jueves, 6 de abril de 2023

GA116-6 Berlín 2 de mayo de 1910 -La aparición de la conciencia

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La aparición de la conciencia

RUDOLF STEINER

Berlín 2 de mayo de 1910

En el curso de las conferencias pronunciadas aquí el invierno pasado, estuvimos considerando el Ser de Cristo desde muchos aspectos diferentes y nos esforzamos de diversas maneras por señalar que lo que conocemos como el Impulso Crístico es el factor más poderoso para el desarrollo de la humanidad que jamás hayamos poseído en toda la evolución de la Tierra. Por lo tanto, es fácil comprender que, en primer lugar, este tema nunca puede ser agotado, que no podría haber fin a todo lo que uno podría hacer para dilucidar aún más el Impulso Crístico desde todos los lados, y además, cuando todo está dicho y hecho, todo lo que es de más profundo interés para el hombre está realmente relacionado con la aparición de Cristo. Hemos visto que los propios Evangelios intentaron abordar el tema del Ser de Cristo desde cuatro lados diferentes, y hemos tocado varios de los secretos contenidos en los diferentes Evangelios. Sólo hasta cierto punto pudimos arrojar luz sobre el de San Mateo. Debemos dejarlo por ahora, y volveremos a los secretos del Evangelio de San Mateo en conferencias que daremos más adelante, después de lo cual podremos aventurarnos más en las profundidades del Evangelio de San Marcos. Si ahora, al concluir nuestras conferencias de invierno de este grupo, diéramos indicaciones más esbozadas de lo que queda por discutir, interferiríamos con la armonía de las conferencias que se darán más adelante. Hoy, como también en nuestra próxima conferencia, abordaremos cuestiones que en cierto sentido se relacionan con el Problema de Cristo; de hecho, hoy nos referiremos a la cuestión de la conexión entre la conciencia humana y la intervención del Impulso de Cristo en el desarrollo de la humanidad. Con ello conseguimos también otro objetivo. El próximo jueves se pronunciarán las conferencias públicas sobre "La conciencia humana", y hoy hablaremos sobre el mismo tema en nuestra reunión de grupo. Hay un propósito definido en esto - uno que, a medida que pase el tiempo, se hará evidente a nuestra visión Espiritual. El objetivo es mostrar que el mismo tema puede ser tratado de manera diferente en un grupo de estudio como éste, que en una conferencia pública, destinada a personas que no son miembros de nuestro movimiento. El antropósofo, entre otras muchas capacidades que debe adquirir, también debe adquirir la noción de que los asuntos relacionados con el mundo pueden enfocarse desde muchos puntos de vista y desde muchos lados diferentes, y de que un hombre que ya domina ciertos hechos básicos puede hablar y oír hablar de un tema de manera diferente a otro que no los domina. Cuando hablamos en un grupo de estudio, suponemos que las mentes de los presentes se han acostumbrado hasta cierto punto a las concepciones de un mundo Espiritual, que en lo que respecta a sus pensamientos y sentimientos ya están en ese mundo y que, por lo tanto, son capaces, por medio de esos pensamientos y sentimientos, de formarse un concepto de la conciencia humana. La respuesta a tales preguntas puede extraerse de profundidades mucho mayores en un grupo de estudio que en una conferencia pública dada a una audiencia no antroposófica. Esas conferencias públicas tienen, en efecto, la misión, por medio de los fenómenos de la vida anímica -introducidos en primer lugar como experiencia externa-, de dar una especie de prueba de que las verdades conocidas por la Ciencia Espiritual son verdades en verdad. Esa es una tarea diferente para el Científico Espiritual, que probablemente trae consigo ciertas convicciones internas y tal vez incluso ciertas opiniones sobre el mundo Espiritual. Debe aprender gradualmente a familiarizarse con ideas y conceptos de toda clase de fuentes y lados diferentes que le ayudarán a aclarar ciertas cosas, y debe dejar de mirar las cosas y hablar de ellas de una sola manera, aunque ese método, por supuesto, todavía prevalece en la vida externa.
La cuestión de la conciencia humana debe conmover lo más profundo de nuestras almas. Durante siglos, filósofos y pensadores de todo el mundo se han interesado por este tema más que por ningún otro. Con respecto al fenómeno de la conciencia, uno podría sucumbir fácilmente a la ilusión, -que a menudo se ha descrito aquí como tal-, de creer que todo lo que se encuentra en el alma humana hoy en día, siempre se ha encontrado allí. Sin embargo, como sabemos, las diversas facultades y procesos del alma que el hombre ha desarrollado en el curso de miles de años, eran muy diferentes en los tiempos primitivos de lo que son ahora. Mucho de lo que ahora es más apreciado y valorado en nuestra vida anímica, no lo poseíamos cuando vagábamos por la tierra hace miles de años, en otras encarnaciones. Hay un propósito en estas muchas encarnaciones nuestras, como hemos enfatizado a menudo. El propósito es que el alma, en el curso de su desarrollo de una encarnación a otra, adquiera capacidades y fuerzas siempre nuevas; que tenga una historia propia; que su existencia terrena sea un tiempo para aprender a darse cuenta de que el alma no era la misma cuando nuestras encarnaciones acababan de comenzar que ahora, y que además en un futuro lejano volverá a ser diferente. También la conciencia humana, -esa preciosa posesión del alma humana, que habla como la voz de Dios en cada hombre o mujer, advirtiéndoles del bien o del mal-, incluso este precioso don, no siempre estuvo en el interior del ser humano. También la conciencia es algo que se ha desarrollado. En efecto, no hace tanto tiempo, comparativamente hablando, que la conciencia humana anunció su presencia, y desde entonces se ha desarrollado cada vez más. Sin embargo, por preciosa que sea esta posesión para nosotros, no se pretende que continúe viviendo en el alma humana en todas las épocas venideras, sólo en su forma actual. Se desarrollará más y tomará formas diferentes; se descubrirá como algo que el hombre tuvo que adquirir y que dará frutos. Y en épocas posteriores, cuando estos frutos sean suyos, será algo sobre lo que el hombre podrá mirar hacia atrás, diciendo: Hubo un tiempo en que, en el curso de mi paso por las diferentes encarnaciones, pude encarnar en mi alma lo que ahora es mi conciencia, ¡y ahora disfruto de sus frutos! Así como ahora miramos hacia atrás, a un tiempo en que nuestras almas estaban en otras encarnaciones y no poseían lo que llamamos conciencia, así en tiempos posteriores nuestras almas mirarán hacia atrás, al tiempo presente, y exclamarán: ¡Viva aquel pasado! ¡Gracias por los dones que en el pasado se convirtieron en nuestra conciencia humana! Si entonces no hubiéramos sido capaces de desarrollar una conciencia humana en nuestras almas, ahora careceríamos de lo que necesitamos para nuestra vida presente.

