jueves, 13 de abril de 2023

GA143 Winterthur 14 de enero de 1912 -Las actividades del alma humana a lo largo del tiempo

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LAS ACTIVIDADES DEL ALMA HUMANA 

A LO LARGO DEL TIEMPO

RUDOLF STEINER

Winterthur 14 de enero de 1912

Tal vez sería bueno que hoy consideráramos cuestiones de la ciencia espiritual que podrían ser de utilidad para unos y otros cuando se trata de defender la ciencia espiritual ante el mundo exterior. Porque precisamente cuando nos reunimos por primera vez en un lugar donde, por así decirlo, se ha de prever una especie de comienzo o punto de partida del movimiento científico-espiritual, es muy bueno traer a nuestra mente algunas de las cuestiones morales que a menudo se nos plantean, sobre todo cuando nosotros mismos ya estamos trabajando en esta o aquella rama y nos encontramos ante personas que llegan sin ningún conocimiento de la ciencia espiritual y quieren saber algo que tal vez pueda llevarles a una convicción o al menos a una relación hacia la ciencia espiritual. 

La ciencia espiritual debe referirse a la experiencia suprasensible espiritual. Y la forma en que se nos trae hoy el mensaje de la cosmovisión científico-espiritual, es una narración de aquello que el investigador espiritual, -al hacer de su alma un instrumento para investigar en el mundo espiritual-, puede revelar y que tiene para él tal certeza como para la visión exterior el hecho de que hay rosas o mesas y sillas, es decir, una certeza inmediata de visión.

Pero, los demás preguntamos: ¿Qué es eso para nosotros, que no tenemos tal certeza inmediata de percepción? Para nosotros, sólo puede llevarnos a creer lo que el Para nosotros sólo puede llevarnos a creer lo que dice el investigador espiritual. - Pero yo siempre he insistido en que no es así. Es cierto que las cosas del mundo superior sólo pueden conocerse penetrando en ellas; pero si entonces sólo se presentan lógicamente, es para que cada uno pueda comprenderlas si usa su razón de la manera correcta, para que pueda decirse a sí mismo: Todo lo que allí se dice concuerda con los hechos más que todo lo que dice otra filosofía. - Entonces podemos aplicar tranquilamente nuestra razón y encontrar que desde la lógica que subyace a las cosas, la cosa ya puede ser comprendida. No es tan fácil, pero incluso los no videntes pueden formarse una convicción fundada.  

Para las pruebas reales, por supuesto, lo que se puede decir a los de fuera no será suficiente. Pero si tomamos ciertas cosas que todo el mundo puede saber y las comparamos con lo que dice el científico espiritual, entonces básicamente ya podemos llegar bastante lejos. Tomemos sólo una verdad muy elemental de la ciencia espiritual, la verdad de que el hombre consta de cuatro miembros, el cuerpo físico, los cuerpos etérico y astral y lo que llamamos el yo. De estos cuatro miembros, el mundo exterior sólo conoce el cuerpo físico, y por supuesto todo el mundo es libre de negar que exista tal cosa como un cuerpo etérico o un cuerpo astral o el yo.  

Es cierto que se puede decir: todos hablan del yo; pero se refuta. El yo es como una especie de llama que se consume como una mecha por el combustible de lo físico-corpóreo. - Así es como se ha intentado refutar al filósofo Bergson, que apela a la persistencia del yo.

Pero podemos ver cómo el yo sobrevive a las concepciones individuales. Cada día lo demuestra, en el sentido de que cada noche el yo se extingue, no puede experimentarse como algo que continúa ininterrumpidamente. Uno podría aceptar que estos miembros suprasensibles pueden ser negados; pero hay una cosa que el hombre no podrá negar, a saber, que percibe dentro de sí tres clases de experiencias internas.

Una es que experimenta ideas en su alma. Pues todo el mundo sabe  

cuando mira un objeto y luego se da la vuelta y sigue teniendo la impresión de él, entonces ha experimentado una idea.

La segunda cosa que el hombre experimenta, y que debe distinguir de sus ideas, son los estaos de ánimo: Placer y tristeza, alegría y dolor, simpatía y antipatía. Y una tercera cosa que el hombre no puede negar: que tiene impulsos de voluntad.  

Tomemos por ejemplo el mundo de la imaginación: el hombre puede formarse una idea dejándose influenciar por el mundo de las percepciones. También puede formarse ideas leyendo una novela, porque el hombre también tiene ideas leyendo algo. Todos ustedes saben que el hombre a veces lo pasa mal y a veces menos mal con respecto a sus ideas. Las ideas a las que el hombre se entrega instintivamente con gusto tienen un efecto diferente de aquellas a las que se entrega con reticencia o que le causan dificultades. Todos sabemos que una operación matemática complicada tiene un efecto diferente en nuestra imaginación que una novela. Nos damos cuenta de que nos cansamos de la vida de la imaginación cuando ésta nos obliga a esforzarnos. Esto se puede poner en duda tanto menos cuanto que es un medio de dormirse más fácilmente. Pero no tienen por qué ser las imaginaciones las que nos irriten especialmente, ni las que nos causen preocupación, sino las que nos resulten difíciles. En cualquier caso, cada persona puede experimentar una cosa en sí misma: que se duerme con relativa facilidad en el exterior, si antes de dormirse se imbuye de ese mundo de ideas al que está ligado por un sentido del deber.  

Tomemos ahora los estados de ánimo. Placer y tristeza, alegría y dolor, preocupaciones, pena y similares son algo que pueden, bajo ciertas circunstancias, causarnos dificultades externas para tales momentos. Una persona muy afectada por sus emociones, tiene dificultades para conciliar el sueño. Incluso las experiencias alegres le impedirán conciliar el sueño plácidamente. 

Si uno está atento a tales cosas, pronto notará que los estados de ánimo son un obstáculo mayor que las ideas para pasar al estado de sueño, y especialmente los estados de ánimo que están relacionados con los intereses más intensos del yo. Cuando al hombre le espera un acontecimiento especial, a menudo no duerme durante semanas. Inténtenlo una vez: un acontecimiento que debe ocurrir con cierta certeza, por ejemplo la aparición de un cometa -si no son astrónomos que hayan puesto en ello su interés egoísta- les hará conciliar el sueño bastante bien. El astrónomo no, porque ha calculado y está esperando ansiosamente a ver si su cálculo es correcto.  

Ahora podemos considerar estos estados de ánimo desde otro punto de vista. En cierto sentido podemos relacionar el sueño con la clarividencia del ser humano. El estado de sueño es de tal índole que el ser humano está inconsciente. La clarividencia es sólo: dormir impregnado de luz espiritual, dormir consciente, si podemos definirlo así. Por lo tanto, debería ser favorable para los estados clarividentes si uno está libre de todos los estados de ánimo, y desfavorable si uno está lleno de tales estados de ánimo. Esto se puede confirmar por muchas cosas que también se pueden conocer externamente, por ejemplo, en Nostradamus, que en el siglo XVI era un clarividente eminente del tipo que poseía clarividencia profética, de modo que incluso los historiadores puros no pueden dudar de que los acontecimientos que puso en verso se cumplieron, y que, cuando se comparan, muestran que hizo afirmaciones bastante maravillosas. Incluso el historiador Kemmerich lo reconoce, porque no se puede negar. El propio Kemmerich nos cuenta que se había propuesto tareas completamente distintas: sólo quería aportar pruebas de que las condiciones sanitarias de la gente habían mejorado desde el siglo XVI. Y fue entonces cuando se relacionó con Nostradamus.  

Cuando seguimos a Nostradamus, es interesante considerar las circunstancias de su vida. Era un hombre que poseía tales poderes clarividentes que se basan en la disposición, de modo que se encontraban en toda la familia. Pero en él surgieron de manera especial porque era un médico devoto y maravilloso. Logró grandes cosas, especialmente durante una epidemia de peste en Provenza. Pero entonces se descubrió que era un calvinista secreto. Esto le dolió tanto que no tuvo más remedio que abandonar su práctica médica. Hay que comprender lo que esto significa. ¡Las fuerzas están en la personalidad después de todo! Los físicos encuentran: Cuando las fuerzas se disuelven en algún lugar de la naturaleza, se utilizan en otro lugar. - Sólo en los campos espirituales, la gente no quiere saber tales cosas.
Cuando un hombre desarrolla tales poderes en su profesión, tan beneficiosa como ésta como médico, entonces tales poderes, que son liberados, deben manifestarse en otra parte. Y en Nostradamus todos ellos se transformaron en poderes clarividentes, porque él tenía cierta clarividencia original, como también la tenía Paracelso.

Vean ustedes: Nostradamus nos describe muy bien cómo llegó a prever los acontecimientos futuros. Tenía un laboratorio. Pero no era un laboratorio como el que tienen los químicos. Era una habitación, un cuarto contiguo a su piso, con techo de cristal. Desde allí observaba el curso de las estrellas, dejaba que la transformación de las constelaciones afectara a su alma. Y le vinieron esas cosas que podía decir sobre el futuro. Le surgía como una intuición. Salía de su mente. Pero para que esas cosas le vinieran, tenía que estar completamente libre de penas, preocupaciones y emociones. He aquí un ejemplo de cómo la clarividencia, al igual que el sueño profundo, debe estar libre de emociones.

Ahora continuamos e Indagaremos acerca de la conexión del ser humano con sus impulsos de voluntad, en la medida en que estos impulsos de voluntad tienen una conexión con lo moral. Consideremos de nuevo el momento de dormirse. Este es un momento importante para el hombre, pues, como nos dice la ciencia espiritual, pasa al mundo astral. 

Consideremos los impulsos morales en este momento de dormirse.  Para observarlos, hay que prestar mucha atención a tales procesos. Las personas que prestan atención de esta manera tienen la siguiente experiencia: Se acerca el momento de quedarse dormido. Mientras que antes el ojo veía con claridad, ahora los contornos de los objetos se vuelven más borrosos. Algo parecido a la niebla se instala sobre ellos. Es como si el ser humano se sintiera aislado de su entorno. También en el cuerpo físico se produce un cambio en relación con algo: ya no se pueden mover los miembros. Ya no pueden seguir una fuerza que antes seguían. Además, el ser humano nota que siente que ciertas cosas, que deben describirse como impulsos de la voluntad, se presentan ante el alma como por sí mismas. Las cosas que ha hecho, y que las ha hecho de tal manera que no necesita reprocharse nada, aparecen ante él como una unidad. Y siente una inmensa dicha por todo lo que ha hecho bien. A través de los buenos espíritus los hombres se protegen contra lo malo que se presenta ante el alma de esta manera. Sentir dicha por el bien que se ha hecho no puede ocurrir, por supuesto, si no se ha hecho nada bueno. Pero, por lo general, las personas no son tan malas como para no hacer nada bueno.  

Quien presta atención siente cómo algo aparece como un pensamiento que permanece oscuro y a la vez claro ante el alma: ¡Ah, si este momento pudiera mantenerse, ah, si esto pudiera permanecer para siempre! -Después viene una sacudida, y la conciencia desaparece. 

Mientras que los buenos impulsos causan dicha y promueven el dormirse, los malos impulsos lo dificultan aún más que los estados de ánimo. Es extremadamente difícil que una persona se duerma por remordimientos. Los impulsos de la voluntad son, en determinadas circunstancias, un obstáculo aún peor que los estados de ánimo para entrar en el mundo espiritual en el que hemos de entrar. La vida de la imaginación lo hace relativamente fácil, los estados de ánimo más difícil, y menos aún los remordimientos por acciones sobre las que podemos reprocharnos a nosotros mismos, impidiéndonos entrar en el mundo espiritual. 

Normalmente las ideas, es decir, nuestra imaginación, vigila; dejando pasar las imágenes del día, solemos dormirnos bastante bien. Pero cuando se añaden las sensaciones, vigilan menos bien; nos dormimos peor bajo la excitación.  Pero son los impulsos de la voluntad, los impulsos de la voluntad que nos han conducido a actos morales, los que más vigilan nuestro sueño, los que mejor nos acercan al Devacán. Cuando llegamos a un punto en nuestra retrospectiva que nos llena de satisfacción, de satisfacción moral por una buena acción en la que se ha expresado nuestro impulso de la voluntad, entonces se produce el momento de bienaventuranza que nos lleva al Devacán. 

Si uno observa lo que dice la ciencia espiritual, encontrará que ya hay concordancia entre estas observaciones y lo que se encuentra clarividentemente. Pues la ciencia espiritual nos dice: El hombre pertenece al mundo astral con su cuerpo etérico. Por el hecho de pertenecer al mundo astral con su cuerpo etérico, vive en sus ideas como en algo que no es en absoluto propio del mundo físico. El mundo físico nos da percepciones. Pero hay que apartarse de ellas, y entonces queda algo: las ideas. Son ya algo suprasensible. El hombre tiene estas ideas porque las fuerzas del mundo astral llegan hasta su cuerpo etérico, de modo que el hombre está en cierta conexión con el mundo astral a través de sus ideas. En segundo lugar, la ciencia espiritual nos dice que los estados de ánimo no sólo están relacionados con el mundo astral, sino también con uno superior, pues los estados de ánimo del hombre también están relacionados con el Devacán inferior. En tercer lugar, la ciencia espiritual y todo el ocultismo enseñan que a través del trabajo moral de los impulsos de la voluntad, el hombre está conectado con el mundo superior del Devacán, el mundo del llamado Devacán sin forma.  

