viernes, 7 de abril de 2023

GA143 Munich 11 de enero de 1912 -Nerviosismo y yoidad - consejos y ejercicios-

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NERVIOSISMO Y YOIDAD

RUDOLF STEINER

Munich 11 de enero de 1912

Hoy vamos a hacer algunas sugerencias en relación con algunas de las cosas que ya sabemos, pero que pueden ser útiles para uno u otro de nosotros, y que también pueden conducirnos a una visión más exacta de la esencia del ser humano y de su conexión con el mundo. El antropósofo tendrá muy a menudo la oportunidad de oír de personas de fuera muchas otras cosas además de las objeciones a la ciencia espiritual que se han mencionado esta vez en las conferencias públicas. Una y otra vez, tanto personas eruditas como no eruditas objetan el hecho de que hablemos en términos de ciencia espiritual de una división de todo el ser humano en los cuatro miembros que siempre mencionamos: el cuerpo físico, el cuerpo etérico o de vida, el cuerpo astral y el yo. Y los escépticos bien pueden objetar que para un hombre que desarrolla ciertos poderes anímicos, por lo demás ocultos, podría ser posible ver algo semejante a estos miembros del ser, pero para quien no ve tal cosa no podría haber razón alguna para que abrigara tal opinión. Ahora bien, hay que subrayar que la vida del hombre, si se está atento, no sólo da confirmaciones de lo que dice el conocimiento espiritual, sino que, si se aplica lo que se puede aprender para la vida del conocimiento espiritual, tal aplicación a la vida resulta ser extraordinariamente útil. Y uno ya se dará cuenta de que este beneficio -no me refiero ahora al beneficio en un sentido inferior, sino a ese beneficio que es un beneficio en un sentido superior- puede enseñarnos poco a poco una especie de convicción, aunque no queramos entrar en lo que se presenta a la observación clarividente. 
Es de sobra conocido que en nuestra época se quejan mucho sobre la tan temida palabra "nerviosismo", y no debería sorprendernos si uno u otro se siente impelido a decir: "En nuestro tiempo, realmente no hay nadie que no esté nervioso en algún aspecto. Y cómo no encontrar comprensible tal afirmación. Aparte de las circunstancias y condiciones sociales a las que podemos atribuir esta o aquella causa en este nerviosismo, las condiciones que pueden llamarse nerviosismo también están presentes y se expresan de las formas más diversas. Tal vez se expresan, podría decirse de la manera más ligera, de la manera menos incómoda, en que el ser humano se convierte en lo que podría llamarse un inquieto mental. Yo le llamaría así a aquel que es incapaz de retener un pensamiento adecuadamente y perseguirlo realmente en sus consecuencias, que siempre salta de un pensamiento a otro, y cuando uno intenta retenerle en un pensamiento, hace tiempo que ha saltado a otro. Una precipitación de la vida mental, que a menudo es el tipo más liviano de nerviosismo.
Otro tipo de nerviosismo es que la gente no sabe qué hacer consigo misma, que no puede tomar decisiones sobre cosas sobre las que debería tomar decisiones, por así decirlo, y en realidad nunca sabe muy bien qué hacer sobre tal o cual asunto. 
Sin embargo, estas condiciones también pueden desembocar en otras, ya más alarmantes, en las que el nerviosismo se manifiesta gradualmente cada vez más en todo tipo de formas de enfermedad para las que en realidad no se puede dar ninguna causa orgánica, pero que a veces imitan a las enfermedades orgánicas de forma engañosa, de modo que uno podría creer, por ejemplo, que una persona tiene, digamos, una dolencia estomacal grave, mientras que sólo sufre de lo que uno resume de forma bastante trivial y sin sentido bajo la palabra "nerviosismo". Se trata de síntomas de enfermedad que la persona afectada padece de forma natural tanto como si tuvieran su origen en la esfera orgánica. Y podrían mencionarse otras numerosas afecciones, quién no las conoce, quién no las padece, sea que las tenga él mismo o que las tengan otras personas de su entorno. No es necesario -y no quiero divagar en otro tema- llegar a hablar de "alcoholismo político" en relación con los grandes acontecimientos de la vida exterior; recientemente se ha hablado de ese tipo de actividad nerviosa en la vida pública, así como de un tipo de comportamiento que, por lo demás, sólo se manifiesta en el individuo cuando está un poco intoxicado de alcoholismo. La palabra se ha utilizado para la forma en que se han llevado los asuntos políticos en Europa en los últimos meses. Allí se ve algo en la vida exterior de lo que se podría decir: Allí también se nota no sólo que el nerviosismo está ahí, sino que en algunos aspectos se siente bastante malestar. Así que en todas partes hay algo parecido a este nerviosismo.
