miércoles, 23 de febrero de 2022

¿Pueden ser probados los hechos suprasensibles?

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¿PUEDEN SER PROBADOS LOS HECHOS SUPRASENSIBLES?

Por el Dr. Hermann Poppelbaum - antropólogo que enseñaba en Alfred University.


El notable éxito que nuestro siglo ha tenido en todos los campos de la ciencia, teórica y también aplicada, nos ha llevado a menudo a soñar con el progreso de forma optimista. Sin embargo, recientemente, el uso de la bomba atómica, de los pesticidas mortales, etc., ha suscitado tales interrogantes morales que muchos de los que antes creían en una mejora automática de la cultura gracias a la ciencia se han visto embargados por un profundo escepticismo y ponen ahora sus esperanzas en un retorno a un pasado precientífico. Compartamos o no esas esperanzas, debemos admitir que la reputación de la ciencia, incluso del propio conocimiento humano, está en juego. Hemos llegado a una crisis de confianza en las actividades científicas.

Incluso aquellos que no dudan deben darse cuenta de que el camino hacia adelante se verá bloqueado si el conocimiento humano se ve restringido y acorralado como ha sucedido en los últimos siglos. Por desgracia, no ven cómo se podría intentar ampliar sus límites sin invitar al desastre. Sólo una pequeña minoría se aventura a hablar de una ampliación del conocimiento más allá de sus límites tradicionales. Consideran que esta posibilidad ha sido abierta por Rudolf Steiner en el desarrollo de la Ciencia Espiritual o Antroposofía y, por lo tanto, están necesariamente interesados en encontrar qué justificación hay para la pretensión de la Antroposofía de ser una extensión legítima y segura del conocimiento en el ámbito de los hechos suprasensibles. Son conscientes de que cualquier descripción de los supuestos hechos suprasensibles debe cumplir con las rigurosas normas de conocimiento que se han establecido para nuestra época. Esto lleva de inmediato al problema de la prueba.

La mera afirmación de que alguien ha "experimentado" hechos suprasensibles no puede satisfacer a un buscador concienzudo. ¿No se experimentan también las alucinaciones? ¿Qué garantía hay de que el llamado investigador espiritual no está bajo una ilusión constante que ha crecido en él hasta convertirse en un sistema elaborado y coherente? Tampoco puede invocarse como apoyo la intensidad con la que "llega" una impresión suprasensible. Habla más bien en contra que a favor de su validez, ya que todo el mundo sabe que el peligro de todas las ilusiones es que están tan evidentemente "ahí" - para los que las tienen.

¿Pueden, entonces, probarse los hechos suprasensibles? En aras de la equidad con el buscador, esta pregunta debe encontrar una respuesta directa.

Averigüemos primero a qué se le considera una prueba en el sentido común de la palabra. El hombre de la calle llama prueba a cualquier evidencia que se presenta ante los sentidos corporales y se reconoce como parte integrante de la cosa que se quiere probar, al igual que una caja fuerte rota y su contenido desaparecido son "prueba" de un acto de robo. Sin embargo, no se suele tener en cuenta que las pruebas en sí mismas sólo se pueden valorar con el pensar. Una caja fuerte rota encontrada por la mañana en una oficina no se ve como prueba de robo con los ojos del cuerpo, sino sólo como resultado de la reconstrucción de una situación completa. Incluso en las cosas comunes, el carácter concluyente de una prueba sólo aparece para quien está dispuesto a pensar.

Lo mismo ocurre con las pruebas científicas. Nunca residen en un objeto o proceso percibido, sino en el contexto en el que el objeto o proceso tiene su lugar. Esto no debe pasarse por alto en absoluto.

Para poder construir y poner en práctica un dispositivo experimental para una prueba en las ciencias naturales hay que recorrer un largo camino. Una vez montado el aparato, tendemos a pasar por alto el hecho de que sus partes reflejan las operaciones de pensamiento que han conducido a su construcción. Sin embargo, sólo el pensar puede decirnos hasta qué punto un aparato de este tipo puede servir para producir pruebas. Tomemos el siguiente ejemplo.

