viernes, 17 de diciembre de 2021

Las fuerzas formativas etéricas en el cosmos, la tierra y el ser humano - capítulo IV

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Capítulo IV


EL ORIGEN ONTOGENÉTICO Y LA DESAPARICIÓN DE SUSTANCIA

Dr. Guenther Wachsmuth 

año de 1926

Dos grandes pensamientos básicos prestaron un servicio incalculable a Goethe, el investigador altamente dotado, en su camino hacia la comprensión de la Naturaleza: el concepto de "Polaridad" y el de "intensificación" en el mundo fenoménico. Este mundo de los fenómenos está interpenetrado por el mundo de las fuerzas formativas, tal y como nos hemos esforzado en verlas, esas fuerzas cuya actividad espontánea introdujo en su día Du Bois Reymond como materia de su segundo enigma del mundo, el origen del movimiento en el cosmos. En efecto, no sólo observamos en la Naturaleza un funcionamiento espontáneo del mundo de las fuerzas -sin influencia del hombre en su mayor parte, lo que podemos agradecer-, sino que vemos también que este funcionamiento procede según leyes y tendencias internas. De hecho, podríamos decir que procede según un "plan", en cuyo espíritu, sin embargo, quien acepta la filosofía filistea de muchos darwinistas, con su "selección natural" y la "lucha por la existencia", nunca podrá penetrar. Percibimos que la metamorfosis de los estados no se limita a una transición sin sentido de un estado arbitrario a otro estado arbitrario, sino que la metamorfosis en el mundo de los fenómenos, vista globalmente, conlleva generalmente un "ascenso" de las formas y capacidades evolutivas según las leyes espirituales. Sin embargo, dado que durante la última década se ha descubierto, en relación con los procesos de radiactividad, que el mundo material está sujeto también a una decadencia inevitable y sistemática, debe plantearse de nuevo la cuestión de si el "ascenso" -la evolución ascendente del mundo material- tiene algún significado cuando la decadencia de la sustancia debe conducir inevitablemente de nuevo a la ruina final de esta obra. En los capítulos siguientes trataremos de mostrar que una concepción tan pesimista sólo es posible cuando restringimos nuestra observación de la Naturaleza unilateralmente a una visión del origen y la desaparición de la sustancia, en lugar de investigar la actividad recíproca concreta entre lo espiritual y lo material en su plena realidad.

Los profesores St. Meyer y E. von Schweidler escriben en su notable obra ya citada, "Radioaktivität": "En la metamorfosis de los elementos radiactivos asistimos a una transmutación espontánea de la materia en la que los productos radiactivos individuales constituyen lugares de parada apenas estables; esto demuestra que los elementos individuales son capaces de metamorfosearse. A este respecto, hay que subrayar fuertemente el hecho de que hasta ahora no hemos sido capaces, por ningún medio físico o químico, de acelerar estas metamorfosis, de retardarlas o de influenciarlas de alguna manera en la dirección unilateral de su curso, y mucho menos de invertir el proceso. Sin embargo, si en estas sustancias radiactivas estamos obligados a ver, como espectadores impotentes, la decadencia gradual de los valores químicos en una dirección, o si en general una reconstrucción de los elementos químicos más complicados está al mismo tiempo Procediendo de una manera bastante desconocida para nosotros, es sin duda una de las cuestiones más cruciales." El descubrimiento de la descomposición radioactiva espontánea de la sustancia, con sus fenómenos asociados, ha sacudido hasta ahora despiadadamente los fundamentos mismos de la doctrina de la conservación de la materia y de la fuerza, y los defensores de este punto de vista -que sólo es válido para una parte del mundo- se han visto impulsados a un frenesí de teorías defensivas, en las que a menudo hay algo trágico.

Trataremos de formarnos una concepción de la relación entre el mundo de la fuerza y el mundo material, que, en efecto, sólo es posible distinguir uno de otro esquemáticamente, y no tan nítidamente en la realidad. Hemos comprobado que las fuerzas etéricas formativas del organismo terrestre, el cuerpo etérico de la tierra, están influenciadas por dos corrientes etéricas fundamentales de fuerza en el cosmos; es decir, por el éter vital que nos llega sobre todo del sol, y el éter químico que nos irradia principalmente de la luna, con sus respectivas direcciones verticales y horizontales de dichas corrientes. La investigación científica más reciente ha hecho ahora el descubrimiento sumamente importante de que las sustancias más abundantes en los estratos más externos de la atmósfera son el helio y el hidrógeno. Además, hemos aprendido a reconocer el oxígeno como el ingrediente más importante de la atmósfera, de modo que podemos considerar el hidrógeno y el oxígeno como dos de los elementos básicos más esenciales del mundo material. Además, nuestro proceso de respiración y nuestro proceso circulatorio dependen fundamentalmente del oxígeno y sus modificaciones y del estado acuoso de la sangre. Veremos en los capítulos siguientes, y sobre todo en la discusión de la luz (Caps. VII y XII), que aún no se han estudiado a fondo las diferencias profundas y esenciales entre las diversas formas de oxígeno. Pues aprenderemos que la entidad doble oxígeno 1 se distingue siempre de la entidad triple oxígeno, no sólo en que el oxígeno entra en un momento en esta combinación y en otro en la otra, sino en que la diferencia entre estas dos entidades está íntimamente relacionada con los fenómenos de la vida y la muerte.

