil será reconocer su entorno. Sin embargo, al llegar a la etapa en la que el recuerdo del Misterio del Gólgota es necesario para mantener la conciencia, comienza una gran transformación. Entonces ya no somos capaces de mantener las visiones anteriores. Por ejemplo, hasta esta fase podemos hablar en términos de fenómenos de color astral en este reino y de las imágenes visionarias de los seres que nos rodean. A medio camino entre la muerte y el nuevo nacimiento, las visiones y los recuerdos se desvanecen, perdemos nuestra conexión con ellos y se separan de nuestro ser. Para caracterizar esta fase con mayor precisión, consideremos lo siguiente, que a primera vista puede resultar bastante chocante.

En esta etapa uno siente que se aleja de la tierra. La tierra está muy lejos debajo de uno, y al viajar al mundo espiritual uno siente que ha llegado al Sol. Así como durante la vida terrenal nos sentimos unidos a la tierra, ahora nos sentimos unidos al Sol con todo su sistema planetario. Por eso, en nuestro ocultismo moderno se pone tanto énfasis en comprender cómo Cristo vino a la tierra desde la esfera del Sol. Es esencial comprender cómo, a través del Misterio del Gólgota, Cristo nos conduce al Sol. El ocultismo muestra que Cristo es un ser solar que puede llevarnos de vuelta al Sol. Ahora viene lo que puede causar un shock. Es imperativo no sólo comprender nuestra relación con el Cristo. Debemos comprender algo más. Ahora llega el momento en que nos enfrentamos, y necesitamos comprender, al ser conocido como Lucifer. La sensación en el Sol no es la de estar rodeado de un flujo de luz física, sino la de habitar en la luz pura del espíritu. A partir de este momento, ya no se experimenta a Lucifer como un ser antagónico. Por el contrario, aparece cada vez más justificado en el mundo. Uno siente ahora el impulso, en el curso ulterior de la vida después de la muerte, de reconocer a Cristo y a Lucifer lado a lado como poderes igualmente justificables. Por muy extraña que pueda parecer la igualdad de importancia de Cristo y Lucifer, a partir de esta etapa se alcanza esta percepción y se llega a ver a estos dos poderes más o menos como hermanos. La explicación de esto hay que buscarla en las experiencias que el alma tiene que experimentar en el curso posterior de la vida después de la muerte.

He descrito a menudo las condiciones de vida en Saturno, el Sol y la Luna, y en ellas tenéis recorrido el camino espiritual después de la muerte. Lo notable es que uno no experimenta los eventos en el orden de la creación cósmica: Saturno, Sol y Luna, sino que primero viene la existencia lunar, luego la existencia solar y finalmente la existencia de Saturno. Cuando leáis las descripciones que he dado en la Memoria Cósmica y luego procedáis más atrás de la Luna, encontraréis el reino que el alma experimenta en su viaje hacia atrás después de la muerte. Contemplar esto directamente en el mundo espiritual da la impresión de un recuerdo de la vida antes del nacimiento. En el reino que acabamos de caracterizar, el elemento moral tiene una importancia aún mayor para el curso posterior de la vida. En la Memoria Cósmica, la "Crónica del Akasha", describimos cómo se pierde el interés, que hasta esta etapa era muy fuerte, en toda experiencia terrenal. Nuestro interés por los hombres con los que hemos estado relacionados disminuye, y perdemos el interés por las cosas. Nos damos cuenta de que los recuerdos que todavía tenemos en este punto son llevados adelante sólo por el Cristo. Cristo nos acompaña, y como resultado somos capaces de recordar. Si Cristo no nos acompañara, nuestro recuerdo de la vida terrenal se desvanecería, porque es la experiencia de unirnos a Cristo lo que nos conecta con la tierra más allá de este punto.

Así, a través de una nueva etapa en el mundo espiritual, adquirimos un interés totalmente nuevo por Lucifer y su reino. Separados de los intereses terrenales, ahora podemos experimentar la confrontación de Lucifer absolutamente sin peligro. Hacemos el notable descubrimiento de que la influencia de Lucifer es perjudicial para nosotros sólo cuando estamos enredados en los asuntos terrenales. Ahora aparece como el ser que ilumina lo que tenemos que sufrir más tarde en el mundo del espíritu. Durante un largo período de tiempo sentimos que debemos adquirir lo que Lucifer puede concedernos en estos reinos del mundo del espíritu.


Una vez más puede ser chocante hablar de lo que se experimenta sólo subjetivamente. Sin embargo, lo que parece chocante es quizás en este caso lo más fácilmente comprensible, a saber, que después de un tiempo nos convertimos en habitantes de Marte. Después de habernos sentido habitantes del Sol, habiendo dejado atrás la Tierra, ahora dejamos la esfera del Sol y nos experimentamos en nuestra realidad cósmica como habitantes de Marte. De hecho, para esta fase parece como si Cristo nos hubiera dado todo lo relativo al pasado y que Lucifer nos prepara para nuestra futura encarnación. Si esta esfera de Marte se experimenta conscientemente y más tarde en la tierra puede ser recordada por medio de la iniciación, descubrimos que Lucifer nos otorga todas las experiencias no originadas en la esfera terrestre que llevamos dentro de nosotros a lo ancho del cosmos. Lucifer nos da todo lo que no está relacionado con la tierra. Nuestro antiguo interés humano se vuelve cada vez más cósmico. Mientras que antes absorbíamos en la tierra lo que nos daba el mineral, la planta, el animal, el aire y el agua, la montaña y el valle, a partir de ahora recogemos las experiencias que nos llegan del cosmos. Es una forma de percepción conocida desde siempre, pero poco comprendida, como la armonía de las esferas. Percibimos todo como armonías en lugar de los sonidos separados del mundo físico.

En un momento dado nos experimentamos como el centro del universo. Desde todos los lados percibimos los hechos cósmicos a través de la armonía de las esferas. Dejamos ahora el reino de Marte, y el ocultista denota que la siguiente esfera es Júpiter. A medida que avanzamos, la armonía de las esferas aumenta de volumen. Finalmente es tan poderosa que nos adormece. Estupefactos, nos elevamos hacia la armonía de las esferas.

Después de haber atravesado la esfera de Júpiter, nuestra existencia llega a Saturno, el límite más externo del sistema solar. En esta coyuntura, vivimos una importante experiencia de carácter moral. Si Cristo ha preservado nuestra memoria de las condiciones anteriores en la tierra y nos ha protegido de los estados de miedo que surgen de una conciencia menguante, nos damos cuenta, particularmente en nuestra configuración anímica actual, de lo poco que nuestra vida en la tierra estaba en sintonía con las exigencias morales más elevadas, con la majestuosidad de toda la existencia cósmica. Nuestra vida terrenal pasada se levanta con reproche. De una oscuridad indiferenciada, y esto es de la mayor importancia, aparece ante el alma la suma total de la última encarnación tal como se formó kármicamente durante esa vida.

De hecho, el cuadro general de su encarnación actual corresponde a lo que ahora surge en su alma en este estado después de la muerte, pero todo lo que tiene que objetar en su propia última encarnación se experimenta conmovedoramente. Contemplamos nuestra última vida terrenal desde un punto de vista cósmico.

A partir de este momento, ni el principio crístico ni Lucifer pueden mantener nuestra conciencia. A no ser que haya tenido lugar una iniciación en una vida terrestre anterior, la conciencia se atenúa definitivamente. Esto marca una condición necesaria de sueño espiritual que sigue a la conciencia que prevalecía hasta entonces. Este sueño espiritual está relacionado con otro factor. Debido a que todos los sentimientos y la capacidad de formar ideas han cesado, la totalidad de las fuerzas cósmicas, con excepción de las que emanan del sistema solar, pueden ahora actuar directamente sobre el hombre. Imagínese que todo el sistema solar está fuera de acción y que sólo actúan las fuerzas exteriores a él. Esto le dará una idea de las influencias que ahora comienzan a ser operativas.

Así hemos llegado al punto en el que comenzamos nuestra consideración ayer.

Consideremos ahora la importante relación entre la segunda fase de la vida después de la muerte y el período embrionario. Ustedes saben que la vida embrionaria comienza con un pequeño germen esférico. Ocultamente, hacemos la notable observación de que en sus primeras etapas el embrión representa una imagen-espejo de todo lo que el ser humano experimenta fuera del cosmos. Esto se ha descrito anteriormente. Al principio, el germen humano lleva una imagen-espejo de la existencia cósmica de la que se excluye su vida en el sistema solar. Es notable que durante las etapas posteriores del desarrollo embrionario se rechazan todas las influencias cósmicas, excepto las que emanan del sistema solar. Estas son absorbidas por el embrión. Las fuerzas hereditarias comienzan su actividad en el embrión en una etapa comparativamente posterior, cuando, durante la vida después de la muerte, hemos vuelto sobre nuestros pasos a través de Saturno, Júpiter y Marte. Por lo tanto, puede decirse que el germen ya es preparado por el hombre durante la existencia cósmica en una condición de sueño universal y antes del período embrionario.

Consideremos ahora las etapas del desarrollo embrionario que tienen lugar durante el período del sueño cósmico universal. En el diagrama indiquemos una tras otra las condiciones prenatales del ser humano del germen. Aquí tenemos una imagen especular.


Así pues, las condiciones embrionarias posteriores encuentran su imagen especular en la fase temprana de la vida prenatal, y las condiciones tempranas de la existencia embrionaria encuentran su reflejo en una fase posterior antes de la concepción. Así obtenemos una imagen-espejo espiritual a la inversa del desarrollo embrionario. Aquí está el embrión en una dirección, y para cada fase en una dirección me encuentro una imagen especular en la otra. Los dos lados se relacionan como objeto e imagen refleja, y la concepción marca el punto en el que surgen las imágenes reflejo. Si tuviera que representar ahora el desarrollo embrionario, tendría que ser dibujado en pequeño. Pero su imagen reflejo en la otra dirección tendría que ser muy ampliada, porque lo que el ser humano experimenta en diez meses lunares antes de nacer se experimenta en su reflejo en cuestión de años. Ahora toma todo lo que el hombre experimenta en el mundo espiritual hasta su reencarnación. En la primera fase de su vida después de la muerte toma en sí las secuelas de su vida en la tierra. En la segunda fase recoge las experiencias del cosmos.

