lunes, 10 de julio de 2023

GA143 Munich 16 de mayo de 1912 Sobre la síntesis de las cosmovisiones un cuádruple anuncio

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SOBRE LA SÍNTESIS DE LAS COSMOVISIONES UN CUÁDRUPLE ANUNCIO

RUDOLF STEINER

Munich 16 de mayo de 1912

La ciencia espiritual debe convertirse en un instrumento de comprensión mutua, a través del cual aprendamos a comprendernos, por así decirlo, en toda la humanidad, hasta el alma.  Y este aprender a comprendernos a nosotros mismos hasta el alma debe, por así decirlo, impregnarnos como actitud antroposófica, debe vivir en nosotros, pues de lo contrario ni siquiera las verdades ocultas que afluyen a la humanidad a través de la ciencia espiritual serán bien comprendidas por nosotros. En este sentido, la ciencia espiritual, -porque es, por así decirlo, la clave para comprender lo más íntimo-, puede traer la paz y la armonía a la Tierra. ¿Cómo puede hacerlo? 

Ilustremos esto con un ejemplo concreto.  Tomemos, por ejemplo, la relación de dos personas que tienen creencias religiosas diferentes a lo largo y ancho de la tierra, digamos el cristianismo y el budismo. Lo mismo que podemos decir con respecto a los cristianos y los budistas, que sólo nos dan ejemplos clásicos, podría decirse también, por supuesto, de las visiones del mundo de dos personas que viven una al lado de la otra aquí en Europa; porque lo que es verdad a gran escala también lo será a pequeña escala a través de la comprensión del espíritu. Si tomamos al cristiano y al budista tal como son en las confesiones ortodoxas tradicionales, ¿Cómo se sitúan el uno en relación al otro? Pues bien, el cristiano cree en realidad que el budista sólo puede salvarse si acepta el cristianismo en la forma en que lo ha hecho. Y así vemos las actividades misioneras de los cristianos entre los budistas; llevan allí su confesión especial. Y de manera bastante similar se comporta también el budista ortodoxo. Supongamos que ambos se convierten en antropósofos. ¿Cómo puede el cristiano, como cristiano antroposófico, comportarse con el budista? Ahora, digamos, oye lo que pertenece a las cosas más importantes del budismo y que, en el fondo, sólo entiende correctamente quien vive dentro del budismo mismo. Hoy en día se oye hablar de lo que se llama el contenido de los diversos credos religiosos de dos maneras: de las personas que hacen estudios religiosos comparativos y de las que aprenden sobre el contenido de los diversos credos religiosos de una manera científico-espiritual.  Si consideramos a los que practican estudios religiosos comparativos, debemos decir que son personas extraordinariamente laboriosas y activas que se esfuerzan por cultivar la comparación erudita de las diversas confesiones religiosas. 

Pero cuando comparan estos credos religiosos, aparece algo muy especial; entonces lo que buscan, aunque no lo admitan, es en realidad sólo la falsedad de los diversos credos religiosos. La gente busca lo que no es verdad, lo que acaba de ser aceptado en tiempos infantiles por los diversos credos religiosos; es decir, buscan la falsedad. El que, como científico espiritual, se ocupa de ello, busca el núcleo principal en los credos religiosos individuales, busca lo que está contenido en un solo matiz, pero aún como matiz de percepción, en tal o cual credo religioso. Así que busca lo que es verdadero en las confesiones religiosas individuales, no lo que es falso. 

En este sentido, las cosas pueden resultar un tanto raras. ¿No es así?. Ningún hombre que conozca los hechos tendrá otra cosa que el mayor de los respetos por Max Müller, el que quizá sea el mayor estudioso comparativo de las religiones o el mayor conocedor de los estudios religiosos. Él tampoco aportó mucho más de lo que podría llamarse: la falsedad de las confesiones orientales. Pero lo creyó, él dio todo con eso. Y entonces Blavatsky apareció y habló de manera muy diferente. Habló de tal manera que la gente vio en ella que conocía el núcleo principal de las Confesiones Orientales. 

