viernes, 21 de julio de 2023

GA229 Stutgart 15 de octubre de 1923 -LA IMAGINACIÓN DE MICHAEL HITOS ESPIRITUALES A LO LARGO DEL AÑO

   Índice

LA IMAGINACIÓN DE MICHAEL HITOS ESPIRITUALES A LO LARGO DEL AÑO

RUDOLF STEINER

Stutgart 15 de octubre de 1923

Lo que tengo que decirles hoy será expresado en el lenguaje de las imágenes de la vida imaginativa, de esa vida imaginativa que es la expresión, la revelación del mundo espiritual, ese mundo espiritual en el que el hombre está entretejido con todo su ser y toda su actividad. Sabemos, por las diversas exposiciones que se han hecho aquí, que no se puede hablar de la misma manera abstracta que se usa cuando se habla de la naturaleza sensorial exterior, para aplicarla sobre el mundo espiritual cuando se trata de sus manifestaciones concretas. Pero también sabemos que esa manera de hablar no es irreal, sino por el contrario mucho más real que la manera lógica y abstracta de hablar que utilizamos cuando queremos expresar verdades meramente naturales. Con esto sólo quería señalar toda la actitud de contemplación que ahora quiero presentarles.


Cuando el ser humano penetra más allá del mundo físico-sensorial con la mirada espiritual, entonces se le revela un mundo espiritual, hacia el cual se siente inducido a utilizar los fenómenos del mundo físico como imágenes para expresar aquello que se le revela espiritualmente. Permítanme, pues, poner inmediatamente al comienzo de estas observaciones una imagen que es verdaderamente una realidad profunda. A lo largo de la historia de la evolución de la humanidad, ésta siempre ha recibido del mundo espiritual los impulsos de su actividad. Y aquellos que eran capaces de ver encontraban estos impulsos inscritos, por así decirlo, en una luz espiritual con letras de bronce, de modo que podían actuar en consecuencia. Esto es así en el mundo espiritual que podemos comparar lo que estamos tratando con hitos en el mundo físico, pero no aquellos en los que tal vez sólo hay una señal que indica el nombre de algún lugar, sino con hitos en los cuales se expresa con palabras que suenan poderosas lo que debe pasar al pensar, sentir, querer del hombre. Me refiero a los hitos espirituales. Pero tales indicaciones en el mundo espiritual suelen estar escritas de un modo extraño para el hombre, y en todas las épocas se escribieron así, es decir, en una especie de lenguaje enigmático. Hay que hacer un cierto esfuerzo para llegar al fondo del enigma real. Hay que mantener unido algo de lo que se sabe para que el hito, en su lenguaje enigmático, se convierta en un verdadero impulso para la vida.  Y así es precisamente hoy cuando uno encuentra, en la adecuación de nuestro presente y del futuro próximo, tales palabras señaladoras en el -llamémoslo así- luces astrales,, que pueden convertirse en impulsos para el hombre.

En las más diversas ocasiones, quiero decir, en los más diversos lugares, si tenemos la capacidad de mirarlo, nos parece hoy que hay algo admonitorio, pero también algo misterioso, que entonces evoca en el ser humano el sentimiento de que debe actuar de acuerdo con ello, de que debe asumirlo como un fuerte impulso en su voluntad, en toda su vida anímica. Y lo que brilla hacia nosotros en la luz astral como tal hito espiritual son, por ejemplo, las palabras:

Lo pones a tu servicio,
lo revelas según sus valores materiales
En muchas de tus obras.
Pero sólo será sanador para ti,
Cuando a ti se revele
Su supremo poder espiritual.

En primer lugar, una invitación a averiguar lo que realmente se quiere decir. Se habla de algún impulso, de algo que está ahí, que el hombre conoce, pues de otro modo no se podría contar con encontrar una respuesta.

Lo pones a tu servicio,
lo revelas según sus valores materiales
En muchas de tus obras.
Pero sólo será sanador para ti,
Cuando a ti se revele
Su supremo poder espiritual.