Así, en el ser humano, estos tres tipos de vida anímica señalan tres tipos de conexión con los mundos superiores. Comparen ustedes lo que se experimenta de este modo en la vida ordinaria con lo que dice la ciencia espiritual.  Todo concuerda. Las imaginaciones no impiden conciliar el sueño, pues a través de ellas debemos llegar al mundo astral. Por otra parte, para entrar en el mundo de Devacán, debemos tener tales estados de ánimo que nos permitan entrar en un mundo espiritual superior. Mediante tales estados de ánimo, que nos hacen revolcarnos en la cama, no podemos conciliar el sueño. El mundo de los impulsos morales de la voluntad significa nuestra conexión con el mundo devacánico superior. No seremos admitidos en él si no tenemos tales impulsos de la voluntad respecto a los cuales no necesitamos reprocharnos. Así que no podemos llegar al sueño verdadero si tenemos remordimientos. Estamos excluidos de él. Y la dicha descrita que sentimos por una buena acción es como una señal externa: Puedes entrar en el mundo del Devacán. 

- No es de extrañar que la gente sienta esto como una dicha en la que quieren vivir para siempre. Sienten que están relacionados con el mundo del Devacán superior, de modo que quieren permanecer allí. Si el hombre no es clarividente, no puede tener otra idea de estos estados más elevados, salvo la sensación de quedarse dormido, que viene como dicha y sentimiento moral.
Así podemos mostrar al hombre: Tienes tu alma-vida dentro de ti. Lo que imaginas se muestra de tal manera que te pone en conexión con algo superior, y de tal manera que te resulta más fácil entrar en el mundo superior; está relacionado con lo astral. Lo que el hombre vive así es como una sombra del mundo superior. Los sentimientos de la mente nos separan más, porque a través de ellos el hombre está conectado con el mundo del Devacán inferior; los impulsos de la voluntad, en cambio, nos separan aún más, porque están conectados con el mundo del Devacán superior.

Pero todo esto está relacionado con otros hechos: Lo que es más efectivo después de la muerte en el Kamaloka son los estados de ánimo y los impulsos morales. Las ideas sobre el mundo de los sentidos mueren, sólo pueden llevarse consigo las de lo suprasensible. Por otra parte, después de la muerte, los estados de ánimo nos persiguen tremendamente y permanecen. Pues son ellos los que nos mantienen en el Kamaloka durante cierto tiempo. Por ejemplo, una persona que fuera completamente mala no podría subir en absoluto al Devacán a causa de sus remordimientos entre la muerte y un nuevo nacimiento, sino que tendría que encarnarse de nuevo sin eso. Sin movimientos morales, no subiría al mundo superior del Devacán; tendría que volver en poco tiempo y compensarlo. Como no tenía buenos estados de ánimo, el Devacán inferior también le está vedado.  

Así podemos comparar y mostrar que podemos obtener una visión de los hechos de la vida ordinaria, (de la vida ordinaria del alma), si los interpretamos según lo que dice la ciencia espiritual.
Quisiera enlazar con lo que se acaba de decir otro hecho que les parecerá importante cuando dirijan su mirada espiritual al hecho de la doctrina de la reencarnación, de las repetidas vidas terrestres. Si nos encarnamos repetidamente en la Tierra, debe haber un cierto propósito. El desarrollo no tendría ningún propósito si no experimentáramos algo a través de él. ¿Cuál es la finalidad de reencarnarse?

A través de los hechos de la contemplación espiritual llegamos a ver cuán diferente es la vida humana en las distintas épocas.  Pensemos en los tiempos antiguos, cuando se hablaba griego o latín y se hacía lo que era costumbre en aquella época. Lo que hoy se exige: que los niños vayan a la escuela, eso sólo se hizo tarde. Mientras que hoy vemos a una persona analfabeta como una persona inculta, eso no era así en el pasado. De lo contrario, nuestras estadísticas tendrían que llamar analfabeto a Wolfram von Eschenback, por ejemplo. En la antigua Roma, por ejemplo, había otra cosa que hoy no se considera educación: todo ciudadano romano -incluso los que araban sus campos- conocía exactamente el contenido de las leyes de las Doce Tablas y muchas otras cosas relacionadas con la organización del Estado burgués. Los romanos no necesitaban acudir a un abogado para cualquier cosa. - Esto es un ejemplo. Si se conocieran estas grandes diferencias, a los hombres se les pasaría por la cabeza preguntarse por qué debemos encarnarnos una y otra vez como niños; ¡seguro que no es necesario! No, no es así. Cada vez que volvemos, la cultura ha cambiado de tal manera que tenemos que aprender algo de nuevo. Así que hemos nacido en circunstancias muy diferentes, y es absolutamente necesario venir una y otra vez hasta que la Tierra haya alcanzado su meta.  

Ahora podemos distinguir mejor esto, aquello en lo que el hombre puede convertirse en las culturas sucesivas, si sabemos que las diversas cualidades que hoy se han enumerado como vida anímica interior, se desarrollan gradualmente en la cultura exterior. En nuestra época nos parece característico que, de los impulsos enumerados, el mayor valor se atribuya a las ideas. Vivimos en una cultura de la vida de la imaginación. Se desarrolla el intelecto. En la cultura griega y romana la gente no pensaba tanto, pero percibía más que hoy. Hay algo divertido, pero al mismo tiempo algo grandioso, en lo que Hebbel, el dramaturgo, escribió en su cuaderno: Supongamos que Platón volviera a nacer; entonces se convertiría en un alumno de gramática y tendría que leer a Platón en lengua griega, y el profesor de gramática está terriblemente descontento porque no entiende a Platón, le da una paliza. - Eso es lo que Hebbel quería dramatizar. Bueno, eso es bastante gracioso por un lado, pero bastante comprensible por otro. Porque es cierto que hoy en día el profesor de gramática imagina mucho más que incluso el gran filósofo Platón en su época. Es sólo que, en cierto modo, la gente mira hoy el mundo con miopía. El campesino de hoy piensa más de lo que pensaba el filósofo griego. En cambio, en aquellos tiempos se entrenaba mucho más la facultad perceptiva. El hombre estaba conectado con toda la naturaleza. La percepción era entonces lo mismo que la imaginación es ahora con nosotros. Hoy en día, la percepción ya no se aprende en absoluto, sólo por aquellos que se someten a un entrenamiento. Es muy posible que uno llegue lejos en lo que aprende en el laboratorio, y sin embargo sea muy inexperto fuera de él, no pudiendo distinguir el trigo del centeno. Así que podemos decir que la gente de hoy en día tiene mucha imaginación, pero en aquellos días estaban entrenados en la percepción. Por lo tanto, podemos distinguir dos épocas: una de percepción y otra de imaginación. Luego vendrá una tercera, a través de la cual se desarrollarán los estados de ánimo, que hoy sólo van a la par.

Un ser humano que comienza a atravesar un determinado desarrollo debe, en efecto, anticipar ya lo que será la cultura humana general en épocas posteriores. Por lo tanto, debe fomentar los estados de ánimo. Puede suceder fácilmente que algún hombre haya iniciado el desarrollo de sus estados de ánimo hacia mundos superiores y luego, en contacto con otros hombres, tenga la cultura de la imaginación. Entonces hará la observación de que en un momento se sintió lo correcto, en otro lo incorrecto. Un hombre meramente intelectual, por razones lógicas, aceptará lo correcto y rechazará lo incorrecto.

Pasará mucho tiempo antes de que llegue una etapa superior de la cultura en la que uno sentirá un sentimiento de placer hacia lo que está bien y un sentimiento de disgusto hacia lo que está mal. Esto le dará entonces a uno seguridad con respecto al ser verdadero y falso; porque no es sólo una idea del ser verdadero y falso lo que se requiere. No tenemos mucho tiempo para probar una cosa, pues la comprendemos en un instante. Hoy debemos probar, desarrollar. Entonces ya no necesitaremos probar, sino complacer. Por lo tanto, a la cultura de la percepción de los griegos y a la cultura de la imaginación de nuestro tiempo les seguirá una cultura del alma cuando volvamos a encarnar. Después seguirá otra cultura en relación con los impulsos; entonces los impulsos de la voluntad experimentarán una gran formación. Las personas que allí se encarnen perseguirán lo que es, por así decirlo, un ideal socrático. Si no fuera así, un hombre, por muy inteligente que fuera, podría ser un canalla ideal; para nada Hamlet habría escrito en su tablilla que se puede sonreír y sonreír siempre y, sin embargo, ser un canalla redomado.  
A la época de los estados de ánimo le sigue una época de pronunciada moralidad. Allí, como muestra la investigación ocultista, se presentará un caso muy especial. Supongamos que la gente se vuelve cada vez más sabia. Uno puede llegar a serlo según la manera actual de pensar. Uno puede incluso utilizar su astucia para escenificar actos malvados. Pero, extrañamente, en nuestra penúltima época ocurrirá esto, ¡que la maldad de los impulsos de la voluntad tendrá un efecto paralizante sobre la intelectualidad! Esta será la peculiaridad de la época cultural moralista, que la inmoralidad tendrá el poder de matar la intelectualidad. Por lo tanto, el ser humano de esta época debe desarrollarse de tal manera que su moralidad se encuentre con su intelectualidad. Así que podemos decir: tenemos la cultura grecorromana como la época de la cultura de la percepción, la nuestra como la época de lo intelectual. Luego viene el tiempo de la cultura emocional y después el tiempo de la moralidad real.  

Ahora bien, es interesante observar cómo un impulso importante actúa sobre los hombres en estas épocas culturales sucesivas. Aquí debemos referirnos a lo que se ha dicho antes, que la facultad de percepción nos conecta con lo físico, la facultad de imaginación con lo astral, los estados de ánimo con el Devacán inferior y la moralidad con el Devacán superior.
Por lo tanto, cuando un impulso debía llegar al hombre en los tiempos griegos y romanos, entonces el hombre estaba entrenado para percibir especialmente lo que se aproxima externamente. Por lo tanto, el impulso del acontecimiento Crístico entra en el mundo como una percepción externa. Ahora vivimos en la cultura de las ideas. Por lo tanto, nuestra época cultural alcanzará su meta conociendo a Cristo como algo que se percibe desde el mundo astral como una concepción interna. Se manifestará como una forma etérica del mundo astral. En la época siguiente, en la época de los estados de ánimo, el hombre manifestará especialmente sus estados de ánimo para ver al Cristo astralmente. Y luego, en la época moral, el Cristo se manifestará como lo más elevado que el hombre puede experimentar: como un yo que resplandece desde el mundo del Devacán superior. Así también se desarrollará más la percepción del Cristo. En sus ideas, en sus imaginaciones, el hombre percibirá ahora al Cristo de un modo natural. 

Así vemos por estas representaciones que el hombre puede encontrar una cierta correspondencia entre lo que dice la ciencia espiritual y lo que sucede en el mundo -siempre que el hombre la encuentre. 
Estos son puntos tales que pueden ser tocados para que una unión local responda a cualquiera de las numerosas preguntas a través de las cuales el hombre puede acercarse al mundo espiritual. 
Traducido por J.Luelmo abr.2023

viernes, 7 de abril de 2023

GA143 Munich 11 de enero de 1912 -Nerviosismo y yoidad - consejos y ejercicios-

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NERVIOSISMO Y YOIDAD

RUDOLF STEINER

Munich 11 de enero de 1912

Hoy vamos a hacer algunas sugerencias en relación con algunas de las cosas que ya sabemos, pero que pueden ser útiles para uno u otro de nosotros, y que también pueden conducirnos a una visión más exacta de la esencia del ser humano y de su conexión con el mundo. El antropósofo tendrá muy a menudo la oportunidad de oír de personas de fuera muchas otras cosas además de las objeciones a la ciencia espiritual que se han mencionado esta vez en las conferencias públicas. Una y otra vez, tanto personas eruditas como no eruditas objetan el hecho de que hablemos en términos de ciencia espiritual de una división de todo el ser humano en los cuatro miembros que siempre mencionamos: el cuerpo físico, el cuerpo etérico o de vida, el cuerpo astral y el yo. Y los escépticos bien pueden objetar que para un hombre que desarrolla ciertos poderes anímicos, por lo demás ocultos, podría ser posible ver algo semejante a estos miembros del ser, pero para quien no ve tal cosa no podría haber razón alguna para que abrigara tal opinión. Ahora bien, hay que subrayar que la vida del hombre, si se está atento, no sólo da confirmaciones de lo que dice el conocimiento espiritual, sino que, si se aplica lo que se puede aprender para la vida del conocimiento espiritual, tal aplicación a la vida resulta ser extraordinariamente útil. Y uno ya se dará cuenta de que este beneficio -no me refiero ahora al beneficio en un sentido inferior, sino a ese beneficio que es un beneficio en un sentido superior- puede enseñarnos poco a poco una especie de convicción, aunque no queramos entrar en lo que se presenta a la observación clarividente. 

jueves, 6 de abril de 2023

GA116-7 Berlín 8 de mayo de 1910 -El desarrollo posterior de la conciencia

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El desarrollo posterior de la conciencia