¿Qué decía Max Müller? Su juicio es un tanto grotesco y demuestra que un erudito no necesita estar firmemente fundamentado en la lógica. Él decía que la gente sigue a Blavatsky, la cual sólo les da un relato completamente falso de las religiones orientales, en tanto que ella no tiene en cuenta el verdadero relato de las mismas, que él, Max Müller, por ejemplo, da. Y usaba la siguiente comparación: "Sí, cuando la gente va por la calle y ve a un cerdo de verdad gruñendo, no se sorprende especialmente, pero cuando ve a un hombre gruñendo como un cerdo, causa conmoción". - Quería comparar lo que dan de sí los sistemas religiosos orientales de forma natural, es decir, su tipo de comparación religiosa, con el cerdo que gruñe de forma natural, -¡no soy yo quien hace la comparación!-, y quería comparar lo que H. P. Blavatsky ha dado con un ser humano que gruñe de esta manera. Bueno, no quiero hablar del gusto de la comparación, porque no me parece muy lógica: me sorprendería un poco encontrarme con una persona que pudiera gruñir engañosamente. Pero no utilizaría, de verdad que no, la otra comparación de la religión comparada con el animal en cuestión, y es extraño que el propio Max Müller la utilizara.  

La ciencia espiritual nos familiariza con el núcleo de la verdad en las diversas religiones. Tomemos un punto crucial en el budismo: el budista, habiendo comprendido el núcleo básico de su confesión, sabe que existen bodhisattvas, y sabe que estos bodhisattvas, una vez que comienzan como individualidad, experimentan una evolución más rápida que los demás individuos humanos y luego ascienden a buda. Buda es un nombre general para todos aquellos que ascienden de Bodhisattva a Buda en una encarnación humana, carnal. Y uno de los que se distingue particularmente con el nombre de Buda es precisamente el hijo de Shuddhodana: Gautama Buda. Y de él hay que reconocer, como de todo Buda, que cuando alcance la dignidad de Buda en el vigésimo noveno año de su vida, aquella encarnación en la que esto ocurra será la última encarnación, que no necesitará luego descender de nuevo a una encarnación carnal terrenal. El budista lo considera una verdad. El investigador religioso comparativo lo consideraría un juego de niños. Pero el antropósofo, que conoce los secretos de las religiones en todos los campos, no se acerca al Buda de este modo, sino que sabe que tal cosa es una verdad. Y del mismo modo que sólo algún budista devoto, el antropósofo se enfrenta al budismo y dice: Sí, sé que existe tal cosa como los Bodhisattvas que ascienden hasta el Buda, que no necesita encarnarse de nuevo. Esa es una de las afirmaciones de vuestra comunidad religiosa, lo reconozco, igual que vosotros, y habiéndolo reconocido, puedo admirar a vuestro Buda con veneración, igual que vosotros. - Es decir, el cristiano antroposófico empieza a comprender plenamente lo que dice el budista, y tiene con él los mismos sentimientos y emociones, los comparte con él, y se entienden de una parte a otra al principio.

Tomemos el otro caso, que el budista ahora también se ha convertido en antroposófico y aprende a reconocer lo que el cristiano, que se ha elevado por encima de los estrechos confines del punto de vista ortodoxo confesional, sabe sobre el cristianismo. Supongamos que este budista antroposófico escucha lo que tal cristiano sabe decir sobre el propio Impulso Crístico. Se entera de que en el cristianismo, en el esoterismo cristiano, se reconoce que en un momento dado de la evolución del hombre sobre la tierra, se le acercó lo que se llama Lucifer; Entonces escucha que a través de esto este ser humano descendió más bajo de lo que hubiera sido el caso si no hubiera habido influencia luciférica; y entonces escucha que en realidad es algo a lo que miramos como a un asunto de los dioses cuando consideramos la rebelión, la indignación de Lucifer frente al avance de los poderes de los dioses. Así que estamos viendo un asunto de los dioses. Y entonces escuchamos del cristiano que realmente entiende su cristianismo que la compensación por este asunto de los dioses, que tuvo lugar entre los dioses que avanzaban y Lucifer, tuvo que convertirse en lo que llamamos el Misterio del Gólgota.  ¿Y por qué?   