La contemplación de hoy estará dedicada a la explicación de estas palabras, que se revelan al ser humano como el impulso indicador de la luz astral. Recordemos muchas cosas que ya he explicado aquí. Recordemos que el curso del año a través de la primavera, el verano, el otoño y el invierno tiene un contenido espiritual en su regularidad, que los acontecimientos espirituales, los acontecimientos suprasensibles, se revelan en lo que sucede en el curso del año, así como el alma suprasensible y el espíritu suprasensible del hombre se revelan en lo que sucede en su vida corporal entre el nacimiento y la muerte.  Recordemos que en lo que aparece exteriormente en el curso del año, en la nieve del invierno, en la vida brotada y creciente de la primavera, en la vida floreciente del verano, en la vida madura y fructífera del otoño, que en todo lo que así se revela físicamente al hombre, se oculta algo espiritual, algo espiritual es el portador. Y dirijamos primero nuestra mirada a lo que sucede en el curso del año, desde la primavera hasta el verano y el otoño.  

En todo lo que la tierra revela, en la piedra y en la planta, en todos los seres viven entidades espirituales; no meramente una espiritualidad general descolorida, sino entidades espirituales individuales, espíritus de la naturaleza. Durante el invierno estos espíritus de la naturaleza se esconden en el seno de la tierra; estos espíritus de la naturaleza son, por así decirlo, todos respirados por la tierra, están dentro de la tierra. Cuando llega la primavera, la tierra, por así decirlo, exhala su espiritualidad, estos espíritus de la naturaleza se esfuerzan hacia arriba. Se esfuerzan hacia arriba con las fuerzas de la vida que brota, se esfuerzan hacia arriba con la vida que se manifiesta en el aire bañado por la luz y el calor del sol, fluyen hacia arriba con ella. Y cuando llegamos al tiempo de San Juan, al apogeo del verano, entonces tenemos allá arriba en las alturas, cuando las miramos, la imagen que acaba de revelarse, encarnada en la formación de nubes, pero también encarnada poderosamente en relámpagos y truenos, encarnada en todo lo que está meteóricamente allá arriba, aquello que vivió como espíritus de la naturaleza durante el tiempo de invierno en el seno de la tierra. Durante el tiempo invernal debemos mirar hacia la tierra y sentir o ver cómo los espíritus de la naturaleza están trabajando ocultos bajo el manto de nieve, para que la primavera y el verano puedan salir de nuevo del invierno desde la tierra creadora.  

Si miramos hacia abajo, hacia la tierra durante el verano, entonces la tierra está hasta cierto punto empobrecida de estos espíritus de la naturaleza. Pero estos espíritus de la naturaleza han salido al universo. Se han unido a las nubes y a todo lo que la vista humana puede ver en las alturas. Estos espíritus de la naturaleza han fluido hacia las alturas en todo lo que ya he mencionado, pero se han llevado consigo en tremenda sutileza, en tremenda fina dilución, lo que se revela groseramente exteriormente sin vida en el azufre, en el llamado azufre. Y en realidad estos espíritus de la naturaleza tejen y viven en pleno verano, ondulando y ondeando en formaciones nubosas y similares, preferentemente en el azufre, en el azufre, que está presente de un modo extraordinariamente fino en las alturas del ser de la tierra precisamente durante el tiempo estival. De modo que si pudiéramos apresurarnos por las alturas de nuestra formación terrestre con una sensación gustativa durante el apogeo del verano, percibiríamos el sabor del azufre o incluso el olor del azufre, pero de una manera extraordinariamente tenue, extraordinariamente íntima y sutil. Sin embargo, lo que se desarrolla allí arriba bajo la influencia del calor y de la luz del sol es similar a lo que sucede en el organismo humano cuando el deseo, el anhelo, la emoción y similares fluyen fuera de este organismo humano. Y el que es capaz de ver y sentir tales cosas sabe que los espíritus de la naturaleza viven en un elemento allá arriba en las alturas en pleno verano, que en realidad está tan saturado de deseo como la vida del deseo, que está conectada con la vida animal del hombre, con esa vida animal del hombre en la que el hombre también está sulfurado, entremezclado con azufre muy diluido.  En cierto sentido, vemos la parte inferior del ser humano, la parte animalizada del ser humano, como la formación arqueada de la naturaleza, vivida por los espíritus de la naturaleza, por encima de nosotros en pleno verano. 

