jueves, 6 de julio de 2023

GA143 Colonia 7 de mayo de 1912 Los misterios del reino de los cielos en parábolas y en forma real.

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LOS MISTERIOS DEL REINO DE LOS CIELOS EN PARÁBOLAS Y EN FORMA REAL

RUDOLF STEINER

Colonia 7 de mayo de 1912

La importancia de la Antroposofía para la humanidad actual y futura sólo se irá comprendiendo gradualmente, pero la comprensión llegará cuando se haya llegado a entender ciertas cosas indicadas en los escritos ocultistas aunque, por regla general, no estudiadas con suficiente profundidad, Se podría hacer referencia a innumerables pasajes en libros de ocultismo o también en escritos sobre religión en apoyo de lo que aquí estoy refiriendo, pero sólo mencionaré este conocido y muy significativo pasaje del Nuevo Testamento: " Para los que están fuera, los misterios les son revelados en parábolas, para que viéndolos, vean y no entiendan. Pero a vosotros' -así dice Cristo Jesús- 'los misterios de los reinos de los cielos os serán revelados en su verdadera forma'.

Generalmente se pasa por alto el profundo significado de este pasaje. ¿Qué significa realmente? ¿Cuáles son las parábolas más importantes en las que Cristo Jesús habla a sus discípulos? Son aquellas que, por regla general, no se consideran parábolas en absoluto. Lo que el hombre ve en los reinos de la Naturaleza que le rodea en el plano físico, lo toma como realidad. Observa un animal o una planta y se imagina que son realidades en las formas en que aparecen. Pero en realidad no es así, porque lo que está realmente presente como una realidad es el mundo espiritual, -eso y sólo eso. Y hasta que no reconozcamos lo espiritual en las cosas que nos rodean, no conoceremos verdaderamente la realidad.

Todo lo demás que se nos revela en la naturaleza circundante equivale sólo a un símbolo del mundo espiritual que hay detrás. Todo lo que se ve en los reinos mineral, vegetal y animal, y también en el reino físico humano, todo lo que causa impresión en los órganos de los sentidos, en el intelecto y en la inteligencia, todas estas cosas no son más que símbolos del Espíritu; y sólo quien aprende a interpretar estos símbolos alcanza la realidad, el Espíritu.

Y así, a medida que los hombres pasan por el mundo, observando sus seres y sus acontecimientos, lo que perciben son símbolos, nada más que símbolos. La propia Naturaleza se dirige al hombre en parábolas, en símbolos. Sólo en el Espíritu hay realidad. Cuando se habla del Espíritu en imágenes tomadas de la Naturaleza, Cristo Jesús está explicando procesos pertenecientes al Espíritu. Habla en una parábola de la semilla que se siembra y sufre diferentes formas de destino. (San Marcos, IV, 1-9). El proceso del que habla pertenece a los reinos de la Naturaleza exterior, por lo que sólo puede describirse en forma de parábola. Pero cuando Cristo Jesús está aclarando a sus discípulos que Él es uno con el Padre de toda existencia, que tiene que vivir en la tierra y sufrir la muerte, que dentro de Él hay el poder de Cristo, un impulso de Cristo que debe pasar a través de la muerte como una fuerza por la cual el coraje y el consuelo pueden ser dados a todos los hombres a través de todos los tiempos venideros, -entonces Él está hablando de la realidad, Él está hablando del Espíritu.

El conocimiento, por tanto, sólo puede ser auténtico cuando el hombre ha logrado penetrar tras los misteriosos secretos del mundo, de modo que aprende a reconocer los símbolos que indican procesos espirituales. Y, en verdad, el alma se enriquecerá enormemente cuando el hombre sea capaz de ser consciente de su relación con el mundo exterior.

Veamos un ejemplo concreto. - Dormirse y despertarse es una experiencia rítmica que siempre se repite. El hombre debe experimentar en secuencia rítmica el destello de la conciencia diurna normal y su posterior oscurecimiento en el estado de sueño. Si ahora preguntamos qué puede compararse en la Naturaleza exterior con esta alternancia rítmica de sueño y vigilia en el hombre, muchos pensarán en la alternancia rítmica en el crecimiento y marchitamiento de las plantas en primavera y otoño. El hombre ve aparecer el follaje verde, la floración, la maduración de los frutos, la formación de la semilla; luego, durante el invierno, todo esto parece borrarse para reaparecer en la primavera. Podría resultar natural para él comparar los procesos de su propia vigilia y sueño con el brote de las plantas en primavera y su marchitamiento en otoño. Pero eso sería una falacia, una mera comparación externa.