La vida entre la muerte y el nuevo nacimiento está llena de contenido, pero falta una cosa. En efecto, recapitulamos todo lo que hemos vivido desde la encarnación anterior hasta la actual. Sentimos el ser cósmico, pero durante la primera etapa de la vida después de la muerte no experimentamos lo que ha sucedido en la tierra entre las dos encarnaciones. Hasta que llegamos a la esfera solar estamos tan preocupados por nuestros recuerdos de la vida anterior a la muerte que nuestro interés por los acontecimientos en la tierra se desvía por completo. Vivimos con aquellos individuos que también habitan en el mundo espiritual después de la muerte. Nos implicamos plenamente en las relaciones que mantenemos con ellos en la tierra y configuramos estos vínculos para que se ajusten a sus últimas consecuencias. Durante este período, nuestro interés se desvía continuamente y, por lo tanto, disminuye para con los que aún están en la tierra. Sólo cuando los que permanecen en la tierra nos buscan con sus almas se puede crear un vínculo con ellos. Esto debe considerarse un elemento moral importante que arroja luz sobre la conexión entre los vivos y los muertos. Una persona que ha muerto antes que nosotros y a la que olvidamos por completo, tiene dificultades para llegar a nosotros aquí en la vida terrenal. El amor, la constante simpatía que sentimos por los muertos, crea un camino en el que se establece una conexión con la vida terrenal. Durante las primeras etapas después de la muerte, aquellos que han fallecido sólo pueden vivir con nosotros a partir de esta conexión. Es sorprendente hasta qué punto el culto a la conmemoración de los muertos es confirmado en su significado más profundo por el ocultismo. Aquellos que han fallecido pueden llegar a nosotros más fácilmente si pueden encontrar pensamientos y sentimientos dirigidos hacia ellos desde la tierra.

La situación es diferente para la segunda etapa entre la muerte y el nuevo nacimiento. Entonces estamos tan profundamente involucrados en los intereses cósmicos que se hace extremadamente difícil establecer una conexión con la tierra durante este segundo período. Aparte del interés que tenemos por el cosmos, deseamos cooperar en la formación correcta de nuestro karma posterior. Además de nuestras impresiones cósmicas, retenemos mejor lo que tenemos que corregir kármicamente, y ayudamos a conformar una próxima vida que ayude a compensar las deudas kármicas contraídas.

Muchas personas dicen que no pueden creer en la reencarnación porque no desean volver a una vida en la tierra. Esto, por ejemplo, es una objeción actual. No deseo en absoluto volver a la tierra. Muchos dicen esto. La consideración anterior sobre el período entre la muerte y el renacimiento corrige este punto de vista. Durante este periodo queremos volver a la vida con todas nuestras fuerzas para corregir nuestro karma. Después del sueño cósmico descrito, cuando despertamos en el presente, olvidamos con demasiada facilidad que en realidad queremos reencarnar. Es irrelevante si es nuestro deseo durante la vida en la tierra volver a encarnar. Lo que importa es que lo deseemos en el período entre la muerte y el renacimiento, y ahí sí lo hacemos positivamente. En muchos aspectos, la vida entre la muerte y el renacimiento es lo más opuesto a lo que experimentamos aquí en la tierra entre el nacimiento y la muerte. Del mismo modo que en la vida terrenal nos fortalecemos mediante el sueño y nos dotamos de nuevas fuerzas, como resultado del sueño cósmico descrito nos equipamos con fuerzas para nuestra nueva encarnación.

Otra pregunta puede ser respondida por estas consideraciones. A menudo se pregunta: "Si se encarna con tanta frecuencia, ¿por qué el ser humano debe empezar una y otra vez desde la infancia? ¿Por qué no viene al mundo ya equipado con todo lo que tiene que aprender durante la infancia?" La respuesta está en el hecho de que en el intervalo entre nuestras encarnaciones no experimentamos lo que ha sucedido en la tierra. Por ejemplo, si una persona se encarnó por última vez en la Tierra antes del descubrimiento de la imprenta y se encarna de nuevo hoy, no habrá experimentado lo que se ha desarrollado en el período intermedio. De hecho, si se investiga el asunto más de cerca desde un aspecto histórico-cultural, se encontrará que en cada encarnación se tiene que aprender como un niño lo que ha sucedido en la tierra en el período intermedio. Consideremos, por ejemplo, lo que un niño de seis años tenía que aprender en la época romana. Eso era muy diferente de lo que tiene que aprender hoy en día. El lapso de tiempo entre dos encarnaciones corresponde al período necesario para que la vida cultural en la tierra haya cambiado completamente. No volvemos a una encarnación hasta que las condiciones de la tierra hayan cambiado de tal manera que no haya prácticamente ninguna similitud con las condiciones de nuestra encarnación anterior.

Lo que he descrito se refiere a la persona media. Por ejemplo, en algún caso la conciencia después de la muerte puede atenuarse antes que en otro, o la condición del sueño puede establecerse más rápidamente, como habréis comprendido por lo dicho anteriormente. Pero una ley cósmica opera para que el sueño cósmico acorte el período que pasamos en el mundo espiritual después de la muerte. El que entra antes en la condición de inconsciencia la experimenta más rápidamente. El tiempo pasa más rápido para él que para aquel cuya conciencia se extiende más lejos. Las investigaciones sobre la vida entre la muerte y el renacimiento revelan, en efecto, que las personas no espirituales se reencarnan relativamente más rápido que otras. Una persona que sólo se entrega a los placeres y pasiones sensuales, que vive fuertemente en lo que podríamos llamar su naturaleza animal, pasará poco tiempo entre encarnaciones. Esto se debe al hecho de que tal persona caerá comparativamente rápido en una condición de inconsciencia, de sueño. Por lo tanto, viajará rápidamente entre el período de la muerte y el renacimiento.

Además, sólo he descrito un caso medio porque he considerado especialmente a las personas que alcanzan una edad normal en la vida. Fundamentalmente, hay una diferencia considerable entre las almas que mueren después de los treinta y cinco años y las que mueren antes. Sólo los que han llegado a los treinta y cinco años experimentan más o menos conscientemente las distintas fases descritas. Una muerte temprana conlleva una condición de sueño más rápida entre la muerte y el renacimiento. Se podría objetar que, después de todo, uno no puede ser responsable de una muerte temprana y, por lo tanto, está inocentemente involucrado en un sueño cósmico más temprano. Pero esta objeción no es válida. No lo es porque una muerte temprana ha sido preparada como resultado de causas kármicas anteriores, y el desarrollo posterior puede tener lugar sólo porque el alma entra más rápidamente en el reino cósmico. Por muy extraño y chocante que pueda parecer esto, sabemos, como resultado de las investigaciones objetivas de la existencia cósmica, que el hombre a partir de cierto momento se expande en el cosmos y recibe las impresiones del cosmos, del macrocosmos. Al igual que el hombre está más profundamente involucrado en los asuntos terrenales durante los años intermedios de su vida física, en el período intermedio entre la muerte y el renacimiento está más profundamente involucrado en el cosmos.

Consideremos al niño. Todavía no vive plenamente en la tierra. Vive con toda la herencia de épocas anteriores, y tiene que establecerse en la existencia terrenal. Ahora consideremos la vida del hombre después de la muerte. Vive con lo que se ha llevado de la tierra, y tiene que adquirir las facultades perceptivas para la vida en el cosmos. En el período medio de nuestra existencia terrenal estamos más profundamente enredados en las condiciones terrenales, mientras que en la etapa intermedia entre la muerte y el renacimiento estamos más profundamente involucrados en las condiciones cósmicas. Cuanto más nos acercamos al final de nuestra existencia en la tierra, más nos alejamos de las condiciones terrenales en un sentido físico. Cuanto más nos acercamos al punto medio entre la muerte y el nuevo nacimiento, más nos retiramos del cosmos y nos volvemos de nuevo a la vida en la tierra.

Lo que acabo de describir como una analogía no es la base de las investigaciones científicas espirituales. Una analogía de este tipo sólo se le ocurre a un ocultista después de haber hecho las investigaciones ocultas necesarias y de haber procedido a comparar los hechos disponibles. Tal analogía también contiene un error. Supongamos que nos referimos al primer período después de la muerte como el de la infancia, y al segundo período como el de la vejez. Cometeríamos un error. Durante la existencia espiritual, entre la muerte y el nuevo nacimiento, somos de hecho viejos para empezar, y nos convertimos en niños en relación con la vida espiritual durante el segundo período. La vida espiritual fluye en el orden inverso. Para empezar, llevamos los errores y defectos de la vida terrenal al mundo espiritual. Luego, gradualmente, durante la existencia cósmica, se eliminan.

Me sorprendió mucho encontrar en las tradiciones antiguas no exactamente una confirmación, sino una indicación respecto a estos hechos. En la tierra, durante nuestra existencia física, hablamos de envejecer. En el mundo espiritual, entre la muerte y el renacimiento, debemos decir literalmente que nos hacemos jóvenes. De hecho, en lo que respecta a su ser espiritual, cuando alguien nace en un lugar determinado podemos decir que se hizo joven allí.

Ahora bien, curiosamente, en la segunda parte de Fausto encontramos las palabras: "Se hizo joven en el País de las Brumas". ¿Por qué Goethe utiliza la expresión "rejuvenecer" para expresar el nacimiento físico? Cuando nos remontamos al pasado encontramos que en la humanidad prevalecía una tradición que expresa la idea de que al nacer espiritualmente uno se vuelve joven. De hecho, cuanto más indagamos en la evolución pasada, más encontramos condiciones de clarividencia, como se subraya continuamente en nuestro ocultismo. Encontramos confirmación de ellas en todas partes.

Considerad, por ejemplo, lo que se mencionó ayer. Desde el momento de la muerte nos liberamos gradualmente de las condiciones terrenales, pero durante la vida entre la muerte y el renacimiento vivimos plenamente dentro de las condiciones cósmicas. Éstas las experimentamos como visiones; aparecen en lugar de impresiones sensoriales. He explicado cómo la luz de las Jerarquías incide en lo que experimentamos. Podemos describir esta situación de la siguiente manera. Imaginaos que no tenéis vuestra conciencia dentro de vosotros, sino fuera, en vuestro entorno. No tendríais la sensación de estar viviendo en vuestro cuerpo, sino fuera de él. Desde fuera sentiríais que ese es mi ojo, mi nariz, mi pierna. Entonces tendrías que referiros a vosotros mismos lo que experimentáis fuera en el espíritu. También tendríais que remitir el ser de Dios a vosotros mismos, para que se refleje en vosotros. Tal etapa surge después de la muerte cuando se mira hacia atrás en el hombre. El entorno se refleja en él, incluso la Divinidad.

¿Sería demasiado atrevido aceptar la afirmación de un poeta que dijo que la vida después de la muerte es el reflejo de lo divino? Es bien sabido que Dante dijo que durante la existencia en el mundo espiritual llega un punto en el que se contempla lo divino como hombre. Tal indicación puede parecer injustificada. Incluso puede parecer juguetona, pero quien es capaz de mirar en los secretos más profundos de la humanidad no adoptará este punto de vista. En los grandes poetas encontramos una y otra vez ecos de antiguas condiciones de conocimiento clarividente, y por medio de la iniciación tales secuelas son revividas y elevadas a la conciencia humana.

