lunes, 13 de diciembre de 2021

Las fuerzas formativas etéricas en el cosmos, la tierra y el ser humano - capítulo II

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Capítulo II


LAS FUERZAS FORMATIVAS ETÉRICAS

Dr. Guenther Wachsmuth año de 1926


Lo que percibimos en la Naturaleza por medio de nuestros órganos sensoriales -como sabe toda persona formada en la ciencia y la filosofía- no son en realidad sustancias y fuerzas, sino estados y el cambio de éstos entre sí". Los sentidos nos informan sobre los estados. Por tanto, si hablamos de algo más que de estados que sufren transmutaciones, ya no nos limitamos a los meros hechos del caso, sino que añadimos conceptos a éstos "* Cuando vamos más allá de los estados y de sus metamorfosis que nos proporcionan los sentidos, se impone entonces una doble pregunta a nuestro pensamiento:

1. ¿Qué es lo que mantiene los estados dados en la forma en que existen ahora? 2. ¿Qué es lo que causa la metamorfosis de un estado a otro en determinados casos?

Si partimos, no como Newton del punto de vista de la materia, de los cuerpos, sino como Goethe del de las fuerzas primarias, debemos responder a estas dos cuestiones : Las fuerzas primarias etéricas (fuerzas formativas), en la medida en que están unidas a los cuerpos en el mundo fenomenal, estos cuerpos permanecen en ese estado inducido por ellas, hasta el momento en que fuerzas etéricas libres de otra clase, o más fuertes de la misma clase, provocan una metamorfosis del estado existente.

Podremos seguir esta idea en los más variados ejemplos de la Naturaleza. Pero en este punto debemos proporcionar previamente un concepto de la naturaleza y de la acción de las fuerzas etéricas. Lenard escribe : "Debido a la identidad de las ondas eléctricas y de las ondas luminosas, estamos seguros de que el mismo éter que nos trae la luz, el calor y toda la energía del sol conduce también las fuerzas eléctricas y magnéticas. Un solo éter para la luz, el calor y la electricidad: así expresaba Lord Kelvin el gran logro de las investigaciones eléctricas de Hertz". Este error fue combatido por el Dr. Steiner ya en 1888, con las palabras ya citadas: "Cuando tratamos de descubrir lo que ocurre en lo que se extiende en el espacio cuando los entes a considerar se transmiten en él, debemos concluir que se trata siempre de un movimiento. Pues un medio en el que sólo es posible el movimiento debe reaccionar a todo por medio del movimiento, y todo tipo de transmisión que realice se llevará a cabo por medio del movimiento. Por lo tanto, si intento descubrir las formas de este movimiento, no sabré qué es lo que se transmite, sino sólo de qué manera se me transmite. No tiene sentido decir que el calor y la luz son movimiento. El movimiento no es más que la reacción de la materia capaz de moverse a la acción de la luz".

Las conclusiones a las que se llegó a partir de las investigaciones de Hertz, condujeron no sólo al error de que a partir de los meros efectos que se producen en el éter, un medio capaz sólo de movimiento, se concluyera demasiado respecto a la naturaleza misma del éter, sino también a la suposición errónea de que -debido a la uniformidad de la reacción del medio perceptible (es decir, la sustancia) a las acciones del éter- por lo tanto, un único éter provoca todos los efectos. Pero este error es fundamental y ha bloqueado el camino a la realidad antes de todas las investigaciones posteriores sobre el éter.
De hecho, hay siete fuerzas etéricas primarias, fuerzas formativas, activas en el cosmos; sin embargo, sólo cuatro de ellas se revelan en los procesos espacio-temporales de nuestro mundo fenoménico actual. En lo que sigue, por lo tanto, sólo trataremos de estas cuatro fuerzas formativas etéricas.
La ciencia espiritual antroposófica designa estas cuatro clases de éter como
Éter calórico,
Éter lumínico,
Éter químico (o éter de sonido)
y éter vital.

