lunes, 13 de diciembre de 2021

Las fuerzas formativas etéricas en el cosmos, la tierra y el ser humano - capítulo III

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Capítulo III


EL ORGANISMO TERRESTRE

Dr. Guenther Wachsmuth 

año de 1926

Su estructura y sus procesos vitales


Jamás podremos comprender los fenómenos del cosmos y de la tierra, de la atmósfera, de la electricidad atmosférica y del magnetismo terrestre, si no consideramos la tierra como un gran organismo viviente que, como todos los organismos vivientes, se caracteriza por un proceso de respiración, de circulación, etc., en la forma en que éstos van a ser explicados ahora.
Quien haya leído muchos libros de la ciencia natural moderna que tratan de la meteorología, la electricidad atmosférica, las tormentas eléctricas, el magnetismo terrestre, etc, se habrá dado cuenta de que el trabajo realizado en estos campos hasta el momento ha dado como resultado la recopilación de una gran cantidad de material en partes disociadas, pero que -como es generalmente confesado por los propios autores- todavía falta un sistema de pensamiento que aclare e integre los numerosos detalles mal clasificados de los hechos, un sistema en el que estos fenómenos individuales puedan ser reducidos a la armonía y el orden, o del que se pueda ver que han surgido. Si ahora ordenamos esta masa dispersa de hechos individuales observados a la luz de la enseñanza aquí expuesta sobre el organismo terrestre, los hechos se confirmarán completa y recíprocamente y, lo que es más importante, se interpretarán de manera integral.
Así como el llamado "átomo" -o digamos, más bien, la unidad de sustancia- está formado, como veremos más adelante, por cuatro esferas globulares, que se rodean mutuamente cuando están en estado estático, y que pueden considerarse como las esferas de actividad de las cuatro fuerzas etéricas, así también el gran organismo terrestre -es decir, la tierra sólida con su atmósfera- está formado de tal manera que consta de cuatro esferas concéntricas globulares, y en cada una de estas cuatro esferas actúa predominantemente una de las cuatro fuerzas formativas etéricas antes mencionadas.
El siguiente diagrama ofrece una especie de esquema del organismo terrestre durante la condición estática de sus fuerzas etéricas, tal como se distribuyen según sus principios rectores.

Las fuerzas de succión, de atracción hacia el interior, del éter químico y del éter vital tienen sus principales esferas de actividad, correspondientes a su tendencia, concentradas en la tierra, con sus partes sólidas y fluidas componentes (océanos, etc.).
Las fuerzas centrífugas del éter lumínico y del éter calórico, por el contrario, tienen sus esferas de actividad principalmente en la atmósfera gaseosa que rodea al globo. Esta atmósfera gaseosa está rodeada por un manto de éter calórico en los límites exteriores de la atmósfera
hacia el cosmos.

Mientras que la tierra en su totalidad como organismo tiene la tendencia a mantener esta disposición básica y normal de las fuerzas (ver diagrama), las influencias cósmicas extraterrestres, y especialmente la influencia del sol, actúan sobre esto como fuerzas perturbadoras, caóticas. Por lo tanto, todo el conjunto de fenómenos -atmosféricos, meteorológicos, telúricos- sólo puede comprenderse a la luz de esta oposición mutua, de este conflicto: por un lado, la tendencia, la voluntad, del organismo terrestre de realizar la cuádruple estratificación como condición estática, y por otro lado, la acción de las influencias cósmicas que no permitirán que se produzca esta condición estática, sino que harán que las capas se arremolinen mutuamente y perturben una y otra vez el estado normal de la estructura terrestre.
A esta misma disolución caótica, a esta alteración de la conformidad meramente terrestre con las leyes generales, se deben los fenómenos de la vida en el planeta Tierra. Si la tierra llegara a ese estado de reposo hacia el que se esfuerza -es decir, a endurecerse, por así decirlo, en el estado normal de sus leyes generales-, entonces no sería posible la vida en ella, ya que la vida requiere realmente la disolución caótica, la alteración de las leyes generales que tienden a la fijeza. Así como, en el organismo humano y animal, los fenómenos de la vida presentes en la albúmina y en otras sustancias orgánicas surgen de la disolución y de la alteración caótica de los estados químicos fijos normales y característicos que les son realmente básicos (véase el Cap. XII), así también la vida del organismo terrestre depende de la continua disolución de su estado normal primitivo de conformidad con las leyes a través de las influencias cósmicas, y especialmente de las del sol.
Y así como el organismo humano durante el sueño, cuando ya no es perturbado por el yo humano activo durante el día en la conciencia y la voluntad, reordena y construye durante la noche su interrelación sistemática de fuerzas como conforme a las leyes orgánicas, así también el organismo terrestre restablece durante la noche el equilibrio de su distribución primitiva de fuerzas, alterada durante el día por la acción del sol.
Así pues, lo que las actividades anímicas volitivas del yo humano durante la vida consciente del día significan para el organismo humano, esto también lo significa el sol para el organismo terrestre.
Del sublime y eterno juego recíproco de las actividades diurnas y nocturnas, del caos y del orden, del verano y del invierno, del sol cercano y del lejano, proceden todos los fenómenos atmosféricos y meteorológicos.
Las cuatro fuerzas formativas etéricas también han producido naturalmente en sus esferas de actividad los estados de agregación y las condiciones de sustancia normales para estas fuerzas. Así, las fuerzas de atracción hacia el interior de los éteres químico y vital, que tienden a concentrarse, trabajando hacia el centro de la tierra, han producido las sustancias sólidas y fluidas y las han reunido hacia las esferas medias del organismo terrestre; mientras que las fuerzas centrífugas y de esfuerzo hacia el exterior del éter lumínico y del éter calórico han producido el estado gaseoso de la atmósfera terrestre y -de acuerdo con su tendencia a esforzarse hacia el exterior desde el centro- han reunido en realidad esta atmósfera en la parte exterior del organismo terrestre.

Pero las fuerzas formativas etéricas, en sus esferas de actividad, no sólo actúan en la generación de los correspondientes estados de interrelación química y estados de agregación de la sustancia -es decir, en la formación y unión de las sustancias- sino que también actúan como fuerzas libres en muchos otros fenómenos. La meteorología, la ciencia del magnetismo terrestre, etc., han investigado casos individuales de éstos bajo denominaciones tales como corriente vertical, gradiente de potencial, presión barométrica, inducción y emanación, etc., y ahora veremos que todos estos fenómenos individuales pueden ser ordenados bajo el gran proceso rítmico del organismo terrestre, pues aprenderemos que es un organismo no en mera teoría, sino en que muestra todos los procesos y ritmos típicos de un organismo vivo. Tiene su proceso de circulación, su proceso de respiración, es decir, respira realmente, y veremos cómo los resultados de la investigación meteorológica, hasta ahora no comprendidos, se articulan orgánicamente en este proceso armonioso de la vida.

La respiración del organismo terrestre


Goethe trató de llegar a una nueva concepción de la conexión entre la "presión barométrica" y los fenómenos atmosféricos mediante la observación del barómetro, el más importante de todos los instrumentos para esta ciencia; el aumento y la disminución del barómetro, debido a la cambiante "presión barométrica", se esforzó por atribuirlos, no a influencias externas a la tierra o accidentales, sino a fuerzas que actúan rítmicamente dentro del organismo terrestre. El Dr. Rudolf Steiner escribió a este respecto en su libro "Goethes Weltanschauung "* - "Como, sin embargo, la altura del mercurio depende de la presión del aire, Goethe imagina que la tierra presiona y vuelve a expandir alternativamente toda la atmósfera. Si el aire se comprime, su presión aumenta y el mercurio sube; lo contrario ocurre con la expansión. Goethe atribuye esta contracción y expansión alternas de toda la masa de aire a una variación a la que está sometida la fuerza de atracción de la tierra. Considera el aumento y la disminución de esta fuerza como algo inherente a una determinada vida individual de la tierra, y lo compara con la inspiración y la espiración de un organismo. "
Si seguimos este pensamiento a la luz de la teoría del éter anteriormente expuesta, lo encontraremos completamente confirmado por el pensamiento y la observación. En efecto, la fluctuación del barómetro, es decir, la fluctuación de la presión atmosférica, resulta realmente de una fuerza de compresión de este tipo, es decir, la que emana del éter químico. Esto nos lleva a uno de los problemas más fundamentales de la meteorología, que es importante también para muchas otras ramas de la ciencia. En el aumento de la llamada presión barométrica, es decir, en el aumento de la presión de la columna atmosférica sobre el mercurio en el barómetro, lo que induce el aumento del mercurio no proviene principalmente, como la ciencia ha supuesto hasta ahora, de una presión que la atmósfera, a través de los cambios en su temperatura, su volumen, o de otra manera, ejerce por sí misma sobre lo que está por debajo, sino que proviene de la tensión rítmica y la liberación de las fuerzas centrípetas de succión del éter químico que procede de la tierra sólida. Este hecho puede demostrarse ahora con diversos detalles. Si las fuerzas centrípetas de succión del éter químico, normalmente concentradas en la tierra sólida, extienden su actividad (como se indica en los diagramas siguientes, pp. 52-53), a partir de la tierra sólida en aquellas esferas que tampoco son normales para el éter químico, sino que pertenecen al éter lumínico y al éter calórico -es decir, la atmósfera gaseosa-, entonces esta acción, que ahora presiona la atmósfera por medio de la succión, llega a expresarse en el aumento de la presión barométrica y el aumento del barómetro. Si el éter químico se hunde de nuevo en su propia esfera, hacia la tierra, entonces la influencia que presiona la atmósfera cesa, y la presión barométrica se reduce. Podríamos representar lo que aquí sucede, pero sólo a modo de comparación, en la siguiente descripción. Cuando las limaduras de hierro se encuentran en un espacio fuera del campo de un imán lejano, no serán atraídas por su fuerza de atracción; pero, si movemos el imán hacia ese espacio hasta que dicho espacio se encuentre dentro del campo magnético, todo en ese espacio quedará bajo el control de la acción magnética. La alternancia de la presión barométrica se debe también a esto: si el organismo terrestre envía sus fuerzas etéricas de succión hacia el interior, por encima de la tierra sólida, a la atmósfera, es decir, exhala, o las devuelve a sus propias esferas de actividad, es decir, inhala.

Veremos que este gran proceso de respiración del organismo terrestre se realiza siempre con ritmo, en la alternancia del día y la noche, de modo que lo mismo que el hombre realiza en una sola respiración (inhalar y exhalar) muchas veces cada día, lo realiza la tierra una vez en 24 horas, es decir, de la manera indicada en el diagrama de las páginas 77-78. Aquí sólo señalaremos en primer lugar que en realidad existe una relación cósmica definida entre el ritmo respiratorio del organismo terrestre y el de cada hombre individual. Un hombre que respira normalmente realiza 18 respiraciones en un minuto, o 1.080 en una hora, o (1.080><24) 25.920 en un día de 24 horas. Ahora bien, este número de respiraciones humanas en un día se corresponde con el número de años que el sol necesita para estar en el momento del equinoccio de primavera una vez sucesivamente en cada signo del círculo del zodiaco. A estos ritmos cósmicos, a los que el organismo terrestre está ajustado al igual que el organismo humano, volveremos más adelante; por el momento sólo debemos indicar que el ritmo respiratorio del organismo terrestre es inducido por la actividad alternante de las mismas fuerzas etéricas que controlan la respiración del hombre (Cap. XII). Como se ilustrará en diagramas posteriores, el ritmo respiratorio del organismo terrestre -que se expresa, y puede ser probado, por la presión atmosférica, el nivel barométrico, la corriente vertical, el gradiente de potencial, la humedad de los diversos estratos, el grado de inducción del aire, el grado de emanación de la tierra, etc., etc.- depende de la alternancia rítmica por la que el organismo terrestre exhala el éter químico hacia la zona del éter lumínico (la atmósfera) y lo devuelve a la tierra sólida: es decir, depende del intercambio entre el éter lumínico y el éter químico, o, en otras palabras, de una fuerza de expansión y otra de compresión en la atmósfera, principalmente en los estratos inferiores.
Antes de proceder a establecer la verdad de esto, sería bueno discutir brevemente los puntos de vista sostenidos por la ciencia hasta este momento en cuanto a estas ocurrencias y sus causas. El aumento de la presión barométrica y el aumento del barómetro han sido concebidos como si la columna de aire sobre la tierra en todas partes y también sobre el mercurio en el barómetro fuera un cuerpo que posee peso, "ahora más grueso y más pesado, ahora más delgado y más ligero", y como si, por lo tanto, "la causa de este comportamiento diario del barómetro se encontrara en la variación diaria de la temperatura". Esto último podemos concebirlo, en efecto, como una ola de calor que se desplaza alrededor de la tierra con el sol "* Pero el propio profesor Trabert señala en referencia a esto que los hechos refutan tal explicación, y pregunta .

¿Cómo es que, aunque en el caso de la temperatura predomina una sola onda, en el caso de la presión barométrica el fenómeno principal es la doble onda? "Es evidente, entonces, que el curso de la presión barométrica no sigue, en sus ritmos esenciales, el ritmo del proceso de calor.
Los procesos de calor se desplazan en una sola onda y, puesto que deben remontarse a la acción del sol, tienen naturalmente su máximo al mediodía y su mínimo a la noche. Si el fenómeno de la presión barométrica dependiera de los procesos de calor, el primero tendría que viajar al mismo ritmo y tener su máximo y su mínimo en los momentos correspondientes. Sin embargo, esto no es en absoluto el caso en ninguno de los dos aspectos. Los máximos y los mínimos muestran exactamente el curso opuesto al que tendrían que mostrar según la hipótesis anterior, que los científicos se han esforzado en mantener con la ayuda de otras hipótesis. Tenemos al mediodía, en realidad, un mínimo incuestionable, y por la mañana y por la tarde, en torno a las horas de la salida y la puesta del sol, los máximos de presión barométrica. Se trata de la conocida doble onda, de la que el profesor Trabert, en su muy lúcido libro ya citado, Meteorologie " (p. 65), dice que es "la característica del curso de la presión barométrica, ¡una doble onda diaria regular! Los físicos y meteorólogos más distinguidos se han esforzado en vano por explicar esto.
Pero si aplicamos a este fenómeno fundamental la descripción de la distribución de las cuatro fuerzas formativas etéricas que hemos dado anteriormente, obtenemos una explicación completa e indiscutible. En efecto, la doble ola de presión atmosférica, su máximo y su mínimo, no podrían producirse de otro modo que no sea a la luz de la siguiente descripción del proceso respiratorio del organismo terrestre.
Para poder introducir los datos de la investigación científica específica como prueba de la actividad de las fuerzas formativas etéricas, aquí afirmadas como fundamentales, se atribuye un valor especial a dos factores que se revelan tanto a la observación como al experimento :

1. Máximos y mínimos.
2. Aumento y disminución de los diversos componentes -electricidad atmosférica, magnetismo terrestre, etc.- con el aumento de la altitud, o distancia de la superficie de la tierra.
Se dio especial importancia a la observación de la presión barométrica por la razón de que gran parte de los factores causales de este fenómeno están en relación directa con los demás elementos meteorológicos.
Debemos tener muy presente la tremenda importancia del fenómeno que estamos tratando aquí, el profundo significado que debe tener para todos los fenómenos de la vida en el planeta Tierra el hecho de que el aire que envuelve a la Tierra, en el que vivimos y respiramos, se comprima y vuelva a expandirse con un poderoso ritmo en el transcurso de cada día.

Hemos dicho que el cambio rítmico de la presión barométrica se debe al hecho de que las fuerzas de succión y presión hacia dentro del éter químico, normalmente centralizadas en la tierra sólida, son exhaladas, por así decirlo, a la atmósfera (por la mañana), y así se extienden a estos estratos en los que penetran su acción de succión y presión hacia dentro; e igualmente son (por la tarde) inhaladas de nuevo al organismo terrestre. Como este ritmo de respiración se produce una vez en un día de 24 horas, estas fuerzas de succión y presión del éter químico pasan por un observador de pie en la superficie de la tierra dos veces en un día, una vez en la exhalación a la atmósfera, la segunda vez en la inhalación de vuelta a la tierra sólida (diagrama pp. 77-78). El observador humano, 1 por lo tanto, en el estrato atmosférico más bajo de la tierra podrá reconocer dos veces cada día la acción del éter químico en la producción de esta presión de aire: es decir, cuando el éter químico se precipita más allá de él por la mañana, exhalado de la tierra sólida en la atmósfera, y por la tarde cuando se precipita más allá de él de nuevo, siendo inhalado de nuevo en la tierra sólida. Esta es, en realidad, la "doble onda" para la que los físicos y meteorólogos buscan una explicación.