Porque el punto más importante aquí no es el número de las unidades de oxígeno combinadas, sino mucho más esta cuestión: ¿Qué fuerzas producen, por una parte, la combinación 03, y qué fuerzas la combinación 02; y qué fuerzas están vinculadas, por lo tanto, en su actividad con la presencia de la estructura de la sustancia 03 en un momento, o la estructura de la sustancia 02 en otro?
Si ahora aclaramos nuestras mentes en cuanto al origen ontogenético de la sustancia, encontraremos que lo siguiente es cierto para el organismo terrestre, en el cual las dos fuerzas formativas etéricas, el éter de vida del sol y el éter químico de la luna, están activas. (Diagrama p. 110.)
1. La investigación experimental establece el hecho de que la sustancia que hace su aparición en la desaparición de la materia, en su decadencia radioactiva espontánea, es la misma que descubrimos en los límites de nuestro organismo terrestre, en la llegada a la existencia de la materia: es decir, el helio (He).
2. Cuando las fuerzas irradiadas hacia el interior del organismo terrestre penetran más profundamente en el mundo material, la fuerza solar forma entonces el ozono, el triple de oxígeno, en acción recíproca con las fuerzas y sustancias de la esfera éter lumínico del organismo terrestre.

El Dr. K. Kähler, del Observatorio Meteorológico de Potsdam, dice en su libro "Luftelektrizität", tan rico en hechos significativos, que "se indica así una dependencia mutua entre a (la intensidad de la electricidad difundida en la atmósfera) y el contenido de ozono del aire. Con el aumento de a, el contenido de ozono también se hace mayor. Se trata aquí, al menos, de una relación indirecta que parece ser atribuible a los rayos del sol". Y en otro lugar (p. 140) : "Otra fuente de electricidad, principalmente importante para los estratos superiores de la atmósfera es la luz solar ultravioleta. Que es la que produce el ozono".

Sobre la base de un seguimiento concreto de la actividad de las fuerzas formativas etéricas expresaremos el asunto así : El éter vital irradiado desde el sol hacia el organismo terrestre forma en la esfera del éter lumínico el ozono, el triple oxígeno.
Encontraremos esta formación de ozono en el estudio de la luz (Cap. VII), así como en relación con el proceso de radiactividad, y finalmente la veremos en el estudio del organismo humano (Cap. XII) asociada a la aparición de los fenómenos más importantes de la vida. Que el ozono aparece sobre todo en los estratos más altos del organismo terrestre ha sido demostrado por la investigación experimental. Pero los puntos de vista respecto al ozono en los escritos científicos están fuertemente en desacuerdo. Algunos lo llaman un gas venenoso"; otros "un ingrediente especialmente saludable del aire".
La importante distinción entre el oxígeno en estado triple, por una parte, al que están asociados, como veremos más adelante, los fenómenos vitales más esenciales del organismo humano y terrestre, y el oxígeno en estado doble, por otra, desempeñará en el futuro un importante papel en muchas fases del estudio de los organismos.

En las mismas esferas de la tierra en las que el éter vital del sol forma el ozono, o el triple de oxígeno, el éter químico (tanto de la radiación lunar como de la terrestre) forma el peróxido de hidrógeno (H2O2). En vista de la íntima asociación de esta sustancia con los procesos en el organismo humano, esto también jugará un gran papel en la futura investigación orgánica. Aquí, pues, debemos fijar firmemente en nuestra mente que estas dos sustancias, el oxígeno triple y el peróxido de hidrógeno, tan íntimamente relacionadas con los fenómenos de la vida, han llegado a existir por la penetración de las fuerzas del sol (éter vital) y de las fuerzas de la luna (éter químico) en la esfera superior de éter lumínico del organismo terrestre.
3. Cuando las fuerzas cósmicas penetran más profundamente en el mundo material del organismo terrestre, es decir, cuando se acercan a los estratos inferiores de la atmósfera y de la tierra sólida (véase el diagrama de la página 110), entonces surge el doble oxígeno (O2), que es el ingrediente más esencial para la respiración humana, y el agua (H2O), tal como desciende hasta nosotros en forma de lluvia y cubre la superficie de la tierra, uno de los constituyentes más esenciales de los jugos vitales de los organismos (sangre, etc.) y el gran sustentador del mundo vegetal.

