lunes, 3 de julio de 2023

GA143 Breslau 3 de febrero de 1912 La Antroposofía como contenido del sentimiento, la cognición y la vida

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LA ANTROPOSOFÍA COMO CONTENIDO DEL SENTIMIENTO, LA COGNICIÓN Y LA VIDA

RUDOLF STEINER

Breslau 3 de febrero de 1912

Ya que podemos encontrarnos tan pocas veces, quizás sea bueno tocar hoy algunas cuestiones, a través de las cuales la Antroposofía se relaciona directamente con la vida. A menudo se preguntará a los antropósofos: ¿Qué significa la Antroposofía para alguien que todavía no es capaz de ver en los mundos espirituales por medio de la conciencia clarividente? Pues el contenido de la ciencia espiritual se recibe, se deriva y se transmite en su mayor parte a través de la investigación de la conciencia clarividente. Hay que subrayar una y otra vez que todo, todos los hechos y relaciones, investigados e impartidos desde la conciencia clarividente, deben ser comprendidos por el entendimiento humano sano. Una vez que las cosas encontradas por la conciencia clarividente están ahí, pueden ser captadas y comprendidas por la lógica inherente a todo ser humano ordinario, si tan sólo su juicio es lo suficientemente imparcial.

Además, cabe preguntarse: ¿no hay hechos experimentados en la vida humana normal que dan apoyo directo a la afirmación de la investigación espiritual, de que nuestro mundo físico y todos sus fenómenos tienen subyacente un mundo espiritual? En efecto, hay muchos hechos de la vida ordinaria de los que podríamos decir que el hombre nunca los comprendería, aunque tenga que aceptar su existencia, sin que exista el reconocimiento de un mundo espiritual.

Para empezar, podemos fijarnos en dos hechos de la conciencia humana ordinaria que no pueden explicarse sin tener en cuenta la presencia de un mundo espiritual. El hombre los conoce como hechos cotidianos, pero no suele considerarlos en su justa medida; si lo hiciera, no habría necesidad de una concepción materialista del mundo. El primero de estos hechos puede considerarse en relación con acontecimientos muy familiares de la vida ordinaria.

Cuando un hombre se enfrenta a un hecho que no puede explicar con las concepciones que ha adquirido hasta ese momento, se asombra. Alguien, por ejemplo, que viera por primera vez un coche o un tren en movimiento (aunque tales cosas pronto no serán inusuales ni siquiera en el interior de África) se asombraría mucho, porque pensaría algo así: Según mi experiencia hasta ahora me parece imposible que una cosa pueda moverse rápidamente, sin tener algo enjaezado delante, que pueda tirar de ella. Pero veo que esto avanza rápidamente sin ser arrastrado. Eso es asombroso. Lo que un hombre todavía no conoce le causa asombro; algo que ya ha visto, ya no le asombra. Sólo las cosas que no pueden relacionarse con experiencias anteriores causan asombro; tengamos este hecho de la vida ordinaria claramente ante nosotros. Y podemos ponerlo ahora en relación con otro hecho, que es muy notable. Los seres humanos se enfrentan en la vida ordinaria con muchas cosas que nunca han visto antes y que, sin embargo, aceptan sin asombro. Hay muchos acontecimientos de este tipo. ¿Cuáles son?

Sería muy asombroso, por ejemplo, que alguien descubriera de manera ordinaria que, después de estar sentado tranquilamente en su silla, de repente empezara a volar por los aires a través de la chimenea. En efecto, sería asombroso; pero cuando esto sucede en un sueño lo haría sin asombrarse en absoluto. En sueños experimentamos cosas mucho más fantásticas que ésta, pero no nos asombramos aunque no podamos relacionarlas con los acontecimientos cotidianos. En la vida despierta nos asombramos incluso si alguien salta alto en el aire; pero en un sueño podemos volar sin asombrarnos en absoluto. Así pues, nos encontramos ante el hecho de que mientras en la vida de vigilia nos asombramos de cosas que no habíamos experimentado antes, en los sueños no nos asombramos en absoluto.

