viernes, 2 de julio de 2021

GA147 munich, 26 de agosto de 1913. -La percepción elemental

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GA 147

LA PERCEPCIÓN ELEMENTAL
RUDOLF STEINER

Conferencia pronunciada en munich, el 26 de agosto de 1913.



Cuando hablamos sobre los mundos espirituales como lo estamos haciendo en estas conferencias, debemos tener bien presente lo siguiente: la conciencia clarividente que el alma humana puede desarrollar en sí misma no cambiará nada en la naturaleza y la individualidad de una persona, ya que todo lo que entra en la conciencia, ya estaba presente en la naturaleza del hombre. Conocer una cosa no es lo mismo que crearla; una persona solo aprende a percibir lo que ya existe como un hecho. Por obvio que sea esto, hay que decirlo, porque debemos hacer que nuestros pensamientos se conciencien, de que la naturaleza del ser humano está oculta en lo más profundo de su existencia; solo puede sacarse de esas profundidades, a través de la cognición clarividente. Por consiguiente, la verdadera naturaleza íntima del ser humano, no puede sacarse a la luz de ninguna otra manera que no sea a través del conocimiento oculto. No podemos aprender lo que es un ser humano en realidad, mediante ningún tipo de filosofía sino solo a través del tipo de conocimiento basado en la conciencia clarividente. El ser del hombre, la verdadera y más íntima naturaleza del hombre, reposa escondida en los mundos ocultos para la observación que utilizamos en el mundo sensorial y para la comprensión limitada al mundo sensorial. La conciencia clarividente proporciona el punto de vista desde el cual deben observarse los mundos más allá del llamado umbral; Con el fin de percibir y aprender, hay que hacer planteamientos muy diferentes de los del mundo de los sentidos. Esto es lo más importante: que el alma humana se acostumbre más o menos al hecho de que no es la única manera de mirar y reconocer las cosas, aunque sean las correctas y saludables para el mundo sensorial.
Llamaré mundo elemental al primer mundo en el que el alma de un ser humano entra, al hacerse clarividente y cruzar el umbral. Solo alguien que quiera aplicar los hábitos del mundo sensorial en los mundos suprasensibles superiores, puede pretender elegir una uniformidad de nombres para todos los puntos de vista que los mundos superiores pueden ofrecer.
La vida del alma se encuentra demandas completamente nuevas, cuando cruza el umbral hacia el mundo elemental. Si el ser humano se empeñase en entrar en este mundo con los hábitos del mundo sensorial, podrían suceder dos cosas: o bien se extendería sobre el horizonte de la conciencia, y sobre el campo de visión, la nubosidad o la oscuridad completa, o bien, si el alma quisiera entrar en el mundo elemental sin prepararse para las peculiaridades y requisitos de allí, sería expulsado al mundo sensorial. El mundo elemental es absolutamente diferente, del mundo sensorial. En este mundo nuestro, cuando uno va de un ser vivo a otro, de un suceso a otro, los seres y sucesos están ante nosotros y podemos observarlos; Cuando los comparamos y observamos, mantenemos la propia existencia diferenciada, la propia personalidad separada. Sabemos todo el tiempo que en presencia de otra persona o de un suceso, somos la misma persona que eramos antes y que seremos igual cuando nos enfrentemos a una nueva situación; uno nunca se puede perder en otro ser o suceso. Los afrontamos, quedando separados de ellos y sabemos que siempre seremos el mismo ser dentro del mundo sensorial dondequiera que nos movamos.
Todo esto cambia tan pronto como una persona entra en el mundo elemental. Allí es necesario adaptar toda la vida anímica interior a un ser o evento tan plenamente, que ve transformada su propia vida anímica en ese otro ser, en ese otro evento. No podemos aprender absolutamente nada en el mundo elemental, a menos que nos volvamos, una persona diferente dentro de cada otro ser, de hecho a menos que nos volvamos similares, en un alto grado, a los otros seres y eventos.