RUDOLF STEINER

Berlín 8 de mayo de 1910

Hoy, 8 de mayo, la Sociedad Teosófica celebra el Día del Loto Blanco, que para el mundo exterior es conocido, en la terminología usual del día, como el día de la muerte del impulsor de esa corriente Espiritual en la que ahora nos encontramos. A nosotros nos parecería más apropiado seleccionar una designación diferente para la festividad de hoy, tomada de nuestro conocimiento del mundo Espiritual y que debería ser más o menos así: El día de la transición de una actividad en el plano físico a otra en los mundos espirituales". Porque para nosotros no es sólo una convicción interior en el sentido ordinario de las palabras, sino un conocimiento cada vez mayor, de que lo que el mundo exterior llama muerte no es más que el paso de una forma de trabajo, de una actividad estimulada por las impresiones del mundo físico exterior, a otra totalmente estimulada por el mundo Espiritual. Cuando hoy recordamos a la gran impulsora, H. P. Blavatsky, y a las personas líderes de su movimiento que ahora también han pasado al reino Espiritual, tratemos en particular de formarnos una idea clara de lo que nosotros mismos debemos hacer de nuestro movimiento Espiritual para que pueda representar una continuación de esa actividad que ella ejerció en el plano físico mientras permaneció en él; para que por un lado pueda ser una continuación de esa actividad y al mismo tiempo sea posible para la Fundadora misma continuar su trabajo desde el mundo Espiritual, tanto ahora como en el futuro. En un día como este, es conveniente que nos apartemos en cierto sentido de nuestro estudio habitual de los asuntos teosóficos y de la vida teosófica, y que en su lugar hagamos una especie de retrospectiva concienzuda, una retrospectiva concerniente a las tareas y deberes que el movimiento teosófico pone ante nosotros, y que también puede llevarnos a una especie de previsión de lo que este movimiento debería llegar a ser en el futuro, y lo que deberíamos hacer y evitar hacer.
Como resultado de ciertas circunstancias muy especiales y de ciertas necesidades históricas, vino al mundo lo que estamos llevando a cabo como el Movimiento Teosófico. Ustedes saben que aquí no se trataba, como en otros movimientos espirituales o uniones de cualquier tipo, de que una o más personas decidieran seguir ciertos ideales según la cualidad de sus corazones y mentes, que les impulsara a sentir entusiasmo por estos ideales, tratando de entusiasmar a otras personas e inducirlas a formar sociedades o uniones para llevarlos a la práctica. Si entendemos bien el movimiento teosófico, no debemos verlo de esta manera. Sólo podemos hacerlo si lo consideramos como una necesidad histórica de nuestra vida presente: algo que, independientemente de lo que la gente sienta o quisiera sentir al respecto, estaba destinado a llegar, pues ya yacía en el vientre del tiempo, por así decirlo, y tenía que nacer. ¿De qué manera, entonces, podemos considerar el movimiento teosófico? Puede ser considerado como un descenso, un nuevo descenso de la vida espiritual, de la sabiduría espiritual y de las fuerzas espirituales, al mundo físico sensible desde los mundos suprasensibles. Tal descenso tuvo que tener lugar para el desarrollo ulterior del hombre, y debe tener lugar repetidamente en el futuro. Naturalmente, no puede ser nuestra tarea señalar hoy todos los grandes impulsos por medio de los cuales la vida espiritual ha descendido desde los mundos suprasensibles para que la vida anímica del hombre se renovara cuando, por así decirlo, había envejecido; pero en el transcurso del tiempo esto ha ocurrido con frecuencia. Sin embargo, hay que tener en cuenta una cosa.

En el pasado primigenio, no mucho después de la gran catástrofe atlante que las tradiciones de los diversos países registran como la historia del Diluvio, vino ese impulso que podemos describir como la afluencia de vida espiritual que se vertió en el desarrollo de la humanidad a través de los Santos Rishis. Luego vino esa otra corriente de vida espiritual que fluyó hacia la evolución del hombre a través de Zaratustra o Zoroastro, y encontramos otra corriente de naturaleza similar en la que llegó a los antiguos israelitas a través de las revelaciones de Moisés. (véase GA060)
Finalmente, tenemos el mayor Impulso de todos en esa poderosa afluencia de vida Espiritual vertida en el mundo físico a través de la aparición en la Tierra de Cristo-Jesús. Este es, con mucho, el Impulso más poderoso jamás dado en el pasado, y como hemos enfatizado repetidamente, es mayor que cualquiera que pueda venir en cualquier momento futuro al desarrollo terrestre. También hemos afirmado repetidamente que siempre deben llegar nuevos impulsos; una nueva vida Espiritual y una nueva manera de comprender la antigua vida Espiritual deben afluir al desarrollo de la humanidad; si no fuera por esto, el árbol del desarrollo humano, que reverdecerá cuando la humanidad haya alcanzado la meta de su evolución, se marchitaría y perecería. A través de los nuevos impulsos espirituales que afluyen a nuestra vida terrestre, debe comprenderse cada vez mejor el poderoso pozo de vida de Cristo, que Él vertió en el desarrollo humano.
A medida que se acercaba nuestra época, nuestro siglo XIX, llegó el momento en que el desarrollo humano requería a su vez una nueva intervención, un nuevo impulso. Una vez más, nuevos estímulos, nuevas revelaciones, tenían que fluir de los mundos suprasensibles a nuestro mundo físico. Esto era una necesidad, y así debió sentirse en la Tierra misma, y así se sintió en aquellas regiones desde las cuales se guía la vida de la Tierra, las regiones Espirituales; sólo una observación humana miope podría decir: "¿Para qué sirven estas corrientes constantemente renovadas de verdades perfectamente nuevas? ¿Por qué ha de haber constantemente nuevos conocimientos y nuevos impulsos vitales? Tenemos lo que nos dio el cristianismo, por ejemplo, y con eso podemos seguir simplemente a la vieja usanza". Desde un punto de vista más elevado, este tipo de observación es extremadamente egoísta. Realmente lo es. El hecho mismo de que tales observaciones egoístas sean hechas hoy tan frecuentemente por las mismas personas que se creen buenas y religiosas, es una prueba aún más fuerte de que se necesita una renovación de nuestra vida espiritual. Cuántas veces oímos decir hoy: "¿Para qué sirven los nuevos movimientos espirituales? Tenemos nuestras antiguas tradiciones que se han conservado a través de los siglos hasta donde la historia registra; ¡no dejemos que estropeemos esas tradiciones por lo que dicen estas personas que siempre creen que saben más! Esa es una expresión egoísta del alma humana. Quienes hablan así no son conscientes de ello; no se dan cuenta de que sólo están preocupados por las exigencias de su propia alma. En sí mismos sienten: "¡Estamos bastante satisfechos con lo que tenemos!". Y establecen el dogma, un dogma espantoso desde el punto de vista de la conciencia: "Si estamos satisfechos con nuestro camino, aquellos que deben aprender de nosotros, aquellos que vienen después de nosotros, deben aprender a encontrar satisfacción de la misma manera que nosotros. Todo debe seguir como nosotros lo consideramos correcto, de acuerdo con nuestro conocimiento". Esta forma de hablar se oye con mucha frecuencia en el mundo exterior. Esto no proviene simplemente de las limitaciones de un alma estrecha, sino que está relacionado con lo que podríamos llamar una inclinación egoísta del alma humana. En la vida religiosa, las almas pueden ser en realidad extremadamente egoístas, aunque lleven una máscara de piedad. Cualquiera que se tome en serio la cuestión del desarrollo espiritual de la humanidad debe, si estudia el mundo que le rodea con comprensión, darse cuenta de una cosa. Debe ver que el alma humana se está apartando gradualmente cada vez más del método con el que durante siglos los hombres han contemplado el Impulso Crístico, el mayor Impulso en el desarrollo de la humanidad. Por regla general, no me interesa referirme a asuntos contemporáneos, porque lo que sucede hoy en la vida espiritual externa es, en su mayor parte, demasiado insignificante para atraer el lado más profundo de un observador serio. Por ejemplo, en Berlín, durante las últimas semanas, era imposible pasar por una columna de carteles sin ver avisos de una conferencia titulada "¿Vivió Jesús?". Probablemente todos ustedes saben que lo que llevó a que este tema se discutiera como se ha hecho en los círculos más amplios -a veces con armas muy radicales- fue la opinión anunciada por un profesor alemán de Filosofía, el doctor Arthur Drews, discípulo de Edouard Hartmann, autor de La filosofía de lo desconocido y, más especialmente, de El mito de Cristo. El contenido de este último libro se ha dado a conocer más ampliamente por la conferencia pronunciada por el profesor Drews aquí en Berlín, bajo el título: "¿Vivió Jesús?".
Por supuesto, no es mi tarea entrar en los detalles de esa conferencia. Sólo expondré sus ideas principales. El autor de El mito de Cristo, un filósofo moderno que puede suponerse que representa la ciencia y el pensamiento de la época, busca en los diversos registros de la antigüedad que supuestamente ofrecen pruebas históricas de que cierta persona llamada Jesús de Nazaret vivió al principio de nuestra era. A continuación, con la ayuda de lo que la ciencia y la crítica han demostrado, intenta reducir el resultado de todo esto a algo parecido a la siguiente pregunta: "¿Son los distintos Evangelios registros históricos que demuestran que Jesús vivió?" Toma todo lo que la Teología Moderna tiene que decir, y luego trata de demostrar que ninguno de los Evangelios puede ser un registro histórico y que por medio de ellos es imposible demostrar que Jesús vivió alguna vez. También intenta demostrar que ninguno de los otros registros de naturaleza puramente histórica que posee el hombre son determinantes, y que no se puede deducir nada concluyente sobre un Jesús histórico a partir de ellos.

Ahora bien, todos los que se han ocupado de esta cuestión saben que, considerada puramente desde un punto de vista externo, la clase de observación practicada por el profesor Drews tiene mucho a su favor, y viene a ser una especie de resultado de la crítica teológica moderna. No voy a entrar en detalles, porque hoy en día no tiene ninguna importancia que alguien que ha estudiado el lado filosófico de la ciencia afirme que no existe ningún documento histórico que demuestre que Jesús vivió, porque los únicos documentos que supuestamente lo hacen no son fidedignos. Drews y todos los que piensan como él se rigen por lo que nos ha llegado del apóstol Pablo. (En los últimos tiempos hay incluso gente que duda del carácter genuino de todas las epístolas paulinas, pero como el autor de El mito de Cristo no llega a tanto, no hace falta que entremos en ello). Drews dice de San Pablo que no basa sus afirmaciones en un conocimiento personal de Jesús de Nazaret, sino en la revelación que recibió en el suceso de Damasco. Sabemos que esto es absolutamente cierto. Pero ahora Drews llega a la siguiente conclusión: "¿Qué concepto de Cristo tenía San Pablo? Formó el concepto de un Cristo puramente Espiritual, que puede morar en cada alma humana, por así decirlo, y puede realizarse dentro de cada uno. San Pablo no afirma en ninguna parte la necesidad de que el Cristo, al que consideraba como un Ser puramente Espiritual, haya estado presente en un Jesús cuya existencia no puede probarse históricamente. Por lo tanto, se puede decir: que nadie sabe si un Jesús histórico vivió o no; que el concepto de Cristo de San Pablo es un concepto puramente espiritual, que simplemente reproduce lo que puede vivir en cada alma humana como un impulso hacia la perfección, como una especie de Dios en el hombre". El autor de El mito de Cristo señala además que ya existían ciertas concepciones -similares a la idea que los cristianos tienen de Jesucristo- sobre una especie de Jesús precristiano, y que varios pueblos orientales tenían el concepto de un Mesías. Esto obliga a Drews a preguntarse: "¿Cuál es entonces realmente la diferencia entre la idea de Cristo que tenía San Pablo [y que Drews no intenta negar], - cuál es la diferencia entre la imagen de Cristo que San Pablo tenía en su corazón y en su alma, y la idea del Mesías ya existente?". Drews continúa diciendo: "Antes de la época de San Pablo, los hombres tenían una imagen crística de un Dios, una imagen mesiánica de un Dios, que no se hizo hombre, que no descendió hasta la condición de hombre individual; incluso celebraban su sufrimiento, muerte y resurrección como procesos simbólicos en sus diversos festivales y misterios; pero una cosa no poseían: no hay constancia de que un hombre individual hubiera pasado realmente por el sufrimiento, la muerte y la resurrección en la tierra física". El autor de El mito de Cristo se pregunta ahora: "¿Hasta qué punto hay algo nuevo en San Pablo? ¿Hasta qué punto llevó él más lejos la idea de Cristo?
El propio Drews responde: "El avance hecho por San Pablo sobre las concepciones anteriores es que no representa a un Dios revoloteando en las regiones superiores, sino a un Dios que se hizo hombre individual". Ahora quiero que tomen nota de esto: Según el autor de El mito de Cristo, Pablo representa a un Cristo que realmente se hizo hombre. Pero lo extraño es esto: Se supone que San Pablo se detuvo ante esa idea. Se supone que captó la idea de un Cristo que realmente se hizo hombre, ¡aunque, según él, Cristo nunca existió como tal! Por lo tanto, se supone que San Pablo dice que la idea más elevada posible es la de un Dios, un Cristo, que no sólo flota en las regiones superiores, sino que ha descendido a la tierra y se ha hecho hombre; pero nunca se le pasó por la cabeza que este Cristo viviera realmente en la tierra en un ser humano. Esto significa que el autor de El mito de Cristo atribuye a San Pablo una concepción de Cristo que, para el pensamiento sano, es una burla. A San Pablo se le hace decir: 'Cristo ciertamente debe haber sido un hombre individual, pero aunque yo lo predico, niego su existencia en cualquier sentido histórico'.

Este es el núcleo en torno al cual gira todo el tema; realmente no se necesita mucha erudición teológica o crítica para refutarlo; sólo es necesario enfrentarse al profesor Drews como filósofo. Porque su concepto de Cristo no puede sostenerse. El concepto paulino de Cristo, en el sentido en que lo entiende Drews, no puede mantenerse sin aceptar al Jesús histórico. El propio libro del profesor Drews exige la existencia del Jesús histórico. Por lo tanto, parece que en la actualidad se puede aceptar un libro en los círculos más amplios y considerarlo como una obra seria y científica, ¡que se centra en una contradicción tal que convierte toda lógica interna en una burla! ¿Es posible en estos tiempos que el pensamiento humano transite por caminos tan torcidos? ¿Cuál es la razón de ello? Cualquiera que desee comprender claramente el desarrollo de la humanidad debe encontrar la respuesta a esa pregunta.