Pues bien, en su forma actual la muerte y todo lo relacionado con la muerte ha llegado realmente a través de la influencia luciférica. Pero la muerte es algo que sólo puede encontrarse en el mundo físico. La muerte no existe en un mundo suprasensible, en la medida en que los mundos suprasensibles son accesibles al hombre con su conciencia clarividente. Ni siquiera las almas grupales de los animales mueren; sólo se transforman. Existe la metamorfosis, pero no lo que se llama muerte. La desintegración, el desmoronamiento de una parte de cierta entidad, la muerte, sólo existe en el mundo físico.

Ahora bien, como compensación -esto sólo puede insinuarse-, el sufrimiento de la muerte tuvo que ser elegido por los seres sobrenaturales para tener una causa común con los hombres, algo que pudiera ser una compensación a la rebelión luciférica. Para vencer a Lucifer, lo divino tuvo que pasar por la muerte; para ello tuvo que descender a la tierra. 

Por lo tanto, lo que sucedió a través del Misterio del Gólgota, es un asunto de dioses, mediante el cual se ha compensado el asunto de Lucifer. Es el único asunto de dioses que ha tenido lugar ante los ojos de los hombres. Este impulso único, que no debe imaginarse de otro modo que el paso de lo Divino a través de la muerte en el plano físico y la irradiación del Impulso Crístico en la atmósfera espiritual de la Tierra a partir de entonces.

Quien conoce el cristianismo considera que ésta es su esencia original. En esto el cristianismo se diferencia de todas las demás religiones en un sentido más profundo, en que las demás religiones ven lo principal en su origen en algún fundador de la religión, en una personalidad; pero que el cristianismo no ve lo esencial en la persona de Jesús de Nazaret, sino que ve en este fundador personal sólo al portador del impulso Crístico, que el cristianismo ve lo esencial en un hecho. Esto debe captarse con toda la intensidad posible: en un hecho que una vez tuvo que tener lugar como tal en el desarrollo de la tierra: en el paso de lo divino a través de la muerte. Este es el matiz especial de la verdad en el cristianismo: que en el punto de partida no se sitúa una individualidad, sino un hecho, un acontecimiento, una experiencia.  Por lo tanto, no importa en absoluto si se nos dice: "Sí, mira, Jesús de Nazaret tiene todo tipo de pasiones, todo tipo de características, que un hombre, digamos, que es de alguna manera avanzado de acuerdo con los puntos de vista orientales, ya no se le permite tener. Esa no es la cuestión. Quien se deja distraer por eso no entiende nada del cristianismo, porque el cristianismo no tiene que ver con Jesús de Nazaret, sino con el acontecimiento del Gólgota, con ese hecho. ¡Que otros fundadores de religiones tengan cualidades personales más agradables para otros pueblos que las de Jesús de Nazaret! Pero los que, como budistas, se hacen antroposóficos, se dan cuenta de que en el cristianismo lo que cuenta es el acontecimiento del Gólgota, y devolverán al cristiano lo que él les ha dado. Dirán: Así como tú mismo admites que hay Bodhisattvas que se desarrollan como individualidades, ascienden al Buda y luego no necesitan encarnarse de nuevo, así nosotros admitimos que una vez en el desarrollo del hombre ha tenido lugar tal tránsito de lo Divino a través de la muerte. Vosotros nos admitís el matiz de verdad de nuestra religión, y nosotros a vosotros el matiz de verdad de vuestra religión. - Así ambos se entienden. No se entenderían, por ejemplo, y se crearía discordia si vinieran cristianos que se creyeran antroposóficos y dijeran: No os creo, que un Buda ya no pueda aparecer en cuerpo de carne, pero supongo que dentro de cierto tiempo el Buda volverá a aparecer en cuerpo de carne. - Eso sería una imposibilidad para quien reconoce el budismo en su esencia. Sería imposible esperar que el budista creyera que su Buda podría aparecer de nuevo en la carne. El budista diría: Usted no entiende el budismo. - Y es muy natural, y no debería discutirse en absoluto, que así como el que sostiene que un Buda volvería a aparecer en la carne no conoce el budismo, el que sostiene que un Cristo podría volver a aparecer en la carne no habla del cristianismo, que por lo tanto no se da cuenta de que se trata aquí de una vida única de una entidad divina en la tierra, precisamente con el fin de pasar por la muerte en el plano físico, y no de otra cosa. Se trata, pues, de una cuestión de comprensión mutua en toda la tierra, de comprenderse realmente y de hacer así las paces.  