Un tubo cónico retorcido de papel de periódico, con un trozo corto de tubo de vidrio atado a él en el extremo estrecho, se inserta oblicuamente en la pinza de un soporte de laboratorio. Para los que saben un poco de química, es razonable decir que este modesto aparato duplica lo esencial de una fábrica de gas. Si se enciende el extremo inferior del tubo de papel, los vapores ascendentes escapan del tubo de vidrio superior, donde pueden ser encendidos. Todo parece muy claro para los que lo entienden. Pero la mera observación del aparato no nos dice que se trate de una fábrica de gas a escala reducida y simplificada. Ciertamente, su aspecto es totalmente distinto al de una fábrica. Sólo un análisis de las condiciones que se dan en ambas puede revelar lo que tienen en común y por qué una es una duplicación de la otra a pesar de la falta de parecido. El aparato puede "demostrar" que la destilación seca de la sustancia de la madera produce gas combustible, pero ningún simplón puede verlo. Hay que pensar.

Tomemos un ejemplo de la química moderna. Las investigaciones de Henry Moseley sobre el parentesco de los elementos químicos y su disposición en una escala ascendente de números atómicos (el llamado sistema periódico) se llevaron a cabo con un instrumento que permitía medir la defracción de los rayos catódicos. Difícilmente se puede pasar por alto el enorme trabajo que hubo que realizar, mucho antes de Moseley, para hacer posible este método. Sin embargo, cuando se utiliza el instrumento, lo único a lo que se presta atención es al ángulo en el que se desvían los rayos; varios ángulos corresponden a varios elementos. Todo lo demás es una inferencia extraída de la lógica ya incorporada en la configuración. Sólo en el contexto de esta configuración, la lectura de un determinado ángulo de defracción tiene sentido y permite llegar a conclusiones de gran alcance. Ninguna persona que no haya comprendido los complicados pensamientos incorporados en el escenario visible y sus aplicaciones puede tener idea de cómo se llega a las conclusiones, y queda literalmente incapacitada para suscribirlas. No se le puede convencer con ningún arte de la persuasión. Las conclusiones no son para él más que palabras, y toda la empresa puede parecerle incluso falsa.

No existen las "pruebas sensoriales" de la verdad científica. La prueba nunca se hace visible a los ojos del exterior. Sigue siendo una operación en el santuario de la mente científica.

Para tomar un ejemplo de la biología moderna, consideremos cómo se llega a la ley de segregación de Mendel. Es cierto que hay objetos visibles en el experimento, a saber, las plantas individuales con sus diferentes características, como flores rojas o blancas. El procedimiento consiste en contar los individuos que presentan uno de los dos rasgos a lo largo de varias generaciones producidas por cruces. Los resultados se expresan en porcentajes de la progenie. Hay que hacer una serie de suposiciones como parte del argumento. El resultado de los experimentos se registra a lo largo de varias temporadas. De la interpretación de los registros se extraen las conclusiones. De este modo quedan "probadas". Cualquiera que pueda seguir el argumento puede ver también hasta qué punto la prueba es concluyente. Esto se admite francamente, pero a menudo se pasa por alto lo contrario: es decir, que nadie que no vea el argumento hasta el final puede considerar la prueba como realmente establecida.

La obviedad de la prueba, por decirlo una vez más, se encuentra en la conexión de las operaciones de pensamiento, que no debe contener ninguna brecha o salto y debe ser invulnerable a varias falacias al acecho. De lo contrario, la prueba no "resiste" la crítica. También debe conducir a otras inferencias que se comprueben mediante operaciones mentales similares. En resumen, las conclusiones, aunque pueden y deben ser contrastadas, se obtienen mediante el pensar y no mediante la observación de los sentidos.

Esto no resta importancia a la validez de las pruebas científicas. Por el contrario, señala la región en la que debe buscarse necesariamente su carácter concluyente. Porque en las ideas populares sobre la ciencia la región de la confirmación está muy a menudo nublada, y las presentaciones semicientíficas, llamadas populares, son a menudo especialmente culpables de vaguedad en este sentido. Han alimentado la falacia común de que la evidencia de los sentidos "es la condición sine qua non" a las declaraciones de la ciencia.