Lo que reconocemos como azufrado, cuando teje y vive en la naturaleza humana, lo llamamos Ahrimánico, en ella vive realmente lo Ahrimánico. De modo que también podemos decir: Si volvemos nuestra inclinación espiritual hacia las alturas en pleno verano, entonces lo Ahrimánico se nos revela en el deseo cósmico de azufre. - Si pensamos en el hombre como situado en todo este contexto mundial, debemos decirnos: lo que es naturaleza inferior en él es absorbido por la tierra en tiempo de invierno, esparce la nieve cristalina sobre él; así la tierra toma lo ahrimánico de él. - Si está libre en pleno verano, entonces actúa como el deseo cósmico fuera en el espacio del mundo, e incluso está sujeto a las leyes que proceden de los planetas vecinos a la tierra y actúan sobre ella. Y ahora vemos que contra esta codicia ahrimánica, contra esta codicia animal del ser humano, que es, por así decirlo, transpuesta cósmicamente, existe la contrafuerza en el cosmos. Aquello que frena emocionalmente al hombre, que lo arrastra por debajo de lo humano hacia lo animal, y que se revela arriba en las alturas en pleno verano, contra esto se sitúa la contrafuerza en el cosmos. Y esta contrafuerza se revela en esos extraños productos que a veces caen del cosmos a la tierra en los productos cósmicos que contienen hierro meteórico. Si miráis un trozo de hierro meteórico, tenéis en este trozo de hierro meteórico un extraño testimonio del hierro esparcido en el cosmos. En las estrellas fugaces, que son frecuentes en agosto y que, por así decirlo, ponen en movimiento el hierro meteórico de forma bastante particular en el cosmos, se revela externamente esta fuerza contraria de la naturaleza contra lo deseoso, que ha salido al cosmos en esta época.  

Y en el hierro cósmico que se agolpa en las piedras meteóricas, tenemos las flechas que el cosmos envía contra la codicia-animalismo que se revela en el cosmos de esta manera que acabo de describirles. 
Así que podemos mirar con comprensiva reverencia la sabia guía del cosmos. Sabemos, por supuesto, que el hombre necesita esta naturaleza animal precisamente porque sólo superándola puede desarrollar aquellas facultades que le convierten en un ser humano pleno en primer lugar. Y el hombre no podría tener esta naturaleza de deseo, esta naturaleza animalizante, si esta naturaleza animalizante-codiciosa no formara también parte del cosmos. Así pues, lo sulfúrico, lo sulfuroso, lo ahrimánico-sulfuroso es, por así decirlo, el polo único exterior en el cosmos, y las flechas que son enviadas a través del espacio por el cosmos para combatir este sulfúrico, se concentran entonces en el hierro meteórico, en los proyectiles meteóricos, diría yo, del universo.  

Pero ahora el ser humano es un verdadero microcosmos, realmente un pequeño mundo. Todo lo que se revela fuera, en el gran mundo, en fenómenos tan majestuosos y gigantescos como los fenómenos meteóricos, se revela también dentro de su ser físico. Pues este ser físico es sólo una expresión, una revelación de su ser espiritual. Y así llevamos dentro de nosotros, por así decirlo desde la parte inferior animal del ser humano, lo sulfúrico. Debemos decirnos a nosotros mismos que este Sulfúrico-Ahrimánico irrumpe a través del organismo humano, agita su naturaleza de deseos, agita sus emociones. Lo sentimos en nuestro interior, lo vemos en pleno verano en el manto cósmico del deseo sobre nosotros. Pero también vemos cómo las flechas de hierro de lo meteórico se disparan hacia este manto cósmico de deseo, purificando y clarificando, por así decirlo, como un antipolo de lo animal-codicioso. Pues en este disparo de las flechas de hierro meteóricas del cosmos, el manto de codicia animal del solsticio de verano se limpia sobre nosotros.  