Se causaría discordia si se afirmara a los budistas que el Buda volvería a aparecer en la carne; y se causaría discordia si se afirmara que el Cristo podría volver a venir en la carne. Tales cosas tendrían que resarcirse profundamente, pues son imposibilidades comparadas con lo que realmente vive la evolución de la humanidad.

Sería grotesco que alguien afirmara que el Cristo debe venir de nuevo y que los hombres deben ahora comprenderle mejor que entonces y deben ahora prepararse mejor para Él y no matarle: ¡quien así lo hiciera no sabría que lo que importa es precisamente el hecho de matarle y que sin ello no existiría cristianismo alguno! La buena voluntad de comprender conduce realmente a la comprensión mutua, y vemos cómo la ciencia espiritual puede ser un instrumento para buscar el núcleo principal en las confesiones religiosas individuales de todas partes. Si se quiere, se encuentra. Por lo tanto, es el mensaje de paz sobre el mundo.  La ciencia espiritual tendrá que crear un alma cultural sobre toda la tierra, además del cuerpo cultural material, que hoy existe en las relaciones industriales y comerciales sobre toda la tierra.  Precisamente reconociendo la diversidad que se ha dado a la humanidad en los diversos credos religiosos, y relacionando luego con ella lo que se nos aparece como el núcleo de la verdad justamente a través de la ciencia espiritual, justamente a través de esto alcanzamos una especie de síntesis, una unificación de las diversas visiones del mundo en nuestro tiempo. Esto debe recalcarse con respecto a un punto. 

La atención se centró en Elías, por ejemplo. Hay algo sorprendente en la investigación ocultista sobre él. Sólo tengo que decir que nos llama la atención su singularidad; por lo que es como un presagio de lo que debería haber sucedido a través del Impulso Crístico. Sigue concibiendo el asunto de tal manera que la esencia divina se expresa en el yo del pueblo; pero ya llama la atención sobre el hecho de que el medio más digno de reconocimiento reside en el propio yo. En este sentido, Elías debe entenderse como una especie de heraldo del cristianismo, y ninguno de los otros profetas me parece que sea un heraldo de tal manera como Elías. El trasfondo de Jehová sigue estando en sus palabras; pero ya encontramos en él al Jehová trasladado hasta el yo humano tanto como sólo es posible.  

Luego volvemos la mirada hacia otra figura, también como personalidad individual, Juan Bautista. Encontramos cómo él precede al Impulso Crístico, cómo Juan Bautista se presenta realmente como aquel que caracteriza con palabras el Impulso Crístico. Dice: ¡Cambia de opinión, no mires más a los tiempos de la antigua clarividencia, sino busca dentro de tu propio ser humano los reinos del cielo! - Lo que es el Impulso Crístico en realidad: Juan el Bautista lo caracteriza. Es un heraldo del cristianismo de una manera maravillosa. Lo que vive en el corazón de Juan el Bautista nos parece como una especie de educación ulterior, de educación espiritual interior ulterior, comparado con lo que vivía en Elías.

Después dirigimos nuestra mirada a Rafael y lo miramos como una figura aparentemente muy distinta a la de Juan el Bautista; pero al mirar a Rafael -sí, sólo tenemos que ahondar un poco en él tan humanamente-, encontramos en él a un heraldo del cristianismo.