Como segundo hecho del que partiremos, tenemos la cuestión de la conciencia. Cuando un hombre hace algo, y con una naturaleza sensible incluso cuando piensa, algo se agita en él que llamamos conciencia. Esta conciencia es totalmente independiente de la significación externa de los acontecimientos. Por ejemplo, podríamos haber hecho algo muy ventajoso para nosotros y, sin embargo, este acto podría ser condenado por nuestra conciencia. Todo el mundo siente que cuando la conciencia entra en acción algo influye en el juicio de un acto que no tiene nada que ver con su utilidad. Es como una voz que dice dentro de nosotros: En verdad, deberías haber hecho esto, o no deberías haberlo hecho - este es el hecho de la conciencia, y sabemos cuán fuerte puede ser su poder de advertencia, y cómo puede perseguirnos a lo largo de la vida. Sabemos que no se puede negar la presencia de la conciencia.

Ahora podemos considerar de nuevo la vida de los sueños. Aquí podemos hacer las cosas más extrañas que nos causarían los más terribles remordimientos de conciencia si las hiciéramos en la vida de vigilia. Cualquiera puede confirmarlo por experiencia propia, que hace cosas en sueños sin que su conciencia se remueva en absoluto; mientras que si las hiciera despierto hablaría la voz de la conciencia.

Así pues, estos dos hechos, el asombro y la conciencia, están excluidos de manera notable de la vida de los sueños. De ordinario el hombre no se da cuenta de tales cosas; sin embargo, arrojan su luz sobre las profundidades de nuestra existencia.

Hay algo más que arroja luz sobre esto, relacionado menos con la conciencia que con el asombro. En la antigua Grecia se decía que toda filosofía comienza con el asombro, con el maravillarse. El sentimiento expresado en este dicho -el sentimiento de los propios griegos- no se puede encontrar en los períodos anteriores de la historia griega; sólo se encuentra a partir de cierto punto en el desarrollo de la filosofía. En épocas anteriores no existía este sentimiento. ¿Por qué a partir de cierto momento en la antigua Grecia se hizo esta observación sobre el asombro? Hemos visto que nos asombramos ante algo que no encaja con nuestra vida anterior; pero si sólo tenemos este tipo de asombro no es nada especialmente notable. Alguien que se asombra ante un coche o un tren simplemente no está acostumbrado a ver tales cosas. Es mucho más notable que un hombre pueda empezar a asombrarse de cosas acostumbradas. Por ejemplo, el hecho de que el sol salga cada mañana. Aquellas personas que están acostumbradas a este hecho con su conciencia ordinaria no se sorprenden por ello. Pero cuando hay asombro sobre las cosas cotidianas, que uno está acostumbrado a ver, surgen la filosofía y el conocimiento. Aquellos hombres que son capaces de asombrarse de cosas que el hombre ordinario simplemente acepta, son los más ricos en conocimiento. Sólo entonces un hombre se esfuerza por el conocimiento. Por esta razón, se decía en la antigua Grecia: Toda filosofía comienza en el asombro.

¿Qué ocurre con la conciencia? Una vez más es interesante que la palabra "conciencia" -y por lo tanto también el concepto, ya que sólo cuando tenemos una concepción de algo aparece la palabra- sólo se encuentra en la antigua Grecia a partir de cierta época. Es imposible encontrar en la literatura griega anterior, más o menos hasta la época de Esquilo, una palabra que pueda traducirse por "conciencia". Pero sí la encontramos en los escritores griegos posteriores, por ejemplo Eurípides. Así se puede señalar precisamente que la conciencia es algo, al igual que el asombro ante las cosas conocidas, conocido por el hombre sólo a partir de un determinado período de la antigua Grecia. Lo que surgió en esta época como actividad de la conciencia era algo muy distinto entre los griegos anteriores. No ocurría entonces que los remordimientos de conciencia aparecieran cuando un hombre había hecho algo malo. Los hombres tenían entonces una clarividencia original y elemental; si nos remontamos sólo un poco antes de la era cristiana, encontraríamos que todos los seres humanos seguían teniendo esta clarividencia original. Si un hombre hacía entonces algo malo, no era seguido por la agitación de la conciencia, sino que una forma demoníaca aparecía ante la antigua clarividencia, y el hombre era atormentado por ella. Tales formas se llamaban Erinys o Furias. Sólo cuando los hombres perdieron la capacidad de ver estas formas demoníacas, fueron capaces de sentir, cuando habían hecho algo malo, el poder de la conciencia como una experiencia interior.