De esto se desprende que la conciencia forma parte de los tesoros del alma en la actualidad, y si comprendemos algo de la naturaleza y del ser de la conciencia humana nos da una especie de comprensión de nuestra época, y de su vida psíquica. La conciencia del hombre surgió; es un hecho al que nos hemos referido a menudo en diversas conexiones. En la conferencia pública del próximo jueves afirmaré que se puede, por así decirlo, señalar el momento mismo en que se descubrió por primera vez la conciencia en el alma humana. Si retrocedemos algunos siglos en la antigua Grecia, unos quinientos años antes de la era cristiana, llegamos al gran poeta Æschylos. Cuando dejamos que los personajes representados por el poderoso genio del viejo dramaturgo griego actúen sobre nosotros, no encontramos lo que hoy se llama conciencia, o en todo caso no se designa con ese nombre. Quinientos años antes de la era cristiana, el más grande dramaturgo existente no tenía palabras para expresar lo que hoy llamamos la conciencia humana. Si él quería expresar ese proceso en el alma humana que corresponde a lo que ahora llamamos conciencia, tenía que hacerlo de esta manera: - Si un hombre cometía el pecado de asesinar a su madre, era, a través de la fuerza del acontecimiento, hecho ver en los mundos espirituales y allí percibía ciertas figuras, que eran conocidas por los antiguos griegos como las Erinyes y más tarde por los romanos como las Furias. Así, según Æschylos, un hombre que había cometido la malvada acción de asesinar a su madre, no oía, como hoy en día, la voz reprobatoria de la conciencia en su interior, sino que algo le impulsaba a la visión espiritual, y veía a su alrededor figuras, los vengadores de su acto.
Esta es una de las pruebas notables que se encuentran en el desarrollo histórico del hombre, de lo que se acaba de afirmar, que en la antigüedad las capacidades del alma humana eran muy diferentes. Hemos subrayado repetidamente que el alma sólo se ha desarrollado gradualmente hasta alcanzar su actual capacidad de percibir el mundo físico-sensorial a través de los sentidos y de utilizar la razón tal como se utiliza hoy en día. Hemos afirmado que en la antigüedad el alma poseía cierta clarividencia como capacidad normal. En la época de Æschylos esto sólo aparecía en casos especiales. Por ejemplo, se volvía clarividente cuando debía ver lo que había provocado en el mundo físico con sus malas acciones. El alma de Orestes se volvió clarividente tras el asesinato de su madre. Entonces vio a los espíritus que había despertado en el mundo espiritual con su acto. Ellos rodeaban su alma por todos lados. No había nada de conciencia en su alma, pero se instaló una conciencia clarividente que le permitió ver el desorden provocado en el mundo espiritual por su mala acción. En los tiempos antiguos, cuando se cometía una mala acción, no se oía la voz de la conciencia, porque en aquellos días el alma estaba en una condición clarividente y podía ver lo que ocurría en el mundo externo como consecuencia de un mal.

