jueves, 13 de abril de 2023

GA143 Winterthur 14 de enero de 1912 -Las actividades del alma humana a lo largo del tiempo

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LAS ACTIVIDADES DEL ALMA HUMANA 

A LO LARGO DEL TIEMPO

RUDOLF STEINER

Winterthur 14 de enero de 1912

Tal vez sería bueno que hoy consideráramos cuestiones de la ciencia espiritual que podrían ser de utilidad para unos y otros cuando se trata de defender la ciencia espiritual ante el mundo exterior. Porque precisamente cuando nos reunimos por primera vez en un lugar donde, por así decirlo, se ha de prever una especie de comienzo o punto de partida del movimiento científico-espiritual, es muy bueno traer a nuestra mente algunas de las cuestiones morales que a menudo se nos plantean, sobre todo cuando nosotros mismos ya estamos trabajando en esta o aquella rama y nos encontramos ante personas que llegan sin ningún conocimiento de la ciencia espiritual y quieren saber algo que tal vez pueda llevarles a una convicción o al menos a una relación hacia la ciencia espiritual. 

La ciencia espiritual debe referirse a la experiencia suprasensible espiritual. Y la forma en que se nos trae hoy el mensaje de la cosmovisión científico-espiritual, es una narración de aquello que el investigador espiritual, -al hacer de su alma un instrumento para investigar en el mundo espiritual-, puede revelar y que tiene para él tal certeza como para la visión exterior el hecho de que hay rosas o mesas y sillas, es decir, una certeza inmediata de visión.

Pero, los demás preguntamos: ¿Qué es eso para nosotros, que no tenemos tal certeza inmediata de percepción? Para nosotros, sólo puede llevarnos a creer lo que el Para nosotros sólo puede llevarnos a creer lo que dice el investigador espiritual. - Pero yo siempre he insistido en que no es así. Es cierto que las cosas del mundo superior sólo pueden conocerse penetrando en ellas; pero si entonces sólo se presentan lógicamente, es para que cada uno pueda comprenderlas si usa su razón de la manera correcta, para que pueda decirse a sí mismo: Todo lo que allí se dice concuerda con los hechos más que todo lo que dice otra filosofía. - Entonces podemos aplicar tranquilamente nuestra razón y encontrar que desde la lógica que subyace a las cosas, la cosa ya puede ser comprendida. No es tan fácil, pero incluso los no videntes pueden formarse una convicción fundada.  

Para las pruebas reales, por supuesto, lo que se puede decir a los de fuera no será suficiente. Pero si tomamos ciertas cosas que todo el mundo puede saber y las comparamos con lo que dice el científico espiritual, entonces básicamente ya podemos llegar bastante lejos. Tomemos sólo una verdad muy elemental de la ciencia espiritual, la verdad de que el hombre consta de cuatro miembros, el cuerpo físico, los cuerpos etérico y astral y lo que llamamos el yo. De estos cuatro miembros, el mundo exterior sólo conoce el cuerpo físico, y por supuesto todo el mundo es libre de negar que exista tal cosa como un cuerpo etérico o un cuerpo astral o el yo.  

Es cierto que se puede decir: todos hablan del yo; pero se refuta. El yo es como una especie de llama que se consume como una mecha por el combustible de lo físico-corpóreo. - Así es como se ha intentado refutar al filósofo Bergson, que apela a la persistencia del yo.

Pero podemos ver cómo el yo sobrevive a las concepciones individuales. Cada día lo demuestra, en el sentido de que cada noche el yo se extingue, no puede experimentarse como algo que continúa ininterrumpidamente. Uno podría aceptar que estos miembros suprasensibles pueden ser negados; pero hay una cosa que el hombre no podrá negar, a saber, que percibe dentro de sí tres clases de experiencias internas.

Una es que experimenta ideas en su alma. Pues todo el mundo sabe  

cuando mira un objeto y luego se da la vuelta y sigue teniendo la impresión de él, entonces ha experimentado una idea.

La segunda cosa que el hombre experimenta, y que debe distinguir de sus ideas, son los estaos de ánimo: Placer y tristeza, alegría y dolor, simpatía y antipatía. Y una tercera cosa que el hombre no puede negar: que tiene impulsos de voluntad.  

