miércoles, 29 de mayo de 2024

GA096 Berlín, 16 de abril de 1906 El interior de la tierra y las erupciones volcánicas

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IMPULSOS ORIGINALES DE LA CIENCIA ESPIRITUAL

RUDOLF STEINER

EL ESOTERISMO CRISTIANO A LA LUZ DE LOS  NUEVOS CONOCIMIENTOS ESPIRITUALES

El interior de la tierra y las erupciones volcánicas

Berlín, 16 de abril de 1906

En consonancia con nuestro enunciado, la conferencia de hoy se basará en un suceso estremecedor acaecido en los últimos días: la erupción del monte Vesubio. Por supuesto, no podemos hablar específicamente de los detalles de este acontecimiento natural, sino que nuestra tarea consistirá en despertar una comprensión espiritual-científica de tales fenómenos naturales en general. Por lo tanto, me gustaría reunir algunos elementos básicos para facilitar dicha comprensión. Quisiera señalar de antemano que incluso entre los ocultistas hablar de la misteriosa estructura y composición de nuestro planeta Tierra, se considera una de las tareas más difíciles. Es un hecho bien conocido, y cualquiera que esté tan sólo un poco al tanto de las conexiones ocultas, también habrá oído que es más fácil experimentar algo de los mundos astral y mental, de Kamaloka y Devacán, y llevarlo a la conciencia ordinaria diurna, que penetrar en los secretos de nuestro propio planeta terrestre. De hecho, estos secretos pertenecen a los llamados secretos interiores, que están reservados para un grado superior, el segundo grado de iniciación. 

Públicamente nunca se ha hablado en absoluto del interior de la Tierra, es más, ni siquiera dentro del movimiento teosófico. Por lo tanto, desde el principio quisiera recalcar que la conferencia de hoy no está destinada en absoluto a los recién llegados al terreno teosófico. No porque sea de difícil  comprensión puramente conceptual, pues su contenido será quizás más fácil de captar que muchos otros, sino porque cualquiera que no esté lo suficientemente orientado en los métodos de la investigación científico-espiritual volverá a preguntar inmediatamente: Y usted ¿Cómo sabe todo esto? Sólo ofreceré un esbozo aproximado de los hechos y al mismo tiempo señalaré los caminos que llevan a investigar estas conexiones. Sin duda habrá oyentes que no estén acostumbrados a oír cosas extraordinarias y a los que, por tanto, la información de hoy les pueda parecer fantasiosa. Pero, por favor, tengan en cuenta que nunca podrán comprenderlo todo. Estas son cosas que pertenecen a las partes más avanzadas del ocultismo.

Por lo tanto, me veré obligado a hablar del interior de nuestra tierra desde un punto de vista oculto. Como es bien sabido, la ciencia física proporciona muy poca información sobre el interior de nuestra tierra. En el curso de las últimas décadas, casi una vez cada cinco años, ha ido proponiendo repetidamente nuevas teorías sobre la formación de volcanes, sobre la aparición de terremotos y sobre la actividad volcánica en general. Lo que hoy se va a decir, la propia ciencia física lo descartaría con un leve gesto de la mano, como algo que no merece ser llamado ciencia en absoluto. Sin embargo, a modo de introducción me gustaría caracterizar cómo le parecería al ocultista esta objeción de la ciencia física.

La ciencia externa se ha propuesto comprender en términos puramente mecánicos, estos devastadores desbordamientos sobre la superficie de una sustancia terrestre interna, estos terribles temblores que de vez en cuando destruyen miles y miles de vidas humanas. O bien se imagina un interior terrestre líquido e incandescente, por ejemplo a la manera de un horno sobrecalentado, o bien se supone que el origen de los fenómenos volcánicos se encuentra en lugares incandescentes superficiales que no llegan a las profundidades del interior terrestre. Este último punto de vista se apoya sobre todo en teorías recientes. Todo lo que la ciencia externa tiene que decir al respecto se puede escuchar en conferencias de divulgación científica o se puede encontrar en la literatura generalizada, más o menos buena. Desde el punto de vista de la geofísica, lo que podría argumentarse en contra de un enfoque como el que aquí se aplica, puede compararse con un hecho bastante cotidiano. Supongamos que alguien debe el mobiliario de una habitación a una persona que quiso darle el gusto de cedérselos. Una tercera persona podría describir ahora el amor y el cuidado con el que la personalidad en cuestión seleccionó cada uno de los muebles, la forma en que esta selección se basó en determinadas ideas, etcétera. Otro observador, sin embargo, podría objetar: ¿Por qué han de ser determinantes aquí las ideas? Los muebles fueron hechos por el carpintero, por lo que es a él a quien dirigirle el reconocimiento. Ambos tienen razón, el observador que describe cómo el carpintero hizo el mueble y el otro que sabe lo que pasaba por la mente del donante que encargó al carpintero hacer el mueble. Por tanto, la ciencia natural tiene toda la razón a su manera, sólo que debería encargarse de admitir que son posibles dos puntos de vista bastante diferentes. No se trata aquí ciertamente de rechazar el conocimiento científico de la carpintería, sino de visualizar las ideas según las cuales todo fue formado y realizado, es decir, lo espiritual.