Pero así como esto sucede grandiosa y majestuosamente afuera en el gran cosmos, también sucede continuamente dentro de nosotros. Producimos en nosotros las partículas de hierro de nuestra sangre en conexión con otras sustancias, y mientras por un lado el proceso de sulfurización pulsa a través de nuestra sangre, por otro lado el hierro interior está trabajando meteóricamente como el otro polo, llevando a cabo lo mismo que lleva a cabo el hierro meteórico fuera en el cosmos. Podemos imaginar la relación del hombre con el cosmos de tal manera que en el resplandor de lo meteórico encontramos la contraimagen cósmica de lo que está continuamente en nosotros, millones y millones de veces, un resplandor interior meteórico de lo que nos libera del hierro de nuestra sangre, nos aclara, nos purifica contra el proceso de sulfurización que está teniendo lugar en esta misma sangre. 

Así, somos una imagen interior del cosmos. El cosmos logra esto en pleno verano. El hombre, por estar emancipado de la naturaleza en relación con el tiempo en esta naturaleza, tiene constantemente en sí este tiempo de pleno verano junto a las demás estaciones, del mismo modo que tiene constantemente en su memoria aquello que experimentó anteriormente. Fuera desaparece, dentro permanece.
Lo mismo ocurre con lo que representa el hombre como microcosmos en relación con el macrocosmos. Pero el hombre debe captar espiritualmente lo que lleva en su cuerpo físico, debe ser capaz de experimentarlo en sí mismo, ser capaz de experimentar este meteórico disparo del hierro de la sangre en la sangre-azufre como libertad, como iniciativa, como la fuerza de su voluntad. De lo contrario, sigue siendo en él un proceso animal o vegetativo en el caso más elevado. Precisamente en esto consiste nuestro llegar a ser almas espirituales como seres humanos, en que captemos los procesos que tienen lugar en nosotros como este proceso hierro-azufre, con lo anímico-espiritual en nosotros, enviando lo anímico-espiritual en ellos como impulso. Del mismo modo que somos capaces, cuando nos hacemos una herramienta, cuando podemos manejar la herramienta, de hacer esto o aquello con la ayuda de esta herramienta, podemos poner a nuestro servicio aquello que funciona y vive en nosotros como este proceso hierro-azufre a través de nuestra voluntad, cuando lo manejamos, cuando como seres humanos manejamos aquello que son los procesos internos de nuestro cuerpo.  

Volvamos ahora la mirada del ser humano al cosmos. Lo que ocurre ahí fuera, en el cosmos, es un serio recordatorio para el ser humano. Pues este proceso meteórico en el cosmos es realmente una reminiscencia de nuestro ser interior físico, que, sin embargo, puede ponerse al servicio de nuestro ser interior espiritual. Ahora llegamos a qué interpretación tenemos que dar a esa férrea escritura en la luz astral: 
La formas para tu servicio,
Lo revelas según su valor material
En muchas de tus obras. 