¿Qué es lo que realmente experimentamos cuando nos vamos a dormir por la noche? Nuestro cuerpo astral y nuestro Yo surgen del cuerpo etérico y del cuerpo físico. Si ahora miramos espiritualmente hacia atrás, al cuerpo físico y al cuerpo etérico, percibiremos que su actividad nocturna y diurna es enteramente diferente. Durante el día, a través de nuestra conciencia normal, desgastamos nuestros cuerpos físico y etérico mediante actos de voluntad, mediante el sentimiento y mediante el pensamiento; la fatiga es la prueba de que hemos desgastado nuestros cuerpos físico y etérico. De hecho, nuestra vida diaria es un proceso de ruina y desgaste de nuestros cuerpos físico y etérico, y su mayor desgaste se produce por la noche. Con la mirada clarividente percibiremos que durante el sueño el cuerpo físico y el cuerpo etérico comienzan a manifestar una actividad vegetal. El desgastado sistema nervioso y el cuerpo etérico comienzan como a rebrotar y florecer en el momento de dormirse, y dentro del ser humano ocurre algo que puede compararse con lo que sucede en primavera, cuando todo brota y retoña. El momento de ir a dormir debe compararse con la primavera y cuanto más profundo es nuestro sueño, más pasan nuestros cuerpos físico y etérico a una condición de vida que brota y florece. Es entonces primavera y verano dentro de nosotros, y a medida que se acerca el momento de despertar es otoño; la conciencia se ilumina, clara conciencia diurna. La condición estival llega a su fin y, en el transcurso del día, se produce en nuestros cuerpos físico y etérico una desolación semejante a la de la Naturaleza durante el invierno, cuando la actividad de la Tierra se ha extinguido.

Así pues, el sueño debe compararse con la estación de la primavera y la vigilia con la del otoño. Los espíritus de la Tierra en las plantas se liberan en primavera del elemento físico del mundo vegetal y los seres espirituales relacionados con las plantas se hunden en una especie de estado de sueño durante el verano y están despiertos durante el invierno; donde hay invierno en la Tierra, allí estos espíritus impregnan el cuerpo planetario. Es cierto que, en relación con la Tierra, podría decirse que no es posible hablar de sueño y vigilia, porque las condiciones son diferentes en cada hemisferio. Pero el movimiento rítmico es tal que cuando los espíritus de la Tierra parten del norte van hacia el sur; impregnan el planeta en alternancia rítmica. Aquí es posible una cierta comparación con lo que ocurre en el interior del ser humano. El hombre olvida tan fácilmente que es un hombre completo. Supone que los pensamientos y la conciencia sólo residen en la cabeza, y cuando el cuerpo astral y el yo están fuera, cree que no hay nada dentro de él que piense. En realidad, la mitad inferior de su cuerpo es tanto más activa, sólo que él no sabe nada de ella. Lo esencial es darse cuenta de que en realidad podemos hablar de que los espíritus de la Tierra empiezan a dormir en primavera, que se retiran del cuerpo de la Tierra donde es primavera y verano... Del mismo modo, la vida vegetativa se desarrolla en el ser humano mientras duerme. Y en el invierno, cuando los espíritus de la Tierra vuelven a afluir, las semillas permanecen ocultas y los espíritus de la Tierra despiertan; entonces se unen a la Tierra. Así podemos decir: Cuando estamos sobre la Tierra en verano tenemos a nuestro alrededor la Naturaleza física; todo brota y florece y los espíritus elementales inferiores están activos sobre la Tierra. La vida divina, la conciencia divina, penetran en la Tierra en invierno, no en verano.

La verdadera ciencia espiritual nos ayuda a reconocer esto porque es capaz de penetrar en estas cosas con una conciencia clara y clarividente. El hombre puede decir, si tan sólo es capaz de sentirlo: las fuerzas de la primavera -y del verano- que hacen brotar y florecer la Naturaleza exterior convocan a los seres elementales inferiores fuera de la Tierra, mientras que los Espíritus más elevados que están conectados con la Tierra se han retirado de ella. Y en pleno verano, los espíritus elementales inferiores, impulsados por el poder del Sol, celebran una especie de éxtasis de sus fuerzas inferiores.