Al pasar de las ciencias aceptadas a la ciencia de los hechos suprasensibles, convendrá tener presente el carácter de las pruebas que se consideran justamente como tales. La pretensión de esta ciencia de los hechos suprasensibles (Antroposofía) es que hace disponibles los hechos espirituales en el mismo sentido en que las ciencias aceptadas hacen disponibles sus hechos. Podemos ver fácilmente que, cualquiera que sea el contenido de las observaciones suprasensibles, las conclusiones sólo pueden basarse en ellas si son comprobadas por las operaciones lógicas del pensar que vinculan una observación con la otra. Debemos pasar de una observación a la siguiente mediante el pensar, tal y como hacemos en la ciencia común. La evidencia está contenida en la obviedad de las transiciones que realizamos a medida que -mientras el proceso de vinculación continúa- una riqueza de observaciones (percepciones suprasensibles) es llevada a una red estrechamente unida de vínculos lógicos. Sin embargo, hay que entender que la lógica por sí sola nunca podría dar lugar a las percepciones; no debe haber ninguna especulación, ninguna mera conjetura. Las percepciones se sostienen por sí mismas, al igual que las percepciones sensibles.

Las observaciones, por ejemplo, de la experiencia que el alma atraviesa durante el sueño, pueden presentarse ante el buscador de forma tan abrupta y desafiante como las características externas de un proceso químico. Las cuales exigen ser comprendidas tan bien como estas últimas. A menos que sean penetradas por el pensar, éstas aún no cuentan su historia, al igual que las observaciones inconexas sobre el punto de fusión y el punto de ebullición de una sustancia. Se deja a nuestro pensar encontrar el concepto que los vincule y que busque la relación con otros hechos observados independientemente. Así pues, parece que la investigación espiritual considera que la "experiencia del sueño" consiste en una revisión de los actos y omisiones del día anterior, y además que esta revisión anticipa una experiencia del alma después de la muerte. Sin embargo, esta última experiencia debe encontrarse primero de forma independiente antes de poder relacionarla con la experiencia del sueño, que se observó por sí misma sin buscar aún las semejanzas. La semejanza, su calidad y grado, así como las diferencias, sólo aparecen para el pensador después de examinar sus resultados de observación. Al igual que un observador pensante ordinario, el investigador espiritual tiene que encontrar hasta dónde llega esta semejanza. La semejanza le "llama la atención", independientemente de que sea él mismo u otra persona quien haya hecho la observación. Por ello, Rudolf Steiner subrayaba que un investigador suprasensible, además de utilizar sus facultades clarividentes, debe tener siempre a su lado a su propio yo pensante como juez de la verdad. Sólo como pensador puede determinar hasta qué punto sus diversas observaciones tienen sentido.

El investigador no puede aceptar ninguna observación suprasensible por su valor nominal. Tiene que intentar hacer esta observación repetidamente, en diferentes circunstancias, desde diferentes puntos de partida. Debe "cotejarla" con otras para validarla. Al principiante en el estudio de tales hechos, atraído por su novedad y su carácter sorprendente, puede importarle poco lo que le costó al primer descubridor ponerlos a salvo de las falacias, que acosan esta forma de investigación no menos que ponen en peligro los resultados científicos ordinarios. Pero al progresar en su estudio, el alumno se hará consciente del infinito cuidado que hubo que tener antes de que los resultados se presentaran ante él como afirmaciones definitivas. Su propio pensamiento es cuestionado al igual que lo fue el juicio del descubridor original. No necesita creer, porque su propio pensar se ve exigido. [Nota: Compárese el artículo sobre "La voluntad de creer y el deber de saber" en la Biografía Eterna del Hombre del propio autor ].

El seguimiento de los datos suprasensibles registrados y presentados en el contexto de las publicaciones antroposóficas requiere la cooperación pensante del estudiante. No sólo se le permite, sino que se le exige de hecho, que compruebe si quien lo describe "habla con sentido". Lo que nunca podría hacer si se enfrentara a una observación aislada, puede e incluso debe hacerlo cuando examina el contexto de los múltiples datos que se le presentan. Debe obtener una impresión independiente y genuina de cómo se corroboran unos a otros.

Esto no significa que no vaya a encontrar contradicciones entre los hechos registrados. Si así fuera, si los encontrara simplemente de acuerdo entre sí, tendría motivos para sospechar. Todo estudioso de la filosofía sabe que los sistemas más inseguros se han jactado de su coherencia interna. El error del racionalismo fue que la mera coherencia se tomara como prueba de la validez de un sistema pensado. La claridad cristalina de una red de pensamiento racionalista no es prueba de su valor real, sino sólo de la astucia de quien la ha tejido.