Ahora bien, lo que aquí se insinúa no mejorará ciertamente para la gente en los tiempos venideros, sino que empeorará y empeorará. De ninguna manera se pueden dar buenas perspectivas para el futuro, si las personas permanecen como están ahora. Porque hay varias plagas que influyen en nuestra vida actual de una manera bastante extraordinaria y que se transmiten, se podría decir epidémicamente, de un ser humano a otro, de modo que no sólo los que están un poco enfermos en este sentido están afligidos por ellas, sino que también están infectados otros que tal vez sólo están débiles pero por lo demás sanos. 
Una cosa que es tremendamente perjudicial para nuestro tiempo es que un gran número de personas que llegan a ocupar puestos destacados para la vida pública estudian de la manera en que estudian actualmente. Hay ramas enteras de estudio en las que, digamos, se vive en la universidad de tal manera que en realidad se hacen otras cosas bastante distintas a lo largo del año que pensar y estudiar lo que dicen los profesores en las facultades; se va de vez en cuando, pero lo que hay que saber para los exámenes se adquiere en pocas semanas, es decir, se empolla lo más necesario. Lo peor de todo es el empollamiento. Y como en algunos aspectos el empollar llega hasta las escuelas inferiores, los males que se derivan de ello no son en absoluto tan inofensivos. Lo esencial de este atiborramiento es que no existe una conexión real entre el interés del alma, el núcleo más íntimo del ser, y lo que se atiborra. Incluso en las escuelas prevalece a menudo la opinión de los alumnos: "Oh, si hubiera olvidado pronto lo que he aprendido". Así que ese deseo vehemente de poseer lo que uno ha adquirido no existe. Un ligero vínculo de interés, por así decirlo, conecta el núcleo del alma humana con lo que la gente acepta.  
Ahora bien, precisamente la consecuencia de este hecho es que las personas no pueden desarrollarse de este modo para poder intervenir en la vida pública con suficiente eficacia, porque al haberse embutido en la cabeza las cosas que quieren aprender, no están conectadas interiormente con las tareas de su profesión; ellos se encuentran anímicamente distantes de lo que hacen con la cabeza. Ahora bien, no hay nada peor para todo el ser humano que estar distanciado anímicamente, con el corazón, de lo que debe hacer la cabeza. Esto no es sólo algo que contradice a un ser humano más fino y sensible, sino algo que influye en grado sumo en la fuerza y la energía del cuerpo etérico humano, especialmente en el cuerpo etérico. El cuerpo etérico o vital se debilita cada vez más bajo tal actividad debido a la débil conexión que existe entre el núcleo del alma humana y lo que el ser humano está haciendo. Cuanto más tiene que hacer el ser humano algo que no le interesa, más debilita su cuerpo etérico o vital.
Ahora bien, la antroposofía debe tener tal efecto en aquellos seres humanos que adquieren esta antroposofía de manera sana que no sólo se aprenda: el ser humano consta de cuerpo físico, cuerpo etérico y así sucesivamente, sino que esta antroposofía debe tener tal efecto que en el ser humano estos miembros individuales de la naturaleza humana lleguen a desplegarse fuerte y poderosamente de manera sana.
Si una persona hace ahora un intento muy sencillo, pero repite este intento con asiduidad, entonces una nimiedad puede obrar verdaderos milagros. Perdónenme si hablo hoy de observaciones individuales, de bagatelas, pero que pueden ser y llegar a ser cosas muy importantes para la vida humana. Porque está íntimamente relacionado con lo que acabo de describir, el olvido fácil que a veces muestran las personas. Pero la Antroposofía también puede mostrarnos que este olvido es algo eminentemente perjudicial para la salud. Y por extraño que parezca, es cierto que muchos arrebatos de la naturaleza humana, que rayan en lo muy morboso, se evitarían si la gente fuera menos olvidadiza. Ahora se puede decir: sólo son olvidadizas, las personas; ¿Quién entonces, -podremos aclararnos fácilmente cuando tengamos una visión de conjunto de la vida-, puede quedar completamente exento de olvidos?  Tomemos un pequeño caso que se da con facilidad: una persona se sorprende a sí misma olvidando que nunca recuerda dónde ha puesto las cosas que necesita. No es así? Es algo que ocurre en la vida. Una persona nunca encuentra su lápiz, otra nunca encuentra los gemelos que ha guardado por la noche, y así sucesivamente. Parece extraño y banal cuando se habla de estas cosas, pero ocurren en la vida.
Y ahora, precisamente observando lo que podemos aprender de la Antroposofía, hay un buen ejercicio, a saber, mejorar gradualmente en uno mismo tal olvido como se acaba de describir. Se trata de un medio muy sencillo. Supongamos que una dama pone un broche en algún lugar por la noche, o un caballero sus gemelos, y descubre que ya no puede encontrarlos a la mañana siguiente. Ahora usted podría decir: Sí, claro, uno podría acostumbrarse a ponerlos siempre en el mismo sitio. No será posible hacerlo con todos los objetos, pero no queremos hablar de eso en este momento, sino de una manera mucho más eficaz de curarse uno mismo.