Respiración del organismo vivo de la Tierra

En detalle esta respiración del organismo terrestre viviente se desarrolla de la siguiente manera (observe aquí los diagramas anteriores):

Exhalación durante y después de la salida del sol :

Todo se precipita hacia el exterior desde la tierra sólida pasando por el observador en la superficie. Las fuerzas de succión del éter, todavía concentradas, recorren los estratos atmosféricos más bajos.
La corriente vertical es máxima, sobre todo en verano.
(Los elementos de la electricidad atmosférica y terrestre son atraídos hacia arriba por el gran proceso de respiración).
Máxima en el gradiente de potencial, especialmente en verano. Máximo de la presión barométrica en la baja atmósfera. (El éter químico pasa por el observador.) Máximo de humedad en el suelo.
Aumento gradual de la humedad en los estratos superiores del aire. (El éter químico se adapta al estado fluido de agregación. Véase el Cap. Il).
Aumento gradual del grado de inducción de los estratos superiores.
Disminución gradual del grado de emanación de la tierra (como se ha irradiado desde ella).
Aire en movimiento ascendente.
Comienza la inversión de la temperatura ", el éter químico con el frío subiendo, los rayos del sol con el calor bajando. (La explicación especial de esto se dará en las páginas 62-63)
.

Se completa el proceso de exhalación, al mediodía y justo después.


Estado casi estático, al igual que por la noche. Las fuerzas de succión están muy dispersas en la atmósfera y por lo tanto son muy débiles.
Corriente vertical mínima.
Mínimo gradiente de potencial.
Mínima presión barométrica en toda la atmósfera (3 en punto de la madrugada), éter químico más disperso.
Máxima humedad en la atmósfera (producida por el éter químico, ya que el estado fluido de agregación está sometido a este éter. Véase elCap. Il).
Grado máximo de inducción en la atmósfera.
Grado mínimo de emanación de la tierra (habiendo irradiado hacia fuera).
La inversión de la temperatura " se completa. El organismo terrestre se revoluciona caóticamente (éter calórico abajo, éter químico arriba, de modo que, contrariamente a su estructura básica individual, las esferas de las fuerzas etéricas se empujan unas a otras).
Máxima actividad vital.

Inhalación hacia el atardecer :

Todo se precipita de nuevo hacia la tierra sólida, más allá del observador. Las fuerzas de succión, concentrándose, vuelven a recorrer los estratos atmosféricos más bajos en su camino hacia el interior de la tierra sólida.
Máxima corriente vertical.
Máximo gradiente de potencial.
Máxima presión barométrica en la baja atmósfera (éter químico que vuelve a pasar por delante del observador).
Humedad máxima en la superficie de la tierra (El estado fluido de agregación está sujeto al éter químico. Ver Cap.Il).
Reducción gradual de la humedad en los estratos superiores, por el movimiento del éter químico hacia abajo.
Reducción gradual del grado de inducción de los estratos superiores.
Aumento gradual del grado de emanación en la superficie de la tierra (reunida allí de nuevo).
Aire en movimiento descendente.
Comienza de nuevo la "inversión de la temperatura"; el éter calórico se precipita hacia arriba, el éter químico con el frío y la humedad hacia abajo (ver p. 64).

El proceso de inhalación se completa, durante la noche, a las 3-4 horas.

Todo se concentra en la tierra sólida; y las fuerzas etéricas han vuelto a sus propias esferas.
Corrientes verticales mínimas.
Mínimo gradiente de potencial.
Mínima presión barométrica.
Mínima humedad en la atmósfera (especialmente en la atmósfera superior ; si el proceso de respiración no se ha completado del todo, puede haber todavía algún grado de humedad cerca del suelo). Grado mínimo de inducción en la atmósfera superior.
Grado máximo de emanación de la tierra (allí reunida).
Inversión de la temperatura". El organismo terrestre tiene su forma básica: éter calórico y luminoso arriba; éter químico y vital abajo.
Actividad vital mínima.

Tal como el experto verá en la tabla, muchos otros fenómenos encuentran aquí una explicación completa y armoniosa.
Hemos visto, en el capítulo sobre los estados de agregación, que el éter químico causa el estado fluido de agregación. En la tabla anterior podemos ahora seguir el desplazamiento del éter químico fuera de la tierra sólida hacia la atmósfera y de vuelta en el curso de un día, y a través de experimentos de medición del contenido de humedad en los estratos inferiores y superiores de la atmósfera, así como en el suelo en diferentes momentos del día, podremos seguir el éter químico en su actividad rítmica de creación de humedad. Tanto el rocío como la niebla de la mañana y de la tarde son también el resultado de la actividad productora de humedad del éter químico, porque por la mañana y por la tarde éste alcanza su mayor estado de concentración en los niveles más bajos de la atmósfera y en la superficie de la tierra. El organismo terrestre, por tanto, puede decirse que inhala y exhala, junto con el éter químico, también los elementos productores de humedad en alternancia rítmica.

La relación del organismo terrestre con el mundo de las plantas vivas

Tal vez convenga llamar la atención aquí muy particularmente sobre otro fenómeno que tiene la máxima importancia para los procesos de la vida dentro de nuestro organismo terrestre: la subida y bajada del agua en los árboles, en el mundo vegetal en todas partes. Para este proceso, que es el prerrequisito fundamental para toda la vegetación de la tierra, no se ha encontrado nunca ninguna explicación, ya que la concepción mecanicista de "la presión de la ósmosis" en las plantas se ha demostrado falsa por la evidencia de que esta "presión" es demasiado pequeña para el suceso en cuestión. Se comete aquí el error fundamental que se produce también en la consideración del organismo humano (cap. XII), el de querer comprender una planta según las leyes de un mecanismo, y por tanto prestar cada vez menos atención a su articulación en la totalidad orgánica viva de la tierra y del cosmos (por ejemplo, en el caso de la presión de ósmosis). A esto se añade la unilateralidad por la que, sobre la base de la filosofía materialista-mecanicista, sólo se pone bajo observación lo físico, y no también los principios etéricos y superiores (véase la Introducción).

En referencia a la subida y bajada del agua en el mundo vegetal terrestre, el profesor A. Hansen dice con razón en su libro " Die Pflanze "* (p. 84): "c Hay una gran laguna en nuestra comprensión debido a la ausencia total de toda percepción respecto a la energía que debe entrar en juego en la subida del agua a los árboles". * Berlín, 1914.

Pero este mismo acontecimiento es el más importante de los fenómenos primarios en los procesos vitales del mundo vegetal. La germinación, el brote y el desarrollo de las plantas en primavera, su marchitamiento y muerte en otoño, son un resultado directo de este ritmo dominante que el elemento acuoso del organismo terrestre lleva a cabo en el curso de un año. Mientras no se comprenda la causa de este proceso, no hay fundamento para la comprensión de los fenómenos de la vida. Sin embargo, cuando entremos concretamente en la acción de las fuerzas formativas etéricas y en el ritmo de la respiración que el organismo terrestre viviente lleva a cabo con ellas, este fenómeno primordial se hará visible e inteligible para nosotros.

Los acontecimientos son tal y como se representan en el diagrama siguiente :

Ilustración 1: Primavera
El comienzo de la influencia del sol rompe las interrelaciones fundamentales de la tierra etérica. El éter químico sube de la tierra sólida a la atmósfera, es exhalado del organismo terrestre, formando humedad y arrastrando ésta hacia arriba con ella. El agua sube a los árboles, comienza la vegetación.


Ilustración 2 : verano


La estructura de la tierra etérica está completamente alterada. La tierra vive y se despierta, el éter químico ha pasado, ha sido exhalado, en grado máximo a la zona de éter lumínico de la atmósfera : la culminación de la vida vegetal.

Ilustración 3: Otoño


El éter químico del organismo terrestre, que ha estado creando humedad y soportando la sustancia acuosa junto a sí mismo (ver Cap. Il) es arrastrado lentamente de vuelta al cuerpo sólido del organismo terrestre. El agua de los árboles desciende. Las hojas se secan. Procesos mínimos de vegetación en los árboles.

Ilustración 4: Invierno



La tierra ha alcanzado su sistema básico normal. El éter químico está en su mayor parte concentrado en la tierra sólida, inhalada; la influencia del sol, productora de vida y disolvente, está en su punto más bajo. La tierra busca descansar en su estructura etérica normal.

Al igual que el ritmo respiratorio del hombre, tal como se ha mostrado anteriormente, está en relación directa con los procesos cósmicos, también el proceso vital del mundo vegetal repite el gran ritmo respiratorio de la tierra etérica en varios ritmos graduados. En el curso del año, cuando las fuerzas etéricas del organismo terrestre comienzan a expandirse hacia el exterior con la primavera, el agua comienza a subir en el mundo vegetal; la vida vegetal comienza como resultado de la ruptura de la estructura básica etérica del organismo terrestre, que se ha fijado durante el invierno. El surgimiento del mundo vegetal en sus formas en el momento del proceso de expansión en la Naturaleza es el resultado del caos inducido, es decir, la conjunción de las fuerzas formativas etéricas normalmente separadas. En el capítulo XI veremos no sólo que las fuerzas formativas etéricas del organismo terrestre están activas en el surgimiento del agua en el mundo vegetal, sino que ciertas fuerzas formativas etéricas se combinan en actividad también en el modelado y la formación individual del mundo vegetal, y que aquí tampoco se trata de un proceso meramente mecánico como podría sostener la filosofía mecanicista. Este proceso de expansión y formación de formas en la primavera contrasta directamente con la concentración de las fuerzas formativas etéricas en la tierra sólida durante el otoño, que va acompañada del descenso del agua en el mundo vegetal y de una gran dispersión de formas entre las plantas. Esto tampoco es un proceso meramente mecánico. Es el resultado de la actividad etérica rítmica de la respiración del organismo terrestre.

El gran ritmo anual del mundo vegetal va acompañado del ritmo diario ya descrito, que, en la alternancia del día y la noche, mantiene, por medio de la inhalación y exhalación de partes del éter químico a breves intervalos rítmicos, el movimiento del agua en las plantas, y todo lo que está relacionado con ella, es decir, mantiene la vida.
Un tercer ritmo del mundo vegetal fue observado por primera vez por Goethe, como se indica en sus nobles palabras sobre la "metamorfosis de las plantas". Este ritmo, que se basa en un triple proceso de expansión y contracción en el crecimiento de una planta, sólo puede descubrirse, sin embargo, cuando miramos el mundo vegetal, no con los ojos de un dogmatismo mecanicista, sino con los ojos de quien experimenta la metamorfosis orgánica de las formas vivas con una visión igualmente viva. El Dr. Rudolf Steiner expuso este movimiento rítmico del crecimiento con un maravilloso poder descriptivo en su obra "Goethes Weltanschauung". "El estado de contracción, de concentración, en una semilla pasa primero a una expansión hacia el exterior cuando la planta desarrolla desde sí misma el primer órgano, los cotiledones, forzándolos hacia el exterior mediante sucesivos impulsos. En el segundo período de crecimiento, se produce, por el contrario, una concentración hacia el interior. Goethe dice :

Menos abundantemente cediendo la savia, contrayendo los vasos,
De modo que la figura, en poco tiempo, revela efectos más suaves.
Pronto y en silencio se detiene el crecimiento de las ramas vigorosas,
y la estructura del tallo se vuelve más completa.
Sin embargo, el tallo más tierno brota rápidamente y sin hojas,
Y una vista milagrosa encanta al observador.
Se reúnen en un círculo, en números que ahora son pequeños y ahora innumerables,
se reúnen las hojas de menor tamaño, cerca de sus semejantes.
Alrededor del eje se comprime el cáliz del anillo de protección.
Y como el tipo perfeccionado, se forman coronales de colores brillantes.


El Dr. Steiner comenta al respecto: "En el cáliz, la forma de la planta se contrae y en la corola vuelve a expandirse. La siguiente contracción se produce en los pistilos y estambres, los órganos de reproducción. " El triple ritmo de expansión y contracción en el curso del año se completa, y puede comenzar de nuevo al año siguiente en el germen. Se trata aquí de una actividad de las fuerzas formativas etéricas y de su tendencia a expandirse y contraerse, donde comienza su actividad diferenciadora y creadora de formas, es decir, una actividad espiritual que entra en el mundo de la sustancia. En un análisis posterior de las fuerzas creadoras de la forma (cap. XI), podremos observar esto en detalle. Aquí sólo tenemos que señalar que, para aquellos que quieran comprender e interpretar de forma puramente mecánica la actividad omnímoda de los grandes ritmos de las fuerzas formativas etéricas dentro del organismo terrestre, la investigación real y científica de los fenómenos de la vida seguirá siendo siempre imposible.


El proceso circulatorio del organismo terrestre
La inversión de la temperatura.


Vamos a explicar aquí, en particular, sobre la base de la distribución de las fuerzas formativas etéricas de la Tierra, tal como se ha expuesto, dos fenómenos sumamente importantes, que requieren para la ciencia de la meteorología una interpretación más exacta: la llamada inversión de la temperatura y el verdadero origen de la rotación de la Tierra sobre su eje.
Hemos dicho que, en su estructura normal, las fuerzas formativas etéricas de la tierra están asociadas de tal manera que, cuando la tierra establece su concatenación básica, el éter calórico encierra la atmósfera terrestre como la esfera más externa, es decir, que la tierra en su conjunto está rodeada por un manto de calor. Los hallazgos de la investigación científica hasta el presente no han llegado, en general, a esta importante conclusión, pero han confirmado los diversos hechos por separado. El profesor Wilhelm Trabert, en su interesantísimo libro "Meteorologie", ya citado, dice: "Hasta la altura de ocho kilómetros, cuanto más se sube más rápidamente desciende la temperatura. Pero a partir de los diez kilómetros, se observa de nuevo un aumento de la temperatura o un estrato isotérmico. Más allá de los once kilómetros, la temperatura parece ser casi constante, o aumenta muy lentamente". Esta conjetura de la meteorología en cuanto a un aumento gradual de la temperatura en los estratos atmosféricos más altos, está ahora completamente confirmada por los hechos expuestos anteriormente: que la Tierra posee un manto térmico sobre los límites más externos de su atmósfera, como corresponde a su estructura mostrada en la página 68. 2 Este hecho, además, está confirmado por el fenómeno de la llamada "inversión de la temperatura", que es de suma importancia para los procesos vitales dentro del organismo terrestre.

El hecho es que, mientras que durante el día la temperatura desciende en los estratos atmosféricos inferiores al aumentar la altitud, sin embargo, "por la noche y en invierno", como dice el profesor Trabert, "la temperatura aumenta al aumentar la altitud". Tenemos, por lo tanto, que observar el siguiente hecho interesante en la atmósfera :
De día, descenso de la temperatura al aumentar la altitud.
Por la noche, aumento de la temperatura con el aumento de altitud.
Tenemos, por lo tanto, que observar el siguiente hecho interesante en la atmósfera :
De día, descenso de la temperatura al aumentar la altitud.
Por la noche, aumento de la temperatura con el aumento de la altitud.
Este singular fenómeno no puede ser comprendido, sistemáticamente y en su significado, más que sobre la base de los procesos etéricos dentro del organismo terrestre. Debemos tener en cuenta que, según el proceso de respiración del organismo terrestre, tal como se describe en la página 83 y siguientes en relación con el tema de la presión barométrica, el éter químico se precipita a la tierra sólida por la noche, cuando la tierra busca establecer su estructura básica. Pero entonces el éter calórico, que según la estructura de la tierra pertenece a la parte superior, tiene justo la tendencia opuesta a causa de este proceso: es decir, precipitarse desde la tierra sólida de vuelta a su propia esfera de actividad en las partes más externas de la atmósfera.
Por lo tanto, tenemos el siguiente proceso circulatorio rítmico del calor dentro del organismo terrestre (la "inversión de la temperatura”).

Noche

Estructura básica de la tierra.


(Representado en forma de diagrama para toda la tierra).

Mañana:


La acción del sol reduce al caos la estructura de la tierra, sacando el éter calórico de su propia esfera, desde arriba hacia abajo hasta la tierra sólida. El éter químico sale de su propia esfera, desde abajo hacia arriba.