Ahora, sin más preámbulos, me gustaría hablar del interior de la Tierra. Por supuesto, esto sólo puede hacerse de forma esquemática. Como podrán suponer, el interior de la Tierra tendrá un aspecto ligeramente diferente dependiendo de si ésta es observada desde distintas partes de la superficie. Por tanto, sólo es posible una representación esquemática. Para el investigador espiritual, un planeta no es en absoluto el producto muerto que la ciencia natural presenta como tal. Está vivo e impregnado de alma y espíritu, del mismo modo que el cuerpo humano no es únicamente lo que la anatomía nos proporciona. Así como este cuerpo humano está impregnado de alma y espíritu, todo el cuerpo terrenal está impregnado de alma y espíritu. Y del mismo modo que la sangre no es sólo lo que el químico puede reconocer en ella, tampoco ciertas sustancias y capas de materia de nuestra tierra son en absoluto sólo lo que el metalúrgico, el cristalógrafo o el químico pueden reconocer en ellas. Del mismo modo que los nervios no son simplemente lo que se puede reconocer anatómicamente, sino que lo que se puede determinar anatómicamente tiene un significado muy especial como expresión del alma, así también todo lo que compone nuestra tierra corresponde a algo anímico-espiritual.

Además, la investigación física sólo puede penetrar en el interior de la Tierra hasta muy pocos metros de profundidad. Qué poco significan los pocos miles de metros que se pueden penetrar. La investigación natural sólo puede ocuparse de la capa más externa del cuerpo terrestre. En cambio, la investigación clarividente no está sujeta a ciertos límites cuando explora nuestro cuerpo terrestre. De hecho, es posible penetrar en el planeta Tierra hasta su mismo centro. Para la investigación clarividente, la Tierra también se compone de capas, y resulta que estas capas se hacen perceptibles por etapas.

Quienes hayan escuchado las conferencias sobre el Evangelio de Juan recordarán que hay siete etapas en la iniciación cristiana. Éstas consisten, primero, en el lavatorio de los pies; segundo, en la flagelación; tercero, en la coronación de espinas; cuarto, en llevar la cruz; quinto, en la muerte mística; sexto, en la sepultura; séptimo, en la resurrección. De hecho, para cada una de estas etapas de la iniciación surge algo particularmente notable con respecto a la exploración de la tierra, a saber, para cada una de estas etapas de la iniciación una capa de nuestra tierra situada un escalón por debajo resulta ser transparente, de modo que el que ha alcanzado la primera etapa de la iniciación puede ver primero a través de la primera capa de la tierra. Los que han alcanzado el segundo nivel ven a través de una segunda capa que tiene un aspecto completamente diferente. El que ha experimentado la coronación de espinas ve una tercera capa. Luego viene la etapa de llevar la cruz, que hace visible la cuarta capa. La quinta etapa, la muerte mística, abre otra capa. Luego viene la sexta etapa, la de la sepultura. La séptima capa corresponde a la etapa de resurrección, de modo que hay siete capas sucesivas. Luego, más allá de estas siete capas, hay dos capas más del planeta Tierra, una octava y una novena capa del interior de la Tierra, para aquellas otras etapas a las que el hombre se eleva cuando ya ha completado las siete primeras etapas de iniciación, de modo que hemos construido nuestro interior terrestre a partir de nueve capas superpuestas. He dibujado estas capas esencialmente de la misma anchura (ver dibujo); en realidad no lo son, tienen anchuras diferentes. Pero la anchura de las capas nos interesa menos hoy.


