martes, 4 de julio de 2023

GA143 Munich 27 de febrero de 1912 Fuerzas ocultas de la vida del alma

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FUERZAS OCULTAS DE LA VIDA DEL ALMA

RUDOLF STEINER

Munich 27 de febrero de 1912

En los últimos días hemos hablado de muchas cosas relacionadas con la existencia de profundidades ocultas en nuestra vida anímica, y ahora deberíamos considerar otros aspectos de este tema, cuyo conocimiento puede ser útil para el antropósofo. En general, hay que decir que una aclaración completa de estas cosas sólo es posible cuando las trabajamos a la luz de lo que la Antroposofía es capaz de dar.

Ahora bien, ya hemos considerado, desde los más variados aspectos, todo lo que podría llamarse la organización del hombre. Por lo tanto, debería ser bastante fácil para cada uno de nosotros, -si dirigimos nuestra atención en cierta medida, a las profundidades ocultas del alma-, conectar de la manera correcta lo que así aparece desde un nuevo punto de vista, con la organización del hombre tal como la conocemos a través de la presentación más o menos elemental de la concepción antroposófica del mundo. Durante los últimos días se ha dicho repetidamente que todo lo que comprende nuestros pensamientos conceptuales, nuestras percepciones, los impulsos de nuestra voluntad, nuestros sentimientos y sensaciones, -en resumen, todo lo que tiene lugar en nuestra alma durante su estado normal, desde el momento de despertar hasta el momento de dormir-, puede denominarse simplemente las actividades, las peculiaridades o las fuerzas de la conciencia ordinaria.

Resumamos ahora gráficamente, -encerrándolo entre estas dos líneas paralelas (a-b)-, todo lo que está incluido en la conciencia humana ordinaria: es decir, todo lo que un ser humano sabe, siente y quiere, desde que se despierta hasta que se duerme.

Entonces nos encontramos con que nuestros pensamientos, y también cada una de nuestras percepciones, pertenecen a esta esfera encerrada por estas dos líneas paralelas. Así, cuando entramos en relación con el mundo exterior a través de nuestros sentidos, y por lo tanto formamos una imagen de este mundo exterior a través de toda clase de impresiones sensoriales, -una imagen que está todavía en conexión, o en contacto, con el mundo exterior-, esto también forma parte de nuestra conciencia ordinaria. Al mismo tiempo, nuestra vida de sentimientos y nuestros impulsos de voluntad también pertenecen a esta esfera; en resumen, todo lo que constituye nuestra conciencia ordinaria. Podríamos decir que esta esfera representada por estas líneas paralelas (a-b), incluye todo lo que la vida normal y cotidiana del alma nos da a conocer.

Ahora bien, lo importante es que sepamos, con toda claridad, que esta vida llamada del alma depende de los instrumentos del cuerpo físico, es decir, de todos aquellos instrumentos que comprenden los sentidos y el sistema nervioso. Si ahora trazamos otras dos líneas paralelas más allá de las dos primeras, podemos decir que los órganos de los sentidos y el sistema nervioso de nuestro organismo físico sirven como instrumentos de esta conciencia ordinaria, -los órganos de los sentidos son los más importantes, aunque el sistema nervioso también puede estar incluido, hasta cierto punto.

Y, por debajo del umbral de nuestra conciencia ordinaria, se encuentra todo lo que puede estar encerrado entre estas otras dos líneas paralelas (b-c) - y que puede denominarse el lado oculto de la vida del alma, o la subconsciencia. Obtenemos una clara concepción de lo que está inmerso, por así decirlo, en esta subconsciencia, cuando recordamos, por una parte, que el ser humano adquiere, como hemos aprendido, mediante el entrenamiento espiritual, la imaginación, la inspiración y la intuición. Así vemos que, así como tenemos que incluir nuestros pensamientos conceptuales, nuestros sentimientos y nuestros impulsos de voluntad, en la conciencia ordinaria, así tenemos que incluir la imaginación, la inspiración y la intuición, en la vida subconsciente. Pero también sabemos que la subconsciencia está activa, no sólo cuando se lleva a cabo tal entrenamiento espiritual, sino que también puede activarse en forma de una antigua herencia,- como un estado primitivo original de la consciencia humana, o una especie de atavismo. En este caso, surge algo que podemos llamar visiones; y estas visiones, surgidas -digamos- en la conciencia ingenua, corresponden, en este estado primitivo de conciencia, a las Imaginaciones adquiridas mediante el entrenamiento correcto. Además, pueden surgir presentimientos; y éstos serían las inspiraciones primitivas. Un ejemplo significativo nos mostrará enseguida la diferencia entre un presentimiento y una inspiración.