Supongamos que una persona que advierte en sí misma su olvido dijera, para curarse de él: Ahora quiero colocar los objetos en cuestión, que quiero volver a encontrar, precisamente en lugares muy distintos; pero nunca quiero colocar un objeto en un lugar determinado de ninguna otra manera sino desarrollando el siguiente pensamiento: He colocado el objeto en este lugar, memorizo la imagen del entorno según la forma, el color, etc., y trato de memorizar eso. Digamos que ponemos un imperdible en el borde de una mesa donde hay una esquina; lo colocamos allí con el pensamiento: Pongo esta aguja contra este borde, y memorizo como imagen el ángulo recto que aparece a su alrededor porque la aguja está rodeada por dos lados por bordes, etcétera. Ahora me alejo de la cosa tranquilizado, y veré -si hago esto una sola vez, puede que al principio no consiga encontrar la cosa de nuevo en todos los casos, pero si lo hago más a menudo, si me impongo la norma de dejar mis cosas con tales pensamientos- que mi olvido disminuye gradualmente cada vez más. Esto se debe al hecho de que se ha concebido un pensamiento muy definido - el pensamiento: pongo la aguja allí - y a través de esto mi yo se ha puesto en conexión con la acción, con lo que llevo a cabo, y a lo cual se agrega una imagen. Una clara pictorialidad en el pensamiento, una imaginación pictórica de lo que hago, y también que pongo el acto en conexión con el núcleo de mi alma espiritual, con mi yo, es lo que puede agudizar considerablemente nuestra memoria. De este modo ya podemos obtener el único beneficio para la vida de que nos volvemos menos olvidadizos. Tal vez ni siquiera sería necesario hacer de ello una gran esencia, si sólo se consiguiera eso, pero se puede conseguir mucho más con ello.  
Supongamos que se convirtiera en una especie de uso habitual entre los hombres abrigar tales pensamientos al depositar ciertos objetos, simplemente por este uso se produciría un fortalecimiento del cuerpo etérico humano.
El cuerpo etérico humano se consolida cada vez más, cada vez más fuerte, haciendo tales cosas. Hemos aprendido de la Antroposofía que el cuerpo etérico o vital debe considerarse en cierto modo como el portador de la memoria para nosotros. Si hacemos algo que fortalezca las facultades de la memoria, podemos comprender desde el principio que tal fortalecimiento de las facultades de la memoria es de utilidad para nuestro cuerpo etérico o vital. Como antropósofos no debemos sorprendernos por ello. Supongamos que aconsejamos este método no sólo a una persona olvidadiza, sino también a una que presenta estados de nerviosismo. Supongan que aconsejan a una persona inquieta o nerviosa que haga el ejercicio de acompañar la anotación de objetos con pensamientos como los que acabamos de caracterizar, y verán que mediante la práctica seria no sólo se vuelve menos olvidadiza, sino que al fortalecer su cuerpo etérico también se vuelve gradualmente capaz de superar sus estados nerviosos. He aquí la prueba vivida de que lo que la Antroposofía dice del cuerpo etérico es correcto. Si actuamos de la manera adecuada contra el cuerpo etérico, entonces se hace evidente que éste adquiere poderes. En el logro de tales éxitos podemos ver la prueba de lo correcto de la suposición y caracterización del cuerpo etérico.  
Pasemos a otro asunto, que de nuevo parece una nimiedad, <pero que sin embargo es sumamente importante. Ustedes saben que lo que llamamos cuerpo físico y cuerpo etérico son directamente adyacentes el uno del otro en el ser humano.
El cuerpo etérico está directamente integrado en el cuerpo físico, es decir, se penetran íntimamente. Ahora, en nuestro tiempo, se puede observar una peculiaridad que no es nada rara, de cuya existencia no suelen ser responsables las personas en las que se observa. Haciendo esta observación y llevando en nuestro pecho un alma sana y compasiva, tendremos compasión de esas mismas personas sobre las que podemos hacer tal observación. O no han visto nunca, por ejemplo, empleados sentados en el mostrador de correos u otras personas que escriben mucho, que hacen movimientos muy peculiares antes de empezar a escribir una carta, que primero realizan una especie de carrera con el bolígrafo en el aire antes de empezar a escribir. Ni siquiera es necesario llegar a ese punto, pues eso ya es la predisposición a una mala condición cuando la gente hace algo así en su profesión; puede seguir siendo el caso -obsérvese una vez- que la gente, cuando escribe, primero debe darse una cierta sacudida, por así decirlo, a cada trazo y, de hecho, escribir de una manera espasmódica, no subiendo y bajando uniformemente, sino espasmódicamente. Esto se puede ver en los escritos que se escriben de esta manera.  