Intentaremos describir un poco estas nueve capas sucesivas. La capa superior es aquella en la que está contenido todo lo que es únicamente conocido por la ciencia natural, todo lo que está presente como roca sólida o material para roca sólida. Toda la materia mineral está contenida en esta capa superior, todo lo que forma la corteza sólida de la tierra como materia.

Después viene la segunda capa. Esta difiere exteriormente de la anterior esencialmente en que se encuentra en un estado relativamente blando, líquido. Todo lo que contiene es tal que en ocultismo se llama capa de tierra líquida o blanda. La capa exterior, (la primera capa), se llama tierra sólida o mineral. Todo lo que contiene esta segunda capa de la tierra son cosas de las que la física ordinaria no puede tener ni idea, porque no es posible en un principio crear condiciones en la superficie de nuestra tierra en las que lo que está presente como sustancia dentro de esta capa pueda ser contenido en absoluto. Esto no podría ser contenido en la superficie de la tierra en absoluto, porque requiere la tremenda presión ejercida por la capa superior para mantener unido lo que está contenido en la segunda capa. Si se quitara la capa superior, lo que hay debajo se pulverizaría a una velocidad increíble en el universo entero. Esta es la segunda capa.

La tercera capa se denomina tierra vaporizada. Es una capa aún más difícil de describir que la segunda. Pueden imaginar agua vaporosa. Además de su estado de vapor, está completamente animada. Por lo tanto, tenemos una capa que está esencialmente animada, mientras que las otras dos capas de la tierra, la primera y la segunda, no tienen vida como tal. Sólo la segunda capa tiene una tremenda posibilidad de expansión, una tendencia a fragmentarse. La tercera capa, en cambio, tiene vida presente en cada punto.

La cuarta capa es tal que todas aquellas cosas que están presentes en las tres capas precedentes y que al menos tienen más o menos algo de nuestras sustancias ordinarias, ya no tienen ninguna materialidad como la que se puede encontrar en la tierra. En esta capa, por lo tanto, las sustancias son de tal índole que no son perceptibles a ningún sentido externo. Están en estado astral. Todo lo que existe en las tres capas superiores de la tierra y que, sin embargo, está relacionado en cierto modo con lo que hay en la superficie terrestre, aquí está presente en estado astral. Podemos decir, como dice la Biblia: "El Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas". Llamemos a esta capa la tierra de agua, como también se la llama en ocultismo. Esta tierra acuosa es al mismo tiempo el origen, la fuente primigenia de toda la materia terrestre, de toda la materia exterior, independientemente de que esté contenida en el mineral, la planta, el animal o el ser humano. Esta materia, que todo ser terrestre lleva dentro de sí, está presente en esta tierra acuosa, volatilizada en el astral. Traten ustedes de imaginar que de todas nuestras fuerzas físicas, también están presentes las fuerzas elementales astrales, que estas fuerzas elementales astrales se condensan en lo físico y que estas fuerzas elementales están contenidas en la cuarta capa, en la tierra acuosa.

La quinta capa se llama tierra fecunda. Se le llama así por una razón muy especial. Los científicos naturales o la gente en general se preguntan: ¿Cómo se originó la vida? Esto se discute una y otra vez no sólo en conferencias populares, sino también en escritos científicos. Pero sólo aquellos que son unos diletantes encarnizados, en el ámbito de la investigación espiritual se hacen esta pregunta. Para la investigación espiritual no puede surgir en absoluto la pregunta de cómo se originó lo vivo, sino sólo la pregunta: ¿Cómo se originó lo muerto? Ya he intentado aclararles esto con una comparación. Observen el carbón de hulla: aparentemente no es más que piedra, y sin embargo, si ustedes pudieran retroceder millones de años atrás en la evolución de nuestra tierra, se darían cuenta de cómo lo que hay en la hulla proviene de enormes bosques de helechos carbonizados. ¿Entonces qué es la hulla? La hulla se originó a partir de bosques enteros; el carbón que hoy está muerto estaba completamente vivo.