A menudo hemos mencionado el hecho de que, en el curso del siglo XX, ocurrirá un acontecimiento en la evolución humana, que podemos llamar una especie de retorno espiritual de Cristo; y que habrá un número de personas que experimentarán la influencia de Cristo sobre nuestro mundo, -cuando entre en él en forma etérica, desde el plano astral. El conocimiento de este hecho puede alcanzarse si aprendemos a saber, mediante el entrenamiento adecuado, cómo sigue su curso la evolución, y entonces llegamos a ver, -como resultado de este entrenamiento-, que tal acontecimiento debe tener lugar, en efecto, durante el siglo XX. Por otra parte, también es muy posible y, de hecho, esto sucede a menudo en nuestros días, que ciertas personas estén dotadas de una clarividencia natural y primitiva, de una inspiración misteriosa, que podríamos describir como un presentimiento de la llegada de Cristo. Estas personas ni siquiera sabrán, tal vez, exactamente lo que está ocurriendo; sin embargo, una inspiración importante como ésta puede muy bien aparecer como un presentimiento, si algo ocurre dentro de la conciencia primitiva que es más que una visión, más que un presentimiento. Se experimenta una visión cuando surge ante nosotros la imagen o la contrapartida de un acontecimiento espiritual. Supongamos, por ejemplo, que alguien ha perdido a un amigo, de modo que el yo ha atravesado el portal de la muerte y habita ahora en el mundo espiritual. En este caso, puede establecerse una especie de conexión entre el que vive en el mundo espiritual y el que mora en la tierra; y, sin embargo, el que vive en este mundo puede no saber, con toda exactitud, lo que el amigo muerto desea de él, -de hecho, puede tener una idea falsa de lo que el amigo difunto, allá, está experimentando en su alma. Sin embargo, el hecho mismo de tal condición puede ser experimentado en la forma de una visión; y -aun cuando sea errónea, en lo que a la imagen se refiere-, la visión puede basarse en el hecho verdadero: a saber, que el amigo difunto desea establecer una conexión con el que todavía está vivo. Y esto asume la forma de una premonición. Así, quien tiene premoniciones sabe ciertas cosas relativas al pasado o al futuro, que no son accesibles a la conciencia ordinaria. Supongamos, por otra parte, que algo surge ante el alma humana en forma de una percepción clara, (no meramente como una visión que puede, bajo ciertas circunstancias, ser engañosa, sino como una percepción clara); y supongamos que representa o bien algún acontecimiento que tiene lugar en el mundo físico, -aunque no en una esfera que lo haga accesible a los sentidos ordinarios-, o bien un acontecimiento que tiene lugar en el mundo suprasensible. Tal aparición es designada generalmente por el ocultismo como "deuteroscopia", o segunda vista. Y con esto os he descrito algo, ya sea que se describa mediante un entrenamiento regular o que aparezca en forma de clarividencia natural, que tiene lugar en la conciencia humana -en la subconsciencia, por cierto; pero al mismo tiempo en la propia alma humana.

