sábado, 29 de julio de 2023

GA266b-21 Stuttgart 2 de enero de 1911 Efectos sobre el sistema nervioso, sobre las glándulas

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Rudolf Steiner 

LECCIONES ESOTÉRICAS

LECCIÓN 21 

Stuttgart 2 de enero de 1911 - 

Debemos tomarnos la vida esotérica en serio, por lo que una lección esotérica debe ser siempre algo sagrado para nosotros. Nunca debemos tomarlo como algo ordinario. Probablemente no todos éramos conscientes de la seriedad necesaria cuando pedimos ser admitidos en este círculo esotérico. Pero ahora deberíamos ponerlo cada vez más frente a nuestras almas y esforzarnos por lograr una conexión con los mundos espirituales para no volver a caer en la vida cotidiana.

Siempre debemos considerar los ejercicios que se nos dan como provenientes de los maestros. Un esotérico debe vigilarse a sí mismo y a sus sentimientos y centrarse especialmente en el autoconocimiento. La mayoría de las personas -y probablemente nos encontremos entre ellas- viven con grandes ilusiones sobre sí mismas. Debemos prestar especial atención al egoísmo. A menudo imaginamos que estamos haciendo algo desinteresadamente, o sentimos odio y envidia hacia alguien de quien aún no hemos tomado conciencia. Entonces, como esotéricos, pensamos que debemos decirle la "verdad", y que no tenemos que quitarle esto o aquello. Tan pronto como tales sentimientos surgen en nosotros, uno debe darse cuenta de que está viviendo bajo grandes engaños cuya causa más profunda es siempre el egoísmo. Tales sentimientos siempre se manifiestan junto con una sensación de calor que atraviesa el éter de calor del cuerpo etérico y actúa directamente en el cuerpo físico a través de la sangre. Tales sentimientos siempre tienen un efecto nocivo sobre los hombres y la evolución del mundo.

Las jerarquías que dirigen las conexiones kármicas trabajan de tal manera que designan a seres especiales que destruyen ciertos efectos edificantes en nosotros, y con ello tienen un efecto destructivo sobre el alma e indirectamente sobre el cuerpo. Estos son seres luciféricos que son designados para este tipo de trabajo.

Cuando tenemos un autoconocimiento correcto y vemos nuestra propia maldad, un sentimiento helado nos atraviesa en lugar del mencionado sentimiento de calidez que nos satisface. Todas las pasiones y deseos que se satisfacen en nosotros se expresan en la descrita sensación de calor, en contraste con la sensación de frialdad que aparece en el verdadero autoconocimiento.

Los seres luciféricos que así se acercan destructivamente a un alumno se revelan a un clarividente como ciertas huestes, cuyo jefe es Samael. Estos seres que no parecen humanos en absoluto son siempre perceptibles para un ojo espiritual. Si al despertar tenemos un sentimiento de repugnancia, como suele ocurrir en un alumno esotérico, tal sentimiento casi siempre puede atribuirse al egoísmo que a menudo yace sin ser reconocido en las profundidades subconscientes del alma.

También debemos dirigir nuestra atención a todo lo que está relacionado con la falsedad. Gracias a nuestra educación, no decimos grandes mentiras, pero siempre tenemos la inclinación a parecer mejores de lo que realmente somos. O si la verdad puede ponernos en peligro, preferimos callarnos y ocultar los hechos. Este tipo de cosas también tienen un efecto nocivo en los acontecimientos mundiales y, por tanto, en los propios hombres. Tales falsedades actúan sobre nuestro cuerpo astral y luego sobre nuestro éter lumínico. Desde allí, tales influencias dañinas actúan sobre el cuerpo físico, especialmente sobre el sistema nervioso. Los seres luciféricos que están relacionados con esto y cuyo líder es Azazel se parecen en parte a los hombres, en su mayor parte a una cabeza con alas de cuervo.

El que tiende a faltar a la verdad suele sentir una sensación de asfixia y picor en la garganta, y a menudo se siente como si le pellizcaran con tenazas y le atormentaran con mil brazos. El que se observa a sí mismo con exactitud se dará cuenta entonces de hasta qué punto sigue enredado en mentiras y disimulos.

Entonces también deberíamos darnos cuenta de cierta indiferencia y torpeza con respecto a los mundos espirituales y sus influencias. Muchos alumnos escuchan una conferencia esotérica, pero lo que se da no encuentra eco en ellos. No pueden elevarse espiritualmente por encima de la vida cotidiana ni ocuparse con pensamientos espirituales. Otros sólo quieren ver algo en los mundos espirituales por curiosidad, y meditan a ciegas, con este fin, sin querer dedicarse al estudio regular, pues eso les resulta demasiado inconveniente. Esto tiene un efecto nocivo sobre el yo, de ahí al cuerpo astral, luego al cuerpo etérico y concretamente a la parte que llamamos éter químico, y de ahí a las glándulas y fluidos físicos.

Hay una diferencia entre esotéricos y no esotéricos en su relación con las huestes de Lucifer. Por ejemplo, Azazel y sus huestes quieren producir buenos efectos en estos últimos, ya que sólo trabajan sobre ellos de forma complementaria, por así decirlo, y no para enfermarlos. Pero de los alumnos esotéricos se espera que sean plenamente conscientes de su responsabilidad hacia el mundo y hacia sí mismos. Por eso un esotérico embotado puede tener fácilmente la sensación al despertarse por la mañana de que se está ahogando, sobre todo si se abandona a la vida ordinaria de los sentidos. Por eso, un esotérico debe vigilarse constantemente, y no está de más que a veces se convierta en un incubador de sí mismo. Entonces comprenderá lo que los maestros de sabiduría le transmiten al final de cada clase:

En el espíritu yace el germen de mi cuerpo.
Y el espíritu ha plasmado en mi cuerpo
El sentido de la vista,
Para que a través de los ojos pueda ver
Las luces de los cuerpos.
Y el espíritu ha plasmado en mi cuerpo
La razón y la sensación
Y el sentimiento y la voluntad,
Para que a través de ellos pueda percibir los cuerpos
Y actuar sobre ellos.
En el espíritu yace el germen de mi cuerpo.
En mi cuerpo yace el germen del espíritu.
E incorporaré a mi espíritu
Los ojos suprasensibles
Para que a través de ellos pueda contemplar la luz de los espíritus.
E imprimiré en mi espíritu
La sabiduría, el poder y el amor
Para que a través de mí actúen los espíritus
Y me convierta en un órgano consciente de sus actos.
En mi cuerpo yace el germen del espíritu.