Hemos de tener pues, una peculiaridad del alma para con el mundo elemental: la capacidad de transformar nuestro propio ser en otros seres ajenos a nosotros. Debemos tener la facultad de metamorfosearnos. Debemos ser capaces de sumergirnos y convertirnos en el otro ser. Debemos ser capaces de perder la conciencia, que en el mundo de los sentidos siempre debemos tener para mantenernos emocionalmente sanos, la conciencia del "Yo soy yo mismo". En el mundo elemental, podemos conocer otro ser solo cuando de alguna manera, interiormente nos hayamos "convertido" en el otro. Cuando cruzamos el umbral, tenemos que movernos a través del mundo elemental de tal manera que con cada paso nos transformamos en cada suceso, nos deslizamos en cada ser. Forma parte de la salud anímica de una persona que, al moverse por el mundo de los sentidos, deba guardarse y afirmar su carácter individual. Pero esto es totalmente imposible en el mundo elemental, pues ello implicaría el oscurecimiento de su campo de visión o sería devuelto al mundo sensorial.
Fácilmente comprenderán, que para ejercer la facultad de transformación, el alma necesita algo más de lo que ya posee aquí en nuestro mundo. El alma humana es demasiado débil para poder cambiarse continuamente y adaptarse a cualquier tipo de ser si entra en el mundo elemental en su estado ordinario. Por lo tanto, deben fortalecerse y potenciarse las fuerzas del alma humana a través de los preparativos descritos en mis libros "La Ciencia oculta" y "El Conocimiento de los mundos superiores"; a partir de entonces, la vida del alma se volverá más y más fuerte. Entonces podrá sumergirse en otras entidades sin verse perdida en el proceso. Dicho esto, comprenderán de inmediato la importancia de señalar lo que se llama el umbral entre el mundo sensorial y el mundo suprasensible. Ya hemos dicho que la conciencia clarividente de un ser humano en la tierra debe ir y venir continuamente, que debe observar el mundo espiritual más allá del umbral mientras está fuera del cuerpo físico y luego debe regresar al cuerpo físico, ejercitando de manera saludable las facultades que le guíen a la correcta observación del mundo de los sentidos físicos.
Supongamos que la conciencia clarividente de una persona, al regreso de mas allá del umbral, quisiera aplicar al mundo de los sentidos la facultad de transformación que tiene que tener para estar consciente en el mundo espiritual. La facultad de transformación de la que he estado hablando, es una peculiaridad del cuerpo etérico humano, que vive preferentemente en el mundo elemental. Ahora supongamos que una persona regresara al mundo físico, manteniendo la capacidad de transformación de su cuerpo etérico, que tiene que tener en el mundo elemental. ¿Qué pasaría? Cada uno de esos mundos tiene sus propias leyes especiales. El mundo de los sentidos es el mundo de las formas auto-contenidas, porque aquí rigen las leyes de los Espíritus de la Forma. El mundo elemental es el mundo de la movilidad, de la metamorfosis, de la transformación; Así como tenemos que cambiar continuamente para sentirnos como en casa en ese mundo, todos los demás seres se están cambiando continuamente. No hay formas encerradas, restringidas dentro de unos límites: todo está en continua metamorfosis. Un alma fuera del cuerpo físico tiene que participar en esa existencia en constante cambio si quiere desplegarse allí. Luego, en el mundo de los sentidos físicos, debemos permitir que nuestro cuerpo etérico, como entidad del mundo elemental que es capaz de metamorfosis, se hunda dentro de los límites del cuerpo físico. A través de este cuerpo físico soy una personalidad definida en el mundo físico-sensorial; Soy esta o aquella persona distinta. Mi cuerpo físico estampa mi personalidad sobre mí; El cuerpo físico y las condiciones del mundo físico en el que me encuentro me hacen una personalidad. En cambio, en el mundo elemental, uno no es una personalidad, ya que esto requeriría una forma cerrada. Aquí, sin embargo, debemos tener en cuenta que lo que la conciencia clarividente reconoce en el alma humana, está y ha estado siempre presente en ella. A través de las fuerzas del cuerpo físico, la movilidad del cuerpo etérico está restringida solo por el momento. Tan pronto como el cuerpo etérico se hunde en el encierro físico, sus poderes de movimiento son retenidos adaptándose a la forma. Si el cuerpo etérico no se plegara en el cuerpo físico como en un recipiente, se vería siempre impulsado a transformarse continuamente.