Mediodía:

Se completa el proceso por el cual el éter calórico se reúne sobre la tierra sólida, el éter químico interpenetra la atmósfera y así la estructura básica etérica de la tierra se reduce al caos: la tierra despierta y vive. El clímax en los procesos de la vegetación. La temperatura en la superficie de la tierra es máxima y disminuye con el aumento de la altitud. La tierra sólida tiene su máximo de calor.

Atardecer:

La puesta del sol: la tierra trata de restaurar durante la noche su estructura básica etérica, es decir, el éter calórico se precipita hacia arriba, el éter químico hacia abajo: ambos van así a sus propias esferas de acción. El comienzo de la inversión de la temperatura. (ver diagrama de la página 93)

El proceso se ha completado. El organismo terrestre ha restablecido de nuevo su disposición fundamental. La inversión de la temperatura se ha completado, es decir, hace más calor arriba que abajo.
De esta precipitación recíproca del éter calórico y del éter químico (y naturalmente, hasta cierto punto, también de los otros dos tipos de éter) proviene la explicación tanto de los máximos de la corriente vertical, que al amanecer y al atardecer se mueve perpendicularmente hacia la superficie de la tierra, como de los máximos simultáneos del gradiente potencial, que no es más que una expresión específica de los procesos de desplazamiento, mezcla y separación de las fuerzas etéricas. Como se ve en las tablas de la página 79 y siguientes, el aumento del grado de emanación en la superficie de la tierra durante la noche y el mínimo de ésta por el día, siguiendo el proceso de inhalación de la tierra por la noche y su exhalación en la atmósfera por el día, se vuelven inteligibles; y finalmente también el comportamiento invertido del grado de inducción en la atmósfera superior por el día y la noche se reduce al sistema. La meteorología ha estado en confusión en referencia a la interdependencia directa de todos estos factores, algunas autoridades afirmando y otras negando esto. Pero una comprobación sistemática y la coordinación de éstos con los grandes procesos de respiración y circulación del organismo terrestre de que hemos hablado, da a lo largo de la armonía interna de todos estos factores. Desgraciadamente, no es posible entrar en los detalles sumamente interesantes de todos estos procesos orgánicos; esto debe reservarse para un tratamiento especial, ya que aquí indicaremos primero las grandes interrelaciones y sus causas.

La rotación de la Tierra
A partir de lo que ya se ha dicho, se puede dar fácilmente una explicación de la verdadera naturaleza y de las verdaderas causas de la rotación de la Tierra. La investigación científica no ha podido, hasta ahora, llegar a un concepto claro de los factores causales de la rotación de la Tierra, porque, desgraciadamente, no se ha podido llegar a una concepción sistemática de los fenómenos del magnetismo terrestre y de las corrientes eléctricas y etéricas que rodean el globo. Sólo una concepción sistemática de este tipo hará posible la comprensión y el entendimiento global de un fenómeno sobre la base de los otros, para penetrar en las causas fundamentales de todos estos sucesos íntimamente relacionados con la rotación y la estructura de la Tierra.
En efecto, a propósito de la corriente terrestre, el profesor A. Nippoldt dice en su obra, muy lúcida y completa, "Erdmagnetismus, Erdstrom, und Polarlicht "* - "Nuestro conocimiento de la corriente terrestre es todavía extremadamente escaso; ni siquiera se dispone de las observaciones necesarias". En el esfuerzo por explicar las corrientes eléctricas y magnéticas "inducidas o existentes en la tierra, se ha establecido la hipótesis de una corriente cósmica que rodea la tierra a distancia en un circuito cuyo diámetro es un múltiplo del diámetro de la órbita de la luna" (Nippoldt, p. 128), y se supone que es la causa última de los más variados fenómenos terrestres. Esta corriente hipotética se demostró rápidamente como muy contraria a otras hipótesis en este campo, y, por lo tanto, como altamente improbable, pero en cualquier caso, cuando situamos las causas de este fenómeno fuera de la tierra en una fuente de fuerza totalmente desconocida y de existencia dudosa, comenzamos de nuevo ese "regressus ad infinitum" del que hablábamos en la introducción: la sempiterna cuestión relativa a la causa de la fuerza que genera el movimiento, y similares.

En cambio, los procesos rítmicos del propio organismo terrestre vivo nos indican el camino. Para explicar la rotación de la Tierra sobre la base de las actividades de la propia Tierra, hay que concebir simplemente la Tierra, no como un cuerpo muerto, sino como un organismo vivo. Esto se admite generalmente de forma teórica en relación con la observación de los procesos vitales en la Tierra; pero con la misma rapidez se olvida de nuevo en la aplicación práctica posterior del pensamiento; de modo que -cuando se presta más atención- generalmente queda atrás una concepción de la Tierra como una masa muerta de materia que se mueve sobre su propio eje y en el cosmos a la manera de una dinamo impulsada por fuerzas de derivación desconocida. Este sorprendente y falso tipo de visión mecánica llegará muy rápidamente en este campo fundamental del conocimiento a su "ignorabimus". "Hemos visto que el organismo terrestre vivo lleva a cabo, con sus fuerzas formativas etéricas, un proceso de respiración y de circulación, que se expresa principalmente en la exhalación e inhalación de las fuerzas del éter químico de la tierra sólida, por un lado, y por otro en el flujo del éter calórico hacia abajo y luego de nuevo hacia arriba. Entre estos dos procesos existe una distinción fundamental, cuya naturaleza es de importancia decisiva para comprender también otros procesos cósmicos y terrestres. Es decir, mientras que el éter calórico es inducido por la influencia directa del sol a fluir hacia abajo a través de la atmósfera incluso hasta la tierra sólida, la exhalación e inhalación de las fuerzas del éter químico, en cambio, constituyen un suceso que -aunque causado indirectamente por el sol, como todo en el cosmos- es, sin embargo, llevado a cabo directamente por el propio organismo terrestre.

Ya hemos visto que la respiración del hombre, la del organismo terrestre y el tiempo necesario para el paso del sol sucesivamente por cada signo del zodíaco en el momento del equinoccio de primavera están en una relación numérica cósmica, es decir, que el tiempo necesario para el paso del sol en el equinoccio de primavera por los signos del zodíaco es de 25.920 revoluciones de la tierra alrededor del sol, y que una respiración del organismo terrestre (en un período de 24 horas) corresponde a 25.920 respiraciones de un hombre. Si observamos ahora el organismo humano en lo que se refiere a su sistema rítmico, vemos que el hombre no tiene ninguna influencia directa sobre la circulación de su sangre, pero que tiene una influencia directa sobre su respiración, aunque no suele ejercer esta influencia, sino que se entrega al ritmo general (Cap. XII). Porque cualquiera puede en cualquier momento, por acción de su propia voluntad, cambiar el ritmo de su respiración, pero no el de la circulación de su sangre. La íntima relación, por lo tanto, que el yo humano y su voluntad guardan con la respiración del hombre, en contraste con el control mucho más fuerte de otras influencias sobre la circulación de la sangre, nos revela la realidad de la semejanza entre estos hechos y el otro hecho de que el ritmo de la respiración del organismo terrestre es causado directamente por la tierra misma y sólo indirectamente por las influencias cósmicas, mientras que, en cambio, el proceso de circulación del éter calórico se debe directamente a las fuerzas cósmicas exteriores a la tierra. Estas verdades, de extraordinaria amplitud de significación, sólo pueden naturalmente ser señaladas aquí; y debe dejarse por el momento a cada uno seguir este grupo conectado de hechos hasta sus consecuencias significativas.

En el siguiente diagrama (p. 68) se muestra la estructura etérica de la tierra al mediodía, es decir, cuando se ha llevado a cabo el proceso de exhalación. Todo el espacio entre la tierra sólida y la atmósfera exterior -es decir, las esferas del éter calórico, del éter lumínico y del éter químico- están interpenetradas por el éter calórico; pero al mismo tiempo la atmósfera también está interpenetrada por el éter químico exhalado. La estructura básica se reduce, pues, al caos; la tierra está despierta. Durante este tiempo, en consecuencia, aquella parte del organismo terrestre vuelta hacia el sol está, por así decirlo, saturada en todas sus esferas con éter calórico (ver diagrama p. 68).
Mientras que la mitad del organismo terrestre, con sus componentes etéricos y vegetales, que está orientada hacia el sol pasa por el proceso descrito, la otra parte, al mismo tiempo alejada del sol, restablece la estructura básica de sus estratos; esta parte está, por tanto, como si fuera, insaturada por las fuerzas etéricas necesarias para su proceso vital. Lo que ahora sucede es simplemente el resultado de lo que es tan característico de todos los cuerpos orgánicos: el heliotropismo, el eterno esfuerzo hacia el sol. Del mismo modo que las plantas se vuelven siempre sistemáticamente hacia el sol e inducen en sus cuerpos físicos los movimientos necesarios dirigidos hacia el sol, impulsados desde el interior, para crecer hacia el sol por el camino más corto, y del mismo modo que las investigaciones más recientes han demostrado sin lugar a dudas el mismo heliotropismo en el caso de los animales de las más variadas clases (que, en efecto, responden selectivamente a rayos de luz definitivamente determinados), así, la parte del organismo terrestre que no está saturada del éter calórico de la tierra y del éter vital del sol (véase el diagrama) se esfuerza por exponerse a la acción del sol (heliotropismo), mientras que la parte del organismo terrestre que ha sido reducida al caos, saturada de las fuerzas etéricas, se esfuerza por restablecer su complejo básico estático sin ser perturbada por la acción del sol.
La rotación, por lo tanto, no es el resultado de un impulso mecánico del cuerpo terrestre muerto por fuerzas de origen desconocido, sino que la rotación de la tierra sólida es un resultado natural de los procesos rítmicos dentro de las fuerzas formativas etéricas del propio organismo terrestre, es decir, las fuerzas formativas etéricas que en su acción rítmica provocan los fenómenos de la vida en el organismo terrestre también inducen la rotación necesaria para este propósito en la parte del cuerpo terrestre, formado, mantenido y vitalizado por ellas. Así como la sangre circula por el organismo humano, calentándolo y vitalizándolo, también el éter calórico, saturando parte por parte el organismo terrestre, circula alrededor del cuerpo terrestre en rotación, manteniéndolo vivo. El "calor-noche" y el "calor-día" se alternan así como resultado rítmico en las diferentes partes del organismo terrestre. La rotación de la tierra sólo puede entenderse si sabemos que es la tierra etérica la que induce esta rotación de la tierra sólida, y no a la inversa.

Estos fenómenos se ilustran en el siguiente diagrama:


Naturaleza y causa de la rotación de la Tierra.
Tierra etérica y tierra sólida.
El proceso circulatorio del organismo terrestre.

Las corrientes etéricas en el organismo terrestre.

A continuación nos ocuparemos algo más a fondo de las corrientes etéricas, terrestres-eléctricas, terrestres-magnéticas y otras que corren por el organismo terrestre, ya que serán de importancia decisiva para una futura consideración del hombre, animal, planta y mineral.
En la notable y lúcida obra científica de Meyer y von Schweidler, "Radioaktivität", he descubierto un pasaje cuyo contenido mental -si no se relega de forma meramente teórica a un futuro incierto, sino que se introduce de forma práctica en la investigación científica del presente- debe llevar a la práctica lo que no sólo ha sido postulado de forma concreta por la ciencia espiritual del Dr. Rudolf Steiner, tal como la orienta la Antroposofía, sino que también se ha tomado como orientación del punto de vista de muchas ramas de la ciencia. El pasaje dice (p. 20): "Tal vez se nos permita pensar que el organismo humano recibe continuamente "electrones" de su entorno y, bajo la influencia de la luz y el calor, los devuelve; tal vez el futuro próximo nos permita hablar de una "circulación de electrones" desde el entorno hacia el hombre y de vuelta al entorno, de cuyos efectos sobre nuestros procesos vitales aún no tenemos la menor idea". Me temo que los dos audaces investigadores de la radiactividad no se harían muy populares entre algunos de sus colegas de las facultades de medicina, biología, etc., con este postulado científico, aunque se apoya, de hecho, totalmente en una verdad. Pero debo confesar también que esta esperanza escéptica de los dos investigadores de la radioactividad, tan cuidadosamente encerrada en un "quizás", me ha chocado al pensar que lo que los profesores Meyer y von Schweidler pretenden y esperan para un futuro indefinido ya fue enseñado y aplicado en muchos campos de la investigación científica por el Dr. Steiner muchos años antes de la aparición de la radioactividad. Steiner muchos años antes de la aparición de ese libro sobre la radiactividad, y que, a causa de ese dogmatismo científico tan característico, por desgracia, de nuestra época, sólo ahora esta enseñanza y sus resultados comienzan a influir fructíferamente en el mundo científico. Sólo los paralelos históricos en el destino de los que han dado una nueva dirección a las concepciones del mundo de los hombres pueden aliviar la angustia por este triste hecho.

En realidad, las corrientes constantes fluyen, no sólo a través de los hombres, sino también de los animales, las plantas y los minerales, y aquí nos ocuparemos concretamente de ellos. Para llegar a una concepción clara de los principios más elementales implicados, puede ser bueno para mí, en primer lugar, presentar aquí un hecho que, por desgracia, nunca ha sido expuesto y enfatizado en su extremadamente amplia relación con los fenómenos de la vida: Es decir, que el efecto máximo de los rayos solares se ejerce cuando el sol está en el cenit, es decir, cuando sus rayos descienden hacia el centro de la tierra verticalmente, perpendicularmente a la superficie terrestre; mientras que el efecto máximo de los rayos lunares se recibe cuando la luna está en el horizonte -en otras palabras, cuando sus rayos pasan horizontalmente sobre la superficie de la tierra.

Con referencia a este último hecho, podría introducir aquí, entre otras cosas, la evidencia experimental citada por el profesor Nippoldt en " Erdmagnetismus, Erdstrom und Polarlicht " : a saber, el hecho de que la influencia de la luna sobre las variaciones en el magnetismo terrestre es extremadamente fuerte, de hecho en su " máximo, cuando la luna está en el horizonte, en su mínimo durante la culminación superior o inferior de la luna " (p. 91). Si la meteorología y la astrofísica valoran correctamente esta observación individual en todo su significado y la desarrollan vigorosamente, esta peculiaridad de la influencia de la luna será confirmada generalmente.
Las antiguas escuelas de sabiduría de Oriente y de Occidente han conocido siempre este fenómeno primigenio fundamental, que ahora empezamos a conocer de nuevo, y estas escuelas han visto siempre en él un principio activo decisivo para la evolución de la tierra en el sentido en que trataremos a continuación de explicar estas cosas según nuestra forma moderna de expresión,
Si se observa, por ejemplo -cumpliendo así el postulado establecido para el futuro por los investigadores de la radiactividad, el profesor S. Meyer y E. von Schweidler-, las posiciones de la columna vertebral de un hombre dormido y de un animal cuando está dormido y cuando está despierto, así como la dirección de crecimiento de una planta, se ve el siguiente cuadro :

La columna vertebral del hombre despierto es vertical, perpendicular a la superficie terrestre.

La columna vertebral del hombre dormido es, por el contrario, horizontal en relación con la superficie de la tierra.

La columna vertebral del animal, dormido y también despierto, es siempre horizontal en relación con la superficie de la tierra (con la excepción de las formas transitorias individuales).

La dirección de crecimiento de la planta es, por otra parte, de nuevo vertical, perpendicular a la superficie de la tierra, pero con una diferencia esencial entre la planta y el hombre, despierto. A saber, el hombre tiene la cabeza y el sistema nervioso dirigidos hacia arriba, el sistema metabólico y reproductivo dirigido hacia abajo (Cap. XII). Las plantas, por el contrario, tienen su sistema reproductivo, la flor, dirigida hacia arriba, y el polo opuesto dirigido hacia abajo.

Por lo tanto, los tres reinos vivientes de la Naturaleza, en esta polaridad a la tierra, están dispuestos de la siguiente manera :

Platón, el gran iniciado en los misterios griegos, pronunció a propósito de esta verdad aquellas palabras relativas a los tres reinos vivientes de la Naturaleza: "El alma del mundo es sacrificada en la cruz del cuerpo del mundo". Todo aquel que no sea consciente ni inconscientemente partidario de la filosofía mecanicista-materialista comprenderá aquí el significado profundo y verdadero de estas palabras.

Si aplicamos ahora esta verdad relativa a la dirección de la columna vertebral en los tres reinos de la Naturaleza a lo que hemos aprendido, este hecho conocido por los antiguos -que los rayos del sol tienen su máximo efecto cuando son verticales y los rayos de la luna cuando son horizontales- percibimos que estos tres reinos de la Naturaleza son influenciados de la siguiente manera en sus órganos y procesos vitales más importantes por estas dos corrientes diferentes que trabajan sobre la tierra desde el sol y la luna.