Ahora podríamos entender tal estado desde los conocimientos científico-espirituales de la siguiente manera. En el ser humano completamente sano, -sano en relación al cuerpo físico y etérico-, el cuerpo etérico, que es dirigido por el cuerpo astral, debe tener siempre la capacidad absoluta de intervenir en el cuerpo físico, y el cuerpo físico debe en todas partes, en todos sus movimientos, poder ser un servidor, un instrumento del cuerpo etérico. Si el cuerpo físico realiza por su cuenta movimientos que van más allá de lo que el alma puede realmente querer, de lo que quieren los cuerpos etérico y astral, entonces se trata de una condición malsana, se presenta entonces una preponderancia del cuerpo físico sobre el cuerpo etérico. En todos aquellos que presentan las condiciones que acabamos de describir, se trata de una debilidad del cuerpo etérico, que consiste en el hecho de que ya no puede dirigir plenamente al cuerpo físico. Esta relación del cuerpo etérico con el cuerpo físico es, desde el punto de vista oculto, la base de todos los estados convulsivos.  Estos están esencialmente relacionados con el hecho de que el cuerpo etérico ejerce sobre el cuerpo físico menos dominio del que debería, por lo que el cuerpo físico domina y realiza todo tipo de movimientos por iniciativa propia, mientras que un ser humano sano en cuanto a sus miembros esenciales está subordinado con sus movimientos a la voluntad del cuerpo etérico-astral. 
Si esta condición no se ha vuelto demasiado prevalente en un hombre, existe la posibilidad de ayudarlo; sólo hay que tener en cuenta los hechos ocultos. Hay que tener en cuenta que el cuerpo etérico como tal debe ser fortalecido. Hay que creer, por así decirlo, en la existencia y en la capacidad de fortalecimiento del cuerpo etérico. Supongamos que un pobre hombre se ha deteriorado hasta tal punto que no deja de juguetear con los dedos antes de intentar escribir tal o cual carta. Ahora, bajo cualquier circunstancia, será bueno darle un consejo: Sí, tómate unas vacaciones, escribe menos durante un tiempo y se te pasará tal cosa. -Pero este consejo es sólo un consejo a medias; pues se podría hacer mucho más si al mismo tiempo se le diera al hombre otra, la segunda parte del consejo, si se le aconsejara:  Y procura -sin esforzarte, basta para ello un cuarto o media hora al día- adoptar una escritura diferente, cambiar tu escritura, de modo que te veas obligado no a escribir mecánicamente como hasta ahora, sino a cuidar la forma de las letras. Digamos que, mientras que normalmente escribes la F de esta manera, ahora la escribes más inclinada y de una forma completamente diferente, de modo que tengas que ser cuidadoso.  Acostúmbrate a trazar las letras con cuidado.  
Si el conocimiento espiritual se generalizara, así cuando tal pobre hombre volviera de vacaciones y hubiera tomado una escritura diferente, los directores tampoco dirían: Qué loco estás, tienes una escritura muy diferente. Un dirigente antroposófico se daría cuenta de que se trata de un remedio esencial. Porque el ser humano, cuando cambia de escritura, se ve obligado a prestar atención a lo que está haciendo; y prestar atención a lo que uno está haciendo significa siempre poner el núcleo más íntimo de nuestro ser en conexión íntima con lo que uno está haciendo.  Todo lo que pone nuestro núcleo más íntimo del ser en conexión con lo que hacemos fortalece nuestro cuerpo etérico o vital, y como resultado nos convertimos en personas más sanas. Y no sería tan insensato trabajar sistemáticamente en la educación y en la escuela para fortalecer el cuerpo etérico ya en la juventud. La Antroposofía debe hacer hoy una sugerencia que no se llevará a cabo durante mucho tiempo, porque la Antroposofía será considerada durante mucho tiempo como algo descabellado por los factores determinantes que tienen que guiar la educación; pero eso no importa. Supongamos que, cuando a los niños se les enseña a escribir, primero se les enseña a escribir de una determinada manera, y luego, después de algunos años de escribir de esta manera, se les ve cambiar el carácter de la escritura sin ninguna otra causa. Tal cambio en el carácter de la escritura, y la mayor atención que debe prestársele, tendrían una influencia tremendamente fortalecedora sobre el cuerpo etérico en desarrollo, y se producirían menos afecciones nerviosas en estas personas en la vida posterior.  
Así que ya ven que uno puede ciertamente hacer algo en la vida para fortalecer su cuerpo etérico o vital, y esto es de extraordinaria importancia; porque es precisamente la debilidad del cuerpo etérico o vital lo que provoca muchas condiciones realmente insalubres en nuestra época actual. Incluso puede decirse, -pues en verdad no es mucho decir-, que ciertas formas de enfermedad, que pueden ser causadas por cosas contra las que al principio no puede hacerse nada, serían muy diferentes si el cuerpo etérico fuera más fuerte de lo que son con el cuerpo etérico debilitado, que es precisamente una característica del ser humano actual. Con esto ya hemos señalado algo que puede llamarse el trabajo del cuerpo etérico. Utilizamos ciertos ejercicios para fortalecer el cuerpo etérico. No se pueden aplicar ejercicios a algo que prácticamente se niega, a algo que no existe. 