Supongamos ahora que un alma, que se ha vuelto clarividente, tuviera que llevar al mundo físico ese deseo de su cuerpo etérico por la transformación. Entonces, con su tendencia al movimiento, se ajustará mas bien con holgura dentro del cuerpo físico y, por lo tanto, el alma puede entrar en contradicción con el mundo físico que quiere darle forma a una personalidad definida. El cuerpo etérico, que siempre quiere moverse libremente, puede a su regreso del umbral entrar de manera incorrecta, deseando a cada momento ser algo o alguien más, alguien que puede ser todo lo contrario de la forma firmemente delimitada del cuerpo físico. Para describirlo aún más concretamente: podría ser, digamos, una persona según su cuerpo físico, un ejecutivo bancario escandinavo, pero debido a que su cuerpo etérico introduce en el mundo físico el impulso de liberarse de las restricciones físicas, puede imaginarse que es el emperador de china. (O, para usar otro ejemplo, puede ser, una persona digamos, le presidenta de la Sociedad Teosófica, y si su cuerpo etérico se ha ajustado holgadamente, ella puede imaginar que ha estado en presencia del Director del Universo).
Se hace evidente, que el umbral que divide bruscamente el mundo sensorial del mundo suprasensible debe ser respetado absolutamente; el alma debe observar los requisitos de cada uno de los dos mundos, adaptándose y guiándose de manera diferente en este lado y en el otro. Hemos insistido repetidamente en que las peculiaridades del mundo suprasensible no se deben trasladar ilícitamente, cuando se regresa al mundo sensorial. Si puedo decirlo más claramente, hay que entender cómo comportarse en ambos mundos; Uno no puede trasladar a un mundo el método de observación que es correcto para el otro.
Antes que nada pues, debemos tener en cuenta que la facultad esencial para encontrarse y sentirse a si mismo en el mundo elemental, es la facultad de transformación. Solo que el alma humana nunca podría vivir permanentemente en este elemento móvil. El cuerpo etérico no podría permanecer permanentemente en disposición de poder transformarse, así como tampoco, un ser humano en el mundo físico podría permanecer continuamente despierto. Solo cuando estamos despiertos podemos observar el mundo físico; Dormidos, no lo percibimos. Sin embargo, tenemos que permitir que la condición de vigilia se alterne con la de dormir. Algo comparable a esto es necesario en el mundo elemental. Así como en el mundo físico no es correcto estar continuamente despierto, porque aquí la vida debe oscilar como un péndulo entre el estar despierto y dormido, también es necesario algo similar para la vida del cuerpo etérico en el mundo elemental. Debe haber un polo opuesto, por así decirlo, algo que actúe como péndulo en la dirección opuesta a la facultad de transformación y que nos conduzca a la percepción en el mundo espiritual. ¿Qué es lo que hace que el ser humano sea capaz de transformarse? Es en sus vivencias imaginarias, en las imágenes mentales, la capacidad de hacer que sus ideas y pensamientos sean tan móviles que a través de su pensar vivo y flexible pueda sumergirse en otros seres y sucesos. Mediante la condición opuesta, comparable al dormir en el mundo de los sentidos, es decir la voluntad, voluntad que el ser humano debe desarrollar y fortalecer. Para la facultad de transformación, del pensar o la imaginación; la condición opuesta es la voluntad.
