La
estatua de la diosa en Sais en Egipto :
Yo soy la que fue, la que
es y la que será; ningún mortal ha levantado mi velo".
Novalis,
Paralypomena :
" A uno le ocurrió; levantó el velo de la
diosa en Sais. ¿Pero qué vio? Se vio, maravilla de las maravillas,
a sí mismo. "
Novalis, Los discípulos de Sais:
"
Y si, según esa inscripción de allí, ningún mortal levanta el
velo, deberemos pues procurar ser inmortales; quien no quiera
levantarlo no es un verdadero discípulo de Sais".
Leonardo
da Vinci, en su Anatomía :
" Y el hombre es el modelo de
todo el mundo".
El hombre
es un microcosmos, su organismo una copia de ese gran organismo
universal que es el macrocosmos. Quien quiera conocer las realidades
que distinguen a las personas vivas de sus cadáveres, debe
contemplar el organismo vivo, no sólo como una unidad cerrada, sino
sobre todo desde este punto de vista : que en él viven también las
mismas fuerzas formativas etéricas que hacen surgir los procesos
orgánicos y los fenómenos vitales en el resto del cosmos exterior
al hombre; sobre todo debe aprender a comprender la relación
recíproca que existe entre los grandes ritmos del mundo etérico
circundante y el mundo interior humano ; Y también debe descubrir
cómo la arquitectura cósmica viviente, a través de la cual estas
fuerzas formativas han producido la evolución del macrocosmos, la
génesis y el mantenimiento del organismo terrestre, alcanza
finalmente en la arquitectura del Organismo humano un grado de
terminación que no sólo sitúa y mantiene al hombre en un estado de
armonía con el proceso macrocósmico, sino que en él se esfuerza
por una ascensión superior a la ya alcanzada en la evolución
precedente.
El cuerpo humano debe entenderse también como un
organismo, y no de forma abstracta o por meros cálculos mecánicos.
Únicamente, debido a que la ciencia natural ha emprendido el
traslado a la investigación de los procesos orgánicos de los
pensamientos y métodos ensayados sobre la materia muerta, se ha
visto obligada hasta ahora a detenerse en el umbral de una
comprensión de los fenómenos de la vida respecto a los cuales, como
dice Lenard a partir de tan amarga experiencia: "el investigador
de la Naturaleza, con sus concepciones, que en otras partes le han
guiado tan notablemente, no tiene nada que decir."
Un
punto de inflexión en esta renuncia en lo que respecta a la
comprensión está marcado por aquella enseñanza relativa al triple
sistema del organismo humano, tal como fue iniciada por el Dr. Rudolf
Steiner en su obra "Von Seelenrätseln "
y tal como ha sido desarrollada posteriormente por él en los
detalles más concretos como método para la investigación de los
organismos. Puesto que aquí hemos de considerar el proceso mundial
principalmente desde el punto de vista etérico, esta enseñanza
relativa al triple sistema del organismo humano sólo puede
introducirse en la medida de lo posible dentro de estos límites;
pero se remite al investigador para su discusión más profunda,
especialmente a la disertación notablemente completa del Dr. E.
Kolisko, en la revista mensual " Die Drei " (agosto de
1921), y en otros lugares.
Al
considerar el organismo terrestre, hemos visto que las fuerzas
formativas etéricas en éste están sistematizadas en una polaridad
de tal manera que en un polo el éter calórico es principalmente
activo y en el otro polo el éter vital, mientras que entre los dos
polos el éter químico y el éter luminoso actúan en procesos
rítmicos. Una polaridad similar se muestra ahora en las actividades
de las fuerzas formativas etéricas en la arquitectura y los
fenómenos vitales del organismo humano. En efecto, hemos podido
demostrar -superando la exigencia de los investigadores de la
radiactividad, los profesores St. Meyer y E. von Schweidler- que la
totalidad de los fenómenos vitales del cuerpo humano sólo se
comprenderá de acuerdo con la realidad cuando percibamos las fuerzas
etéricas que actúan dentro del cuerpo físico -que sólo incluye
las sustancias inanimadas- y cuando concibamos la suma total de las
fuerzas formativas etéricas que pertenecen en cualquier momento a un
determinado organismo humano como el "cuerpo etérico."
Ahora puede demostrarse fácilmente que, tanto filogenética como
ontogenéticamente, la génesis del organismo humano radica en una
agrupación polar de las fuerzas formativas etéricas, que están en
la base de la estructura del "cuerpo etérico" del hombre
actual, y que también tienen como resultado natural inevitable la
estructura actual del cuerpo físico humano.
El
"cuerpo de éter" del hombre, que da forma y mantiene su
organismo físico, tiene por tanto la siguiente estructura de base:
Cuerpo
físico y estructura básica del cuerpo etérico del ser humano
|
Fig. 12 |
De esta
forma, vemos principalmente las fuerzas formativas del éter vital en
el polo superior y en el polo inferior principalmente las del éter
calórico; entre ambos, el éter luminoso y el éter químico en
alternancia rítmica. Ahora consideraremos en detalle el cuerpo
físico como resultado de esta estructura etérica. Si investigamos
el cuerpo físico en su sistematización orgánica, nos convenceremos
de la presencia de tres sistemas englobados en este organismo: el
sistema nervioso-sensorial, el sistema rítmico y el sistema
metabólico y de las extremidades. El sistema nervioso-sensorial, por
supuesto, se extiende por todo el cuerpo, pero tiene su punto de
partida y su órgano principal en la cabeza humana; allí, en el
cerebro, está el foco de la vida anímica consciente y despierta;
allí están centralizados los principales órganos sensoriales que
caracterizan al "hombre". Este polo -que, por lo tanto,
puede llamarse también el polo de la conciencia del organismo
humano- se caracteriza, sin embargo, también por el hecho de que en
este polo se ha producido la mayor acumulación de sustancia mineral
dentro del organismo. En la masa ósea de la cabeza el organismo ha
reunido un máximo de sustancia sólida y un mínimo de sustancia
blanda -es decir, de sustancia móvil y cambiante- de una manera que
no se encuentra en ninguna otra parte del organismo. - La cabeza
humana, el polo de la conciencia del organismo, es al mismo tiempo el
polo de mayor concentración de sustancia mineral sólida.
Recordemos
ahora cómo hemos podido seguir las fuerzas formativas del éter
vital dentro del organismo terrestre, y cómo éste provocó la
formación y la centralización de la sustancia sólida en las
esferas minerales de la tierra, produciendo así el estado de
sustancia más elevado hasta ahora alcanzado filogenéticamente, y
cómo, por otra parte, actuó como una fuerza o corriente libre, no
ligada a la sustancia dentro del organismo terrestre en relación
alterna con los fenómenos de la conciencia. De manera análoga, el
éter vital se manifiesta ahora en el organismo humano en una
actividad similar. Es decir, en el polo superior, la cabeza humana,
donde tiene su foco, revela su tendencia mineralizadora en la elevada
acumulación de sustancia ósea, y por otra parte en el hecho de que
en este polo se centraliza también el órgano más importante para
la actividad de la conciencia humana. (Ilustración, 12.)
El polo
opuesto dentro del organismo humano es el polo metabólico, que
-aunque también funciona naturalmente a través de todo el
organismo- tiene su punto central en las partes inferiores del
organismo, ya que el estómago y los órganos digestivos y
eliminatorios asociados son los principales agentes del proceso
metabólico. Ahora bien, el hecho de que estos procesos metabólicos
sean principalmente procesos de combustión, nos muestra que en este
polo inferior la fuerza etérica del éter calórico es
predominantemente activa. (Ilustración, 12.)
Entre los dos polos
-el polo superior, donde el éter vital muestra su tendencia
mineralizadora en la construcción de la dura estructura ósea de la
cabeza, y el polo inferior, donde los procesos de combustión del
éter calórico tienen su punto de enfoque más importante- se
encuentra en el medio el sistema rítmico del organismo humano, tal
como se manifiesta en la respiración y el proceso circulatorio, que
ha creado sus órganos centrales en los pulmones y el corazón, cuyos
ritmos encontraremos que son causados por el éter químico y el éter
calórico.
La sistematización interna de la organización humana
revela un paralelismo aún mayor con los fenómenos del organismo
terrestre: la polaridad entre la "llama fría" y la "llama
caliente". Al considerar la teoría de la luz (cap. VII) hemos
aprendido a reconocer dos tipos de luz: la "luz pura", de
la que la radiación en el organismo terrestre desde el cosmos y
algunos fenómenos dentro del organismo terrestre son ejemplos
característicos (el fósforo, por ejemplo); y la "luz
calorífica", que está ligada al proceso de combustión -es
decir, a la actividad del éter calórico- y que, por su relación
con la sustancia del mundo ("O2" en lugar de
"O3"), se opone polarmente a la luz pura cósmica
y terrestre. Esta polaridad entre la luz pura y la luz calorífica es
característica del organismo humano, así como del organismo
terrestre: en el polo metabólico, que media nuestra relación con
las sustancias del organismo terrestre, encontramos la llama cálida;
en el polo de la conciencia, la llama fría.
Con los
términos llama fría y cálida se indica, en primer lugar, que en el
polo superior del hombre el cuerpo etérico desarrolla una
fuerza-actividad del tipo que nos encontramos en otros lugares en la
luz pura; y en el polo inferior, por el contrario, predominantemente
una fuerza-actividad como la que nos encontramos en la luz del calor
en el caso de otros fenómenos en el organismo terrestre. Además, en
la base de esta polaridad se encuentran todavía otras realidades
cuya explicación nos llevaría aquí demasiado lejos. (Meister
Eckhart dice: "El hombre tiene la imagen de Dios en su
extremidad superior, donde brilla sin interrupción"). Hemos
visto en el capítulo anterior que la evolución del germen comienza
con una polaridad de funciones: es decir, una separación en dos
capas germinales, a partir de las cuales los instrumentos de los
sentidos se desarrollan a partir de la capa germinal externa y los
órganos metabólicos a partir de la capa interna. Hemos visto
además, al considerar el proceso de la herencia, y al explicar la
predisposición primordial, la "célula de especie" o
"célula germinal", que es el cuerpo etérico el que
determina el Plan y lo lleva a cabo en el organismo en evolución.
Así como las funciones de las capas germinales se sistematizan
polarmente en el proceso embrionario, también las funciones en el
organismo en crecimiento se centralizan en dos polos: el polo de la
conciencia en la cabeza, que constituye el centro de los procesos
nerviosos-sensoriales y también el principal campo de acción del
éter de vida (“llama fría ") ; y por otra parte el polo
metabólico en la parte inferior del hombre, el principal campo de
acción del éter calórico “llama cálida "). Si se sigue
así la metamorfosis del organismo en evolución a través de las
fuerzas de construcción de órganos del cuerpo etérico, desde el
estado embrionario hasta el organismo completamente formado, se
comprenderá la dinámica viva de las fuerzas formativas. Entonces se
comprende la realidad de los fenómenos de la vida.
Dado que esta
polaridad entre llamas cálidas y frías en el organismo humano es de
importancia decisiva para una comprensión esencial de los fenómenos
de la vida y de los fenómenos de la conciencia en este organismo,
debe situarse en el futuro en la base misma de la investigación
biológica, aunque una explicación completa de todas las
profundidades de su naturaleza no sea posible en nuestros días.
Si
ahora seguimos en detalle las actividades de las fuerzas formativas
etéricas dentro del organismo humano, obtenemos el siguiente cuadro,
que será completamente confirmado por los hallazgos de la anatomía
moderna.
Cuando encontramos el éter vital activo en la tendencia
solidificadora y mineralizadora en la cabeza, el éter lumínico y el
éter químico en su acción rítmica en el elemento del aire
(respiración) y del líquido (circulación de la sangre) en el
sistema rítmico, y el éter calórico en los procesos de combustión
en el sistema metabólico, estamos tratando -como hemos dicho- con
los puntos focales de su actividad intensificada dentro del triple
sistema del organismo humano, cuya estructura ya hemos visto esbozada
en las funciones polares de las capas germinales. Naturalmente, sin
embargo, las diversas fuerzas formativas etéricas aparecen en menor
concentración también en las otras partes del organismo humano. La
estructura del sistema óseo del hombre, por ejemplo, es una prueba
de peso de este hecho.