Los hechos antroposóficos, por el contrario, pueden parecer a menudo contradictorios cuando se encuentran por primera vez. No están hechos a partir de "principios", sino que se observan de forma independiente, y por tanto queda por ver cómo pueden encajar. Ocurre con ellos lo mismo que con las observaciones de un mismo objeto en el espacio físico desde diversos ángulos. Rudolf Steiner advierte a menudo a sus lectores de las aparentes incoherencias, que a primera vista les chocan y hacen dudar de si dos afirmaciones son ambas verdaderas. Entrando en las afirmaciones con más cuidado, el estudiante, puede encontrar que son complementarias al igual que lo son dos fotografías del mismo árbol tomadas desde direcciones opuestas. Y al igual que dos fotografías, cuando se comparan y atribuyen a sus respectivos puntos de dirección, dan una imagen más completa que una, así dos descripciones antroposóficas, por medio de su naturaleza aparentemente contradictoria, evocan en el estudiante una impresión más completa de la realidad suprasensible tan pronto como las "pone juntas". Las descripciones completas son descripciones "completas" tanto en el campo suprasensible como en el sensible.

Habiendo obtenido así una visión del papel del pensar en la coordinación de los hechos suprasensibles, el estudiante puede sentirse preparado para dar un paso más, a saber, darse cuenta de que en la investigación suprasensible la contraposición de la observación y el pensar se modifica de una manera peculiar. Su contraste no es tan agudo como podríamos esperar teóricamente. Al describir el modo en que crecen y maduran los órganos de percepción para las observaciones espirituales, Rudolf Steiner se vio obligado a decir que es de la facultad de pensar de donde extraen sus poderes. El primer estado de la visión suprasensible puede llamarse, al menos, una actividad transformada del pensamiento. El pensar, que en condiciones ordinarias sólo se aplica a las observaciones hechas por los sentidos, se convierte, a medida que se desarrolla, en un órgano de la vista por sí mismo. El pensar ordinario sirve para enlazar y separar las observaciones sensibles; el pensar abstracto capta sus relaciones, e incluso enlaza varias relaciones entre sí. A medida que la capacidad independiente (sin cuerpo) del pensar va madurando (a través de ejercicios diseñados con este fin [Nota: El conocimiento de los mundos superiores y su consecución.]) se vuelve por sí misma capaz de contemplar hechos de naturaleza suprasensible. Sin embargo, como ya hemos dicho, el sano juicio debe permanecer intacto y, por tanto, capaz de manipular y coordinar los hechos que el pensar transformado comienza a suministrar. En este sentido, la observación y el pensar siguen siendo dos facultades distintas aplicadas en estrecha colaboración. El pensar mismo, en el camino hacia el desarrollo superior, proporciona la luz que hace visibles los hechos a medida que se dirige sobre ellos. El vidente, tras la percepción, hace con el objeto captado lo mismo que el pensador con un objeto sensorial: lo juzga y lo sitúa en un contexto razonable.

En este contexto, los hechos suprasensibles pueden hacerse comprensibles a cualquiera que se interese por ellos. No necesita ser vidente para hacerlos suyos. Puede hacerlos suyos y, dentro de unos límites razonables, exponerlos a los demás de la misma manera que cualquier estudiante puede hacerlo con los hechos del orden científico habitual.

En esta capacidad de "transmitir" los hechos espirituales al oyente o al lector de manera que pueda convencerse de su razonabilidad radica la diferencia entre un simple clarividente y un investigador espiritual. Es evidente que sólo este último dispone de un método científico ordenado que deja sus conclusiones abiertas a su posterior corroboración, corrección o sustitución por otras mejores. El mero clarividente debe exigir la creencia porque no puede convencer.

Sin embargo, también hay una forma indirecta de poner a prueba los descubrimientos espirituales. Sobre todo cuando se refieren a un campo en el que también se han obtenido resultados con los métodos habituales de la ciencia natural. Rudolf Steiner proporcionó innumerables oportunidades de comprobación al llevar deliberadamente sus resultados a una concreción tal que se pone al alcance de los procedimientos experimentales actuales. Acogió este enfoque crítico como algo saludable, ya que es un paso más allá del estéril escepticismo teórico. Está claro que las objeciones teóricas se desvanecen en cuanto el experimento práctico tiene resultados positivos. En este caso se invierten las tornas; quien se compromete a experimentar científicamente con los datos espirituales y descubre que "funcionan", hace que se ponga a prueba su disposición a renunciar a la oposición anterior. Este tipo de prueba tiene dos vertientes.