Para entender esto, debemos considerar que, en el mundo de los sentidos físicos, el ser humano es un ser, un ego, un "yo". Y que es el cuerpo físico, mientras está despierto, el que contribuye con lo necesario para este sentimiento del yo. Las fuerzas del cuerpo físico, cuando el ser humano se hunde en él, le proporcionan el poder de sentirse un ego, un "yo". En el mundo elemental es diferente. Allí, el ser humano mismo debe lograr hasta cierto punto lo que el cuerpo físico logra en el mundo físico. No puede desarrollar ningún sentimiento de sí mismo en el mundo elemental si no ejerce su voluntad, si él mismo no pone en marcha la voluntad. Esto, sin embargo, exige superar algo que está profundamente arraigado en nosotros: nuestro amor por la comodidad y la conveniencia. Para el mundo elemental, esta voluntariedad es necesaria; tanto como la alternancia del dormir y el despertar en el mundo físico, la condición de "transformarse uno mismo en otros seres" debe dar paso a la sensación de voluntad auto-intensificada, al igual que nos cansamos en el mundo físico y cerramos los ojos, vencidos por el sueño, llega un momento en el mundo elemental en que el cuerpo etérico siente: 'No puedo seguir transformándome continuamente; ahora debo excluir hacerme presente en todos los seres y acontecimientos que me rodean. Tendré que quitar todo de mi campo visual apartando la vista de él. Ahora debo interesarme en mi mismo y vivir absoluta y enteramente dentro de mí, ignorando a los otros seres y sucesos. Esta voluntad del yo, excluyendo todo lo demás, es el equivalente al sueño en el mundo físico.
Nos equivocaríamos si imaginásemos que esa alternancia de la transformación, con ese sentimiento del ego fortalecido, estuviera regulada en el mundo elemental, con la misma naturalidad con que el despertar y el dormir lo están en el mundo físico. De acuerdo con la conciencia clarividente, (y solo para ella perceptible), eso tiene lugar a voluntad, no pasa tan fácilmente como aquí del despertar al dormir. Después de que se ha vivido por un tiempo en el elemento de la metamorfosis, se siente la necesidad dentro de uno mismo de emplear y usar el otro movimiento del péndulo de la vida elemental. De una manera mucho más arbitraria que con nuestra vigilia y sueño, el elemento de transformarse uno mismo se alterna con el vivir interiormente con su elevado sentimiento del yo. Ciertamente, nuestra conciencia puede incluso lograr que a través de su elasticidad, en ciertas circunstancias, ambas condiciones pueden estar presentes al mismo tiempo: por un lado, uno se transforma a sí mismo hasta cierto punto y, sin embargo, puede mantener juntas ciertas partes del alma y descansar dentro uno mismo. En el mundo elemental podemos despertar y dormir al mismo tiempo, algo que no debemos tratar de hacer en el mundo físico si queremos cuidar nuestra vida anímica. Además, debemos considerar que cuando el pensar se desarrolla en la facultad de transformación y comienza a sentirse cómodo en el mundo elemental, allí no puede usarse de la misma manera que en el mundo físico. ¿Cómo se piensa en el mundo ordinario? Obsérvenlo mientras siguen su movimiento. Una persona es consciente de los pensamientos en su alma; sabe que está reteniendo, dándoles vueltas, juntando y separando estos pensamientos. Internamente, se siente el amo de sus pensamientos, que parecen bastante pasivos; pues permiten ser juntados y separados, formarlos y luego disiparse. Esta vida de los pensamientos debe, en el mundo elemental, desarrollarse un paso más allá. Allí una persona no está en posición de lidiar con pensamientos pasivos. Si alguien realmente logra entrar en ese mundo con su alma clarividente, sus pensamientos aparecen mas bien como cosas sobre las que no se tiene control: son seres vivos. Imagínense cómo ha de ser si no pudiesen formar, juntar y separar sus pensamientos, sino que, en vez de eso, cada uno de ellos comenzase a tener una vida propia en su conciencia, una vida con entidad propia. Su conciencia se viese impulsada a un lugar, donde no encuentran pensamientos que sean como los del mundo físico, sino donde ellos son seres vivos. Solo puedo usar una imagen grotesca que nos ayudará de alguna manera, a darnos cuenta de lo diferente que debe ser nuestro pensar a como es aquí. Imagínense que meten la cabeza en un hormiguero, mientras su pensar se detiene, por su cabeza correrían hormigas en lugar de pensamientos. Pues así es, cuando su alma se sumerge en el mundo elemental; sus pensamientos se vuelven tan vivos que ellos mismos se unen, se separan y llevan una vida propia. Realmente necesitamos una mayor fortaleza anímica, para hacer frente a estos seres-pensamiento vivos con nuestra conciencia, de la que tenemos con los pensamientos pasivos del mundo físico, que permiten ser formados a voluntad, ser juntados y separados no solo de manera sensata, sino a menudo, incluso alocadamente. Esos pensamientos de nuestro mundo ordinario son pacientes; Permiten que el alma humana haga lo que quiera con ellos. Pero es bastante diferente cuando impulsamos nuestra alma hacia el mundo elemental, donde nuestros pensamientos llevarán una vida independiente. Un ser humano debe sostenerse sobre su vida anímica y afirmar su voluntad cuando se ha de enfrentar a estos pensamientos activos, vivaces, ya no pasivos. En el mundo físico nuestro pensar puede ser completamente estúpido y eso no nos perjudica en absoluto. Pero si hacemos estupideces con nuestro pensar en el mundo elemental, puede muy bien suceder que nuestros estúpidos pensamientos, deslizándose por allí como seres independientes, puedan herirnos, incluso pueden causarnos un dolor real.