Miremos a nuestro alrededor en la vida moderna, en la vida que ha surgido en el curso de los últimos siglos, y veamos lo que pertenece allí principalmente a la cultura materialista: el uso del hierro en la esfera de la vida terrenal.
Miremos a todas partes donde nuestra cultura ha florecido en los últimos tiempos: fue el hierro el que introdujo en el mundo físico todo lo que ha conducido al florecimiento de la cultura materialista.
Miremos aquello que ha unido a los hombres de un modo tan inaudito, que de forma tan inaudita ha marcado las sendas, ha allanado el camino para las ramas materialistas de la cultura:Miremos en todas partes al hierro y su funcionamiento.
Cuando hablamos de materialismo en la vida espiritual, la esencia del materialismo en la vida espiritual es que en todas partes pensamos que todo es material, y que el espíritu es, por así decirlo, sólo el vapor de la actividad material. Pero el materialismo de la humanidad de los últimos cuatro siglos no sólo se revela en el hecho de que el hombre piensa materialistamente, sino que el materialismo también se revela en el manejo de las cosas externas. A impulsos de la cultura más reciente, el hombre ha utilizado el hierro para la cultura material, y ha considerado como una rareza lo que le llega desde las alturas del cielo en forma de hierro meteórico, o ha querido explicarlo con una ciencia que no puede captar gran cosa de ello. 

Pero este hierro meteórico que cae a la tierra desde el cosmos, que tiene un efecto purificador y clarificador sobre la vida animal, es un recordatorio de que debemos mirar hacia arriba desde el uso material del hierro en el servicio terrenal a lo que el hierro representa en el servicio celestial como una estructura meteórica por encima de nosotros, y sobre todo representa en nosotros. Pues estos procesos meteóricos siempre están ocurriendo dentro de nosotros. Y así, la primera parte de esta admonición que brilla hacia nosotros en la luz astral se nos aparece como una palabra escrita en letras de bronce:
Oh hombre,
Has puesto el hierro a tu servicio terrenal.
Tú lo formas para tu servicio,
Lo revelas según su valor material
En muchas de tus obras.
Pero sólo será salvación para ti,
Cuando a ti se te revele
el poder de su espíritu. 

No sólo debemos elevar la mirada desde la cosmovisión intelectual, materialista, hacia una cosmovisión espiritual, sino que también debemos elevarla desde lo que utilizamos al servicio de la cultura material hacia el lado espiritual, cósmico, de estas estructuras que están al servicio material. De este modo nos conduce este dicho, que primero hay que desentrañar, a ese espíritu que vive en el universo en la revelación de los fenómenos meteóricos, especialmente en pleno verano. Pues el proceso ahrimánico de sulfuración, que por lo demás sólo existe en el interior del ser humano, es un proceso cósmico, y el proceso meteórico es un contraproceso: son las flechas que el cosmos envía a los deseos animalizados en las alturas. 

Si uno permite que todo esto tenga efecto en su alma, entonces uno siente al ser humano en conexión con todo el entorno mundial, y siente la propia sangre del ser humano, la sangre permeada por el alma, la sangre permeada por el espíritu. Uno siente en ello esta oposición de lo ahrimánico y el hierro de la sangre purificando lo ahrimánico, uno siente el proceso meteórico interior. Uno mira hacia arriba con comprensión a lo que está ocurriendo ahí fuera, mientras las fuerzas espirituales cósmicas envían las flechas de hierro al mundo animalizado del deseo del cosmos; uno se siente completamente conectado, completamente entregado al cosmos. Es precisamente en estos fenómenos individuales donde uno se siente completamente entregado al cosmos. Pero cuando uno siente esto con toda seriedad, entonces se forma una imaginación cósmica a partir de este sentimiento, entonces uno no puede evitar configurar y formar esta imaginación cósmica. Del mismo modo que el animal se sitúa ante la naturaleza externa, sensual, de otro modo, y no puede formar conceptos o ideas sobre ella, sino sólo impresiones generales, pero el ser humano forma las ideas, así el alma que ve, que ha desarrollado la clarividencia exacta, no puede evitar experimentar lo que experimenta de este modo, El alma que ve, que ha desarrollado la clarividencia exacta, no puede evitar llevar lo que así experimenta a un resumen, a una imagen interiormente saturada, a una imaginación, que representa el entrecrecimiento del ser humano, del microcosmos, con el macrocosmos, al percibir su propio proceso meteórico, al mirar el proceso meteórico cósmico como la rica abundancia de vida que se revela a través de tal cosa. Por tanto, tal imaginación no es meramente algo formado imaginativamente, sino que tal imaginación es la expresión realmente auténtica de aquello que vive a través del mundo y a través del hombre, es decir, en nuestro caso, vive a través de los fenómenos del curso del año.  