¿Qué muestran estos hechos? ¿Qué ocurre realmente en el hecho cotidiano del asombro, cuando, por ejemplo, un miembro de una tribu de las profundidades de la amazonia, es trasladado repentinamente a Europa y ve aquí por primera vez los trenes y los coches? Se asombra porque su asombro presupone que algo nuevo entra en su vida, algo que antes veía de otra manera.

Si ahora un hombre desarrollado tiene una necesidad especial de encontrar explicaciones para muchas cosas, incluidas las cotidianas, porque es capaz de asombrarse de las cosas cotidianas, esto también presupone que antes había visto la cosa de otra manera. Nadie podría encontrar otra explicación a la salida del sol, distinta de la mera apariencia de su salida, si no la hubiera visto antes de otra manera. Pero se podría objetar que vemos la salida del sol de la misma manera desde nuestra más tierna infancia; ¿no sería absurdo asombrarse por ello? Esto no tiene otra explicación que el hecho de que, si después de todo nos asombramos de ello, debemos haberlo experimentado antes en otra condición, de un modo diferente a nuestra experiencia actual en esta vida. Pues si la ciencia espiritual dice que el hombre existe entre el nacimiento y una vida anterior en otra condición, en el hecho de asombrarnos por algo tan cotidiano como un amanecer, tenemos un indicio de esta condición anterior, en la que el hombre también percibía el amanecer, pero de otra manera, sin órganos corporales. Todo lo percibía entonces con ojos y oídos espirituales. En el momento en que los débiles sentimientos le llevan a decir: "Te enfrentas al sol naciente, al mar rugiente, a la planta que crece, ¡y te llenas de asombro!" - hay en este asombro el conocimiento de que todo esto ha sido percibido una vez de otra manera, no con los ojos corporales. Él ha mirado todo esto con sus ojos espirituales antes de entrar en el mundo físico. Siente vagamente: "Sin embargo, todo esto es diferente de la forma en que lo viste antes". Esto era, y sólo podía ser, antes del nacimiento. Estos hechos nos obligan a reconocer que el conocimiento no sería posible en absoluto si el hombre no entrara en esta vida a partir de una existencia suprasensible precedente. De otro modo no habría explicación para el asombro y el conocimiento que de él se deriva. Naturalmente, el hombre no recuerda en imágenes claras lo que experimentó de otra manera antes de nacer; pero aunque no sea en forma de pensamiento claro, está presente en el sentimiento. Sólo puede ser traído como un recuerdo claro a través de la iniciación.

Ahora podemos profundizar en el hecho de que no nos asombramos en sueños. Primero hay que responder a la pregunta de qué es realmente un sueño. Los sueños son una herencia antigua de encarnaciones anteriores. Los hombres pasaron en encarnaciones anteriores por otras condiciones de conciencia que eran similares a la clarividencia. En el curso ulterior de la evolución, el hombre perdió la capacidad de mirar con clarividencia en el mundo del alma y del espíritu. Era una clarividencia sombría; la evolución procedió gradualmente, desde la clarividencia anterior, sombría, hasta nuestra conciencia actual, clara y despierta, que podía desarrollarse en el mundo físico - para, cuando esté plenamente desarrollada, ascender de nuevo a los mundos del alma y del espíritu con las capacidades que el hombre ha adquirido con su yo en la conciencia despierta. Pero, ¿qué adquirieron entonces los hombres en la antigua clarividencia? Algo ha quedado; la vida de los sueños. Pero la vida de los sueños se distingue de la antigua clarividencia por el hecho de que es una experiencia del hombre actual, y el hombre actual ha desarrollado una conciencia que contiene el impulso de adquirir conocimiento. Los sueños, como remanente de una conciencia anterior, no contienen el impulso de adquirir conocimiento y por esta razón el hombre siente la distinción entre la conciencia despierta y la conciencia de los sueños.