Sin embargo, en el futuro habrá que tener mucho cuidado al trasladar los resultados de la investigación de laboratorio a los fenómenos que se suponen similares en la atmósfera y el cosmos. El error se ha producido especialmente en lo que se refiere al origen del agua, es decir, a la formación de las nubes, ya que los fenómenos observados o producidos en condiciones de laboratorio se han trasladado a la atmósfera, lo que no hace más que dar lugar a una caricatura. El Dr. K. Kähler tiene, pues, mucha razón cuando dice al hablar de la teoría de la condensación hasta ahora sostenida, Luftelektrizität " p. 104) : "Aplicada a la atmósfera, la formación de gotas en una corriente de aire ascendente tendría que producirse primero en relación con las motas de polvo, luego en relación con los portadores negativos, y por último con los positivos, de la electricidad. Pero es muy dudoso que la investigación de laboratorio pueda trasladarse a la atmósfera". Y llega a la conclusión (p. 146) de que, según las investigaciones realizadas, es "improbable que en los estratos superiores de la atmósfera tenga lugar la condensación en absoluto en relación con los portadores de electricidad. Además, nunca se ha demostrado que se produzca en la atmósfera una hiper saturación como la que exige la teoría. La teoría de la condensación, por lo tanto, no explicará el conjunto de hechos observados". Se ha comprobado, pues, que la electricidad no es la causa de la formación de agua en la atmósfera de la Tierra. El Dr. Rudolf Steiner ha descrito la formación del agua de la siguiente manera: Supongamos que el aire en las esferas del organismo terrestre en cuestión está lleno de innumerables vacíos diminutos (a la manera del sol) en los que hay fuerzas de succión que, cuando salen de estos vacíos, provocan un acercamiento, una condensación de la sustancia circundante (vapor de agua).

Tal descripción da una forma de imagen de lo que se quería decir en nuestra discusión en cuanto al tipo de acción de las fuerzas de succión y concentración, que, en el caso de la formación de agua en las nubes, es la acción del éter químico que absorbe el vapor de agua y lo convierte en agua.

Aquí debemos distinguir claramente también entre la formación del agua y de las nubes, por un lado, cuando se debe a la acción de las fuerzas cósmicas irradiadas en el organismo terrestre (éter químico de la luna) y, por otro lado, tal formación del agua como resulta de la radiación de fuerzas hacia el exterior de las regiones de la tierra. Ya hemos mostrado la conexión mutua de la formación de agua y nubes y los fenómenos de las auroras boreales, la luz polar (Cap. Ill), donde igualmente es el éter químico el que produjo el agua, pero el éter químico irradiado hacia el exterior desde el interior de la tierra (ver pp. 82-83).
4. Si, ahora, quisiéramos investigar más el origen filogenético y ontogenético de la sustancia, debemos proceder desde los siguientes puntos de vista: Así como el cristal es una forma previamente líquida ahora convertida en un sólido mineralizado, así también, por ejemplo, el carbón es la forma muerta mineralizada de una cosa antes viva y orgánica; no lo contrario, no es que lo orgánico sea una forma viva surgida de lo que antes era inorgánico, como los "homúnculos" que revolotean ante el erudito pedante Wagner en el "Fausto" de Goethe. En los depósitos de carbón de nuestra tierra aparece ante nosotros el mundo vegetal muerto de épocas pasadas. ¿Puede surgir una nueva planta del carbón? Ciertamente no a menos que las fuerzas vitales y formativas tomen posesión de la sustancia y le den vida y forma. Para permitir que surja del mundo vegetal muerto: el carbón, un nuevo mundo vegetal, mediante la formación de los compuestos de carbono o de albúmina, etc., es necesario el impulso de la voluntad que impulsa a las fuerzas formativas etéricas a moldear, modelar y vitalizar la sustancia. Es evidente, por tanto, que lo espiritual, lo que posee un ser real, es primario; el mundo fenoménico de la sustancia es secundario, ya sea que veamos la cuestión filogenética u ontogenéticamente, o de otra manera. Las horribles teorías que han surgido al llevar la enseñanza de Haeckel demasiado lejos se han esforzado en vano por explicar incluso al hombre mismo como un fenómeno que surge de la sustancia, es decir, de esos compuestos de carbono que llamamos albúmina. La caracterización del mundo del pensamiento humano como "producto de la vibración del cerebro" coronó esta noble obra de la sabiduría occidental, que se tituló insultantemente "El hombre".

Comprenderemos al hombre, así como al resto de los reinos de la naturaleza con todos los fenómenos de la vida, cuando no sólo contemos con las sustancias muertas, los electrones y las vibraciones del éter en el cosmos, sino que estemos dispuestos a tomar bajo observación específica el trabajo recíproco de los estados de conciencia, las fuerzas formativas etéricas vivas y activas, y los fenómenos de la materia metamorfoseada por estas fuerzas dentro de los organismos cósmicos y terrestres en todas sus manifestaciones.
En el capítulo X podremos considerar cómo la sustancia -cuya génesis, como hemos podido ver, se debe a las fuerzas que irradian del cosmos, así como a las que se originan en la propia tierra- vuelve a decaer dentro del organismo terrestre; cómo, por lo tanto, el eterno circuito del devenir y del desvanecimiento gira sobre sí mismo, circuito dentro del cual se tejen nuestro sistema cósmico, nuestro organismo terrestre, e incluso nosotros mismos.

1 Por razones que surgen de ciertos aspectos en la discusión, el autor utiliza los términos zweifach y dreifach en lugar de los habituales zweiatomig y dreiatomig.