¿Qué es entonces lo que ocurre cuando se hace un mal? Algo es provocado por nosotros mismos en el mundo espiritual. Es una creencia puramente materialista que un mal pueda tener lugar sin que ocurra nada en el mundo espiritual; produce procesos muy definidos en él, - de nosotros irradian efectos que, aunque invisibles a la percepción de los sentidos, pueden ser vistos claramente por la vista espiritual. Estos procesos espirituales, que irradian de quien ha obrado mal, proporcionan alimento a ciertos seres espirituales que están realmente presentes en el mundo espiritual. Tales seres no pueden acercarse al hombre en todo momento; sólo pueden hacerlo cuando emanan de él las radiaciones resultantes de las malas acciones. Es lo mismo que con una habitación - si está bastante limpia no entrarán moscas; no hay moscas en una habitación perfectamente limpia; pero si se deja comida o suciedad de cualquier tipo, las moscas vienen inmediatamente - así, en el momento en que un hombre irradia ciertas emanaciones espirituales como resultado de su mala acción, está rodeado de seres que se alimentan de ellas. Estos son los seres que Æschylos, el gran dramaturgo griego, representa alrededor de Orestes. Lo que hoy conocemos como la voz interior, Æschylos lo representó en formas externas porque era muy consciente de ello; porque sabía que en casos especiales, una cierta conciencia clarividente que antiguamente era la posesión común de todos los hombres, todavía podía ser despertada. Siempre queda algo en épocas posteriores de lo que existió anteriormente, pero aparece atávicamente, y sólo en casos anormales. No se debe culpar a Shakespeare por representar algo de la naturaleza de una conciencia objetiva.

Sólo tenemos que rastrear el arte griego un poco más allá, desde Æschylos hasta Eurípides, que en sus tragedias nos muestra que ya tenía la idea de la conciencia. En la antigua Grecia podemos ver cómo la idea de conciencia fue surgiendo gradualmente durante los últimos quinientos años antes de Cristo. Si buscamos en el Antiguo Testamento una palabra que corresponda a lo que hoy llamamos conciencia, no la encontraremos. La conciencia, como cualidad, se introdujo en el alma humana; y si, en lugar de contemplar cortos lapsos de tiempo, nos fijamos en grandes períodos, vemos que la conciencia entró en el alma humana más o menos al mismo tiempo que el Impulso de Cristo. Podríamos decir que la conciencia siguió de cerca al Impulso Crístico; entró en el desarrollo histórico del mundo casi como la sombra de ese Impulso. Para comprender esto, debemos recordar mucho de lo que hemos aprendido en el curso de los últimos años y hacerlo fructífero para nuestra comprensión de lo que es realmente la conciencia humana.
Si deseamos comprender en un sentido más profundo lo que es la conciencia, debemos recordar ese período particular de tiempo durante el cual la humanidad, en el curso de su desarrollo, se aproximaba al Impulso Crístico y en el cual absorbió este Impulso, para luego pasar gradualmente al nuestro, cuando el desarrollo prosiguió. Sabemos que esto incluye tres épocas de civilización en el desarrollo del hombre, que designamos como la egipcio-caldea, la greco-latina y nuestro período actual. (Las dos épocas anteriores a éstas podemos dejarlas de lado por el momento, pues nuestras propias almas estaban entonces demasiado alejadas de la posibilidad de tener siquiera un indicio de lo que hoy entendemos por el concepto de conciencia). En la civilización egipcio-caldea vemos una preparación gradual de todo lo que posteriormente se elevó a la mayor altura posible, para que en la civilización grecolatina pudiera alcanzar y absorber el impulso significativo que conocemos como el Impulso Crístico. Y en nuestra propia época vemos la época en que este Impulso se desarrollará aún más, y esto continuará cada vez más en la época aún por venir. Ahora bien, si recordamos más de cerca el desarrollo del hombre desde la época egipcio-caldea, pasando por la greco-latina, hasta la nuestra, es evidente que en cada una de estas épocas se desarrolló una parte del alma humana. De ellas, lo que conocemos como Alma Sensible se desarrolló durante la época egipcio-caldea. Esto significa que en una época tuvimos que encarnarnos en cuerpos egipcio-caldeos, a fin de estar en condiciones de adquirir correctamente aquellas cualidades que sirven para el desarrollo especial del Alma Sintiente. Luego, como almas, llevamos esa cualidad con nosotros a nuestras siguientes encarnaciones durante la época grecolatina, para desarrollar entonces el alma intelectual o alma-mente, o alma de sentimiento superior. Y vivimos en nuestras encarnaciones actuales con los frutos de lo que ganamos en esa Época, para poder ahora, gradualmente llevar a una etapa superior de desarrollo, lo que llamamos las fuerzas del alma Consciente. (Desde 1923, el Dr. Steiner la denomina Alma Espiritual).

De modo que nuestras almas -como seres humanos- se han desarrollado a lo largo de estas tres épocas; y cuando nuestra propia era llegue a su conclusión, nuestras almas se elevarán entonces al desarrollo de la cualidad del Yo Espiritual. Esto ocurrirá en la sexta época de la civilización. Vemos, pues, qué profundo propósito hay en que pasemos por encarnaciones sucesivas, a saber, que podamos adquirir gradualmente estas facultades con las que, como almas humanas, estamos familiarizados, - y en un sentido más amplio adquirir también aquellas que se extienden más allá de la mera vida del alma.

Así, durante la cultura egipcio-caldea nuestras almas adquirieron las fuerzas del Alma Sensible y las llevaron a su pleno desarrollo; - durante la época grecolatina desarrollamos el alma intelectual o alma de sentimiento superior. El hombre tenía que desarrollarse normalmente hasta el alma intelectual, pues sólo entonces podía ejercerse sobre él el Impulso Crístico.