Vemos pues que los hábitos de nuestra vida anímica deben cambiar cuando cruzamos el umbral desde el mundo físico al suprasensible. Si tuviéramos que volver al mundo físico con la actividad que debemos aplicar a las entidades-pensamientos vivientes del mundo elemental, sin haber desarrollado antes en nosotros mismos un pensar sano con estos pensamientos pasivos, sino más bien queriendo aferrarnos a las condiciones del otro mundo, nuestros pensamientos se alejarían continuamente de nosotros; apresurándonos tras ellos después, nos convertiríamos en esclavos de nuestros pensamientos.
Cuando una persona accede al mundo elemental con un alma clarividente y desarrolla su facultad de metamorfosis, escudriñando en él con su vida interior, transformándose en conformidad con el tipo de entidad con la que se enfrenta. ¿Qué experimenta cuando hace esto? Algo que podemos llamar simpatía y antipatía parecen brotar, desde lo mas profundo del alma, esas experiencias se presentan al alma que se ha vuelto clarividente. Aparecen tipos bastante definidos de simpatía y antipatía según se transforma en este o aquel otro ser. Cuando la persona procede de una transformación a la siguiente, es siempre consciente de las diferentes simpatías o antipatías, al igual que en el mundo físico reconocemos, caracterizamos, describimos los objetos y los seres vivos, en resumen, los percibimos viendo su color u oyendo sus sonidos, de manera equivalente en el mundo espiritual describiríamos a sus seres en términos de determinadas simpatías y antipatías. Dos cosas, sin embargo, deben tenerse en cuenta. Una es, que en nuestra forma habitual de hablar en el mundo físico, generalmente solo diferenciamos entre los grados de simpatía y antipatía más fuertes y más débiles; En el mundo elemental, las simpatías y antipatías difieren entre sí no solo en grado sino también en calidad. Allí varían, de manera similar a cómo el color amarillo aquí es muy diferente del rojo. Tal como nuestros colores son diferentes cualitativamente, así también lo son las muchas variedades de simpatía y antipatía que encontramos en el mundo elemental. Por lo tanto, para describir esto correctamente, no se puede simplemente decir como lo haría en el mundo físico: que al sumergirse y entrar en esta entidad en particular, se siente mayor simpatía, mientras que al sumergirse en otra entidad, se siente menos simpatía. No, allí se pueden encontrar simpatías de todas clases y tipos.