Les he dado algunos resultados de investigaciones recientes sobre las condiciones de vida entre la muerte y un nuevo nacimiento, y espero que haya otra oportunidad en un futuro no muy lejano para hablar más sobre este tema.

Traducido por J.Luelmo julio2021


jueves, 8 de julio de 2021

GA140-1 Milán 26 de octubre de 1913 -la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento

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RUDOLF STEINER


 LA VIDA  ENTRE LA MUERTE Y EL NUEVO NACIMIENTO

Estudios sobre el transcurso de la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento

Milán 26 de octubre de 1913

1ª conferencia

 

A continuación, me propongo explicarles algunos rasgos de la investigación del mundo espiritual e indicarles cuáles son las consecuencias de tal conocimiento para la vida en su conjunto. Quien tiene la tarea de comunicar a sus semejantes ciertas cosas del mundo espiritual, no puede comprobar con demasiada frecuencia su exactitud y absoluta corrección espiritual. Mi objetivo es impartir algo de tal conocimiento verificado en lo que respecta a la vida del alma entre la muerte y un nuevo nacimiento. Últimamente he podido comprobar las investigaciones que se pueden hacer en este campo. En la segunda parte de la conferencia se expondrán los detalles de estas minuciosas investigaciones. A esto hay que anteponer algunas explicaciones preliminares relativas a la obtención del conocimiento espiritual.

Para acceder al conocimiento espiritual es necesaria una disposición especial del alma, a la que se opone radicalmente la disposición habitual en la vida cotidiana en el plano terrenal. En la vida exterior, sobre todo en la actualidad, el alma se encuentra en un continuo estado de inquietud. A lo largo del día el alma está constantemente expuesta a nuevas impresiones, y al identificarse con estas impresiones vive en un estado de continua inquietud.

Por el contrario, si se quiere penetrar en el mundo espiritual, es necesario que se produzca la serenidad. La primera condición necesaria para ascender al mundo espiritual y comprender las experiencias obtenidas en ese reino es el completo reposo interior y la firmeza del alma. Esta serenidad del alma es más difícil de alcanzar de lo que se cree. Para obtener esa serenidad interior es necesario que cesen toda la ansiedad, toda la excitación y toda la preocupación. De hecho, durante el tiempo que deseamos elevarnos a los mundos superiores deben extinguirse todos los intereses de la vida exterior. Debemos estar como si estuviéramos parados en un punto, decididos a no movernos, para que los acontecimientos del mundo espiritual pasen ante nosotros. En nuestra vida cotidiana en el plano físico vamos de una cosa a otra mientras las cosas mismas permanecen inmóviles. Esto para el mundo espiritual no es así, ya que debemos traer las cosas hacia nosotros, hacia el punto en el que estamos fijados, por medio de nuestra actividad pensante. Debemos, por así decirlo, salir de nosotros mismos, penetrar en las cosas y luego traerlas hacia nosotros desde fuera. Esto puede conducir a experiencias alarmantes para el alma.

Descubriremos que durante nuestra vida normal en la tierra somos capaces de cambiar las cosas, de corregir lo que hemos percibido o hecho mal. En el mundo espiritual esto ya no es así. Allí nos damos cuenta de que las cosas se presentan en un aspecto verdadero o falso según la condición en la que nos encontremos al entrar en el mundo espiritual. Por lo tanto, antes de entrar en el mundo espiritual debe tener lugar toda la preparación para una visión correcta, porque una vez que hemos pasado el umbral ya no estamos en condiciones de corregir, sino que nos vemos obligados a cometer los errores en consonancia con nuestra propia disposición de carácter. Para evitar cometer ciertos errores en el futuro, debemos volver al plano físico, mejorar nuestra disposición, y luego volver al mundo espiritual para hacerlo mejor que antes. De esto se desprende la importancia de una sólida y cuidadosa preparación antes de cruzar el umbral del mundo espiritual.

Lo que he dicho está estrechamente relacionado con el ciclo actual de la evolución humana, pero las condiciones para el alma no siempre fueron como las actuales. En nuestra época, al entrar en el reino del espíritu, deberíamos mas bien temer, que acoger sin mas, la aparición demasiado forzada de un mundo visionario. Cuando comenzamos nuestros ejercicios para elevarnos a los mundos superiores es posible, en efecto, que penetren en nosotros experiencias visionarias. En nuestra época sólo hay una salvaguarda para no cometer errores en presencia de este mundo visionario, a saber, decirse a uno mismo que para empezar sólo se pueden aprender ciertas cosas sobre uno mismo a partir de estas visiones. La aparición de toda una serie de visiones a nuestro alrededor no tiene por qué ser más que el reflejo de nuestro propio ser. Nuestra propia disposición y madurez de alma, todo lo que pensamos y sentimos, se transforman en el mundo espiritual en sucesos que parecen ser realidades objetivas. Por ejemplo, cuando vemos acontecimientos en el mundo astral que nos parecen objetivos, pueden no ser más que el reflejo de nuestras propias virtudes o defectos, o incluso el efecto de un dolor de cabeza. El que busca la verdadera iniciación, especialmente en nuestra época, debe esforzarse por comprender mediante el pensar todo lo que le llega por medio de la experiencia visionaria. Por lo tanto, el candidato a la iniciación no descansará hasta que haya comprendido lo que ha encontrado en el mundo visionario tan a fondo como comprende el mundo físico.

Ahora bien, a medida que nos acercamos a la iniciación, nuestra alma experimenta las mismas experiencias que durante el período entre la muerte y el nuevo nacimiento. Recientemente en mi investigación ocultista surgió la siguiente pregunta. ¿Cuál es la relación entre el mundo visionario que uno puede encontrar a través de la iniciación o como resultado de un desprendimiento del cuerpo etérico debido a un shock, y el reino en el que uno habita entre la muerte y un nuevo nacimiento? Se demostró que cuando dirigimos nuestra atención al tiempo entre la muerte y el renacimiento, encontramos que, dejando de lado el período de kamaloca, vivimos en un mundo objetivo que puede ser comparado con el del iniciado. Sin embargo, esto no debe interpretarse como que inmediatamente después de la muerte no vivimos en un mundo real. Vivimos un mundo absolutamente real. Vivimos allí con aquellos con los que estábamos conectados en la tierra, y las conexiones son muy reales. Pero así como en la tierra recibimos nuestras percepciones por medio de los sentidos, allá después de la muerte las recibimos por medio de visiones.

Consideremos el siguiente caso. Supongamos que después de la muerte nos encontramos en el mundo espiritual con alguien que murió antes que nosotros. Está ahí para nosotros en la realidad, estamos ante él, pero debemos ser capaces de percibirlo, debemos establecer una relación con él en el mundo visionario, al igual que en el mundo físico estableceríamos una conexión con alguien por medio de nuestros ojos y oídos. Sin embargo, ahora nos encontramos con una dificultad que existe en la experiencia del iniciado y también en la vida entre la muerte y el renacimiento. Como se ha explicado anteriormente, el mundo de las visiones al principio sólo presenta un reflejo de nosotros mismos. Cuando un hombre se encuentra con nosotros en el mundo espiritual, aparece una visión, pero al principio esta visión sólo refleja el grado de afecto o antipatía que sentíamos hacia él en la tierra, o refleja alguna otra conexión que hayamos podido tener con él en el pasado. Por lo tanto, podemos encontrarnos en presencia de una persona en el mundo espiritual y, sin embargo, no percibir nada más que lo que había en nuestra propia alma antes de la muerte. Puede ocurrir que nos encontremos con una persona en el mundo espiritual, pero que permanezcamos aislados de ella a causa de los sentimientos de afecto o antipatía que nos envuelven como una nube visionaria. Tales encuentros después de la muerte van acompañados de un profundo sentimiento, de una verdadera experiencia interior, y esto es lo más importante. Podemos sentir, por ejemplo, que no hemos amado a alguien en la tierra tanto como deberíamos haberlo hecho y ahora después de la muerte, a pesar de que estamos en su presencia y deseamos amarlo más, nos encontramos con que sólo podemos aportar tanto afecto como el que teníamos por él en la tierra. Esto es así a pesar de nuestro ferviente deseo de amarlo más y de enmendar lo que no hicimos en la tierra. Experimentamos esta sensación de limitación, esta incapacidad total de desarrollar más las propias fuerzas interiores, como un inmenso peso sobre el alma después de la muerte.

Esto me lleva a algunas de mis recientes investigaciones. Las primeras experiencias durante el periodo de kamaloca en esencia consisten en lo que el alma ha recibido en sus relaciones con sus semejantes antes de la muerte. Después de cierto tiempo tras la muerte, por ejemplo, ya no podemos preguntarnos cómo debemos amar a una persona. Entonces sólo podemos preguntarnos cómo le hemos amado durante la vida terrenal y, en consecuencia, cómo le amamos ahora. Esta condición cambia gradualmente a medida que, después de la muerte, desarrollamos la facultad de percibir el trabajo de los seres del mundo espiritual, de las Jerarquías, en las visiones que nos rodean. Por lo tanto, la situación que he caracterizado sólo se altera como resultado de un sentimiento que se desarrolla poco a poco. Los seres de las Jerarquías están trabajando sobre la niebla que nos rodea; brillan sobre esta niebla como los rayos del sol irradian las nubes. Tenemos que llevarnos un cierto número de recuerdos de nuestra vida antes de la muerte. Nos rodean como una nube y sobre la base de ellos debemos desarrollar la facultad de recibir la luz de las Jerarquías. En general, casi todas las almas de nuestro tiempo están preparadas de esta manera para recibir las influencias de las Jerarquías superiores. Hoy en día cada persona que muere y entra en el mundo espiritual alcanzará la etapa en la que las Jerarquías iluminan la nube de sus visiones.

La influencia de las Jerarquías, esta iluminación que se produce en el transcurso del tiempo, también se altera gradualmente. Cambia de tal manera que experimentamos poco a poco cómo esta irrupción de la luz de las Jerarquías superiores podría atenuar nuestra conciencia. Entonces nos damos cuenta de que la preservación de nuestra conciencia depende de ciertas cosas específicas que ocurrieron antes de la muerte. Por ejemplo, la conciencia de una persona con una disposición anímica inmoral se oscurece más fácilmente. Por lo tanto, es de suma importancia que crucemos el umbral de la muerte con fuerza moral, pues la conciencia moral mantendrá nuestra alma abierta a la luz de las Jerarquías. Recientemente he podido examinar el estado después de la muerte de personas con sentimientos morales y también el estado de aquellas con una disposición inmoral del alma, y en todos los casos se pudo establecer que una persona con una disposición moral del alma era capaz de conservar una conciencia clara y radiante después de la muerte, mientras que aquellas con una constitución inmoral del alma se hunden en una especie de conciencia crepuscular tenue.