Ahora bien, cuando hablamos de subconsciencia, en contraste con la conciencia ordinaria, encontramos que todo lo que tiene lugar aquí, en el alma humana, difiere en gran medida de todos los procesos de la conciencia ordinaria. Estos procesos de la conciencia ordinaria, -con respecto a aquellas cosas con las que están conectados-, son en realidad tales, que debemos hablar de la impotencia de esta conciencia ordinaria. El ojo ve la rosa; pero este ojo, que actúa, por cierto, de tal manera que la imagen de la rosa surge en nosotros, es totalmente impotente de plasmar en la conciencia ordinaria -aun con toda su percepción y su capacidad de imaginar la rosa- algo como el crecimiento, el crecer y el desvanecerse de la rosa. La rosa crece y muere de nuevo a través de sus fuerzas naturales inherentes; y ni el ojo, ni la conciencia ordinaria, pueden ir más allá de la esfera que es accesible a su percepción. No ocurre lo mismo, sin embargo, con los hechos que pertenecen a la esfera del subconsciente. Y esto es lo que debemos tener en cuenta en primer lugar, pues es sumamente importante. Si percibimos algo con el ojo, durante el acto normal de la visión -ya se trate de imágenes coloreadas, o de cualquier otra cosa-, no sólo somos incapaces, mediante nuestra percepción, de cambiar nada en los hechos objetivos, sino que, de hecho, surge algo más, si nuestra vista es normal. Si para el ojo no tiene lugar nada más que el mero acto de la visión, el ojo en este caso permanece inalterado por este proceso. Sólo cuando sobrepasamos los límites naturales, pasando a veces de una luz normal a una luz cegadora, lesionamos el ojo. De modo que podemos decir: los hechos y procesos de la conciencia ordinaria no nos permiten ni siquiera reaccionar sobre nosotros mismos, si simplemente permanecemos en esta conciencia ordinaria. En efecto, nuestro organismo está construido de tal manera que los hechos accesibles a la conciencia ordinaria ni siquiera provocan cambios particulares en nosotros.

Sin embargo, es muy diferente con las cosas que surgen en la subconsciencia. Supongamos que formamos una imaginación, o que tenemos una visión. Y supongamos ahora que esta Imaginación, o esta visión, corresponde a algún Ser bueno. Este Ser bueno, en ese caso, no está en el mundo físico, sensorial, sino en el mundo suprasensible; y supongamos ahora que el mundo, habitado por estos Seres que percibimos por la imaginación o la visión, se encuentra encerrado, aquí, entre estas dos líneas paralelas. Tratemos de encontrar en este mundo todo lo que pueda convertirse en objeto, o percepción, para nuestra subconciencia (b-e) - nos abstendremos de escribir nada en este espacio, por el momento. Por otro lado, si tenemos una imagen imaginaria, o una visión, de algún tipo de Ser maligno o demoníaco en este mundo suprasensible, no somos impotentes, en lo que se refiere a este Ser, del modo en que el ojo es impotente con respecto a la rosa. Si, durante la imaginación o visión de un Ser maligno, provocamos el sentimiento de que debe retirarse de nosotros, -si hacemos esto mientras vemos perfectamente claro este cuadro visionario, o imaginativo, tal Ser en este otro mundo, debe realmente sentirse como si fuera empujado y alejado por una fuerza procedente de nosotros.

Lo mismo sucede, si tenemos la correspondiente imaginación, o visión, de un Ser bueno. En este caso, también, si desarrollamos un sentimiento de simpatía, este Ser sentirá dentro de sí una fuerza que le obliga a acercarse a nosotros y a conectarse con nosotros. Todos los Seres, -cualquiera que sea su lugar en este mundo-, sienten las fuerzas de atracción o repulsión que provienen de nosotros, siempre que formamos visiones de ellos. Nuestra subconsciencia se encuentra, pues, en una situación semejante a la de un ojo que no sólo viera una rosa, sino que desarrollara, por la mera visión de la rosa, el deseo de que la rosa se le acercara, pudiera atraerla hacia sí. O, si al ver algo repulsivo, el ojo no sólo llegara a la opinión: "Esto es repulsivo", sino que pudiera eliminar esta cosa repulsiva por mera antipatía. Nuestra subconsciencia está, pues, conectada con un mundo en el que la simpatía y la antipatía que surgen en el alma humana pueden ser activas. Es necesario poner esto muy claramente ante nuestra mente.