Las conferencias científicas, médicas y agrícolas de Rudolf Steiner están repletas de datos concretos, que pueden desafiar tanto a un investigador concienzudo que querrá probar sus posibilidades. No siempre necesita aparatos complicados; en algunos casos puede ponerse a trabajar en cuanto consiga reunir los objetos en una disposición adecuada. Tomemos un ejemplo del campo de la agricultura y la jardinería. Las sugerencias de Rudolf Steiner sobre métodos de fertilización mejorados y perfeccionados (resumidos ahora bajo el nombre de "Biodinámica") se han ganado una buena reputación desde que se hicieron por primera vez en 1924. A partir de ciertas plantas comunes se pueden fabricar una serie de preparados de altísima dilución, que fueron estudiados por Rudolf Steiner mediante métodos científicos espirituales. Indicó cuáles de ellos, pulverizados sobre el suelo o sobre determinadas plantas forrajeras, favorecían el crecimiento de las raíces o mejoraban el follaje o las semillas. Hizo sus afirmaciones sin probarlas él mismo, pero desde el primer momento estas pulverizaciones resultaron singularmente eficaces. Los efectos previstos aparecieron y pudieron establecerse sin lugar a dudas mediante una cuidadosa comparación con plantas no tratadas en idénticas condiciones, y mediante el pesaje y el análisis de las cenizas. Las plantas habían sufrido cambios definitivos bajo el impacto de las pulverizaciones a pesar de las diminutas cantidades aplicadas. Los procedimientos que produjeron las pulverizaciones fueron concebidos enteramente a partir de una visión espiritual directa de los secretos formativos de las plantas. Ninguna especulación podría haber dado lugar a sugerencias tan concretas, ni ninguna persona que no estuviera familiarizada con los aspectos espirituales de la química de las plantas podría haber previsto que unos métodos tan extraños y novedosos produjeran algún resultado.

Las pruebas se hicieron a pequeña escala y luego en parcelas más grandes, con todas las precauciones necesarias; se contrastaron en experimentos de control y se repitieron en condiciones variadas; en resumen, se llevaron a cabo de la misma manera que cualquier científico pondría a prueba una "hipótesis de trabajo". Los resultados confirmaron las expectativas y arrojaron una gran cantidad de hallazgos que no figuraban en la sugerencia original. Así, los experimentos de prueba no sólo demostraron lo que el investigador espiritual había dicho sobre las fuerzas que actúan en la planta y el suelo, sino que añadieron conocimientos útiles sobre la dosis, el momento de la aplicación, la influencia del clima y otros aspectos similares. De este modo, se hizo una contribución sustancial al manejo práctico del suelo y las plantas.

Recordamos al lector que éste fue sólo un ejemplo elegido para mostrar cómo los datos científico-espirituales, además de ser tratados en su propia esfera, también pueden ser puestos a prueba cuando sus consecuencias se extienden a la esfera de los métodos experimentales aceptados. Esto es lo que hemos llamado más arriba la prueba indirecta de la validez de los datos que se han obtenido de una manera que hoy en día suele toparse con un escepticismo obstinado. La experiencia ampliada de los trabajadores prácticos valientes debe desgastar gradualmente la resistencia de los prejuicios habituales; y ya ha recorrido un largo camino para lograrlo.