Uno podría preguntarse qué importa si después de la muerte una persona cayera en una conciencia tan sombría, porque entonces no sufriría. Incluso escaparía a las consecuencias de su inmoralidad. Este argumento no se sostiene porque, con tal oscurecimiento de la conciencia que es el resultado de la inmoralidad, se conectan las condiciones más terribles del miedo. No hay mayor temor después de la muerte que este oscurecimiento de la conciencia.

Más tarde, después de un cierto período de tiempo, se tienen otras experiencias. Uno compara, por ejemplo, una variedad de personas durante el período entre la muerte y el renacimiento, y encuentra que durante la última fase después de la muerte, además de la disposición moral, la disposición religiosa del alma juega un papel. Es un hecho incuestionable que las almas carentes de pensamientos religiosos experimentan un oscurecimiento de la conciencia como resultado de esta carencia. No puede uno librarse de la impresión que obtiene al observar el estado de los hombres que sólo han tenido pensamientos materialistas. Poco después de la muerte, su conciencia se oscurece, se extingue. Este hecho demuestra que los pensamientos materialistas, por muy convincentes que parezcan, no favorecen el desarrollo humano después de la muerte.

He descrito por tanto dos fases de la existencia después de la muerte. En la primera, se ven los efectos de los principios morales, en la segunda, las consecuencias de las ideas religiosas. A esto le sigue un tercer período que significaría un oscurecimiento de la conciencia para cada alma si no fuera por ciertas medidas cósmicas que impiden este oscurecimiento. Al investigar esta tercera fase habrá que considerar la evolución total de toda la humanidad a través de los diversos ciclos de desarrollo. En los tiempos precristianos los hombres no podían adquirir en la tierra lo que les hubiera dado una conciencia en este tercer período después de la muerte. El hecho de que, sin embargo, tuvieran conciencia durante este tercer período, se debió a que desde el comienzo de la evolución terrestre se otorgaron al hombre ciertas fuerzas espirituales que le permitieron conservar su conciencia. Estas fuerzas, que fueron heredadas por el hombre desde el principio del mundo, fueron preservadas por la sabia guía de los líderes iniciados. Debemos tener en cuenta que en los tiempos precristianos todos los diversos pueblos del mundo recibían las influencias de los Santuarios de Iniciación, y había muchas formas en las que la vida espiritual fluía desde los Misterios hacia los pueblos.

A medida que la evolución humana se acerca al Misterio del Gólgota, estos impulsos se debilitan aún más. Una prueba externa de esto puede verse en el advenimiento del gran Buda en los tiempos precristianos. Un examen cuidadoso de las enseñanzas de Buda no revelará ninguna información real sobre la naturaleza del mundo espiritual. De hecho, el mundo espiritual se caracteriza negativamente en la enseñanza del Nirvana, y sin embargo es cierto que Buda exigía a quien buscaba entrar en el mundo espiritual que se liberara de todo apego al mundo físico. Pero en el conjunto de las enseñanzas de Buda no encontramos ninguna descripción detallada del mundo del espíritu, como sí ocurre, por ejemplo, en las enseñanzas de los brahmanes que aún contienen las tradiciones de la antigüedad. Hay que destacar que los hechos referidos se manifestaron en diversos pueblos hasta el momento en que los griegos experimentaron el significado del Misterio del Gólgota. Debido a que la conciencia, durante el período de la civilización griega, estaba atenuada entre la muerte y el renacimiento, los griegos, que lo sabían, experimentaban el mundo espiritual como el reino de las sombras. En la tierra el hombre podía crear belleza, arte, condiciones sociales armoniosas a partir de sus propias fuerzas, pero era incapaz de adquirir en el mundo físico lo que le habría proporcionado una luz durante la tercera fase de la vida después de la muerte.

Esto está relacionado con el hecho de que en la época griega la humanidad había llegado a un punto de la evolución en el que las antiguas fuentes de tradición se habían agotado. No podía procurarse con sus propios poderes en el mundo físico las fuerzas necesarias después de la muerte para mantener la conciencia descrita. En este punto de la evolución, la humanidad tuvo que recibir del exterior el impulso por medio del cual podría ganar conciencia durante esta tercera fase. El hombre había perdido el poder de heredar la conciencia entre la muerte y el renacimiento, pero podía recuperarlo volviendo sus pensamientos a lo que había ocurrido en el Misterio del Gólgota. La cuestión es la siguiente. Lo que pudo experimentarse en la época griega durante el Misterio del Gólgota iluminó la conciencia de los hombres en la tercera fase entre la muerte y el renacimiento. La comprensión del Misterio del Gólgota es el impulso de la conciencia en el tercer período después de la muerte.

Si consideramos ahora el período grecolatino, podemos decir que para la primera fase después de la muerte la disposición moral del alma era el factor determinante; para la segunda, la inclinación religiosa; pero para la tercera, la comprensión del Misterio del Gólgota era de primordial importancia. Quien no había adquirido esta comprensión sufría una extinción de la conciencia en el tercer período después de la muerte, tal como lo experimentaron los griegos anteriormente. El Misterio del Gólgota significa la reanimación de la conciencia del hombre precisamente durante el período intermedio entre la muerte y el renacimiento. La antigua herencia espiritual que la humanidad había perdido le fue devuelta a través de este acontecimiento, por lo que, debido a las condiciones que prevalecían en la vida de los hombres, tuvo que producirse el acontecimiento de Cristo. A medida que la evolución progresaba, la humanidad recibía continuamente nuevos poderes. Durante la primera etapa de la evolución cristiana fue la comprensión del Misterio del Gólgota, tal como lo relataron los que habían vivido en esa época, y como se transmitió por medio de la tradición, lo que dio el poder de mantener la conciencia en la tercera fase después de la muerte. Hoy en día, como resultado del mayor desarrollo de las facultades del hombre, vuelve a ser necesaria una nueva relación, tanto con el Misterio del Gólgota como con el ser Cristo.

Si buscamos comprender la esencia del alma en nuestro tiempo, debemos darnos cuenta de que lo más profundo de la naturaleza del hombre puede penetrar hoy en día hasta el conocimiento del ego. Tal comprensión no era posible en épocas anteriores. Entre los seres humanos en general encontramos este acercamiento al ego en las formas más burdas de egoísmo. Se manifiesta en una gran variedad de grados hasta llegar al estadio del filósofo. Al estudiar la filosofía contemporánea, se encontrará que sólo se alcanza un punto de vista seguro cuando se habla del ego humano. En la época precristiana, cuando el hombre intentaba obtener un conocimiento del mundo, dirigía su atención a los fenómenos exteriores; en otras palabras, para filosofar salía de sí mismo. Hoy el hombre mira hacia dentro, hacia su interior, y sólo ahí, cuando encuentra el yo, encuentra un punto de referencia firme. Basta con mencionar al gran Fichte y al filósofo contemporáneo Bergson. Ambos coinciden en que el hombre sólo encuentra una medida de paz interior si descubre el ego. La razón de ello radica en el hecho de que en épocas anteriores la humanidad no pudo llegar por sus propios medios al conocimiento del ego. Esta experiencia le fue otorgada durante la época grecolatina a través del Misterio del Gólgota. El Cristo dio a la humanidad la certeza de que una chispa de lo divino habita en el alma humana. Sigue viviendo en el hombre, en aquel que no sólo se ha hecho carne en sentido físico, sino que se ha hecho carne en sentido cristiano, y eso significa haberse convertido en un "yo". La posibilidad de reconocer lo divino en una individualidad humana, es decir, el Cristo, se oscurece cada vez más en nuestra época. Esto se debe a que el hombre de hoy penetra cada vez más en su yo personal y busca encontrar la chispa divina cada vez más en sí mismo. Hemos visto que en el siglo XIX esta forma de ver el ego se intensificó hasta el punto de negar la divinidad de Cristo. Lo divino se entendía simplemente como algo abstracto en el conjunto de la humanidad. Así, por ejemplo, el filósofo alemán David Friedrich Strauss sostenía que no había que reconocer al único Cristo histórico, sino a la naturaleza divina que anima a toda la humanidad. Entonces, la Resurrección sólo significa lo que se manifiesta en toda la humanidad como el despertar del Espíritu Divino.

Por eso, cuanto más busque el hombre lo divino en su interior, más perderá la comprensión del Misterio del Gólgota. Toda la tendencia del pensamiento moderno es buscar el reflejo de lo divino exclusivamente en el hombre. Por eso, obstáculos cada vez mayores impiden reconocer que lo divino se encarnó en una personalidad. Esto tiene consecuencias reales para la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento. Si ya en el período grecolatino el hombre no era capaz por sus propias fuerzas de mantener su conciencia en el tercer período después de la muerte, entonces es aún más difícil en nuestro tiempo debido al egoísmo general y filosófico que prevalece. En nuestra época actual, durante la tercera fase después de la muerte, el alma se crea obstáculos aún mayores en su nube de visiones que en la época grecolatina.

Si se considera la evolución de la humanidad en tiempos más recientes sin prejuicios, hay que reconocer que San Pablo dijo: "No yo, sino el Cristo en mí". Pero el hombre moderno dice: "Yo en mí, y el Cristo en la medida en que pueda admitirlo". El Cristo sólo es válido en la medida en que puedo reconocerlo a través de mis propios poderes de razonamiento."

 En nuestro período actual sólo hay una forma de mantener una conciencia clara durante la tercera fase después de la muerte, es decir, llevando ciertos recuerdos de la vida anterior a nuestra existencia después de la muerte. De hecho, durante este período tendríamos que olvidarlo todo, a menos que fuéramos capaces de aferrarnos a un recuerdo en particular. Si hemos experimentado en la tierra una comprensión de Cristo y del Misterio del Gólgota y hemos establecido una relación con ellos, esto implantará en nosotros pensamientos y fuerzas que mantengan nuestra conciencia durante este período después de la muerte. Los hechos muestran claramente que existe la posibilidad de recordar después de la muerte lo que se ha comprendido en la tierra en relación con el Misterio del Gólgota.

Una vez que hayamos adquirido ideas y sentimientos sobre el Misterio del Gólgota, podremos recordarlos después de la muerte, y también lo que está relacionado con ellos. En otras palabras, después de la muerte debemos llevar nuestra conciencia a través de un abismo, y esto se hace por medio de la comprensión del Misterio del Gólgota que hemos ganado en la tierra. Con este conocimiento obtenido de nuestra memoria durante este período, podremos cooperar en la corrección de las faltas que llevamos en nuestra alma como resultado de nuestro karma. Sin embargo, si no hemos desarrollado una comprensión y realización profunda de las palabras "No yo, sino el Cristo en mí", entonces nuestra conciencia se extingue y con ella la posibilidad de mejorar nuestro karma. Otros poderes deben encargarse de corregir nuestros defectos que deberían ser corregidos por nosotros de acuerdo con nuestro karma.