Pero la simpatía y la antipatía, -y, hablando en general, todos los impulsos de nuestra subconsciencia-, no sólo actúan en esta esfera, en la forma ya descrita; también actúan en lo que está más especialmente dentro de nosotros mismos, y que debemos considerar ahora como una parte del cuerpo etérico del hombre, -sin embargo, no sólo como una parte del cuerpo etérico, sino también como ciertas fuerzas del cuerpo físico encerradas, aquí, dentro de estas dos líneas paralelas (b-c). Debemos imaginar aquí, es decir, en primer lugar, lo que vive en el hombre como una fuerza que pulsa a través de su sangre, o: la fuerza del calor en la sangre. Y luego, debemos imaginar dentro de este espacio todavía otra fuerza: a saber, aquella fuerza que está presente en nuestra respiración sana o malsana dependiendo, como depende, de todo nuestro organismo en resumen, la fuerza más o menos sana de la respiración. También podemos llamarla constitución de la fuerza respiratoria. Además, una gran parte de lo que debemos llamar cuerpo etérico del hombre pertenece a todo aquello sobre lo que la subconsciencia actúa activamente en nosotros. Por lo tanto, la subconsciencia, o las fuerzas ocultas de la vida anímica, actúan en nosotros de tal manera que influyen, en primer lugar, en la temperatura de nuestra sangre. Puesto que toda la pulsación, la vitalidad o la falta de vitalidad de nuestra circulación dependen de la temperatura de nuestra sangre, podemos darnos cuenta de que toda esta circulación debe estar conectada de alguna manera con nuestra subconsciencia, El que un ser humano tenga una circulación más rápida o menos rápida depende esencialmente de las fuerzas de su subconsciencia.

Ahora bien, si la influencia que el hombre ejerce sobre todo lo que existe en ese otro mundo, en forma de Seres demoníacos o buenos, sólo tiene lugar cuando surgen de su subconsciencia con cierta claridad visiones, imaginaciones u otras clases de percepciones, es decir, si las cosas se presentan realmente con claridad ante él; y si, entonces, ciertas fuerzas se vuelven como mágicamente activas en este mundo, por simpatía y antipatía, esta manera clara de enfrentarse a sí mismo, subconscientemente, en su propia alma, no será necesaria para la influencia de ese organismo interior que consiste en lo que hemos indicado aquí (b-c). Que el hombre sepa, o no sepa, exactamente qué imaginaciones corresponden a tal o cual simpatía dentro de él, en cualquier caso, esta simpatía actúa sobre la circulación de su sangre, sobre su sistema respiratorio, sobre su cuerpo etérico. Supongamos ahora que, durante cierto tiempo, alguien se inclina a tener sólo sentimientos de repulsión. Si fuera capaz de ver visiones, o si estuviera dotado de conocimiento imaginativo, tendría el tipo de visión, o imaginación, descrito anteayer, en forma de percepciones de su propio ser. Éstas se proyectarían en el espacio, sin duda, pero pertenecerían únicamente a su propio mundo; estas visiones e imaginaciones revelarían lo que vive dentro de él en forma de fuerzas activas en sentimientos de repulsión. Sin embargo, aunque sólo tenga esos sentimientos de repulsión, de modo que vivan dentro de él, actúan igualmente sobre él. Y obran de tal modo, en efecto, que influyen realmente en la fuerza que calienta su sangre, y también en la fuerza de su respiración. Por lo tanto, si pasamos ahora al otro aspecto, encontramos que el ser humano tiene una respiración más o menos sana - dependiendo de los sentimientos que experimenta en su subconsciencia; y que tiene una circulación más o menos sana, dependiendo de sus experiencias subconscientes. Es especialmente la actividad del cuerpo etérico, y todos sus procesos, los que dependen del mundo de sentimientos que vive en el hombre.

Cuando los hechos de la subconsciencia son realmente experimentados por el alma, podemos ver, no sólo que existe esta conexión (del mundo del sentimiento, con la respiración, la circulación y la actividad del cuerpo etérico), sino que debido a ello, hay una influencia continua sobre toda la constitución del hombre, con el resultado de que hay ciertos sentimientos y sensaciones que llegan hasta la subconsciencia. Y debido a que éstos provocan ciertas formas en la fuerza del calor en la sangre, y una cierta disposición en la fuerza de la respiración y del cuerpo etérico, su influencia sobre el organismo es, o bien un fomento, durante toda la vida de un hombre; o es uno que retarda y obstaculiza. Así pues, siempre hay algo que surge o desaparece en el hombre, a través de estas fuerzas que actúan en su subconsciencia. Él disminuye sus fuerzas vitales, o las aumenta, a través de lo que envía a su subconsciencia fuera de su estado consciente ordinario. Si un hombre se complace en pensar en las mentiras que ha dicho, si no le produce repulsión, -pues éste sería el sentimiento natural hacia la mentira-, o si es perezoso e indiferente hacia las mentiras, e incluso se complace en decirlas, este sentimiento que acompaña a la mentira, es en ese caso enviado a su subconsciencia. Lo que entra en la subconsciencia, de esta manera lesiona la circulación de la sangre, la constitución de la respiración y las fuerzas del cuerpo etérico; y la consecuencia de esto será que el ser humano, cuando atraviese el portal de la muerte con lo que entonces le quede, estará atrofiado, -se empobrecerá en sus fuerzas-, porque algo ha muerto en él, que habría cobrado vida si hubiera sentido aborrecimiento y repulsión hacia la mentira, de acuerdo con el sentimiento humano normal. Si los sentimientos de aversión hacia la mentira se hubieran sumergido en su subconsciencia, entonces se habrían transferido a esas fuerzas indicadas aquí, en nuestro dibujo, y el ser humano habría enviado a su organismo algo beneficioso, algo de la naturaleza de las fuerzas de nacimiento.