Si observaran ustedes el fondo marino, hallarían todo tipo de formaciones calcáreas. Si observaran a los animales marinos, verían que estos animales constantemente están segregando cal. Este caparazón calcáreo es lo que queda como material sólido. He ahí de nuevo lo muerto como producto de lo vivo. Si ustedes hubieran desarrollado los órganos suprasensibles de percepción para retroceder correspondientemente en la evolución terrestre, encontrarían que todo lo muerto proviene de lo vivo, que el cristal de roca y el diamante, de hecho todo lo muerto, proviene de lo vivo. En la naturaleza externa, la fosilización es un proceso similar a la formación del sistema óseo en nosotros. Ustedes saben también que existen peces que todavía no tienen un sistema óseo. En los humanos, tampoco encontrarán huesos en estados anteriores, sólo cartílago. Todos los sistemas óseos son una especie de falta de vida incipiente en los humanos. Es el mismo proceso de condensación.

Así es como deben ustedes imaginarse también el cuerpo vivo de la tierra. Todo el cuerpo terrenal es un organismo vivo. Por consiguiente la pregunta correcta es: ¿Cómo surgió lo muerto, lo sin vida? Mientras que preguntar ¿Cómo surgió lo vivo de lo inerte? es una de las preguntas más absurdas porque lo vivo fue primero y lo muerto, lo inerte se separó como petrificación, como endurecimiento. Así que hubo una vez vida en todo nuestro cuerpo terrenal, y la vida que existía entonces, cuando no había materia muerta, era originalmente materia viva. Todavía está contenida en esta tierra fértil. Ésta no vive igual que las cosas anteriores, una vida que es similar a la vida actual. Aquí, en la tierra fértil, existe la vida más primigenia, tal como existía en la superficie de la tierra cuando allí no había nada sin vida. Así es como hemos de imaginarnos la quinta capa, la tierra fértil.

La sexta capa es la tierra ardiente, de fuego. Al igual que la tierra  fértil contiene toda la vida, la tierra de fuego contiene todos los instintos. Contiene todo en sus fuentes originales que es la vida animal, la vida que puede tener placer y sufrimiento. Puede parecerte extraño, pero es cierto que esta tierra ardiente siente en cuanto se expande. Esto se puede observar. Es una capa propiamente sensible de la tierra. Todo lo que está presente en la tierra y ha llenado toda la tierra está presente en ciertas capas. Así como lo muerto se origina de lo vivo, todo lo meramente vivo se origina de lo anímico. Lo meramente vivo no se origina en lo físico. Lo primero es la sensación, el alma, y de ella surge lo físico. Todo lo que es material procede del alma.

La séptima capa se denomina espejo terrestre, también conocido como refractor o reflector terrestre, y por una razón muy especial. Ahora viene algo que tal vez sea lo más difícil de concebir. Para aquellos que no están familiarizados con lo que se llama los siete secretos inconfesables del ocultismo, parecerá grotesco lo que contiene esta séptima capa del interior de la Tierra. En ella se albergan todas las fuerzas de la naturaleza, trasladadas a lo espiritual. Quisiera explicarme de esta manera: Imaginen el magnetismo, la electricidad, el calor, la luz o cualquier fuerza natural, pero trasladada a lo espiritual. Un imán, por ejemplo, atrae el hierro. Se trata de un efecto inorgánico. Imaginen esto trasladado a lo espiritual como si el imán atrajera el hierro por una simpatía interior del alma, e imaginen la conducción eléctrica transformada en lo espiritual-moral como si nuestras fuerzas naturales no fueran fuerzas mecánicas, indolentes, sino que tuvieran efectos morales. Imagínense las fuerzas de calentamiento, de repulsión, de atracción como espirituales y morales, imagínenlas como si quisieran hacer un favor a la gente y tuvieran un sentimiento espiritual. Así es como se imaginan toda la naturaleza primeramente en términos morales.

No obstante ahora ustedes creen que toda la naturaleza es inmoral. Así que todo lo que pueden imaginar como moral en la naturaleza humana, ustedes lo ven como lo opuesto. Entonces tienen lo que aparece en este espejo terrestre. Así que, por ejemplo, allí no hay nada de lo que se llama bueno aquí en la tierra, sino al contrario, allí son más fuertes todos esos efectos que son lo contrario de lo que la gente llama bueno. Tales son las propiedades que tienen los componentes materiales de esta capa de nuestra tierra. Originalmente tenía muchos más, pero cada vez son mejores a medida que se desarrolla la moralidad, de modo que el desarrollo moral de nuestra Tierra significa una transformación de lo inmoral a lo moral completa de las fuerzas en este espejo terrestre. El proceso moral en la sociedad humana tiene importancia no sólo para esta sociedad en sí, sino también para todo el planeta. Se expresa por la transformación de las fuerzas de esta capa en fuerzas morales de la naturaleza. Cuando nuestra raza humana esté tan avanzada que haya producido la más alta moralidad, entonces todo lo que es antimoral en este espejo de la tierra habrá sido superado y transformado en moralidad. Este es el significado de esta séptima capa.