El asombro, que no existía en la antigua clarividencia sombría, no puede entrar ni siquiera hoy en la conciencia de los sueños. El asombro y la maravilla no pueden entrar en la vida de los sueños. Los tenemos en la conciencia de vigilia, que se dirige al mundo exterior. En sus sueños, el hombre no está en el mundo externo; está situado en el mundo espiritual, y no experimenta las cosas físicas. Pero al enfrentarse al mundo físico, fue cuando el hombre aprendió el asombro. En sueños acepta todo como viene, como lo hacía en la antigua clarividencia. Podía hacerlo entonces porque los poderes espirituales venían y le mostraban el bien y el mal que había hecho; el hombre no necesitaba entonces asombrarse. Los sueños nos muestran así, por su propio carácter, que son heredados de los tiempos antiguos, cuando aún no existía el asombro por las cosas cotidianas, ni tampoco la conciencia.

¿Por qué era necesario que el hombre, habiendo sido una vez clarividente, no pudiera seguir siéndolo? ¿Por qué ha descendido? ¿Acaso los dioses lo hicieron descender innecesariamente? Realmente es así, el hombre nunca podría haber adquirido lo que hay en su capacidad de asombro y lo que hay en su conciencia, si no hubiera descendido. El hombre descendió para adquirir conocimiento y conciencia; sólo pudo hacerlo estando separado durante un tiempo de estos mundos espirituales. Y ha alcanzado el conocimiento y la conciencia aquí, para ascender de nuevo con ellos.

La ciencia espiritual nos muestra que el hombre pasa cada vez un período entre la muerte y un nuevo nacimiento en un mundo puramente espiritual. Para empezar, después de la muerte experimentamos el tiempo de Kamaloca, la condición en el mundo del alma donde los deseos se purifican, donde el hombre está sólo a medias en el mundo espiritual, por así decirlo, porque todavía mira hacia atrás a sus impulsos y apegos y, por tanto, todavía se siente atraído por lo que le ataba al mundo físico. Sólo cuando este período Kamaloca ha sido eliminado, experimenta la vida puramente espiritual en su plenitud, en el reino del espíritu.

Cuando un hombre entra en este mundo puramente espiritual, ¿cuál es su experiencia? ¿Cómo la experimenta cada ser humano? Una consideración, incluso por parte del entendimiento bastante ordinario, lleva a la conclusión de que nuestro entorno entre la muerte y un nuevo nacimiento debe parecer totalmente diferente del que tenemos en la vida física. Aquí vemos colores porque tenemos ojos; aquí oímos sonidos porque tenemos oídos. Pero cuando en la existencia espiritual después de la muerte no tenemos ojos ni oídos, no podemos percibir estos colores y sonidos. Incluso aquí vemos y oímos mal o nada, si no tenemos buenos ojos y oídos. Es evidente que tenemos que concebir el mundo espiritual como completamente diferente del mundo en el que vivimos aquí entre el nacimiento y la muerte. Con la ayuda de una comparación, podemos formarnos una idea de la forma en que este mundo debe cambiar cuando atravesamos la puerta de la muerte. Un hombre ve un cordero y un lobo. Por medio de los órganos de percepción de que dispone en la vida física, el hombre percibe al cordero y al lobo; los ve como cordero material, como lobo material. También reconoce a otros corderos y lobos, y los llama cordero y lobo. Tiene una imagen conceptual de un cordero y otra de un lobo. Ahora podría decirse, y de hecho se dice: la imagen conceptual del animal no es visible, vive dentro del animal; uno no ve realmente materialmente el ser esencial del cordero y del lobo. Uno se forma imágenes mentales del ser esencial del animal, pero este ser esencial es en sí mismo invisible.