El otro punto a tener en cuenta es este. Nuestra habitual actitud natural ante la simpatía y la antipatía no puede aplicarse al mundo elemental. Aquí en este mundo nos sentimos atraídos por algunas personas, rechazados por otras; Nos asociamos eligiendo a aquellos que nos simpatizan y queremos permanecer cerca de ellos; Nos apartamos de las cosas y de las personas que nos parecen horrendas, negándonos a tener algo que ver con ellas. Esto en el mundo elemental no puede hacerse, porque allí, si se me permite expresarlo de una manera peculiar, no encontraremos simpatías simpáticas ni antipatías antipáticas. Esto se parecería a alguien que en el mundo físico dijese: "Solo puedo soportar los colores azules y verdes, no los colores rojo o amarillo. ¡Simplemente tengo que alejarme del rojo y del amarillo! "Si un ser del mundo elemental es antipático, significa que tiene una característica distintiva de ese mundo que debe ser descrita como antipática, y tenemos que tratar con él, tal como lo hacemos en el mundo de los sentidos con los colores azul y rojo, sin permitir que uno sea más simpático con nosotros que el otro. Aquí aguantamos todos los colores con cierta calma porque transmiten lo que son las cosas; solo cuando una persona es un poco neurótica huye de ciertos colores, o si se trata de un toro y no puede soportar la vista del rojo. La mayoría de nosotros aceptamos todos los colores con ecuanimidad y de la misma manera deberíamos poder observar, con la máxima calma, las cualidades de simpatía y antipatía que pertenecen al mundo elemental. Para ello, necesariamente debemos cambiar la actitud del alma habitual en el mundo físico, donde sentimos atracción por la simpatía y repulsión por la antipatía; debe cambiarse completamente. Allí, el estado de ánimo interno o la disposición correspondiente a los sentimientos de simpatía y antipatía, deben reemplazarse por lo que podíamos llamar, la tranquilidad anímica, la paz de espíritu. Una vida anímica con una determinación interior llena de espíritu calmado, con la que sumergirnos en las entidades y transformarnos en ellas; entonces sentiremos las cualidades de estos seres surgir desde las profundidades de nuestra alma como simpatías y antipatías. Solo cuando podamos hacer esto, con tal actitud hacia la simpatía y la antipatía, el alma, en sus experiencias, será capaz de dejar que la percepción simpática y antipática aparezca ante ella como imágenes correctas y verdaderas. Es decir, solo entonces somos capaces no solo de sentir lo que la percepción de simpatías y antipatías es sino de experimentar realmente nuestro propio ser particular, transformado en otro ser, elevándose repentinamente como una u otra imagen coloreada o como una u otra Imagen-sonora del mundo elemental.
También pueden aprender, cómo las simpatías y antipatías desempeñan un papel, en relación con la experiencia del alma en el mundo espiritual si observan, con cierta comprensión interior el capítulo de mi libro Teosofía que describe el mundo del alma. Allí verán que el mundo del alma está realmente constituido de simpatías y antipatías. A partir de mi descripción, habrán podido aprender que lo que conocemos como pensamiento en el mundo físico-sensorial, es en realidad solo la sombría huella externa del pensar, evocada por el cuerpo físico, que se encuentra en las profundidades ocultas, puede llamarse un verdadera fuerza viviente. Tan pronto como accedemos al mundo elemental y nos movemos con nuestro cuerpo etérico, los pensamientos se vuelven, se podría decir, más densos, más vivos, más independientes, más fieles a su propia naturaleza. Lo que experimentamos como pensamiento en el cuerpo físico se relaciona con este elemento más genuino del pensar, como una sombra en la pared se relaciona con los objetos que la originan. De hecho, es la sombra del pensamiento-vida elemental arrojada al mundo de los sentidos físicos a través de la instrumentalidad del cuerpo físico. Cuando pensamos, nuestro pensar está más o menos a la sombra de los seres-pensamientos. Aquí el conocimiento espiritual clarividente arroja nueva luz sobre la verdadera naturaleza del pensar. Ninguna filosofía, ni ninguna ciencia externa, por ingeniosa que sea, puede determinar nada de la verdadera naturaleza del pensar; solo un conocimiento basado en la conciencia clarividente puede reconocer lo que es.