Ahora bien, este desarrollo tuvo lugar de manera muy diferente en las distintas partes de la tierra. Si nos permitiéramos creer, de una manera fácil, que el desarrollo de la humanidad procede de la manera más simple posible, nunca llegaríamos a comprender ese desarrollo. En efecto, ¡hay que aprender mucho antes de poder comprender, aunque sea mínimamente, los grandes pensamientos de los Seres Cósmicos que nos guían! Cuando el hombre afirma que la verdad es simple, eso es una gran arrogancia de su parte; muestra que quiere torcer la verdad para adaptarla a su propia conveniencia. Es simplemente el amor a la facilidad lo que le lleva a afirmar que la verdad debe ser simple. En efecto, la verdad es muy complicada, y el espíritu de los seres cósmicos que nos guían sólo puede ser captado por nosotros cuando hacemos los esfuerzos más intensos para sumergirnos en sus pensamientos, en sus pensamientos más sutiles e íntimos. Así pues, no debemos creer que lo hemos agotado todo, cuando decimos que: nuestras almas han evolucionado gradualmente a través de la época egipcio-caldea, la greco-romana y la nuestra. Transportémonos ahora por un momento a aquella época en que aún no existía la civilización grecolatina, sino sólo la egipcio-caldea.
También había seres humanos viviendo entonces en Grecia y en los países del Imperio Romano; vivían en los países de los grecorromanos antes de que comenzara esa época. Y en nuestros propios países, en el suelo que pisamos hoy, vivían seres humanos en la época en que la civilización egipcio-caldea desempeñaba su papel en Asia y África. Mientras ciertas almas, en Asia y África, en la época del período egipcio-caldeo, pasaban más particularmente por todo lo que debía prepararlas para recibir el Impulso Crístico, otras que vivían en las regiones de los subsiguientes grecolatinos se preparaban para traer algo muy diferente al desarrollo colectivo de la humanidad. También en nuestros países vivían entonces personas que se preparaban para otra cosa. Nuestras almas no sólo adquieren cualidades diferentes en épocas sucesivas, sino que en una misma época conviven unas con otras.

De este modo, las almas reciben influencias diferentes y surgen nuevas complicaciones en la evolución. De este modo, el desarrollo de la humanidad es más complejo que si todo transcurriera en línea recta. Es un hecho que hubo que hacer preparativos en las tierras grecolatinas, como también en las nuestras, para que lo correcto pudiera introducirse en el desarrollo de la civilización desde diversos lados. Los pueblos asiáticos y africanos tenían una misión y los pueblos del sur de Europa otra, - mientras que los pueblos que habitaban el norte y el centro de Europa tenían otra diferente. Todos ellos tenían que aportar cualidades muy diferentes al desarrollo colectivo de la humanidad, y pudieron hacerlo porque tanto sus dones como su formación eran esencialmente diferentes.
Cuando volvemos nuestra mirada hacia los pueblos egipcio-caldeos, hacia las almas que alcanzaron su cenit en esa época particular, debemos decir: Estos pueblos desarrollaron ciertas cualidades del Alma-Sensible, cualidades que pueden ser especialmente desarrolladas por el estudio de las maravillosas enseñanzas que entonces fluían de los centros sagrados de Egipto, o de la maravillosa astrología que podía aprenderse en un centro similar de Caldea. Lo que fluye de los diversos centros fue enviado con el propósito mismo de ayudar al progreso del alma. El verdadero significado de lo que así fluye no se encuentra en el contenido de las corrientes de la civilización, sino en lo que contribuyen al desarrollo del alma humana. El propio contenido pasa. Sólo aquellos que, en un sentido más profundo, no tienen todo su ingenio sobre ellos, pueden creer de otra manera que dentro de unos siglos nuestra ciencia contemporánea se habrá hundido en el olvido, tanto como ciertas cosas relacionadas con la civilización egipcio-caldea lo han hecho hoy en día. Cualquiera que crea que la concepción copernicana del universo produjo verdades eternas, está cometiendo un gran error; eso se convertirá en una cosa del pasado más adelante, al igual que los descubrimientos del antiguo Egipto hoy en día. En cuanto al contenido de estas cosas, pasan, como muchas otras cosas en el desarrollo de la humanidad. Por ejemplo, en ese maravilloso cuadro de la Última Cena de Leonardo da Vinci en Milán, conocido por todos ustedes, al menos en reproducción, hoy sólo se ven tenues contornos; y sabemos que dentro de poco no quedará nada de la obra en la que Leonardo da Vinci puso sus mejores fuerzas. Algún día quedará tan poco de las obras de Rafael, que tanto conmueven hoy nuestras almas, cuando nos dejamos afectar por ellas. Todas estas obras de arte perecerán y no habrá ningún recuerdo de ellas en el plano físico. El contenido de estos cuadros sucumbirá a la muerte, como el contenido de las propias civilizaciones. Pero cuando estemos frente a estos cuadros, debemos recordar que fluyeron del alma de Rafael, y que su alma era diferente de lo que era antes, después de haberlos evocado. Miles y miles de personas que son conmovidas y elevadas por estas imágenes, se vuelven diferentes al tener esta experiencia. Y algún día, cuando toda la Tierra se convierta en polvo, como sin duda ocurrirá, las disposiciones externas organizadas por las diversas civilizaciones dejarán de existir. Pero lo que las almas han adquirido pasará con ellas a la eternidad. Lo que las civilizaciones nos dan, nos lo dan para el provecho de las almas humanas, pues en las almas humanas se vertió lo que fluía de los Santuarios de Egipto y Caldea y que -para aquella época- era una sabiduría excelsa. Las almas de los hombres debían así avanzar un paso más; y en la medida en que avanzaban más, en esa medida estaban maduras para encontrar nuevos tesoros, que luego, en la Edad Grecolatina ayudaron a las almas humanas un poco más lejos aún. Si nuestras propias almas no hubieran absorbido lo que pudieron en la época grecolatina, no podrían vivir ahora en el alma espiritual. Eso constituye un progreso en el tiempo.
Si recordamos varias cosas que se han dicho en las conferencias públicas, nos daremos cuenta de que lo que llamamos "yo", el yo, actúa en los tres principios del alma. A partir del caos de experiencias anímicas que encontramos en el alma sensible, el alma intelectual y el alma consciente o espiritual, el yo se desarrolla gradualmente, cristalizándose a partir de ahí, pero no de la misma manera en las distintas partes de la Tierra. Por ejemplo, mientras que las almas de Asia y África, durante la Era Egipcio-Caldea, se habían desarrollado por la influencia que durante tanto tiempo ejercieron sobre ellas las revelaciones de los Santuarios Caldeo y Egipcio, - los pueblos de Europa que estaban muy alejados de éstos en cuanto a distancia, se habían desarrollado de tal manera que en cierto sentido iban por delante de ellos. En los países europeos los hombres ya habían desarrollado en cierto sentido el yo en el alma sensible, habían desarrollado un fuerte sentimiento por el yo.