Luego llega el invierno; el calor y la luz del Sol disminuyen, y con la llegada del invierno las fuerzas divinas más elevadas se unen a la parte de la Tierra en la que vivimos. En invierno la Tierra se siente como envuelta en los Seres con los que estamos conectados en lo más profundo de nuestra naturaleza. Podemos entonces sentir una reverencia que toma la forma de una plegaria a esos Seres sublimes, a las Potencias divinas que se aliaron al hombre desde el comienzo primigenio.

Es misión de la Ciencia Espiritual o Antroposofía enseñarnos a conocer y comprender lo que vive en nuestro entorno. Y esto lo hará, con toda claridad. Sabemos que los hombres poseyeron una vez este conocimiento, aunque en forma de conciencia onírica y clarividente; lo que readquirimos hoy fue una vez sabiduría primordial revelada a la humanidad a través de la clarividencia onírica.

¿Existen también pruebas externas de lo que se ha dicho hoy? Sí, las hay. En épocas pasadas, los hombres sabían muy bien que en la estación estival los espíritus elementales inferiores se elevan y alcanzan un estado de éxtasis en pleno verano, que la actividad de la vida física exterior está entonces en su punto más alto. De ahí que se eligiera la mitad del verano como el momento adecuado para los festivales que pretendían ser indicios de la conexión física del hombre con la Naturaleza. Con su antigua clarividencia, los hombres sabían que la mayor intensidad de la vida física, el éxtasis de la vida física, se alcanza cuando el ser humano se entrega en pleno verano al esplendor y la gloria de la Naturaleza física exterior. Y también se sabía que la llegada del invierno significa un despertar de las fuerzas divinas, una unión de las fuerzas divinas con el cuerpo de la Tierra. Por esta razón la conciencia antigua situaba en pleno invierno la fiesta que debía significar el sentimiento de unión del hombre con lo que está íntimamente relacionado con las fuerzas más divinas de su propia alma; era la fiesta del Ser divino que un día se convertiría en el Espíritu de la Tierra. Esta fiesta no podía tener lugar en verano; se celebraba en diciembre como la fiesta de Navidad, la fiesta del Espíritu. La fiesta de la Naturaleza física, la fiesta de San Juan, se celebraba en verano; la Navidad, la fiesta de los Espíritus superiores, pertenece a la estación del invierno.

Cuando nos damos cuenta de los mensajes íntimos que las fiestas tienen para nosotros, nos sentimos unidos a toda la evolución espiritual de la humanidad. Lo que los hombres han establecido de esta manera revela el conocimiento que han poseído y los frutos de este conocimiento. La luz física externa del Sol, las fuerzas físicas de los Cielos, descienden a la Tierra en primavera. Este descenso de la luz física y esta retirada del Espíritu al mundo celestial, del mismo modo que el Espíritu se retira del hombre durante la noche, se expresa maravillosamente en la fiesta de Pascua, determinada cada año por las constelaciones. Del mismo modo que en primavera las fuerzas del Cielo y de la Tierra se unen visiblemente, la fiesta de Pascua se fijaba según las posiciones visibles de los cuerpos celestes, según el conocimiento de las estrellas.

La introducción sugerida de una Pascua fija porque las consideraciones materiales parecen requerirlo, es absolutamente característica de nuestra época. Equivale a quitar a la fiesta de Pascua la característica misma que le da sentido, y ello en aras de intereses materiales, industriales y comerciales. Una Pascua movible puede ser inconveniente para cuadrar las cuentas y ser problemática para ciertos arreglos comerciales, pero el hecho mismo de que la fecha de la fiesta de Pascua esté determinada por la constelación en los cielos es una expresión del sentimiento que tiene el hombre de la interacción de lo terrenal y lo celestial en la primavera.

Y así como estas fuerzas actúan en el hombre cuando se va a dormir, en otoño, y cuando se despierta del sueño, un elemento espiritual está activo; pero cuando se va a dormir, y en primavera, lo físico y lo espiritual, lo celestial y lo terrenal, trabajan juntos. Al fijar las festividades del año, naturalmente había que dar a esto también una expresión física. En esto reside una profunda sabiduría. Es probable que los intereses comerciales y materialistas de nuestro tiempo se impongan y la Pascua se convierta en una fiesta fija. Pero no sería bueno para el conocimiento que la humanidad debe preservar que los hombres olvidaran el significado esencial de tal fiesta. Por esta razón, corresponderá al Movimiento antroposófico celebrar siempre la Pascua como una fiesta móvil. Una fiesta de Pascua determinada por principios materialistas existiría entonces al lado de la fiesta de Pascua fijada según principios espirituales; y celebraremos esta fiesta verdaderamente cuando hayamos aprendido a considerar el mundo exterior mismo como un símbolo.