Así vemos cómo, en primer lugar, el ser humano actúa desde su subconsciencia sobre su propio crecimiento y decadencia, debido al hecho de que las fuerzas pasan continuamente de su consciencia superior, -de su consciencia ordinaria-, a su subconsciencia. El hombre, tal como está constituido hoy, sin embargo, no es todavía lo suficientemente fuerte como para causar daño mediante su naturaleza anímica, por así decirlo, también a otras partes de su organismo, además de su circulación, su respiración y su cuerpo etérico. No puede dañar tampoco las partes más toscas y firmes de su organismo físico. Por lo tanto, podemos decir que el hombre sólo puede dañar una parte de toda su constitución. Lo que así ha sido dañado aparece con especial claridad, cuando la parte del cuerpo etérico que ha permanecido (pues el cuerpo etérico está continuamente conectado con la fuerza del calor en la sangre, y con la constitución de la respiración) ha sido influenciada de la manera que hemos mencionado; pues en este caso se deteriora por sentimientos erróneos. Por otro lado, adquiere fuerzas fructíferas, fortalecedoras y benéficas a través de sentimientos buenos, normales y verdaderos. Por lo tanto, podemos decir que lo que ocurre en su subconsciencia permite al hombre trabajar directamente sobre el crecimiento y la decadencia, es decir, sobre los verdaderos procesos, la realidad, de su organismo. Se sumerge desde la esfera de impotencia de su conciencia ordinaria, en la esfera donde hay constante crecimiento y decadencia, en su propia alma, y por consiguiente en toda su constitución humana.

Ahora hemos visto que, por el hecho de que nuestra alma tiene más o menos experiencia de nuestra subconsciencia, sabe algo acerca de ella: por este hecho, la subconsciencia también adquiere una influencia sobre ese mundo que puede denominarse, (según una expresión que se usó para él durante toda la Edad Media), el mundo elemental. Sin embargo, el hombre no puede entrar en relación directa con este mundo elemental, sino sólo por el camino tortuoso de experimentar, en primer lugar en sí mismo, los efectos de su subconsciencia sobre su organismo. Si, al cabo de un tiempo, el ser humano ha aprendido el suficiente autoconocimiento como para decirse a sí mismo: "Cuando tienes este sentimiento dentro de ti, y cuando envías uno u otro resultado de tu conducta a tu subconsciencia, destruyes ciertas cosas en ti mismo, y haces que se atrofien; y cuando experimentas otras cosas, y envías ciertas experiencias que las acompañan, promueves tu desarrollo", si, durante un cierto período de tiempo, experimenta dentro de sí mismo esta fluctuación entre fuerzas de destrucción y de promoción, entonces llegará a ser cada vez más maduro en el conocimiento de sí mismo. Este es, en realidad, el verdadero autoconocimiento; y sólo puede compararse a una "imagen" que puede obtenerse de la siguiente manera: 