Si
consideramos el armazón óseo, tal y como ha llegado a existir a
través de la solidificación de los estados orgánicos, se verá que
está en su máxima distribución en la cabeza, apareciendo en menor
grado en el sistema medio de la columna vertebral y las costillas,
mientras que finalmente en el sistema inferior, donde hay la mayor
proporción de sustancia blanda, está muy reducido y retraído hacia
el interior. Es interesante para quien observa vital y orgánicamente
determinar cómo en el entramado óseo la figura de lemniscata, la
figura 8, aparece en el mayor número de variaciones. Esto es más
conspicuo en el sistema medio, donde el armazón óseo en la parte
posterior rodea muy estrechamente la médula espinal, mientras que en
la parte anterior abraza el pecho y los pulmones en arcos más
amplios en forma de costillas, de modo que la estructura ósea en su
conjunto describe la figura 8, la lemniscata.
|
Ilustración 13: la médula espinal |
Si seguimos la metamorfosis de esta forma -en el sentido de Goethe- hacia el polo superior y el inferior, descubriremos un nuevo cuadro. El Dr. Eugen Kolisko lo describe vívidamente como sigue: "Si imaginamos que la envoltura del sistema nervioso espinal, el arco posterior de la lemniscata, o figura 8, se ensancha cuando su contenido, la médula espinal, se hincha y se convierte en el cerebro, aparece entonces la forma esférica-globular del cráneo. En la cabeza, el armazón óseo está conformado según tal principio esférico. Es la carcasa del sistema nervioso. De esta manera también, sale a la capa externa, presionando el músculo y tocando la piel. Se convierte en una cota de malla ósea externa en lugar de de un sistema de soporte (el sistema facial es realmente sólo un apéndice del cráneo). Por otra parte, se elimina la parte delantera de la figura 8. La parte posterior presiona hacia el frente al construirse. La lemniscata se vuelve esférica".
(En la
cornamenta y los cuernos de muchos animales todavía vemos residuos
de el arco abierto hacia adelante del 8 que está completamente
formado en el caso del hombre sólo en el sistema medio en las
costillas, y por el contrario no está presente en la cabeza).
Si
descendemos más, las costillas se curvan cada vez más; el arco que
forman se ensancha cada vez más, hasta que ya no puede cerrarse
sobre sí mismo; lo que abarca en anchura lo pierde en longitud, de
modo que las costillas ya no llegan al esternón; se separan y
apuntan más hacia abajo. La parte posterior del arco, en lugar de
expandirse como ocurría antes, disminuye, junto con su contenido la
médula espinal, que se vuelve cada vez más delgada. La continuación
de la médula espinal se adentra en las extremidades inferiores en
cuya dirección radial -perpendicular a la tierra- gira ahora todo el
esqueleto. Aquí el arco posterior ha desaparecido; el arco anterior
ha girado hacia abajo unos 90 grados y se ha colocado en la dirección
de la gravitación. Este principio estático-dinámico puede llamarse
principio radial. El armazón óseo se ha replegado hacia el
interior; cumple en su totalidad la función de soporte; los músculos
lo rodean y está incrustado en la parte más interna del tejido
permeable a la vida; en resumen, se encuentra en una relación polar
a la forma en que se manifestaba en la cúpula del cráneo. Así, el
sistema óseo es en un caso el opuesto polar de lo que es en el otro.
Así, en este sistema orgánico vemos la triple sistematización del
hombre
confirmada en sus tres tipos de forma".
|
Ilustración 14: la lemniscata; el 8 |
Para que
no olvidemos nunca que el hombre, como ser que vive dentro de las
leyes generales del macrocosmos, es modelado en su organismo por las
mismas fuerzas formativas etéricas que también están activas en la
estructura orgánica del cosmos, recordemos aquí que las formas de
los movimientos de los distintos planetas conforman en realidad
lemniscatas. El Dr. Rudolf Steiner ha señalado estas relaciones en
detalle en uno de sus cursos de conferencias científicas. También
aquí -como en la colocación de las hojas en el eje principal de la
planta (pág. 165)- la comprensión del organismo humano se
enriquecerá recurriendo a las esferas etéricas planetarias (cap.
Ill) mediante la comprensión y comparación de los procesos
cósmicos, y viceversa.
Las formas descritas por los movimientos
planetarios en el océano etérico del macrocosmos son lemniscatas o
variaciones evidentes de esta forma básica. El profesor J. Plassmann
da en su " Himmelskunde "* la siguiente representación
geométrica de las órbitas planetarias, en la que, como dice (p.
153) : "El sistema heliocéntrico de Copérnico representa los
cursos aparentes de los planetas tan bien como lo hace el sistema
geocéntrico llamado de Ptolomeo".
Todas las órbitas
planetarias describen variaciones de la forma básica de la
lemniscata.
En las esferas etéricas en las que han tenido lugar
estos movimientos macrocósmicos, planetarios, se ha producido
igualmente la génesis del organismo humano y éste, por tanto, ha
mantenido su forma básica estamparse por las leyes de ese océano de
éter en el que ha evolucionado.
Pasemos ahora del sistema óseo
mineral, que ha alcanzado su mayor desarrollo en la cabeza humana, al
sistema rítmico de la respiración, la circulación sanguínea, etc.
Aquí entramos en un terreno totalmente nuevo para la investigación
científica, ya que hasta ahora ha sido imposible explicar las
verdaderas causas de los ritmos de la respiración y de la
circulación de la sangre, ya que estos procesos sólo pueden
explicarse a fondo por medio de la naturaleza de lo etérico, es
decir, a través de la actividad del "cuerpo etérico" del
organismo terrestre y del organismo humano. La observación exacta de
los fenómenos más importantes dentro del organismo terrestre nos ha
proporcionado como ayuda para una visión de este asunto el siguiente
material. Los grandes ritmos del organismo terrestre -tal como se
expresan en las más diversas esferas en la "doble onda de la
presión barométrica" y en el ascenso y descenso del agua en el
mundo vegetal, en una alternancia rítmica de gradiente de potencial,
inducción, emanación, etc.- hemos podido explicarlos como los
resultados de un proceso rítmico de respiración del organismo
terrestre (cap. Ill), por el cual, principalmente en los estratos
inferiores de la atmósfera, el éter químico y el éter lumínico
actúan recíprocamente entre sí.
Representación
geométrica de las órbitas planetarias
|
El movimiento en el sistema copernicano visto geométricamente (según Plassmann. |
|
Ilustración 15: Movimiento epicicloidal de Júpiter y Saturno (según Plassmann). |
|
Ilustración 16: Movimiento epicicloidal de Marte (según Plassmann). |
Hemos
podido demostrar, además, que la respiración normal del organismo
humano está en cierta relación temporal con la respiración del
organismo terrestre y con los ritmos macrocósmicos; es decir, que
25.920 respiraciones normales de un hombre equivalen a una
respiración del organismo terrestre, y que se requiere un número
equivalente de años para el paso del sol en el solsticio de
primavera a través de los signos del zodíaco. Si consideramos más
de cerca estas dos fuerzas que están en rítmica interacción mutua,
descubrimos que el éter lumínico es una fuerza expansiva, el éter
químico una fuerza contractiva, como hemos podido confirmar por
varios fenómenos (Cap. Il). A través de este hecho, el proceso de
la respiración humana se explica fácilmente: La expansión y la
contracción de los pulmones humanos, y así también la inhalación
y exhalación rítmica del aire, son el resultado de la acción
rítmica alternada de una fuerza formativa etérica expansiva y otra
contractiva del cuerpo etérico humano: el éter lumínico y el éter
químico. (ver ilustración 12.)
Introduzcamos
aquí en la explicación otros dos fenómenos a los que ya nos hemos
referido: la forma triangular (éter lumínico) y junto a ella la
forma semiesférica (éter químico) de la condensación del aliento
humano (Diagrama, p. 223), y la forma análoga en la esfera de éter
lumínico y en la esfera de éter químico del organismo terrestre
(granizo, condensación de nubes, etc.: diagrama, p. 226). Y
recordemos lo que se ha dicho con respecto a la génesis del fenómeno
del tono (Cap. IX) : es decir, que el tono audible surge de un
conflicto entre el éter lumínico y el éter químico para* una
condensación y rarefacción de la sustancia, el aire. El mundo del
tono que el organismo humano vivo produce en el canto y el habla
requiere los órganos de la laringe y los pulmones para su
producción, y pertenece por lo tanto al sistema rítmico del hombre,
y por lo tanto a la misma parte de su cuerpo etérico en la que el
éter lumínico y el éter químico, que producen los fenómenos del
tono, son activos.
Una de las distinciones en el reino de la
Naturaleza que se relaciona con el ser más profundo de las cosas en
el cosmos, es la que existe entre las criaturas vivientes que pueden
producir tono desde su ser interior y las que no pueden producir
ningún tono de este tipo. Así, el reino mineral, el reino vegetal y
la mayor parte de los animales de sangre fría son iguales en la
incapacidad de producir cualquier tono desde el ser interior;
mientras que, por el contrario, los animales de sangre caliente y el
hombre pueden producir tales tonos desde el interior. Sin embargo, es
el habla, más que cualquier otra cosa, lo que sitúa al hombre en la
cúspide de los reinos visibles de la Naturaleza, ya que el habla se
ha convertido para él en la importancia más decisiva para la
formación de sus conceptos y, por tanto, para la evolución de la
conciencia.
Nuestras palabras, que resuenan desde nuestro
interior, que pronunciamos, están en la base de nuestros
pensamientos, y son la forma de expresión de nuestros pensamientos.
Estas formas de expresión de nuestros pensamientos llenan el
espacio, ya que propagan sus ondas por medio del éter sonoro en el
espacio que nos rodea. Ahora bien, sólo quien no pueda pensar
valientemente hasta una conclusión se negará a reconocer que es un
asunto de importancia para la evolución del cosmos que la estructura
etérica del espacio que nos rodea sea puesta en vibración por
nuestras palabras que expresan nuestros pensamientos, en cuyo proceso
un real interior forma un exterior; que es un hecho de gran
importancia que en la esfera espacial, que sabe que está llena de
éter mundial, estén presentes seres vivos capaces de enviar
vibraciones sonoras individuales desde su interior a este éter
mundial que llena el espacio, modificándolo así. Si no existieran
tales seres vivos, la situación sería muy diferente.El horizonte de
nuestro entendimiento en referencia a estas cosas es,
desafortunadamente, muy restringido en la actualidad. Sin embargo,
las antiguas escuelas de misterio de Oriente y Occidente conocían la
tremenda fuerza y acción que residían en ciertas palabras y
combinaciones de palabras, e hicieron uso de este conocimiento.
En
nuestra época de intelectualismo abstracto se ha perdido el
conocimiento de la acción de estos sonidos sobre los mundos
asociados y circundantes, porque hemos perdido el contacto interior
con el verdadero ser del habla, de la "palabra" en sí
misma, ya que ésta aún residía en el habla primitiva. Este hecho
se basa en las necesidades más profundas de la evolución humana,
pero las épocas que seguirán a esta era materialista podrán,
incluso se verán obligadas, a reencontrar la comprensión del ser de
la "palabra" y de su acción si desean avanzar en su
investigación hasta el principio del mundo, por una parte, y hasta
su meta y el fin del mundo, por otra. A partir de una comprensión de
estas relaciones llena de sabiduría, el Evangelio de San Juan
comienza con la expresión: "En el principio era la
palabra".