Lo mismo vale para la naturaleza de nuestra voluntad. La voluntad debe fortalecerse, porque en el mundo elemental las cosas no están predispuestas para proporcionarnos el sentimiento del yo, tal como lo están por medio de las fuerzas del cuerpo físico. Allí nosotros mismos tenemos que desear el sentimiento del yo; tenemos que descubrir qué significa para nuestra alma estar completamente llena con la conciencia, "me quiero a mi mismo"; tenemos que experimentar algo de gran significado: que cuando no somos lo suficientemente fuertes como para producir el verdadero acto de voluntad, "me quiero a mi mismo", y no solo pensarlo, en ese momento nos sentiremos caer inconscientes como en un desmayo. Si no sabemos sostenernos en el mundo elemental, caeremos en una especie de desmayo. Ahí de nuevo, observamos la verdadera naturaleza de la voluntad, algo que no puede ser descubierto por la ciencia o la filosofía externa, sino únicamente por la conciencia clarividente. Lo que llamamos la voluntad en el mundo físico es una imagen sombría de la voluntad fuerte y viva del mundo elemental, que crece y se desarrolla para que pueda mantenerse por su propia voluntad sin el apoyo de fuerzas externas. Podemos decir que todo en ese mundo, cuando nos acostumbramos a él, se vuelve voluntario.
Sobre todo, cuando hemos abandonado el cuerpo físico y nuestro cuerpo etérico tiene el mundo elemental como su entorno, es cuando a través del carácter innato del cuerpo etérico se despierta el impulso de transformarnos. Deseamos sumergirnos en los otros seres. Sin embargo, al igual que en nuestro estado de vigilia diurna surge la necesidad de dormir, en el mundo elemental surge, a su vez, la necesidad de estar en soledad, de excluir todo aquello en lo que podamos transformarnos. Entonces, nuevamente, cuando nos hemos sentido solos por un tiempo y hemos desarrollado el fuerte sentimiento de voluntad, "me quiero a mi mismo", se produce lo que se puede llamar un sentimiento terrible de aislamiento, de abandono, que evoca el anhelo de salir del estado de solo quererse a uno mismo, a la facultad de transformación nuevamente. Mientras descansamos en el sueño físico, otras fuerzas cuidan de que nos despertemos; No tenemos que ocuparnos nosotros mismos. En el mundo elemental, cuando estamos en la condición de sueño, de solo estar por nosotros mismos, gracias a esa sensación de sentirnos abandonados, es cuando nos vemos impulsados a ponernos en el estado de transformación, es decir, de querer despertar.
De todo esto, pueden ver cuán diferentes son las condiciones de auto afirmarse en el mundo elemental, de auto percibirse allí, comparadas con las del mundo físico. Por lo tanto pueden juzgar, lo necesario que es cuidar, una y otra vez, que la conciencia clarividente, yendo y regresando de un mundo a otro, se adapte correctamente a los requisitos de cada mundo, y no traslade los hábitos de uno en el otro al cruzar el Umbral. En consecuencia, el fortalecimiento y la revitalización de la vida anímica, forman parte de la preparación que a menudo hemos descrito como necesaria para la experiencia de mundos suprasensibles.
Las que sobre todo deben volverse fuertes y resistentes son las experiencias del alma que podemos llamar eminentemente los impulsos morales. Estos se plasman como disposiciones del alma en la firmeza del carácter y la calma interior resolutiva. El coraje interno y la firmeza de carácter deben desarrollarse especialmente, ya que a través de la debilidad del carácter paralizamos toda la vida anímica, que luego se volvería impotente en el mundo elemental, esto debemos evitarlo si esperamos tener una experiencia verdadera y correcta allí. Por lo tanto, nadie que realmente se empeñe en obtener conocimiento en los mundos superiores desfallecerá en acrecentar el fortalecimiento de las fuerzas morales entre todas las demás fuerzas que ayudan al alma a entrar en esos mundos. Uno de los errores más vergonzosos que se achacan a la humanidad, es cuando alguien se atreve a decir que la clarividencia debe adquirirse sin prestar atención al fortalecimiento de la vida moral. Debo hacer énfasis de una vez por todas, que lo que describí en mi libro El conocimiento de los mundos superiores como el desarrollo de las flores de loto que cristalizan en el cuerpo espiritual de un estudiante / clarividente, y que en el fondo, puede producirse sin apoyarse en la fuerza moral, pero Ciertamente no debe hacerse.