Tomemos por ejemplo el mundo de la imaginación: el hombre puede formarse una idea dejándose influenciar por el mundo de las percepciones. También puede formarse ideas leyendo una novela, porque el hombre también tiene ideas leyendo algo. Todos ustedes saben que el hombre a veces lo pasa mal y a veces menos mal con respecto a sus ideas. Las ideas a las que el hombre se entrega instintivamente con gusto tienen un efecto diferente de aquellas a las que se entrega con reticencia o que le causan dificultades. Todos sabemos que una operación matemática complicada tiene un efecto diferente en nuestra imaginación que una novela. Nos damos cuenta de que nos cansamos de la vida de la imaginación cuando ésta nos obliga a esforzarnos. Esto se puede poner en duda tanto menos cuanto que es un medio de dormirse más fácilmente. Pero no tienen por qué ser las imaginaciones las que nos irriten especialmente, ni las que nos causen preocupación, sino las que nos resulten difíciles. En cualquier caso, cada persona puede experimentar una cosa en sí misma: que se duerme con relativa facilidad en el exterior, si antes de dormirse se imbuye de ese mundo de ideas al que está ligado por un sentido del deber.  

Tomemos ahora los estados de ánimo. Placer y tristeza, alegría y dolor, preocupaciones, pena y similares son algo que pueden, bajo ciertas circunstancias, causarnos dificultades externas para tales momentos. Una persona muy afectada por sus emociones, tiene dificultades para conciliar el sueño. Incluso las experiencias alegres le impedirán conciliar el sueño plácidamente. 

Si uno está atento a tales cosas, pronto notará que los estados de ánimo son un obstáculo mayor que las ideas para pasar al estado de sueño, y especialmente los estados de ánimo que están relacionados con los intereses más intensos del yo. Cuando al hombre le espera un acontecimiento especial, a menudo no duerme durante semanas. Inténtenlo una vez: un acontecimiento que debe ocurrir con cierta certeza, por ejemplo la aparición de un cometa -si no son astrónomos que hayan puesto en ello su interés egoísta- les hará conciliar el sueño bastante bien. El astrónomo no, porque ha calculado y está esperando ansiosamente a ver si su cálculo es correcto.  

Ahora podemos considerar estos estados de ánimo desde otro punto de vista. En cierto sentido podemos relacionar el sueño con la clarividencia del ser humano. El estado de sueño es de tal índole que el ser humano está inconsciente. La clarividencia es sólo: dormir impregnado de luz espiritual, dormir consciente, si podemos definirlo así. Por lo tanto, debería ser favorable para los estados clarividentes si uno está libre de todos los estados de ánimo, y desfavorable si uno está lleno de tales estados de ánimo. Esto se puede confirmar por muchas cosas que también se pueden conocer externamente, por ejemplo, en Nostradamus, que en el siglo XVI era un clarividente eminente del tipo que poseía clarividencia profética, de modo que incluso los historiadores puros no pueden dudar de que los acontecimientos que puso en verso se cumplieron, y que, cuando se comparan, muestran que hizo afirmaciones bastante maravillosas. Incluso el historiador Kemmerich lo reconoce, porque no se puede negar. El propio Kemmerich nos cuenta que se había propuesto tareas completamente distintas: sólo quería aportar pruebas de que las condiciones sanitarias de la gente habían mejorado desde el siglo XVI. Y fue entonces cuando se relacionó con Nostradamus.  

Cuando seguimos a Nostradamus, es interesante considerar las circunstancias de su vida. Era un hombre que poseía tales poderes clarividentes que se basan en la disposición, de modo que se encontraban en toda la familia. Pero en él surgieron de manera especial porque era un médico devoto y maravilloso. Logró grandes cosas, especialmente durante una epidemia de peste en Provenza. Pero entonces se descubrió que era un calvinista secreto. Esto le dolió tanto que no tuvo más remedio que abandonar su práctica médica. Hay que comprender lo que esto significa. ¡Las fuerzas están en la personalidad después de todo! Los físicos encuentran: Cuando las fuerzas se disuelven en algún lugar de la naturaleza, se utilizan en otro lugar. - Sólo en los campos espirituales, la gente no quiere saber tales cosas.
Cuando un hombre desarrolla tales poderes en su profesión, tan beneficiosa como ésta como médico, entonces tales poderes, que son liberados, deben manifestarse en otra parte. Y en Nostradamus todos ellos se transformaron en poderes clarividentes, porque él tenía cierta clarividencia original, como también la tenía Paracelso.