Naturalmente, con cada nuevo nacimiento todo hombre regresa a la tierra, pero es importante si la conciencia se ha extinguido o si ha permanecido intacta a través del abismo. Si llegamos a este período después de la muerte con un conocimiento del Misterio del Gólgota, somos capaces de mirar hacia atrás y recordar que con todo lo que es esencialmente humano en nosotros, hemos venido de Dios. También experimentamos que hemos sido capaces de salvar nuestra conciencia debido a nuestra comprensión del Misterio del Gólgota, y que podemos desarrollar aún más nuestra conciencia al contemplar este Espíritu que ahora se acerca a nosotros. Entonces llegamos a un punto durante esta tercera fase después de la muerte en que podemos recordar y decirnos a nosotros mismos que hemos nacido del Espíritu, ex Deo nascimur. Quien ha alcanzado una determinada fase de la iniciación nunca experimenta la verdad de las palabras "he nacido del Espíritu Divino" tan poderosamente como cuando se transpone a este punto concreto. En este momento, toda alma que ha desarrollado una comprensión del Misterio del Gólgota lo experimenta. El significado de las palabras, ex Deo nascimur, se realiza cuando se sabe que su plena profundidad sólo se experimentará cuando el alma haya alcanzado el período medio entre la muerte y el renacimiento.

Cuando uno conoce estos hechos objetivamente, desearía que más personas de nuestro tiempo supieran que la esencia de estas palabras sólo puede entenderse tal como se describe arriba. Este dicho se ha convertido en un lema dentro de nuestro movimiento espiritual-rosacruz precisamente para despertar lo que debe vivir dentro del alma entre la muerte y un nuevo nacimiento.

No sería difícil interpretar esta explicación como una opinión preconcebida a favor del modo de vida cristiano. Si este fuera el caso, tal punto de vista sería totalmente antroposófico. La ciencia espiritual adopta una posición objetiva frente a todos los credos religiosos y los estudia con igual interés. Los hechos que se han expuesto aquí sobre la importancia del Misterio del Gólgota no tienen nada que ver con ninguna forma de cristianismo confesional. Son simplemente realidades ocultas objetivas. Sin embargo, se ha acusado a nuestro movimiento espiritual occidental de que hablamos por una marcada preferencia por el cristianismo en comparación con otras religiones. Sin embargo, aquí el Misterio del Gólgota es tratado de la misma manera que cualquier hecho tangible de la ciencia natural. Decir que el Misterio del Gólgota no debe situarse como un acontecimiento único en la evolución de la humanidad porque otras religiones no serían capaces de reconocer este hecho, demuestra una completa incomprensión. Consideremos lo siguiente. Hoy tenemos los libros religiosos sagrados de la India y una moderna concepción del mundo occidental. Hoy en día en Occidente enseñamos el sistema copernicano, y nadie sugeriría que no deberíamos enseñar la teoría copernicana porque no está contenida en los libros sagrados de la India. Por la misma razón, nadie puede objetar la enseñanza del Misterio del Gólgota porque no se encuentra en los escritos religiosos de los antiguos hindúes.

De ello se desprende lo infundado del reproche de que las explicaciones que aquí se dan sobre el Misterio del Gólgota provienen de una preferencia por el cristianismo. Nosotros nos ocupamos de hechos objetivos, y si se pregunta por qué nunca modificaré en lo más mínimo la importancia que se le da al Misterio del Gólgota, las razones anteriores nos darán la respuesta.

No estudiamos la ciencia espiritual por curiosidad, ni por un deseo abstracto de conocimiento, sino para proporcionar al alma una forma necesaria de alimento. Mediante la comprensión del Misterio del Gólgota, damos al alma la posibilidad de desarrollar los sentimientos que necesitará para atravesar el abismo entre la muerte y el renacimiento, tal como se acaba de describir. Quien ha comprendido que el alma después de la muerte puede sufrir una pérdida de conciencia, tan pesada de soportar en todos los ciclos futuros del tiempo, buscará todas las oportunidades para llevar el Misterio del Gólgota a la comprensión de sus semejantes.

Por esta razón, la comprensión del Misterio del Gólgota es uno de los hechos más importantes que debemos aprender a través del estudio de la ciencia espiritual.

Cuanto más avancemos en nuestra época actual, más se verán obligadas las diversas religiones a aceptar los hechos que hoy hemos presentado. Llegará el tiempo en que los seguidores de las religiones china, budista y brahmánica comprobarán que no es más contrario a su religión aceptar el Misterio del Gólgota que aceptar el sistema de Copérnico. En el futuro se considerará una especie de egoísmo religioso si este hecho no es admitido por las religiones que no son cristianas.

Notaréis que en nuestras consideraciones hemos llegado al Misterio del Gólgota aunque nuestro punto de partida eran las condiciones entre la muerte y el renacimiento. No se pueden dar más que algunas indicaciones en relación con un ámbito como el que hemos tratado aquí, pero he querido al menos comunicarles algunos de los resultados de mis investigaciones más recientes.

Como la próxima conferencia estará relacionada con la presente, probablemente haremos un breve repaso de lo que se ha dicho aquí, y luego pasaremos a otras consideraciones. 

Traducido por J.Luelmo julio2021

lunes, 5 de julio de 2021

GA140 Bergen 11 de octubre de 1913 -la transformación de las fuerzas terrestres en facultades

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RUDOLF STEINER


 LA INTERACCIÓN  ENTRE EL REINO DE LOS MUERTOS Y EL DE LOS VIVOS

(La transformación de las fuerzas terrestres en facultades)

Bergen 11 de octubre de 1913

2ª conferencia


Durante el proceso de adquisición del conocimiento antroposófico se pueden plantear muchas preguntas sobre diferentes puntos. Tales preguntas están plenamente justificadas y hoy dedicaremos parte de nuestro estudio a considerarlas. Las respuestas nos llevarán a menudo a profundizar en todo el complejo de hechos cósmicos, en la medida en que el mundo espiritual interviene en ellos, y especialmente en la complejidad de hechos relacionados con la propia naturaleza humana.

Una persona que ha llegado a comprender gradualmente el significado trascendental de la reencarnación puede preguntar: ¿Por qué en la vida ordinaria actual el hombre no puede ser consciente de vidas terrestres anteriores? La conciencia clarividente es capaz de ampliar la memoria de tal manera que las vidas anteriores en la tierra surgen como recuerdos, pero en la humanidad actual normal esto no sucede.

Desde el punto de vista de la investigación clarividente, la cuestión toma la siguiente forma. Está claro, por supuesto, que la facultad necesaria para la investigación clarividente surge del propio ser humano, de su propia alma. El ser humano trasciende el nivel del punto de vista humano ordinario y alcanza el de la clarividencia; por lo tanto, las fuerzas que posteriormente hacen posible mirar hacia atrás a las vidas terrestres anteriores deben estar presentes en cada ser humano. Y ahora la pregunta es: ¿Qué ocurre con estas fuerzas, qué hace la naturaleza humana con estas fuerzas que, aunque están presentes en las personas, nacen con ellas, no se desarrollan hasta el punto de permitirles recordar vidas anteriores en la tierra?

Cuando se investiga esta cuestión por medio de la clarividencia y las fuerzas pertinentes, la observación debe dirigirse a una edad muy temprana de la infancia. Porque sólo entonces se ven actuar las fuerzas que pueden utilizarse para la visión clarividente retrospectiva en vidas terrestres anteriores. En la humanidad actual, estas fuerzas se utilizan para el desarrollo de la laringe y todo lo relacionado con sus funciones. Se utilizan especialmente para el desarrollo de lo que más tarde hace que la laringe humana sea capaz de aprender a hablar. Por lo tanto, las fuerzas que permitirían a un hombre mirar hacia atrás en encarnaciones anteriores están ahí en todos; pero en la época actual se utilizan en tal medida para el desarrollo de los órganos del habla que en circunstancias normales este recuerdo del pasado está fuera del alcance del hombre.

Hubo, por supuesto, épocas en las que casi todos los hombres de la tierra tenían esta facultad de recordar. La explicación es que la visión retrospectiva de vidas terrestres anteriores no está privada de todas las fuerzas utilizadas para el desarrollo de los órganos del habla; incluso mientras estos órganos se están formando, ciertas fuerzas se mantienen atrás. En el proceso de evolución, el habla ha asumido gradualmente una forma que en el ciclo actual de tiempo convoca muchas más fuerzas - especialmente del cuerpo etérico - que en épocas anteriores. De ahí que las fuerzas que quedan después de que la mayor parte de ellas se hayan aplicado en la formación de la laringe queden totalmente inutilizadas por el hombre moderno. Si las tuviera en cuenta, como debe hacer el clarividente, sería capaz de mirar hacia atrás en las anteriores vidas terrestres.

He indicado en la conferencia pública aquí [Enigmas de la Vida. 9.X.13.] que si un hombre logra desarrollar la actividad del cuerpo etérico que por lo demás se despliega sólo en el ejercicio de los órganos de la palabra, si logra liberar las fuerzas de estos órganos, ser capaz por así decirlo de escuchar interiormente sin hablar en voz alta e intensificar esta experiencia, entonces el ejercicio de estas fuerzas es realmente capaz de evocar la memoria de vidas anteriores en la tierra. Un hombre del presente no presta atención a las fuerzas de la palabra que permanecen sin utilizar y que pueden aplicarse para mirar hacia atrás en encarnaciones anteriores. Este es un caso en el que la investigación clarividente puede indicar el origen de las fuerzas en la vida normal que, de lo contrario, permitirían a los hombres tener una visión de la vida espiritual.

Lo mismo se aplica a las fuerzas que en el ser humano de hoy se utilizan para hacer surgir la llamada materia gris del cerebro, el órgano principal del pensar. El pensar no es, por supuesto, realmente generado por el cerebro, no obstante, para pensar se necesita el cerebro como instrumento. Las fuerzas del pensar que, si estuvieran todas a disposición del hombre, le permitirían captar fácilmente lo que contiene, por ejemplo, mi libro Ciencia Oculta, se utilizan en el caso del ser humano normal de hoy para organizar y coordinar la sustancia gris del cerebro.