Algo real vibra mutuamente en el cuerpo etérico
del prójimo cuando le hablamos, y esto actúa sobre él en todo su
cuerpo etérico y, por tanto, ¡también en su organismo físico! No
es siempre el mero contenido abstracto " de las palabras que se
nos dicen lo que nos daña o nos vitaliza.
Una palabra -es decir,
una determinada combinación de vocales, consonantes y tonos- que
sale de nuestros órganos del habla no sólo impresiona a nuestro
oído como una sensación de sonido, o a nuestro mundo del
pensamiento según su contenido ; sino que, puesto que en el
organismo de la persona que habla debe su génesis a una cierta
combinación de fuerzas formativas etéricas que moldean el aire
sonoro en ciertas formas aéreas, por lo tanto, provoca en el cuerpo
etérico del oyente un efecto real, que puede ser, según la
naturaleza de la palabra hablada, transitorio o duradero, sonoro o
insonoro, que calienta o enfría, que hiere o vitaliza, que edifica o
destruye. Puesto que la palabra sonora, a través del aire, está
compuesta por el elemento del alma espiritual (contenido de los
sentidos), el elemento etérico (fuerza formativa) y el elemento
físico (aire), su efecto sobre el prójimo es también triple, y
alcanza no sólo el órgano de los sentidos, el oído, sino también,
por medio del cuerpo etérico, todo el organismo del hombre. En la
palabra hablada se completa la acción conjunta de lo
espiritual-real, las fuerzas formativas etéricas y la sustancia.
En la
música, esta acción muy delicadamente modulada, pero muy fuerte,
sobre nuestro organismo etérico, nuestro mundo tonal interior, y la
armonía de nuestra vida anímica, se hace ya patente en cierta
medida. La influencia de la música nos revela la vida anímica del
hombre en este estrecho contacto con lo etérico y a través de este
medio con el mundo de la sustancia y, por tanto, con el cuerpo físico
humano. Así, la influencia profunda de la música puede extenderse
incluso hasta la sustancia del cuerpo físico.
La música creada
sobre la base de un verdadero conocimiento del éter puede ejercer
efectos curativos o generar enfermedades en los cuerpos humanos. En
este asunto hay problemas de peso para la psicología, la terapia y
el arte. Ya nos hemos referido a la relación mutua entre el tono y
la alteración de la sustancia al hablar de las figuras sonoras de
Chladni (cap. IX). Muchos investigadores progresistas podrían
penetrar pronto en la verdadera naturaleza del tono, o del habla, de
la "palabra", mediante la comprensión de lo etérico. (A
propósito de la "ruptura de la voz", véase también la p.
220).
Pero la respiración, y el habla, que está íntimamente
relacionada con la respiración, son sólo una parte del sistema
rítmico en el organismo humano. Para el proceso de movimiento en la
circulación de la sangre, las causas se encuentran principalmente en
los procesos etéricos de este sistema rítmico. Los puntos de vista
mantenidos hasta ahora en relación con estas cosas han buscado el
inicio del movimiento de la sangre en la idea de que el corazón, a
la manera de una bomba mecánica, realiza movimientos y, por lo
tanto, lanza la sangre, por así decirlo, a las arterias, aunque
mediante tal concepción no hemos podido descubrir concretamente lo
que entonces induce al corazón a realizar tales movimientos. A la
investigación le sucede lo mismo que a las opiniones sobre la
presión de la ósmosis en las plantas (cap. Ill). Durante cierto
tiempo se creyó que este fenómeno podía explicarse sobre la base
de procesos meramente físicos, pero pronto se observó que en
realidad estos procesos físicos no eran las causas de estos
fenómenos vitales y no se correspondían con el trabajo realizado ni
en fuerza ni en carácter.También en el caso de la circulación de
la sangre, como en el del ascenso y descenso de la temperatura, se ha
observado que el corazón es un órgano que se encuentra en un estado
de equilibrio. También en el caso de la circulación de la sangre,
como en el del ascenso y descenso del agua en los árboles, etc., es
el cuerpo etérico del organismo terrestre y del organismo humano,
respectivamente, el que induce estos fenómenos de movimiento y de
vida; también en el caso de la circulación de la sangre son las
fuerzas etéricas formativas del sistema rítmico, el éter lumínico
y el éter químico, las que provocan esta circulación rítmica de
la sangre. Más adelante indicaremos hasta qué punto la circulación
de la sangre es inducida y determinada por la "corriente vital"
etérica que fluye durante el curso de cada día a través del
organismo humano.
El órgano del corazón -que no es una bomba
mecánica, sino un órgano muy diferente y mucho más importante- no
puede entenderse sin considerar la génesis, la llegada a la
existencia de este órgano. Se comprende entonces que el corazón no
indujo la circulación de la sangre, sino que, por el contrario, la
circulación de la sangre dio el impulso a la formación de su órgano
central, el corazón; pues se comprueba que tanto filogenética como
ontogenéticamente existe la prueba de que la circulación de la
sangre existía antes de que se formara el órgano del corazón.
El órgano
del corazón es, por así decirlo, un vaso sanguíneo altamente
metamorfoseado que se ensanchó y se transformó en una estructura
complicada y, de este modo, se convirtió en el agente de ciertas
funciones nuevas para el movimiento de la sangre en el hombre y lo
que está relacionado con ella; al igual que la cabeza -en el sentido
utilizado por Goethe- es una vértebra metamorfoseada que se ha
moldeado a una forma más complicada por los impulsos que se
encuentran en la base de estos procesos. Por medio de tal
metamorfosis, que en el sistema sanguíneo condujo de la circulación
de la sangre a la formación del órgano del corazón, y en el
sistema nervioso condujo de la formación de la médula espinal a la
formación del cerebro, por medio de tal metamorfosis en el curso de
la evolución se crea de vez en cuando un nuevo órgano, que entonces
se convierte en el agente físico para la realización de nuevas
posibilidades espirituales en el mundo de la sustancia, el mundo de
los fenómenos.
El órgano del corazón es pues, un instrumento de
la circulación sanguínea, creado por ella; y la circulación
sanguínea es, a su vez, un resultado de la acción de las fuerzas
formativas etéricas. Así ha sido tanto filogenética como
ontogenéticamente.
Ya hemos mencionado, al hablar de ciertas
ocurrencias en el organismo terrestre, el paralelismo entre el hombre
y la tierra, que el hombre tiene una relación más íntima a través
de su voluntad, y por lo tanto a través de la vida de su alma, con
el proceso de la respiración que con el de la circulación
sanguínea. Aunque normalmente nos entregamos al ritmo respiratorio
habitual, que está en relación con la respiración del organismo
terrestre, podemos, si queremos, alterar nuestro ritmo respiratorio
en cualquier dirección: acelerarlo o retardarlo, hacerlo regular o
irregular, o controlarlo arbitrariamente. Existe, pues, una relación
directa entre la vida del alma, la voluntad y nuestra respiración.
El
libro del Génesis se refiere a realidades profundas cuando describe
cómo Dios creó al hombre: "Y sopló en él aliento de vida. Y
el hombre se convirtió en un alma viviente". El misterio del
relato bíblico de la creación puede revelarnos a menudo más de la
realidad, si consideramos correctamente este relato, que lo que
revelan muchas hipótesis científicas de nuestro tiempo sobre estas
cosas.
Esta relación entre voluntad y movimiento no es la misma
en el caso de la circulación sanguínea que en el de la respiración.
Ya hemos demostrado que, mientras la respiración del organismo
terrestre se basa en su propia vida, la circulación del calor, por
el contrario, es inducida por influencias cósmicas externas,
especialmente las del sol. Así también la vida individual del
hombre no tiene casi ninguna influencia arbitraria sobre la
circulación de la sangre; no podemos por acción de la voluntad
dirigir inmediatamente la circulación de la sangre, como es posible
en el caso de la respiración. Hay, ciertamente, delicados comienzos
de una relación mutua tan íntima entre la vida anímica individual
y la circulación sanguínea, como la que se experimenta en el miedo
y la vergüenza humanos. Cuando estamos asustados u horrorizados, nos
ponemos pálidos; cuando sentimos vergüenza, nos sonrojamos. Esto,
sin embargo, sólo significa que, cuando el alma realiza el acto del
miedo, sacamos la sangre de la periferia, la piel, hacia el centro en
el órgano del corazón; cuando el alma realiza el acto de la
vergüenza, entonces extendemos la sangre desde el centro, el órgano
del corazón, hasta la periferia: es decir, nos "sonrojamos".
En esta exteriorización de nuestra vida anímica, comenzamos a
intervenir de manera individual en la actividad de las fuerzas
formativas etéricas y, por lo tanto, a actuar por medio de la vida
anímica, a través de estas fuerzas formativas etéricas, sobre el
organismo físico. Así, tenemos aquí premoniciones de una relación
más íntima entre la vida anímica humana y las nuevas esferas de su
organización. Pero, cuando la voluntad de un ser -en este caso del
hombre- se apodera de tales posibilidades, la acción de esta
voluntad conduce, con el tiempo, a la formación de nuevos órganos,
a nuevos contenidos de experiencia y contenidos de percepción y, con
ello, a un nuevo contenido de conciencia.
Los
representantes del moribundo y abstracto postkantianismo explicarán
las posibilidades de la conciencia del ser humano vivo, siempre en
evolución, sin considerar que esta evolución altera siempre los
órganos o forma otros nuevos, por el impulso de la voluntad del ser,
y sin considerar el cambio completo de los límites y de la
naturaleza del contenido de la conciencia, que se produce por la
formación de nuevos órganos, ya sean físicos o etéricos. En lugar
de considerar estas realidades de manera concreta, los hombres se
satisfacen con ese malabarismo, ajeno a la vida misma, con los
conceptos de "intelecto" y "razón" (Verstand und
Vernunft), que, vistos de esta manera, no son más que los
pensamientos muertos del cerebro humano.
Si los hombres desean
comprender las realidades de un mundo espiritual objetivo que
participa vitalmente en la evolución de nuestro sistema cósmico,
nunca llegarán a esa meta por medio de estos juegos de conceptos
derivados de los seguidores de Kant. A esto volveremos más
adelante.
Lo etérico en el organismo humano no sólo induce los
fenómenos de movimiento, sino que funciona también como moldeador
de la forma, como ya hemos visto, allí donde aparece en la
Naturaleza. Las formas de las células y de los corpúsculos
sanguíneos -los más importantes portadores de los fenómenos de la
vida- son extremadamente variadas y características para las
diversas clases de seres vivos.
- Hemos demostrado que las fuerzas
formativas etéricas actúan así como moldeadores de la forma: que
en el mundo de la sustancia el éter calórico tiende a formar formas
esféricas, el éter calórico formas triangulares, el éter químico
formas de media luna y el éter vital formas cuadradas; y que estas
cuatro fuerzas formativas etéricas han evolucionado
filogenéticamente unas a partir de otras. Ahora bien, en los
organismos también podemos encontrar estas diferentes
formas-creaciones, correspondientes a la etapa contemporánea de la
evolución del organismo, y especialmente en las siguientes
variaciones: -
|
Ilustración 17: |
Éter
calórico :
Estas formas esféricas se encuentran a menudo en
la Naturaleza, especialmente en los primeros órganos primigenios,
las células.
Éter
calórico y éter lumínico trabajando conjuntamente:
Se
combinan formas esféricas y triangulares.
Especialmente en las
células de los animales esta clase de formas es una de las más
comunes.
Se combinan el triángulo y el cuadrado. Se combinan el
éter de la luz y el éter de la vida.
Éter
químico :
Ya hemos reconocido las formas de media luna del éter
químico en el reino vegetal.
Este éter muestra su actividad
modeladora de la forma de modo conspicuo en las válvulas cardíacas
en forma de media luna en las salidas del corazón humano y en los
vasos sanguíneos. Aquí el éter químico trabaja, no sólo como una
fuerza de contracción, que -en conjunción con el éter lumínico en
expansión- causa la circulación de la sangre, sino que se muestra
también en el hecho de que da a la sustancia en estos lugares de
constante acción rítmica la forma de media luna.