El hombre, cuando está despierto y erguido, es atravesado, en toda su extensión, en su cerebro y en su columna vertebral -es decir, en aquellos órganos de los sentidos y del pensamiento que, de hecho, le hacen ser hombre- por la corriente solar que fluye verticalmente. (De la corriente vital diaria de las fuerzas etéricas en el organismo humano hablaremos en detalle en el capítulo XII). Por otra parte, el hombre, cuando duerme, se coloca en una posición tal que la corriente vertical del sol sólo actúa mínimamente sobre el cerebro y la columna vertebral; mientras que, por el contrario, es atravesado en toda su extensión cuando está recostado por la noche por la corriente horizontal de la luna.

El hombre despierto, por tanto, plenamente consciente de sí mismo, recibe, al adoptar una postura erecta, la máxima influencia posible del sol (la vertical); el hombre dormido, por el contrario, no consciente de sí mismo, recibe, al adoptar una postura reclinada, la máxima influencia posible de la luna (la horizontal). Quien se niegue a ver algo más que los "electrones" que recorren el organismo en estas corrientes procedentes del sol y de la luna, que influyen en los procesos vitales y especialmente en los fenómenos de la autoconciencia, estará ciertamente tan alejado de la realidad como quien quisiera explicar el mundo humano de los conceptos únicamente sobre la base de "vibraciones de la superficie del cerebro".

En cuanto a estas cosas, se puede decir, con toda modestia, que.....


" Hay más cosas en el cielo y en la tierra
que las que sueña vuestra filosofía".



Para nuestra época, -en el punto de inflexión del siglo XX-, ha permanecido el deseo de extender al cosmos y a todo lo que en él vive y teje, el mismo filisteísmo de su sistema terrenal y mecanicista de conceptos.
Si ahora observamos la posición de la columna vertebral del animal, vemos que ésta, a diferencia de la del hombre, está expuesta al máximo, incluso cuando el animal está despierto, a las corrientes horizontales que salen de la luna hacia la tierra, y al mínimo a la acción vertical del Sol. Pero esto es característico y decisivo para los procesos vitales y el estado de conciencia del animal.
La planta, por el contrario, está sometida a una corriente vertical cuya tendencia se centra hacia el centro de la tierra :

Hasta qué punto la planta está influenciada por la corriente vertical que desciende hacia la tierra y, recíprocamente, influye en esta corriente, se desprende del siguiente hecho citado en el lúcido trabajo del Dr. K. Kähler, del Observatorio Meteorológico de Potsdam, Luftelektrizität " - un hecho que salió a la luz como resultado de las mediciones de la corriente vertical. Dice (p. 85): "En ninguna parte hay corriente alguna bajo los árboles". Y en otro pasaje (p. 88) : "Los primeros intentos de medir la corriente, por ejemplo, que entra en un árbol ocurrieron hace décadas. Esta corriente puede llegar a ser bastante fuerte en lugares donde las líneas de fuerza se agolpan". Vemos que el reino vegetal vivo de la tierra está en una relación recíproca muy activa con la corriente vertical.

Por lo tanto, tenemos que tratar principalmente con las dos corrientes terrestres extremadamente importantes: una vertical generada por el sol, y una corriente horizontal generada por la luna.

Si tenemos en cuenta que la corriente vertical se compone, por así decirlo, de dos componentes principales, el flujo del éter calórico hacia abajo, hacia la tierra sólida, y la exhalación del éter químico hacia la atmósfera, entonces resulta que la parte del organismo terrestre cuyas fuerzas etéricas se reducen de este modo al caos, y dan lugar así a los fenómenos de la vida y del estado de vigilia, está naturalmente siempre orientada hacia el sol; mientras que la tierra, a causa del heliotropismo descrito anteriormente, está siempre en rotación. Por lo tanto, la influencia caótica del sol disolvente, si se observa desde el punto de vista de la tierra sólida hacia fuera, viaja, por así decirlo, sobre la tierra en rotación en una dirección opuesta a la dirección oeste-este de la rotación. Es el efecto de esta importante circunstancia que nosotros, como observadores que acompañan a la tierra en su rotación, concebimos muy acertadamente como la corriente terrestre que fluye de este a oeste.

La corriente este-oeste, por lo tanto, es un resultado de la influencia del sol, y muestra su máximo en el lado diurno de la tierra, orientado hacia el sol. En "Erdmagnetismus, Erdstrom, und Polarlicht", el profesor Nippoldt, al hablar de las diversas variaciones, observa (pp. 128-129): "Estamos más atrasados que nadie en la investigación de la corriente terrestre; sin embargo, sabemos, al menos, que está compuesta por influencias magnéticas y atmosféricas combinadas". Y en otro pasaje : la energía, sin embargo, de todas estas variaciones no deriva del sol, sino de la energía de la rotación de la tierra". Esta afirmación apoya, por tanto, toda la explicación exhaustiva dada anteriormente. (Véase también la página 108.)
La corriente este-oeste que rodea la tierra es, por tanto, una corriente terrestre, que se produce por el hecho de que la acción del sol provoca los cambios en la estructura etérica del organismo terrestre descritos anteriormente y que esta influencia viaja en dirección este-oeste alrededor de la tierra. Y esta corriente este-oeste opera así principalmente en el lado diurno de la tierra, es decir, de día.

Además de esta corriente terrestre este-oeste, que debe atribuirse a la acción del sol, existe también otra inducida por la luna, que, sin embargo -de acuerdo con la dirección oeste-este del curso de la luna alrededor de la tierra- fluye igualmente en dirección oeste-este. Aunque el movimiento de la luna es más lento que la velocidad de rotación de la tierra, sin embargo, al girar alrededor de la tierra de oeste a este, desarrolla una fuerte actividad propia, en esta dirección, y sus fuerzas que actúan horizontalmente fluyen así a través de la atmósfera terrestre en esta dirección. El sol, por el contrario, no desarrolla ninguna actividad especial en su sentido en relación con la tierra ; y por lo tanto sólo hay que considerar el estado estacionario con respecto a la tierra en relación con la acción vertical de su fuerza. Ésta atraviesa naturalmente en dirección este-oeste la atmósfera terrestre, que se mueve en sentido contrario (diagrama p. 116). La corriente inducida por la luna es, por las razones expuestas, máxima en dirección horizontal y en el lado nocturno de la tierra.

Además de estas dos corrientes terrestres en el transcurso del día -la corriente este-oeste y la corriente oeste-este- existen, sin embargo, dos corrientes principales que tienen una periodicidad anual: la corriente que fluye de norte a sur y la de sur a norte. Se observa que la corriente norte-sur alcanza su máximo en otoño-invierno y la sur-norte en primavera-verano. Estas dos corrientes en el transcurso del año se deben, a su vez, al heliotropismo del organismo terrestre; surgen del hecho de que, con el comienzo del invierno en el hemisferio norte, las fuerzas etéricas fluyen hacia el sol, es decir, hacia el hemisferio occidental; y, por el contrario, con el comienzo del verano, las fuerzas etéricas vuelven a fluir desde la mitad sur de la tierra hacia el hemisferio norte.

Naturalmente, se trata de un proceso que sigue su curso gradualmente, pero que tiene su mayor intensidad en primavera y otoño. (Véase el diagrama de la página 109.)

Este hecho se nos ilustra también de una manera hermosa a través de un hecho que, hasta ahora, nunca se ha dado una verdadera explicación: la migración de las bandadas de pájaros sobre la tierra, hacia el sur en otoño con la corriente etérica que entonces se establece, y en primavera hacia el norte con la fuerte corriente que entonces se establece. Los hombres se han maravillado hasta ahora del "instinto" inexplicablemente seguro de las bandadas de pájaros en vuelo, por medio del cual vuelan cada año sobre inmensas extensiones de la tierra en dirección norte-sur y sur-norte. Pero la palabra instinto no es más que un nombre que representa una magnitud desconocida. Si los hombres prestaran atención a este hecho en el sentido que aquí se pretende, encontrarían que el sentido único de la dirección de las aves migratorias no surge de un sentido de la dirección geográfica -que las crías, especialmente, las cuales a veces emprenden el viaje por primera vez solas-, ciertamente no podrían poseer en absoluto-, sino que corresponde a una fina e íntima relación recíproca entre las fuerzas etéricas creadoras de vida, sus corrientes terrestres y el mundo animal, extremadamente sensible a estas cosas. En el hombre esta sensibilidad y esta interrelación con su entorno etérico ha desaparecido de la conciencia como resultado del fuerte desarrollo del yo, de su conciencia objetiva materialista, desarrollada unilateralmente, y de otras circunstancias que se discutirán más adelante. Es decir, ahora se ha perdido, aunque en tiempos pasados aún la poseía. El hombre la recuperará de nuevo en los siglos venideros -ya no de forma inconsciente-, una verdad cuyos signos se revelan ya para quien tiene los ojos abiertos para todo y no juega, por dogmatismo cientifista, a la gallina ciega en presencia de tales fenómenos. Ya hemos observado la influencia recíproca de las otras corrientes etéricas, asociadas a la posición de la columna vertebral y a los estados de conciencia.
La investigación de la distribución geográfica cambiante de las fuerzas formativas etéricas dentro del organismo terrestre abre un panorama tremendo para la etnología, la zoología, la botánica, etc., cuando uno se da cuenta de que aquí está la puerta a una verdadera comprensión de la aparición y la extinción, hasta ahora inexplicables, de las razas, los géneros y las especies de los diversos reinos de la Naturaleza en las diferentes regiones geográficas de la tierra. Porque en el curso de miles de años también se produce una alteración en la estructura etérica básica de la tierra, una metamorfosis continua. (Véase el capítulo X.) Volveremos sobre este tema. Quien, en efecto, esté dispuesto a comprender sólo mecánicamente el mundo etérico y sus actividades en relación con los reinos vivientes de la Naturaleza, más vale que renuncie desde ahora a la comprensión de la naturaleza más profunda de tales cosas.
Hemos podido tener una visión de las cuatro grandes corrientes esenciales dentro del organismo terrestre.

1.La corriente del este, resultado de la actividad del sol, ejerce su mayor influencia en la dirección vertical; está en relación recíproca con el hombre, despierto, erguido en la conciencia de la vigilia, y también con las actividades vitales del resto de los reinos de la Naturaleza durante el día.

2. La corriente oeste-este, resultado de la actividad de la luna, ejerce su mayor influencia en la dirección horizontal; está en relación recíproca con la conciencia del sueño y la conciencia del sueño profundo del hombre, mientras éste se encuentra en posición reclinada; el animal, por el contrario, debido a la posición horizontal de su columna vertebral, está expuesto incluso estando despierto a la máxima influencia de esta corriente.
Esta corriente actúa con toda su fuerza durante el tiempo en que el organismo terrestre, no alterado por el sol, se esfuerza por establecer su estructura básica, es decir, por la noche.

3 y 4. Las corrientes norte-sur y sur-norte con su íntima relación alternante con la vida anímica y con las actividades vitales de los reinos de la Naturaleza, especialmente en el curso de un año.
Evidentemente, sólo podemos mencionar el enorme complejo de cuestiones que aparecen en esta combinación de hechos, y sólo a modo de referencia a una perspectiva infinita. Todos estos fenómenos están sometidos a muchas variaciones e influencias asociadas, y sólo podemos hablar aquí de las actividades fundamentales, de las tendencias de su influencia. Pero, sin poner estas tendencias de lo etérico en relación con nuestra investigación de la Naturaleza, no podremos en el futuro comprender ni lo animado ni lo inanimado.

La naturaleza de la gravitación" y del magnetismo terrestre.

Entre los fenómenos de la Naturaleza, el magnetismo terrestre y, sobre todo, el que llamamos gravitación, son únicos y difíciles de comprender". El profesor L. Graetz en " Der Aether und die Relativitätstheorie " se refiere así a la gravitación (p. 66) : En cuanto a la fuerza más conocida en sus principios generales y, sin embargo, una de las que más se escapan a nuestro entendimiento, se trata de la gravitación, o fuerza general de atracción mutua entre todos los cuerpos, de la que la gravitación es simplemente un caso especial En otro lugar expresa la conjetura (p. 66) " de que la gravitación es también en cierto modo un proceso en el éter". Para comprender tanto la gravitación como el magnetismo sobre la base de la teoría del éter aquí expuesta, y también en su relación recíproca, debemos tener en cuenta las fuerzas etéricas en el organismo terrestre (ver diagrama pag-89).

La gravitación -es decir, lo que hace que la sustancia, los cuerpos, tiendan hacia el centro de la tierra, no es otra cosa que el efecto de la actividad de succión del éter vital centralizado en la tierra sólida. Hemos observado en el capítulo II, al hablar de los estados de agregación, que el éter vital induce el estado sólido de la sustancia; es, pues, evidente ahora que el éter vital de la tierra ejerce su mayor actividad sobre los cuerpos que están más cerca de este estado sujeto a sí mismo, los que han provocado ese estado en el grado más fuerte y concentrado. Aquellos cuerpos en los que la tendencia a identificarse con el correspondiente centro de éter vital de la tierra es más fuerte, los llamamos "cuerpos pesados". Por el contrario, los cuerpos cuya estructura (fluida, gaseosa, etc.) -que debe atribuirse más al éter químico, lumínico o calórico- está menos ajustada al éter vital, tienen en consecuencia menos tendencia, o ninguna, a esforzarse hacia el centro de éter vital de la tierra. Estos son "cuerpos de luz".
El comportamiento de todos los cuerpos individuales dentro del organismo terrestre se debe, por tanto, a la tendencia del organismo terrestre (descrita al principio de este capítulo) a restablecer constantemente la distribución normal de sus fuerzas formativas y de las diversas sustancias vinculadas a éstas. Lo que hemos podido observar en la cuestión de la "inversión de la temperatura", en lo que se refiere al retorno de las fuerzas etéricas a sus esferas naturales, se revela ahora también para el mundo de la sustancia en su relación variable con la "gravitación". La tierra no descansa hasta que ha llevado las sustancias sólidas, fluidas y gaseosas de su organismo a las esferas de las fuerzas formativas correspondientes. En los cuerpos gaseosos, por lo tanto, el éter lumínico que los condiciona, se esfuerza siempre hacia la esfera de éter lumínico del organismo terrestre - es decir, hacia arriba; en los cuerpos sólidos, por el contrario, el éter vital, que - en esta relación llamada gravitación - los condiciona, se esfuerza hacia su propia esfera en el organismo terrestre, hacia el interior de la tierra - es decir, hacia abajo (véase el diagrama citado mas arriba). Por qué, ahora, la tierra como un todo tiende hacia el sol, lo entenderemos en conexión con la discusión del sol.

En el libro ya citado, "Erdmagnetismus, Erdstrom, und Polarlicht", el profesor Nippoldt dice: "El magnetismo terrestre ocupa una posición intermedia entre la gravedad y los fenómenos de la meteorología. Con la primera está relacionado por la similitud existente entre la atracción magnética, por un lado, y la atracción mutua de los cuerpos en el espacio y la manifestación omnipresente de esta última, y por el hecho de que el magnetismo también es una fuerza que actúa en una dirección determinada. Pues, así como la gravedad de la tierra actúa siempre hacia abajo, así -también la atracción magnética de la tierra -o magnetismo terrestre- se expresa siempre en una dirección determinada.
" Sin embargo, se distingue de la gravedad en particular en esto: en que sólo aleja un imán de las relaciones generales que conocemos, pero no puede mover el imán en el espacio. Un imán cae sólo porque está sujeto a la gravitación -no como imán- y no aumenta su peso. En general, la fuerza del magnetismo terrestre se distingue de la gravitación por su continua variabilidad, mientras que, aunque la gravedad también está ciertamente sujeta a tales modificaciones, éstas son tan leves que sólo muy recientemente ha sido posible demostrarlas de manera concluyente. La gran importancia del papel que desempeñan las fuerzas magnéticas en el cosmos, en relación con el magnetismo terrestre, comienza ahora a comprenderse."