El alto grado de coordinación en la sustancia cerebral del hombre común hoy en día no estaba presente en los hombres de la antigua Grecia, alrededor del siglo VI o V a.C. La naturaleza humana cambia a este respecto más rápidamente de lo que se supone. En los griegos de la época prehistórica -siglos X, XI, XII a.C.- surgió con toda naturalidad, a cierta edad, la clarividencia que ahora puede volver a expresarse como Ciencia Espiritual, Y las fuerzas que hasta el día de hoy quedan de la elaboración de la sustancia gris del cerebro deben ser ejercitadas en la forma descrita, a fin de relevar con claridad y definición lo que se presenta en mi libro Ciencia Oculta.

Realmente no es difícil, incluso para un hombre moderno, adquirir las calificaciones para describir el mundo espiritual. De hecho, casi podría decirse que es una cuestión de sorpresa que no haya un número de personas hoy en día con una visión bastante natural de estas condiciones de existencia - y también es sorprendente que las descripciones de ellos se encuentren con un antagonismo tan vehemente. Porque no es difícil, comparativamente hablando, alcanzar el grado de clarividencia necesario para la visión de estas cosas. Todo lo que hay que hacer es lo siguiente -aunque en tales asuntos bien puede aplicarse el dicho de Fausto: "Es cierto que es fácil, pero lo fácil es difícil".

El desarrollo más vigoroso del cerebro tiene lugar durante los primeros años de vida; es entonces cuando la clarividencia ve al cuerpo etérico, y también al cuerpo astral, trabajando más activamente en el moldeado y la articulación del cerebro. Pero este trabajo se prolonga durante un tiempo considerable. Aunque el proceso es más lento en los últimos años, no es exagerado decir que a través de lo que aprende de la vida el hombre se vuelve más y más inteligente; la elaboración de la materia gris del cerebro no cesa. Pero el siguiente principio no se nota, ni se puede esperar que se note. Si en un año determinado un hombre decide abandonar una actividad espiritual favorita... tendría que ser una relacionada con asuntos externos, porque es a través de este tipo de actividad que se moldea la sustancia cerebral, aunque la Antroposofía puede, por supuesto, ser estudiada, siempre y cuando no se estudie como cualquier otra ciencia... Si este hombre se decide a renunciar a alguna actividad favorita durante siete años y se atiene estrictamente a ello, tratando de despertar en la meditación silenciosa las fuerzas que se han economizado de esta manera, pero que se habrían utilizado de otra manera si la actividad hubiera continuado, entonces le será comparativamente fácil adquirir un alto grado de conocimiento, al menos de las condiciones descritas en el libro Ciencia Oculta. El hecho de que sean tan pocos los que lo consiguen, muestra simplemente que se hace muy poco en esta dirección. El esfuerzo no se lleva a cabo, porque quien tiene una actividad favorita rara vez tendrá la suficiente abnegación para abandonarla por completo durante siete años enteros. Por lo tanto, se ve que una parte de los conocimientos que se pueden impartir hoy en día sin asequibles.

Cuando penséis en los asombrosos logros de la cultura moderna no os sorprenderá que muchas fuerzas del cuerpo etérico se dediquen a elaborar el cerebro, pues esta cultura es casi enteramente un producto de la actividad del cerebro; las fuerzas están todas absortas en esta tarea. Alguien podría decir: Sí, ¡pero yo no he participado en absoluto en la creación de esta cultura! Todo el mundo puede engañarse a sí mismo a este respecto, pero los hechos permanecen. Hoy en día, apenas hay un lugar en la tierra, por aislado que sea, en el que la cultura exterior no penetre hasta tal punto que el pensar del hombre esté comprometido con ella. Y eso, en sí mismo, basta para desviar las fuerzas de la consecución de la conciencia clarividente.

Es cierto que puede decirse que los salvajes no se ocupan de lo que elabora el cerebro. Pero tampoco puede decirse de los salvajes de hoy que desplieguen fuerzas clarividentes particulares en esta dirección. Esto se debe a que prevalece una ley espiritual definida, a saber, que debe haber una preparación especial para lo que debe adquirirse por medio de la clarividencia. Un salvaje podría ser capaz de desarrollar fuerzas clarividentes de un tipo muy diferente, pero no las necesarias para la visión de lo que se describe en la Ciencia Oculta, porque no se ha sometido a ninguna preparación para ello. Estas fuerzas deben ser el resultado de la transformación de otras fuerzas.

De nuevo, se podría argumentar: ¡Pero mucha gente no tiene ninguna ocupación favorita! ¿Por qué no se han vuelto clarividentes? La razón es que el desarrollo de las fuerzas de la clarividencia no se origina en la nada, sino en la transformación de lo que ya existe. Las fuerzas deben haberse desarrollado ya en una determinada dirección; los preliminares de la inteligencia propia de la cultura moderna deben haber estado ya ahí. Hay que renunciar al ejercicio de estas fuerzas durante un tiempo... y luego se transforman. Esto es lo que permite seguir clarividentemente los hechos descritos en la Ciencia Oculta. Tales descripciones son posibles gracias a la aplicación de las fuerzas que normalmente permiten al cerebro hacer uso de las fuerzas de la inteligencia en su forma superior.

Por otra parte, es lo que lleva a la transformación de las diferentes fuerzas y facultades, no a estas visiones amplias y universales, sino al descubrimiento de condiciones particulares. Por ejemplo, la facultad de mirar hacia atrás en vidas terrestres anteriores se adquiere reteniendo ciertas fuerzas que, de otro modo, se utilizarían enteramente para el desarrollo de los órganos del habla en la forma descrita.

Ya he hablado de dos tipos de fuerzas que permiten al hombre tener una visión clarividente de los mundos espirituales. He hablado de las fuerzas utilizadas en la época actual para la elaboración de la materia gris del cerebro; las fuerzas que permiten al hombre mirar hacia atrás, hacia vidas anteriores en la tierra, están relacionadas con el desarrollo del habla. Pero aún hay otras fuerzas que permiten ver con más detalle lo que hay entre la muerte y un nuevo nacimiento y lo que le ocurre a un ser humano individual durante ese período de existencia. En la ciencia oculta se describen las condiciones más generales. Pero es un asunto diferente ver directamente en el mundo espiritual mismo; para ello se requieren otras fuerzas que apenas se notan en la vida.

Hay algo que implica el ejercicio de un gran número de fuerzas: el hecho de que el hombre no va a cuatro patas durante toda su vida, sino que a una edad temprana adquiere la facultad de mantenerse erguido. Las fuerzas que permiten al hombre adoptar la posición vertical son de tal naturaleza que inspiran una reverencia muy especial en quien ha penetrado en el mundo espiritual. Para una persona capaz de investigar con clarividencia, el espectáculo de un niño que aprende a caminar encierra un misterio maravilloso. Algunas de las fuerzas utilizadas por el ser humano en la primera infancia para mantenerse erguido, se mantienen, pero se tienen demasiado poco en cuenta. Son las fuerzas que hacen posible la comprensión del mundo en el que transcurre la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento.

Hay otras formas de conseguirlo, pero la siguiente es una. Cuando un hombre logra recordar cómo aprendió a caminar y la naturaleza de los esfuerzos realizados, descubre en sí mismo las fuerzas que se han guardado en su cuerpo etérico, pues es el cuerpo etérico el que debe ejercitarse especialmente entonces. Si busca estas fuerzas - y están presentes en todos - puede evocar desde su propio ser mucho de lo que le permite mirar hacia atrás en la vida transcurrida entre la muerte y el renacimiento.

Se puede preguntar: ¿Cómo se puede lograr esto? Si tenemos la suerte de poder promulgar nuestro Movimiento Antroposófico... bueno, se puede decir que ya hemos hecho un comienzo con la convocatoria de estas fuerzas. Si las cosas van bien, sólo se activan después de un período de siete años, pero se ha hecho un comienzo y este comienzo se desarrollará más en la naturaleza humana. Estas fuerzas que han sido guardadas generalmente permanecen desatendidas, pero la conciencia de ellas puede ser promovida mediante la práctica de una determinada forma de danza. Por supuesto, esta conciencia también puede despertarse a través de la meditación... pero desde hace algo menos de un año, ciertos grupos de personas entre nosotros trabajan en la Euritmia,* un arte basado en los principios de los movimientos del cuerpo etérico.

* Ver Euritmia como discurso visible. Quince conferencias pronunciadas en Dornach, junio-julio de 1924. (Anthroposophical Publishing Co., 1956.)

La euritmia no se parece en nada a la gimnasia ordinaria o a la danza -que en realidad tienen poca importancia-, sino que los movimientos que se realizan están en completa concordancia con los del cuerpo etérico. A través de estos movimientos libres, el ser humano descubrirá gradualmente y tomará conciencia de las fuerzas que aún están dentro de él. Se están creando las bases para el despertar de fuerzas dentro del ser humano que realmente le permitirán ver los mundos espirituales que se extienden entre su última muerte y su nacimiento en la vida presente.

De esta y otras maneras la Antroposofía puede ser un factor realmente práctico en la vida cultural. Y podemos estar seguros de que la Antroposofía no se detendrá en la enseñanza de verdades en abstracto, sino que el hombre mismo, en todo su ser, se verá afectado de tal manera que el despertar de las fuerzas que ahora duermen en su interior le llevará a una experiencia espiritual real.

Estas cosas que hay que decir aquí son extrañas, pero son realidades. Cuando un hombre descubre las fuerzas que han quedado del proceso de aprender a caminar, esto le permite ver con visión clarividente los mundos en los que vive entre la muerte y un nuevo nacimiento. Esto también puede lograrse mediante la meditación, pero la meditación debe convertirse entonces en sentimiento, y el sentimiento es la experiencia más difícil de adquirir mediante la meditación. Por lo tanto, se trata de descubrir las fuerzas que permiten al hombre ver en el mundo que se extiende entre la muerte y el renacimiento, para ver los acontecimientos que tuvieron lugar mucho tiempo antes del nacimiento. En este ámbito hay muchas cosas que por primera vez hacen que la vida sea realmente comprensible. Por ejemplo, nos ocurre una desgracia. Para empezar, nuestro único sentimiento es que se trata de una desgracia. Si supiéramos por qué décadas, incluso siglos, antes de nacer, nosotros mismos dispusimos las condiciones para que nos ocurriera esta desgracia, muchas cosas serían más fáciles de soportar. Porque entonces sabríamos que la desgracia es una prueba que nos ayuda a progresar. Muchas otras cosas, también, se experimentan cuando miramos en ese reino del mundo espiritual donde se ha pasado la preparación para la vida presente.