Veamos lo siguiente. Veamos un pasaje de los Hechos de los Apóstoles, el pasaje donde dice: "Y Pablo llegó a Atenas, y los atenienses se reunieron a su alrededor; y Pablo se puso delante de ellos, y dijo: Vosotros, mujeres y hombres de Atenas, hasta ahora habéis adorado a vuestros dioses en toda clase de signos; pero la divinidad no reside en realidad en signos externos. Sin embargo, también tenéis un altar, en el que está escrito: ¡Al dios desconocido! Pero yo os digo que ese Dios desconocido es aquel que no puede ser indicado por signos externos en su verdadera forma, sino que subyace a todo lo que vive, a todo lo que existe. Es el que vivió en la tierra y resucitó de entre los muertos, el que mediante la resurrección conducirá al hombre mismo a la resurrección." Y los Hechos de los Apóstoles continúan contándonos -y vemos literalmente a Pablo de pie ante los atenienses- cómo algunos atenienses creyeron y otros no. . Entre los primeros estaba Dionisio el Areopagita. Veamos a continuación el cuadro colgado en la Camera della Signatura de Roma, pintado por Rafael y titulado "La Escuela de Atenas". Supongamos ahora -como era natural en aquella época- que Rafael tuvo ante sí el pasaje de los Hechos de los Apóstoles del que acabamos de hablar. Este pasaje cobró vida en él. Y ahora miramos a los diversos atenienses a los que les puso las caras, y salvo por el movimiento de la mano, vemos salir -destacando entre los atenienses- una figura que reconocemos si sólo consideramos al Pablo de los Hechos de los Apóstoles.  

Y así podríamos recorrer las cosas más diversas de Rafael. Sin embargo, si nos fijamos en sus diversas Madonnas, tenemos que preguntarnos: ¿No hay algo extraño en Rafael? Es genial cuando pinta las escenas que muestran el devenir, el crecimiento en el surgimiento del cristianismo, el pequeño Jesús como algo que contiene, como en germen, todo el cristianismo en devenir. Pero no encontramos ninguna traición de Judas pintada por Rafael, ni en realidad ninguna crucifixión, porque su crucifixión nos parece ensamblada, nada que ver con las otras obras de Rafael. Encontramos la Anunciación, la Ascensión, es decir, las cosas que son que apuntan a la mayoría de edad del cristianismo.

¿Y cómo hablaban estas cosas a la gente? Sí, hablaron de una manera muy peculiar. Sabéis que en Dresde se encuentra una de las obras más magníficas de Rafael: la Madonna Sixtina. La gente que piensa brevemente puede creer que se trata de una obra de arte que ha entrado en Alemania como un vencedor. A Goethe no le impresionó en absoluto, porque había oído lo que en general se pensaba de esta obra. De joven, Goethe aún no estaba tan seguro de su juicio como en su vejez y todavía se prestaba a lo que decía la gente. ¿Qué le dijeron los responsables del museo de Dresde? Pues que el niño era mezquino en toda su expresión, que la Madonna había sido pintada por un chapucero, que los pequeños angelitos del fondo habían sido pintados por algún esbirro. Esa era todavía la actitud hacia la Madonna Sixtina cuando Goethe llegó a Dresde de joven. Pero veamos cómo es ahora. Veamos en qué se convirtió realmente Rafael para la gente. Rafael trabajó en Roma en una época en la que los dogmas religiosos eran objeto de gran debate.  

La forma en que Rafael pinta los misterios cristianos es interconfesional. Si tomamos a los grandes pintores italianos posteriores, ahí vemos los misterios religiosos pintados de tal manera que reconocemos: éste es el cristianismo de la raza latina. Rafael pinta de tal manera que tenemos que ver con representaciones generales de misterios cristianos que están por encima de los pueblos.  Por eso vemos cómo en poco tiempo la Madonna Sixtina se instala en las almas incluso en las regiones protestantes. Y si la Antroposofía ha de trabajar por la comprensión de los misterios cristianos, encontrará su mejor entrada en aquellas almas en las que viven los sentimientos que han sido ganados por imágenes como la Madonna Sixtina, en aquellas almas que están preparadas de este modo. Y cuando hoy decimos que el Cristianismo está sólo en el comienzo de su desarrollo, que sólo recibirá su verdadera forma a través de la clave espiritual que la Antroposofía es capaz de dar, entonces sabemos que Rafael está frente a este Cristianismo como un heraldo. Y de nuevo volvemos la mirada a otra figura, utilizando sólo lo que es la manera occidental de ver las cosas: volvemos la mirada a la figura del poeta alemán Novalis.  Si nos fijamos en Novalis, encontraremos por todas partes aproximaciones a las más puras enseñanzas antroposóficas, hasta en los detalles; sólo hay que desentrañarlas, por así decirlo. Así vemos cómo Novalis está impregnado de un cristianismo antroposófico.  