La imaginación que ahora se presenta ante el ser humano a partir de esta experiencia es precisamente la que se desarrolla a partir de la coexperiencia de los procesos anuales de la naturaleza desde pleno verano hacia el otoño, hasta el final del pleno verano, hasta el comienzo del otoño. Y de esta experiencia, erguida ante el alma en realidad viva, salta la figura de Michael.
De lo que les he descrito, la figura de Michael se revela en su lucha con el dragón, con la naturaleza animal del hombre, con el proceso de sulfuración. Y si uno comprende lo que realmente tiene lugar allí, entonces el alma, que ha surgido de la vida cósmica y se teje a sí misma, simplemente crea la lucha de Michael con el dragón. El propio Michael aparece como la expresión externa de lo que está actuando fuera en el cosmos, luchando contra la naturaleza animalizada del deseo. Pero aparece con la espada que apunta, a través de la cual señala a la naturaleza humana superior. Aparece con la espada que apunta, y nos imaginamos a Michael de la manera correcta, cuando de forma cósmica encontramos el hierro fundido y forjado en su espada. Así, quiero decir, la figura de Michael se nos aparece fuera de una formación de nubes espirituales con la mirada positiva, que mira, que señala, con el ojo que es como un puntero, que envía la mirada fuera de sí, no la lleva de vuelta hacia el ser interior, y el brazo de Michael se nos aparece rociado por todos lados por formaciones de hierro meteórico, que, como fundidas por las fuerzas cósmicas del deseo y combinadas de nuevo, se forman a sí mismas en la espada flamígera de Michael.  

Este Michael lo imaginamos de manera correcta, bastante realista, cuando pensamos en su semblante tejido con la luz dorada del verano, con la mirada positiva que es como una flecha señaladora, que en cierto sentido conduce hacia afuera, que es como un rayo de luz que emana desde adentro. Imaginamos correctamente a Michael cuando encontramos su brazo extendido flameado por salpicaduras de hierro meteórico, que se funden para formar la espada con la que señala a la humanidad el camino desde la naturaleza animal a la naturaleza humana superior, señala el camino desde el verano, a ese tiempo, al tiempo del otoño, cuando el hombre sólo puede experimentar la naturaleza moribunda, la naturaleza que se extingue. Pero sería espantoso para el hombre que sólo pudiera experimentar cuando se acerca el otoño, esta naturaleza moribunda, paralizante. Si experimentamos la primavera y somos verdaderamente un ser humano completo, entonces nos entregamos a la naturaleza que brota, crece y prospera. Si somos un ser humano completo, entonces florecemos con cada flor, entonces brotamos con cada hoja, entonces maduramos con cada semilla. Entonces nos entregamos a la naturaleza naciente, brotante y floreciente.  