No voy a describir ahora las condiciones generales, pues eso ya se ha hecho en mis escritos. Trataré de mostrar con ciertos ejemplos cómo la vida antes del nacimiento influye en la vida después del nacimiento. Por extraño que parezca, cuando hemos pasado el punto medio de la vida entre la muerte y el renacimiento -esta vida dura siglos, por lo que naturalmente hay un punto medio- la atención del alma en el mundo espiritual se dirige principalmente a la tierra de abajo. Y después de este punto medio llegan al alma cada vez más impresiones de lo que se hace allí abajo, de lo que piensan y sienten los seres humanos en la tierra; cada alma individual recibe impresiones concretas.

Por ejemplo, un alma puede estar pasando a la segunda mitad de la vida espiritual que conduce a su nuevo nacimiento y puede percibir cada vez más claramente a los hombres que en la tierra de abajo son, digamos, pioneros de la época venidera - hombres que son espiritualmente activos. Algunos individuos entre estos hombres espiritualmente activos resultan ser de gran valor para el alma. Incluso sucede que los ojos de un alma se dirigen desde el mundo espiritual muy particularmente a una o dos figuras en la tierra.

Supongamos que una persona nacida en la segunda mitad del siglo XIX estuvo en el mundo espiritual a principios del siglo XIX y durante la segunda mitad del siglo XVIII. Desde ese mundo la mirada del alma se dirige a los hombres de importancia en la vida cultural de la época. Entre ellos hay ciertos individuos a los que el alma valora especialmente y ama mucho. Una de las experiencias de ese mundo es que las almas miran hacia abajo, hacia los seres humanos que evolucionan en la tierra. Además, estos seres humanos en la tierra son influenciados, aunque no de una manera que coarte la libertad; el efecto de la influencia es que ciertas cosas surgen más fácilmente en las almas de estos individuos en la tierra porque algún ser está mirando hacia abajo hacia ellos desde el mundo espiritual. Así, los hombres de la tierra son estimulados al trabajo y a la actividad creadora por almas que nacerán más tarde y cuya mirada se dirige a ellos desde el mundo espiritual. Esto puede ocurrir tanto en asuntos de tipo general como de tipo más íntimo.

Se ha dado el caso de un alma que vive en el mundo espiritual durante el siglo XVIII y la primera mitad del XIX; un personaje destacado en la tierra se convierte en el ideal de esta alma. Se ve lo que el alma desearía llegar a ser, cómo su deseo es encontrar este personaje después del nacimiento. Por ejemplo, el alma ve los libros del hombre que desea emular. Así, el alma mira desde el cielo a la tierra con un cierto anhelo interior, un cierto impulso interior, igual que el hombre vivo -aunque con sentimientos algo diferentes- mira hacia arriba con anhelo al Más Allá, al cielo. Pero hay una gran diferencia: cuando un hombre en la tierra mira hacia los cielos sin ningún conocimiento de la Antroposofía, estos cielos permanecen más o menos indefinidos, indistintos. El hombre que vive en el mundo espiritual, sin embargo, puede ver con gran exactitud las condiciones que prevalecen en la tierra, las almas humanas de allí por las que siente especial admiración, cuyos escritos quizás anhela leer.

En resumen, durante la segunda mitad de la existencia espiritual, entre la muerte y el nuevo nacimiento, uno aprende a conocer las almas de los hombres en detalle, a mirar directamente dentro de estas almas. Y nosotros mismos, que vivimos ahora, podemos ser conscientes de que allá, en el mundo espiritual, hay almas que esperan nacer en decenios del futuro próximo; miran nuestras almas con anhelo, viendo allí lo que necesitan como preparación para su existencia terrenal. Durante el período de su vida espiritual ven nuestras almas con una visión tan distinta como es indistinta la visión del hombre terrenal de su cielo.

Esto también es una indicación del hecho de que, aunque sólo tengamos un pequeño conocimiento de los mundos espirituales, tenemos la sensación de ser observados. Y así es, de hecho, de múltiples maneras. Los ojos de los seres de los mundos espirituales, especialmente de aquellos para los que ha llegado el momento de nacer, se dirigen a nuestras almas. También aquí hay una prueba de que la influencia de la Antroposofía no puede ser perjudicial, pues ayuda a que lo que el ser humano tiene en su alma sea digno de ser observado por las almas aún no nacidas.

La investigación clarividente de estas cosas aporta experiencias trascendentales, a menudo estremecedoras. Una experiencia profundamente conmovedora es cuando miramos a las almas en los mundos espirituales que están en camino de nacer, y vemos cómo están mirando hacia la tierra, buscando a aquellos que podrían convertirse en sus padres. En épocas anteriores esto tenía más importancia que hoy. Pero incluso ahora sigue siendo una de las experiencias más conmovedoras observar a esas almas, pues se reciben impresiones infinitamente diversas. Describiré una de esas impresiones de algo que puede ocurrir realmente.

Un alma que está a punto de encarnar sabe, por ejemplo, que en la próxima vida terrenal necesitará un tipo particular de educación, que ciertos conocimientos tendrán que ser asimilados incluso en la primera juventud. Pero ahora el alma se da cuenta: aquí o allí sería posible adquirir tales conocimientos. Esto, sin embargo, sólo es posible renunciando a los padres que en otro aspecto habrían podido asegurar una existencia feliz y recurriendo a padres que pueden ser totalmente incapaces de hacerlo. Si se eligieran otros padres el alma se vería obligada a admitir: En esas circunstancias lo más importante de todo yo estará fuera de mi alcance.

No debe imaginarse que todas las condiciones de la vida espiritual difieren totalmente de las de la tierra. Se ven almas que antes de nacer están en medio de un feroz conflicto interior. Por ejemplo, uno puede ver un alma que se está dando cuenta:

En mi juventud puedo ser maltratado por padres rudos. Cuando un alma se encuentra en esta situación, comienza el feroz conflicto interior. Muchas almas en el mundo espiritual traen este conflicto sobre sí mismas mientras se preparan para el nacimiento. Hay que decir aquí que estas luchas constituyen una especie de mundo externo para el alma. Lo que estoy describiendo ahora no es un conflicto interno solamente, no es un conflicto del corazón solamente, sino que se proyecta hacia afuera y está, por así decirlo, alrededor del alma. Uno ve en toda definición las imaginaciones que muestran que estas almas deben avanzar hacia su próxima encarnación desgarradas interiormente.

Si pensamos en estas condiciones, se nos ocurrirá fácilmente por qué tantas personas tienen aversión a la Antroposofía. Preferirían que fuera cierto que después de la muerte el hombre entra para siempre en la dicha eterna. Pero no es así. Además, es bueno que las cosas sean como son, porque en estas condiciones el mundo. acabará alcanzando el grado de perfección que le está destinado,

Curiosamente, la capacidad de ver en el mundo espiritual la propia vida o la de otro, proviene de las fuerzas del cuerpo etérico que se han salvado del proceso de aprendizaje de caminar. Pero la videncia muestra que estas fuerzas, cuando se han desplegado realmente, son en cierto sentido superiores a las fuerzas de clarividencia desarrolladas con el objeto de mirar hacia atrás en vidas terrestres anteriores. Por favor, tened en cuenta esta diferencia, ya que arroja luz sobre muchas cosas.

No hay manera más fácil de desplegar una forma peligrosa de clarividencia que mediante el desarrollo de aquellas fuerzas que en el hombre moderno están ahí con el propósito de producir los órganos del habla y que, si se mantienen atrás, le permiten mirar en encarnaciones anteriores; porque estas fuerzas están conectadas más estrechamente de todas con los instintos y pasiones inferiores en la naturaleza del hombre. Y nada acerca tanto al hombre a Lucifer y a Ahriman como el desarrollo de estas fuerzas que, a cierto nivel, le permiten mirar hacia atrás en sus propias vidas terrestres anteriores o en las de otros. Conducen a ilusiones; pero sobre todo, si no están bien desarrolladas, tienen el efecto de que bajo su influencia el clarividente puede deteriorarse moralmente, en lugar de lo contrario. Así, las mismas fuerzas que hacen posible la visión de encarnaciones anteriores son las más peligrosas de todas. Sólo deben desplegarse cuando, al mismo tiempo, el hombre presta plena atención al desarrollo de la moral pura en su propio ser. Dado que la moralidad en su forma más pura es esencial si se desea desplegar estas fuerzas, los maestros experimentados no aprobarán fácilmente ningún desarrollo sistemático de los poderes que permiten al hombre mirar en encarnaciones anteriores.

Además, se puede decir lo siguiente: Es tan común encontrar un cierto tipo de clarividencia inferior que mira hacia otros mundos y puede dar descripciones de regiones espirituales, como es raro encontrar evidencia del desarrollo de una visión genuina y objetiva de encarnaciones anteriores como resultado del ejercicio de las fuerzas del habla solamente. Por lo tanto, por regla general, se recurre a otras medidas cuando se desea entrenar la capacidad de mirar hacia atrás en encarnaciones anteriores. Y aquí llegamos a un punto interesante, que muestra lo necesario que es prestar atención a cosas que, de otro modo, se tienen poco en cuenta.

Rara vez ocurrirá que la guía espiritual lleve a una persona al punto de ser capaz, meramente por el desarrollo de las fuerzas del habla, de mirar hacia atrás a vidas anteriores en la tierra. En la época actual muchos individuos podrían ser capaces de esto, pero por regla general se logra por diferentes medios. Uno de estos medios parecerá extraño, aunque se basa en una profunda verdad.

Supongamos que alguien vive intensamente su vida interior. Le costaría un esfuerzo excesivo, o posiblemente le llevaría a tentaciones abrumadoras, si lograra, simplemente desarrollando las fuerzas del habla, mirar hacia atrás a la luz del karma en sus encarnaciones anteriores. De ahí que las Potencias espirituales recurran a un medio diferente. Aparentemente, por casualidad, se encuentra con alguien que menciona un nombre o una época o pueblo en particular. Esto actúa en su alma desde el exterior de tal manera que la imagen mental despierta las fuerzas que ayudan a promover la clarividencia. Y entonces se da cuenta de que este nombre o referencia -aunque el propio orador no sabía nada de ello- es un indicador que le ayuda a mirar en vidas anteriores en la tierra. En este caso se ha recurrido a un medio externo. El hombre en cuestión oye el nombre de una persona o de una época o de un pueblo y es así estimulado desde el exterior a mirar hacia atrás en encarnaciones anteriores. Tales estímulos son a veces sumamente importantes para la contemplación clarividente del mundo. Una experiencia parece ser bastante accidental, pero proporciona un estímulo para los poderes de clarividencia que, de otro modo, habrían permanecido rudimentarios.

Estas son indicaciones aforísticas sobre el tema de la penetración del mundo espiritual en nuestro mundo terrenal. En realidad, el proceso es muy complicado.