La razón es que lo que los hombres creen o piensan en un período dado, no es el resultado de su pensamiento lógico, sino de sus sentimientos y sensaciones; creen y piensan lo que desean pensar. En particular, aquellos que están preparando el concepto de Cristo para la era venidera sienten un fuerte impulso de excluir de sus corazones todo lo que se encuentra en los antiguos registros externos - y, sin embargo, también sienten el impulso de probar todo por medio de tales documentos externos. Estos, sin embargo, considerados desde un punto de vista puramente material, pierden su valor tras un lapso de tiempo definido. A Shakespeare le llegará el momento, como a Honker, de que se intente demostrar que el Goethe histórico nunca existió. Con el tiempo, los registros históricos deben perder su valor desde el punto de vista material. ¿Qué es necesario entonces, viendo que ya estamos viviendo en una época en la que el pensamiento de sus representantes más prominentes es tal que tienen un impulso en sus corazones que les empuja hacia la negación del Cristo histórico? ¿Qué es necesario como nuevo impulso de la vida espiritual? Es necesario que se dé la posibilidad de comprender al Jesús histórico de un modo espiritual. ¿De qué otra manera se puede expresar este hecho?
Como todos sabemos, San Pablo partió del Evento de Damasco. También sabemos que para él ese Evento fue la gran revelación, mientras que todo lo que había oído en Jerusalén, -en el plano físico, como información directa-, no había podido convertir a un Saulo en San Pablo. Lo que le convenció fue la revelación de Damasco desde los mundos espirituales. Sólo a través de ella surgió realmente el cristianismo, y a través de ella San Pablo obtuvo el poder de proclamar al Cristo. ¿Pero obtuvo una idea puramente abstracta, que en sí misma podría ser contradicha? Estaba convencido, por lo que había visto en los mundos espirituales, de que Cristo había vivido en la tierra, había sufrido, muerto y resucitado. Si Cristo no resucitó, vana es mi enseñanza", dijo San Pablo con toda razón. No recibió de los mundos espirituales la mera idea, el concepto de Cristo, sino que se convenció a sí mismo de la realidad del Cristo que murió en el Gólgota. Para él eso era la prueba del Jesús histórico.

¿Qué es necesario entonces, ahora que se acerca el tiempo en que, como resultado del materialismo de la época, los registros históricos están perdiendo su valor, cuando todo el mundo puede demostrar fácilmente que estos registros no pueden resistir la crítica, de modo que nada puede ser probado externa e históricamente? Es necesario que la gente aprenda que Cristo puede ser reconocido como el Jesús histórico sin ningún tipo de registros externos, que a través de una formación adecuada el Acontecimiento de Damasco puede ser renovado en cada ser humano y, de hecho, en un futuro próximo será renovado para la humanidad en su conjunto, por lo que es absolutamente posible estar convencido de la existencia de un Jesús histórico. Esa es la nueva vía por la que el mundo debe encontrar el camino hacia Él. No importa si los hechos ocurridos fueron correctos o incorrectos, lo importante es que ocurrieron. No tiene importancia que un libro como El Mito de Cristo contenga ciertos errores, lo que importa es que ¡se pudo escribir! Demuestra que son necesarios métodos muy diferentes para que Cristo permanezca con la humanidad; para que sea redescubierto.

Un hombre que piensa en la humanidad y en sus necesidades y en cómo se expresan externamente las almas de los hombres, no adoptará el punto de vista de decir: '¿Qué me importan esas personas que piensan de otra manera? Tengo mis propias convicciones, me bastan'. La mayoría de la gente no se da cuenta del terrible egoísmo que subyace a tales palabras. No fue el resultado de una idea, de un ideal exterior, ni de ninguna predilección personal, el que surgiera un movimiento a través del cual la gente pudiera aprender que es posible encontrar el camino hacia el mundo espiritual, y que, entre otras cosas, Cristo mismo también puede encontrarse allí. Este movimiento surgió en respuesta a una necesidad que surgió en el transcurso del siglo XIX, que debe fluir desde los mundos espirituales en el mundo físico, las posibilidades, por medio del cual los hombres serán capaces de obtener la verdad espiritual en un nuevo tipo de forma, la vieja manera de haber muerto. En el transcurso del pasado invierno, ¿no hemos dado testimonio de lo provechoso que puede ser este nuevo camino?

Hemos insistido repetidamente en el hecho de que lo primero para nosotros en nuestro movimiento no es tomar partido por ningún registro o documento externo, sino ante todo indagar: ¿Qué se revela a la conciencia clarividente cuando se asciende a los mundos espirituales? Si, por alguna catástrofe, se perdieran todas las pruebas históricas del Jesús histórico de los Evangelios y de las Epístolas de San Pablo, ¿qué nos diría la conciencia espiritual independiente? ¿Qué aprendemos sobre los mundos espirituales en el camino que cada uno puede recorrer cualquier día y a cualquier hora? Se nos dice: 'En los mundos espirituales encontraréis al Cristo, aunque no sepáis nada históricamente del hecho de que estuvo en la tierra al principio de nuestra era'.

El hecho que debe establecerse una y otra vez mediante una renovación del Acontecimiento de Damasco es que existe una prueba original de la personalidad histórica de Jesús de Nazaret. Del mismo modo que a un escolar no se le dice que debe creer que los tres lados de un triángulo suman ciento ochenta grados simplemente porque en la antigüedad eso se establecía como un hecho, sino que se le obliga a demostrarlo por sí mismo, así nosotros, hoy en día, no sólo atestiguamos desde una conciencia espiritual que Cristo siempre ha existido, sino también que el Jesús histórico puede encontrarse en los mundos espirituales, que Él es una realidad, y que era una realidad en la misma época de la que habla la tradición.

Hemos ido más allá y hemos mostrado que lo que establecimos por percepción espiritual sin los Evangelios, debe ser redescubierto dentro de ellos. Entonces sentimos un profundo respeto y reverencia por los Evangelios, porque volvemos a encontrar en ellos lo que encontrábamos en los mundos espirituales independientemente de ellos. Ahora sabemos que deben haber provenido de las mismas fuentes de iluminación suprasensible de las que debemos nutrirnos hoy en día; sabemos que deben ser registros de los mundos espirituales.
El propósito de lo que llamamos el movimiento teosófico es hacer posible tal método de observación, hacer posible que la vida espiritual desempeñe su papel en la ciencia humana. Para que esto pudiera ocurrir, el estímulo para ello tenía que ser dado por la Sociedad Teosófica. Este es un aspecto de la cuestión. La otra es que este estímulo tuvo que ser dado en un momento que era el menos maduro para ello. Esto se demuestra por el hecho de que hoy, (1912) treinta años después del nacimiento del movimiento teosófico, la historia del Jesús no histórico todavía perdura. ¿Cuánto se sabe, fuera de este movimiento, de la posibilidad de que el Jesús histórico sea descubierto de otra manera que no sea a través de los documentos externos? Lo que se estaba haciendo en el siglo XIX aún continúa: se está socavando la autoridad de los documentos religiosos. Así, mientras que existía la mayor necesidad de que esta nueva posibilidad fuera dada a la humanidad - por otro lado los preparativos hechos para su recepción fueron los más pequeños concebibles. ¿Creemos acaso que nuestros filósofos modernos están particularmente preparados para recibirla? Lo poco preparados que están los filósofos del siglo XX puede verse por el concepto que tienen del Cristo de San Pablo. Cualquiera que conozca la vida científica sabe que éste es el gran y último resultado del materialismo que se ha estado preparando durante siglos: aunque afirma que desea elevarse por encima del materialismo, el modo de pensamiento que prevalece en la ciencia no ha progresado más allá del que está en vías de extinción. La ciencia, tal como existe hoy, es ciertamente una fruta madura, pero una fruta que debe sufrir el destino de todas las frutas maduras; debe comenzar a descomponerse. Nadie puede afirmar que pueda dar un nuevo impulso a la renovación de su modo de pensar o de sus métodos para llegar a conclusiones. Cuando pensamos en esto nos damos cuenta, aparte de todas las demás consideraciones, del peso del estímulo dado a través de H. P. Blavatsky; - no importa cuáles puedan ser nuestras opiniones sobre sus capacidades y los detalles de su vida, ella fue el instrumento para dar el estímulo; y demostró ser plenamente competente para el propósito, - Nosotros que estamos tomando parte en la celebración de un día como éste, como miembros de la Sociedad Teosófica, estamos en una posición muy peculiar. Estamos celebrando un festival personal, dedicado a una persona. Ahora bien, aunque la creencia en la Autoridad es ciertamente una cosa peligrosa en el mundo externo, sin embargo allí el peligro se reduce a causa de los celos y la envidia que desempeñan un papel tan grande; aunque la reverencia de unas pocas personas se manifiesta exteriormente, y con bastante fuerza, por la quema de incienso, sin embargo el egoísmo y la envidia tienen un poder considerable sobre ellas. En el movimiento teosófico el peligro de daño a través de la adoración de la personalidad y la creencia en la Autoridad es particularmente grande. Estamos, por lo tanto, en una posición muy peculiar cuando celebramos un festival dedicado a una personalidad. No sólo las costumbres de la época, sino también el asunto en sí nos coloca en una posición difícil, porque las revelaciones de los mundos superiores siempre deben venir por el camino de la personalidad. Las personalidades deben ser las portadoras de las revelaciones y sin embargo debemos tener cuidado de no confundir las primeras con las segundas. Debemos recibir las revelaciones a través de una personalidad, y la pregunta que se repite constantemente sobre si es digna de confianza, es muy natural. "¡Lo que hicieron tal o cual día no armoniza con nuestras ideas! ¿Podemos, por tanto, creer en todo el asunto?".
Esto forma parte de cierta tendencia de nuestro tiempo, que podemos describir como falta de devoción a la verdad. Cuántas veces en la actualidad oímos hablar de un caso en el que alguna persona prominente puede agradar al público; durante una o más décadas lo que él o ella hace puede ser bastante satisfactorio, ya que el público es demasiado perezoso para investigar el asunto por sí mismo. Algunos años después, si se descubre que la vida privada de esta persona no es todo lo buena que podría ser y está abierta a sospechas, el ídolo se cae al suelo. Si esto es correcto o no, no es lo importante. La cuestión es que debemos adquirir el sentimiento de que, aunque la persona en cuestión sea el medio por el que nos llega la vida espiritual, es nuestro deber comprobarlo por nosotros mismos y, de hecho, probar a la persona por la verdad, en lugar de probar la verdad por la persona. Especialmente esa debería ser nuestra actitud en el movimiento teosófico: rendimos el mayor respeto a una personalidad si no la gravamos con la creencia en la Autoridad, como la gente es tan aficionada a hacer, porque sabemos que la actividad de esa personalidad después de la muerte sólo se transfiere al mundo espiritual. Estamos justificados al decir que la actividad de H. P. Blavatsky aún continúa, y nosotros, dentro del movimiento que ella instigó, podemos promover esa actividad o dañarla. Sobre todo la perjudicamos si creemos ciegamente en ella, jurando por lo que pensaba cuando vivía en el plano físico, y creyendo ciegamente en su autoridad. La veneramos y ayudamos más si somos plenamente conscientes de que ella proporcionó el estímulo para un movimiento que se originó a partir de una de las necesidades más profundas de la evolución humana. Mientras vemos que este movimiento tenía que llegar, le atribuimos a ella el estímulo; pero han pasado muchos años desde entonces y debemos demostrar que somos dignos de su obra, reconociendo que lo que entonces se inició debe ahora llevarse más lejos. Admitimos que tuvo que ser instigado por ella, pero no nos permitas hurgar en sus asuntos privados, especialmente en estos momentos. Conocemos el significado del impulso que ella dio, pero sabemos que sólo representa muy imperfectamente lo que está por venir. Cuando recordamos todo lo que ha sido puesto ante nuestras almas durante el pasado invierno, no podemos sino decir: Lo que Madame Blavatsky comenzó es ciertamente de profunda e incisiva importancia, pero ¡cuán inconmensurable es todo lo que no pudo lograr en ese acto introductorio suyo! Lo que se acaba de decir de la necesidad del Movimiento Teosófico para la experiencia de Cristo estaba completamente oculto para Blavatsky. Su tarea era señalar los gérmenes de la verdad en las religiones de los pueblos arios; la comprensión de las revelaciones dadas en el Antiguo y Nuevo Testamento le fue negada. Honramos la obra positiva realizada por esta Personalidad y no nos referiremos a todo lo que no pudo hacer, a todo lo que le fue ocultado y que ahora debemos aportar. Cualquiera que se deje estimular por H. P. Blavatsky y desee ir más lejos que ella, dirá: Si el estímulo dado por ella en el Movimiento Teosófico ha de ser llevado más lejos, debemos alcanzar una comprensión del Acontecimiento-Cristo.
El movimiento teosófico primitivo no logró captar la vida religiosa y espiritual del Antiguo y del Nuevo Testamento; por eso todo está fuera de lugar en este primer movimiento, y el Movimiento Teosófico tiene la tarea de hacer esto bien y de agregar lo que no se dio al principio. Si interiormente sentimos estos hechos, son como una reivindicación, hecha por nuestra conciencia teosófica.