Al caracterizar las diferencias entre las cuatro clases de éter no podemos limitarnos al hecho comprobado de que se distinguen entre sí por las longitudes de onda -es decir, el grado de movimiento- que producen en el mundo de la sustancia. Tales distinciones meramente cuantitativas de la ciencia moderna no bastan en absoluto para explicar los fenómenos, cualitativamente tan diferentes, que las diferentes clases de éter producen en el mundo de la sustancia. La relación existente entre las fuerzas formativas etéricas es, más bien, la siguiente: Las cuatro fuerzas formativas etéricas han procedido filogenéticamente unas de otras, y proceden ahora ontogenéticamente unas de otras; y, en realidad, el éter calórico se ha metamorfoseado, es decir, ha evolucionado en éter lumínico; el éter lumínico en éter químico; el éter químico en éter vital. Además, la relación mutua entre las fuerzas etéricas es tal que el éter posterior, más evolucionado, contiene siempre en sí mismo los atributos del anterior, pero desarrolla siempre, como entidad nueva, una actividad claramente distinguible de la del otro.
Así, el éter de la vida contiene en sí mismo el éter del calor, el éter de la luz y el éter químico; el éter químico contiene el éter de la luz y el éter del calor; etc., etc. Sin embargo, cada éter actúa de la manera que le es propia; y sólo cuando, por haber penetrado en el mundo de las sustancias, se ha modificado, puede un éter superior, por ejemplo, reducirse, por así decirlo, a la acción de un éter inferior. El éter calórico, del que han evolucionado las demás fuerzas de éter, ha surgido a su vez de estados puramente espirituales fuera del tiempo y del espacio. De ellos hablaremos más adelante.

Las cuatro clases de éter pueden clasificarse ahora en dos grupos, y esta distinción es de importancia fundamental para la comprensión de todo lo que sigue:
Los dos primeros, el éter calórico y el éter lumínico, tienen la tendencia a expandirse, el impulso de irradiar desde un punto central dado; actúan centrífugamente; mientras que los otros dos, el éter químico y el éter vital, tienen la tendencia a atraer hacia un centro, el impulso de concentrar todo en un punto central dado; su acción es de succión, centrípeta. Esta polaridad de los dos grupos de éteres -la voluntad centrífuga, irradiante, autoexpansiva, y la voluntad succionadora, centrípeta, de atraer hacia dentro, de concentrar- es un principio elemental último que se encuentra en el fondo de todos los fenómenos naturales. Esto se indicará más adelante para un gran número de campos de la ciencia natural.

Individualmente, los cuatro éteres tienen las siguientes características. Lo etérico comienza con el primer estado del éter, el del éter calórico. La física actual considera el "calor", no como un estado objetivo, sino sólo como una cualidad subjetiva provocada por una forma de movimiento. Sin embargo, también aquí los resultados de la teoría de la relatividad han modificado en gran medida o transformado por completo, en un período muy reciente, muchas opiniones que durante mucho tiempo se consideraron irrefutables. El profesor L. Graetz, en su obra "Der Ather und die Relativitätstheorie", que niega audazmente muchos conceptos hasta ahora en uso constante, plantea así el problema: "Mientras que en una época anterior el calor se consideraba como una sustancia, algo material, desde mediados del siglo pasado se ha abandonado esta teoría de la sustancia, y el calor y la energía en general se consideran como algo cinético. El segundo concepto de la ley de la energía, según la teoría de la relatividad, entra en conflicto con esta teoría puramente cinética; concibe la energía como algo material. La masa es, por supuesto, algo material; y, puesto que todo cambio de energía está ligado a un cambio de masa, la teoría de la relatividad considera la energía como algo material, como una sustancia energética, no como un movimiento, o al menos no como un movimiento solo. Así pues, parece que la energía debe concebirse en la teoría de la relatividad como energía-sustancia". Para la futura observación de la Naturaleza, el calor, comprendido por dicha observación en su totalidad, será, en su naturaleza esencial, un estado tan objetivo como los estados gaseoso, líquido y sólido de agregación en la sustancia. Los procesos de "calor" son una etapa de transición de lo puramente etérico a lo llamado "sustancial", y viceversa. Podremos convencernos de este hecho desde muchos puntos de vista en el curso posterior de estas reflexiones. Más adelante se demostrará que sólo por la acción del éter calórico surgen los fenómenos de calor (cap. VII), mientras que los otros fenómenos, la luz, los procesos químicos, etc., poseen cualidades muy diferentes por la razón de que las propias fuerzas etéricas que suscitan estos fenómenos están marcadas por cualidades muy diferentes.