La llegada de la primavera es el símbolo de un acontecimiento del Espíritu: dormirse. En otoño, la Naturaleza se marchita y el Espíritu despierta. El marchitamiento no es una realidad, sino un símbolo de que las fuerzas divinas aliadas de la Tierra se despiertan. Y con su sabiduría los hombres de la antigüedad situaron en la estación invernal las festividades que indican la conexión con los mundos espirituales. La sabiduría infinitamente profunda se manifiesta aquí en todas partes, sabiduría a través de la cual el hombre toma conciencia de que vive en el flujo del Tiempo, junto con los Seres espirituales a los que pertenece. Y así el hombre aprenderá gradualmente a saber que pertenece al Espíritu, del cual la Naturaleza exterior no es más que un símbolo; cada vez más anhelará experimentar su relación con el Espíritu, no con su símbolo exterior.

Sabemos que la gran catástrofe atlante fue seguida por el período de la antigua cultura sagrada india; luego vinieron las antiguas épocas de cultura persa y egipcio-caldea-babilónica, después la cuarta, la época grecolatina, y nosotros mismos estamos viviendo en la quinta época postatlante. Pero también se ha llamado la atención sobre otro ritmo. La época grecolatina se mantiene, por así decirlo, por sí misma; la quinta época es una especie de repetición de la tercera, la época egipcio-caldea-babilónica; la sexta época será una repetición de la persa, y la séptima un renacimiento y renovación del contenido espiritual de la antigua cultura india. Las cualidades y los rasgos de la civilización egipcio-caldea vuelven, pues, a manifestarse en cierto modo en nuestro propio pensamiento, sentimiento e impulsos de la voluntad. Durante esa tercera época, los hombres estaban destinados a desarrollar e intensificar su conexión con el mundo de las estrellas. La astrología fue elaborada y cultivada en la tercera época. Los hombres tenían una visión clarividente directa de las misteriosas conexiones entre el mundo de las estrellas y el destino humano.

Ha habido hombres altamente espirituales que sintieron esto interiormente, como a través de un resurgimiento de encarnaciones en esa tercera época. Era como un recuerdo de lo que habían logrado en épocas del pasado lejano, cuando existía el conocimiento astrológico directo e intuitivo. Este fue el caso de Tycho de Brahe, la reencarnación de Juliano el Apóstata. [Véase también Historia Oculta, conferencia IV, y Apéndice; también Relaciones Kármicas: Estudios Esotéricos - Tomo IV, conferencia V y VII]. También Copérnico, como Kepler, era astrólogo y concedía gran valor a esas misteriosas conexiones a través de las cuales el destino humano puede hacerse inteligible.

Naturalmente, la mentalidad "ilustrada" de hoy en día considera esto como una superstición absoluta, y la actitud de un hombre moderno que se enorgullezca de poseerla será que Tycho de Brahe fue sin duda un gran astrónomo, ¡y en aquellos días era excusable que también hubiera sido astrólogo! Los hombres ilustrados de la época actual consideran oportuno "excusar" muchas cosas; por ejemplo, excusan a Tycho de Brahe por haber asombrado al mundo entero en aquella época al predecir la muerte del sultán Solimán. Lo consideran una debilidad comprensible del gran hombre que hizo el primer mapa de los cielos. De hecho, estas mentes ilustradas incluso encuentran una excusa para la circunstancia de que la muerte del sultán Solimán ocurriera en realidad pocos días después de la fecha predicha por Tycho de Brahe.