Por lo que trajimos cuatro figuras como personalidades. Esa era la visión occidental. Ahora viene la profundización espiritual-científica. A través de esto, la gente ya aprenderá por qué, por ejemplo, Rafael siente esa atracción magnética de encarnarse en la tierra precisamente un Viernes Santo, para indicar exteriormente a través de su nacimiento en Viernes Santo que tiene algo que ver con el Misterio Pascual. Estas cosas sólo pueden insinuarse hoy; pasarán algunas décadas, entonces la gente se dará cuenta de las cosas que se afirman de este modo, igual que hoy se dan cuenta de los hechos científicos: a saber, que es la misma individualidad la que vivió en Elías, Juan el Bautista, Rafael y Novalis. Primero reconocerán las personalidades, luego la individualidad tal como pasó a través de ellos.  Y ahora comprendemos el cuádruple heraldo y el ascenso en este cuádruple heraldo. Ahora nos enfrentamos a ello de forma muy distinta a como lo hacíamos antes. Hoy ya sabemos que las estrofas de Roma ya no pueden verse en su forma original; están estropeadas, ya no son como las pintó la mano de Rafael, y sólo harán falta siglos para que estas cosas desaparezcan. Aunque las copias tendrán una vida más larga, lo que la individualidad ha creado se disolverá en sus átomos. Pero aunque las obras físicas de Rafael se pulvericen con el paso del tiempo, sabemos que la misma individualidad que produjo esas obras ya estaba de nuevo ahí, en Novalis, y de un modo diferente hizo surgir lo que había en él. 

Así vemos cómo hoy la individualidad se añade a lo que ha constituido la mirada occidental, la mirada limitada a las personalidades; como se une, por tanto, lo mejor que constituye la cosmovisión occidental con lo mejor que tiene la mirada oriental. Así avanza la evolución de los tiempos.  A medida que la humanidad avance de este modo y se dé cuenta de tales cosas, el mundo espiritual no permanecerá en silencio, sino que hablará a la humanidad incluso en los fenómenos más cotidianos. Y la gente no sólo tendrá que elevarse al mundo espiritual, por así decirlo, a través de una especie de conocimiento, sino que cada vez más este conocimiento se transformará en una especie de, podríamos decir, experiencia. Para ello, sin embargo, es necesario hoy un verdadero movimiento espiritual. Que tal movimiento es necesario se demuestra simplemente por el hecho de que incluso las cosas más simples ya no se juzgan de la manera correcta. 

Seleccionemos hoy un detalle. El hombre, si lleva una vida sana, pasa por la vigilia y el sueño en el transcurso de veinticuatro horas. Sabemos que cuando se duerme, los cuerpos físico y etérico permanecen en la cama y que el cuerpo astral y el yo salen. ¿Qué sucede entonces con lo que permanece en la cama? Cuando el clarividente mira desde su cuerpo astral lo que sucede en el cuerpo etérico y en el cuerpo físico, ve cómo comienza una vida más vegetativa, una vida que en realidad ha sido desgastada por la conciencia del día.

La fatiga se equilibra; es decir, ahora florece y brota en el cuerpo etérico y en el cuerpo físico, y el cuerpo astral y el yo se han retirado. Cuando por la mañana se sumergen de nuevo en el cuerpo físico y en el cuerpo etérico, entonces tienen que llevar éstos de nuevo a la fatiga; pastan, dejan marchitar lo que ha brotado durante la noche.  