El éter calórico tiende a la forma esférica. Si fuera un mero transportador de "movimiento", entonces sólo podría suscitar movimiento en la sustancia-medio en la que trabaja. Sin embargo, como la tendencia a crear formas esféricas está inseparablemente ligada a su acción, por ello, allí donde entra en la Naturaleza y no se ve obstaculizado en su acción, suscita formas esféricas. No se trata -y esto hay que subrayarlo una y otra vez- de oscilaciones muertas abstractas de origen desconocido, sino de fuerzas formativas concretas. 

El segundo estado del éter es el del éter lumínico o, más sencillamente, el que se da a la percepción física del hombre como "luz" (para más detalles, véanse los capítulos VII y VIll). Como dice Lenard, la luz nos dio el primer indicio de la existencia del éter, y opina que "la luz es sin duda un movimiento ondulatorio transversal: es decir, en un haz de luz y perpendicular a su dirección -nunca se trata de simples desplazamientos hacia delante y hacia atrás en la misma dirección del haz, como ocurre con las ondas sonoras- están presentes estados periódicamente cambiantes. Las investigaciones ópticas no son en absoluto recientes; por ejemplo, las relativas a la polarización de la luz ya han demostrado el carácter transversal de las ondas luminosas. Con el paso del tiempo hemos aprendido a reconocer otras ondas de éter que son invisibles: ondas ultravioletas, ultra-rojas y eléctricas; pero éstas, como grupo, tienen las mismas características que las ondas de luz, difiriendo sólo en sus longitudes "* Que las "características" sean similares, las longitudes diferentes, puede satisfacernos mientras estemos probando de manera unilateral y arbitraria la acción cuantitativa-mecánica a través de un medio substancial; pero de esta manera no aprendemos nada con respecto a las naturalezas y las distinciones concretas de las diferentes clases de éter. El éter lumínico al que nos referimos, que hace surgir para el ojo humano, de la manera que se explicará más adelante, el fenómeno de la luz, induce, en efecto, entre otras cosas, una oscilación transversal; pero además a lo dicho anteriormente hay que añadir que este suceso describe la figura de un triángulo (ver más adelante), de modo que el éter lumínico, como veremos, cuando puede ejercer su efecto sin obstáculos en la Naturaleza, produce también allí formas triangulares, mientras que el éter calórico produce formas esféricas.

Estamos totalmente de acuerdo con Lenard cuando dice: "Debemos tomar las características del éter tal como las encontramos para basarlas en la experiencia y tratar de armonizarlas en una concepción libre de contradicciones; y no debemos permitirnos perturbarnos en esto -un grave error que, creo, se ha cometido a menudo- si encontramos que estas características son totalmente diferentes de las de la materia en forma sólida, fluida o gaseosa. Porque el éter simplemente no es materia". Sin embargo, cuando prosigue diciendo: "y sólo es legítimo que nos basemos en la materia a modo de comparación, para que, partiendo de nuestro conocimiento de los movimientos inducidos en la materia, nos esforcemos por llegar a una concepción de los movimientos en el éter", debemos señalar a este respecto, como ya hemos dicho en el capítulo I, que nunca podremos llegar a una verdadera concepción del éter transfiriendo las formas y leyes del movimiento en la materia al éter mismo. Sin embargo, si concebimos el éter, o las fuerzas formativas etéricas, como fuerzas formativas desprovistas de toda cualidad de sustancia, como principios activos que llegan a expresarse vivamente en el mundo fenoménico sólo a través de sus tendencias activas a los movimientos definidos, a la conformación de formas definidas con cualidades definidas, entonces esta dificultad desaparece. Podemos decir, entonces, que una oscilación, una forma que es causada por el éter lumínico en una sustancia-medio, toma la forma de un triángulo. (Véanse también los caps. Xl, XIl.)

El tercer éter es el éter químico, o éter sonoro. Sus fuerzas, es decir, causan los procesos químicos, las diferenciaciones, las disoluciones y las uniones de las sustancias; pero también -aunque, por así decirlo, a través de actividades en otro campo- sus fuerzas nos transmiten los tonos perceptibles para los sentidos. 