De este modo, vemos cómo la antigua sabiduría egipcio-caldea volvió a resplandecer en ciertos individuos. Está presente incluso ahora, sólo que debemos buscarla bajo una nueva forma, y entonces el estudio antroposófico de los símbolos y parábolas que se encuentran en el mundo exterior nos revelará muchos secretos. Percibimos, por ejemplo, que en todas las plantas, si se traza una línea de unión entre los puntos alrededor del tallo donde las hojas están unidas a él, obtenemos una espiral; es como si las hojas se abrieran camino alrededor del tallo en espiral; y en una planta donde el tallo no es rígido sigue ella misma esta ley, describiendo espirales como, por ejemplo, ocurre en la correhuela. Son fenómenos cotidianos, pero no se les presta atención. Algún día, sin embargo, se volverán a estudiar estas cosas y entonces se hará el sorprendente descubrimiento de que estos movimientos de las hojas dependen de fuerzas que no se encuentran en la Tierra, sino que actúan desde los planetas; y como los planetas describen ciertos movimientos en espiral en los cielos, sus fuerzas guían realmente a las hojas en espiral alrededor del tallo. El tallo crece verticalmente y la flor es la culminación. Las líneas espirales difieren en las diversas especies de plantas porque hay varios planetas y su efecto sobre las plantas es diferente en cada caso.

Llegará un momento en que se sabrá, por ejemplo, cómo se mueve Venus, y qué especie de planta corresponde a este movimiento. Tal planta se considerará entonces, con razón, como una imagen especular en miniatura del movimiento descrito por Venus. Otras plantas reflejan el movimiento descrito por Mercurio en la línea espiral que une los puntos en los que las hojas están unidas al tallo; otras reflejan el movimiento descrito por Júpiter, otras el descrito por Saturno. Los planetas imprimen sus guiones en las plantas de la Tierra, y la fuerza del Sol regula todo el proceso de tal manera que el efecto producido por los planetas culmina en la floración. Algún día los hombres estudiarán la conexión del crecimiento en espiral de las plantas con los movimientos de los planetas y entonces sentirán el parentesco de los reinos de la Tierra con los reinos del Cielo.

Todo en el mundo exterior es una parábola, un símbolo; las leyes del crecimiento de las plantas simbolizan los movimientos de los planetas, y éstos a su vez son símbolos de algo aún más sublime: los actos de los Seres espirituales en el Cosmos. Con el tiempo será posible descubrir cómo las entidades y seres físicos individuales están conectados con el Cosmos. Se empezará por estudiar la materia física, y lo que crece y prospera en la Tierra se relacionará con los actos de los Seres espirituales en el espacio cósmico. Los hombres adquirirán el conocimiento de cómo los minerales, las plantas y los animales, e incluso el destino humano, están conectados con los hechos en el Cosmos. Este conocimiento se obtendrá de nuevo durante nuestra época actual, pero durante mucho tiempo la ciencia externa se negará a adaptarse a tales formas de enfoque y los que se ocupan de la astrología seguirán aferrándose a las viejas tradiciones en lugar de ir a las fuentes reales. Eso es lo que debería ocurrir, pero sólo podrá ocurrir si los hombres se enfrentan al mundo con una actitud resultante de la etapa de desarrollo ocultista apropiada para la era moderna: considerar todo lo que hay en el mundo externo como signos y símbolos.

Signos que tenían significado para la antigua conciencia clarividente han sido transmitidos desde tiempos antiguos sin ser comprendidos. Por ejemplo, el signo de Aries estaba lleno de significado y contenido vivo para los hombres de antaño; el signo no se aplicaba a la constelación de Aries como tal, sino que indicaba que el Sol o la Luna se encontraban en una determinada relación con esta constelación, permitiendo que ciertas fuerzas actuaran de una manera definida.

Lo que hoy llamamos "espacio" no es más que fantasía, también es un "símbolo". No hay espacio como tal; las fuerzas espirituales actúan desde todas las direcciones. Es un concepto difícil de comprender, pero la realidad de ciertos hechos puede sentirse instintivamente. - En la mañana del 21 de marzo el Sol sale aproximadamente por delante de la constelación de Piscis, pero esto es simplemente la indicación de que determinadas fuerzas espirituales -o Seres, para ser más exactos- están ejerciendo una influencia definida sobre la Tierra en ese momento. Cuando sentimos cómo debe interpretarse este signo - el Sol en la constelación de Piscis - podemos traducirlo en términos de conocimiento imaginativo y hablar de su significado interno.

En el Calendario que acaba de aparecer se ha intentado indicar estas cosas. En este Calendario se encontrarán signos que difieren de los transmitidos por la tradición, porque estos últimos ya no son adecuados para la conciencia moderna. (Estas imágenes de las constelaciones zodiacales son representaciones de experiencias reales relacionadas con la vigilia y el sueño de determinados Seres espirituales. En estas imágenes tenemos una renovación de ciertos conocimientos que deben ser renovados en la actualidad, porque la tercera época cultural post-atlante debe, por así decirlo, resurgir en la quinta época.