La octava capa del interior de la Tierra recibe diversos nombres. En la escuela pitagórica de la antigüedad, esta octava capa se llamaba el Generador de Números. En la escuela Rosacruz se le llama el Fragmentador. Esta octava capa, que ahora se compone de nuevo de una serie de fuerzas, tiene una propiedad muy peculiar que sólo puede ser descubierta de una manera peculiar. Cuando el estudiante espiritual ha llegado a un grado que sólo se alcanza en la iniciación cristiana después de la resurrección, entonces debe hacer lo siguiente para hacerse alguna idea de lo que aquí sucede. Por ejemplo, él debe tomar una flor y visualizarla mentalmente, luego concentrarse en este lugar dentro de la tierra, como si estuviera mirando a través de la flor hacia este lugar. Entonces todo aparece a través de la flor cien veces y mil veces. De ahí el nombre de fragmentador. Si ustedes toman algo sin forma, como un trozo de madera, no es así. Pero si toman una planta, un animal o incluso un ser humano, les aparecerán en innumerables copias. De forma similar, una obra de arte también se les aparece multiplicada de esta manera. Así que no un mero trozo de materia sin forma, sino una obra de arte, no importa de qué clase sea, con sólo que sea material: eso aparece multiplicado en innumerables ejemplares. Esta es una peculiaridad de esta capa; por eso se la llama el fragmentador o, en la escuela pitagórica, el generador de números, este último porque muestra en múltiples números lo que está presente en la tierra en una sola copia.

Luego viene la novena capa, que rodea directamente el centro de la tierra. Esto es extremadamente difícil de comprender para el hombre de hoy, incluso para el estudiante espiritual avanzado. Sólo se puede decir que se puede tomar conciencia de cómo ciertas partes del interior de la tierra tienen cierta relación con órganos particulares del cuerpo humano y animal. Sobre todo, se encuentran fuerzas que han sido transferidas a la periferia. Se trata de fuerzas cuyo modo de acción es difícil de describir. Están en conexión viva con el cerebro humano y más hacia el interior con las funciones cerebrales humanas. Aún más adentro en esta esfera hay fuerzas que tienen una conexión con las fuerzas reproductoras humanas y animales.

De este modo tenemos la estructura de nuestra Tierra tal como se presenta a la observación clarividente y tal como ha sido enseñada en todas las escuelas ocultistas desde que tales escuelas existen. 
Lo que ustedes encuentran documentado aquí es un misterio que realmente se enseña en todas las escuelas de ocultismo.

Sin embargo, entre las distintas capas existen las conexiones más diversas, del mismo modo que los distintos órganos del cuerpo humano están conectados de las formas más diversas por la sangre y los nervios. Tales conexiones parten del centro en las direcciones más diversas. En particular, dos direcciones de fuerza claramente perpendiculares pasan exactamente por el centro de la Tierra. No son líneas, sino direcciones de fuerza. Además, hay que tener en cuenta muchas otras direcciones. Es importante considerar los siguientes hechos. Si buscamos a través de la capa superior, la encontramos perforada por una cavidad dentro de esta capa más externa. Esta cavidad está conectada por una especie de canal a la quinta capa, que se llama la tierra de la fecundidad.

Cuando se trata de una catástrofe natural como lo puede ser una erupción volcánica, intervienen las capas más profundas de la tierra, que he dibujado aquí. Esto se aplica tanto a las erupciones volcánicas como a los temblores de tierra. El material de las capas superiores se pone en movimiento por las fuerzas que emanan de la tierra fértil hacia la cavidad que he mencionado. Se trata de efectos que se originan esencialmente en la quinta capa del interior de la Tierra. Sin embargo, lo que llamamos la tierra ardiente también está implicada, en el sentido de que se vuelve agitada. En realidad está en un estado constante de agitación, pero se vuelve particularmente agitada en momentos en que se producen fenómenos anormales como terremotos o erupciones volcánicas. Ahora bien, esta tierra fértil es aquella de la que ha surgido toda la vida en relación con todos los seres vivos. La tierra ardiente, sin embargo, está relacionada con lo que siente, con lo que experimenta placer y sufrimiento, con el alma inferior, sus pasiones e instintos.