Todo lo que hay en el microcosmos también está presente en el macrocosmos. Cuando vemos en primavera cómo la tierra deja brotar su verdor en las plantas, cómo brotan las flores y las hojas y cómo las plantas se preparan para dar fruto, ¿Qué tenemos ahí? El que compara externamente dirá que el despertar por la mañana puede compararse con el despertar de la naturaleza en primavera. Pero lo cierto es lo contrario. Debemos comparar el florecer en primavera con el dormirse. Debemos comparar el surgimiento y crecimiento de las plantas en primavera con lo que ocurre en el cuerpo etérico y físico del hombre cuando se duerme. Luego se vuelve cada vez más vivo a medida que se acerca el verano, como en el cuerpo físico y etérico del hombre en pleno tiempo de sueño. Y en otoño se vuelve como cuando el hombre por la mañana se sumerge en el cuerpo físico y etérico, en otoño, que lleva a marchitarse lo que ha brotado durante la primavera y el verano. Debemos unir correctamente lo que sucede fuera y dentro; no debemos buscar alegorías externas y comparar la primavera con el despertar, el otoño con el dormirse, sino al revés. Para que podamos decir: Lo que son los espíritus de la tierra se duermen en primavera y se despiertan como espíritus de la tierra en otoño e invierno. En invierno se conectan con la tierra como espíritus de la tierra, para ascender de nuevo en primavera y verano a las alturas del cielo, a las alturas astrales y al otro lado de la tierra. Cuando volvemos a tener primavera, vuelven a dormirse.  

Esto no se contradice por el hecho de que la tierra duerme en una mitad de su superficie y en la otra mitad. El que sigue los procesos clarividentemente ve cómo es en primavera igual que en el sueño humano, donde el espíritu individual se retira al mundo astral; ve que en primavera lo que llamamos los espíritus de la tierra se retiran al mundo astral, y viceversa.

Sí, la raza humana de hoy -con excepción de los que están sentados aquí- probablemente se reiría a carcajadas si uno hablara de esta manera de los espíritus de la tierra que se duermen y se despiertan. Eso es lo que la gente cree; hacen todo lo posible para demostrar que no tienen ni idea de los procesos reales del mundo. Pero no siempre fue así, en absoluto, ¡sino que una vez fue diferente! Había una antigua clarividencia humana que veía estos hechos correctamente. Se veía que los espíritus de la tierra se retiran en primavera para ascender, por así decirlo, a las alturas cósmicas. En otoño estos espíritus descienden de nuevo. Esto se veía en la antigüedad. Era natural señalar que en pleno verano hay algo así como una ausencia del espíritu terrestre real de la tierra. En su lugar se produce un estallido de los espíritus elementales, como en un paroxismo, y un repliegue de lo que es corporal terrenal sobre la tierra, que emerge así a través de lo sensual. Si se quisiera ilustrar esto, no se podría hacer mejor que trasladando la fiesta de San Juan a esta misma época para señalar cómo actúan los espíritus brotantes de la naturaleza y se retiran los espíritus actuales de la tierra, que son el yo y el cuerpo astral de la tierra.  

¿Pero cómo es cuando llega el invierno? La tierra se despierta, el cuerpo astral y el yo están conectados con la tierra. Es entonces cuando las fiestas que se relacionan principalmente con el aspecto espiritual del ser humano deben trasladarse. Es entonces cuando se traslada la festividad de Navidad. Y luego, cuando el espíritu de la tierra se aleja hacia las alturas -lo que se indica con la fiesta de Pascua-, este alejamiento de la tierra, este ir hacia el astral, estaba relacionado con la relación entre el sol y la luna.

Todas estas cosas en las que estamos mirando nos conectan de una manera maravillosa con la antigua clarividencia, nos muestran cómo tenemos que ver algo en lo que sobresale de los tiempos antiguos que tiene que ver con la antigua clarividencia en el hombre. Es muy natural que la cosmovisión materialista diga que sólo tiene que educar el cuerpo, que diga: Es inconveniente para nosotros, especialmente en lo que se refiere a las transacciones con cheques y cosas similares, tener la Pascua una vez temprano en el año y la otra tarde, y hay que remediarlo para que el comercio y la industria puedan salir lo más cómodamente posible. Así que, digamos, ¡la Pascua debería celebrarse siempre el primer domingo de abril! - Esto sólo es apropiado para los tiempos materialistas, que no tienen ninguna conexión con el mundo espiritual.  Así como es apropiado para el materialismo abrigar tales ideas, es igualmente cierto que un movimiento espiritual debe preservar la conexión con las antiguas determinaciones de la humanidad. Y, por lo tanto, no nos abstendremos en modo alguno -especialmente en lo que respecta a la actividad práctica- de hacer lo que es apropiado para una visión espiritual del mundo.  