Mostrando que es útil aplicar ciertos ejercicios al cuerpo etérico, y probando que estos ejercicios tienen un efecto, uno muestra que algo como el cuerpo etérico existe. La vida proporciona en todas partes las pruebas correspondientes de lo que la Antroposofía tiene que dar.  
Nuestro cuerpo etérico también puede fortalecerse considerablemente si hacemos algo más para mejorar nuestra memoria. Esto quizás ya se ha mencionado aquí en otro contexto, pero debe repetirse aquí, porque en todas las formas de enfermedad en las que el nerviosismo desempeña un papel, uno debería poder seguir este consejo. Uno puede hacer muchísimo para fortalecer el cuerpo etérico o vital si no sólo repasa las cosas que conoce con el pensamiento, tal como las conoce habitualmente, sino si las repasa al revés. Digamos, por ejemplo, que en la escuela uno tiene que aprender una secuencia de acontecimientos en el tiempo, de batallas o gobernantes con las fechas correspondientes. Es extraordinariamente bueno si uno no sólo se los aprende en el orden que es el orden correcto, sino que también adquiere la materia en el orden inverso, presentándoselo todo a uno mismo de atrás hacia delante.  Esto es extraordinariamente importante. Porque cuando hacemos algo así en mayor medida, contribuimos a su vez a un tremendo fortalecimiento de nuestro cuerpo etérico. Pensar en dramas enteros de atrás hacia adelante, en lo que hemos leído en cuentos o cosas por el estilo, desde el final hacia el frente, son cosas de suma importancia para la consolidación del cuerpo etérico.  
Ahora bien, de todo lo que se ha mencionado hasta ahora como particularmente bueno y eficaz para fortalecer el cuerpo etérico, podrán experimentar en la vida actual que no se hace, que no se aplica en absoluto o no con la regularidad necesaria. En la agitada actividad actual del día no se tiene mucha oportunidad de alcanzar la paz interior necesaria para la realización de tales ejercicios. Normalmente, cuando un hombre ejerce una profesión, está tan cansado por la noche, tan apurado, que no piensa dónde va a poner sus cosas o qué va a hacer con ellas.
Pero cuando la ciencia espiritual penetra realmente en el corazón y en el alma de los hombres, uno verá que infinitamente mucho de lo que sucede hoy podría en realidad ahorrarse, y que el tiempo en el que tales ejercicios de fortalecimiento pueden emprenderse es en realidad ya ganable para cada hombre. Si uno se ocupa de estas cosas, especialmente en el campo de la educación, se dará cuenta muy pronto de que la consecuencia son resultados tremendamente favorables. 
Hay que mencionar una cosita más, que, sin embargo, es de poca utilidad en la vida posterior, pero si un hombre no la ha cultivado en la primera juventud, es bueno que lo haga en la vida posterior. Se trata de que nos fijemos en ciertas cosas que realizamos, -independientemente de si las cosas que realizamos dejan huella o no-, al mismo tiempo. Es relativamente fácil hacer esto con lo que uno escribe. Estoy convencido de que muchas personas perderían el hábito de escribir horriblemente si intentaran mirar lo que han escrito letra por letra, y dejaran realmente que sus ojos vagaran por lo que han escrito. Cuando se escribe, es relativamente fácil mirar al mismo tiempo lo que se está haciendo. 
Pero hay otra práctica que también es buena, pero que no debe continuarse durante mucho tiempo. Se trata de cuando una persona intenta observarse a sí misma caminando, moviendo la mano, moviendo la cabeza, la forma en que se ríe, etc., en resumen, cuando intenta hacerse un relato pictórico de sus gestos. Muy pocas personas, -pueden ustedes convencerse de ello con una observación suficiente de la vida-, saben realmente cómo caminan. Muy pocas tienen una idea de lo que parece cuando se las mira mientras caminan. Pero es bueno hacer algo así para hacerse una idea del efecto de las propias acciones. Pero, como ya he dicho, no debe continuarse siempre, pues de lo contrario contribuye demasiado a la vanidad humana. Aparte de que ciertamente corregiríamos mucho en nosotros mismos si aplicáramos tal cosa en la vida, este ejercicio es a su vez de un efecto tremendamente favorable para la consolidación del cuerpo etérico o vital y también para el dominio del cuerpo etérico por el cuerpo astral. Si el hombre observa sus gestos, si mira lo que hace, si se forma una idea de sus actos, tiene el éxito, el beneficio, de que el dominio de su cuerpo astral sobre el cuerpo etérico se hace cada vez más fuerte. Esto permite al ser humano, cuando es necesario, suprimir algo con éxito, por ejemplo, abstenerse de ciertas acciones o movimientos arbitrariamente o hacerlos de forma diferente a su costumbre. 