Sólo puedo arrojar unos pocos rayos de luz sobre toda la gran área, unas pocas cosas que pueden iluminar la conexión entre lo que está sucediendo en la tierra y la agitación de la tierra ardiente y fecunda. Cuando el ser humano actual de nuestra tierra fue fecundado por primera vez con un alma superior y comenzó a ser un ser humano, todavía actuaban poderosos impulsos bajo la influencia de la tierra ardiente y fecunda. Todo esto tempestad y furia de una manera completamente diferente de lo que puede ser el caso hoy. La humanidad de los tiempos de la raza lemúrica, estaba en un poderoso estado de actividad. Todo este continente de Lemuria, que se extendía en la zona comprendida entre las actuales Australia, Asia y Sudáfrica, fue destruido por erupciones volcánicas, por una fuerte furia del elemento fértil y ardiente de la tierra. Esto estaba relacionado con lo que ocurría en las personas de aquella época, que aún vivían totalmente en los instintos y los impulsos. En aquella época todavía existía una íntima conexión entre los impulsos, deseos y pasiones y las fuerzas de la actividad volcánica. El fin del continente de Lemuria fue provocado por el egoísmo grandioso de las últimas razas lemúricas, que practicaban una magia negra de la que hoy ya no podemos tener ni idea.

Asimismo, el hundimiento de la Atlántida, aquello que se describe como el Diluvio, está vinculado a la moralidad de los pueblos atlantes. Pero de todo esto sólo quedan vestigios. No obstante, hasta cierto punto podemos probar una conexión real entre la vida humana y tales fenómenos de la naturaleza. Sin embargo, hay que ser extremadamente cuidadoso a la hora de probar tales conexiones, porque, por supuesto, las fantasías pueden colarse fácilmente aquí. Por lo tanto, sólo debe basarse en hechos investigados ocultamente. Los ocultistas intentan establecer qué ocurrió durante la erupción del Vesubio en el año 79 d.C., el terremoto de Calabria, el terremoto en tiempos de Cristo o el terremoto de Lisboa en 1755. En estas catástrofes naturales perecieron un gran número de personas. Las personas que perdieron la vida no tienen por qué haber sido culpables en sus vidas anteriores. Pero forma parte del karma de las personas afectadas el que sufrieran esta perdición. Esa es una de las razones por las que se está investigando el karma de los que perecieron. El otro es el siguiente: En los manuales teosóficos encontrarán a menudo el Kamaloka y el Devacán descritos de tal manera que parecen ser simplemente una consecuencia, un efecto de la vida anterior en la tierra. De hecho, sin embargo, los muertos siguen teniendo un efecto en esta vida terrenal. Los muertos desempeñan un papel en los cambios que se producen en la Tierra, en los fenómenos culturales y naturales. Imagínense que ustedes nacieron en los primeros años del cristianismo y de nuevo ahora en la época actual. La fauna y la flora de Europa han cambiado enormemente. Muchas especies animales y vegetales se han extinguido y han sido sustituidas por otras. Todo esto no se explica desde un punto de vista sobrenatural en el sentido de la investigación espiritual, sino que las fuerzas que tiene el hombre cuando no está en el cuerpo, -como en el caso de los muertos-, trabajan realmente con las fuerzas de la naturaleza, de modo que la gente trabaja en su vida futura con las fuerzas que se encuentran en Devacán o Kamaloka. Si ahora se encuentran animales diferentes de los que había hace miles de años, éstos han surgido gracias a la cooperación de los seres humanos. En cierto modo, las personas fallecidas participan en lo que llamamos fuerzas naturales. Ellos están constantemente implicados en la transformación de la naturaleza, de modo que a menudo podemos ver en los fenómenos de la naturaleza la expresión de lo que los muertos han aportado a este mundo.