Las flores de loto deben estar ahí si una persona quiere tener la facultad de transformación. Esa facultad nace cuando las flores despliegan sus pétalos en un movimiento alejado del ser humano, para agarrar el mundo espiritual y adherirse a él. Cualquier cosa que desarrolle una persona como habilidad de auto transformarse, se expresa por la visión clarividente en el desarrollo de las flores de loto. Todo lo que pueda adquirir de un sentimiento del yo fortalecido se convierte en firmeza interna; Podemos llamarlo columna vertebral elemental. Ambos deben desarrollarse correspondientemente: las flores de loto para que uno pueda auto transformarse, y la columna vertebral elemental para poder desplegar un yo fortalecido en el mundo elemental.
Como ya fue mencionado en una conferencia anterior, lo que es desarrollado de una manera espiritual puede llevar a un alto orden de virtudes en el mundo espiritual. Pero si a esto se le permite fluir hacia el mundo sensorial, puede provocar los vicios más terribles. Lo mismo pasa con las flores de loto y la columna vertebral elemental. Al practicar ciertos métodos, también es posible despertar las flores de loto y la columna vertebral sin pretender alcanzar firmeza moral, pero esto no lo recomendaría ningún clarividente consciente. No es meramente una cuestión de alcanzar alguna que otra cosa en los mundos superiores, sino saber lo que ello implica. En el momento en que pasamos el umbral hacia el mundo espiritual, nos acercamos a los seres luciféricos y ahrimánicos, de los que ya hemos hablado; Allí nos encontramos con ellos de manera muy diferente a cualquier confrontación que podamos tener en el mundo físico. Tendremos la notable experiencia de que tan pronto como crucemos el umbral, es decir, tan pronto como hayamos desarrollado las flores de loto y una columna vertebral, veremos los poderes luciféricos que vienen hacia nosotros con la intención de aprovechar las flores de loto. Extienden sus tentáculos hacia nuestras flores de loto; debemos habernos desarrollado de manera correcta para que usando las flores de loto podamos captar y comprender los eventos espirituales y no sean captados por los poderes luciféricos. Es posible evitar que estos poderes las aprovechen si accedemos al mundo espiritual con fuerzas morales firmemente establecidas.
Ya he mencionado que, en el mundo de los sentidos físicos, las fuerzas ahrimánicas se nos acercan más bien desde afuera, y las luciféricas más desde dentro. En el mundo espiritual es todo lo contrario: los seres luciféricos vienen de afuera y tratan de agarrar las flores de loto, mientras que los seres ahrimánicos vienen de adentro y se asientan tenazmente dentro de la columna vertebral elemental. Si hemos accedido al mundo espiritual sin una fuerte base moral, los poderes ahrimánicos y luciféricos forman una alianza extraordinaria entre ellos. Si accedemos a los mundos superiores llenos de ambición, vanidad, orgullo o deseo de poder, Ahriman y Lucifer lograrán formar una alianza. Utilizaré una imagen para describir lo que hacen, pero esta imagen refleja fielmente la situación real y así entenderán que lo que estoy indicando realmente tiene lugar. Ahriman y Lucifer forman una alianza; juntos atan los pétalos de las flores de loto a la espina dorsal elemental. Cuando todos los pétalos se sujetan a la columna vertebral, el ser humano está atado en sí mismo, encadenado dentro de sí mismo a través de sus flores de loto y columna vertebral fuertemente desarrolladas. Los resultados de esto serán el origen del egoísmo y el amor al engaño en un grado tal, que sería imposible si él permaneciera normalmente en el mundo físico. Así vemos lo que puede suceder si la conciencia clarividente no se desarrolla de la manera correcta: la alianza entre Ahriman y Lucifer mediante la cual los pétalos de las flores de loto se sujetan a la columna vertebral elemental, encadenan a la persona dentro de sí misma por medio de sus propias capacidades elementales o etéricas. Estas son las cosas que debemos saber si deseamos penetrar con los ojos bien abiertos y con la comprensión del mundo espiritual real.
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Taducida por Julio Luelmo febrero 2019