El hecho de que toda una escuela de conocimiento y práctica médica se haya desarrollado a partir de las conferencias de Rudolf Steiner a los médicos [Nota GA312, Ciencia espiritual y medicina. Veinte conferencias a médicos, 1920:  (Ciencia espiritual antroposófica y terapia médica GA313), nueve conferencias, 1921: Anthroposophical Approach to Medicine, 1922 GA314] es otro ejemplo de cómo los hechos espirituales pueden ser puestos a prueba en la práctica. Esta comprobación, por supuesto, es independiente del conocimiento, o incluso de la aprobación, por parte del médico de la forma en que se hicieron los descubrimientos espirituales originales. Si, por ejemplo, encuentra una descripción de una relación entre procesos en el sistema renal y en el cerebro (como puede encontrarse en una de las conferencias), puede ponerse a trabajar con ella como hipótesis. La imagen del carácter homólogo de ambos procesos está en su mente, pero los detalles fisiológicos que apuntan a ella se encuentran independientemente de esta imagen. A medida que va encontrando más hechos individuales y añadiendo otros a medida que procede a tomar medidas terapéuticas de acuerdo con ellos, su propia imagen de la polaridad en cuestión se va enriqueciendo. En un momento dado, puede decir que tiene una imagen sensible-suprasensible de un hecho espiritual básico. Lo mismo sucederá con otros hechos, todos los cuales pueden ser "corroborados" y ya no deben ser llamados hipotéticos. Gradualmente, a través de una actitud empírica deliberada, el estatus de estos hechos se altera de tal manera que pasan a formar parte del conocimiento del médico. Ahora son realmente suyos. Este es un ejemplo sorprendente de cómo la Antroposofía provoca una transformación de nuestras rígidas concepciones tradicionales. Incluso el concepto de prueba se ve afectado. Ya no se trata de una mera operación lógica aplicada a las percepciones de forma neutral. La prueba ya no se sobreañade a los hechos, sino que ya está implícita en la forma en que se buscan los hechos. [El viejo tipo de prueba sobreañadida puede aplicarse todavía a las proposiciones en el ámbito inorgánico. El nuevo tipo de prueba es adecuado para todos los problemas de naturaleza orgánica.

Una prueba de este tipo no pierde su carácter concluyente. De hecho, es la única manera de hacer justicia a las interrelaciones vivas que se estudian en la biología, la fisiología y la psicología y que se manejan prácticamente en la agricultura y la medicina.

Que no haya malentendidos. No hemos dado aquí una introducción a una medicina y agricultura espiritual-científica. El lector tendrá que encontrar su propio camino en ambos campos si está interesado en ellos. Sólo hemos tomado nuestros ejemplos de estos campos, ejemplos destinados a mostrar qué tipo de prueba puede llamarse adecuada en ellos. Somos conscientes de que, por la fuerza de la costumbre, se seguirán planteando las exigencias de las "pruebas superpuestas" a las afirmaciones científico-espirituales. Sin embargo, es hora de mostrar que es la mera costumbre y no la necesidad innata de los sujetos la que plantea estas exigencias.

También hay que entender que el paso de la "prueba superañadida" a la "prueba plasmada en la búsqueda de hechos" no es un retroceso de un estándar riguroso de prueba a algo menos exigente. Sería muy lamentable que sintiéramos que tenemos que disculparnos por no estar a la altura de las normas aceptadas. No estamos dejando de cumplir una exigencia justificada, sino que afirmamos que el nuevo tipo de prueba aquí descrito es el que hace justicia al campo peculiar para el que está diseñado. El paso no cede, sino que procede de una adecuación cuestionable a otra más evidente. El procedimiento probatorio, por repetirlo una vez más, se traslada de fuera a dentro, pues funciona ya en la búsqueda de los hechos. Opera en conjunto con la actividad perceptiva. En las ciencias aceptadas, el pensar debe controlar la investigación o, de lo contrario, los descubrimientos pueden ser erróneos; en la ciencia suprasensible el pensar debe convertirse él mismo en un órgano de búsqueda o, de lo contrario, no se descubrirá nada valioso en absoluto. Pero todo lo que se descubre de esta manera lleva pistas que indican a qué otros hechos pertenece. En efecto, los hechos del orden suprasensible no necesitan estar vinculados artificialmente a otros, sino que se unen a ellos de forma bastante espontánea, como las letras que se ordenan mágicamente para formar palabras. Los fenómenos, por sus relaciones naturales, comienzan a expresarse en cuanto al hecho más general subyacente (ley) casi sin la interferencia del buscador, que se limita a observar cómo se esfuerzan unos por otros. Asiste, por así decirlo, a una reunión de los fenómenos individuales; éstos le comunican su ley. Y puede expresarlo en lenguaje humano. Esto es lo que Goethe experimentó muchas veces y lo que le permitió encontrar la famosa fórmula: "No veas nada oculto detrás de los fenómenos; ellos en sí mismos son la teoría". Se podría, con pocos cambios, adaptar esta frase para que exprese la nueva forma de validación espiritual: "No añadas ninguna prueba a los fenómenos desde fuera; tu camino de búsqueda de su contexto contiene en sí mismo la prueba".