Por lo tanto, visualizamos a H. P. Blavatsky como la portadora de una especie de amanecer de una nueva luz; ¡pero de qué serviría esa luz si no fuera para iluminar lo más importante que la humanidad ha poseído jamás! Una Teosofía que no proporcione los medios para comprender el Cristianismo es absolutamente inútil para nuestra civilización actual; pero si se convirtiera en un instrumento para la comprensión del Cristianismo, entonces estaríamos haciendo el uso correcto del instrumento. Si no hacemos esto, si no utilizamos el impulso dado por H. P. Blavatsky para este propósito, ¿qué estamos haciendo? ¡Estamos deteniendo la actividad de su espíritu en nuestra época! Todo está en desarrollo, incluso el espíritu de Blavatsky. Su espíritu está trabajando ahora en el mundo espiritual para promover el progreso del Movimiento Teosófico; pero si nos sentamos frente a ella y al libro que escribió, diciendo: "Te levantaremos un monumento que consistirá en tus propios trabajos", ¿quién está atando su espíritu a la tierra? ¿Quién la condena a no progresar más allá de lo que estableció en la tierra? Nosotros mismos. Reverenciamos y reconocemos su valor si, al igual que ella fue más allá de su tiempo, nosotros también vamos más lejos que ella, mientras la gracia que rige el desarrollo del mundo siga concediendo revelaciones espirituales del mundo espiritual.

Esto es lo que ponemos hoy ante nuestras almas como una cuestión de conciencia, y después de todo esto está más de acuerdo con los deseos de nuestro camarada H. C. Olcott, el primer Presidente de la Sociedad Teosófica, quien también ha pasado ahora al mundo espiritual. Inscribamos esto en nuestras almas hoy, porque es precisamente a través de la falta de conocimiento de la vida Teosófica viviente que todos los lados sombríos del movimiento Teosófico han surgido. Si el movimiento teosófico llevara a cabo su gran impulso original, sin debilitarse, y con una conciencia santa, poseería la fuerza para expulsar del campo todas las influencias dañinas que, con el paso del tiempo, ya han entrado, así como otras que ciertamente vendrán. Esto es algo que debemos hacer muy seriamente: debemos continuar desarrollando el impulso. En muchos lugares vemos hoy a teósofos que piensan que están haciendo un buen trabajo, y que se sienten muy felices de poder decir: '¡Ahora estamos haciendo algo que está en conformidad con la ciencia externa! Cuán agradable es para muchos teósofos importantes poder señalar que aquellos que estudian varias religiones confirman lo que ha venido del mundo espiritual; mientras que fallan al observar que es justamente este modo no espiritual de comparación el que debe ser superado. Por ejemplo, la Teosofía está en estrecho contacto con los pensamientos que condujeron a la negación del Jesús histórico y, de hecho, existe una cierta relación entre ellos. Originalmente, la Teosofía sólo clasificaba al Jesús histórico con otros fundadores de la religión. A Blavatsky nunca se le ocurrió negar al Jesús histórico; aunque ciertamente lo situó cien años antes. No negó su existencia, pero no reconoció a Cristo-Jesús; aunque instigó el movimiento en el que algún día podría ser conocido, ella misma no fue capaz de reconocerlo. En esto, el primer estado del movimiento teosófico coincide extrañamente con lo que hacen hoy en día los que niegan al Jesús histórico.
Por ejemplo, el profesor Drews señala que los sucesos que precedieron al acontecimiento del Gólgota también pueden encontrarse en los relatos de los antiguos dioses, por ejemplo en el culto a Adonis o Tammuz, en el sentido de que hay un Dios-héroe sufriente, un Dios-héroe moribundo y un Dios-héroe resucitado, etcétera. Siempre se presenta lo que contienen las diversas tradiciones religiosas y se saca la siguiente conclusión: se habla de un Jesús de Nazaret, que sufrió, murió y resucitó y que era el Cristo; pero se ve que otros pueblos también adoraban a un Adonis, a un Tammuz, etc. Se insiste constantemente en la semejanza con uno de los antiguos dioses, al referirse a los sucesos de Palestina.

Esto también se hace en nuestro movimiento teosófico. La gente no se da cuenta de que comparar las religiones de Adonis o Tammuz con los sucesos de Palestina no prueba nada. Les mostraré mediante un ejemplo en qué fallan tales comparaciones; en la superficie pueden funcionar bien, pero hay un gran defecto en ellas. Supongamos que un funcionario que vivía en 1910 llevaba un determinado uniforme como signo externo de su actividad oficial; y que en 1930 un hombre totalmente distinto llevara el mismo uniforme. No será el uniforme sino el individuo que lo lleva el que determine la eficacia del trabajo que realiza. Ahora bien, supongamos que en el año 2090 un historiador se presenta y dice: "He comprobado que en 1910 vivía un hombre que llevaba un abrigo, un chaleco y unos pantalones determinados y, además, que en 1930 se llevaba el mismo uniforme, vemos, por tanto, que el abrigo, el chaleco y los pantalones se han trasladado y que en ambas ocasiones tenemos ante nosotros al mismo ser".

Tal conclusión sería, por supuesto, insensata, pero no más que decir que en las religiones de Asia Menor encontramos a Adonis o Tammuz sufriendo y muriendo y resucitando, ¡y que encontramos lo mismo en Cristo! El punto no es que el sufrimiento, la muerte y la resurrección fueron experimentados, ¡el punto es por Quién fueron experimentados! El sufrimiento, la muerte y la resurrección son como un uniforme en el desarrollo histórico del mundo, y no debemos señalar el uniforme que encontramos en las leyendas, sino las individualidades que lo vistieron. Es cierto que las individualidades, para que los hombres pudieran comprenderlas, han realizado, por así decirlo, actos crísticos que demuestran que ellos también podían realizar los actos de un Tammuz, por ejemplo; pero cada vez había un ser diferente detrás de los actos. Por lo tanto, todas las comparaciones de religiones que demuestran que la figura de Sigfrido corresponde a la de Baldur, Baldur a Tammuz y así sucesivamente, no son más que una señal de que las leyendas y los mitos adoptan ciertas formas en determinados pueblos. Cuando tratamos de adquirir conocimientos sobre el hombre, estas comparaciones no tienen más valor que el que tendría señalar que una determinada especie de uniforme se utiliza más tarde para el mismo oficio. Ese es el error fundamental que prevalece en todas partes, incluso en el movimiento teosófico, y no es más que el resultado del hábito materialista del pensamiento.
La voluntad y el testamento de Blavatsky sólo se cumplirán si el movimiento teosófico es capaz de cultivar y preservar la vida del espíritu, -si mira al espíritu que se muestra a sí mismo, y no en los libros que alguien pueda haber escrito. El espíritu debe cultivarse entre nosotros. No nos limitaremos a estudiar libros escritos hace siglos, sino que desarrollaremos de forma viva el espíritu que nos ha sido dado. Seremos una unión de personas que no creen simplemente en libros o en individuos, sino en el espíritu vivo; que no se limitan a hablar de que H. P. Blavatsky partió del plano físico y continuó viviendo después de su muerte, sino que creen de una manera tan viva en lo que ha sido revelado a través de la Teosofía, que su vida en el plano físico no puede convertirse en un obstáculo para la ulterior actividad suprasensible de su espíritu.

Sólo cuando pensemos en ella de esa manera será útil el movimiento teosófico, y sólo cuando se encuentren en la tierra hombres y mujeres que piensen de esa manera, podrá H. P. Blavatsky hacer algo por el movimiento. Para ello es necesario que se realicen más investigaciones espirituales, y sobre todo que la gente aprenda lo que se afirmó en la última conferencia pública: - que la humanidad está en proceso de desarrollo y que algo aproximado a la conciencia surgió en la época de Jesucristo; que tales cosas surgen y son de importancia para toda la evolución. En un determinado momento surgió la conciencia; antes de ese momento era una cosa totalmente diferente, y volverá a ser diferente después de que el alma del hombre se haya desarrollado durante algún tiempo más a la luz de la conciencia. Ya hemos indicado cómo se modificará en el futuro.

Como paralelo a la aparición del Acontecimiento de Damasco un gran número de personas en el curso del siglo XX experimentarán algo parecido a lo siguiente: Tan pronto como hayan actuado de alguna manera, aprenderán a contemplar su acto; se volverán más reflexivos, tendrán una imagen interior del acto. Al principio sólo unas pocas personas experimentarán esto, pero el número aumentará continuamente durante los próximos dos o tres mil años. Tan pronto como hayan hecho algo, la imagen estará allí; al principio no sabrán lo que es, pero los que han estudiado Teosofía dirán: "¡Esto es una imagen! No es un sueño, es una imagen que muestra el cumplimiento kármico del acto que acabo de cometer. Algún día esto tendrá lugar como el cumplimiento, el equilibrio kármico de lo que acabo de hacer". Esto comenzará en el siglo XX. El hombre empezará a desarrollar la facultad de ver ante sí la imagen de un acto lejano, aún no realizado. Se mostrará como una contrapartida interior de su acción, su cumplimiento kármico, que algún día tendrá lugar. Entonces el hombre podrá decir: "Ahora se me ha mostrado lo que tendré que hacer para compensar lo que acabo de hacer, y nunca podré llegar a ser perfecto hasta que haya hecho esa compensación". El karma dejará entonces de ser una mera teoría, porque esta imagen interior será experimentada.
Estas facultades son cada vez más frecuentes; se desarrollan nuevas capacidades; pero las antiguas son los gérmenes de las nuevas. ¿Qué hará posible que a los hombres se les muestren las imágenes kármicas? Será el resultado de que el alma haya permanecido durante algún tiempo a la luz de la conciencia. Lo más importante para el alma no son las diversas experiencias físicas externas que pueda tener, sino su progreso hacia la perfección. Con la ayuda de la conciencia, el alma se prepara ahora para lo que acabamos de describir. Cuantas más encarnaciones tenga un hombre, durante las cuales cultive y perfeccione su conciencia, tanto más hará para adquirir esa facultad superior a través de la cual, en forma de visión espiritual, la voz de Dios volverá a hablarle, la voz de Dios que antes se experimentaba de un modo diferente. Æschylos todavía representaba a su Orestes teniendo ante sí una visión de lo que habían provocado sus malas acciones; se veía obligado a ver los resultados de estas acciones en el mundo exterior. La nueva capacidad en curso de desarrollo para el alma es tal que los hombres verán los efectos de sus actos en imágenes del futuro. Esta es la nueva etapa. El desarrollo sigue su curso en ciclos, siguiendo un movimiento circular, y lo que el hombre poseía en su visión más antigua vuelve de nuevo en una nueva forma.

A través del conocimiento del mundo espiritual nos preparamos realmente para despertar de la manera correcta en nuestra próxima encarnación, y este conocimiento también nos ayuda a trabajar de la manera correcta para aquellos que vendrán después de nosotros. Por esta razón, la Teosofía no es en sí misma un movimiento egoísta, pues no se preocupa de lo que beneficia únicamente al individuo, sino de lo que contribuye al progreso de toda la humanidad.

Hemos preguntado en dos ocasiones: ¿Qué es la conciencia? Hoy también nos hemos preguntado: "¿En qué se convertirá la conciencia que ahora se desarrolla? ¿Cómo se encuentra la conciencia, si la consideramos como una semilla en la época que estamos atravesando? ¿Cuál será el resultado de la acción de esta semilla de conciencia? - Las facultades superiores que acabamos de describir". Es muy importante que creamos en la evolución del alma, de encarnación en encarnación, de edad en edad. Aprendemos eso, cuando aprendemos a comprender el verdadero cristianismo. En este sentido, todavía tenemos mucho que aprender de San Pablo. En todas las religiones orientales, incluso en el budismo, se encuentra la doctrina de que "el mundo exterior es Maya". Así es; y en Oriente eso se establece como verdad absoluta. San Pablo señala la misma verdad y la afirma enfáticamente. Al mismo tiempo, San Pablo subraya algo más: "El hombre no ve la verdad cuando mira con sus ojos; no ve la realidad cuando mira lo que está fuera". ¿Por qué? Porque, en su descenso a la materia, él mismo transfundió la realidad externa con ilusión. Es el hombre mismo, mediante su propio acto, quien hizo del mundo exterior una ilusión'. Tanto si se llama a esto la Caída, como hace la Biblia, como si se le da cualquier otro nombre, es culpa del propio hombre que el mundo exterior aparezca ahora como una ilusión. Las religiones orientales atribuyen la culpa a los dioses. Golpéate el pecho", dice San Pablo, "porque has descendido y has oscurecido tanto tu visión que el color y el sonido ya no parecen espirituales. ¿Crees que el color y el sonido existen materialmente? Son maya. Tú mismo los has hecho maya. Tú, hombre, debes liberarte de esto; ¡debes readquirir lo que has eliminado! Has descendido a la materia y ahora debes liberarte de ella y liberarte, aunque no del modo aconsejado por Buda: ¡Libérate del anhelo de la existencia! No. Debes mirar la vida en la tierra en su verdadera luz. Lo que tú mismo has reducido a Maya, eso debes restaurar dentro de ti - Esto lo puedes hacer tomando dentro de ti la fuerza Crística, que te mostrará el mundo exterior en su realidad".
He aquí un gran impulso para la vida de los países occidentales, un nuevo impulso que aún dista mucho de haber llegado a todas partes. ¿Qué sabe hoy el mundo del hecho de que en una parte del mismo se esté intentando crear una "teoría del conocimiento" en el sentido de San Pablo? Tal teoría no podría alarmar como lo hace Kant: "La cosa en sí es incomprensible". Tal teoría del conocimiento sólo podría decir: "Te incumbe a ti, oh hombre; a través de lo que eres ahora, estás produciendo una realidad falsa. Debes pasar por un proceso interior. Entonces Maya se transformará en verdad, en realidad espiritual". La tarea de mis dos libros, Verdad y Ciencia y Filosofía de la Actividad Espiritual, era poner la teoría del Conocimiento sobre una base paulina. Ambos libros se centran en lo que constituye el gran logro de la concepción paulina del hombre en el mundo occidental. La razón por la que estos libros son tan poco comprendidos, o a lo sumo en los círculos teosóficos, es porque suponen la hipótesis de todo el impulso que ha encontrado expresión en el movimiento teosófico. ¡Lo más grande debe ser visto en lo más pequeño!