Aquí llegamos a un punto extremadamente importante; aquellos hombres pasaron a Asia y África que podían esperar con su yo hasta que allí se hubiera desarrollado en el Alma Sensible lo que iba a ser el resultado de la influencia del conocimiento sagrado egipcio y caldeo. En las regiones sujetas a esta cultura se encarnaron almas que, más o menos sin ningún sentimiento distinto de la naturaleza del yo, absorbieron las sublimes enseñanzas y la elevada cultura. La elevada cultura de la antigua Caldea fue vertida en un Alma-Sensible aún inconsciente de su yo. Aquí, en el Norte, esta elevada cultura no se vertió en el alma. Permaneció más o menos inculta, pero por otra parte, en esta misma carencia, el Alma Sensible, que nunca había experimentado el cálido resplandor de las revelaciones que se derramaban desde el conocimiento del Santuario, desarrolló la Conciencia de un yo. Podemos decir que entre los pueblos de Egipto y Caldea la Conciencia del Yo tardó en llegar, esperó hasta que el Alma-Sensible hubo absorbido cierta cultura y hasta que se desarrollaron los principios anímicos posteriores. En Europa el yo no se demoró, se desarrolló inmediatamente en el Alma-Sensible, pero, por otra parte, esperó a que se hubieran desarrollado los posteriores principios del alma antes de absorber ciertas cualidades pertenecientes a los tesoros de la civilización. Así, había almas encarnadas en Asia y en África que apenas tenían conciencia de su yo, pero que, en su alma sensible, recibían revelaciones de alto orden; mientras que en Europa había almas que, sin tener un alto grado de cultura, podían poner de relieve su yo individual; podían verse y sentirse a la vez como hombres, como individuos humanos. Los pueblos de los países griegos y latinos ocupaban un lugar intermedio entre los dos extremos y tenían la misión de desarrollar las cualidades del Alma-Intelectual. Desarrollaron el yo en el alma-intelectual, al mismo tiempo que fueron capaces de absorber ciertas formas de civilización. Así pues, la cultura egipcio-caldea esperó, reteniendo el yo para más tarde, mientras que la cultura europea lo desarrolló prematuramente; pero la cultura grecolatina mantuvo en cierto modo el equilibrio, pues desarrolló cierta civilización al mismo tiempo que el yo.
De esta manera podemos descifrar un gran misterio de nuestro desarrollo humano, y sin el conocimiento de esto nunca podremos entender por qué el Impulso Crístico pudo encontrar una entrada tan libre en Europa y por qué adquirió tanta influencia allí. ¿Por qué? ¿Podría Cristo haber aparecido en Europa? ¿No podría haberse encarnado allí en un cuerpo carnal? No, eso no habría sido posible. Apareció en la edad grecolatina, aquella en que se desarrolló el alma intelectual. Esa edad estaba particularmente adaptada para salir al encuentro de Cristo, por así decirlo. Pero Cristo no podría haber hecho su aparición en Europa, debido al fuerte sentimiento del yo que prevalecía allí. Este fuerte e individual sentimiento del yo, no estaba adaptado para producir una sola persona que tuviera la única prerrogativa de ser capaz de proporcionar el vehículo para lo más elevado. En los países europeos se había desarrollado un sentimiento prematuro del yo, un sentimiento demasiado grande de la igualdad de la humanidad. Allí hubiera sido imposible que una persona sobresaliera tanto por encima de sus contemporáneos, como lo hizo la que debía proporcionar el vehículo para el Cristo. Si Cristo había de encontrar un cuerpo adecuado para ocuparlo, no debía aparecer prematuramente el sentimiento del "yo". Por lo tanto, tenía que aparecer en las fronteras de la cultura egipcio-caldea y de la cultura greco-latina, donde era posible que se formara un cuerpo que no tuviera el prematuro sentimiento del yo en su interior, pero que, sin embargo, tuviera la más profunda comprensión del mundo espiritual dada por las culturas egipcia y caldea. Pero si Europa no tenía el poder de preparar un cuerpo para el Cristo, sin embargo, sólo porque había desarrollado prematuramente el yo en los albores mismos de la nueva vida, también había adquirido otras facultades, que sirvieron - después de la aparición del Cristo - para traer a la humanidad una plena conciencia del yo, para ayudar a los hombres a una plena comprensión del mismo. Esto fue posible porque los pueblos europeos habían adquirido el sentimiento del "yo" demasiado pronto y habían crecido con él.