Podemos entregarnos a ella, quiere vida. Sentimos la vida experimentando su vida. Hacemos bien en abandonarnos a la naturaleza, pues es allí donde encontramos la vida. En otoño no podemos desarrollar en nosotros esta conciencia de la naturaleza, pues si la desarrollamos unilateralmente, debemos experimentar la vida que se extingue, la vida que se paraliza. Ante esto, el ser humano no debe seguirle la corriente, debe fortalecerse contra ella. Del mismo modo que debe experimentar la naturaleza viva con su propia vida, debe oponerse a la naturaleza moribunda, a la muerte, con el yo. La conciencia de la naturaleza debe pasar a la conciencia de uno mismo. Esta es la gran y poderosa imagen del otoño que se acerca, que vemos la admonición de lo que está sucediendo en el cosmos: La conciencia de la naturaleza debe pasar a la conciencia de uno mismo en el hombre. Pero para ello, el hombre necesita la fuerza para superar la matanza interior de la naturaleza animal de forma anímica y espiritual. Para ello se guía por su observación de los fenómenos del cosmos, y se guía por aquello que se revela en la forma de Michael, con su mirada sabia y positiva, y con la espada meteórica llameante en su mano derecha. Y este Michael se nos aparece en la lucha con la naturaleza animalizada del deseo, cuya imagen surge también de toda la vida tejida. Si queremos pintar toda la imaginación, no podemos pintarla a partir del capricho humano; sólo podemos pintarla a partir de lo que nos inspira el cosmos. Y aquí sólo podemos dejar que lo sulfúrico, lo amarillento-rojizo, los espíritus elementales que suben a las alturas, sean representados en la forma del dragón que se forma del azufre, de modo que por encima del dragón sulfúrico, como cuya, quisiera decir, cabeza ardiente se representa este proceso del deseo, por encima de este dragón sulfúrico ahrimanizado tenemos a Michael en la forma que he representado. 

Quien entienda el mundo, puede representarlo con la imaginación. Y quien crea que la lucha de Michael con el dragón se puede pintar de cualquier forma, peca contra la realidad interior del mundo. Pues el mundo contiene lo que es inherente a sus poderes en una forma determinada para el hombre. Ninguna de las grandes obras pictóricas y otras obras de arte del mundo, ha podido surgir de la voluntad arbitraria del hombre. Allí atraerían poco a la gente durante siglos, incluso milenios. Pero han surgido de la comprensión real de lo que teje y vive ahí fuera y de lo que también teje y vive en el hombre. Y cuando eso se crea a partir de la vida y el tejido de la naturaleza y del hombre en su reciprocidad, lo que surge en la imaginación, lo que puede copiarse de los secretos de la naturaleza hasta los colores, hasta el brillo, hasta el diseño individual, cuando eso se plasma artísticamente, entonces surgen las verdaderas obras de arte, las grandes obras de arte, esas grandes obras de arte que han sido creadas por los videntes, que son imitadas por los imitadores, y que son adornadas con toda clase de adornos por los chapuceros, de modo que ya no se reconoce lo realmente grande que ha de surgir de estas obras a partir de la creación y el tejido cósmicos. Así, estas obras de arte se convierten en aquello que puede actuar como impulso en las personas a través de los tiempos. Los grandes motivos artísticos, pictóricos y escultóricos nunca habrían llegado a ser lo que son si no se hubieran creado a partir de los impulsos percibidos de la vida natural y humana.  

Así podemos mirar lo que, cuando en la concepción espiritual de hoy este Michael es pintado con el dragón, -la concepción antigua sólo lo hizo según lo que sabía-, lo que entonces aparece así:  el rostro formado del resplandor dorado del sol, con la mirada positiva, con la mirada que mira, con la espada flamígera, fundida y de nuevo formada del hierro meteórico del cosmos; debajo el dragón, la plaga de la naturaleza humana, el dragón que se revela en pleno verano, el dragón sulfúrico que se revela de las llamas que se tejen dentro y fuera de sí mismo, y que inmediatamente vuelven a desaparecer. Este dragón móvil de abajo en su carácter sulfúrico, este modelador de los hombres y oponente de las jerarquías superiores, será el contraste necesario del Michael combatiente, que conquista el hierro meteórico en su espiritualidad. 