El conocimiento de uno mismo, alcanzado de esta manera, puede realmente hacer que por medio de una mentira, y debido a un sentimiento erróneo hacia la mentira, que surge en nuestros instintos, nos sintamos como si un escorpión nos estuviera mordiendo uno de los dedos del pie. Podemos estar seguros de que, si los seres humanos percibieran algún efecto real de este tipo, nunca mentirían como lo hacen. Así, si experimentáramos de inmediato, en el mundo físico, una paralización de nuestro organismo físico, esto correspondería a lo que realmente sucede en relación con las cosas que normalmente permanecen invisibles, -a través de lo que enviamos a la subconsciencia, fuera de nuestras experiencias diarias. Cualquier tipo de indiferencia perezosa hacia una mentira, que es enviada a la subconsciencia, tiene el efecto de morder algo dentro de nosotros, por así decirlo - quitándonos algo que entonces ya no poseemos, de modo que estamos atrofiados y debemos adquirirlo de nuevo, en el curso posterior de nuestro karma. Y si enviamos un sentimiento correcto a nuestro subconsciente (por supuesto, debemos imaginar una escala infinita de sentimientos que pueden descender de esta manera), crecemos en nosotros mismos y formamos nuevas fuerzas vitales en nuestro organismo. Lo primero que aparece en un hombre que alcanza el verdadero conocimiento de sí mismo es esta capacidad de convertirse en espectador de su propio crecimiento y desvanecimiento.

Me han dicho que anteayer mis oyentes no comprendieron muy bien cómo podemos distinguir entre una verdadera visión o imaginación, que constituye una experiencia objetiva, y otra que simplemente se proyecta en el espacio y pertenece a nuestra vida subjetiva. Ahora bien, no podemos decir: "Escribe tal o cual regla, y entonces podrás distinguir lo uno de lo otro". Tales reglas no existen; al contrario, las aprendemos sólo gradualmente, en el curso de nuestro desarrollo. Y somos capaces de distinguir entre lo que sólo nos pertenece a nosotros mismos, y lo que surge como visión exterior y pertenece a un Ser verdadero, sólo cuando hemos pasado por la experiencia de ser continuamente devorados, interiormente, por procesos subconscientes que matan. Esto nos dotará de una especie de certeza, y será seguido también por un estado en el que siempre seremos capaces de enfrentarnos a una visión o a una imaginación y decirnos a nosotros mismos: "Si podemos ver en la visión a través de la fuerza de nuestra vista espiritual, la visión permanecerá; porque, si desarrollamos la fuerza activa de la vista espiritual, esto corresponde a un hecho objetivo. Si, por el contrario, la fuerza activa de la vista espiritual borra la visión, esto prueba que no era más que una parte de nuestro propio yo."

Así, un ser humano que no sea cuidadoso con respecto a esto puede incluso ver miles y miles de imágenes de la Crónica del Akasha; sin embargo, aun así, si no aplica la prueba de si estas imágenes son borradas o no a través de una vista absolutamente activa, estas imágenes del Akasha, en ese caso, -no importa cuántos hechos puedan revelar-, sólo pueden ser consideradas como imágenes de la propia vida interior del hombre. Podría suceder, por ejemplo -repito, podría suceder- que alguien que no ve más que su propio interior, proyectado en imágenes muy dramáticas, imagine que éstas son acontecimientos, digamos, que se extienden por todo el mundo atlante, a través de generaciones enteras de la humanidad. Y, al mismo tiempo - por muy aparentemente objetivo que sea - esto podría, bajo ciertas circunstancias, ser meramente una proyección de su propio ser interior. Ahora bien, cuando un ser humano atraviesa el portal de la muerte, siempre sucede que lo que pudiera impedir que su vida subjetiva se transformara en visiones o Imaginaciones, ahora desaparece. En la vida humana ordinaria de nuestros días, como sabemos, lo que el hombre experimenta dentro de sí mismo subconscientemente, lo que envía a su subconsciencia, no siempre se convierte en visión o Imaginación. Se convierte en Imaginación si se somete al entrenamiento regular y necesario; y se convierte en visión si todavía posee una clarividencia atávica. Cuando el ser humano ha atravesado el portal de la muerte, toda su vida interior se convierte inmediatamente en un mundo objetivo, y está allí ante él. Kamaloka no es en su esencia otra cosa que un mundo erigido a nuestro alrededor a partir de todo lo que hemos experimentado dentro de nuestra propia alma. Sólo en el Devacán ocurre lo contrario. Así podemos comprender fácilmente que lo que he dicho respecto a la actividad de la simpatía y antipatía del hombre, contenida en visiones, Imaginaciones, Inspiraciones, y también premoniciones, etc. - que esta actividad siempre, bajo todas las circunstancias, influye en el mundo elemental objetivo. Y dije, en relación con esta actividad, que, en el ser humano que está encarnado en el cuerpo físico, sólo lo que él trae en cuanto a visión o Imaginación puede influir en este mundo elemental. En el caso de los muertos, esas fuerzas también que existían en la subconsciencia y que siempre acompañan al ser humano cuando cruza el portal de la muerte, son activas en el mundo elemental; de modo que todo lo que experimenta después de la muerte es en realidad sumamente activo en el mundo elemental.