Vean ustedes: Nostradamus nos describe muy bien cómo llegó a prever los acontecimientos futuros. Tenía un laboratorio. Pero no era un laboratorio como el que tienen los químicos. Era una habitación, un cuarto contiguo a su piso, con techo de cristal. Desde allí observaba el curso de las estrellas, dejaba que la transformación de las constelaciones afectara a su alma. Y le vinieron esas cosas que podía decir sobre el futuro. Le surgía como una intuición. Salía de su mente. Pero para que esas cosas le vinieran, tenía que estar completamente libre de penas, preocupaciones y emociones. He aquí un ejemplo de cómo la clarividencia, al igual que el sueño profundo, debe estar libre de emociones.

Ahora continuamos e Indagaremos acerca de la conexión del ser humano con sus impulsos de voluntad, en la medida en que estos impulsos de voluntad tienen una conexión con lo moral. Consideremos de nuevo el momento de dormirse. Este es un momento importante para el hombre, pues, como nos dice la ciencia espiritual, pasa al mundo astral. 

Consideremos los impulsos morales en este momento de dormirse.  Para observarlos, hay que prestar mucha atención a tales procesos. Las personas que prestan atención de esta manera tienen la siguiente experiencia: Se acerca el momento de quedarse dormido. Mientras que antes el ojo veía con claridad, ahora los contornos de los objetos se vuelven más borrosos. Algo parecido a la niebla se instala sobre ellos. Es como si el ser humano se sintiera aislado de su entorno. También en el cuerpo físico se produce un cambio en relación con algo: ya no se pueden mover los miembros. Ya no pueden seguir una fuerza que antes seguían. Además, el ser humano nota que siente que ciertas cosas, que deben describirse como impulsos de la voluntad, se presentan ante el alma como por sí mismas. Las cosas que ha hecho, y que las ha hecho de tal manera que no necesita reprocharse nada, aparecen ante él como una unidad. Y siente una inmensa dicha por todo lo que ha hecho bien. A través de los buenos espíritus los hombres se protegen contra lo malo que se presenta ante el alma de esta manera. Sentir dicha por el bien que se ha hecho no puede ocurrir, por supuesto, si no se ha hecho nada bueno. Pero, por lo general, las personas no son tan malas como para no hacer nada bueno.  

Quien presta atención siente cómo algo aparece como un pensamiento que permanece oscuro y a la vez claro ante el alma: ¡Ah, si este momento pudiera mantenerse, ah, si esto pudiera permanecer para siempre! -Después viene una sacudida, y la conciencia desaparece. 

Mientras que los buenos impulsos causan dicha y promueven el dormirse, los malos impulsos lo dificultan aún más que los estados de ánimo. Es extremadamente difícil que una persona se duerma por remordimientos. Los impulsos de la voluntad son, en determinadas circunstancias, un obstáculo aún peor que los estados de ánimo para entrar en el mundo espiritual en el que hemos de entrar. La vida de la imaginación lo hace relativamente fácil, los estados de ánimo más difícil, y menos aún los remordimientos por acciones sobre las que podemos reprocharnos a nosotros mismos, impidiéndonos entrar en el mundo espiritual. 

Normalmente las ideas, es decir, nuestra imaginación, vigila; dejando pasar las imágenes del día, solemos dormirnos bastante bien. Pero cuando se añaden las sensaciones, vigilan menos bien; nos dormimos peor bajo la excitación.  Pero son los impulsos de la voluntad, los impulsos de la voluntad que nos han conducido a actos morales, los que más vigilan nuestro sueño, los que mejor nos acercan al Devacán. Cuando llegamos a un punto en nuestra retrospectiva que nos llena de satisfacción, de satisfacción moral por una buena acción en la que se ha expresado nuestro impulso de la voluntad, entonces se produce el momento de bienaventuranza que nos lleva al Devacán. 