El hecho recientemente descubierto de que la gravitación no es constante, como los físicos creían antes, sino que es variable, correspondiendo así a la estructura etérica de un organismo vivo, ha traído afortunadamente alguna variabilidad en las concepciones que antes eran fijas y mecánicas.
Sólo nos queda, pues, preguntar cuál es la relación mutua entre la "gravitación" y el "magnetismo terrestre". Cada uno, como dice claramente el profesor Nippoldt, es una fuerza direccional. La dirección de la gravitación es hacia el interior de la tierra -o, más exactamente, hacia el centro de la tierra-; la dirección de un cuerpo magnetizado (la aguja magnetizada, por ejemplo) es también hacia el interior de la tierra, pero hacia una localidad en la región del polo terrestre. Si aplicamos aquí la explicación ya dada, según la cual los fenómenos de gravitación se deben a la acción de succión del éter vital, se deduce que el magnetismo terrestre, dirigido hacia el polo, no es más que un caso especial del magnetismo universal de la Tierra, cuya causa es idéntica a la de los fenómenos de la llamada "gravitación", es decir, la acción de succión del éter vital que actúa desde el interior de la Tierra. El magnetismo que opera desde el polo magnético no es más que un plus de la atracción de succión que opera desde los puntos donde el éter vital del interior de la tierra está menos perturbado, es decir, los puntos de mayor concentración. Los polos magnéticos no son puntos fijos en el cuerpo de la tierra, sino puntos de menor perturbación y, por lo tanto, de mayor concentración y actividad en la "esfera de fuerzas" que pertenece a la fuerza del éter vital; como tales, son puntos cambiantes: es decir, son centros de fuerza en la tierra etérica.
En nuestra observación de los acontecimientos dentro de la tierra etérica, hemos visto que la tierra etérica - a causa de las influencias rítmicas procedentes del sol y de la luna - está sujeta a una alternancia constante, expresada en la alteración y la restauración caótica alternas de la estructura básica de la tierra. Ahora bien, este proceso alternante y perturbador alcanza naturalmente su máximo en la región del ecuador y su mínimo en la región de los polos. En consecuencia, debe haber puntos dentro del organismo terrestre donde la concentración constante del éter vital y su acción no modificada alcanzan su máximo. Tales puntos, entonces, de la actividad aumentada del éter vital son los polos magnéticos.



a.= Actividad general de la esfera terrestre del éter vital: -la llamada gravitación.
b.= Acción especialmente intensificada de los puntos de mayor concentración de la esfera del éter vital.

(Las conclusiones que se derivan de este hecho en relación con la estructura de la Tierra las indicaremos en detalle en el Volumen Il).
Las investigaciones recientes han demostrado de manera concluyente que el magnetismo terrestre no está -como se suponía erróneamente- fijado a la envoltura de la Tierra o es una característica de ésta, sino que es el resultado de la acción de un campo de fuerza verdaderamente variable. El profesor Nippoldt dice a propósito de una de las variaciones habituales de esta fuerza natural (p. 57): "La variación secular se produce por el hecho de que el campo cerrado como tal se desplaza alrededor de la tierra, es decir, las anomalías del magnetismo terrestre se desplazan sobre la tierra. Esto significaría que no son características de partes definidas de la corteza terrestre, de modo que en este asunto nos enfrentamos a las mayores dificultades, si no insuperables, en nuestra explicación física del magnetismo terrestre."
Como, además, se ha demostrado experimentalmente que el magnetismo de la tierra no es en absoluto uniforme y nos encontramos con regiones de gran perturbación en las partes más separadas de la tierra (Kursk en Rusia, el Golfo de Finlandia, etc. ), es evidente que el magnetismo terrestre no debe ser considerado como una fuerza totalmente diferente de la gravitación", sino como un ejemplo especial de la misma fuerza: es decir, como una acción del éter vital intensificada en ciertos puntos de la tierra etérica, pero idéntica a la que por lo demás se revela uniformemente en los fenómenos de "gravitación". Podríamos, por lo tanto, decir que los polos magnéticos son puntos de acción intensificada de la "gravitación"; pero, como este plus, comparado con la "gravitación" universal que actúa hacia el centro de la tierra, es tan leve que es casi imperceptible, sólo basta con aspirar la aguja magnética pivotante en esta dirección, pero no afecta a la aguja magnética cuando cae, bajo la influencia del componente de fuerza dirigido hacia el centro de la tierra. El centro vital del polo terrestre actúa sobre la misma fuerza en la aguja magnética. (Véase más adelante.)

Una prueba del hecho de que el éter vital es la causa común uniforme de la "gravitación" y del magnetismo terrestre está contenida en el siguiente hecho, mencionado por el profesor Nippoldt (p. 42): Puesto que las rocas pesadas son generalmente capaces de estar más fuertemente magnetizadas, debe parecer probable que las perturbaciones magnéticas estén conectadas con las de la gravedad. De hecho, esto se ha confirmado generalmente en todos los lugares en los que se han realizado investigaciones, por ejemplo, en las montañas de Hartz, en Bornholm (Sudáfrica) y en otros lugares; las líneas que no muestran ninguna desviación de la plomada son paralelas a las que no presentan irregularidades magnéticas".
Pero podemos ir mucho más lejos y decir en el sentido que aquí queremos: El magnetismo y la gravitación, tanto en la tierra como en el cosmos, son formas de expresión De la misma causa -a saber, Del éter vital. La intensidad de la tendencia interna de los cuerpos a dirigirse hacia un centro de éter vital difiere según su propio parentesco interno con este éter. El "amor y el odio de los elementos", en lugar del cual el conocido físico Nernst, citado anteriormente, dice que en la actualidad sólo hemos sustituido la concepción igualmente ininteligible de la "afinidad de los átomos", no son más que la eterna alternancia de este esfuerzo hacia la unión de un cuerpo con su hogar etérico o hacia su separación de una esfera etérica ajena, con todas esas infinitas variaciones y posibilidades que se ofrecen a estos procesos de unión y separación dentro del organismo terrestre y del cosmos, como su campo de juego.

A los puntos de mayor concentración de las fuerzas de succión -así es como hemos aprendido a llamar a los polos magnéticos- se asocia uno de los fenómenos más maravillosos y característicos del organismo terrestre, cuyo significado más profundo aún no ha sido revelado: es decir, la luz polar o aurora boreal. La relación recíproca entre la aurora boreal y el magnetismo terrestre ha sido completamente establecida por investigaciones recientes. Deseo citar aquí sólo un hecho establecido experimentalmente que encuentra su explicación en la visión del éter que hemos expuesto. El profesor Nippoldt dice: "De las mediciones efectuadas en esas regiones y de las que ahora se dispone abundantemente, parece que la humedad atmosférica no está totalmente exenta de su influencia en la producción de la luz polar: pero no se ha indicado ninguna relación con otros elementos. Más íntima aún es la relación entre las auroras boreales y la formación de nubes. Recordemos que el éter químico de succión es también el creador del estado líquido de agregación en la sustancia (Caps. Il y IV). De este modo, los polos magnéticos se muestran como puntos de acción intensificada por parte del grupo de fuerzas etéricas de succión, el éter químico y el éter vital, no sólo como se ha indicado anteriormente, sino también en esta asociación de las luces polares con la humedad y la formación de nubes. (Para más detalles, véase la explicación del origen ontogénico de la sustancia, capítulo IV).
Después de considerar las fuerzas etéricas del sol, comprenderemos también que las alteraciones de la estructura etérica del sol, tal como se manifiestan, por ejemplo, durante los períodos de manchas solares, están naturalmente asociadas con las influencias sobre los grandes centros del éter químico y del éter vital en la tierra, es decir, con los fenómenos de las luces polares.

El Sol


En el camino hacia la comprensión de la verdadera naturaleza de los Fenómenos singulares del magnetismo en sus más variados campos de acción, la humanidad nunca pasó durante el último siglo -por lo que podemos estar agradecidos- ni siquiera por la primera puerta del conocimiento. Era bueno que esto no sucediera en una época caracterizada por una concepción mecanicista y materialista del mundo; porque el daño que podría surgir de este tipo de filosofía y de las prácticas condicionadas por ella en estos campos es casi inimaginable.

El descubrimiento del magnetismo solar por parte de Hale, que redujo el magnetismo terrestre a una parte del magnetismo cósmico, supuso un cambio de perspectiva decisivo. Mientras que en una época anterior cualquiera que sostuviera que un cuerpo caliente podía ser magnético habría sido acusado de completa ignorancia por los físicos de la vieja escuela, en los últimos años se ha demostrado de manera concluyente que el sol, que ha sido considerado como un cuerpo gaseoso caliente, es, sin embargo, magnético en un grado tremendo. Se calcula que su intensidad magnética es cincuenta millones de veces mayor que la de la Tierra (Nippoldt, p. 49). Es de temer que cualquiera que sostenga ahora que el sol no es un cuerpo gaseoso incandescente será acusado de completa ignorancia mientras este hecho no haya sido establecido de manera concluyente. A pesar de este riesgo, este punto de vista debe situarse aquí en la base misma de los fenómenos que se discuten si queremos entenderlos.
Desde hace muchos años, el Dr. Rudolf Steiner ha declarado y subrayado una y otra vez el hecho de que el físico moderno se quedaría totalmente asombrado si algún día descubriera que el sol no es una bola gaseosa incandescente de moléculas que se arremolinan entre sí, sino una cavidad sin sustancia -o, mejor dicho, un "espacio negativo", una vacuidad en el espacio- en contraste con el resto del espacio planetario con su contenido sustancial e insustancial. Dado que en este libro la concepción del mundo debe considerarse únicamente desde su aspecto etérico, no podemos hablar de los misterios relacionados con el sol. Considerado desde el punto de vista etérico, el sol es un espacio no lleno de sustancia, pero en el que actúan las fuerzas etéricas del éter vital. Ya hemos explicado la influencia de este éter en relación con los estados de conciencia y los procesos vitales, tal como se expresan en el ámbito terrestre. Más adelante podremos completar esta concepción en cuanto a la visión de la corriente vital que fluye a través del hombre (Cap. XII).

Si se considera que el sol, en realidad, "no está lleno de sustancia" en el sentido anterior, sino que es el campo de actividad del éter vital puro en sus diversas modificaciones, entonces no es necesario creer en la contradicción de que sea una bola de gas incandescente y, al mismo tiempo, tremendamente "magnética", y sin embargo, esta contradicción se cree generalmente hoy en día, por la razón de que los hombres no abandonan la teoría que les es familiar, según la cual el sol es una bola de gas incandescente, a pesar de que esto contradice todo lo que hemos aprendido dentro del organismo terrestre. La misma dificultad encontramos al explicar el núcleo de la tierra. A esto volveremos más adelante. Pues los gases son, como sabemos, casi totalmente dia-magnéticos, no magnéticos; en el sentido que pretendemos, no pertenecen a la esfera de acción del éter vital, con la excepción de que, según la experiencia, el oxígeno es menos anti-magnético que otros gases. Esto último lo podremos explicar en una discusión posterior sobre la luz (Cap. VII).
Pero, si atribuimos los fenómenos del magnetismo a la acción del éter vital, como hemos hecho anteriormente, y si consideramos el sol como un cuerpo que está totalmente lleno de elementos de este éter vital, entonces entendemos el tremendamente poderoso magnetismo del sol sobre la base de la naturaleza y el contenido del propio sol.

Los planetas y sus esferas


Si recordamos, ahora, que el magnetismo terrestre, y especialmente los campos de su acción intensificada, los polos magnéticos, deben atribuirse a la actividad del éter vital terrestre, llegaremos a la explicación de un tercer movimiento realizado por el organismo terrestre, además de su revolución alrededor del sol y su rotación. La consideración de este movimiento -aunque sea de la máxima lentitud- es de la mayor importancia para la comprensión de ciertos hechos de nuestro sistema planetario.
Así como los cuerpos "pesados", más perfectamente adaptados al estado del éter vital, muestran un mayor esfuerzo hacia el centro de la tierra que los cuerpos "ligeros", también existe una forma especial de atracción entre el centro del éter vital
del sol y ese polo norte magnético de la tierra, que hemos llegado a conocer como un punto de acción intensificada del éter vital. Esta atracción mutua conduce a un movimiento apenas perceptible, que sigue su curso en un período de tiempo tremendamente largo, y que lleva al polo norte magnético de la tierra, y por lo tanto a la tierra misma, en la dirección del sol. Una vez realizado, tras un enorme lapso de tiempo, este movimiento hará que el polo norte de la tierra apunte directamente hacia el sol. La alternancia de una edad de hielo y un clima tropical en ciertos puntos de nuestro planeta está relacionada con movimientos similares en períodos anteriores.
No podremos discutir las consecuencias ulteriores de este movimiento, pero el fenómeno sólo se menciona por la razón de que es necesario para la comprensión de la siguiente cuestión importante. Es decir, es un hecho indiscutible que las lunas de todos los planetas se mueven, según las leyes de Kepler, de oeste a este alrededor de sus planetas primarios, con las excepciones de las lunas de Urano y Neptuno, que giran en sentido contrario alrededor de sus planetas. Estos planetas quedan, pues, fuera de las leyes generales de nuestro sistema. Este hecho sólo puede explicarse sobre la base de que Urano y Neptuno han pasado por el movimiento mencionado anteriormente, no sólo en la medida de 90 grados, sino en cerca de 180 grados, es decir, sus polos norte apuntan hacia abajo, o, desde nuestro punto de vista, están de cabeza. Para estos planetas el sol sale -como nosotros sentimos- por el oeste y se pone por el este. Llamamos la atención sobre este hecho sólo para indicar que Urano y Neptuno no pertenecen, según sus leyes generales, a nuestro sistema, en el mismo sentido que los demás planetas.

Si se habla hoy en día a un hombre medianamente culto -y a menudo incluso a un hombre instruido- de cómo influyen los planetas en los sucesos terrestres, se recibe generalmente una sonrisa de incomprensión, si no algo peor. En contraste absoluto con este escepticismo falaz, la investigación científica exacta en este campo muestra tal influencia en los detalles más específicos. El profesor Nippoldt, por ejemplo, dice con respecto a las variaciones del magnetismo terrestre (p. 93): "La influencia de los planetas también ha sido puesta en consideración. Sin duda, también está presente. Tanto el promedio general como el rango diario de variaciones están influenciados por esto, este último incluso mucho más fuertemente". A continuación, cita un hecho muy impresionante en referencia a la cuestión de la influencia planetaria sobre los acontecimientos terrestres : "La excepcional pcsición de Mercurio en ambas series es muy llamativa".
Además, también se ha establecido experimentalmente el hecho extremadamente importante de que la "acción del Sol es máxima cuando los planetas Venus, Tierra y Júpiter están lo más cerca posible de una línea recta" (Sellmayer, N. del T.).
(Sellmayer, Nippoldt, p. 93). Por lo tanto, deseo tomar como base para la siguiente consideración de la actividad de los planetas una disposición correspondiente. Esta disposición fue descrita y discutida por el Dr. Rudolf Steiner hace muchos años como de máxima realidad en su significado.
Las diversas órbitas planetarias individuales se han esquematizado aquí en forma circular.

En este diagrama, pues, los planetas que giran alrededor del sol (círculos rojos) están colocados en la disposición que la investigación científica ha demostrado que favorece la mayor actividad del sol (Venus, la Tierra y Júpiter en línea, lo que ocurre aproximadamente cada 118 años, es decir, con relativa frecuencia. Los demás planetas están situados arbitrariamente en sus órbitas, pero aquí, por comodidad en la observación, en línea recta). Urano y Neptuno se omiten, por el motivo, ya mencionado, de que difieren en aspectos esenciales de los demás planetas.
Al considerar la acción de los planetas sobre los acontecimientos terrestres, será necesario en el futuro adoptar una visión mucho más amplia si se desea alcanzar una comprensión completa del grupo de hechos que se están considerando. Los sabios de los siglos pasados, especialmente los de los caldeos y los egipcios, poseían un conocimiento de estas cosas que, desgraciadamente, se ha perdido por completo en los puntos esenciales para nuestra propia época, tan extraordinariamente orgullosa de sus logros científicos. Es una suerte que a algunos de los investigadores más avanzados se les haya ocurrido poner en consideración la acción de los planetas de forma exacta en relación con la Tierra, aunque sólo estamos al principio de esta investigación. Más adelante veremos que la influencia de los planetas individuales sobre el magnetismo terrestre, por ejemplo, es muy clara y muy variada. El profesor Nippoldt da la siguiente tabla determinada por Leyst que muestra la influencia, por ejemplo, en la modificación de la declinación media diaria en el momento de la culminación superior y de la inferior :

Por Mercurio+ 0'-37+ 0'-09
Por Venus - 0-40+ 0-17
Por Marte - 0-43+ 0-24
Por Júpiter - 0-29+ 0-17

"El rango máximo de la variación diaria se modifica según la siguiente serie de porcentajes ("+" significa aumento, "-" significa disminución) : Mercurio+ 11%, Venus-10%, Marte-4%, Júpiter-19%, Satum-2%".