Tan ciertamente como creamos olas en el río, cuando azotamos sus aguas - con la misma certeza las experiencias de los muertos continúan influyendo en el mundo elemental. Tan ciertamente, repito, como las olas surgen y se ondulan desde cualquier punto que golpeemos, en el agua; y tan ciertamente como una corriente de aire continúa creándose a sí misma, tan ciertamente estas fuerzas continúan su influencia en el mundo elemental. Por lo tanto, este mundo elemental está continuamente lleno de fuerzas que han sido llamadas a la existencia a través de lo que los seres humanos toman para sí, de su subconsciencia, cuando cruzan el portal de la muerte. Lo importante, por tanto, es estar siempre en condiciones de crear las circunstancias que nos permitan ver -percibir- las cosas del mundo elemental. No debe sorprendernos que el clarividente reconozca correctamente las cosas que ocurren en el mundo elemental como Seres producidos por la actividad de los muertos. Al mismo tiempo - y bajo ciertas condiciones específicas para estar seguros - podemos seguir estas actividades, resultantes de las experiencias de los muertos (e influyendo, en primer lugar, en el mundo elemental) incluso hasta el mundo físico. En efecto, cuando un clarividente haya pasado por todas las experiencias que he descrito y haya alcanzado la capacidad de percibir el mundo elemental, llegará, al cabo de cierto tiempo, a tener las experiencias más extraordinarias.

Supongamos que un clarividente pasa por el siguiente proceso: - Para empezar, mira una rosa, digamos. La mira con su ojo físico. Cuando la mira de esta manera, recibe una impresión sensorial. Y supongamos, además, que este clarividente se ha entrenado para experimentar una sensación bastante definida, con cierto matiz definido, cuando ve el color rojo. Esto es necesario; de lo contrario, el proceso no iría más lejos. A menos que experimentemos matices bastante definidos de sentimiento, cuando vemos colores, u oímos sonidos, no podemos progresar en una clarividencia que se dirige a objetos exteriores. Supongamos ahora que el clarividente aparta la rosa. Si no fuera clarividente, su percepción se hundiría en su subconsciencia y continuaría allí su trabajo, enfermándole o sanándole, según el caso. Si, por el contrario, es clarividente, percibirá ahora cómo su Imaginación de la rosa actúa sobre su subconsciente. Es decir, tendrá una imagen visionaria, una Imaginación de la rosa. Al mismo tiempo, percibirá cómo los sentimientos que la rosa suscitó en él tienen un efecto favorecedor o destructor sobre su cuerpo etérico, así como sobre lo que aquí hemos descrito como cuerpo físico. Percibirá en todo, el efecto sobre su propio organismo. Y si ahora ha formado una Imaginación de la rosa, podrá ejercer por medio de ella una fuerza de atracción sobre ese Ser que podemos llamar el Alma-Grupo de la rosa, y que siempre está actuando en la rosa. Así, podrá mirar en el mundo elemental, para ver el Alma-Grupo de la rosa, en la medida en que vive en ese mundo. Ahora bien, si el clarividente va aún más lejos, es decir, si ha comenzado por mirar la rosa, luego la ha regalado y, por último, ha seguido el proceso interno de su entrega a la rosa y del efecto que de ello resulta, y si llega así al punto de ver algo de la rosa en el mundo elemental, verá entonces, en el lugar donde la rosa se le apareció, una especie de imagen maravillosamente luminosa, perteneciente al mundo elemental. Y entonces, si ha seguido el proceso hasta este punto, ocurrirá algo nuevo. Ahora puede ignorar lo que está allí, ante él, y puede ordenarse a sí mismo no mirar con el ojo interno lo que aparece ante él como un Ser etérico viviente, extendiéndose hacia el mundo - ¡no debe ver esto! Entonces ocurre algo extraordinario: el clarividente ve algo que atraviesa su ojo y que le muestra la actividad de las fuerzas que construyen su ojo, es decir, las fuerzas que construyen el ojo humano a partir del cuerpo etérico. Ve cuáles son las fuerzas constructivas de su propio cuerpo físico. Ve realmente su ojo físico como si fuera un objeto exterior.