Y esto debe expresarse en lo que tenéis ante vosotros en nuestro calendario, que por supuesto parece ridículo para el mundo exterior, al que sin embargo no queremos ocultárselo, aunque piensen que somos tontos por ello. Se expresa a través de este calendario que tenemos que aferrarnos a la conexión con los viejos tiempos. En la ilustración del calendario, que ha sido elaborada por un miembro al que adoramos y queremos mucho, tienes una renovación de lo que ya se ha vuelto seco y aburrido: de las imaginaciones relativas a las constelaciones del sol y la luna y los signos del zodíaco, renovadas para el alma de hoy, dadas de tal manera que cuando miras la sucesión de semanas y días tienes realmente algo de ello. Si haces la pregunta: ¿Cómo puede uno mismo llegar a tales cosas? -entonces echa un vistazo al "Calendario del Alma": Esas meditaciones son el resultado de muchos años de investigación y experiencia oculta. Si las haces efectivas en el alma, entonces verás que aquello que forma la conexión entre la efectividad de los mundos espirituales y la secuencia de los tiempos se establece en esta alma.  

Y eso que llamamos el Misterio del Gólgota, lo hemos hecho exteriormente, exotéricamente, de tal manera que no choca a primera vista. Hemos hecho un arco a su alrededor, en el que está escrito 1912/13, pero interiormente el calendario está calculado de tal manera que el comienzo se hace con el nacimiento de la conciencia del yo humano, es decir, con el Misterio del Gólgota.

Y además, el año se cuenta de un modo que será bastante inconveniente para la vida comercial, pero como es necesario para la vida espiritual: ¡de Pascua a Pascua! De modo que con él se da algo que ha salido de nuestro modo de pensar y que puede ser utilizado por todos, para que al usarlo pueda dar de nuevo un paso más hacia el camino de lo espiritual de lo que puede lograrse por otros medios.

Cada vez será más evidente cómo las cosas que emprendemos dentro de nuestro movimiento antroposófico se conciben en realidad a partir de un principio básico uniforme y de un impulso básico, y cómo lo individual no debe su existencia a un capricho, sino que está colocado de tal manera que realmente encaja en el conjunto de nuestra obra como un solo bloque de construcción.  Para ello, por supuesto, es necesario que cada vez más miembros individuales comprendan esta cooperación y que superemos los intereses particulares y los esfuerzos especiales y nos centremos más en lo que nos une. Ciertamente, es comprensible que haya muchas aspiraciones y deseos especiales entre los miembros individuales, que a algunos les gustaría traer esto y a otros aquello al movimiento antroposófico. Pero especialmente aquí, en este lugar, donde será necesaria una cooperación verdaderamente desinteresada si realmente queremos reunir lo proyectado, debe arraigar muy, muy profundamente en los corazones que sólo tendremos un efecto favorable si no hacemos valer nuestras aspiraciones especiales, sino aquello que se integra en el todo por lo que se lucha, como un bloque de construcción. De lo contrario, no puede convertirse en un todo. Esto es extraordinariamente importante y, en este sentido, creo que el nacimiento de lo que va a suceder es también la base para un estudio de cómo debe desarrollarse el movimiento antroposófico. 

Así es como he intentado explicarles hoy algunos de nuestros puntos de vista de orientación antroposófica, y de este modo hemos creado, por así decirlo, una especie de sustituto de lo que debería haber sucedido esta vez, pero que no ha podido tener lugar porque no se han obtenido todas las aprobaciones oficiales: a saber, la colocación de la primera piedra de nuestro edificio de San Juan. Pero esperamos poder hacerlo en un futuro no muy lejano. Porque tal vez pongamos la primera piedra para un renacimiento del movimiento antroposófico, tal como lo vemos dentro de Occidente. Y si logramos hacer lo correcto en este campo, entonces ya estaremos dando pruebas de que con todo nuestro fiel sentido de la verdad, en el que sólo queremos inspirarnos, sin ninguna inclinación al sensacionalismo, estamos haciendo nuestros aquellos esfuerzos ocultos que la humanidad actual necesita para su desarrollo ulterior.  

Traducido por J.Luelmo jul.2023