Si uno observa lo que dice la ciencia espiritual, encontrará que ya hay concordancia entre estas observaciones y lo que se encuentra clarividentemente. Pues la ciencia espiritual nos dice: El hombre pertenece al mundo astral con su cuerpo etérico. Por el hecho de pertenecer al mundo astral con su cuerpo etérico, vive en sus ideas como en algo que no es en absoluto propio del mundo físico. El mundo físico nos da percepciones. Pero hay que apartarse de ellas, y entonces queda algo: las ideas. Son ya algo suprasensible. El hombre tiene estas ideas porque las fuerzas del mundo astral llegan hasta su cuerpo etérico, de modo que el hombre está en cierta conexión con el mundo astral a través de sus ideas. En segundo lugar, la ciencia espiritual nos dice que los estados de ánimo no sólo están relacionados con el mundo astral, sino también con uno superior, pues los estados de ánimo del hombre también están relacionados con el Devacán inferior. En tercer lugar, la ciencia espiritual y todo el ocultismo enseñan que a través del trabajo moral de los impulsos de la voluntad, el hombre está conectado con el mundo superior del Devacán, el mundo del llamado Devacán sin forma.  

Así, en el ser humano, estos tres tipos de vida anímica señalan tres tipos de conexión con los mundos superiores. Comparen ustedes lo que se experimenta de este modo en la vida ordinaria con lo que dice la ciencia espiritual.  Todo concuerda. Las imaginaciones no impiden conciliar el sueño, pues a través de ellas debemos llegar al mundo astral. Por otra parte, para entrar en el mundo de Devacán, debemos tener tales estados de ánimo que nos permitan entrar en un mundo espiritual superior. Mediante tales estados de ánimo, que nos hacen revolcarnos en la cama, no podemos conciliar el sueño. El mundo de los impulsos morales de la voluntad significa nuestra conexión con el mundo devacánico superior. No seremos admitidos en él si no tenemos tales impulsos de la voluntad respecto a los cuales no necesitamos reprocharnos. Así que no podemos llegar al sueño verdadero si tenemos remordimientos. Estamos excluidos de él. Y la dicha descrita que sentimos por una buena acción es como una señal externa: Puedes entrar en el mundo del Devacán. 

- No es de extrañar que la gente sienta esto como una dicha en la que quieren vivir para siempre. Sienten que están relacionados con el mundo del Devacán superior, de modo que quieren permanecer allí. Si el hombre no es clarividente, no puede tener otra idea de estos estados más elevados, salvo la sensación de quedarse dormido, que viene como dicha y sentimiento moral.
Así podemos mostrar al hombre: Tienes tu alma-vida dentro de ti. Lo que imaginas se muestra de tal manera que te pone en conexión con algo superior, y de tal manera que te resulta más fácil entrar en el mundo superior; está relacionado con lo astral. Lo que el hombre vive así es como una sombra del mundo superior. Los sentimientos de la mente nos separan más, porque a través de ellos el hombre está conectado con el mundo del Devacán inferior; los impulsos de la voluntad, en cambio, nos separan aún más, porque están conectados con el mundo del Devacán superior.

Pero todo esto está relacionado con otros hechos: Lo que es más efectivo después de la muerte en el Kamaloka son los estados de ánimo y los impulsos morales. Las ideas sobre el mundo de los sentidos mueren, sólo pueden llevarse consigo las de lo suprasensible. Por otra parte, después de la muerte, los estados de ánimo nos persiguen tremendamente y permanecen. Pues son ellos los que nos mantienen en el Kamaloka durante cierto tiempo. Por ejemplo, una persona que fuera completamente mala no podría subir en absoluto al Devacán a causa de sus remordimientos entre la muerte y un nuevo nacimiento, sino que tendría que encarnarse de nuevo sin eso. Sin movimientos morales, no subiría al mundo superior del Devacán; tendría que volver en poco tiempo y compensarlo. Como no tenía buenos estados de ánimo, el Devacán inferior también le está vedado.  