Uno de los mayores logros del ser humano es ser capaz de hacer las cosas de forma diferente en determinadas circunstancias. Ciertamente, no es la intención desarrollar aquí, digamos, una escuela de disfrazar la escritura; porque hoy en día la gente en realidad sólo aprende a formar la escritura de manera diferente cuando quiere utilizarla para algo ilícito. Pero es bueno para la consolidación del cuerpo etérico, si uno se encarga de permanecer completamente honesto, adoptar por una vez una letra diferente. Pero, en general, es bueno adquirir la capacidad de hacer tal o cual tarea que uno tiene que realizar de una manera diferente, y no depender de tener que hacerla sólo de una manera. El hombre no necesita ser un fanático creyente en el uso igualitario de la mano izquierda y la derecha, pero si intenta de una manera moderada ser capaz de hacer al menos ciertas cosas con la mano izquierda que de otra manera hace con la derecha, no necesita ir más allá de que sea capaz de hacerlas, y esto tendrá una influencia favorable en el dominio que nuestro cuerpo astral ha de ejercer sobre el etérico.  Fortalecer al ser humano en el sentido que puede dársele mediante el discernimiento científico-espiritual es parte de lo que debe aportarse a nuestra cultura mediante la difusión de la ciencia espiritual.  
Y lo que podríamos llamar la cultura de la voluntad es de gran importancia. Ya se ha señalado que el nerviosismo se manifiesta a menudo precisamente en el hecho de que las personas de hoy en día no saben muy bien cómo hacer realmente lo que quieren hacer. Se retraen de hacer lo que se han propuesto, no les sale nada bien y cosas por el estilo.
Lo que podemos entender como una cierta debilidad de la voluntad se basa en una falta de control del yo sobre el cuerpo astral. Siempre hay un control insuficiente del cuerpo astral por parte del yo cuando se produce tal debilidad de la voluntad que las personas desean algo y, sin embargo, no lo desean o, por lo menos, no llegan a realizar realmente lo que desean. Algunos ni siquiera llegan a querer seriamente lo que deberían querer. Ahora bien, hay un medio sencillo de fortalecer la voluntad para la vida exterior, y este medio consiste en suprimir los deseos que están presentes, sin llevarlos a cabo, por supuesto, si la no ejecución de los deseos no acarrea ningún daño. Si uno se examina a sí mismo en la vida, encontrará desde la mañana hasta la noche innumerables cosas que desea, de las cuales sería bueno que se cumplieran, pero también encontrará numerosos deseos de este tipo de los que también puede prescindir sin perjudicarse a sí mismo o a otra persona, y sin violar un deber, deseos cuya satisfacción tal vez pueda darle placer, pero que pueden muy bien permanecer insatisfechos. Si sistemáticamente tratamos de encontrar entre muchos deseos aquellos de los cuales decimos: No, el deseo no debe cumplirse ahora, -no debemos tocar la cosa en el lugar más impropio, sino que debe ser algo que no conlleve ningún daño, que no aporte más que consuelo, alegría, placer-, si sistemáticamente suprimimos tales deseos, entonces cada supresión de algún pequeño deseo significa una afluencia de fuerza de voluntad, de fortalecimiento del yo en relación con el cuerpo astral. Y si nos sometemos a tal procedimiento de autoeducación en la vida posterior, podremos compensar en este aspecto mucho de lo que actualmente se descuida a menudo en la educación de la juventud.  
Ahora bien, es básicamente difícil trabajar pedagógicamente en el mismo campo que ahora se ha caracterizado; porque también hay que tener en cuenta que si uno mismo, digamos, como educador, está en condiciones de satisfacer cualquier deseo que surja por parte del niño o del joven de ser educado, y uno le niega el deseo, entonces no sólo niega un deseo sino que también provoca una especie de antipatía por parte del alumno. 
Pero eso puede ser malo desde el punto de vista pedagógico. De modo que tal vez se podría decir que parece algo dudoso introducir en los principios educativos el incumplimiento de los deseos de los alumnos, si con ello se suscita una antipatía en los alumnos. Se está, por así decirlo, ante un precipicio de la vida. Si un padre quiere educar a su hijo diciéndole: No, Karl, no conseguirás eso, -lo conseguirá en mayor medida que el niño le tenga aversión que consiguiendo el buen efecto que se podría conseguir no cumpliendo los deseos. Cabe preguntarse: ¿Qué hay que hacer? - Hay un remedio muy sencillo, a saber, no negarle al alumno sus deseos, sino a uno mismo, pero de tal manera que el alumno se dé cuenta de que uno se está negando tal o cual cosa. Ahora bien, en los primeros siete años de vida, pero también más tarde como efecto posterior, hay un fuerte instinto de imitación, y veremos, si nos negamos claramente de forma perceptible esto o aquello en presencia de aquellos a quienes tenemos que educar, que ellos lo imitan, aunque quizá inconscientemente, que lo sienten como algo por lo que vale la pena esforzarse.  Así conseguiremos algo tremendamente significativo.  