Por supuesto, hay que empezar por un cálculo correcto del tiempo, y esto me lleva a una cuestión que los ajenos a nuestro Movimiento considerarán pura distorsión y locura. Se encontrará que el Calendario indica el año 1879 [es decir, 1879 años después del nacimiento de la conciencia del Yo en el momento del Misterio del Gólgota. En muchas otras conferencias el Dr. Steiner indica el año 1879 como el comienzo de la Era de Miguel]; esto se debe a que es importante para las personas de la época actual considerar el año del Acontecimiento del Gólgota como el más trascendental de todos, como el año que determina cómo ha de computarse el tiempo. Cuando un viernes de abril del año 33 d.C. tuvo lugar el Misterio del Gólgota, nació realmente la conciencia del Yo en el sentido actual. No importa en absoluto en qué parte de la Tierra viva un hombre, a qué nación, raza o religión pertenezca. Así como el día de la muerte de César es el mismo para un chino o un europeo, el hecho bien conocido en la vida oculta es que el Misterio del Gólgota tuvo lugar en el año 33 d.C. El nacimiento de la conciencia del Yo es un hecho de importancia internacional, que no tiene nada que ver con la nacionalidad.

Por lo tanto, ¡es sorprendente leer en publicaciones teosóficas extranjeras que aquí estamos promoviendo la teosofía en una forma modelada enteramente de acuerdo con la cultura alemana! No se debe dar ningún crédito a esta afirmación, ya que contradice la esencia misma de nuestro Movimiento. Uno se siente poco inclinado a entrar o discutir estas cosas y preferiría ignorarlas. Pero es un deber y una necesidad llamar la atención sobre ellas para que los amigos estén prevenidos cuando se hagan afirmaciones totalmente erróneas. Desgraciadamente, a veces se creen esas falsedades. Es todo menos agradable tener que hablar de estas cosas y se hace sólo porque es un deber salvaguardar a la humanidad contra la falacia. Si se insiste en que hay que conceder los mismos derechos a las opiniones, pero la interpretación de esto es distorsionar una opinión y relacionar con ella una región concreta de la tierra, es esencial advertirlo. Lo que realmente importa es que la verdad debe reinar entre nosotros como una ley sagrada.

Nuestro deseo era expresar en el Calendario el hecho objetivo del nacimiento del YO. Contamos a partir del Misterio del Gólgota, es decir, de Pascua a Pascua, y no de Año Nuevo a Año Nuevo. Esto ha sido la causa de más burlas y mofas, porque nos obliga a contar con años de duración desigual. Pero en lo desigual está la vida; en lo uniforme y fijo está la huella de la muerte, y nuestro Calendario pretende ser un impulso creador de vida.

Aún queda la pregunta: ¿Cómo puede ser todo esto una cuestión de experiencia real? La respuesta a esta pregunta se encuentra en el propio Calendario. En la segunda parte se encuentra el "Calendario del Alma", que yo mismo considero muy importante. Para cada semana consecutiva he tratado de elaborar versos para la meditación, cuyo efecto permitirá al alma descubrir gradualmente en sí misma y en sus propias experiencias la conexión con las grandes constelaciones cósmicas. Estas fórmulas para la meditación conducen en realidad al alma fuera de sus estrechos confines a la experiencia de los cielos. Puedo aseguraros que en estos 52 versículos están contenidos los resultados de largas, largas investigaciones ocultas, que permitirán al alma acceder a los acontecimientos del gran universo y experimentar así a los Espíritus que actúan en el fluir del Tiempo. Pero si reflexionas sobre los textos de los versos del Calendario, discernirás un elemento de Intemporalidad, en alternancia rítmica, un elemento que es experimentado interiormente por el ser humano, cuyas leyes corren paralelas a las del Tiempo en el mundo exterior. Las meras analogías no bastan aquí. -

Cada uno de vosotros podrá utilizar cada año este Calendario del Alma. En él encontraréis algo que podría describirse como el hallazgo del camino que conduce del alma humana al Espíritu vivo que teje a través del Universo.

Así he intentado justificar la obra que ha tomado la forma del Calendario. No debe considerarse como una inspiración repentina, sino como algo orgánicamente relacionado con todo nuestro Movimiento.

Traducido por J.Luelmo jul.2023