He aquí un ejemplo de cómo el conocimiento real pasa al arte, siempre debe pasar al arte, porque no se puede agotar la realidad con conceptos abstractos. Pero es la admonición a nuestro tiempo aprovechar precisamente tal imagen para el empoderamiento, para el despertar de la humanidad. Por eso nos gustaría inscribir esta imagen, esta imagen modernizada de la lucha de Michael con el dragón, profundamente, profundamente en las almas humanas, en los corazones humanos, para que pueda tener un efecto en la voluntad humana y en las fuerzas del pensar del presente y del futuro. Y ya podemos saber que si una parte de la humanidad tomara en serio esta imagen, si una parte de la humanidad comprendiera cómo esta imagen se forma a partir de la naturaleza misma, y se forma a partir de las admoniciones orientadoras de la luz astral, entonces el uso material del hierro en los últimos siglos, especialmente en el siglo XIX, se uniría a la penetración espiritual con el significado del hierro. Entonces el hombre encendería en esta imagen la fuerza anímica-espiritual que le haría capaz de manejar lo que en él quiere el hierro meteórico interior, que se dispara en la sangre, luchando contra el azufre. Debemos aprender a no dejar que este proceso tenga lugar meramente en el subconsciente para la formación de la naturaleza inferior del hombre, debemos aprender a poner este proceso, este proceso de hierro en la sangre humana, al servicio del alma espiritual. Eso es lo que Michael quiere en nosotros.  

Esto es lo que nos llama desde la luz astral a celebrar de nuevo dignamente la Fiesta de San Miguel al comienzo del otoño. Cuando entre nosotros hablamos de esta Fiesta de Miguel, que se ha de añadir a las Fiestas de Pascua y de Navidad y a la Fiesta de San Juan, no debe entenderse de tal manera que se celebre una fiesta aquí o allá de forma externa, sino que sólo podemos celebrar tal fiesta si sabemos vincularla a algo significativo. La festividad de Navidad no surgió por una mera decisión arbitraria y conveniente, sino porque se vinculó al nacimiento de Cristo Jesús. La Pascua se vinculó al Misterio del Gólgota. Son acontecimientos muy significativos en la vida histórica de la humanidad. La fiesta de San Miguel debe estar ligada a algo significativo, a una gran experiencia interior del hombre, a ese poder interior que llama al hombre a desarrollar la autoconciencia a partir de una conciencia natural mediante el poder de su pensar, mediante el poder de su voluntad, para que llegue a ser dueño del proceso de hierro meteórico en su sangre, que es el adversario del proceso de sulfuración.  

Ciertamente, desde que existe la raza humana, el azufre y el hierro corren por su sangre. Lo que ocurre entre el azufre y el hierro determina la naturaleza inconsciente del hombre. Esto debe elevarse a la conciencia. Debemos aprender a reconocer este proceso como la expresión del conflicto interior de Michael con el dragón. Debemos aprender a elevar este proceso a la conciencia. Entonces el proceso está ahí y la Fiesta de Miguel puede unirse a él. Pero primero debe estar ahí, plenamente comprendido, profundamente comprendido interiormente. Entonces será posible celebrar la Fiesta de Michael, igual que una festividad sacada del cosmos puede ser celebrada por los seres humanos. Entonces tendremos el conocimiento que realmente ve algo más en el hierro que lo que el químico o el mecánico de hoy ve en el hierro. Entonces tendremos aquello que nos enseña a manejar el hierro en nuestro propio organismo, en nuestro ser humano interior. Entonces tendremos la majestuosa imagen de Michael en la batalla con el dragón sulfúrico, de Michael con la espada de hierro llameante como un impulso de entusiasmo por lo que el hombre debe llegar a ser si el hombre ha de desarrollar las fuerzas de la evolución no para declinar sino para progresar. Esto es lo que se nos muestra como una admonición del mundo espiritual en las letras de bronce que forman las palabras del enigma, pero que pueden comprenderse precisamente desde la época actual:  

Oh hombre,
Tú lo formas para tu servicio,
Lo revelas según su valor material
En muchas de tus obras.
Pero sólo será salvación para ti,
cuando te sea revelado
El poder de su espíritu.

Esto representa el hierro. Conozcamos el hierro, como todas las sustancias, no sólo según su valor material, ¡conozcámoslas en el alto poder de su espíritu! Entonces habrá de nuevo progreso humano, progreso en la tierra, y debemos desearlo si queremos ser seres humanos en el verdadero sentido de la palabra. 

Traducido por J.Luelmo jul. 2023