Hay teóricos que sostienen que los conceptos de lobo y cordero que nos formamos sólo viven dentro de nosotros, y que no tienen nada que ver con el lobo y el cordero en sí. A un hombre que sostenga este punto de vista habría que pedirle que alimente a un lobo con corderos hasta que todas las partes materiales del cuerpo del lobo se hayan renovado, según la investigación científica - entonces el lobo estaría construido enteramente de materia procedente de corderos. ¡Y entonces este hombre debería ver si el lobo se ha convertido en cordero! Pero si a pesar de todo el resultado es que el lobo no se ha convertido en cordero, se habrá demostrado que "lobo", como hecho, es algo distinto del lobo material y que la existencia objetiva del lobo es algo más que una cosa material.

Esta realidad invisible, que en la vida ordinaria sólo se concibe como un concepto, se ve realmente después de la muerte. Uno no ve allí el color blanco del cordero, ni oye los sonidos que hace, sino que contempla el poder invisible que actúa en el cordero. Para el que vive en el mundo espiritual esto es igual de real, esto está realmente allí. Donde hay un cordero, hay también una realidad espiritual, que se hace visible para el hombre después de la muerte. Y lo mismo ocurre con todos los fenómenos del entorno físico. Uno ve el sol de manera diferente, la luna de manera diferente, todo de manera diferente; y algo de esto trae consigo, al entrar por el nacimiento en una nueva existencia. Y si a través de esto surge la sensación de que uno ha visto una vez algo muy diferente, entonces desciende con el asombro y la maravilla de uno el poder del conocimiento.

Es algo diferente, si uno observa una acción humana. Entonces se añade el elemento de la conciencia. Si queremos saber qué es esto, debemos dirigir nuestra atención a un hecho de la vida que puede ser confirmado sin el desarrollo de la clarividencia. Hay que observar atentamente el momento de quedarse dormido. Uno puede aprender a hacer esto sin ninguna clarividencia; esta experiencia está abierta a cualquiera. Justo antes de dormirse, las cosas pierden sus contornos nítidos, los colores se desvanecen, los sonidos no sólo se debilitan, sino que es como si se alejaran de nosotros en la distancia; sólo nos llegan desde lejos, se debilitan como si se alejaran. La forma en que todo el mundo visible se vuelve menos nítido es una transformación como la llegada de la niebla. Y los miembros se vuelven más pesados. Uno siente en ellos algo que no había sentido antes en la vida de vigilia; es como si adquirieran su propio peso, su propia pesadez. En la vida de vigilia, si uno lo considerara, sentiría realmente que una pierna, cuando uno está caminando, o una mano, que uno levanta, no tienen para nosotros ningún peso. Levantamos la mano, cargando un quintal, ¿por qué pesa el quintal? Levantamos la mano y se sostiene sola, ¿por qué no sentimos peso? La mano me pertenece, y por eso no siento su peso; el quintal está fuera de mí, y como no me pertenece, pesa. Imaginemos un ser de Marte que desciende a la Tierra, sin saber nada de las cosas terrenales; y lo primero que ve es un hombre que sostiene un peso en cada mano. Para empezar, tendría que suponer que ambos pesos pertenecen al hombre, como si formaran parte de sus manos, de todo su ser. Si después tuviera que aceptar la idea de que el hombre siente una diferencia entre el peso y su mano, le parecería asombroso. En realidad, sólo sentimos algo como un peso si está fuera de nosotros. De modo que si el hombre siente que sus miembros empiezan a hacerse pesados al dormirse, esto es señal de que el hombre sale de su cuerpo, de su ser físico.

Mucho depende ahora de una delicada observación, que puede hacerse en el momento en que los miembros se vuelven pesados. Aparece un sentimiento notable. Nos dice: "¡Has hecho esto, has dejado esto sin hacer! Como una conciencia viva, los hechos del día anterior se destacan. Y si hay algo que no podemos aprobar, nos revolvemos en la cama y no podemos conciliar el sueño. Si podemos estar contentos con nuestras acciones, llega un momento feliz, mientras nos dormimos, en el que el hombre se dice a sí mismo: "¡Podría ser siempre así! Luego viene una sacudida - es cuando el hombre deja su cuerpo físico y etéreo, y entonces el hombre está en el mundo espiritual.