Ejemplos
más numerosos de estas formas primigenias aparecen en las glándulas
suprarrenales que se encuentran dentro del sistema rítmico: por
ejemplo, en el hecho de que la glándula suprarrenal derecha es más
triangular (éter lumínico) y la izquierda tiene más forma de media
luna (éter químico), etc.
El
profesor O. Schultze dice en su "Lehrbuch der topographischen
und angewandten Anatomie" (editado por el profesor W. Lubosch,
p. 203) "La glándula suprarrenal derecha, más triangular,
limita con el hígado y la glándula suprarrenal izquierda, en forma
de media luna, con el estómago y la aorta abdominal". Desde el
punto de vista de las fuerzas formativas etéricas, que construyen
los órganos e inducen los procesos vitales, este órgano del lado
derecho del cuerpo está más sometido al éter lumínico y a su
tendencia a formar triángulos; el del lado izquierdo del cuerpo está
más sometido al éter químico y a su tendencia a formar medias
lunas. En general, encontraremos en el organismo humano, en relación
con sus órganos internos, que la mitad derecha del cuerpo está más
adaptada a las fuerzas del éter lumínico y calórico y la mitad
izquierda a las del éter vital y químico. En efecto, uno de los
hechos más importantes para la investigación de los organismos es
que ciertos órganos, incluso desde el estadio fetal más temprano,
se inclinan más hacia la mitad derecha del cuerpo (hígado, vesícula
biliar, etc.) y otros más hacia la mitad izquierda (corazón dos
tercios a la izquierda un tercio a la derecha; estómago dos tercios
a la izquierda, un tercio a la derecha desde la línea media;
intestinos, esófago, páncreas tendiendo a la izquierda; bazo
totalmente a la izquierda, etc., véase también p. 300). Esta
relación -naturalmente muy diferenciada-, especialmente la
distinción entre el organismo masculino y el femenino, la trataremos
más a fondo en el tomo 2.
Muy
notable es la estructura y la forma de la sangre. Si iluminamos
correctamente un corpúsculo sanguíneo humano, percibiremos cuatro
esferas diferentes, que proceden de fuera hacia dentro de la
siguiente manera: primero una esfera brillante; luego una esfera
oscura especialmente impregnada e hinchada de sustancia líquida; en
tercer lugar de nuevo una esfera brillante, y de nuevo en cuarto
lugar una esfera oscura. Estas cuatro esferas distintas en la
sustancia del corpúsculo son el resultado de la estructura etérica
del corpúsculo humano. La esfera brillante exterior está controlada
por el éter vital; la esfera brillante interior por el éter
lumínico; la esfera oscura exterior, especialmente llena e hinchada
de líquido, está controlada por el éter químico. El éter químico
actúa especialmente sobre el estado líquido de agregación de la
sustancia, y esta fuerza formativa ha recogido, por tanto, los
fluidos en esta esfera particular del corpúsculo sanguíneo. Las
cualidades mencionadas en relación con las diversas fuerzas
formativas se revelan en todos estos detalles. La esfera oscura
interior del corpúsculo humano está controlada por el éter
calórico. Es la base del calor de la sangre humana.
Los
corpúsculos sanguíneos humanos, pues, tienen esta sistematización
etérica : Esfera exterior : Éter vital
Éter químico
Éter
lumínico
Esfera interior : Éter calórico
Recordemos ahora
que ya hemos encontrado una sistematización de este tipo al
considerar la estructura etérica del interior de la tierra (pp.
142-143). Tal como hemos seguido la evolución del cuerpo de Saturno
al cuerpo de la Tierra y de la Tierra exterior por inversión al
interior de la Tierra, hemos reconocido esta estructura etérica como
la más alta alcanzada hasta ahora en la génesis del macrocosmos.
Nos
enfrentamos aquí a uno de los fenómenos primarios más sublimes de
nuestro sistema cósmico : La sistematización etérica del cuerpo
sanguíneo del hombre es una copia de la sistematización etérica
del interior de la tierra. Las mismas fuerzas formativas, al modelar
el cuerpo de la tierra y el corpúsculo sanguíneo del hombre, han
creado la misma imagen.
El destino de la tierra y el destino del
hombre están así estrechamente ligados. Lo que surge en la tierra
etérica se reflejará siempre en el cuerpo sanguíneo del hombre. A
través de la mediación de las fuerzas formativas etéricas existe
una eterna relación mutua entre la tierra y el hombre, entre el
macrocosmos y el microcosmos una evolución armoniosa común.
Además,
aquí se revela otro fenómeno primordial: la distinción entre
sustancias inorgánicas y orgánicas, lo vivo y lo inerte.
Hemos
demostrado que la tierra exterior revela la siguiente sistematización
etérica, y que esto también es cierto para las entidades más
pequeñas de la sustancia (p. 150), ya que éstas se revelan en la
disolución de la sustancia mineral muerta en la radioactividad.
La
sistematización etérica de la tierra exterior y, del mismo modo, de
las unidades inorgánicas sin vida de la sustancia es, por lo tanto,
como sigue :
Esfera exterior: Éter calórico,
Éter
lumínico,
Éter químico,
Esfera interior: Éter de vida.
La
sistematización etérica de la tierra interior y al mismo tiempo de
las unidades vivientes orgánicas, diminutas, los corpúsculos
sanguíneos humanos, es la siguiente:Esfera exterior : Éter
vital,
Éter químico,
Éter lumínico,
Esfera interior:
Éter calórico.
Así como
el interior de la tierra en su sistematización etérica es una
inversión del exterior de la tierra, así también la diminuta
unidad de sustancia viva es una inversión en su sistematización
etérica de la unidad de sustancia sin vida.
En el caso del cuerpo
de la tierra, el exterior está relacionado con el interior, así
como en el caso de las unidades de sustancia, lo sin vida está
relacionado con lo vivo. Aquí se revela la ley más significativa de
la evolución de nuestro cosmos.
La génesis de los glóbulos
rojos y blancos en el hombre la describiremos por separado después
de introducir primero otros fenómenos pertenecientes a este
capítulo. Los diferentes tipos de intervención de las fuerzas
formativas en la génesis del hombre y en la génesis de los
vertebrados nos resultan especialmente claros cuando examinamos los
cristales de la sangre al microscopio, ya que en ellos se manifiestan
muy nítidamente las formas primigenias y sus variaciones. El
profesor R. Tigerstedt da en su "Libro de texto de fisiología
humana" imágenes de los cristales de la sangre que son muy
típicas para nuestra descripción de lo etérico. (Diagrama, p.
302.)
Las formas primigenias que ya hemos observado al considerar
el arquetipo vegetal -la hoja- en la conformación de la periferia de
la hoja, aparecen igualmente en los cristales sanguíneos del hombre
y de los animales. Muy decisivo es ahora el hecho de que en el caso
de uno de los animales inferiores (el conejillo de Indias) actúa una
fuerza formativa filogenéticamente menos evolucionada (éter
lumínico; véase el diagrama), mientras que en el caso de un animal
más evolucionado (la ardilla) actúa una fuerza formativa
filogenéticamente más evolucionada comienza a intervenir en la
formación de la sangre (éter lumínico y éter vital combinados) ;
mientras que en el caso del hombre encontramos las formas primigenias
de la fuerza formativa más evolucionada (éter vital).
En este
asunto juegan también un papel importante las corrientes
horizontales y verticales del organismo terrestre, cuya relación con
la posición de la columna vertebral y con los estados de conciencia
ya hemos descrito (p. 106 y ss.). Así, encontramos la fuerza
formativa menos evolucionada en la sangre de aquel animal cuya
columna vertebral es todavía totalmente horizontal. Las fuerzas más
evolucionadas comienzan a expresarse en las formas de la sangre de un
animal que está pasando al hábito de mantenerse erguido (la
ardilla). Finalmente, la fuerza formativa más elevada da forma a los
cristales sanguíneos del hombre, que en su vida de vigilia tiene una
posición completamente vertical.
Cuanto más evolucionado es un
organismo, más evolucionada es la fuerza formativa que interviene en
la conformación de su sangre.
Así, en los reinos de la
Naturaleza encontramos variaciones de estas formas primigenias en las
formas de condensación de la atmósfera terrestre (granizo, etc.) y
en el aliento humano (p. 226), así como en las formas de las
periferias de las hojas, del tejido de la piel, de las células y de
los corpúsculos sanguíneos, y finalmente también en las formas de
los ganglios nerviosos que son la base de nuestras actividades
nerviosas. Así como la tendencia a la construcción de formas de la
fuerza formativa etérica predominante en ese momento se muestra en
la periferia de las hojas de las plantas -como si estuviera
solidificada allí en su forma de actividad-, también en las formas
sustanciales de las células, el tejido, los corpúsculos sanguíneos
y los ganglios nerviosos aparecen también las formas de aquellas
fuerzas formativas etéricas que, o bien han traído a la existencia
estas formas-sustancia particulares, o bien tienen su centro de
actividad constante en estos órganos. Así, los ganglios nerviosos
que son centros de acción del éter químico tienen también, en su
forma externa, forma de media luna; los del éter lumínico,
generalmente triangular; los del éter calórico, esférica; los del
éter vital, una combinación de formas rectangulares; los ganglios
en los que se concentran varios éteres tienen las correspondientes
formas compuestas. De esta manera, si uno no desea proceder sólo
desde el punto de vista de lo etérico al investigar la génesis de
lo físico-corporal, tanto orgánico como inorgánico, tiene un punto
de partida en las formas mencionadas en el organismo terrestre y en
el humano y otros organismos, y puede en orden inverso, sobre la base
de la forma física, determinar el elemento etérico correspondiente.
Esto debe hacerse evidentemente -ya que se trata de organismos vivos
y no de una sustancia sin vida- menos con medidas en centímetros que
con el ojo de un investigador que ve las cosas orgánicamente y está
familiarizado con los principios de la metamorfosis. Entonces, sin
embargo, encontraremos los puntos de conexión de mayor alcance para
la relación mutua entre lo sustancial y lo etérico.
En el futuro
será posible rastrear sistemáticamente las relaciones filogenéticas
y ontogenéticas de las diversas células, corpúsculos sanguíneos,
ganglios nerviosos, etc, a las actividades de las fuerzas formativas
etéricas; además, será posible rastrear la manera en que la
arquitectura del cuerpo etérico conduce a la evolución de la
organización interna desde las capas germinales hasta el organismo
completo; pues, como dice Hertwig de la organización interna (p.
395), "en la medida en que puede seguirse ahora en su desarrollo
ontogenético", ha "surgido de la inflexión y el
despliegue (invaginación) frecuentemente repetidos de las capas
germinales internas primarias".
Tales
plegamientos y desdoblamientos son obra, tanto en el macrocosmos de
los organismos planetarios como en el microcosmos del hombre en su
desarrollo embrionario, de esos "constructores activos" que
son las fuerzas formativas etéricas; de esto ya hemos hablado en el
capítulo XI y lo hemos ilustrado con ejemplos impresionantes. Así
llegaremos a una base concreta para la embriología, y ya no nos
resignaremos y nos estancaremos ante la comprensión de esta primera
etapa del desarrollo del hombre. El hecho de que no podamos llegar a
tal base sin recurrir al conocimiento de las actividades cósmicas
-ya que el organismo humano, durante las primeras etapas de su
evolución, está más sujeto que en otros períodos a las
actividades y fuerzas formativas del organismo mundial macrocósmico
y es receptivo a su influencia- ya lo hemos demostrado al considerar
las esferas etéricas planetarias en el capítulo III.