Así podemos comparar y mostrar que podemos obtener una visión de los hechos de la vida ordinaria, (de la vida ordinaria del alma), si los interpretamos según lo que dice la ciencia espiritual.
Quisiera enlazar con lo que se acaba de decir otro hecho que les parecerá importante cuando dirijan su mirada espiritual al hecho de la doctrina de la reencarnación, de las repetidas vidas terrestres. Si nos encarnamos repetidamente en la Tierra, debe haber un cierto propósito. El desarrollo no tendría ningún propósito si no experimentáramos algo a través de él. ¿Cuál es la finalidad de reencarnarse?

A través de los hechos de la contemplación espiritual llegamos a ver cuán diferente es la vida humana en las distintas épocas.  Pensemos en los tiempos antiguos, cuando se hablaba griego o latín y se hacía lo que era costumbre en aquella época. Lo que hoy se exige: que los niños vayan a la escuela, eso sólo se hizo tarde. Mientras que hoy vemos a una persona analfabeta como una persona inculta, eso no era así en el pasado. De lo contrario, nuestras estadísticas tendrían que llamar analfabeto a Wolfram von Eschenback, por ejemplo. En la antigua Roma, por ejemplo, había otra cosa que hoy no se considera educación: todo ciudadano romano -incluso los que araban sus campos- conocía exactamente el contenido de las leyes de las Doce Tablas y muchas otras cosas relacionadas con la organización del Estado burgués. Los romanos no necesitaban acudir a un abogado para cualquier cosa. - Esto es un ejemplo. Si se conocieran estas grandes diferencias, a los hombres se les pasaría por la cabeza preguntarse por qué debemos encarnarnos una y otra vez como niños; ¡seguro que no es necesario! No, no es así. Cada vez que volvemos, la cultura ha cambiado de tal manera que tenemos que aprender algo de nuevo. Así que hemos nacido en circunstancias muy diferentes, y es absolutamente necesario venir una y otra vez hasta que la Tierra haya alcanzado su meta.  

Ahora podemos distinguir mejor esto, aquello en lo que el hombre puede convertirse en las culturas sucesivas, si sabemos que las diversas cualidades que hoy se han enumerado como vida anímica interior, se desarrollan gradualmente en la cultura exterior. En nuestra época nos parece característico que, de los impulsos enumerados, el mayor valor se atribuya a las ideas. Vivimos en una cultura de la vida de la imaginación. Se desarrolla el intelecto. En la cultura griega y romana la gente no pensaba tanto, pero percibía más que hoy. Hay algo divertido, pero al mismo tiempo algo grandioso, en lo que Hebbel, el dramaturgo, escribió en su cuaderno: Supongamos que Platón volviera a nacer; entonces se convertiría en un alumno de gramática y tendría que leer a Platón en lengua griega, y el profesor de gramática está terriblemente descontento porque no entiende a Platón, le da una paliza. - Eso es lo que Hebbel quería dramatizar. Bueno, eso es bastante gracioso por un lado, pero bastante comprensible por otro. Porque es cierto que hoy en día el profesor de gramática imagina mucho más que incluso el gran filósofo Platón en su época. Es sólo que, en cierto modo, la gente mira hoy el mundo con miopía. El campesino de hoy piensa más de lo que pensaba el filósofo griego. En cambio, en aquellos tiempos se entrenaba mucho más la facultad perceptiva. El hombre estaba conectado con toda la naturaleza. La percepción era entonces lo mismo que la imaginación es ahora con nosotros. Hoy en día, la percepción ya no se aprende en absoluto, sólo por aquellos que se someten a un entrenamiento. Es muy posible que uno llegue lejos en lo que aprende en el laboratorio, y sin embargo sea muy inexperto fuera de él, no pudiendo distinguir el trigo del centeno. Así que podemos decir que la gente de hoy en día tiene mucha imaginación, pero en aquellos días estaban entrenados en la percepción. Por lo tanto, podemos distinguir dos épocas: una de percepción y otra de imaginación. Luego vendrá una tercera, a través de la cual se desarrollarán los estados de ánimo, que hoy sólo van a la par.