Observemos el momento de este fenómeno, que es como una conciencia viva, más exactamente. Un hombre no tiene realmente ningún poder para hacer algo razonable, y da vueltas en su cama. Esta es una condición malsana que le impide conciliar el sueño. Ocurre en el momento en que estamos a punto de abandonar el plano físico durmiéndonos, para ascender a otro mundo; pero éste no está dispuesto a aceptar lo que llamamos nuestra "mala conciencia". Un hombre no puede dormirse porque es rechazado por el mundo en el que debería entrar durmiendo. Así, si decimos que escucharemos a nuestra conciencia sobre alguna acción, esto significa que tenemos un presentimiento de lo que el ser humano deberá ser en el futuro para entrar en el mundo espiritual.

Así, tenemos en el asombro una expresión de lo que hemos visto en un tiempo anterior, y la conciencia es una expresión de una visión futura en el mundo espiritual. La conciencia revela si estaremos horrorizados o felices, cuando podamos contemplar nuestras acciones en el reino del espíritu. La conciencia es un presentimiento que revela proféticamente cómo viviremos nuestros actos después de la muerte.

El asombro y el impulso hacia el conocimiento, por un lado, y la conciencia, por otro, son signos vivos del mundo espiritual. Estos fenómenos no pueden explicarse sin traer a colación los mundos espirituales. Un hombre estará más inclinado a convertirse en antropósofo si siente reverencia y asombro ante los hechos del mundo. Las almas más desarrolladas son las que pueden sentir cada vez más admiración. Cuanto menos se puede sentir el asombro, menos avanzada está el alma. Los seres humanos se maravillan mucho menos ante las cosas cotidianas de la vida que, por ejemplo, ante la majestuosidad del cielo estrellado. Pero el verdadero desarrollo superior del alma sólo comienza cuando uno puede sentir tanto asombro por la flor y el pétalo más pequeños, por el escarabajo o el gusano más discretos, como por los mayores acontecimientos cósmicos. Estas cosas son muy notables; un hombre generalmente se sentirá movido muy fácilmente a pedir la explicación de algo que lo golpea como sensacional. La gente que vive cerca de un volcán, por ejemplo, pedirá explicaciones sobre las erupciones volcánicas, porque la gente de esas regiones tiene que estar atenta a esas cosas y prestarles más atención que a los asuntos cotidianos. Incluso las personas que viven lejos de los volcanes piden una explicación de ellos, porque estos acontecimientos son sorprendentes y sensacionales para ellos también. Pero cuando un hombre entra en la vida con un alma tal, que se asombra de todo, porque siente algo de lo espiritual a través de todo lo que le rodea, entonces no se asombra mucho más de un volcán que de las pequeñas burbujas y cráteres que nota en una taza de leche o de café en la mesa del desayuno. Le interesan tanto las cosas pequeñas como las grandes.

Ser capaz de llevar el asombro a todas partes es un recuerdo de la visión anterior al nacimiento. Llevar la conciencia a todas partes en nuestros actos es tener el presentimiento vivo de que cada acto que realizamos se nos aparecerá en el futuro de otra forma. Los seres humanos que sienten esto están más predestinados que otros a encontrar su camino hacia la ciencia espiritual.

Vivimos en una época en la que se están revelando ciertas cosas que sólo pueden explicarse a través de la ciencia espiritual. Algunas cosas desafían cualquier otra explicación. La gente se comporta de manera muy diferente ante tales cosas. Tenemos ciertamente en nuestro tiempo muchos caracteres humanos para observar, y sin embargo dentro de la gran variedad de matices de carácter encontramos dos cualidades principales.