Las erupciones volcánicas y los terremotos no son tan simples. Sin embargo, tienen algo que ver con las personas que aún no se han reencarnado. Están muy claramente relacionados con las almas que han de encarnarse, en el momento en que se produzcan tales terremotos. Como ocultistas tenemos, por tanto, dos tareas que resolver, en primer lugar la cuestión de qué ocurre con las personas que perecen en los terremotos, y en segundo lugar la cuestión de qué tipo de personas nacen en el momento del terremoto para descender a esta tierra visible. Ambas investigaciones dan una imagen de la conexión entre los cataclismos y lo que tenemos que observar como moral e intelectualmente dentro de la humanidad.  Resulta que las personas que perecen en un acontecimiento tan estremecedor, aparte de todas sus demás disposiciones kármicas, se unen por hechos de naturaleza kármica con las almas del lugar donde se produce un terremoto. Todas las almas que perecen a consecuencia de tales sacudidas encuentran así la posibilidad de superar un punto final que todavía se encuentra en el camino de su karma, para convertirse de materialista en idealista y llegar a la comprensión de lo espiritual.

Los nacidos en tales circunstancias, por otra parte, son extrañamente almas que sienten cierta atracción por los impulsos, los instintos y las pasiones y que nacen verdaderos materialistas. Los que nacen bajo la influencia de tal acontecimiento se convierten en materialistas, y sobre todo en prácticos, los que lo son en la vida con respecto a su moral. La fuerza de la naturaleza está relacionada con lo que los hombres desarrollan como su poder en Devacán, y las fuerzas que aparecen como la reacción de la capa de la tierra ardiente y fecunda en tales catástrofes tienen una referencia interna con tales almas que están destinadas a tener una disposición práctico-materialista en la próxima vida. Así pues, las almas nacidas bajo los auspicios de erupciones volcánicas son en realidad personas materialistas e incrédulas, aquellas que no quieren saber nada de una vida espiritual.

Estos son los dos hechos que realmente se pueden afirmar, para que se pueda ver fácilmente a partir de ellos cómo progresará el desarrollo de la tierra en esta dirección: Cuanto más se aleje el materialismo real, menos catástrofes de este tipo ocurrirán realmente en nuestra tierra. Pues existe esta atracción entre el materialismo y lo que hay en la capa de tierra ardiente y fecunda, de modo que nuestra tierra se volverá más tranquila y armoniosa en la misma medida en que la humanidad se libere del materialismo.


Pero ahora, ha habido un desarrollo extraño con respecto al materialismo en los últimos siglos. Ustedes saben que he subrayado repetidamente que la Edad Media era más espiritual que nuestra época. La mayoría de la gente, al menos dentro de Europa, se sentía más espiritual. Los tiempos modernos con el auge del materialismo trajeron numerosas erupciones volcánicas. El Vesubio es el único volcán del continente europeo que sigue activo. Comparen ustedes el número de erupciones del Vesubio: se registraron erupciones especialmente graves en los años 79, 203, 472,512, 652, 982, 1036, 1139 1872, 1885, 1891 1906.

Que cada cual saque de estas cifras lo que quiera. Sólo puedo subrayar que la popularización de las enseñanzas ocultistas surgió por razones mucho más profundas de lo que la gente suele creer. Quienes la iniciaron sabían perfectamente lo que iba a suceder, a saber, un intenso desarrollo espiritual de la humanidad en armonía con los grandes procesos cósmicos. Para el profano, todas las grandes y amplias ideas que se han formulado en el movimiento científico-espiritual, no sólo sobre los acontecimientos humanos sino también sobre los acontecimientos mundiales, pueden parecer insignificantes. Aparentemente se trata de una doctrina, pero en realidad se trata de algo de inmensa profundidad e importancia para todo el cosmos.

Son cosas que hay que remarcar una y otra vez. Así que, una vez más, he intentado, para aquellos que están un poco acostumbrados a recibir comunicaciones espirituales de una manera adecuada al asunto, tratar algo que, por lo demás, casi nunca se plantea tan fácilmente, ni siquiera en nuestro movimiento teosófico. Me he esforzado en señalar algunos puntos relacionados con los misterios más profundos del ocultismo. Resultan adecuados para hacer que sucesos como los que hemos vivido en los últimos días parezcan moralmente comprensibles de un modo interior. Por supuesto, hay una cosa que siempre hay que tener en cuenta. Cuando se consideren conexiones tan amplias, hay que tener cuidado con cualquier fantasía que se pueda asociar a tales cosas. Sólo puede ser considerado aquello que puede basarse en los buenos métodos que se han probado no sólo durante miles de años, sino desde la aparición del ocultismo. Aquello que realmente tiene su origen dentro de la iniciación, aquello que tiene acceso a tales secretos, y sólo aquello que está basado en una investigación real puede ser considerado aquí. Lo que les he dicho hoy sobre el significado de tales acontecimientos se basa en investigaciones reales: su significado tanto para el ser humano que perece como para el ser humano que nace en el momento de estos acontecimientos, que se ve así obligado por su propio impulso a encarnar. Son conexiones que nos permiten ver en profundidad la naturaleza humana.