El punto decisivo en esto es el hecho precisamente probado de que existe una influencia real de los Planetas en las relaciones terrestres. Pero generalmente se comete un error en la manera de considerar esta influencia. Evidentemente, la influencia de los planetas sobre el magnetismo terrestre debería llevarnos a considerar esta influencia a la manera de los campos y esferas magnéticas. Si al observar la acción del polo norte magnético sobre una aguja magnética en un lugar arbitrario de la Tierra, dijera que el fenómeno magnético en cuestión sólo se produce en el polo magnético y en el punto de la aguja, pero no al mismo tiempo en todos los demás puntos del globo, cualquier persona que piense lógicamente consideraría que esto es un disparate. Al considerar la influencia de los planetas sobre la tierra en un punto arbitrario de su órbita, se comete generalmente el error de considerar sólo el planeta y la tierra, y también sólo una actividad que fluye en línea recta desde el planeta a la tierra, en lugar de considerar tal acción -como en el caso del magnetismo terrestre- a la manera de esferas magnéticas de gran extensión.
Así como el polo magnético de la tierra no es más que un punto de mayor concentración del magnetismo universalmente operante en el globo, así también cada planeta no es más que un punto de mayor concentración en la acción de sus fuerzas en la esfera sometida a él. La acción que podemos comprobar experimentalmente en la tierra como la acción de Saturno, Júpiter, Mercurio, etc., no procede en ningún momento sólo del cuerpo de Saturno, Júpiter, Mercurio, etc., sino de toda la esfera perteneciente a los planetas en cuestión.

El planeta en realidad, entonces, ejerce en su posición momentánea sólo una concentración considerable de la acción universal de su esfera.
Dibujado esquemáticamente :  

Lo mismo ocurre, naturalmente, con los demás planetas representados en el diagrama de la página 122. (En lo que respecta a su influencia sobre la Tierra, ésta se muestra esquemáticamente con líneas negras).

Consideremos más a fondo lo que realmente tenemos ante nosotros en este asunto. Podemos así dividir el cosmos en grandes campos de espacio (esferas) que están llenos de las fuerzas etéricas activas de los Planetas individuales. Dado que estas esferas del espacio se cruzan parcialmente entre sí, hay, por lo tanto, algunas esferas en las que sólo opera la acción etérica de los planetas individuales, y otras esferas en las que la acción etérica de dos, o más, se encuentran y se cruzan e interpenetran mutuamente, Con el fin de ilustrar lo que sigue de esto para la astrofísica y otros campos de la teoría cósmica, podemos introducir la siguiente comparación.
Supongamos, por ejemplo, un cuerpo de color amarillo instalado en un punto determinado, y un observador situado en otro punto, a una distancia determinada
distancia, de modo que percibe claramente el cuerpo amarillo tal como es. Pero ahora se interponen entre él y el objeto amarillo trozos de vidrio de las más variadas tonalidades. Ningún hombre razonable sostendrá ahora que verá el objeto tal como es en realidad. Si, por ejemplo, hay un vidrio azul (o una niebla azul, etc.) entre él y el objeto, entonces, si no conoce este hecho, sostendrá con la más dogmática certeza que el objeto en sí es de un tinte azul verdoso, cuando en realidad es amarillo. No debemos caer aquí en el error de la falsa concepción subjetiva de la naturaleza del color, pues el objeto es y sigue siendo amarillo, y aparecerá verdaderamente como amarillo para cualquiera que vea el objeto amarillo, no a través del cristal azul, sino aparte de este medio. Siempre debo esforzarme por descubrir con exactitud si entre el objeto observado y yo se han interpuesto una o varias esferas de actividad (cristal azul, etc.) que hacen que la realidad y la apariencia del objeto en cuestión me parezcan diferentes de lo que realmente son.

Pero, ¿no nos encontramos en la misma situación al observar los planetas a través de nuestros instrumentos ópticos, aunque éstos basten para que los que tienen una concepción mecanicista-cuantitativa del mundo quieran pronunciar cosas decisivas sobre el sistema cósmico? Todo físico admitirá que es el éter cósmico el que nos transmite los fenómenos perceptibles a través de los cristales ópticos, los telescopios, etc. Pero el éter cósmico, cuando miro, por ejemplo, desde la tierra hacia Saturno, no es en absoluto una cantidad constante y uniforme. Este éter mundial está sometido no sólo en lo que respecta al espacio, sino también en lo que respecta al tiempo, a un cambio orgánico incesante, aunque éste se produzca de forma muy gradual a lo largo de tramos de tiempo muy largos. Su composición es diferente cuando veo la Luna y cuando veo el Sol; y también es diferente cuando veo Mercurio y cuando veo Saturno.
El profesor J. Plassmann cita en su "Himmelskunde" el siguiente hecho completamente establecido (p. 160): "Hay estrellas fijas que regularmente, dentro de breves períodos, sufren una disminución de su luz. Se supone que esta pérdida de luz es causada por cuerpos giratorios que nos cortan en parte durante breves períodos la luz de las estrellas fijas". De hecho, observamos a Saturno o a cualquier otro planeta, así como a las estrellas fijas, siempre a través de "vidrios de colores" -para usar nuestra comparación-, parcialmente en continua alternancia, y parcialmente más o menos invariable, es decir, a través de las esferas etéricas de los planetas individuales.
Pero nuestro conocimiento moderno de estos cuerpos celestes se basa sobre todo en el análisis del espectro, es decir, en el análisis de los rayos de luz que, a través del medio del éter, pasan por el instrumento en cuestión cuando lo dirigimos hacia planetas específicos. Pero existe aquí el hecho adicional, que simplemente mencionaré, de que siempre miramos a través de un medio que consiste en un estrato atmosférico sujeto a leyes puramente terrestres, que, sin embargo, nunca ha sido investigado claramente en cuanto a su constitución y la estructura de sus fuerzas. En la obra del profesor W. Nernst ya citada, "Das Weltgebäude im Lichte der neueren Forschung", hay una frase muy satisfactoria que rechaza de manera espléndida la práctica, hoy desgraciadamente tan generalizada, de aplicar sistemáticamente las leyes terrestres al cosmos. Dice (p. 37): "La física cósmica no es física ordinaria. Lo que aquí debe ser desaprobado como una especulación no corroborada puede convertirse en una necesidad de pensamiento que se impone irresistiblemente a nuestra investigación." Como veremos en la discusión de la teoría de los colores (capítulo VIII) que el origen de las diversas tonalidades de los colores reside en la acción conjunta de las fuerzas etéricas de diversas maneras según las leyes generales, nos quedará claro que el tipo de investigación hasta ahora practicada en referencia a los cuerpos cósmicos no podrá llevarnos nunca a conclusiones verdaderas y permanentes en cuanto a la naturaleza y los fenómenos de estos cuerpos cósmicos y centros de fuerza -que actúan sobre nuestras relaciones terrestres- hasta que la naturaleza y la acción de lo etérico se hayan aclarado mediante un conocimiento basado en la realidad.

A partir de ese momento, las concepciones meramente mecanicistas y cuantitativas del sistema cósmico ocuparán rápidamente su lugar con otras cosas que pertenecen a un pasado que se desvanece rápidamente. Para este nuevo método de investigación, sin embargo, la base será una concepción orgánica de las diversas esferas cósmicas de acción etérica pertenecientes a los diversos planetas y cuerpos celestes; y, al incluir los otros atributos de lo etérico, llegaremos a una comprensión más profunda del organismo mundial " y de sus procesos vitales vinculados con el movimiento físico, las corrientes etéricas y los estados de conciencia de las más variadas clases - una comprensión más profunda, es decir, de lo que jamás será posible para la observación mecanicista-cuantitativa del mundo.
Tal vez convenga recordar aquí el pasaje ya citado del libro "Radioaktivität" de esos dos distinguidos científicos, los profesores St. Meyer y E. von Schweidler (p. 20): "Podemos, tal vez, considerar que el organismo humano toma continuamente electrones de su medio ambiente y los devuelve, bajo la acción de la luz y del calor; tal vez un futuro no lejano nos permita hablar de un "ciclo de electrones", que sale del medio ambiente hacia el hombre y vuelve al medio ambiente, de cuya acción sobre nuestros procesos vitales no tenemos actualmente ningún conocimiento".
Quien haya admitido en su pensamiento, sin prejuicios y en completa perspectiva, lo que está relacionado con la naturaleza de lo etérico, percibirá que no son en absoluto sólo los electrones "los que fluyen en eterna alternancia hacia el organismo humano y los seres vivos de los otros reinos de la Naturaleza y hacia fuera, sino que se trata de entidades que en su totalidad nunca pueden ser comprendidas dentro del solo alcance de las teorías de la física moderna, la electricidad y similares.

Pero los dos investigadores de la radiactividad tienen razón, en primer lugar, en que se trata de sucesos "de cuya acción sobre nuestros procesos vitales no tenemos actualmente ningún conocimiento". Más adelante llegaremos a concepciones en anatomía, zoología y botánica -y también en química orgánica e inorgánica, en meteorología, geología, etc.- que tendrán poco en común con el concepto mecanicista del mundo que prevalecía en el punto de inflexión entre el siglo XIX y el XX. El establecimiento de conceptos abstractos -como el gradiente de potencial, la corriente vertical, la emanación, la inducción, el magnetismo, etc.- no bastará para comprender ni siquiera el más superficial de esos grandes procesos vitales que están ligados a la acción de estas fuerzas, pero que en nuestros días han quedado muertos, y por tanto ininteligibles, a causa de nuestras abstracciones físicas. Aquí vamos a referirnos -aún a riesgo aparentemente seguro de ser apedreados metafóricamente por cierto tipo de maestría escolar especializada- a una verdad que se presenta como una inferencia totalmente lógica para cualquiera que piense con precisión. Si concebimos el postulado justamente expresado por los profesores St. Meyer y E. von Schweidler sobre la investigación de la acción de las fuerzas que entran en el organismo humano, si lo concebimos en conjunción con los descubrimientos científicos alcanzados respecto a las influencias del sol, la luna, los planetas, etc., sobre las relaciones de fuerzas terrestres y los procesos vitales, llegaremos entonces -siempre que pensemos con lógica y sin cobardía- a la conclusión irrefutable de que el conjunto de fuerzas que actúan sobre un punto en la tierra, un conjunto de fuerzas influenciadas, como se ha demostrado, por el sol, la luna y los planetas, desempeña un papel de peso en la llegada a la existencia de un ser humano, así como en el desarrollo de otros organismos.

Una de las falsas deducciones más graves que podemos cometer en la investigación es admitir la influencia de las esferas de fuerza planetarias sólo en relación con la "sustancia muerta" de la aguja magnética. No sólo es lógico deducir, sino que es un hecho ampliamente comprobado que la "sustancia viva" de los organismos reacciona fuertemente y de manera mucho más delicada al campo de fuerza que forma su entorno. Pero este campo de fuerza -como, por ejemplo, hemos visto claramente en el asunto de las variaciones de la aguja magnética- está influenciado, en sus mutaciones, continuamente y en grados mensurables por los movimientos macrocósmicos de los planetas. Este campo de fuerza es una cosa cuando un planeta está en su culminación, otra cuando dos planetas están en oposición o en conjunción, etc. Todo nuestro proceso vital se desarrolla en un entorno en el que la estructura de fuerzas cambia continuamente. El espacio aéreo, por ejemplo, en el que respiramos, está sujeto, en lo que respecta a su delicada estructura de fuerzas, a una continua mutación, regular y orgánica, pues toma su estructura de los procesos macrocósmicos, las tremendas esferas etéricas de fuerza de los planetas, a través de las cuales se mueve nuestra tierra y que interpenetran nuestra atmósfera y la modifican continuamente. En el capítulo XI trataremos con más detalle las delicadas reacciones de las plantas, así como de los reinos superiores de la Naturaleza, ante el complejo de fuerzas que las rodea. La investigación que se proponga llegar a una comprensión exacta de las causas de muchos de los fenómenos más esenciales de los organismos, deberá en el futuro exþlorar completa y concretamente la acción de las esferas etéricas planetarias sobre el campo de fuerza del organismo terrestre y, por lo tanto, también sobre los diversos organismos vegetales, animales y humanos, a fin de poder comprender verdaderamente las diferenciaciones específicas en la evolución de los reinos de la Naturaleza, de las especies y de los individuos (Cap. XI).

El interior de la Tierra

Para completar la concepción general y particular que nos hemos formado de la acción de las fuerzas etéricas, abordaremos ahora una cuestión especial que es de gran importancia para una adecuada comprensión de los procesos dentro del organismo terrestre: la disposición sistemática del interior de la Tierra.

Ya hemos visto que el diagrama adjunto puede considerarse como una representación esquemática de la estructura básica en su conjunto.

Al considerar el interior de la tierra en detalle, esta disposición se modifica además, sólo de la siguiente manera especial. El cuerpo sólido de la tierra es la esfera de acción del éter vital, cuya tendencia, en efecto, es la de producir el estado sólido de agregación de la sustancia. Pero dentro de esta esfera del éter vital, las otras fuerzas etéricas también están naturalmente activas, aunque en modificaciones graduadas. La concepción derivada de nuestro estudio de esto, que la investigación experimental más reciente confirma completamente, es la siguiente:- 

Ilustración 5: I y VIl Éter calórico. II y VI Éter lumínico.
III y V Éter químico. IV Éter de vida.


La esfera llena de rosa es la tierra sólida, es decir, la principal esfera de acción del éter vital. Naturalmente, el éter vital, en pequeña cantidad, entra también en la atmósfera; de hecho, es éste el que mantiene unida la atmósfera por su acción de succión, ya que de otro modo -de acuerdo con la tendencia del éter lumínico y calórico y de las sustancias gaseosas adaptadas a éstos- la atmósfera volaría al espacio cósmico. Que la fuerza que mantiene unidas la tierra y su atmósfera no es de naturaleza fija y mecánica, sino que está sujeta a continuos cambios, lo hemos visto principalmente al discutir la variabilidad de la "gravitación", el magnetismo terrestre, la doble onda de la presión barométrica, la subida y bajada del agua en el reino vegetal, la inhalación y exhalación de éter químico por el organismo terrestre, etc., de modo que el éter químico también trabaja en alternancia rítmica dentro y fuera de la tierra sólida. En una consideración más profunda del interior de la tierra debemos destacar el hecho de que las diferentes fuerzas etéricas que actúan en el interior de la tierra están sujetas, por así decirlo, a la influencia primaria general del éter vital, que interpenetra las cuatro esferas interiores (IV=-VII), pero que es modificado por las otras fuerzas etéricas de diversas maneras - de modo que, por ejemplo, hay activo en la quinta esfera el éter vital más el éter químico; en la sexta esfera el éter vital más el éter lumínico; en la séptima esfera el éter vital más el éter calórico.

Estas diversas modificaciones de las fuerzas corresponden también a las diversas modificaciones de la sustancia en las diferentes esferas del interior de la tierra.
El hecho de que el interior de la Tierra esté constituido por una envoltura sólida que a medida que nos acercamos al centro pasa a los estados líquido (lava, etc.), gaseoso y ardiente de la sustancia, es decir, a las modificaciones de la acción recíproca del éter vital con el éter químico, lumínico y calórico, está establecido de manera concluyente por los resultados combinados de la observación científica práctica en relación con los volcanes, las rocas eruptivas, etc. Sólo que generalmente se intenta explicar, por ejemplo, el hecho de que el calor aumente hacia el centro de la tierra y alcance su máximo en el centro más interno, basándose únicamente en causas químicas y mecánicas. Pero el profesor E. Kayser, en su moderno "Lehrbuch der Geologe", dice al respecto (p. 77): "La explicación del calor interno de la tierra por procesos químicos se le ocurrió primero a Davy. Dos fenómenos diferentes fueron especialmente considerados para explicar el calentamiento de las partes superiores de la tierra sólida, es decir, la oxidación y la formación de carbonatos. Es evidente, sin embargo, que si el calor de la tierra se explicara realmente de esta manera, debería disminuir gradualmente hacia el centro, ya que el oxígeno y el ácido carbónico del agua que se filtra en la corteza se habrían agotado necesariamente de forma gradual. Pero, en cambio, encontramos exactamente lo contrario: es decir, una disminución del calor interno a medida que nos desplazamos hacia arriba. Pero, en cuanto a la afirmación de que el calor de la tierra surge de la presión de los estratos superiores sobre los inferiores, se ha demostrado, mediante cálculos de Pfaff, que la temperatura media de la roca, a una profundidad de 780 metros, podría aumentar como máximo por razón de la presión 1/1130 (Celsius). Estas discusiones muestran adecuadamente cuán lejos están de ser afortunados los intentos de explicar el almacenamiento de calor del interior de la tierra sobre la suposición de fenómenos químicos y mecánicos. "
El calor de la tierra interior, en realidad, es más intenso en el centro y disminuye a medida que nos desplazamos hacia el exterior, no por ningún tipo de causas químicas o mecánicas, sino por la razón de que la esfera de éter calórico se encuentra en el centro de la tierra, y está rodeada y modificada por las otras esferas etéricas a medida que avanzamos hacia el exterior (ver diagrama, p. 131). La disposición normal de las esferas etéricas, como se ha mostrado anteriormente, es la verdadera causa de los diversos estados de agregación en el interior del organismo terrestre. Las hipótesis químicas y mecánicas con respecto a estas cosas han conducido casi siempre en poco tiempo a conclusiones erróneas. Sólo la teoría del éter puede ayudarnos a introducir un sistema y un sentido en la confusa multiplicidad de tales fenómenos. Pues lo primordial es la estructura etérica del organismo terrestre, la estructura de la sustancia sólo es secundaria.