Queda por decir que la prueba más completa de la verdad espiritual reside en su inserción en el curso de la vida humana real. Llevar una verdad espiritual con nosotros y comprobar cómo se valida progresivamente en la experiencia es la corroboración más realista. "La verdad es lo que funciona" - esta frase no debe ser entendida de manera miope, como si significara que es verdadera cada afirmación que produce un éxito barato o da una satisfacción meramente personal. Nada puede estar más lejos que ese estrecho pragmatismo de la autovalidación que es un proceso gradual e incluso doloroso para el que el alma humana es el estado de acción. No se trata aquí de la aprobación subjetiva de una afirmación, porque esto sólo conduciría a la autosatisfacción; y tal autosatisfacción es sólo una "indulgencia cutánea", como dijo Nietzsche. El hombre pierde su dignidad al trivializar así su norma. "La prueba del pudín está en el comer": esto puede ser válido en el plano del pudín, pero la Verdad requiere otra medida aparte de la de "sentirse bien" después de aceptar una parte de ella. No podemos juzgarla por el hecho de que esté o no "de acuerdo" con nosotros. [Nota: "La voluntad de creer y el deber de saber" ].

Una última posibilidad de verificar una descripción científico-espiritual es la que debe dejarse enteramente a la libre decisión del buscador. Es la posibilidad de recorrer el camino del conocimiento suprasensible. Ya hemos mostrado que el estudiante tiene otros criterios para juzgar. Por lo tanto, la afirmación, hecha a menudo, de que el que quiere convencerse de los hechos espirituales debe convertirse él mismo en un investigador espiritual, está obviamente en desacuerdo con la verdadera situación. De hecho, si cada buscador tuviera que convertirse en un investigador, no necesitaríamos en absoluto una ciencia espiritual. Porque, al igual que en la ciencia ordinaria, el beneficio de su existencia es para muchos, mientras que el trabajo original de descubrimiento tiene que ser llevado a cabo por una minoría.

Pero para aquellos que quieran intentarlo por sí mismos, se dan consejos detallados sobre cómo proceder en los escritos y conferencias científico-espirituales. De hecho, cada una de las principales obras de Rudolf Steiner contiene un capítulo sobre el "Camino del Conocimiento". Además, la "Escuela para la Ciencia Espiritual" de Dornach, Suiza, ofrece un curso objetivo de formación en condiciones similares a las que se utilizan en la ciencia actual, con el fin de evitar los escarceos de los aficionados. No es necesario señalar aquí las etapas de la formación para dicha investigación científico-espiritual, ya que están suficientemente descritas en la literatura antroposófica. [Nota: Particularmente en Teosofía, Ciencia Oculta, un esbozo, y El conocimiento de los mundos superiores y su consecución]. Lo que importa aquí es que el mero examen de los métodos -sin utilizarlos- lleva a comprender su razonabilidad. Y así, a su vez, la Antroposofía tiene algo en común con la práctica aceptada de la ciencia ordinaria, a saber, que la publicidad de los métodos utilizados permite al crítico ver "cómo se hace", aunque no esté preparado o no pueda "hacerlo" él mismo. Todo el mundo que estudia la ciencia puede ver cómo se construye y se utiliza un telescopio o un microscopio, y así, sin hacer él mismo ningún trabajo de investigación, puede adquirir una confianza justificada en la razonabilidad del uso de tales instrumentos. ¿Qué sería de la astronomía si cada estudiante quisiera, o se esperara, que pospusiera el aprendizaje hasta que pudiera hacer él mismo el trabajo de investigación? ¿Y no habrían sido vanos todos los trabajos de los astrónomos a lo largo de los siglos si cada uno tuviera que empezar por el principio? No es diferente con los hechos espirituales presentados por la Antroposofía. Están ahí para trabajar, sin importar si el estudiante llega alguna vez al punto en que pueda añadir algo a ellos.

Ya se ha señalado que él no necesita creer. Y la salvaguarda siempre estará presente si está dispuesto a poner en funcionamiento su pensar y permite que su experiencia inteligente se amplíe y profundice. Las verdades antroposóficas apelan a un juicio sano y sin prejuicios. No tienen nada que temer de tal tribunal de apelación. Se entregan a la humanidad con plena confianza, lo que constituye la base de las memorables palabras de Rudolf Steiner: "Que la gente examine lo que hacemos y compruebe lo que decimos. Cuanto más cuidadosamente examinen, más seguros nos sentiremos".

Traducido por J.Luelmo feb.2022