A través de consideraciones como éstas, que nos elevan por encima de los límites de nuestra estrecha humanidad, y nos muestran cómo, en nuestro pequeño trabajo cotidiano, podemos vincularnos a aquello que va de etapa en etapa, de vida en vida, conduciéndonos cada vez más hacia la existencia espiritual, - al reflexionar sobre esto nos convertiremos en buenos teósofos. Es justo que nos dediquemos a pensamientos como estos, en un día dedicado a una personalidad que dio el estímulo a un movimiento que vivirá y seguirá viviendo, que no debe permanecer como una mera teoría incolora, sino que debe tener la savia de la vida en su interior, para que el árbol de la concepción teosófica del mundo pueda renovar constantemente su verdor.

En este espíritu, esforcémonos por hacernos capaces de preparar un campo en el movimiento teosófico en el que el impulso de Blavatsky no se vea obstaculizado ni detenido, sino que progrese hacia más allá.
Traducido por J.Luelmo abr.2023

GA116-6 Berlín 2 de mayo de 1910 -La aparición de la conciencia

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La aparición de la conciencia

RUDOLF STEINER

Berlín 2 de mayo de 1910

En el curso de las conferencias pronunciadas aquí el invierno pasado, estuvimos considerando el Ser de Cristo desde muchos aspectos diferentes y nos esforzamos de diversas maneras por señalar que lo que conocemos como el Impulso Crístico es el factor más poderoso para el desarrollo de la humanidad que jamás hayamos poseído en toda la evolución de la Tierra. Por lo tanto, es fácil comprender que, en primer lugar, este tema nunca puede ser agotado, que no podría haber fin a todo lo que uno podría hacer para dilucidar aún más el Impulso Crístico desde todos los lados, y además, cuando todo está dicho y hecho, todo lo que es de más profundo interés para el hombre está realmente relacionado con la aparición de Cristo. Hemos visto que los propios Evangelios intentaron abordar el tema del Ser de Cristo desde cuatro lados diferentes, y hemos tocado varios de los secretos contenidos en los diferentes Evangelios. Sólo hasta cierto punto pudimos arrojar luz sobre el de San Mateo. Debemos dejarlo por ahora, y volveremos a los secretos del Evangelio de San Mateo en conferencias que daremos más adelante, después de lo cual podremos aventurarnos más en las profundidades del Evangelio de San Marcos. Si ahora, al concluir nuestras conferencias de invierno de este grupo, diéramos indicaciones más esbozadas de lo que queda por discutir, interferiríamos con la armonía de las conferencias que se darán más adelante. Hoy, como también en nuestra próxima conferencia, abordaremos cuestiones que en cierto sentido se relacionan con el Problema de Cristo; de hecho, hoy nos referiremos a la cuestión de la conexión entre la conciencia humana y la intervención del Impulso de Cristo en el desarrollo de la humanidad. Con ello conseguimos también otro objetivo. El próximo jueves se pronunciarán las conferencias públicas sobre "La conciencia humana", y hoy hablaremos sobre el mismo tema en nuestra reunión de grupo. Hay un propósito definido en esto - uno que, a medida que pase el tiempo, se hará evidente a nuestra visión Espiritual. El objetivo es mostrar que el mismo tema puede ser tratado de manera diferente en un grupo de estudio como éste, que en una conferencia pública, destinada a personas que no son miembros de nuestro movimiento. El antropósofo, entre otras muchas capacidades que debe adquirir, también debe adquirir la noción de que los asuntos relacionados con el mundo pueden enfocarse desde muchos puntos de vista y desde muchos lados diferentes, y de que un hombre que ya domina ciertos hechos básicos puede hablar y oír hablar de un tema de manera diferente a otro que no los domina. Cuando hablamos en un grupo de estudio, suponemos que las mentes de los presentes se han acostumbrado hasta cierto punto a las concepciones de un mundo Espiritual, que en lo que respecta a sus pensamientos y sentimientos ya están en ese mundo y que, por lo tanto, son capaces, por medio de esos pensamientos y sentimientos, de formarse un concepto de la conciencia humana. La respuesta a tales preguntas puede extraerse de profundidades mucho mayores en un grupo de estudio que en una conferencia pública dada a una audiencia no antroposófica. Esas conferencias públicas tienen, en efecto, la misión, por medio de los fenómenos de la vida anímica -introducidos en primer lugar como experiencia externa-, de dar una especie de prueba de que las verdades conocidas por la Ciencia Espiritual son verdades en verdad. Esa es una tarea diferente para el Científico Espiritual, que probablemente trae consigo ciertas convicciones internas y tal vez incluso ciertas opiniones sobre el mundo Espiritual. Debe aprender gradualmente a familiarizarse con ideas y conceptos de toda clase de fuentes y lados diferentes que le ayudarán a aclarar ciertas cosas, y debe dejar de mirar las cosas y hablar de ellas de una sola manera, aunque ese método, por supuesto, todavía prevalece en la vida externa.
La cuestión de la conciencia humana debe conmover lo más profundo de nuestras almas. Durante siglos, filósofos y pensadores de todo el mundo se han interesado por este tema más que por ningún otro. Con respecto al fenómeno de la conciencia, uno podría sucumbir fácilmente a la ilusión, -que a menudo se ha descrito aquí como tal-, de creer que todo lo que se encuentra en el alma humana hoy en día, siempre se ha encontrado allí. Sin embargo, como sabemos, las diversas facultades y procesos del alma que el hombre ha desarrollado en el curso de miles de años, eran muy diferentes en los tiempos primitivos de lo que son ahora. Mucho de lo que ahora es más apreciado y valorado en nuestra vida anímica, no lo poseíamos cuando vagábamos por la tierra hace miles de años, en otras encarnaciones. Hay un propósito en estas muchas encarnaciones nuestras, como hemos enfatizado a menudo. El propósito es que el alma, en el curso de su desarrollo de una encarnación a otra, adquiera capacidades y fuerzas siempre nuevas; que tenga una historia propia; que su existencia terrena sea un tiempo para aprender a darse cuenta de que el alma no era la misma cuando nuestras encarnaciones acababan de comenzar que ahora, y que además en un futuro lejano volverá a ser diferente. También la conciencia humana, -esa preciosa posesión del alma humana, que habla como la voz de Dios en cada hombre o mujer, advirtiéndoles del bien o del mal-, incluso este precioso don, no siempre estuvo en el interior del ser humano. También la conciencia es algo que se ha desarrollado. En efecto, no hace tanto tiempo, comparativamente hablando, que la conciencia humana anunció su presencia, y desde entonces se ha desarrollado cada vez más. Sin embargo, por preciosa que sea esta posesión para nosotros, no se pretende que continúe viviendo en el alma humana en todas las épocas venideras, sólo en su forma actual. Se desarrollará más y tomará formas diferentes; se descubrirá como algo que el hombre tuvo que adquirir y que dará frutos. Y en épocas posteriores, cuando estos frutos sean suyos, será algo sobre lo que el hombre podrá mirar hacia atrás, diciendo: Hubo un tiempo en que, en el curso de mi paso por las diferentes encarnaciones, pude encarnar en mi alma lo que ahora es mi conciencia, ¡y ahora disfruto de sus frutos! Así como ahora miramos hacia atrás, a un tiempo en que nuestras almas estaban en otras encarnaciones y no poseían lo que llamamos conciencia, así en tiempos posteriores nuestras almas mirarán hacia atrás, al tiempo presente, y exclamarán: ¡Viva aquel pasado! ¡Gracias por los dones que en el pasado se convirtieron en nuestra conciencia humana! Si entonces no hubiéramos sido capaces de desarrollar una conciencia humana en nuestras almas, ahora careceríamos de lo que necesitamos para nuestra vida presente.

De esto se desprende que la conciencia forma parte de los tesoros del alma en la actualidad, y si comprendemos algo de la naturaleza y del ser de la conciencia humana nos da una especie de comprensión de nuestra época, y de su vida psíquica. La conciencia del hombre surgió; es un hecho al que nos hemos referido a menudo en diversas conexiones. En la conferencia pública del próximo jueves afirmaré que se puede, por así decirlo, señalar el momento mismo en que se descubrió por primera vez la conciencia en el alma humana. Si retrocedemos algunos siglos en la antigua Grecia, unos quinientos años antes de la era cristiana, llegamos al gran poeta Æschylos. Cuando dejamos que los personajes representados por el poderoso genio del viejo dramaturgo griego actúen sobre nosotros, no encontramos lo que hoy se llama conciencia, o en todo caso no se designa con ese nombre. Quinientos años antes de la era cristiana, el más grande dramaturgo existente no tenía palabras para expresar lo que hoy llamamos la conciencia humana. Si él quería expresar ese proceso en el alma humana que corresponde a lo que ahora llamamos conciencia, tenía que hacerlo de esta manera: - Si un hombre cometía el pecado de asesinar a su madre, era, a través de la fuerza del acontecimiento, hecho ver en los mundos espirituales y allí percibía ciertas figuras, que eran conocidas por los antiguos griegos como las Erinyes y más tarde por los romanos como las Furias. Así, según Æschylos, un hombre que había cometido la malvada acción de asesinar a su madre, no oía, como hoy en día, la voz reprobatoria de la conciencia en su interior, sino que algo le impulsaba a la visión espiritual, y veía a su alrededor figuras, los vengadores de su acto.
Esta es una de las pruebas notables que se encuentran en el desarrollo histórico del hombre, de lo que se acaba de afirmar, que en la antigüedad las capacidades del alma humana eran muy diferentes. Hemos subrayado repetidamente que el alma sólo se ha desarrollado gradualmente hasta alcanzar su actual capacidad de percibir el mundo físico-sensorial a través de los sentidos y de utilizar la razón tal como se utiliza hoy en día. Hemos afirmado que en la antigüedad el alma poseía cierta clarividencia como capacidad normal. En la época de Æschylos esto sólo aparecía en casos especiales. Por ejemplo, se volvía clarividente cuando debía ver lo que había provocado en el mundo físico con sus malas acciones. El alma de Orestes se volvió clarividente tras el asesinato de su madre. Entonces vio a los espíritus que había despertado en el mundo espiritual con su acto. Ellos rodeaban su alma por todos lados. No había nada de conciencia en su alma, pero se instaló una conciencia clarividente que le permitió ver el desorden provocado en el mundo espiritual por su mala acción. En los tiempos antiguos, cuando se cometía una mala acción, no se oía la voz de la conciencia, porque en aquellos días el alma estaba en una condición clarividente y podía ver lo que ocurría en el mundo externo como consecuencia de un mal.

¿Qué es entonces lo que ocurre cuando se hace un mal? Algo es provocado por nosotros mismos en el mundo espiritual. Es una creencia puramente materialista que un mal pueda tener lugar sin que ocurra nada en el mundo espiritual; produce procesos muy definidos en él, - de nosotros irradian efectos que, aunque invisibles a la percepción de los sentidos, pueden ser vistos claramente por la vista espiritual. Estos procesos espirituales, que irradian de quien ha obrado mal, proporcionan alimento a ciertos seres espirituales que están realmente presentes en el mundo espiritual. Tales seres no pueden acercarse al hombre en todo momento; sólo pueden hacerlo cuando emanan de él las radiaciones resultantes de las malas acciones. Es lo mismo que con una habitación - si está bastante limpia no entrarán moscas; no hay moscas en una habitación perfectamente limpia; pero si se deja comida o suciedad de cualquier tipo, las moscas vienen inmediatamente - así, en el momento en que un hombre irradia ciertas emanaciones espirituales como resultado de su mala acción, está rodeado de seres que se alimentan de ellas. Estos son los seres que Æschylos, el gran dramaturgo griego, representa alrededor de Orestes. Lo que hoy conocemos como la voz interior, Æschylos lo representó en formas externas porque era muy consciente de ello; porque sabía que en casos especiales, una cierta conciencia clarividente que antiguamente era la posesión común de todos los hombres, todavía podía ser despertada. Siempre queda algo en épocas posteriores de lo que existió anteriormente, pero aparece atávicamente, y sólo en casos anormales. No se debe culpar a Shakespeare por representar algo de la naturaleza de una conciencia objetiva.

Sólo tenemos que rastrear el arte griego un poco más allá, desde Æschylos hasta Eurípides, que en sus tragedias nos muestra que ya tenía la idea de la conciencia. En la antigua Grecia podemos ver cómo la idea de conciencia fue surgiendo gradualmente durante los últimos quinientos años antes de Cristo. Si buscamos en el Antiguo Testamento una palabra que corresponda a lo que hoy llamamos conciencia, no la encontraremos. La conciencia, como cualidad, se introdujo en el alma humana; y si, en lugar de contemplar cortos lapsos de tiempo, nos fijamos en grandes períodos, vemos que la conciencia entró en el alma humana más o menos al mismo tiempo que el Impulso de Cristo. Podríamos decir que la conciencia siguió de cerca al Impulso Crístico; entró en el desarrollo histórico del mundo casi como la sombra de ese Impulso. Para comprender esto, debemos recordar mucho de lo que hemos aprendido en el curso de los últimos años y hacerlo fructífero para nuestra comprensión de lo que es realmente la conciencia humana.
Si deseamos comprender en un sentido más profundo lo que es la conciencia, debemos recordar ese período particular de tiempo durante el cual la humanidad, en el curso de su desarrollo, se aproximaba al Impulso Crístico y en el cual absorbió este Impulso, para luego pasar gradualmente al nuestro, cuando el desarrollo prosiguió. Sabemos que esto incluye tres épocas de civilización en el desarrollo del hombre, que designamos como la egipcio-caldea, la greco-latina y nuestro período actual. (Las dos épocas anteriores a éstas podemos dejarlas de lado por el momento, pues nuestras propias almas estaban entonces demasiado alejadas de la posibilidad de tener siquiera un indicio de lo que hoy entendemos por el concepto de conciencia). En la civilización egipcio-caldea vemos una preparación gradual de todo lo que posteriormente se elevó a la mayor altura posible, para que en la civilización grecolatina pudiera alcanzar y absorber el impulso significativo que conocemos como el Impulso Crístico. Y en nuestra propia época vemos la época en que este Impulso se desarrollará aún más, y esto continuará cada vez más en la época aún por venir. Ahora bien, si recordamos más de cerca el desarrollo del hombre desde la época egipcio-caldea, pasando por la greco-latina, hasta la nuestra, es evidente que en cada una de estas épocas se desarrolló una parte del alma humana. De ellas, lo que conocemos como Alma Sensible se desarrolló durante la época egipcio-caldea. Esto significa que en una época tuvimos que encarnarnos en cuerpos egipcio-caldeos, a fin de estar en condiciones de adquirir correctamente aquellas cualidades que sirven para el desarrollo especial del Alma Sintiente. Luego, como almas, llevamos esa cualidad con nosotros a nuestras siguientes encarnaciones durante la época grecolatina, para desarrollar entonces el alma intelectual o alma-mente, o alma de sentimiento superior. Y vivimos en nuestras encarnaciones actuales con los frutos de lo que ganamos en esa Época, para poder ahora, gradualmente llevar a una etapa superior de desarrollo, lo que llamamos las fuerzas del alma Consciente. (Desde 1923, el Dr. Steiner la denomina Alma Espiritual).