Esto debe tenerse en cuenta si queremos comprender la civilización más reciente. En Asia y en África encontramos personas que saben mucho acerca de los secretos del mundo y que son hábiles en la creación de ciertos símbolos, que de hecho han cultivado su alma sensible de tal manera que tienen una rica vida anímica, pero su sentido del yo es débil. En Europa encontramos personas que han recibido menos cultura a través de revelaciones del exterior; pero por otro lado encontramos allí el tipo de hombre que se mira a sí mismo, que encuentra el apoyo más fuerte en sí mismo. Así pues, en Asia se preparó el terreno para la venida de Cristo, pues allí se podía encontrar un cuerpo al que Él pudiera atraer, - y en Europa encontramos al pueblo mejor preparado para comprender al portador de la conciencia del yo. Él trajo a los pueblos de Europa lo que anhelaban. Por lo tanto, fue en Europa donde se desarrolló el misticismo cristiano, ese maravilloso misticismo en el que un hombre buscaba atraer a Cristo a su propia alma, a su propio yo.
Así fue como la sabia guía del Mundo preparó a la humanidad en diferentes partes de la tierra, para que cada época de desarrollo encontrara lo que era adecuado para ese tiempo. Una de las grandes ventajas que se adquieren al estudiar la concepción del mundo presentada por la Ciencia Espiritual, es que adquirimos cada vez con más fuerza un sentido de la sabia manera en que se ha llevado a cabo el desarrollo de la humanidad y del mundo entero. Vemos cómo durante miles de años se preparó a las almas en el suelo de Europa, para que pudieran desarrollar lo más pronto posible un centro firme en su ser interior, y con este mismo propósito se les impidió adquirir las fuerzas tan altamente desarrolladas en Asia. Por lo tanto, la corriente de la cultura fluía a través de Asia, mientras que el fuerte sentido del yo personal se desarrollaba en Europa. Una vez más, podemos señalar cómo el Adriático constituyó casi una frontera entre un sentido del yo más bien débil en Grecia, donde un hombre no se sentía tanto como un individuo separado como un ateniense, un espartano, un tebano, un miembro de su ciudad, - y la cultura romana en el otro lado, donde el fuerte sentimiento del yo se desarrolló en la conciencia del ciudadano romano, que se mantuvo firmemente en su propio terreno como una persona individual. En Grecia todavía encontramos el yo en cierto modo retraído; el hombre todavía tomaba más del mundo exterior, de tal manera que el yo no necesitaba estar presente. Si cruzamos el Adriático y llegamos a Roma, encontramos al ciudadano romano firmemente erguido sobre sus pies, ya consciente de su yo. Todo esto está conectado con subprofundidades profundas y significativas. Estas cosas no ocurren en el plano físico sin que tengan lugar los acontecimientos correspondientes en el mundo Espiritual. Vemos que en la cultura de Grecia todavía había una fuerte influencia del yo que se retenía. Mucho en Grecia todavía se tomaba impersonalmente. El griego no se sentía un ciudadano separado, sino un miembro del organismo de Atenas, Esparta o Tebas. Había que acabar con esto. El anhelo del hombre de atraer cosas hacia sí desde fuera debe desaparecer, y a medida que se convierte cada vez más en un occidental debe aprender a encontrar la entrada en el interior de su alma. Lo que ha de ser formado por las masas, debe ser vivido y experimentado de antemano por los Grandes Dirigentes, las Grandes Individualidades de la humanidad. Tengamos presente el hecho al que nos hemos referido a menudo: que el griego todavía tenía una fuerte conciencia de que lo que le venía de fuera, aparte de haber desarrollado mucho su personalidad interior, tenía un valor particular. Una vez más quiero recordar el dicho de un griego muy culto, que nos da una profunda idea de los anhelos del pueblo griego. Mejor ser un mendigo en el mundo superior que un rey en los reinos de las sombras".
Entonces no se había comprendido el gran valor de lo invisible, de la vida suprasensible. Lo que podía extraerse del entorno sin la ayuda del yo, se extrae de ese entorno. Es profundamente conmovedor percibir cómo en esta coyuntura, en el punto de inflexión de los tiempos, una gran Personalidad dirigente se erige como un poste indicador, para deshacerse de la disposición hacia lo anterior y revestirse de la disposición para lo nuevo; para resonar a lo largo y a lo ancho, hablando por así decirlo en nombre del mundo espiritual: "¡Está llegando el momento en que los hombres ya no deben recibir en sí mismos lo que puede fluir en su personalidad aparte del yo, sino lo que entra en ella a través del yo!".