Así vemos cómo nuestros pensamientos sólo necesitan ser dirigidos y guiados de la manera correcta por lo que la ciencia espiritual nos da. Entonces la ciencia espiritual no sólo se convertirá en teoría, sino que se convertirá en sabiduría, realmente en algo que nos lleva y nos guía en la vida. Ahora bien, un medio muy importante para fortalecer el dominio de nuestro yo sobre el cuerpo astral es lo que se puede aprender de las dos conferencias públicas que he dado aquí. Lo peculiar de estas dos conferencias fue que se citó lo que se puede decir a favor y lo que se puede decir en contra de una cosa. Si ahora examinan cómo las personas con sus almas se sitúan en la vida, verán que la mayoría de las veces, cuando las personas actúan o piensan, en realidad sólo dicen una cosa, lo que se puede decir a favor o lo que se puede decir en contra de una cosa. Eso es lo ordinario. Pero no hay nada en la vida para lo que haya un absoluto a favor o en contra, ni una sola cosa. Para todo hay un pro y un contra; y para todas las cosas es bueno que nos acostumbremos a tratarlas de tal manera que consideremos no sólo lo uno sino también lo otro, no sólo los pros, sino los contras. Incluso con las cosas que hacemos, es bueno mostrarnos a nosotros mismos por qué sería mejor abstenernos de hacerlas en determinadas circunstancias, o en general darnos cuenta de que también hay razones en contra. En muchos aspectos, la vanidad y el egoísmo hablan en contra de dar razones en contra de algo que queremos hacer, porque a la gente le gustaría ser sólo buena gente; y uno puede realmente darse a sí mismo un certificado de buena persona si sólo hace aquello de lo que se puede decir mucho y se abstiene de hacer aquello en lo que algo habla en contra. Es un tanto inconveniente que uno pueda objetar realmente casi todo lo que hace en la vida. Pues uno no es tan, -lo digo porque es extraordinariamente importante para la vida-, tan bueno como cree. Pero esta verdad general sólo tiene sentido cuando realmente se tiene en cuenta, en las cosas individuales que se hacen -incluso cuando se hacen porque la vida lo exige-, lo que podría conducir a su omisión. Pueden visualizar lo que se consigue de este modo de la siguiente manera sencilla: Seguramente habrán conocido a personas que tienen una voluntad tan débil que preferirían no decidir nada por sí mismas, sino que siempre les gustaría que otro tomara la decisión por ellas, y ellas sólo tuvieran que llevar a cabo lo que se supone que deben hacer. Prefieren preguntar qué deben hacer a encontrar ellos mismos las razones para hacer esto o aquello. Ahora bien, no menciono este caso para presentarlo como significativo en este momento, sino para obtener algo más.
Tomemos a esa persona a la que le gusta preguntar a los demás -pero esto también puede interpretarse como que lo que he dicho es algo contra lo que se puede argumentar mucho, también se puede decir mucho a favor, no se puede decir casi nada en la vida sin que de alguna manera se refute-, tomemos a esa persona a la que le gusta preguntar a los demás. Se enfrenta a dos personas que le dan consejos sobre lo mismo. Una dice: Sí, haz eso, -la otra dice: ¡No lo hagas! - Entonces veremos en la vida que un consejero obtiene la victoria decisiva sobre el otro consejero.
El que tiene una voluntad más fuerte obtiene la victoria con su opinión e influye en el que pregunta. ¿Con qué tipo de fenómeno nos encontramos en realidad? Por insignificante que parezca, es un fenómeno de lo más significativo. Cuando me enfrento a dos personas, una de las cuales dice sí, la otra no, y yo digo sí, la voluntad del que me aconseja sigue obrando en mí, su fuerza de voluntad se ha afirmado de tal manera que me obliga a mi acto. Su fuerza de voluntad ha triunfado sobre la voluntad del otro consejero, la fuerza de un ser humano ha triunfado en mí. Supongamos: si ahora no estoy frente a otras dos personas, una de las cuales dice sí y la otra no, sino que estoy allí solo y me demuestro a mí mismo en mi propio corazón el sí o el no y con ello me doy las razones, si nadie más viene a mí, sino que yo mismo me doy las razones del sí o del no, y luego voy y las llevo a cabo, porque me he dicho a mí mismo que sí, entonces esto ha desarrollado un fuerte poder, pero ahora en mí mismo. Lo que la otra persona solía hacer en mí, ahora lo he hecho yo mismo y así he desarrollado una fuerza en mi alma. De modo que cuando uno se enfrenta interiormente a una elección, permite que una fuerza triunfe sobre una debilidad. Y eso es tremendamente importante porque fortalece el dominio del yo sobre el cuerpo astral de una manera tremenda. Esto es algo que no debe considerarse un inconveniente, examinar seriamente los pros y los contras en todos los casos individuales en que sea posible hacerlo. Verán que contribuyen mucho al fortalecimiento de su voluntad si tratan de llevar a cabo de esta manera lo que se acaba de caracterizar. 