Podemos describir a un grupo como naturalezas meditativas, inclinadas a la contemplación, capaces en todas partes de sentir asombro, sintiendo en todas partes su conciencia agitada. Muchas penas, muchos pesados estados de ánimo melancólicos pueden acumularse en el alma si el anhelo de explicaciones permanece insatisfecho. Una conciencia delicada puede hacer la vida muy difícil. Hoy existe otro tipo de seres humanos. No desean tal explicación del mundo. Todas las cosas que se presentan como explicaciones derivadas de la investigación espiritual les parecen terriblemente aburridas, y prefieren vivir de forma activa y despreocupada, en lugar de pedir explicaciones. Si se les habla de explicaciones, bostezan de inmediato. Y, ciertamente, con personas de este tipo, la conciencia es menos activa que con los demás. ¿Cuál es el origen de tales polaridades en el carácter? La ciencia espiritual está preparada para examinar las razones de una cualidad del carácter, notable por su tendencia a la meditación, su sed de conocimiento - mientras que la otra está preparada para disfrutar de la vida simplemente sin buscar ninguna explicación.

Si se examina la brújula del alma humana por medio de la investigación espiritual - uno sólo puede indicar estas cosas, se necesitarían muchas horas para dar una descripción más completa - se puede encontrar que muchos de aquellos cuyas vidas tienen una cualidad meditativa, que necesitan buscar explicaciones para lo que les rodea, pueden ser seguidos hasta vidas anteriores en las que tuvieron un conocimiento inmediato en sus almas sobre el hecho de la reencarnación. Incluso hoy en día hay muchos seres humanos en la Tierra que lo saben, para quienes la repetición de vidas terrenales es un hecho absoluto. Basta pensar en los de Asia. Así, aquellos hombres que en la actualidad llevan una vida meditativa, están en el presente conectados con una encarnación anterior en la que sabían algo acerca de las vidas terrenales repetidas.

Pero las otras naturalezas, más insensibles, vienen de vidas anteriores en las que nada sabían sobre la reencarnación. No tienen el impulso de preocuparse mucho con lo que la conciencia dice sobre los hechos de sus vidas, o de preocuparse mucho en buscar explicaciones. Muchas personas de Occidente tienen esta cualidad; es, en efecto, la marca de la civilización occidental, que los hombres han olvidado, por así decirlo, sus vidas anteriores en la Tierra. De hecho, las han olvidado; pero la civilización se encuentra en un punto de inflexión en el que revivirá el recuerdo de las vidas anteriores en la Tierra. Los hombres que viven hoy se van a encontrar con un futuro que tendrá como característica la renovación de la conexión con el mundo espiritual.

Todavía son muy pocos los seres humanos que lo padecen; pero, sin duda, a lo largo del siglo XX se generalizará. Tomará esta forma: supongamos que un hombre ha hecho algo y después le remuerde la conciencia. Así es en la actualidad. Pero más tarde, cuando se haya restablecido la conexión con el mundo espiritual, el hombre se sentirá impulsado, después de haber hecho esto o aquello, a retractarse de su acción como si tuviera los ojos vendados. Y entonces surgirá algo parecido a la imagen de un sueño, pero totalmente vivo para él; un acontecimiento futuro que sucederá a causa de su acción. Y los hombres que experimenten tal imagen se dirán a sí mismos algo así: "Sí, soy yo quien está experimentando esto, pero lo que estoy viendo no es parte de mi pasado".

Para todos aquellos que no han oído nada de la ciencia espiritual, esto será algo terrible. Pero aquellos que se han preparado para lo que todos experimentarán se dirán a sí mismos: "Esto no forma parte de mi pasado, pero lo experimentaré en el futuro como el resultado kármico de lo que acabo de hacer".

Hoy estamos en la antesala de ese tiempo, cuando la compensación kármica aparecerá a los hombres en una imagen-sueño profética. Y cuando piensas en esta experiencia en el curso del tiempo desarrollándose más y más, puedes concebir al hombre del futuro que contemplará el juicio kármico sobre sus actos.

¿Cómo ocurre algo así, que los seres humanos lleguen a ser capaces de ver esta compensación kármica? Esto está relacionado con el hecho de que los seres humanos no tenían conciencia, sino que eran atormentados por las Furias tras sus malas acciones. Esta era una antigua clarividencia que ha desaparecido. Luego vino el período medio en el que ya no veían a las Furias, sino que lo que antes era provocado por las Furias surgía ahora interiormente como conciencia. Ahora se acerca gradualmente una época en la que volveremos a ver algo, y esto es la compensación kármica. Que el hombre haya desarrollado ahora la conciencia comienza a permitirle contemplar conscientemente el mundo espiritual.