Esta hazaña fue realizada por uno de los grandes Sabios de la antigua Grecia; se cumplió en parte en Empédocles, en la isla de Sicilia. En muchas de las leyendas que hoy sólo se cuentan como cuentos, se ocultan grandes profundidades. Empédocles, el gran sabio que no sólo fue un gran filósofo, sino también un iniciado en los profundos misterios de su tiempo, que fue uno de los más grandes estadistas de todos los tiempos y también un sacerdote sacrifical, de él la leyenda (que en un sentido oculto es verdadera) relata lo siguiente. Habiendo completado su tarea en Sicilia, Empédocles arrojó su cuerpo al Etna, para que sus envolturas externas se unieran con el suelo de Sicilia, dejando constancia de que "la firme fe en el yo seguiría, ahora que lo externo había desaparecido". El sacrificio de las envolturas externas de Empédocles se consumó cuando las entregó al Etna. Hay una profunda verdad oculta detrás de esto. Entre las experiencias espirituales en Sicilia hoy en día está la siguiente. Si uno respira espiritualmente el aire de Sicilia, ¡aún puede rastrear en él las secuelas de la hazaña de Empédocles! - Su alma ha continuado encarnada, pero su cuerpo alcanzó un significado especial al haber sido conscientemente entregado a los elementos, de modo que todavía hoy puede encontrarse en la atmósfera espiritual de Sicilia. El cuerpo de Empédocles forma una parte considerable de la atmósfera espiritual de Sicilia. Fue un momento muy importante para mí -estas cosas pueden discutirse dentro de nuestros grupos- cuando hace unos días pude decirles a nuestros amigos de Palermo, en su presencia real, que si alguien deambula por Sicilia con una conciencia espiritual, ¡ciertamente todavía respira espiritualmente, incluso hoy en día, aquello que ha impregnado el aire de Sicilia desde la muerte de Empédocles!
Vemos ahora que la frontera entre Oriente y Occidente - que nosotros, hablando en un sentido externo y espacial, hemos denominado el Mar Adriático - fue indicada por un gran Líder de la Humanidad, quien, como iba a seguir trabajando en Occidente, se despojó del principio por medio del cual el hombre podía crecer en Oriente, deseando preservar para el futuro desarrollo del hombre aquello que está elevado por encima de todos los elementos del plano físico externo.

Es una cosa muy grande tomar conciencia de estas diferencias, porque muestran cómo, en regiones muy separadas en el espacio, se preparan efectos diferentes, a fin de que en esta variedad se pueda alcanzar lo más grande. Es a través de los efectos cooperativos de la diferenciación como debe alcanzarse la meta del desarrollo colectivo de la humanidad. Así podemos ver que Cristo, después de haber aparecido en Oriente, cruzó a Occidente, para ser aceptado por aquellos que estaban preparados para ello por una fuerte conciencia del yo; para que así pudieran comprender al Portador de esa conciencia. Ese es el secreto de la entrada de Cristo en Occidente, que encontró allí almas preparadas para Él, y que esas almas lo aceptaron. Así, en Oriente vemos a la humanidad haciendo todo lo posible para preparar un cuerpo o una corporalidad, -consistente en cuerpo físico, cuerpo etérico y cuerpo astral- en el que pudiera penetrar el Cristo, Aquel que, junto con la conciencia del yo y por medio de ella, trae a la tierra el impulso del Amor. El Amor es aquello que, en su forma más psíquica y espiritual, vino a la tierra con el Cristo, apareciendo en su forma psíquica y espiritual en Oriente, -pues así lo vemos primero- y fluyendo luego más allá, hacia Occidente, donde es comprendido. De esta manera vemos que el desarrollo sigue avanzando.

¿De qué manera la conciencia del yo pudo actuar en Occidente de tal manera que se sintió relacionada con Cristo? ¿Qué había sucedido con las almas que habían adoptado prematuramente la conciencia del yo?

Los pueblos egipcio-caldeos esperaron al Alma espiritual o de Conciencia antes de desarrollar el yo; los pueblos grecolatinos lo desarrollaron en el Alma intelectual o alma de sentimiento superior; la cultura del norte de Europa había desarrollado prematuramente el yo en el Alma sensible. La cultura del norte de Europa había desarrollado prematuramente el Yo en el Alma-Sensible, que se encontraba en el alma humana desde muy temprano en esos países, de modo que el Alma-Sensible y la conciencia del Yo trabajaban juntas allí de un modo diferente que en cualquier otra parte del mundo. En el Norte de Europa se hicieron sentir por primera vez en el desarrollo de la humanidad. ¿Cuál fue el resultado de que la conciencia del yo se estableciera firmemente en el Alma-Sensible en los pueblos europeos, antes de que un Cristo hubiera entrado en el desarrollo de la humanidad, y antes de que ésta hubiera asumido lo que se había desarrollado en Asia?