Es
extraordinariamente interesante rastrear la forma en que el ser
humano en evolución, como embrión, como niño, y luego durante el
cambio de dientes, alrededor del séptimo año, y en la pubertad,
alrededor del decimocuarto año -es decir, en el polo superior y en
el inferior-, es captado e influenciado por las fuerzas formativas
etéricas en formas siempre nuevas y con funciones más elevadas en
el organismo en crecimiento. Quien vea el mundo y el hombre en su
unidad no percibirá una especie de misticismo ininteligible en el
hecho de que estos procesos orgánicos se completen en ritmos de
siete años (hacia el séptimo año, cambio de dientes; decimocuarto
año, pubertad; vigésimo primer año, madurez del entendimiento, la
"mayoría"). El mismo investigador que piensa orgánica y
vivamente ve en ello una señal, maravillosamente armoniosa y
absolutamente evidente, de que las fuerzas formativas etéricas que
realizan a grandes ritmos la formación de nuestro sistema
macrocósmico con sus siete planetas análogos, su escala musical de
siete tonos, su espectro luminoso de siete colores, sus disposiciones
de los elementos químicos en siete etapas, etc., mantienen también
ritmos similares e idénticos cuando crean la arquitectura y la
evolución del microcosmos del organismo humano, entretejido en estos
ritmos del universo y de la tierra. La anatomía nunca llegará a
comprender estos fenómenos vitales mientras se empeñe en investigar
el cuerpo humano al margen de estos grandes ritmos y procesos de los
organismos cósmicos y del organismo terrestre, en los que,
efectivamente, el hombre está implicado como ser que vive en el
mundo de la sustancia.
Sobre la evolución del embrión, del niño
y de las etapas de la vida humana con su acción recíproca de
metamorfosis espirituales, anímicas y corporales, cuyo conocimiento
profundo es de importancia decisiva sobre todo para una pedagogía
que se adentre en el ser del niño, el Dr. Rudolf Steiner ha aportado
un material amplio y convincente.
La interdependencia entre lo
etérico en el organismo terrestre y en el organismo humano se nos
hace especialmente clara al considerar la acción de la llamada
"gravitación", el magnetismo terrestre, en la formación
de la crganización humana. Al tratar el tema de la gravitación y
los fenómenos magnéticos (Cap. Ill) hemos visto que es la acción
del éter vital la que atrae a los cuerpos hacia el centro de éter
vital de la tierra sólida.
Si
investigamos las sustancias del cuerpo físico humano con respecto a
su susceptibilidad a las diversas fuerzas formativas etéricas,
descubrimos que la linfa, por ejemplo, está en estrecha relación
con las fuerzas del éter vital. Como este éter trabaja hacia fuera
de la tierra como una fuerza libre, por lo tanto el sistema linfático
se ha agrupado en el organismo vivo en sus órganos más importantes
alrededor del polo inferior, el polo metabólico, que es también el
centro de gravedad del hombre erguido con su polo inferior dirigido
hacia el centro de la tierra. Hay que prestar especial atención a
esto para mostrar cómo la distribución estática y dinámica de las
diversas sustancias en el organismo vivo y su relación con la
estructura del organismo terrestre puede entenderse mediante una
consideración concreta de lo etérico. La relación directa entre el
sistema linfático -tan extraordinariamente importante para los
fenómenos de la vida- y el éter vital se pone de manifiesto, entre
otras cosas, por el hecho de que los llamados glóbulos blancos o
incoloros salen del sistema linfático, mientras que los llamados
glóbulos rojos no aparecen en él. El profesor Tigerstedt dice* :
"Los corpúsculos blancos se forman en la vida extrauterina
principalmente en el bazo y en los ganglios linfáticos; de ellos
salen células mononucleares, linfocitos, que se transforman en
células polinucleares en el torrente sanguíneo." Y Nägeli,
que se opone a la opinión de Ehrlich de que los corpúsculos blancos
se forman en parte en la médula espinal, pero principalmente en el
aparato linfático, escribe así (p. 127): "El sistema linfático
está más íntimamente conectado con el sistema de vasos linfáticos.
A éste pertenecen los ganglios linfáticos, el aparato linfático
del tubo digestivo, el folículo del bazo y, por último, los
pequeños y pequeñísimos folículos linfáticos presentes en todo
el organismo. .
La construcción de este sistema linfático es la
misma en todas partes. Los folículos aparecen formados sólo por
linfocitos menores; y sólo con el funcionamiento más fuerte
aparecen zonas centrales más brillantes, los centros germinales, que
surgen entonces de los linfocitos mayores. Los vasos que se dirigen
al interior y al exterior facilitan la circulación. Por lo tanto, la
descendencia de los linfocitos es siempre simple e invariable. Los
pequeños linfocitos de la sangre proceden de los linfocitos mayores
de los centros germinales, y estos linfocitos mayores son las células
hijas de los linfocitos pequeños del tejido estable de los
folículos".
Es interesante que el hombre forme, por un lado,
los corpúsculos sanguíneos incoloros en su sistema linfático
agrupado alrededor del centro de gravedad por medio de la fuerza
formativa del éter vital que procede del centro de la tierra;
mientras que, por otro lado, cuando el hombre asciende a grandes _
altitudes, montañas, etc., de modo que se aleja de la esfera del
éter vital y de la esfera del éter químico para entrar en la
esfera del éter lumínico del organismo terrestre, entonces, como se
ha demostrado, se forman corpúsculos predominantemente rojos.
Tigerstedt trata en su "Anatomía" el hecho de esta mayor
formación de glóbulos rojos en las altas montañas, es decir, en
las regiones más altas de la atmósfera (p. 191): "Como Viault
observó por primera vez y como ha sido confirmado posteriormente por
muchos autores, el número de glóbulos rojos aumenta generalmente en
la circulación periférica muy notablemente y eso incluso en el
primer día. En la sangre del corazón, sin embargo, no se encuentra
ningún aumento de corpúsculos, sino por el contrario una
disminución.
Sin
embargo, al cabo de unos días aparece una verdadera formación de
nuevos glóbulos rojos. Incluso en la sangre del corazón aparecen
ahora en mayor número. La masa total de materia colorante de la
sangre roja ha aumentado, y en la médula roja, el lugar donde se
forman los corpúsculos rojos, aparecen signos innegables de una
mayor actividad, mientras que también aparecen corpúsculos rojos
nucleados en el torrente sanguíneo."
Por lo tanto, si es
principalmente el éter vital el que actúa en una determinada parte
del organismo (el sistema linfático, el centro de gravedad, la
esfera del éter vital), entonces aparecen los llamados corpúsculos
sanguíneos incoloros; sin embargo, si, como en las capas superiores
de la atmósfera terrestre (esfera del éter lumínico del organismo
terrestre), el éter lumínico es principalmente activo, ¡entonces
aparecen corpúsculos rojos!
Además, es característico que en la
ontogénesis del embrión, las fuerzas formativas etéricas trabajan
así en el sentido mostrado arriba que las fuerzas de éter
filogenéticamente más temprano (por ejemplo el éter lumínico)
también empiezan a afectar la evolución del embrión antes que las
fuerzas formativas más tarde evolucionadas (el éter de vida).
Nägeli en su obra " Blutkrankheiten und Blutdiagnostik "
dice (p. 75) con respecto a la sucesión en el tiempo de la formación
de los corpúsculos blancos y rojos : "La base principal para la
distinción en principio entre los eritrocitos y los leucocitos es el
hecho repetidamente establecido y generalmente aceptado de que
durante un largo período del proceso embrionario sólo existen
glóbulos rojos y no blancos. "
Así pues, ontogenéticamente
aparecen primero en el embrión los glóbulos rojos, formados bajo la
influencia del éter lumínico (considérese también su aumento en
la esfera del éter lumínico de la tierra); y sólo después los
glóbulos blancos, formados bajo la influencia del éter vital, que
también evolucionó filogenéticamente más tarde.
Nägeli da
además la siguiente representación (p. 132) - "Los estudios
embriológicos en la formación de los leucocitos en los mamíferos,
como lo demuestran especialmente los trabajos de van der Stricht, dan
resultados idénticos a los obtenidos en las investigaciones con
embriones humanos. La ontogénesis es siempre una filogénesis
abreviada. Si se retrocede en la serie de los vertebrados, a partir
de los anfibios no se encuentran las glándulas linfáticas; sólo
existe el timo que tiene un tejido linfático; la médula, sin
embargo, corresponde a la formación mieloide. . . . Por lo tanto,
desde este punto de vista de la formación de órganos, el tejido
linfático es de aparición más tardía, mientras que las
formaciones mieloides son más tempranas y, por tanto,
filogenéticamente más antiguas".
Desde el punto de vista de
la teoría del éter ya desarrollada, podemos ahora indicar las leyes
generales que están en la base de todos los fenómenos, como sigue
:-
En la filogénesis del macrocosmos, el éter lumínico se formó
antes que el éter vital (cap. 11). En la filogénesis de los
organismos, el sistema de órganos que sirve para la formación de
los glóbulos rojos es anterior al sistema de órganos que sirve para
la formación de los glóbulos blancos (sistema linfático, etc.). En
la evolución ontogénica de los embriones también se producen
antes, según estas leyes generales, los glóbulos rojos, formados
por el éter lumínico que ha evolucionado antes, y después los
glóbulos blancos, formados por el éter vital que ha evolucionado
después.
Sin
embargo, si el hombre, como organismo plenamente desarrollado, se
coloca en la esfera del éter lumínico del organismo terrestre (en
las altas montañas, en la atmósfera superior), surge como resultado
un mayor número de glóbulos rojos. Si, por el contrario, actúan en
su sistema las fuerzas de la esfera del éter vital del organismo
terrestre (en la atmósfera inferior), surge un mayor número de
glóbulos blancos.
Todo esto concuerda armoniosamente con lo que
se ha dicho sobre la estructura del "cuerpo etérico" del
organismo terrestre.
También es muy característica, por ejemplo,
la relación entre el bazo y los glóbulos rojos y blancos
respectivamente. Se dice que, por un lado, es un lugar de
reproducción muy importante para los glóbulos blancos (véase
Rauber, Kopsch) y, por otro, un lugar de destrucción para los
glóbulos rojos (Schaffer). El bazo es uno de los órganos adaptados
al lado izquierdo del cuerpo. En cuanto a la relación de los lados
derecho e izquierdo con las diversas fuerzas etéricas, ver p, 201 y
siguientes. El hecho de que, cuando el bazo es retirado del cuerpo,
sus funciones continúan realizándose muestra que el "cuerpo
etérico" del organismo continúa su actividad incluso cuando el
órgano físico desaparece, que las fuerzas formativas - entonces
construyen para sí mismas nuevos órganos auxiliares.
Es
muy significativo, además, el hecho de que uno de los órganos más
importantes para la formación de los linfocitos, el timo, que, en el
caso del embrión y también del niño antes de la pubertad, es el
principal productor de corpúsculos blancos -por tanto, del más
importante de los elementos vitales- comienza a disminuir en la
pubertad, al final del segundo septenio, o alrededor del decimocuarto
año, y ya no sigue sirviendo para esta función vital. (La
eliminación artificial de la disminución del timo en los animales
jóvenes ha sido seguida, según Tigerstedt, por una notable
disminución de los leucocitos. El uso precoz de la función sexual
da lugar a una atrofia acelerada del timo. Aquí tenemos un ejemplo
sorprendente de la forma en que la acción de las fuerzas formativas
etéricas -en este caso el éter vital- emprende un nuevo trabajo en
el organismo -y abandona una tarea anterior-; durante el período de
dos-siete años la formación intensa de los corpúsculos sanguíneos
incoloros del cuerpo por parte de un determinado órgano, y luego,
con el comienzo de la pubertad, la desaparición de este órgano,
mientras las fuerzas formativas buscan un nuevo campo de actividad.
Además, el paralelismo entre la pubertad y el cambio de voz en los
niños está relacionado con el hecho de que las fuerzas formativas
cambian su campo de actividad en el organismo en una determinada
etapa de la evolución. Aquí sólo podemos aludir a la relación
entre el éter calórico y el éter luminoso, por un lado, y el éter
químico y el éter vital, por otro, y el tono grave y el tono agudo,
respectivamente.