De modo que nuestras almas -como seres humanos- se han desarrollado a lo largo de estas tres épocas; y cuando nuestra propia era llegue a su conclusión, nuestras almas se elevarán entonces al desarrollo de la cualidad del Yo Espiritual. Esto ocurrirá en la sexta época de la civilización. Vemos, pues, qué profundo propósito hay en que pasemos por encarnaciones sucesivas, a saber, que podamos adquirir gradualmente estas facultades con las que, como almas humanas, estamos familiarizados, - y en un sentido más amplio adquirir también aquellas que se extienden más allá de la mera vida del alma.

Así, durante la cultura egipcio-caldea nuestras almas adquirieron las fuerzas del Alma Sensible y las llevaron a su pleno desarrollo; - durante la época grecolatina desarrollamos el alma intelectual o alma de sentimiento superior. El hombre tenía que desarrollarse normalmente hasta el alma intelectual, pues sólo entonces podía ejercerse sobre él el Impulso Crístico.

Ahora bien, este desarrollo tuvo lugar de manera muy diferente en las distintas partes de la tierra. Si nos permitiéramos creer, de una manera fácil, que el desarrollo de la humanidad procede de la manera más simple posible, nunca llegaríamos a comprender ese desarrollo. En efecto, ¡hay que aprender mucho antes de poder comprender, aunque sea mínimamente, los grandes pensamientos de los Seres Cósmicos que nos guían! Cuando el hombre afirma que la verdad es simple, eso es una gran arrogancia de su parte; muestra que quiere torcer la verdad para adaptarla a su propia conveniencia. Es simplemente el amor a la facilidad lo que le lleva a afirmar que la verdad debe ser simple. En efecto, la verdad es muy complicada, y el espíritu de los seres cósmicos que nos guían sólo puede ser captado por nosotros cuando hacemos los esfuerzos más intensos para sumergirnos en sus pensamientos, en sus pensamientos más sutiles e íntimos. Así pues, no debemos creer que lo hemos agotado todo, cuando decimos que: nuestras almas han evolucionado gradualmente a través de la época egipcio-caldea, la greco-romana y la nuestra. Transportémonos ahora por un momento a aquella época en que aún no existía la civilización grecolatina, sino sólo la egipcio-caldea.
También había seres humanos viviendo entonces en Grecia y en los países del Imperio Romano; vivían en los países de los grecorromanos antes de que comenzara esa época. Y en nuestros propios países, en el suelo que pisamos hoy, vivían seres humanos en la época en que la civilización egipcio-caldea desempeñaba su papel en Asia y África. Mientras ciertas almas, en Asia y África, en la época del período egipcio-caldeo, pasaban más particularmente por todo lo que debía prepararlas para recibir el Impulso Crístico, otras que vivían en las regiones de los subsiguientes grecolatinos se preparaban para traer algo muy diferente al desarrollo colectivo de la humanidad. También en nuestros países vivían entonces personas que se preparaban para otra cosa. Nuestras almas no sólo adquieren cualidades diferentes en épocas sucesivas, sino que en una misma época conviven unas con otras.

De este modo, las almas reciben influencias diferentes y surgen nuevas complicaciones en la evolución. De este modo, el desarrollo de la humanidad es más complejo que si todo transcurriera en línea recta. Es un hecho que hubo que hacer preparativos en las tierras grecolatinas, como también en las nuestras, para que lo correcto pudiera introducirse en el desarrollo de la civilización desde diversos lados. Los pueblos asiáticos y africanos tenían una misión y los pueblos del sur de Europa otra, - mientras que los pueblos que habitaban el norte y el centro de Europa tenían otra diferente. Todos ellos tenían que aportar cualidades muy diferentes al desarrollo colectivo de la humanidad, y pudieron hacerlo porque tanto sus dones como su formación eran esencialmente diferentes.
Cuando volvemos nuestra mirada hacia los pueblos egipcio-caldeos, hacia las almas que alcanzaron su cenit en esa época particular, debemos decir: Estos pueblos desarrollaron ciertas cualidades del Alma-Sensible, cualidades que pueden ser especialmente desarrolladas por el estudio de las maravillosas enseñanzas que entonces fluían de los centros sagrados de Egipto, o de la maravillosa astrología que podía aprenderse en un centro similar de Caldea. Lo que fluye de los diversos centros fue enviado con el propósito mismo de ayudar al progreso del alma. El verdadero significado de lo que así fluye no se encuentra en el contenido de las corrientes de la civilización, sino en lo que contribuyen al desarrollo del alma humana. El propio contenido pasa. Sólo aquellos que, en un sentido más profundo, no tienen todo su ingenio sobre ellos, pueden creer de otra manera que dentro de unos siglos nuestra ciencia contemporánea se habrá hundido en el olvido, tanto como ciertas cosas relacionadas con la civilización egipcio-caldea lo han hecho hoy en día. Cualquiera que crea que la concepción copernicana del universo produjo verdades eternas, está cometiendo un gran error; eso se convertirá en una cosa del pasado más adelante, al igual que los descubrimientos del antiguo Egipto hoy en día. En cuanto al contenido de estas cosas, pasan, como muchas otras cosas en el desarrollo de la humanidad. Por ejemplo, en ese maravilloso cuadro de la Última Cena de Leonardo da Vinci en Milán, conocido por todos ustedes, al menos en reproducción, hoy sólo se ven tenues contornos; y sabemos que dentro de poco no quedará nada de la obra en la que Leonardo da Vinci puso sus mejores fuerzas. Algún día quedará tan poco de las obras de Rafael, que tanto conmueven hoy nuestras almas, cuando nos dejamos afectar por ellas. Todas estas obras de arte perecerán y no habrá ningún recuerdo de ellas en el plano físico. El contenido de estos cuadros sucumbirá a la muerte, como el contenido de las propias civilizaciones. Pero cuando estemos frente a estos cuadros, debemos recordar que fluyeron del alma de Rafael, y que su alma era diferente de lo que era antes, después de haberlos evocado. Miles y miles de personas que son conmovidas y elevadas por estas imágenes, se vuelven diferentes al tener esta experiencia. Y algún día, cuando toda la Tierra se convierta en polvo, como sin duda ocurrirá, las disposiciones externas organizadas por las diversas civilizaciones dejarán de existir. Pero lo que las almas han adquirido pasará con ellas a la eternidad. Lo que las civilizaciones nos dan, nos lo dan para el provecho de las almas humanas, pues en las almas humanas se vertió lo que fluía de los Santuarios de Egipto y Caldea y que -para aquella época- era una sabiduría excelsa. Las almas de los hombres debían así avanzar un paso más; y en la medida en que avanzaban más, en esa medida estaban maduras para encontrar nuevos tesoros, que luego, en la Edad Grecolatina ayudaron a las almas humanas un poco más lejos aún. Si nuestras propias almas no hubieran absorbido lo que pudieron en la época grecolatina, no podrían vivir ahora en el alma espiritual. Eso constituye un progreso en el tiempo.
Si recordamos varias cosas que se han dicho en las conferencias públicas, nos daremos cuenta de que lo que llamamos "yo", el yo, actúa en los tres principios del alma. A partir del caos de experiencias anímicas que encontramos en el alma sensible, el alma intelectual y el alma consciente o espiritual, el yo se desarrolla gradualmente, cristalizándose a partir de ahí, pero no de la misma manera en las distintas partes de la Tierra. Por ejemplo, mientras que las almas de Asia y África, durante la Era Egipcio-Caldea, se habían desarrollado por la influencia que durante tanto tiempo ejercieron sobre ellas las revelaciones de los Santuarios Caldeo y Egipcio, - los pueblos de Europa que estaban muy alejados de éstos en cuanto a distancia, se habían desarrollado de tal manera que en cierto sentido iban por delante de ellos. En los países europeos los hombres ya habían desarrollado en cierto sentido el yo en el alma sensible, habían desarrollado un fuerte sentimiento por el yo.

Aquí llegamos a un punto extremadamente importante; aquellos hombres pasaron a Asia y África que podían esperar con su yo hasta que allí se hubiera desarrollado en el Alma Sensible lo que iba a ser el resultado de la influencia del conocimiento sagrado egipcio y caldeo. En las regiones sujetas a esta cultura se encarnaron almas que, más o menos sin ningún sentimiento distinto de la naturaleza del yo, absorbieron las sublimes enseñanzas y la elevada cultura. La elevada cultura de la antigua Caldea fue vertida en un Alma-Sensible aún inconsciente de su yo. Aquí, en el Norte, esta elevada cultura no se vertió en el alma. Permaneció más o menos inculta, pero por otra parte, en esta misma carencia, el Alma Sensible, que nunca había experimentado el cálido resplandor de las revelaciones que se derramaban desde el conocimiento del Santuario, desarrolló la Conciencia de un yo. Podemos decir que entre los pueblos de Egipto y Caldea la Conciencia del Yo tardó en llegar, esperó hasta que el Alma-Sensible hubo absorbido cierta cultura y hasta que se desarrollaron los principios anímicos posteriores. En Europa el yo no se demoró, se desarrolló inmediatamente en el Alma-Sensible, pero, por otra parte, esperó a que se hubieran desarrollado los posteriores principios del alma antes de absorber ciertas cualidades pertenecientes a los tesoros de la civilización. Así, había almas encarnadas en Asia y en África que apenas tenían conciencia de su yo, pero que, en su alma sensible, recibían revelaciones de alto orden; mientras que en Europa había almas que, sin tener un alto grado de cultura, podían poner de relieve su yo individual; podían verse y sentirse a la vez como hombres, como individuos humanos. Los pueblos de los países griegos y latinos ocupaban un lugar intermedio entre los dos extremos y tenían la misión de desarrollar las cualidades del Alma-Intelectual. Desarrollaron el yo en el alma-intelectual, al mismo tiempo que fueron capaces de absorber ciertas formas de civilización. Así pues, la cultura egipcio-caldea esperó, reteniendo el yo para más tarde, mientras que la cultura europea lo desarrolló prematuramente; pero la cultura grecolatina mantuvo en cierto modo el equilibrio, pues desarrolló cierta civilización al mismo tiempo que el yo.
De esta manera podemos descifrar un gran misterio de nuestro desarrollo humano, y sin el conocimiento de esto nunca podremos entender por qué el Impulso Crístico pudo encontrar una entrada tan libre en Europa y por qué adquirió tanta influencia allí. ¿Por qué? ¿Podría Cristo haber aparecido en Europa? ¿No podría haberse encarnado allí en un cuerpo carnal? No, eso no habría sido posible. Apareció en la edad grecolatina, aquella en que se desarrolló el alma intelectual. Esa edad estaba particularmente adaptada para salir al encuentro de Cristo, por así decirlo. Pero Cristo no podría haber hecho su aparición en Europa, debido al fuerte sentimiento del yo que prevalecía allí. Este fuerte e individual sentimiento del yo, no estaba adaptado para producir una sola persona que tuviera la única prerrogativa de ser capaz de proporcionar el vehículo para lo más elevado. En los países europeos se había desarrollado un sentimiento prematuro del yo, un sentimiento demasiado grande de la igualdad de la humanidad. Allí hubiera sido imposible que una persona sobresaliera tanto por encima de sus contemporáneos, como lo hizo la que debía proporcionar el vehículo para el Cristo. Si Cristo había de encontrar un cuerpo adecuado para ocuparlo, no debía aparecer prematuramente el sentimiento del "yo". Por lo tanto, tenía que aparecer en las fronteras de la cultura egipcio-caldea y de la cultura greco-latina, donde era posible que se formara un cuerpo que no tuviera el prematuro sentimiento del yo en su interior, pero que, sin embargo, tuviera la más profunda comprensión del mundo espiritual dada por las culturas egipcia y caldea. Pero si Europa no tenía el poder de preparar un cuerpo para el Cristo, sin embargo, sólo porque había desarrollado prematuramente el yo en los albores mismos de la nueva vida, también había adquirido otras facultades, que sirvieron - después de la aparición del Cristo - para traer a la humanidad una plena conciencia del yo, para ayudar a los hombres a una plena comprensión del mismo. Esto fue posible porque los pueblos europeos habían adquirido el sentimiento del "yo" demasiado pronto y habían crecido con él.