Debido a esto, se había desarrollado una fuerza en el alma del hombre, junto con el Alma-Sensible, que sólo podía haberse desarrollado a través de la impregnación del Alma-Sensible con el sentimiento del yo, cuando aún era completamente virgen y no había sido influenciada por otras civilizaciones. Esta impregnación del Alma-Sensible con el sentido del yo (el sentido del yo) se ha convertido en la conciencia del hombre. Esto explica la maravillosa inocencia de la conciencia. ¿Cómo habla? Habla del mismo modo en el hombre más simple y primitivo que en el alma más compleja. Dice sencillamente: ¡eso está bien! ¡eso está mal! sin ninguna teoría ni dogma. Cuando dice: eso está bien o eso está mal, lo que nos dice funciona con la fuerza de un instinto o de un impulso. Sólo lo encontrarás desarrollado de esta manera en Occidente. Por lo tanto, lanza sus primeros rayos como un amanecer rosado, hacia Grecia y desde allí hacia Roma, donde de hecho la encontramos muy fuertemente desarrollada. Encontramos por primera vez la palabra conciencia -conscientia- en las obras de los escritores romanos. Mientras que entre los griegos sólo encontramos los primeros indicios esporádicos en Eurípides, los romanos están bastante familiarizados con ella, ya que se había convertido en una palabra de uso general. Esto se debe a la influencia de esa corriente de cultura que surgió a través de la interpermeación mutua del Alma-Sensible y el sentimiento del yo; porque el sentimiento del yo, que eleva a los hombres desde lo más bajo hasta lo más alto, ya habla en el Alma-Sensible, -en la que hasta entonces sólo hablaban los instintos, los deseos y las pasiones-, y habla allí como una voz de Dios, instando al hombre a hacer lo que es correcto para que pueda ascender hasta el yo superior.
De este modo podemos rastrear el primer surgimiento de la conciencia entre los pueblos de Europa. Desde allí extiende sus rayos a los demás pueblos de la Tierra. Así, a través de una sabia guía mundial, la humanidad en una parte del mundo estaba tan preparada que la conciencia pudo añadirse como una contribución a todo el desarrollo colectivo de la humanidad. Ya hemos mencionado todo lo que puede arrojar luz sobre la conciencia. Hemos mencionado ese atributo indefinible de la conciencia, su presión desde las profundidades del alma. La conciencia habla como un impulso apremiante; pero no es un impulso. Los filósofos que así la describen, están lejos de dar en el blanco. Habla con la misma fuerza que el alma espiritual cuando aparece, pero con fuerzas elementales, originales.

Así, vemos: El Amor aparece en la tierra en Oriente; la Conciencia en Occidente. Los dos van juntos; como Cristo aparece en Oriente, así la Conciencia despierta en Occidente, para que a través de ella Cristo pueda ser aceptado. En la ocurrencia simultánea del hecho del Acontecimiento Crístico y la comprensión del mismo, y en la preparación para estas dos cosas en diferentes partes de la Tierra, vemos el dictamen de una Sabiduría infinita guiando nuestro desarrollo. Hemos indicado así la historia pasada de la Conciencia.

Si recordamos lo que a menudo se ha enfatizado, - que ahora, después de la conclusión del Kali-Yuga, estamos atravesando una transición en la que nuevas fuerzas tendrán que desarrollarse, - comprenderemos fácilmente que ahora nos enfrentamos con importantes cuestiones relativas al desarrollo ulterior de la conciencia. En la última conferencia subrayamos con fuerza y claridad el hecho de que estamos avanzando hacia un nuevo Acontecimiento Crístico, en el que el alma será capaz de percibir al Cristo por medio de cierta clarividencia etérica, y de reexperimentar, en sí misma, el Acontecimiento de Damasco. Se justifica, pues, la pregunta: ¿Qué ocurrirá con la experiencia paralela, la del desarrollo de la conciencia, en las épocas hacia las que avanzamos? Abordaremos esta cuestión el próximo domingo (8 de mayo), pues la mejor manera de celebrar nuestro Día del Loto Blanco será señalar la naturaleza viva del movimiento de la Ciencia Espiritual, y explicar que la conciencia del hombre se encuentra en estado de transición. Veremos que se puede arrojar luz sobre ella desde muchos lados diferentes. La conferencia pública tratará el tema de una manera bastante exotérica, pero incluso en estas conferencias pueden mencionarse ahora muchas cosas, porque ya llevan varios años. Se puede hablar de la conciencia en un sentido profundo, como hemos hecho hoy, -o bastante exotérico, como haremos el jueves-, o se puede profundizar aún más. Pero pasará algún tiempo antes de que podamos hacerlo.
Traducido por J.luelmo abr.2023