Un ser humano que comienza a atravesar un determinado desarrollo debe, en efecto, anticipar ya lo que será la cultura humana general en épocas posteriores. Por lo tanto, debe fomentar los estados de ánimo. Puede suceder fácilmente que algún hombre haya iniciado el desarrollo de sus estados de ánimo hacia mundos superiores y luego, en contacto con otros hombres, tenga la cultura de la imaginación. Entonces hará la observación de que en un momento se sintió lo correcto, en otro lo incorrecto. Un hombre meramente intelectual, por razones lógicas, aceptará lo correcto y rechazará lo incorrecto.

Pasará mucho tiempo antes de que llegue una etapa superior de la cultura en la que uno sentirá un sentimiento de placer hacia lo que está bien y un sentimiento de disgusto hacia lo que está mal. Esto le dará entonces a uno seguridad con respecto al ser verdadero y falso; porque no es sólo una idea del ser verdadero y falso lo que se requiere. No tenemos mucho tiempo para probar una cosa, pues la comprendemos en un instante. Hoy debemos probar, desarrollar. Entonces ya no necesitaremos probar, sino complacer. Por lo tanto, a la cultura de la percepción de los griegos y a la cultura de la imaginación de nuestro tiempo les seguirá una cultura del alma cuando volvamos a encarnar. Después seguirá otra cultura en relación con los impulsos; entonces los impulsos de la voluntad experimentarán una gran formación. Las personas que allí se encarnen perseguirán lo que es, por así decirlo, un ideal socrático. Si no fuera así, un hombre, por muy inteligente que fuera, podría ser un canalla ideal; para nada Hamlet habría escrito en su tablilla que se puede sonreír y sonreír siempre y, sin embargo, ser un canalla redomado.  
A la época de los estados de ánimo le sigue una época de pronunciada moralidad. Allí, como muestra la investigación ocultista, se presentará un caso muy especial. Supongamos que la gente se vuelve cada vez más sabia. Uno puede llegar a serlo según la manera actual de pensar. Uno puede incluso utilizar su astucia para escenificar actos malvados. Pero, extrañamente, en nuestra penúltima época ocurrirá esto, ¡que la maldad de los impulsos de la voluntad tendrá un efecto paralizante sobre la intelectualidad! Esta será la peculiaridad de la época cultural moralista, que la inmoralidad tendrá el poder de matar la intelectualidad. Por lo tanto, el ser humano de esta época debe desarrollarse de tal manera que su moralidad se encuentre con su intelectualidad. Así que podemos decir: tenemos la cultura grecorromana como la época de la cultura de la percepción, la nuestra como la época de lo intelectual. Luego viene el tiempo de la cultura emocional y después el tiempo de la moralidad real.  

Ahora bien, es interesante observar cómo un impulso importante actúa sobre los hombres en estas épocas culturales sucesivas. Aquí debemos referirnos a lo que se ha dicho antes, que la facultad de percepción nos conecta con lo físico, la facultad de imaginación con lo astral, los estados de ánimo con el Devacán inferior y la moralidad con el Devacán superior.
Por lo tanto, cuando un impulso debía llegar al hombre en los tiempos griegos y romanos, entonces el hombre estaba entrenado para percibir especialmente lo que se aproxima externamente. Por lo tanto, el impulso del acontecimiento Crístico entra en el mundo como una percepción externa. Ahora vivimos en la cultura de las ideas. Por lo tanto, nuestra época cultural alcanzará su meta conociendo a Cristo como algo que se percibe desde el mundo astral como una concepción interna. Se manifestará como una forma etérica del mundo astral. En la época siguiente, en la época de los estados de ánimo, el hombre manifestará especialmente sus estados de ánimo para ver al Cristo astralmente. Y luego, en la época moral, el Cristo se manifestará como lo más elevado que el hombre puede experimentar: como un yo que resplandece desde el mundo del Devacán superior. Así también se desarrollará más la percepción del Cristo. En sus ideas, en sus imaginaciones, el hombre percibirá ahora al Cristo de un modo natural. 

Así vemos por estas representaciones que el hombre puede encontrar una cierta correspondencia entre lo que dice la ciencia espiritual y lo que sucede en el mundo -siempre que el hombre la encuentre. 
Estos son puntos tales que pueden ser tocados para que una unión local responda a cualquiera de las numerosas preguntas a través de las cuales el hombre puede acercarse al mundo espiritual. 
Traducido por J.Luelmo abr.2023