Así como algunos seres humanos del presente se han convertido en naturalezas meditativas porque adquirieron poderes en encarnaciones anteriores que se revelan - como un recuerdo de estas vidas - en la capacidad de asombrarse, - de la misma manera los hombres de hoy llevarán poderes a su próxima encarnación si adquieren ahora el conocimiento de los mundos espirituales. Pero a los que hoy rechazan toda explicación de la ley de la reencarnación les irá mal en el mundo futuro. Esto será un hecho terrible para estas almas. Todavía vivimos en una época en la que los hombres pueden manejar sus vidas sin ninguna explicación de ellas que las relacione con los mundos espirituales. Pero este período, en el que esto ha sido permitido por los poderes cósmicos, está llegando a su fin. Aquellos hombres que no tienen ninguna conexión con el mundo espiritual despertarán en la próxima vida de tal manera que el mundo en el que nacen una vez más les resultará incomprensible. Y cuando dejen una vez más la existencia física que les ha sido incomprensible, tampoco tendrán comprensión después de la muerte para el mundo espiritual en el que están creciendo. Por supuesto, entrarán en el mundo espiritual, pero no lo comprenderán. Se encontrarán en un ambiente que no comprenden, que parece no pertenecerles, y les atormenta como lo hace una mala conciencia. Volviendo una vez más a una nueva encarnación, es igual de malo; tendrán toda clase de impulsos y pasiones y vivirán en ellos, porque no son capaces de desarrollar ningún asombro, como en las ilusiones y alucinaciones. Los materialistas del tiempo presente son los que van hacia un futuro en el que serán terriblemente atormentados por alucinaciones e ilusiones; porque lo que un hombre piensa en la vida presente, lo experimenta entonces como ilusión y alucinación.

Esto puede concebirse como una realidad absoluta. Podemos imaginarnos, por ejemplo, a dos hombres caminando juntos por la calle en este momento. Uno es materialista, el otro no lo es. Este último dice algo sobre el mundo espiritual; y el otro dice, o piensa: "¡Qué tontería! Todo eso es una ilusión". Efectivamente, para él es ilusión, pero para el otro, que ha hecho la observación sobre el mundo espiritual, no es ninguna ilusión. Las consecuencias para el materialista comenzarán a aparecer ya después de la muerte, y luego muy definitivamente en la próxima vida terrenal. Entonces sentirá los mundos espirituales como algo que le atormenta como una reprimenda viva. En el periodo de Kamaloca entre la muerte y el nuevo nacimiento no sentirá la distinción entre Kamaloca y el reino espiritual. Y cuando nazca de nuevo, y el mundo espiritual se le acerque de la manera que se ha descrito, entonces se le aparecerá como algo irreal, como una ilusión, como una alucinación.

La ciencia espiritual no es algo destinado simplemente a satisfacer nuestra curiosidad. No estamos aquí sentados simplemente porque seamos más curiosos que otras personas sobre el mundo espiritual, sino porque tenemos algún sentimiento por el hecho de que los seres humanos en el futuro no podrán vivir sin la ciencia espiritual. Todos los esfuerzos que no tengan en cuenta este hecho se volverán decadentes. Pero la vida está dispuesta de tal manera que aquellos que se resisten al conocimiento espiritual en la actualidad tendrán la oportunidad de acercarse a él en encarnaciones posteriores. Pero debe haber puestos de avanzada. Los seres humanos que a través de su karma tienen un anhelo por el conocimiento espiritual ya en el presente pueden convertirse en puestos de avanzada a través de esto. Tú tienes esta oportunidad porque debe haber puestos de avanzada, y tú puedes estar entre ellos. Otros seres humanos que todavía no pueden llegar al conocimiento espiritual según su karma, aunque no lo rechacen, encontrarán más tarde el anhelo de conocimiento espiritual surgiendo dentro de ellos, más del karma general de la humanidad.

Traducido por J.Luelmo jul.2023