Esto es en realidad lo que puede ocurrir. Puede seguir el camino que conduce de un objeto exterior a ese punto, -por lo demás un espacio que contiene oscuridad absoluta-, donde, sin permitir que entre ninguna otra percepción sensorial, percibe ahora cómo es su propio ojo, en una imagen espiritual. Así puede ver el órgano interior mismo; y ahora ha alcanzado esta región, aquí) - la región de lo que es verdaderamente creativo en el mundo físico, o el mundo físico creativo. El hombre lo percibe primero, percibiendo su propia organización física. Así desanda el camino y vuelve sobre sí mismo. ¿Qué es lo que ha enviado a nuestro ojo fuerzas que, en realidad, hacen que veamos este ojo, como si de él salieran rayos de luz, correspondiendo completamente a la naturaleza de la visión? A continuación, vemos el ojo rodeado de una especie de luminosidad amarilla, lo vemos encerrado en nosotros mismos. Todo esto ha sido efectuado por el proceso de aquellas fuerzas que han llevado al hombre hasta esta etapa.

El mismo curso siguen aquellas fuerzas que pueden proceder de una persona muerta. El muerto lleva consigo, al mundo en que vive después de atravesar el portal de la muerte, el contenido de su subconsciencia. Tan pronto como llegamos al interior de nuestro propio ojo físico, experimentamos allí las fuerzas enviadas por el muerto, y que vienen del mundo elemental de vuelta al mundo físico. El que ha muerto puede tal vez experimentar un anhelo especial por alguien que ha dejado atrás. Esta añoranza especial estaba contenida, al principio, en su subconsciencia; pero ahora se convierte inmediatamente en una visión viva; y a través de ella influye en el mundo elemental. En el mundo elemental, lo que al principio era sólo una visión viva se convierte, ahora de inmediato, en una fuerza. Esta fuerza toma el camino indicado por el anhelo del que vive en la tierra; y si es de alguna manera posible, habrá golpes y otros ruidos en el mundo físico, en la vecindad del viviente. Uno puede oír estos sonidos de golpes, etc., o percibirlos, tal como uno percibe cualquier otra cosa física. Estas mismas cosas, que se deben a conexiones y circunstancias de este tipo, se notarían mucho más a menudo en el mundo de lo que generalmente es el caso, si la gente sólo prestara atención a los momentos más favorables para tales influencias. Y los momentos más favorables son el momento de dormirse y el de despertarse por la mañana. La gente simplemente no presta suficiente atención a tales cosas, -porque, en realidad, no puede haber ningún ser humano, en ningún lugar, que no haya recibido, en algún momento u otro, mensajes del mundo suprasensible, en el estado de transición entre dormirse y despertarse de nuevo-, mensajes que vienen en forma de ruidos de golpes, o incluso de palabras habladas.

He querido aludir a esto hoy, mis queridos amigos, porque deseaba señalar la verdadera realidad de la conexión entre el Hombre y el Universo. Lo que el hombre obtiene del mundo objetivo de los sentidos, en su conciencia ordinaria, es impotente y carente de cualquier conexión real con este mundo de los sentidos. Pero, tan pronto como sus experiencias pasan a su subconsciencia, se establece una conexión con la Realidad. La impotencia de su estado de conciencia precedente se transforma en una fuerza fina, imperceptible, mágica. Y cuando el hombre ha atravesado el portal de la muerte, y está libre de su cuerpo físico, sus experiencias son tales que se reproducen en un mundo elemental; y, en circunstancias favorables, pueden llegar hasta el mundo físico, donde pueden ser percibidas incluso por la conciencia ordinaria.

He indicado el tipo más simple de cosa que puede tener lugar; porque, después de todo, siempre debemos comenzar con las cosas más simples. Naturalmente, con el transcurso del tiempo, -pues siempre nos hemos concedido el tiempo necesario para elaborar gradualmente todo lo que necesitamos saber-, pasaremos a las cosas más complicadas, que pueden conducirnos, a su vez, a las conexiones más íntimas, por así decirlo, que existen entre el Universo y el Hombre.

Traducido por J.Luelmo jul.2023