El profesor A. Nippoldt dice en "Erdmagnetismus, Erdstrom und Polarlicht" (p. 51): "El núcleo está formado por gases calientes de hierro, níquel y cobalto. Los estratos intermedios contienen estos metales en estado fundido; la capa exterior constituye una cubierta de roca. A pesar de su alta temperatura, el núcleo sería capaz de ser magnetizado * E, F. H. Kayser, Lehrbuch der Geologie, 5, Aufl, Stuttgart, 1918.
bajo la alta presión coincidente (de 2-3 millones de atmósferas), ya que se compone de sustancias intensamente magnéticas. En cualquier caso, el hecho de que el sol, igualmente incandescente, sea magnético apunta a la posibilidad de que el núcleo interno de la tierra también pueda estar magnetizado de la misma manera". La dificultad a la que se enfrentan las investigaciones anteriores -como aquí se indica- encontrará su solución en esa distribución de las fuerzas formativas en el interior de la tierra que hemos explicado, si el lector recuerda al mismo tiempo que hemos explicado los fenómenos del magnetismo a partir de las características del éter vital. La diferencia entre el sol y el interior de la tierra consiste en que en el sol el éter vital trabaja sólo como fuerza etérica libre y por lo tanto induce la tremenda intensidad magnética del sol, mientras que en el interior de la tierra trabaja recíprocamente con la sustancia y con ello produce el estado sólido de agregación de la cuarta esfera (caparazón de la tierra) adaptado al éter vital, o bien produce modificaciones de éste mediante la cooperación de las otras fuerzas formativas hacia el centro.

La representación anterior de la distribución diferenciada de las fuerzas etéricas ilustra uno de los fenómenos primarios más significativos del cosmos. Vemos (diagrama, p. 131) que la tercera esfera se corresponde con la quinta esfera (éter químico dentro y fuera de la tierra sólida) ; la segunda se corresponde con la sexta (éter lumínico) ; la primera con la séptima (éter calórico) ; mientras que el éter vital (cuarta esfera), en las modificaciones dadas anteriormente, interpenetra el conjunto y lo mantiene todo unido. Hasta qué punto este importante ; 2=6 ; 3=5 ; 4 ; que se encuentra aquí en la base de la estructura etérica del organismo terrestre, desempeña también un papel importante en el origen de otros organismos y de otros fenómenos de nuestro sistema cósmico; de esto podremos hablar en los capítulos Ill y XI, así como en el segundo volumen de este libro, en relación con otros grupos de cuestiones conexas. Un principio general de conformidad con la ley que se ha alcanzado aquí con respecto a la articulación de nuestra tierra también puede seguirse a través de todos los reinos de la Naturaleza -de hecho, incluso en las leyes de la evolución y los ritmos en períodos de la cultura humana.
Cada una de las zonas del éter químico, del éter lumínico y del éter calórico en el organismo terrestre se verá, tras una observación futura más minuciosa, dividida a su vez en tres subdivisiones, de modo que ahora tenemos que tratar con nueve esferas del interior de la tierra y, correspondientemente, con nueve esferas del exterior de la tierra. El Dr. Rudolf Steiner dio hace tiempo una descripción especial de estas nueve esferas. Puesto que una discusión de estos hechos extremadamente interesantes nos obligaría a recurrir a otras ramas del conocimiento demasiado extensamente para el presente estudio, que es totalmente desde el punto de vista etérico, debemos por el momento lamentar abstenernos de tal exposición.

Si observamos el interior y el exterior de la tierra, podemos decir que el interior de la tierra presenta con respecto a la distribución de sus fuerzas etéricas una inversión completa, un vuelco, de la estructura etérica del organismo terrestre que prevalece fuera de la corteza de la tierra (ver diagrama, P. 131).
Esfera 1=7 Éter calórico
Esfera 2=6 Éter lumínico
Esfera 3=5 Éter químico
Esfera 4 Éter de vida
Veremos más adelante (Caps. Ill y XI) que este fenómeno primigenio, la inversión, el vuelco, de la estructura etérica de fuera hacia dentro se repite en el caso de otros organismos macrocósmicos y microcósmicos.

La metamorfosis de las fuerzas formativas etéricas en el sistema planetario

Desde los tiempos más remotos, los hombres han considerado a Saturno como el planeta más exterior de nuestro sistema solar. Por los motivos ya mencionados, Urano y Neptuno quedan fuera de consideración. La astronomía moderna se enfrenta a un problema no resuelto en la singular estructura del anillo de Saturno; y veremos cómo la constitución de este anillo, claramente establecida por medio de los instrumentos modernos, ahora es fácilmente comprendida sobre la base de la teoría del éter aquí expuesta.
En su excelente obra "Himmelskunde: Versuch einer methodischen Einführung in die Hauptlehren der Astronomie", el profesor Josef Plassmann dice (p. 378): "No sólo para el investigador astronómico del observatorio, sino también para el astrónomo matemático, los anillos presentan grandes dificultades. No pueden ser estructuras rígidas, pues si así fuera, a menos que estuvieran absolutamente centrados, se estrellarían sobre el planeta. Pero, aunque estuvieran colocados en un momento dado de forma que prevaleciera el equilibrio entre las fuerzas de atracción, esta condición no podría durar debido a los movimientos de los satélites. La hipótesis de un estado de agregación fluido o aéreo ofrece dificultades similares". Y en otro pasaje : "La disminución gradual de la intensidad de la luz en el anillo de fuera hacia dentro y al mismo tiempo la existencia de una zona a través de la cual el globo es visible ininterrumpidamente, nos enseña que la densidad disminuye de fuera hacia dentro."
En el capítulo ll., al hablar de los estados de agregación, aprendimos a reconocer ese estado de la sustancia que existe más allá del sólido, del líquido y del gaseoso como el "estado éter calórico" que en la ciencia del espíritu es llamado también (filogenéticamente) el "estado de Saturno." El hecho establecido por la astronomía moderna, como lo afirma el profesor Plassmann, de que "la hipótesis de un estado de agregación fluido o aéreo ofrece dificultades similares" para explicar a Saturno, como lo hace obviamente la hipótesis de un estado sólido, ofrece un fundamento adicional para nuestro punto de vista que representa a Saturno como un cuerpo calórico-etérico.
Se ha establecido, entonces, a través de la astronomía contemporánea :
1. Que Saturno debe estar en un estado de agregación superior a los estados sólido, líquido y gaseoso.
2. Que la intensidad de la luz en el anillo de Saturno disminuye de afuera hacia adentro.
3. Que la densidad disminuye igualmente hacia el interior.

La investigación en la distribución de las fuerzas formativas etéricas nos ofrece ahora la posibilidad de explicar de explicar sistemáticamente todos estos fenómenos de Saturno.

Ya hemos establecido la articulación de las fuerzas formativas etéricas etérico que se muestra en la Estructura Etérica de la Tierra : como base de todos los fenómenos del organismo terrestre.
Si ahora queremos comprender a Saturno, debemos invertir completamente esta estructura, ponerla al revés; de modo que Saturno, con su anillo, presenta la siguiente imagen.

Estructura etérica de Saturno :
= Reverso de la estructura de la tierra).

La imagen se corresponde con todos los fenómenos mencionados hasta ahora, encajando perfectamente con las hipótesis más recientes de la astronomía relativas al planeta Saturno (véase Plassmann Himmelskunde", p. 376, etc.). Por otra parte, las dificultades encontradas para explicar la disminución de la intensidad de la luz y de la densidad de afuera hacia adentro quedan así eliminadas.
El éter calórico, que produce un estado de agregación más allá de los estados sólido, líquido y gaseoso (cap. Il), llena todo el cuerpo planetario de Saturno, así como la parte interior del anillo. Las cuatro zonas circundantes están dominadas como sigue en su orden de adentro hacia afuera.
Éter calórico zona más interna del anillo
Éter lumínico
Éter químico
Éter de vida zona más externa del anillo.

Como el éter vital tiende a los estados más densos y el éter calórico a los más raros de agregación de sustancia (Cap. Il), encontramos la estructura de Saturno y sus anillos, tal como se muestra en el diagrama anterior, completamente confirmada por la astronomía moderna en su dictamen de que la densidad de la sustancia en el caso de Saturno disminuye de fuera hacia dentro. Al estudiar la teoría de la luz (Cap. VII), llegaremos a reconocer el éter vital y el éter lumínico como el prerrequisito indispensable de los fenómenos de la luz; y a establecer el hecho de que el éter calórico en sí mismo no emite luz. Puesto que, ahora, la astronomía moderna ha establecido el hecho de que Saturno brilla más en las zonas exteriores de su anillo, y en el interior no brilla, 3 por lo tanto todos estos fenómenos son una confirmación recíproca de la estructura etérica de Saturno como se muestra en el diagrama anterior.
Pero el conocimiento correcto de la estructura etérica de Saturno es de importancia decisiva para el conocimiento de la génesis de todo nuestro sistema cósmico. La estructura etérica de la Tierra es una inversión completa, un giro al revés, de la estructura etérica de Saturno. Lo que es "fuera" para el cuerpo celeste más antiguo en su naturaleza es para la tierra "dentro", y lo que es "dentro" para Saturno es "fuera" para la tierra.
Pero la inversión que pone lo de dentro hacia fuera y lo de fuera hacia dentro es una ley fundamental de toda la evolución, que podemos descubrir una y otra vez en puntos de inflexión evolutivos decisivos en el proceso de desarrollo de los organismos en todos los reinos naturales. Muy a menudo, cuando un organismo vivo en su evolución (filogenética y ontogenética) asciende a una etapa superior, esto sucede a través de tal inversión, el interior se convierte en exterior y el exterior interior, por lo que la totalidad de las relaciones vitales del organismo o de una parte del mismo se encuentra bajo condiciones evolutivas nuevas y completamente diferentes. (Para más detalles, véase el capítulo XI).
La inversión de la estructura etérica de Saturno en comparación con la estructura etérica de la tierra es, por lo tanto, uno de los prototipos más sublimes que podemos contemplar en el macrocosmos, permitiéndonos comprender la naturaleza de la evolución del mundo de los organismos vivos. La estructura etérica de Saturno es un primer modelo del mundo entero, un modelo cuya metamorfosis podemos seguir en el caso de los demás planetas.

La fuerza formativa que fue la primera en la evolución filogenética, el éter calórico (Cap. Il), forma el cuerpo de Saturno, mientras que las fuerzas formativas genéticamente más evolucionadas, el éter lumínico, el éter químico y el éter vital, se irradian sobre el Planeta desde su entorno, el anillo. En el caso de la Tierra, la fuerza formativa genéticamente más evolucionada, el éter de vida, forma, en absoluto contraste con ésta, la parte interior del planeta; mientras que la menos evolucionada, el éter calórico, forma la parte exterior, y entra en la parte interior de la Tierra en una forma modificada por el éter de vida. El sol, entre Saturno y la tierra, está lleno exclusivamente de la fuerza formativa genéticamente más evolucionada, el éter de vida.
Así, el macrocosmos presenta ante nuestros ojos, en un vasto cuadro, la metamorfosis de lo "interno" y lo "externo" como símbolo de toda la evolución.


Éter menos evolucionado

más altamente evolucionado


Fuerza formativa

Fuerza formativa etérica


Éter calorico

Éter vital

Saturno

Interior

exterior

Sol

Lleno por completo

Tierra

exterior

interior

Pero podemos ver este proceso de inversión, no sólo en la relación entre Saturno y la Tierra, sino también en el organismo de la propia Tierra, el más complejo de todos los planetas.
Si recordamos la estructura etérica del interior de la Tierra, tal como se ha dado anteriormente y como lo confirman los fenómenos, observamos que lo que está encerrado en el interior dentro de la corteza sólida de la Tierra (el éter vital), representa una inversión, un vuelco, de la estructura que el organismo terrestre muestra fuera de la corteza sólida. Las esferas se suceden, como hemos demostrado (p. 131) en el siguiente orden :

1. Éter calórico


Fuera de la tierra (atmósfera)

2. Éter lumínico

3. Éter químico

4. éter vital




Tierra sólida

5. Éter químico

Aquí modificado por

éter de vida



Interior

de la

tierra

6. Éter lumínico



7. Éter calórico



En el que 1=7

2=6

3=5

4

Esta tremenda metamorfosis de lo externo a lo interno y de lo interno a lo externo por acción de las fuerzas formativas etéricas en el macrocosmos se ilustra en las siguientes imágenes :

Tierra:

Inversión de la estructura etérica interior de la tierra diferenciado
de Saturno respecto a la de la tierra : (Inversión del exterior)


La Tierra con su interior

(representado como diferenciado)

En el segundo volumen indicaremos la relación de los otros planetas con las fuerzas formativas etéricas, y podremos observar sucesivamente cómo estos ritmos y procesos de metamorfosis del macrocosmos, se reflejan incluso en el mundo de los microorganismos y están activos incluso allí (véase también el Cap. XI).

El Organismo Etérico de la Tierra y el del Hombre


Combinaremos ahora las concepciones que nos hemos formado sobre la actividad de las fuerzas formativas etéricas en el cosmos, en el organismo terrestre y en los diversos reinos de la Naturaleza. Percibimos que el hombre no posee simplemente un cuerpo físico de sustancia muerta, sino que está penetrado y entretejido por fuerzas que construyen su cuerpo físico y que también lo convierten en un miembro de ese gran proceso rítmico de la vida del organismo terrestre; que los fenómenos de la vida en los reinos de la Naturaleza se nos presentan como un cuadro de la inquieta actividad de las más variadas fuerzas, la eterna metamorfosis de aquello "que ha sido, es y siempre será". Muy pocas personas captan claramente el hecho de que en un espacio de tiempo relativamente breve, en un ritmo de unos siete años, la mayor parte de las sustancias que ahora componen sus cuerpos habrán dejado de pertenecer a estos cuerpos; que estas sustancias se dispersarán entonces en los procesos vitales de los otros reinos de la Naturaleza, para ser reemplazadas a su vez por nuevas sustancias. Cuán pocos son los que piensan seriamente hasta el final en que, en realidad, mi propia mano, que ahora puedo tocar, dentro de unos años ya no me pertenecerá -en lo que se refiere a la sustancia-, porque la circulación de la sangre y la respiración y muchos otros procesos vitales habrán sustituido entonces con nueva sustancia la carne que ahora siento sobre mí; que la sustancia que compone nuestro cuerpo físico está continuamente, por así decirlo, siendo lavada y sustituida con nuevo material del reino de la Naturaleza, estando el nuevo en el tiempo sujeto al mismo cambio eterno.
Y, sin embargo, este cuerpo, eternamente transmutado en sus componentes, conserva en su conjunto su forma, la forma humana, y sigue manteniéndose como una unidad por una estructura de fuerzas que colocan esta entidad de materiales y fuerzas ante nosotros como la forma de un hombre individual tal como la percibimos. Si lo que lleva a cabo este eterno proceso de renovación se retira del cuerpo humano, como ocurre en el caso de un cadáver, también cae la forma que mantiene unida la sustancia y que constituye la imagen del hombre. Lo que hace posible los fenómenos de la vida en el hombre, al mantener la sustancia en eterna metamorfosis, son esas fuerzas etéricas que interpenetran y entretejen el cuerpo físico. Ya hemos demostrado con muchos ejemplos que quien quiera comprender la acción de las fuerzas sobre la base de un concepto de "electrones", tal como lo ha enmarcado la concepción cuantitativa-mecánica del mundo, nunca alcanzará la meta buscada por su entendimiento.
Así como hablamos de un cuerpo humano físico, bajo cuyo término incluimos la suma de todas las sustancias que componen este cuerpo, aunque en constante flujo, así también esa suma-total de fuerzas formativas etéricas que produce los procesos vitales y la evolución de la sustancia en el cuerpo humano, podemos indicarlo globalmente como el cuerpo etérico o de fuerza formativa de cada hombre. La ciencia espiritual de orientación antroposófica llama, por consiguiente, a esta parte del ser humano el "cuerpo etérico" del hombre.