Una
importante diferencia entre la circulación de la linfa y la de la
sangre consiste en que la linfa casi no contiene oxígeno, mientras
que el oxígeno es uno de los elementos más esenciales para la
sangre. Pero la forma en que el oxígeno, tan decisivamente
importante para los fenómenos vitales, aparece y actúa en
diferentes variaciones en el organismo vivo, -esto no se ha entendido
hasta ahora de acuerdo con la realidad por la razón de que en estas
cosas una visión meramente cuantitativa, determinante de la fórmula,
resulta una caricatura.
Hertwig describe la relación mutua entre
la sangre y el oxígeno de la siguiente manera (p. 398): "La
sangre que circula por el cuerpo de los animales (o la hemolinfa en
el caso de los invertebrados) se encarga del intercambio de gases;
por un lado, absorbe el gas carbónico procedente de la disolución
en los órganos y tejidos internos y, a través de la superficie
respiratoria, lo entrega al mundo exterior como producto final inútil
del proceso del metabolismo. Por otro lado, a cambio de esto toma
oxígeno, que luego es entregado a través de la circulación en el
interior a las células que requieren oxígeno. La sangre desempeña
así su papel de intermediario de la manera más completa, si en ella
han surgido combinaciones químicas que, por su afinidad lábil con
el oxígeno, pueden tomarlo fácilmente y liberarlo". Pero Hertz
ya ha señalado con gran énfasis, y Hertwig está de acuerdo con él,
que el término afinidad no hace más que dar un nombre a un fenómeno
que ha sido totalmente imposible de entender, pero que no explica
este fenómeno. Porque lo que en última instancia induce a una
sustancia a través de la "afinidad lábil" primero a
apoderarse con avidez del oxígeno y un segundo después a
rechazarlo, no puede explicarse en lo más mínimo sobre la base de
meros procesos de sustancias. Para comprender este proceso lábil, es
necesario volver a las fuerzas que actúan en el interior de las
sustancias. El problema, pues, es el siguiente: ¿Qué fuerzas actúan
en una parte del organismo para formar la sustancia-estructura de la
llamada oxihemoglobina, y qué otras fuerzas actúan en otras partes
del organismo para que este proceso de formación de la
oxihemoglobina se invierta? Comprenderemos este proceso concretamente
si recordamos de qué manera las diferentes fuerzas formativas
etéricas están relacionadas con el oxígeno.
Para la comprensión
de los fenómenos de la vida, es muy importante determinar en qué
sistemas, órganos y partes del cuerpo se forma el triple oxígeno
(O3, ozono), y en qué otros el doble (O2).
(Véase también el capítulo VII).
Si ahora
-como ya hemos mostrado- nos limitamos a distinguir de forma mecánica
calculadora entre una unión triple de oxígeno y una unión doble de
esta sustancia, nuestro entendimiento queda fuera de la verdadera
naturaleza de los fenómenos. No se trata simplemente de la cantidad
en la que se une algo sustancial, sino por medio de qué fuerzas
formativas se mantienen unidas una cosa y otra y con qué
características cualitativas se asocian estas fuerzas formativas.
Sólo esto afecta a la naturaleza de la cosa. Si, ahora, examinamos
el asunto desde este punto de vista, descubrimos, como ya se ha dicho
en relación con los fenómenos de luz en el organismo terrestre, que
el triple oxígeno está asociado principalmente con las fuerzas
formativas del éter vital, pero también con las del éter lumínico,
y el oxígeno doble con las dos fuerzas formativas restantes, el éter
químico y el éter calórico. (Véase el capítulo IV, La génesis
ontogenética de la sustancia).
La fórmula química O3=O2+70
Cal. del calor no nos dice nada, excepto que el calor manifiesta su
presencia junto con el oxígeno doble, mientras que con el triple no
hay calor; esto no puede transmitir nada más a nuestro
entendimiento. La pregunta "¿Por qué? "nos remite
ineludiblemente a lo etérico. Cuando la sustancia O3,
formada en la esfera del éter lumínico del organismo terrestre con
el éter vital, desciende a las capas inferiores de la atmósfera
terrestre, aparece el calor en el mundo de los fenómenos (O3=O2+70
Cal. de calor). El calor es el resultado, por así decirlo, del
"sacrificio", del descenso a la materia más
densa.
Investigaciones más recientes han sacado a la luz el hecho
de que, en realidad, en la respiración, la circulación de la
sangre, etc., de los seres vivos, no sólo aparecen el oxígeno y el
agua dobles, que encontramos e inhalamos en los estratos inferiores
de la atmósfera, sino que el organismo vivo provoca en muchas partes
dentro de sí mismo una re-formación de O3 a partir de O2
por un lado y de H2O2 a partir de H2O.
Así vemos que el organismo vivo invierte en sí mismo los procesos
que el organismo terrestre produjo primero, una verdad en la que se
ocultan muchos misterios de la evolución cósmica.
En los últimos
tiempos se ha comprobado que el ozono y el peróxido de hidrógeno
existen en los fluidos vitales de la mayoría de los animales y
plantas, principalmente, sin embargo, como un fenómeno que acompaña
siempre a la asimilación y como un producto intermedio de la
respiración.
Ahora bien, es sumamente interesante rastrear la
manera en que el ser vivo, por medio de las fuerzas que actúan en su
interior, lleva a cabo esa transformación lábil del oxígeno doble
al triple, y de nuevo del triple al doble. Ya se ha demostrado
ampliamente mediante experimentos que la sangre es un catalizador muy
poderoso para este tipo de proceso. Lo que la sangre hace aquí es
sólo lo siguiente: provoca la llamada "combustión lenta".
Es un fenómeno básico que esta combustión lenta es un atributo de
todos los seres vivos; si la combustión procediera aquí tan
rápidamente como lo hace en otras partes de la Naturaleza -como, por
ejemplo, en una vela encendida (p. 186)- todo el proceso de la vida
de un hombre, por ejemplo, se movería a un ritmo demasiado rápido;
y el hombre podría entonces en su evolución espiritual no seguir el
ritmo de la evolución física tremendamente acelerada. Entonces
tendría naturalmente una duración de vida mucho más breve que la
actual, porque el agotamiento o "envejecimiento" del
organismo comenzaría mucho antes.
Podemos
decir lo siguiente: A través de esta transformación, la sangre
provoca una metamorfosis transitoria de las leyes de la "llama
caliente" a las de la "llama fría", frenando así la
rápida combustión dentro del organismo y haciendo posible el
proceso más lento de combustión en el ser vivo, la ralentización
de los procesos vitales, tan necesaria para la evolución
espiritual.
Ya al considerar los fenómenos de radiactividad, que
ejercen una influencia tan grande sobre los fenómenos de la vida
(Cap. X), hemos visto que de esta manera el ozono y el peróxido de
hidrógeno por una parte se forman y por otra se destruyen. Lo mismo
ocurre también por acción de la sangre, es decir, de las fuerzas
etéricas formativas activas en el proceso de la circulación de la
sangre. El organismo recibe el aire, el oxígeno doble, traído a
través de los pulmones y los tejidos de la respiración; lo
transforma en triple ("llama fría", retardo del proceso
vital, oxihemoglobina) y sólo después de que una parte del
organismo haya sido atravesada de este modo, tiene lugar la
re-formación de O3 a O2 (+ 70 cal. De calor);
y de este modo entra en manifestación ese calor que es
característico de los procesos de calor en los organismos "llama
caliente").
El conflicto entre las dos fuerzas formativas
etéricas, el éter lumínico y el éter químico, que está en la
base de los fenómenos vitales del sistema rítmico, conduce, como
hemos visto en el curso de este capítulo, a muchas y variadas metas.
Se manifiesta no sólo en el ritmo de la respiración en los órganos
correspondientes, sino también en el mundo tonal interno del hombre,
que conduce al habla. Se manifiesta no sólo en el ritmo de la
circulación de la sangre, sino también en la sustancia-estructura
de esta sangre en movimiento-el más vital de todos los elementos
constructores del cuerpo. Mientras el éter lumínico, junto con el
éter vital, forma el triple oxígeno, trabaja según las leyes de la
llama fría, del polo superior, el polo de la conciencia; pero,
cuando el éter químico, por el contrario, forma el doble oxígeno,
entonces está engendrando el elemento vital de la llama caliente",
el polo inferior, el polo metabólico. Sangre arterial o sangre
venosa, combustión lenta o combustión rápida, retardo o
aceleración del curso de los procesos vitales, prolongación de la
vida en el mundo de la sustancia o aceleración de la llegada de la
muerte: estas alternancias se producen a través de este eterno
conflicto.
Se puede decir, por lo tanto, que en el sistema rítmico
humano (respiración, circulación sanguínea, etc.), el éter
lumínico trabaja para el polo superior, la conciencia; el éter
químico para el polo inferior, metabólico, el polo de la sustancia;
una fuerza formativa trabaja para la base física de la vida
espiritual; la otra para la base física de la vida
corpórea.
Mientras el hombre vive en el mundo de la sustancia,
ninguna de las dos fuerzas formativas en conflicto sale victoriosa,
pues el hombre vivo establece y mantiene un equilibrio hasta el
momento de la muerte. La "vida" del hombre se manifiesta,
pues, como el mantenimiento de un equilibrio entre las polaridades en
conflicto. Ahí radica su naturaleza.
Dado que
todos estos procesos son extremadamente lábiles, y pasan
gradualmente de uno a otro en constante alternancia, nunca pueden ser
completamente comprendidos por medio de fórmulas químicas.
Distinguidos investigadores admiten que las fórmulas establecidas
para la oxihemoglobina, la hemoglobina, etc., no se ajustan a la
esencia de la realidad. Por medio de fórmulas químicas es posible
realmente significar simplemente con qué sustancias,
aproximadamente, trabajan los complejos de fuerza formativa aquí
presentes, pero la estructura de las sustancias está en continuo
cambio. Esta es, en efecto, la distinción entre los seres vivos y
las cosas inanimadas, como ya hemos visto en relación con el
organismo terrestre: lo inanimado se endurece según sus leyes
generales, según su estructura (rigor mortis, sangre coagulada,
etc.); pero la sustancia impregnada de vida, por el contrario, se
desorganiza constantemente, o se reduce al caos, en sus combinaciones
y conexiones, se modifica, se impide que se endurezca en leyes
muertas fijas. Las fuerzas formativas etéricas impiden esta fijación
de la sustancia, -manteniendo el organismo en vida, establecen el
gran principio eterno de la vida: sin el cuerpo etérico, el cuerpo
físico del hombre, de la tierra y del cosmos se convertiría en
cadáveres.
Si el organismo pierde su cuerpo etérico con su
movilidad interior, la parálisis llega al cuerpo vivo, y la rigidez
al cuerpo muerto, la sangre y los fluidos musculares se coagulan,
etc. Si por un momento una parte del cuerpo etérico se retira del
miembro de un cuerpo vivo -una pierna o un brazo, por ejemplo-
decimos que el miembro se ha dormido"; por el momento perdemos
el control sobre este miembro mientras éste es en sí mismo
inamovible, está detenido en sus procesos de circulación, etc. Pero
la base de esto radica en que, en el caso de una mano "dormida",
el miembro correspondiente del cuerpo etérico se ha desplazado y
retirado del miembro físico. Tan pronto como el miembro etérico
vuelve a entrar en el llamado miembro físico "dormido",
éste recupera inmediatamente su anterior movilidad vital y su
sensibilidad a los estímulos. (Cuando un cadáver pierde su rigidez,
alrededor del tercer día después de la muerte, el cuerpo etérico
se ha retirado completamente del cuerpo físico del hombre; el
cadáver ya no está sujeto a las leyes internas, sino sólo a las
externas, que a partir de entonces lo destruyen y disuelven según
las leyes generales no individualizadas de la Naturaleza: el cadáver
se descompone. Una anatomía que sólo se basa en el cuerpo físico
del organismo, y no también en el cuerpo etérico, sólo describe el
cadáver, no el organismo vivo; a este último pertenecen también
esos otros "miembros" vitales del ser humano, si se le debe
comprender en todos sus detalles según las leyes de la realidad.