Esto debe tenerse en cuenta si queremos comprender la civilización más reciente. En Asia y en África encontramos personas que saben mucho acerca de los secretos del mundo y que son hábiles en la creación de ciertos símbolos, que de hecho han cultivado su alma sensible de tal manera que tienen una rica vida anímica, pero su sentido del yo es débil. En Europa encontramos personas que han recibido menos cultura a través de revelaciones del exterior; pero por otro lado encontramos allí el tipo de hombre que se mira a sí mismo, que encuentra el apoyo más fuerte en sí mismo. Así pues, en Asia se preparó el terreno para la venida de Cristo, pues allí se podía encontrar un cuerpo al que Él pudiera atraer, - y en Europa encontramos al pueblo mejor preparado para comprender al portador de la conciencia del yo. Él trajo a los pueblos de Europa lo que anhelaban. Por lo tanto, fue en Europa donde se desarrolló el misticismo cristiano, ese maravilloso misticismo en el que un hombre buscaba atraer a Cristo a su propia alma, a su propio yo.
Así fue como la sabia guía del Mundo preparó a la humanidad en diferentes partes de la tierra, para que cada época de desarrollo encontrara lo que era adecuado para ese tiempo. Una de las grandes ventajas que se adquieren al estudiar la concepción del mundo presentada por la Ciencia Espiritual, es que adquirimos cada vez con más fuerza un sentido de la sabia manera en que se ha llevado a cabo el desarrollo de la humanidad y del mundo entero. Vemos cómo durante miles de años se preparó a las almas en el suelo de Europa, para que pudieran desarrollar lo más pronto posible un centro firme en su ser interior, y con este mismo propósito se les impidió adquirir las fuerzas tan altamente desarrolladas en Asia. Por lo tanto, la corriente de la cultura fluía a través de Asia, mientras que el fuerte sentido del yo personal se desarrollaba en Europa. Una vez más, podemos señalar cómo el Adriático constituyó casi una frontera entre un sentido del yo más bien débil en Grecia, donde un hombre no se sentía tanto como un individuo separado como un ateniense, un espartano, un tebano, un miembro de su ciudad, - y la cultura romana en el otro lado, donde el fuerte sentimiento del yo se desarrolló en la conciencia del ciudadano romano, que se mantuvo firmemente en su propio terreno como una persona individual. En Grecia todavía encontramos el yo en cierto modo retraído; el hombre todavía tomaba más del mundo exterior, de tal manera que el yo no necesitaba estar presente. Si cruzamos el Adriático y llegamos a Roma, encontramos al ciudadano romano firmemente erguido sobre sus pies, ya consciente de su yo. Todo esto está conectado con subprofundidades profundas y significativas. Estas cosas no ocurren en el plano físico sin que tengan lugar los acontecimientos correspondientes en el mundo Espiritual. Vemos que en la cultura de Grecia todavía había una fuerte influencia del yo que se retenía. Mucho en Grecia todavía se tomaba impersonalmente. El griego no se sentía un ciudadano separado, sino un miembro del organismo de Atenas, Esparta o Tebas. Había que acabar con esto. El anhelo del hombre de atraer cosas hacia sí desde fuera debe desaparecer, y a medida que se convierte cada vez más en un occidental debe aprender a encontrar la entrada en el interior de su alma. Lo que ha de ser formado por las masas, debe ser vivido y experimentado de antemano por los Grandes Dirigentes, las Grandes Individualidades de la humanidad. Tengamos presente el hecho al que nos hemos referido a menudo: que el griego todavía tenía una fuerte conciencia de que lo que le venía de fuera, aparte de haber desarrollado mucho su personalidad interior, tenía un valor particular. Una vez más quiero recordar el dicho de un griego muy culto, que nos da una profunda idea de los anhelos del pueblo griego. Mejor ser un mendigo en el mundo superior que un rey en los reinos de las sombras".
Entonces no se había comprendido el gran valor de lo invisible, de la vida suprasensible. Lo que podía extraerse del entorno sin la ayuda del yo, se extrae de ese entorno. Es profundamente conmovedor percibir cómo en esta coyuntura, en el punto de inflexión de los tiempos, una gran Personalidad dirigente se erige como un poste indicador, para deshacerse de la disposición hacia lo anterior y revestirse de la disposición para lo nuevo; para resonar a lo largo y a lo ancho, hablando por así decirlo en nombre del mundo espiritual: "¡Está llegando el momento en que los hombres ya no deben recibir en sí mismos lo que puede fluir en su personalidad aparte del yo, sino lo que entra en ella a través del yo!".

Esta hazaña fue realizada por uno de los grandes Sabios de la antigua Grecia; se cumplió en parte en Empédocles, en la isla de Sicilia. En muchas de las leyendas que hoy sólo se cuentan como cuentos, se ocultan grandes profundidades. Empédocles, el gran sabio que no sólo fue un gran filósofo, sino también un iniciado en los profundos misterios de su tiempo, que fue uno de los más grandes estadistas de todos los tiempos y también un sacerdote sacrifical, de él la leyenda (que en un sentido oculto es verdadera) relata lo siguiente. Habiendo completado su tarea en Sicilia, Empédocles arrojó su cuerpo al Etna, para que sus envolturas externas se unieran con el suelo de Sicilia, dejando constancia de que "la firme fe en el yo seguiría, ahora que lo externo había desaparecido". El sacrificio de las envolturas externas de Empédocles se consumó cuando las entregó al Etna. Hay una profunda verdad oculta detrás de esto. Entre las experiencias espirituales en Sicilia hoy en día está la siguiente. Si uno respira espiritualmente el aire de Sicilia, ¡aún puede rastrear en él las secuelas de la hazaña de Empédocles! - Su alma ha continuado encarnada, pero su cuerpo alcanzó un significado especial al haber sido conscientemente entregado a los elementos, de modo que todavía hoy puede encontrarse en la atmósfera espiritual de Sicilia. El cuerpo de Empédocles forma una parte considerable de la atmósfera espiritual de Sicilia. Fue un momento muy importante para mí -estas cosas pueden discutirse dentro de nuestros grupos- cuando hace unos días pude decirles a nuestros amigos de Palermo, en su presencia real, que si alguien deambula por Sicilia con una conciencia espiritual, ¡ciertamente todavía respira espiritualmente, incluso hoy en día, aquello que ha impregnado el aire de Sicilia desde la muerte de Empédocles!
Vemos ahora que la frontera entre Oriente y Occidente - que nosotros, hablando en un sentido externo y espacial, hemos denominado el Mar Adriático - fue indicada por un gran Líder de la Humanidad, quien, como iba a seguir trabajando en Occidente, se despojó del principio por medio del cual el hombre podía crecer en Oriente, deseando preservar para el futuro desarrollo del hombre aquello que está elevado por encima de todos los elementos del plano físico externo.

Es una cosa muy grande tomar conciencia de estas diferencias, porque muestran cómo, en regiones muy separadas en el espacio, se preparan efectos diferentes, a fin de que en esta variedad se pueda alcanzar lo más grande. Es a través de los efectos cooperativos de la diferenciación como debe alcanzarse la meta del desarrollo colectivo de la humanidad. Así podemos ver que Cristo, después de haber aparecido en Oriente, cruzó a Occidente, para ser aceptado por aquellos que estaban preparados para ello por una fuerte conciencia del yo; para que así pudieran comprender al Portador de esa conciencia. Ese es el secreto de la entrada de Cristo en Occidente, que encontró allí almas preparadas para Él, y que esas almas lo aceptaron. Así, en Oriente vemos a la humanidad haciendo todo lo posible para preparar un cuerpo o una corporalidad, -consistente en cuerpo físico, cuerpo etérico y cuerpo astral- en el que pudiera penetrar el Cristo, Aquel que, junto con la conciencia del yo y por medio de ella, trae a la tierra el impulso del Amor. El Amor es aquello que, en su forma más psíquica y espiritual, vino a la tierra con el Cristo, apareciendo en su forma psíquica y espiritual en Oriente, -pues así lo vemos primero- y fluyendo luego más allá, hacia Occidente, donde es comprendido. De esta manera vemos que el desarrollo sigue avanzando.

¿De qué manera la conciencia del yo pudo actuar en Occidente de tal manera que se sintió relacionada con Cristo? ¿Qué había sucedido con las almas que habían adoptado prematuramente la conciencia del yo?

Los pueblos egipcio-caldeos esperaron al Alma espiritual o de Conciencia antes de desarrollar el yo; los pueblos grecolatinos lo desarrollaron en el Alma intelectual o alma de sentimiento superior; la cultura del norte de Europa había desarrollado prematuramente el yo en el Alma sensible. La cultura del norte de Europa había desarrollado prematuramente el Yo en el Alma-Sensible, que se encontraba en el alma humana desde muy temprano en esos países, de modo que el Alma-Sensible y la conciencia del Yo trabajaban juntas allí de un modo diferente que en cualquier otra parte del mundo. En el Norte de Europa se hicieron sentir por primera vez en el desarrollo de la humanidad. ¿Cuál fue el resultado de que la conciencia del yo se estableciera firmemente en el Alma-Sensible en los pueblos europeos, antes de que un Cristo hubiera entrado en el desarrollo de la humanidad, y antes de que ésta hubiera asumido lo que se había desarrollado en Asia?

Debido a esto, se había desarrollado una fuerza en el alma del hombre, junto con el Alma-Sensible, que sólo podía haberse desarrollado a través de la impregnación del Alma-Sensible con el sentimiento del yo, cuando aún era completamente virgen y no había sido influenciada por otras civilizaciones. Esta impregnación del Alma-Sensible con el sentido del yo (el sentido del yo) se ha convertido en la conciencia del hombre. Esto explica la maravillosa inocencia de la conciencia. ¿Cómo habla? Habla del mismo modo en el hombre más simple y primitivo que en el alma más compleja. Dice sencillamente: ¡eso está bien! ¡eso está mal! sin ninguna teoría ni dogma. Cuando dice: eso está bien o eso está mal, lo que nos dice funciona con la fuerza de un instinto o de un impulso. Sólo lo encontrarás desarrollado de esta manera en Occidente. Por lo tanto, lanza sus primeros rayos como un amanecer rosado, hacia Grecia y desde allí hacia Roma, donde de hecho la encontramos muy fuertemente desarrollada. Encontramos por primera vez la palabra conciencia -conscientia- en las obras de los escritores romanos. Mientras que entre los griegos sólo encontramos los primeros indicios esporádicos en Eurípides, los romanos están bastante familiarizados con ella, ya que se había convertido en una palabra de uso general. Esto se debe a la influencia de esa corriente de cultura que surgió a través de la interpermeación mutua del Alma-Sensible y el sentimiento del yo; porque el sentimiento del yo, que eleva a los hombres desde lo más bajo hasta lo más alto, ya habla en el Alma-Sensible, -en la que hasta entonces sólo hablaban los instintos, los deseos y las pasiones-, y habla allí como una voz de Dios, instando al hombre a hacer lo que es correcto para que pueda ascender hasta el yo superior.
De este modo podemos rastrear el primer surgimiento de la conciencia entre los pueblos de Europa. Desde allí extiende sus rayos a los demás pueblos de la Tierra. Así, a través de una sabia guía mundial, la humanidad en una parte del mundo estaba tan preparada que la conciencia pudo añadirse como una contribución a todo el desarrollo colectivo de la humanidad. Ya hemos mencionado todo lo que puede arrojar luz sobre la conciencia. Hemos mencionado ese atributo indefinible de la conciencia, su presión desde las profundidades del alma. La conciencia habla como un impulso apremiante; pero no es un impulso. Los filósofos que así la describen, están lejos de dar en el blanco. Habla con la misma fuerza que el alma espiritual cuando aparece, pero con fuerzas elementales, originales.

Así, vemos: El Amor aparece en la tierra en Oriente; la Conciencia en Occidente. Los dos van juntos; como Cristo aparece en Oriente, así la Conciencia despierta en Occidente, para que a través de ella Cristo pueda ser aceptado. En la ocurrencia simultánea del hecho del Acontecimiento Crístico y la comprensión del mismo, y en la preparación para estas dos cosas en diferentes partes de la Tierra, vemos el dictamen de una Sabiduría infinita guiando nuestro desarrollo. Hemos indicado así la historia pasada de la Conciencia.

Si recordamos lo que a menudo se ha enfatizado, - que ahora, después de la conclusión del Kali-Yuga, estamos atravesando una transición en la que nuevas fuerzas tendrán que desarrollarse, - comprenderemos fácilmente que ahora nos enfrentamos con importantes cuestiones relativas al desarrollo ulterior de la conciencia. En la última conferencia subrayamos con fuerza y claridad el hecho de que estamos avanzando hacia un nuevo Acontecimiento Crístico, en el que el alma será capaz de percibir al Cristo por medio de cierta clarividencia etérica, y de reexperimentar, en sí misma, el Acontecimiento de Damasco. Se justifica, pues, la pregunta: ¿Qué ocurrirá con la experiencia paralela, la del desarrollo de la conciencia, en las épocas hacia las que avanzamos? Abordaremos esta cuestión el próximo domingo (8 de mayo), pues la mejor manera de celebrar nuestro Día del Loto Blanco será señalar la naturaleza viva del movimiento de la Ciencia Espiritual, y explicar que la conciencia del hombre se encuentra en estado de transición. Veremos que se puede arrojar luz sobre ella desde muchos lados diferentes. La conferencia pública tratará el tema de una manera bastante exotérica, pero incluso en estas conferencias pueden mencionarse ahora muchas cosas, porque ya llevan varios años. Se puede hablar de la conciencia en un sentido profundo, como hemos hecho hoy, -o bastante exotérico, como haremos el jueves-, o se puede profundizar aún más. Pero pasará algún tiempo antes de que podamos hacerlo.
Traducido por J.luelmo abr.2023