Pero el ser humano no queda explicado todavía ni siquiera a través del cuerpo físico y del cuerpo etérico. En el capítulo introductorio hemos visto, por ejemplo, que los procesos de movimiento que el hombre como tal lleva a cabo dependen de un gran número de factores: es decir, de un yo, que quiere, de un transmisor de esta volición o impulso, cuyo transmisor consiste en el mundo de la fuerza, tal como hemos aprendido a reconocerlo en las fuerzas formativas etéricas; y, por último, de una cosa sustancial movida - por ejemplo, el brazo del hombre. También llegamos a la conclusión de que los acontecimientos de movimiento en los reinos de la Naturaleza no pueden entenderse sino sobre la base de que un impulso de la voluntad, como primera causa definitiva, les dio el empuje inicial, como es el caso de la voluntad del yo en el caso del ser humano que mueve su brazo. Aquí, entonces, hay sucesos etéricos vinculados, por un lado, con estados de conciencia y expresiones de voluntad, y por otro, con sucesos en el mundo de la sustancia. La operación recíproca de lo etérico en sus grandes actividades y corrientes cósmicas y terrestres con los estados de conciencia en el reino de la Naturaleza, con el hombre despierto y dormido, con los animales despiertos y dormidos, etc. -esto lo hemos aprendido a reconocer al considerar la dirección de la columna vertebral en el hombre y en el animal. Además, hemos observado los grandes procesos vitales rítmicos como obra de las fuerzas formativas etéricas en el organismo terrestre y los hemos seguido en numerosas manifestaciones de su actividad, reconociendo siempre la asociación de este proceso con los más diversos estados de conciencia en los reinos de la Naturaleza.
En efecto, debemos llegar ahora a una conclusión que, siguiendo la concepción mecanicista del mundo -concepción, por otra parte, que se manifiesta a menudo en las corrientes de pensamiento donde nosotros mismos no somos conscientes de ello-, suscitará una fuerte oposición por parte de los pensadores materialistas y mecanicistas de la época actual. Sin embargo, lo que sigue no es sólo una realidad abierta a la investigación, sino también la conclusión necesaria que resulta de un razonamiento lógicamente exacto y consecutivo que no duda en arrojar por la borda los hábitos de pensamiento que se han hecho queridos y reconfortantes, especialmente si tales hábitos de pensamiento nos llevan a las "limitaciones del conocimiento de la Naturaleza".
La concepción del mundo de esta época materialista es antropocéntrica justo donde no debería serlo y no es antropocéntrica justo donde debería serlo. Es decir, orienta el mundo por referencia al hombre en asuntos en los que tal orientación es un sinsentido -un sinsentido derivado en parte de la vanidad- y no orienta el mundo por referencia al ser del hombre en asuntos en los que el ser del hombre es, fuera de toda duda, decisivo y característico para todo el proceso combinado de la evolución cósmica.
Una forma de observación de la primera categoría es el punto de vista que se ha formado respecto a la conexión de la conciencia con los procesos cósmicos. En este asunto radica la gran diferencia entre el sistema de pensamiento de grandes pensadores como Kepler, Galileo, Goethe, etc., y la diligente y detallada labor especializada de una época materialista. Esta época se ha posicionado según el punto de vista de que los fenómenos de conciencia están ligados a las manifestaciones de fuerza y a los procesos de vida y movimiento sólo en los organismos humanos y animales, y esto únicamente sobre la base de que todavía no poseemos ningún conocimiento adecuado de los fenómenos de conciencia asociados a las manifestaciones de fuerza y a los procesos de vida y movimiento en los acontecimientos del resto del cosmos. Mientras que en la actualidad los hombres sólo admiten esta asociación de un estado de conciencia de cualquier tipo en el caso del propio hombre y -aunque esto último se concibe muy vagamente- en el caso de los animales, aquellos que deberían mantener la existencia de una relación recíproca de cualquier tipo entre otros fenómenos del mundo fenoménico, por un lado, y los estados de conciencia por el otro, o que quisieran incluir tal cosa en el campo de sus investigaciones, serían periodística y retóricamente quemados en la hoguera como herejes de la ciencia, pecadores contra los dogmas científicos, tal como Galileo y otros fueron amenazados. Esto sería especialmente cierto para cualquiera que afirmara la existencia concreta y la acción de seres poseídos por un estado de conciencia más elevado que la conciencia objetiva de los hombres de nuestra época. Sin embargo, un pensamiento exacto, libre de prejuicios, obliga a considerar como un concepto del mundo antropocéntrico del tipo más arbitrario la afirmación -no importa si surge de la costumbre o de una actitud mental excesivamente materialista- de que las manifestaciones de la fuerza, los procesos de la vida y el movimiento, están asociados con los fenómenos de la conciencia sólo en los organismos humanos y animales. Evidentemente, no tendría sentido atribuir el mismo estado de conciencia que se produce en el organismo humano con su propia estructura especial también a organismos que poseen, por ejemplo, una estructura física o etérica totalmente diferente. Ya, al considerar la dirección de la columna vertebral en los reinos de la Naturaleza, hemos visto cómo esta acción recíproca entre los fenómenos etéricos y los estados de conciencia sufre las más variadas modificaciones, y la conciencia del sueño y la conciencia del sueño profundo del hombre en su postura reclinada mientras duerme son, para la comprensión científica de esta época mecanicista-materialista, un libro sellado con siete sellos. En presencia de estas cosas, como ya hemos mostrado en la introducción, el investigador de alto nivel y valiente sólo reconoce dos alternativas posibles: (1) el "ignorabimus" abiertamente declarado para siempre; o (2) esta pregunta: -¿Existen métodos científicamente exactos por los que podamos llegar a conocer e investigar estados de conciencia que sean de un tipo diferente -ya sea superior o inferior- de la conciencia objetiva realmente limitada de los hombres de nuestra época? (Véase también el capítulo I, págs. 35 y siguientes).

Además, sin embargo, debemos decir que nunca será posible un conocimiento real de los procesos de la Naturaleza en sus entidades si no se responde de algún modo afirmativamente a esta pregunta. La ciencia espiritual de orientación antroposófica responde "Ves" a esta pregunta, y todo aquel que se lo tome en serio tiene la posibilidad, mediante los métodos exactos explicados en las obras del Dr. Rudolf Steiner, de ampliar el campo de su investigación a territorios que se encuentran más allá de los límites de un conocimiento de la Naturaleza propio de esta época mecanicista y materialista. Sin embargo, si no quiere hacer esto, todavía tiene la posibilidad de comprobar lo que se afirma desde el entendimiento suprasensible con respecto a los fenómenos del mundo de los sentidos, y encontrará estas afirmaciones totalmente confirmadas.
Hemos visto que el organismo terrestre viviente muestra un sistema etérico de fuerzas en el que tienen lugar procesos de respiración y circulación correspondientes a procesos vitales similares en el organismo humano, y en relación recíproca con éstos (véase la relación numérica entre los procesos vitales en el Hombre y el Cosmos, tal como se expresa en las cifras 25920,' etc., p. 49). Por lo tanto, así como señalamos el sistema de fuerzas en cada organismo humano individual como el "cuerpo etérico" del hombre, también debemos considerar el organismo terrestre como compuesto por un cuerpo físico y un "cuerpo etérico de la tierra", que comprende sus fuerzas formativas etéricas. Como en el caso del organismo humano, también en el del organismo terrestre vivo, es el "cuerpo etérico" el que llama a la existencia a los fenómenos de la vida y el que los regula y metamorfosea.
El pensamiento lógico y preciso acabará por reconocer la verdad de que, así como en el caso de ciertos movimientos del cuerpo humano se revelan el acto de voluntad y los estados de conciencia asociados de un ser -el hombre- que induce este movimiento del cuerpo físico a través del medio del cuerpo etérico (movimiento de un brazo, etc.), así también los eventos de movimiento de otros organismos, grandes o pequeños, en el cosmos reciben su impulso inicial a través de un acto de voluntad cuya asociación con estados de conciencia, sin embargo, el hombre buscará y deberá aprender lentamente. La concepción de un cosmos muerto, sostenida por una época materialista, que consideraba a la tierra como un mero globo, de sustancia que giraba en razón de fuerzas de origen hipotético y desconocido, se opone al hecho de que hay un hombre vivo y pensante en este cosmos, y estrecha cada vez más los límites del conocimiento humano de la Naturaleza a medida que uno se esfuerza por penetrar más profundamente en el ser de la Naturaleza sobre la base de tal visión. El cosmos captado como un organismo mundial, producto de entidades espirituales activas, como un mundo de organismos cuyos fenómenos vitales son obra de la metamorfosis armoniosa de las fuerzas formativas etéricas -y no de vibraciones mecánicas muertas- es un concepto del mundo en el que el hombre vivo y pensante, con sus actos conscientes de voluntad, con su cuerpo etérico mantenido en ritmo y movimiento por las fuerzas formativas etéricas, y su cuerpo material en constante flujo hasta el momento mismo de la muerte, encuentra también su interpretación y su sentido. Ante la joven generación del futuro, regocijada en la investigación y audaz en la comprensión, se abren aquí perspectivas que son las únicas que pueden ayudarnos a superar el sentido general de resignación de la ciencia en la decadencia de esta época materialista-mecánica.

A esta joven generación, que se rebela contra los resultados del concepto mecanicista del mundo, tal como aparecen en la época actual, le aconsejaría que leyera la noble obra de Johann Kepler "Las Armonías del Universo" (Harmonices Mundi)*, de ese Kepler de cuyo amplio sistema de pensamiento la época actual sólo se ha apropiado del esqueleto muerto de las tres leyes de Kepler, y no del alma y la vida del sistema de pensamiento de Kepler, que pertenecen inseparablemente a estas tres leyes, como todo el ser del hombre pertenece a su esqueleto. Si Kepler volviera a estar entre nosotros, se estremecería al darse cuenta de lo que la época actual ha hecho de su obra. Si bien hay muchos detalles en esa obra que ahora están desfasados, y su orientación general ha sido modificada con razón, lo que distingue más profundamente a Kepler de muchos de sus sucesores es su actitud hacia lo espiritual como realidad.

Johann Kepler en su obra " Las Armonías del Universo " dice :

'' Ahora hablaremos de la existencia de un alma de la tierra como de algo plenamente establecido, y procederemos a investigar su carácter".

Goethe: El Espíritu de la Tierra a Fausto :

" En las tormentas de la acción, en los torrentes de la vida

Me muevo y me balanceo

Por encima y por debajo

De un lado a otro, de un lado a otro, de un lado a otro.

Nacimiento y muerte, un mar infinito, Una red que cambia eternamente, ¡Un fuego vivo!

Trabajo en el telar del Tiempo, golpeo con la vara del tejedor,

En el zumbido y el estruendo formo el vestido vivo de Dios".

"Goethe y Fausto". por F. M. Stawell y G. L. Dickinson, Londres, 1928).

1-Rogamos que el lector, al examinar estos diagramas, no piense en el observador teórico que a menudo se imagina flotando en el espacio, pero que naturalmente es totalmente inexistente, sino que piense, más bien, en un hombre real en la superficie de la tierra.

2Los siguientes resultados de los experimentos científicos más recientes en este campo fueron publicados en la prensa, en febrero de 1926. "Investigaciones en los estratos atmosféricos a una altura de 150 km. El Instituto de Astrofísica de Moscú ha completado sus investigaciones en los niveles superiores de la atmósfera terrestre. La investigación se ha llevado a cabo con la ayuda de un aparato especial para la fotometría de los estratos superiores construido por el Director del Instituto, Fessenkow. El Instituto logró determinar la estructura de la atmósfera hasta una altura de 150 km. Se determinó que la densidad de los estratos superiores es casi cien veces mayor de lo que se suponía hasta ahora. Esto demuestra que, en contra de la opinión predominante, la temperatura de los estratos más altos es mayor que la de los estratos más bajos. Tal vez, el punto de congelación se alcanza a una altura de 60 o 70 km. y a partir de ahí la temperatura aumenta. El Instituto investigó la atmósfera mediante observaciones sistemáticas del crepúsculo hasta el comienzo de la noche. Los resultados de estas investigaciones fueron confirmados por los de los científicos ingleses, realizados de manera totalmente diferente, es decir, observando la caída de los meteoros".

Estos -experimentos ofrecen, pues, una confirmación suplementaria de los hechos dados hace años como resultado de las investigaciones de la ciencia espiritual por el Dr. Steiner y utilizados como base para la teoría del éter y del organismo terrestre aquí expuesta.


3 El profesor Plassmann dice, p. 375 : "El anillo es claramente más brillante que el planeta. Brilla con un color amarillo dorado mientras que Saturno es gris plomizo", y en otro lugar : "Disminución del brillo del anillo de fuera hacia dentro", p. 378.

*Herr Hans Jenny, de Basilea, ha tenido la amabilidad de llamar mi atención sobre el siguiente interesante fenómeno ornitológico, que parece demostrar que las leyes que rigen los movimientos de las aves migratorias se ajustan, no sólo a las corrientes sur-norte y norte-sur en el curso del año, sino también a las corrientes este-oeste y oeste-este en el curso del día. Los cuervos y grajos que se encuentran dispersos por Basilea en verano, junto con los grajos que vienen del norte y pasan el invierno aquí, se reúnen en los alrededores de la ciudad en manadas, que pueden llegar a ser 6.000, y pasan el invierno generalmente en bandadas de varios cientos. Al amanecer, salen en grandes caravanas, volando a la luz del sol desde sus cuarteles nocturnos en el este hacia sus zonas de alimentación en el oeste, a una distancia de diez millas. Al atardecer este proceso se invierte, excepto que en este caso la dirección oeste-este no se mantiene con precisión. Mientras que la hora del vuelo matutino se observa estrictamente y el vuelo se lleva a cabo a pesar de los vientos adversos más fuertes y otros impedimentos, y así acompaña a las corrientes etéricas del sol que fluyen intensamente por la mañana en la dirección este-oeste, existen las mayores diferencias en la hora de la ruptura vespertina. Los pájaros nunca abandonan los lugares de alimentación antes de la puesta del sol, pero su vuelo hacia los cuarteles nocturnos puede posponerse hasta tan tarde en la noche que sólo el ruido indica este movimiento. En este viaje de regreso a menudo no se produce una simple vuelta a casa directa, sino que las bandadas que vuelan más alto llevan a cabo un extraño juego de vuelo, como si estuvieran atrapadas en un remolino que las impulsa a dar vueltas y las lanza hacia arriba y hacia abajo, de modo que las aves parecen dar vueltas en un "remolino etérico", haciendo así, tal vez, que lo etérico sea físicamente perceptible. Pero, además, durante este juego de los pájaros que vuelan en lo alto (unos 600 m.), los pájaros inferiores se deslizan por debajo de ellos (unos 150 m.) muy tranquilamente hasta el lugar de descanso. Esto puede, quizás, ser explicado sobre la base de que las bandadas más altas están todavía en la influencia del sol que desaparece, mientras que los pájaros más bajos en la sombra " prestan atención a la corriente del oeste-este que prevalece en la noche y fluyen de nuevo con ella en esta dirección.
Ver en este sentido también : Hans Jenny: "Der Vogelzug und die ätherischen
Ströme". (Gäa Sophia, Vol. 1., Dornach, 1926.)
Una observación sistemática de la migración de los pájaros en el curso del año y también del día y de fenómenos similares entre otras especies de animales (como las abejas, las hormigas, etc.) nos llevaría ciertamente, a través de la consideración de las corrientes terrestres etéricas, al conocimiento de importantes interrelaciones y leyes.

Traducido por J.Luelmo dic.2021