Es
interesante seguir el proceso filogenético y ontogenético en el
curso del cual las fuerzas formativas etéricas modelan y agrupan las
diferentes sustancias del organismo. Así como la génesis de las
fuerzas formativas etéricas procede y asciende del éter calorífico
al éter luz, al éter químico y al éter vida, así también el
proceso de condensación de las sustancias orgánicas manifiesta las
más variadas etapas en la sangre, en las partes blandas del cuerpo,
en los nervios y finalmente en el sistema óseo. Así también la
piel, la albúmina, la sustancia cerebral, las sustancias de almidón
y azúcar manifiestan una metamorfosis en la evolución que no sería
posible sin las fuerzas formativas etéricas. Para la influencia del
éter químico sobre la génesis y el mantenimiento de la sustancia
nerviosa, por ejemplo, es muy característico observar que la
abstracción artificial de agua de un nervio provoca las más fuertes
excitaciones, mientras que la introducción de grandes cantidades de
agua pura tiene generalmente un efecto de amortiguación inmediata
sobre los nervios (Profesor A. Waller) - un hecho que muestra la
importancia de la "dosis", pero muestra también la íntima
conexión entre la sustancia nerviosa y el éter químico que
controla las sustancias acuosas (Cap. 11, etc.). Por otra parte, los
rayos de luz visible (éter lumínico) tienen un marcado efecto sobre
la albúmina, y prácticamente ninguno sobre el músculo, etc. La
metamorfosis de una sustancia en otra, y la alternancia de funciones
por parte de los complejos celulares a través del paso de las
diversas fuerzas formativas etéricas del estado activo al latente y
viceversa, ya lo hemos expuesto detalladamente en el capítulo XI.
Finalmente,
un futuro estudio de los sentidos podrá descubrir elementos para la
comprensión de este tema a partir de las relaciones recíprocas
entre:
El
sentido del calor y el éter calórico,
El sentido de la vista y
el éter lumínico,
El sentido del gusto y el éter químico,
El
sentido del oído y el éter químico,
El sentido del olfato y el
éter vital, etc., así como
los restantes sentidos y sus íntimas relaciones con los procesos
etéricos.
A este
respecto, lo que se ha dicho en el capítulo XI con respecto a los
"estímulos" se aplicará también al organismo humano. En
efecto, el Dr. Rudolf Steiner ya ha proporcionado, en lo que respecta
a la teoría de los sentidos, un amplio material que las ciencias de
la fisiología, la psicología, etc., cuando se basen en lo etérico,
podrán desarrollar hasta llegar a un amplio ámbito de conocimiento.
La rama de la discusión a la que nos limitamos aquí no hace
posible, por desgracia, una discusión detallada de este material de
gran alcance.
Ya hemos mencionado la relación entre las fuerzas
del habla, tan importantes para el desarrollo de la conciencia, y el
sistema rítmico; pero otros procesos asociados pueden explicarse
ahora si trazamos la manera en que las variaciones rítmicas de la
presión del fluido cerebral, debidas al cuerpo etérico del sistema
rítmico, están en íntima relación -a través de la intermediación
de lo etérico- con las impresiones de los sentidos nerviosos, por
una parte, y con los procesos de respiración, circulación de la
sangre y formación de la sangre, por otra. Aquí se encuentra uno de
los puntos de encuentro más esenciales, donde lo que entra en
nuestra cabeza como una impresión sensorial -es decir, entra a
través de los órganos sensoriales en el organismo vivo- se
encuentra con lo que vive en nuestra respiración y circulación
sanguínea: es decir, donde el contenido de las percepciones e
influencias sensoriales se encuentra con las bases físicas de
nuestro lenguaje, por un lado, y de nuestros elementos de formación
del cuerpo (sangre, etc.), por otro. Las fuerzas formativas etéricas
actúan en ambas entidades.
La actividad de la conciencia en el
hombre, que vive en el mundo de los fenómenos, depende, en la medida
en que esto requiere una base física, de la existencia de estos
procesos rítmicos en el fluido cerebral. Es significativo que el
cerebro humano no esté sometido, como el resto del organismo, a la
fuerza de gravedad dirigida hacia el centro de la tierra; sino que,
al estar sometido a la presión ascendente del fluido cerebral, con
sus variaciones, está liberado al máximo de la atracción de la
tierra. Las leyes del polo superior del hombre se oponen, pues, a las
leyes del organismo terrestre, ya que éstas rigen en el polo
inferior del hombre, donde se elabora el material alimenticio tomado
del medio terrestre, y donde no se forma ningún órgano necesario
para nuestra conciencia despierta. En la cabeza (la presión
ascendente del fluido cerebral significa la liberación de la
gravitación) rigen, pues, según este punto de vista, leyes
antiterrestres; en el hombre inferior (sistema digestivo), por el
contrario, encontramos leyes predominantemente terrestres. Aquí
también encontramos una polaridad entre las leyes terrestres, por un
lado, y las leyes extraterrestres o cósmicas, por otro; y como
resultado vemos en el organismo humano también una polaridad de tipo
espiritual (conciencia despierta centralizada arriba, no abajo), como
también una polaridad en las fuerzas formativas etéricas, que a su
vez conduce a una polaridad en el organismo físico.
La génesis
filogenética y ontogenética del organismo físico humano debe,
pues, para una verdadera comprensión, remontarse a las leyes del
cosmos, del organismo cósmico y del organismo terrestre. Si
consideramos el cuerpo etérico del hombre y su acción sobre el
cuerpo físico, ya hemos podido señalar la distribución de las
fuerzas formativas etéricas en general de la manera que se muestra
en la ilustración 12 (pag.278).
Si,
ahora, consideramos la aparición de las diferentes fuerzas etéricas
en detalle dentro del organismo, y buscamos sus muchos centros
menores, descubriremos que muchos centros etéricos coinciden con los
ganglios nerviosos en el sistema nervioso-sensorial humano, pero hay
más centros etéricos que centros físicos. Es ahora de valor
decisivo trazar la forma en que la correspondencia entre las fuerzas
etéricas del sistema nervioso y las del sistema sanguíneo conduce
también a una analogía de gran alcance entre la conformación de
estos dos sistemas más importantes. Puesto que las mismas fuerzas
-sólo que en condiciones diferentes- han formado tanto el sistema
nervioso como el sanguíneo, el segundo es, por tanto, en su
formación, casi una copia del primero. Consideremos primero los dos
órganos más importantes, el cerebro y el corazón.
Así como el
cerebro se divide en una parte superior y otra inferior (cerebro y
cerebelo), también lo hace el corazón. Obviamente, además, las
mitades derecha e izquierda del cerebro son distintas, de modo que
hay en total cuatro partes al igual que el corazón está dividido en
cuatro cámaras. Si ahora trazamos esta diferenciación orgánica más
allá, se hace evidente que el cerebro se extiende en doce pares de
nervios. Sólo el abstraccionista ilógico considerará esto una mera
"casualidad" - para el investigador en el mundo de lo
orgánico será una cuestión de necesidad obvia que las mismas
fuerzas formativas etéricas que trajeron a la existencia
macrocósmica y filogenéticamente doce signos del zodíaco, causaron
también microcósmicamente, en el organismo humano en el foco del
sistema nervioso-sensorial, sólo doce pares de nervios primarios.
La
estructura del corazón, que en su desarrollo, en la actualidad, está
todavía por detrás de la del órgano de la conciencia, muestra en
el órgano Físico, las cuatro partes correspondientes a las partes
principales del cerebro, pero todavía no, por el contrario, la
división dodécima correspondiente al proceso ulterior de
diferenciación ; pero el corazón etérico posee esta estructura
dodécima -como el Dr. Rudolf Steiner indica en su libro "Wie
erlangt man Erkenntnisse der höheren Welten "
y tiende por naturaleza en el curso de su evolución a realizar esta
diferenciación dodecagonal en el órgano físico también como ya se
ha realizado en el órgano del cerebro. Que dicho desarrollo gradual
del órgano del corazón, al igual que el del cerebro, esté asociado
a modificaciones decisivas de las actividades de la conciencia y de
los diversos miembros del ser humano, se le ocurrirá al pensamiento
lógico, a la luz de los acontecimientos filogenéticos ya visibles
para nosotros en otras ramas del conocimiento, como una necesidad de
la Naturaleza.
Si ahora
rastreamos la forma del sistema nervioso en el resto del organismo
-por ejemplo, en la médula espinal- descubrimos una estructura
completamente diferente; y estas diferencias sólo deben entenderse
si aplicamos a su comprensión lo que se ha dicho en el capítulo III
con respecto a las corrientes etéricas de la tierra.
Allí
consideramos la posición de la columna vertebral en los diversos
reinos de seres vivos en su relación con las corrientes etéricas
dentro del organismo terrestre, y descubrimos que el hombre, cuando
está erguido y en su conciencia despierta, está sujeto en grado
máximo a la influencia de las corrientes inducidas por el sol; pero,
cuando está dormido y en postura horizontal, a las corrientes
inducidas por la luna; y finalmente que los animales, debido a la
postura horizontal de la columna vertebral, están sujetos en grado
máximo, incluso cuando están despiertos, a la acción de la luna.
Quien, por ejemplo, observa a un perro o a otro animal en el momento
de la luna llena y de la luna nueva, puede recoger una gran cantidad
de material relacionado con esto.
El hombre, por lo tanto,
practica esas actividades de conciencia más elevadas que le
pertenecen sólo a él de todos los reinos de la naturaleza, por
medio de un cerebro que es fuertemente susceptible a la influencia
del sol -como entidad- y hemos visto que este cerebro, en su
estructura dodecafónica, corresponde a la división dodecafónica
del sistema macrocósmico en los doce signos del zodíaco, a través
de los cuales el sol transita en el curso del año.
La actividad
de la conciencia que el hombre practica por medio del sistema
nervioso centralizado en la médula espinal es mucho más tenue que
la actividad consciente despierta del cerebro; la primera se asemeja
a la del animal, una conciencia más onírica. Este sistema nervioso,
adaptado más bien a la conciencia animal, lo hemos encontrado en el
animal sometido esencialmente a la influencia de la luna. Si ahora
consideramos el origen de este sistema medular, encontraremos una
explicación en el hecho de que su estructura debe ser más bien una
copia de los acontecimientos macrocósmicos de la luna, cuyas fuerzas
formativas fueron aquí especialmente activas. Al igual que el mes,
una duodécima parte del año, consta de 28-31 días, y en este ritmo
la luna giratoria muestra a la tierra sus diversas fases - creciente
y menguante dentro de un mes - así también el sistema nervioso de
la médula espinal del hombre se divide en 31 - pares de nervios.
Este sistema nervioso es el mediador de nuestros movimientos
reflejos, es decir, involuntarios; su conciencia es onírica, no se
asemeja a la conciencia diurna de la vigilia del cerebro, sino que se
asemeja más bien a la conciencia sometida del animal y del hombre
dormido. En efecto, en el animal despierto y en el hombre dormido, es
atravesado en grado máximo por la corriente terrestre inducida por
la luna. (Véase el capítulo III.)
El organismo humano posee un
tercer sistema nervioso en el llamado sistema nervioso simpático",
que tiene su órgano más importante en el plexo solar y desarrolla
su actividad principal en los órganos de la digestión. Este es el
sistema nervioso del polo inferior, del sistema metabólico y, por lo
tanto, de la parte del organismo que se relaciona principalmente con
el organismo terrestre en la asimilación de la materia nutritiva
para la formación del cuerpo tomada de la tierra.