El parentesco interno de estas dos esferas de acción nos quedará claro por el fenómeno de las formas sonoras de Chladni. Pues es el tono el que provoca la unión, los órdenes y las formas, de la sustancia y los cuerpos de la sustancia. "Lo que el tono físicamente audible produce entonces en el polvo está ocurriendo en todas partes en el espacio. El espacio está interpenetrado por las ondas producidas por las fuerzas del éter químico", * que, a la manera de las figuras de polvo de Chladni, disuelven y unen las sustancias. Pero el éter químico tiene en realidad "una naturaleza tonal y sonora de la que el sonido sensible, o el tono que oye el oído físico, es sólo una expresión exterior: es decir, una expresión que ha pasado por el aire como medio".
En el capítulo IX trataremos más a fondo el origen de los tonos audibles por los sentidos; aquí sólo debemos establecer el hecho de que el tono y los procesos químicos deben atribuirse al mismo éter en la forma explicada.

El éter químico, cuando puede ejercerse sin trabas en la Naturaleza, produce, como veremos concretamente, formas de media luna.

En contraste con las clases expansivas de los éteres -calórico y lumínico- el éter químico, como hemos dicho, tiende en su acción a ser centrípeta.  

También puede demostrarse que el fenómeno del frío es uno de los atributos que deben atribuirse al éter químico, hecho que es esencial para comprender la relación entre los procesos de frío y de contracción.
El cuarto éter es el éter de la vida. Es filogenéticamente el éter más evolucionado, y por lo tanto, en sus cualidades, el más variado y complicado, como mostraremos más adelante en relación con los fenómenos más variados. Es, como veremos, el que se irradia hacia nosotros, entre otras cosas, desde el sol y luego es modificado en su acción por la atmósfera de la tierra de una manera que se describirá en los siguientes capítulos. El éter vital, junto con el éter químico, pertenece al grupo de las fuerzas de succión, las que tienden a atraer hacia el interior. También podremos demostrar su relación con lo que se llama "gravitación" y con el fenómeno del magnetismo.

Su tendencia a la construcción de la forma, cuando puede ejercer su efecto sin obstáculos en la sustancia, conduce a formas cuadradas, expresadas, por ejemplo, como mostraremos más adelante, en la cristalización de la sal.

A modo de resumen entonces, podemos decir:

Llega a la existencia filogenéticamente y ontogenéticamente a partir del estado no espacial:



Tendencia

espacial

Tendencia a

la forma

Estado inducido

Éter calórico

Expansivo o

centrífugo

esférica

calor

Evolucionado a partir de éter lumínico

triangular

gaseoso

Evolucionado a partir de éter químico

Succión hacia dentro

centrípeto

Forma de Media luna

fluido

Evolucionado a partir del éter vital

Cuadrado

sólido

Los estados de agregación de la sustancia y las fuerzas formativas etéricas

Hemos demostrado que lo que realmente vemos en el mundo fenomenal son "estados y sus metamorfosis entre sí". Éstos pueden agruparse, en primer lugar, en los cuatro estados de agregación: el sólido, el fluido, el gaseoso y el estado de fuego o calor. Que este último es en realidad un estado objetivo y no sólo un "movimiento" imaginario que provoca en el organismo humano la experiencia subjetiva del calor, es algo que ya hemos discutido anteriormente. Los investigadores intrépidos ya se han visto obligados recientemente a suponer un cierto estado más allá del gaseoso y diferente de éste, pero no han podido llegar todavía a una concepción concreta de su naturaleza (véase el cap. Ill). De hecho, el estado térmico está presente con total independencia de los otros, como es evidente por los siguientes motivos. Si queremos responder correctamente a la doble pregunta que se plantea naturalmente: 1. ¿Qué induce y mantiene los diferentes estados? ¿Qué induce y mantiene los diferentes estados en la Naturaleza? La respuesta es que cada uno de los cuatro estados de agregación es provocado y mantenido por una de las fuerzas formativas etéricas, de la siguiente manera como sigue:

El estado térmico por el éter calórico,
el estado gaseoso por el éter lumínico,
el estado fluido por el éter químico,
el estado sólido por el éter de vida.