Pero esto también tiene un lado oscuro, a saber, que en lugar de fortalecer la voluntad, puede ocurrir un debilitamiento, si entonces, habiendo así afirmado las razones a favor o en contra de una cosa en uno mismo, uno ahora, -en lugar de actuar bajo la influencia de una u otra razón-, no hace nada en absoluto por descuido, no sigue ni una ni otra razón. Entonces uno ha seguido aparentemente el No, pero en realidad uno ha sido meramente perezoso. Será bueno, -si se tiene en cuenta la ciencia espiritual hasta este punto-, que uno no se plantee el a favor o en contra cuando esté cansado y no tome una decisión cuando esté cansado de ninguna manera, sino que espere hasta que se sienta lo suficientemente fuerte y sepa: Ahora no estás cansado, puedes seguir realmente lo que te planteas ante tu alma como a favor o en contra. Así que hay que cuidarse para plantear esas cosas ante el alma en el momento adecuado. 
Además, una de esas cosas que más eminentemente fortalecen el dominio de nuestro yo sobre nuestro cuerpo astral, si rechazamos de nuestra alma todo lo que establece una oposición entre nosotros y el resto del mundo, entre nosotros y nuestro entorno, debe pertenecer a las auto obligaciones que el antropósofo se impone. No es que uno deba evitar la crítica justificada; si la crítica es objetiva, entonces sería, por supuesto, una debilidad hacer pasar lo malo por bueno. No se debe hacer eso en absoluto. Pero hay que aprender a distinguir entre lo que se critica porque sí y lo que incomoda y se critica por su influencia en la propia personalidad. Cuanto más nos acostumbremos a juzgar a nuestros semejantes independientemente de la forma en que se relacionan con nosotros, tanto mejor será para el fortalecimiento de nuestro yo en relación con su dominio sobre el cuerpo astral. No para regodearse diciendo: eres un buen hombre si no criticas a tu prójimo, sino para fortalecer el yo, es bueno imponerse la renuncia a encontrar malas las cosas que uno encuentra sólo porque le son desagradables, y, especialmente en el campo en que se trata de juzgar a las personas, preferir pronunciar un juicio sólo allí donde uno mismo no está en absoluto en cuestión. Uno se dará cuenta de que esto parece fácil como principio teórico, pero que es extraordinariamente difícil de llevar a cabo en la vida. Es bueno, por ejemplo, contener la antipatía hacia una persona que nos ha mentido. No se trata de ir a los demás y decirles que nos ha mentido, pero sí de refrenar el sentimiento de antipatía. Lo que podemos notar en una persona un día u otro, cómo coinciden sus propias acciones, podemos muy bien utilizarlo para formarnos un juicio sobre la persona en cuestión.  
Si alguien habla de una manera y de otra diferente, entonces sólo tenemos que comparar lo que él mismo dice, entonces tenemos una base completamente diferente para juzgarle que si sólo hacemos hincapié en su comportamiento hacia nosotros mismos. Es importante dejar que las cosas hablen por sí mismas y juzgar a las personas no por acciones individuales, sino por la forma en que sus acciones encajan entre sí.
Descubrirán que incluso en alguien a quien consideran un villano redomado que nunca hace otra cosa que el mal, encontrarán muchas cosas que contradicen lo que él mismo hace. Ni siquiera necesitamos considerar su comportamiento hacia nosotros mismos; se puede mirar más allá de uno mismo y poner a la persona en su propio comportamiento ante nuestra alma, si es que es necesario juzgarla. Es bueno para el fortalecimiento del yo reflexionar sobre el hecho de que podemos abstenernos de hacer una gran parte, las nueve décimas partes, de los juicios que hacemos en todos los casos. Si uno experimenta en su alma sólo una décima parte de los juicios que hace sobre el mundo, eso es suficiente para la vida. La vida del alma no se ve perjudicada en absoluto por el hecho de que nos neguemos a hacer las otras nueve décimas partes de los juicios.  
Hoy les he mencionado aparentemente cosas pequeñas; pero también debe ser nuestra tarea de vez en cuando fijarnos en tales cosas.
Porque es precisamente a través de tales cosas que se puede mostrar cómo lo pequeño es grande en sus efectos, cómo, por así decirlo, debemos tocar la vida por otros extremos si queremos hacer que nuestros cuerpos sean sanos y fuertes, de manera diferente a como se toca habitualmente. No siempre es lo correcto decir que si alguien está enfermo, hay que enviarlo a la farmacia, allí encontrará la medicina adecuada que necesita. Lo correcto será organizar la vida de tal manera que la gente esté menos afligida por las enfermedades, o que las enfermedades sean menos opresivas. Serán menos opresivas si, a través de esos pequeños ejercicios, el hombre fortalece la influencia del yo sobre el cuerpo astral, del cuerpo astral sobre el cuerpo etérico y del cuerpo etérico sobre el cuerpo físico. La autoeducación y la influencia sobre la educación son cosas que pueden surgir de nuestra convicción antroposófica fundamental.

Traducido por J.Luelmo abr2023