El ocultista no debe rehuir hablar de lo increíble. Y por eso me gustaría concluir contándoles algo increíble, pero que ciertamente ha sido investigado. Durante la famosa erupción del Vesubio, que sepultó Herculano y Pompeya en el año 79, ocurrió algo extraordinario. Es bien sabido que el famoso escritor romano Plinio el Viejo pereció. Es sumamente importante seguir su destino oculto, pero en nuestro contexto actual no nos ocuparemos de su karma individual, sino de otra cosa. Todos ustedes saben lo que se entiende por "Crónica Akáshica". Ustedes saben que con la ayuda de los Registros Akáshicos es posible retroceder hasta ciertos puntos en el tiempo, incluyendo la época de la primera erupción del Vesubio. Aquí hay algo extraño. A lo largo de la conferencia les he hablado de la peculiaridad de la octava capa, que se denomina fragmentador o generador de números. Esta capa es también de gran importancia para el cuerpo físico del hombre. Lo que normalmente se llama cuerpo humano perece física y materialmente después de la muerte. Éste se disuelve en las capas superiores de la tierra, pero no la suma de fuerzas que hacen que el cuerpo físico mantenga su forma. Esto lo pueden ustedes encontrar en la séptima capa, la llamada tierra espejo. Así que cuando se graba en los Registros Akáshicos el momento en que una persona acaba de morir en la tierra y luego se rastrea el paradero de los miembros de su ser individual, verán cómo el cadáver físico perece, pero cómo la forma física puede encontrarse como permanente en el espejo terrestre, en la séptima capa. Allí se almacenan las cosas que se pueden investigar en los Registros Akáshicos. De hecho, se trata de una especie de depósito para las formas que permanecen. La materia perece, pero la forma queda preservada.

Si a continuación siguen tal forma humana preservada, verán que permanece durante un tiempo en esta séptima capa. En efecto, entonces se fragmenta en la octava capa, el fragmentador o generador de números. El resultado es realmente exactamente lo que les he descrito antes para la mera observación de la flor. Este cuerpo moldeado de un ser humano les aparecerá fragmentado muchas veces. Luego reaparecerá en la construcción de seres humanos posteriores. Así pues, tengan en cuenta que el ser humano, tal como vive entre nosotros, no sólo tiene su individualidad, su ser más íntimo; también lleva dentro de sí a otras formas de seres humanos, en el centro de su cuerpo. Y, en efecto, es posible mostrar la influencia que la forma corporal fragmentada de Plinio ha tenido en el pensamiento de los científicos naturales materialistas que han absorbido esta forma fragmentada.

Así de misteriosas son las conexiones que se nos presentan cuando penetramos en la constitución de la tierra. Ahora se darán cuenta de que, en cierto sentido, el mundo exterior, la estructura de nuestros cuerpos, también depende kármicamente de tales acontecimientos anteriores. Un acontecimiento como la muerte de Plinio repercute en la estructura de los cerebros posteriores, no en las almas, sino en las formas corporales. Se trata de procesos especialmente sutiles que son muy importantes si queremos comprender las conexiones entre los seres humanos y la Tierra.

Entre los secretos de los Rosacruces, de cuya profunda sabiduría ya les he hablado antes, se encontraban conocimientos del tipo que hoy comparto con ustedes. Los Rosacruces no consideraban la tierra como un bulto sin vida, como hacen los científicos naturales modernos. Goethe, el gran poeta y teósofo, también sabía que la tierra no es algo muerto y sin vida. No se trataba de una expresión poética, sino de una imagen para una realidad espiritual cuando Goethe dejó que hablara el espíritu de la tierra:
En las mareas de la vida, en la tempestad de la acción
Subo y bajo en oleadas
Me agito de un lado a otro
El nacimiento y la tumba
son un mar eterno,
Un entramado cambiante,
Una vida candente,
que voy tejiendo en el apresurado telar del tiempo
para hacerle el manto viviente a la Divinidad.

Para Goethe, esta tierra era el ropaje exterior de los poderes divinos. Hoy quería describirles algunos de sus trabajos.

Traducido por J.Luelmo may,2024