Este
proceso en el polo inferior procede normalmente de tal manera que no
entra en absoluto en nuestra conciencia: es decir, nuestro estado de
conciencia en relación con este proceso real es como el del sueño
profundo, en el que no sabemos nada de todo lo que sucede en y
alrededor de nosotros.
Al coordinar cada una de las tres partes
del sistema nervioso con uno de los tres sistemas del organismo
humano, por así decirlo, como su órgano de conciencia, el triple
organismo humano se nos revela de la siguiente manera :
Sistema
de la cabeza, influencia del sol.
Cerebro, 12 pares de nervios
(12 signos del zodiaco),
Movimientos voluntarios,
Despertar de
la conciencia.
Sistema medio, sistema nervioso de la médula
espinal, influencia lunar.
Columna vertebral, 31 pares de
nervios (fases de la luna, mes),
Movimientos
involuntarios,
Conciencia de sueño.
Sistema metabólico,
sistema nervioso simpático, influencia terrestre.
Asimilación
de las sustancias de la tierra,
Conciencia de sueño profundo
Así,
los estados de conciencia, las fuerzas formativas etéricas y los
Procesos relacionados con la sustancia están todos vinculados en el
hombre, tanto filogenética como ontogenéticamente, en una relación
armoniosa con los Procesos del cosmos y del organismo terrestre.
A través
de este organismo humano corre durante el día aún otra corriente
etérica, la "corriente vital". Así como las sustancias
acuosas ascienden en la vegetación durante el curso del año y del
día, haciendo posible el fenómeno de la vida vegetal -que hemos
podido explicar sobre la base del proceso de respiración del
organismo terrestre, que exhala a la atmósfera y vuelve a inhalar
una corriente etérica (Cap. Ill)-, también las corrientes etéricas
del organismo terrestre fluyen a través del organismo humano,
entrando y saliendo alternativamente durante el curso del día y de
la noche.
La relación de la conciencia humana con estas
realidades es algo único. Así como los descubrimientos de la
descomposición radioactiva de la sustancia, que han modificado tan
profundamente nuestra anterior concepción del mundo, eran totalmente
desconocidos para la ciencia moderna hasta hace treinta años, y sin
embargo fueron realidades durante todos los miles de años
anteriores, así el organismo humano ha estado durante mucho tiempo
bajo la influencia de estas corrientes de fuerzas etéricas que
fluyen a través de nosotros desde el interior de la tierra, y sin
embargo la conciencia humana nunca ha puesto estas realidades a su
alcance. Sin embargo, una investigación de los fenómenos de la
vida, conforme a la realidad, requerirá en el futuro prestar
atención a la naturaleza profundamente significativa de estas
cosas.
Cuando la tierra exhala a la salida del sol las fuerzas
formativas etéricas que producen los fenómenos de la vida en el
mundo vegetal (cap. III), entonces también la corriente de la vida
comienza a recorrer el organismo humano. Comenzando por los pies -es
decir, puesto que aquí se trata de procesos etéricos, comenzando
por el extremo inferior del cuerpo etérico del hombre- la corriente
de fuerzas formativas etéricas entra en el organismo humano, fluye a
través del sistema rítmico humano, vitalizando allí muchos ritmos
menores, y asciende hasta el cerebro. Por la tarde, hacia la puesta
del sol, vuelve a fluir, y finalmente alcanza de nuevo el extremo
inferior del cuerpo etérico, los pies, por la mañana antes de la
salida del sol, para comenzar de nuevo desde allí al amanecer su
curso a través del organismo.
Diagrama
de la dirección del flujo de la corriente vital etérica a través
del organismo humano en el curso de un día :
Diagrama
de la dirección de la circulación de la sangre en el organismo
humano :
Al igual
que la corriente etérica de la respiración del organismo terrestre,
que se eleva en el curso del día desde el interior de la tierra y
regresa a ella, da un nuevo impulso diario, a través de sus ritmos y
sus fuerzas formativas, a los fenómenos de la vida en todos los
reinos de la Naturaleza, así también corre a través del hombre,
dando un impulso a la circulación vitalizadora de su sangre y
manteniéndola en flujo continuo.
Y, en efecto, la corriente vital
recorre el organismo humano en sentido ascendente principalmente por
el lado derecho y en sentido descendente principalmente por el
izquierdo. A través de este hecho y sólo así puede explicarse el
desarrollo de la circulación de la sangre. (Diagrama de arriba.)
El
hecho del flujo ascendente de la corriente vital etérica en el lado
derecho y el flujo descendente en el izquierdo nos explica, además,
por qué muchos órganos del cuerpo humano no están colocados
simétricamente, sino asimétricamente, que algunos pertenecen más a
la esfera derecha y otros más a la izquierda, y además por qué los
movimientos de los fluidos en las dos regiones tienden en su mayor
parte a direcciones diferentes. Además, la corriente vital durante
el día -es decir, cuando asciende- afecta principalmente al sistema
nervioso, y durante la noche -es decir, cuando desciende-
principalmente al sistema sanguíneo; y este hecho está relacionado
con los estados de la conciencia humana: la conciencia de vigilia
aumentada del día
y la conciencia suprimida del sueño y de la
noche, y sus transiciones entre sí.
Pero el cuerpo etérico
propio de cada persona también modifica a su vez la naturaleza
general de la corriente vital etérica de la tierra y la
individualiza dentro del organismo humano de cada ser humano
individual, de tal manera que es individualmente distinta en cada
persona de la corriente de todas las demás personas y del resto de
las corrientes terrestres y cósmicas.
Ya hemos visto, en relación
con la respiración y la circulación de la sangre, que estos ritmos
están en parte sujetos a la voluntad humana y en parte no tan
sujetos, y por lo tanto entran en relación mutua más o menos íntima
con la vida del alma humana.Aquí, por tanto, las voluntades humana y
cósmica están a menudo en contacto, complementándose o
perturbándose mutuamente. La voluntad humana, el destino humano, la
salud o la enfermedad humana, y sobre todo el conocimiento o la
ignorancia humana de las leyes cósmicas, pueden aquí edificar o
destruir mucho. Los grandes y esenciales misterios de la evolución
opuesta o unida del cosmos, la tierra y el hombre están aquí
abiertos a la vista u ocultos.
Una nueva teoría con respecto a
todas estas entidades y organismos conducirá también a una nueva
fisiología y anatomía del ser humano con horizontes espirituales
ampliamente expandidos. El Dr. Eugen Kolisko da una impresión
abrumadora de lo que se requiere en este cambio de visión. Dice que
esta nueva dirección de la investigación nos lleva a una
"concepción totalmente nueva de la relación entre lo que
pertenece al alma y lo que pertenece al cuerpo". La
Antroposofía no puede pensar en lo corporal como causa de los
fenómenos del alma, como ocurre en el modo de pensar más o menos
materialista, ni puede hablar de un paralelismo de lo psíquico y lo
físico, como se hace en gran medida hoy en día, registrando
simplemente estos elementos uno al lado del otro, sino que debe
investigar adecuadamente qué región de la vida del alma está
relacionada con una región específica de la vida del cuerpo.
Anteriormente los hombres creían en una "sede" del alma,
que se concebía como si estuviera en algún lugar y de alguna manera
separada de lo que es corporal, a fin de evitar ponerla en relación
con la materia burda. De este modo, el alma era concebida, no
exactamente como un "vertebrado gaseoso", pero al menos de
una manera muy materialista. Luego vino una época en la que todo lo
que tenía naturaleza anímica se atribuía a causas que radicaban en
el sistema nervioso, y todas las funciones anímicas se atribuían
indistintamente a este sistema nervioso. Esto es claramente una
reliquia de la antigua teoría de la "sede" del alma, que
ahora se supone que es algo que procede del sistema nervioso y que se
localiza allí. La Antroposofía mostrará que el alma está unida a
la totalidad del hombre. En lo que respecta a las funciones del alma,
debe ser posible explicar qué órgano físico es la base de cada una
de ellas.
De este
modo, nos separamos, por una parte, de la psicología que lleva a
abstracciones absolutas y habla de un elemento anímico que no tiene
relación con lo físico que es herencia de la antigua teoría del
alma; y, por otra parte, nos separamos de la teoría que piensa que
la mayor parte del organismo humano no tiene relación con el alma y
lo considera así como se ha acostumbrado a pensar que el mundo
exterior es el producto de la acción física y química. Una visión
del cuerpo vacía del elemento anímico y del alma vacía de lo
espiritual - tal es esta forma de pensar, en la que no se utiliza lo
espiritual para comprender el alma en sus extraordinariamente
múltiples relaciones con el cuerpo. Estos son los dos extremos que
la Antroposofía refuta. Percibe el elemento del alma en su carácter
polar y ve que ésta sólo puede ser comprendida en su relación con
los procesos polarmente organizados del cuerpo. Además, uno se verá
obligado a ver que el pensar, por ejemplo (no el concebir, que, por
así decirlo, proyecta más allá el percibir externo) se produce no
sólo por medio del cerebro, sino por medio de todo el hombre, pues
en el pensar puro está presente un factor de voluntad en el sentido
de que un concepto está conscientemente ligado a otro. Pero si el
pensamiento es real en *su naturaleza y si conduce al conocimiento,
entonces está unido a este pensamiento permeado por la voluntad
también el sentimiento. Un pensar que, mediante la actividad de la
voluntad, conduce a lo espiritual y luego fructifica en conocimiento,
está también calentado por un contenido de sentimiento. A esto, sin
embargo, corresponden los procesos apropiados en el cuerpo, de modo
que comprendemos cómo tal pensamiento lleva al hombre a una unidad
de alma y cuerpo, a una interacción armoniosa de su sistema
organizador de fuerzas."
Si se contemplan estas realidades,
no de forma abstracta, sino en el hombre vivo en sus relaciones con
el mundo, se llega entonces a nuevas formas de conocimiento en
Patología y terapia, en el arte de curar.
La teoría del
organismo humano, con sus fuerzas formativas etéricas y los demás
miembros de su ser, exige para el arte de curar también un
conocimiento profundo de las sustancias vegetales y minerales, de los
remedios que deben aplicarse al organismo humano enfermo; pero no
sólo de las plantas y los minerales en relación con su estructura
física, sino sobre todo en relación con su estructura etérica, es
decir, con un conocimiento de las fuerzas formativas etéricas que en
ellos, ya sea edificando o destruyendo, influyen en los fenómenos de
la vida. Sólo un conocimiento metódico de las fuerzas etéricas en
las plantas, los minerales, los metales, los manantiales, los
remedios naturales y artificiales puede conducir a una aplicación
metódica de estas fuerzas curativas al organismo etérico del
hombre, igualmente accesible al conocimiento, a una terapia metódica
y a un empleo integral de todas las fuerzas curativas de la
Naturaleza. En
el futuro, el arte de la curación se basará en el conocimiento de
lo etérico en la Naturaleza y en el hombre.
Cuando
el ser humano reconoce lo que pertenece al alma y al espíritu, y
cómo éstos se expresan vital y armoniosamente en el organismo
humano, reconoce también el elemento del alma y del espíritu y lo
físico en la Naturaleza externa.
Pues el
cosmos, la tierra y el hombre se construyen según la misma voluntad,
a través de las mismas fuerzas etéricas y de las mismas sustancias.
Así como la génesis del elemento del alma y del espíritu y de lo
físico en la Naturaleza se convirtió en la génesis del ser humano,
que se conoce a sí mismo percibe al final de su camino el ser de la
Naturaleza.
Después de que la Naturaleza lo haya construido, él
construye y domina la Naturaleza, hasta que el conocimiento humano
abarque el cosmos, la tierra y el hombre. Así, el conocimiento del
mundo se convierte en conocimiento del hombre, y el conocimiento del
hombre en conocimiento del mundo.
Sólo el cumplimiento del gran
mandato que desde la época griega se cierne sobre la humanidad a lo
largo de los siglos :
" ¡Conócete a ti mismo! "conduce
a la meta de la evolución del hombre y del mundo.
Traducido por J.Luelmo dic.2021