Mirar hacia atrás en las vidas terrestres anteriores está, por tanto, relacionado con fuerzas cargadas de peligro porque conducen al engaño, a la ilusión. Por otra parte, casi nadie que desarrolle las fuerzas de la clarividencia que conducen a la comprensión de la vida en el espíritu anterior al nacimiento será propenso a utilizar mal estas fuerzas. Por regla general, serán las almas de cierta pureza, en las que existe una cierta moralidad natural, las que miren hacia atrás con una visión fiable en la vida en el mundo espiritual que precede a la vida actual en la tierra. Esto está relacionado con el hecho de que las fuerzas de clarividencia utilizadas para mirar en este período particular de la existencia son las fuerzas de la infancia, las que han quedado del proceso de aprender a caminar. Son las más inocentes de todas las fuerzas de la naturaleza del hombre.

Os pido que prestéis atención a esto, porque es muy significativo: Las fuerzas más inocentes son al mismo tiempo las que, cuando se desarrollan, permiten al hombre mirar la vida que precede al nacimiento. También por eso hay tanto encanto en la visión de un niño pequeño, porque en el aura que juega a su alrededor están las fuerzas que todavía envían su resplandor a la vida anterior al nacimiento. En el aura de un niño, cuyo semblante lleva el sello de la inocencia, la contemplación clarividente puede percibir algo que es verdaderamente más interesante que lo que se expresa en el aura de muchas personas adultas. Los conflictos que se atravesaron en la tierra de los espíritus antes de nacer y que han determinado el destino, convierten el aura que rodea al niño en algo lleno de gloria, lleno de sabiduría. La sabiduría que se manifiesta en el aura de un niño es a menudo mucho más grande que todo lo que a una edad posterior podrá expresar con palabras. La fisonomía puede aún carecer de definición, pero mucho puede ser revelado al clarividente cuando es capaz de ver lo que está ejerciendo alrededor de un niño. Y si las fuerzas presentes en la infancia se desarrollan más tarde en la clarividencia, se hace posible la visión de las condiciones reales que preceden al nacimiento por un período considerable.

Mirar dentro de este mundo puede no ser gratificante para el egoísmo, pero para quien desea comprender todo el escenario de la existencia del mundo, esta visión también es de un interés absorbente. La investigación en la Crónica del Akasha sobre ciertas figuras destacadas de la historia del mundo consiste no sólo en tratar de descubrir qué tipo de vida vivieron en el plano físico, sino cómo se prepararon para esta vida como almas en el mundo espiritual entre la muerte y el renacimiento.

Las fuerzas que, si se mantienen inmaculadas, brillan en las encarnaciones anteriores se guardan, no tanto en la infancia, sino en el período de la vida en que las pasiones, además a menudo en su peor forma, se despliegan en el ser humano. Estas fuerzas, que por supuesto tienen también otras funciones en la naturaleza humana, se desarrollan mucho más tarde que las del habla. Tienen que ver con las emociones del amor sensual y todo lo relacionado con ellas. Existe una relación directa entre las fuerzas que conducen al amor sensual y las que conducen a la palabra; en el hombre esto se expresa en el quiebre de la voz. Es en esta edad de la vida que muchas de estas fuerzas se guardan. Si se mantienen puras, conducen a la visión retrospectiva de vidas anteriores en la tierra. Si no se mantienen puras, si llegan a asociarse con los instintos sensuales del hombre, pueden conducir a los mayores abusos ocultos. Las fuerzas de la clarividencia que se originan y se retienen en esta edad de la vida son también las que están más fácilmente sujetas a la tentación. Ahora podrás comprender toda la relación.

El vidente que habla con gusto sobre el período que se extiende entre la muerte y el renacimiento -algunos de ustedes habrán notado que en otros círculos esto rara vez se menciona- tal vidente ha desarrollado particularmente las fuerzas guardadas desde la más temprana infancia. Pero hay que desconfiar de un vidente que habla mucho - falazmente en su mayor parte - de las encarnaciones anteriores de los individuos. Algunos casos ocurren con mucha frecuencia, pues muchas personas salen con afirmaciones sobre encarnaciones anteriores como si las repartieran en una bandeja. Hay que desconfiar de un clarividente de este tipo, porque en este terreno es demasiado fácil evocar las fuerzas más propensas a la tentación. Las fuerzas que se pueden guardar para este fin se guardan en la época de la vida en que se desarrolla el amor sensual, y antes de que el ser humano haya ocupado su lugar en la vida social. A veces, estas fuerzas dan lugar a una gran cantidad de mala praxis, especialmente a una mala praxis ocultista definida, porque, más que ninguna otra, contribuyen a promover un engaño tras otro en el dominio del mundo espiritual.

¿Por qué son tan a menudo falsas las afirmaciones de los clarividentes expuestos a estas tentaciones? Es porque cuando las fuerzas guardadas de esta edad de la vida son puestas en aplicación, los instintos e impulsos inferiores suben inmediatamente del ser humano como la niebla. Y entonces Ahriman y los espíritus ahrimánicos se acercan y de esta niebla ascendente crean fantasmas, espectros, que pueden ser vistos y tomados como encarnaciones anteriores.

El tipo de clarividencia que se necesita para descripciones como las que se dan en el libro Ciencia Oculta se desarrollará con especial facilidad por las fuerzas guardadas que sólo pueden ser retenidas en una edad posterior. Y como en esta edad -después de los veintiún hasta los veintiocho años- el ser humano suele desarrollar fuerzas que se refieren más a la vida intelectual, a la vida que se asocia con un cierto elemento de desapasionamiento, las investigaciones en este dominio son las menos sujetas a error y engaño. Así, el conocimiento de las grandes condiciones espirituales de la existencia del mundo se adquiere mediante el desarrollo de las fuerzas que actúan en el ser humano en la elaboración del cerebro.

La región espiritual propiamente dicha, la región que es de particular interés en el momento en que se prepara una nueva vida, puede ser investigada por medio de las fuerzas guardadas en la primera infancia, en la edad en que el ser humano está aprendiendo a caminar.

Es cierto que son hechos sorprendentes, pero si queremos penetrar en los mundos espirituales debemos acostumbrarnos a asimilar muchas ideas que, de entrada, parecen paradójicas. El mundo espiritual, sin embargo, no es una mera continuación del mundo físico de los sentidos; de hecho, en muchos aspectos está en total contraste con el mundo físico. El ser humano se nos revela como un ser que ocupa un lugar de gran importancia en el universo cuando, por un lado, consideramos su destino, sus facultades y habilidades en su vida terrenal, y cuando, por otro lado, -mediante el conocimiento de la realidad espiritual- vemos cómo, entre la muerte y un nuevo nacimiento, pasa por fases de la vida totalmente diferentes a las de la tierra. Es entonces cuando se nos revela el verdadero significado y destino del ser humano.

En estas dos conferencias he querido describir varios asuntos relacionados con el mundo espiritual. He creído conveniente hablar de forma algo aforística porque es la primera vez que nos reunimos en esta ciudad, y la mayoría de ustedes ya estarán familiarizados con las presentaciones sistemáticas contenidas en los libros y escritos, y también porque quería dar cierta información complementaria. Me pareció que esto sería más útil para los amigos aquí presentes que si hubiera tratado un capítulo más relacionado con la Antroposofía.

El deseo de uno -permítanme decir esto al final de lo que ha sido, también para mí, un encuentro tan feliz- es que la Antroposofía penetre lo más profundamente posible en el corazón y el alma de las personas en la actualidad. Porque hay dos cosas importantes. En primer lugar, cuando observamos la vida que nos rodea y los hechos de esa vida, viendo que los más grandes logros culturales tienen el efecto de hacer a las personas cada vez más materialistas... entonces nos damos cuenta de lo necesaria que es cada vez más la Antroposofía para la humanidad, de la gran necesidad que tienen los seres humanos de ella por la misma razón de que la vida externa los convierte en materialistas. Puesto que los logros más brillantes de la vida externa tienen este efecto, las personas necesitan el contrapeso de la Antroposofía. La Antroposofía es una necesidad para la vida terrenal de la humanidad y lo será cada vez más en el futuro inmediato. Y quien reflexione que la vida externa en el materialismo estaría condenada a la esterilidad y a la muerte gradual, causada precisamente por los más altos logros de la cultura, tendrá el intenso anhelo de que la Antroposofía se abra paso en el corazón y en el alma de las personas.

Nuestra cultura progresará cada vez más; pero si bien es cierto que muchos pájaros cantores desaparecen de las zonas donde se alzan las chimeneas de las fábricas, si bien es cierto que son ahuyentados por el humo que sale de estas chimeneas, es igualmente cierto que aunque necesitamos todo lo que la cultura puede darnos -ferrocarriles, barcos de vapor, teléfonos, aviones, etc. - aunque no hay que decir nada en contra del progreso de la cultura externa, sin embargo la felicidad, el vigor, la armonía y la vitalidad de la vida del alma se marchitarían y morirían inevitablemente bajo la influencia de la cultura material si la Antroposofía no llevara la espiritualidad al alma de los hombres. Por lo tanto, quien tiene una visión de las condiciones existentes no puede sino anhelar profundamente que la Antroposofía se extienda, pues es una pura necesidad.

Por otra parte, hay que afrontar el hecho de que, como resultado de esta cultura materialista, los hombres nunca han rechazado, e incluso odiado, la Antroposofía con tanta vehemencia como hoy. Y estos dos hechos -la necesidad y la incomprensión- nos enfrentan hoy como dos pilares entre los que debemos pasar si queremos crear un lugar en el mundo para la Antroposofía. Para los que nos esforzamos en preparar a otras almas para la asimilación de la Antroposofía, en cada uno de estos pilares está inscrito un reto, un desafío urgente para hacer todo lo que nos lleve a nosotros mismos y a los que estén dispuestos a ello a la Antroposofía.

Desde este punto de vista he querido dirigirme a ustedes en esta, mi primera visita a esta ciudad. Y quisiera que mis palabras de despedida fueran éstas: Ojalá que algo de lo que he podido decir haya pasado a vuestros corazones y sentimientos, y no sólo a vuestras cabezas. Entonces os sentiréis aún más profunda y fundamentalmente unidos a nosotros y a todos los que quieran llevar este Movimiento más ampliamente al mundo de lo que lo han hecho hasta ahora. Como hasta ahora no hemos podido estar juntos en el espacio y esto ha ocurrido por primera vez, es el deseo de todos nosotros que este encuentro haya fortalecido y estrechado el vínculo entre nuestras almas.

Con esto me despido de vosotros, mis queridos amigos, y de esta hermosa ciudad, con la conciencia de que cuando se ha producido un encuentro así, se convierte en el estímulo de una comunión que no depende del espacio ni del tiempo. Que mi despedida sea ésta: Que al estar juntos en el espacio se haya dado el estímulo para una comunión ininterrumpida y duradera en el espíritu.

Traducido por J.Luelmo julio2021