INTRODUCCIÓN
A LAS FUERZAS FORMATIVAS ETÉRICAS
Dr. Guenther Wachsmuth año de 1926
La
moderna concepción científica del mundo pretende reducir la
interminable diversidad de todos los fenómenos naturales a dos ideas
fundamentales, dos conceptos que están en la base de todas las
cosas: la materia y el éter. Pero las concepciones sostenidas por
los investigadores más avanzados con respecto a estas dos unidades
básicas últimas están tan separadas que ciertamente ya ha llegado
el momento en que toda la estructura de la teoría sustentada en
estos dos conceptos básicos discutibles tiende a su caída. Por lo
tanto, ha llegado el momento en que el conocimiento que la ciencia
espiritual ha alcanzado sobre el éter y sus actividades en la
Naturaleza puede ser introducido en la discusión sin la expectativa
de que uno debe encontrar obstáculos insuperables debido a un cierto
dogmatismo que, por desgracia, ha surgido en cierta medida entre los
científicos durante la última mitad del siglo.
El distinguido
investigador del éter, P. Lenard, dice en su conocida conferencia
"Uber Ather und Materie", pronunciada ante la Academia de
Ciencias de Heidelberg, que, si a un científico de nuestra época se
le pregunta cómo aparece el mundo según su concepción, debe
responder así : "Al expresarse sobre este tema, debe aclarar en
primer lugar que lo que tiene que decir se refiere únicamente a la
parte del mundo que es accesible a la investigación cuantitativa
a través de la ayuda de nuestros sentidos físicos. 1
Es justo aquí, en esta característica cuantitativa, la posibilidad
de comparar cuantitativamente todos los resultados con la realidad y
así ponerlos a prueba, que la ciencia física se diferencia de las
ciencias mentales, que se ocupan principalmente de la otra parte del
mundo. Esa parte del mundo que se presta a la investigación
cuantitativa por medio de los sentidos físicos podemos llamarla
también mundo material. El científico sólo tiene que ocuparse de
él; de él se ha formado una idea" (p. 5). Ciertamente hay que
examinar críticamente esta tendencia en el modo de concepción
científica del siglo pasado si se quiere llegar a una visión
fructífera respecto a la naturaleza del éter y de la materia, y si
se quiere saber por qué, bajo las limitaciones autoimpuestas de esta
tendencia en la investigación científica -es decir, la restricción
de la investigación a (1) lo meramente cuantitativo, y (2) lo
meramente perceptible sensorialmente- nunca podremos llegar a una
comprensión satisfactoria del éter. La razón obvia de esto radica
en los hechos de que (1) el éter no sólo tiene características
cuantitativas, sino también cualitativas, las cuales no pueden ser
separadas de las primeras, es decir, características suprasensibles,
espirituales, en referencia a las cuales la cognición de la
interrelación meramente cuantitativa del conjunto de hechos es
totalmente inadecuada; (2) que el éter no es perceptible para
nuestros sentidos físicos. Es evidente, pues, que quien se limita a
lo cuantitativo y a lo sensiblemente perceptible no puede llegar
nunca a una visión verdadera de la naturaleza y de la acción del
éter.
Lenard
dice que las ideas que tienen los científicos naturales de nuestro
tiempo son de dos tipos. Siempre son cuantitativas. Pero pueden
restringirse -y esto nos da el primer tipo- totalmente a las
relaciones cuantitativas entre las magnitudes observables. En este
caso pueden expresarse completamente en fórmulas matemáticas,
principalmente en ecuaciones diferenciales. Esta es la forma
preferida por Kirchhoff y Helmholtz, y llamada por Kirchhoff la
descripción matemática de la Naturaleza. Ejemplos de estas
concepciones son la ley de gravitación de Newton y las ecuaciones de
Maxwell en electrodinámica. Las conclusiones lógicamente
inevitables basadas en estas ideas -y en el desarrollo de estas
conclusiones radica tanto el uso como la prueba de las ideas- son,
por lo tanto, simplemente las inferencias matemáticas de estas
ecuaciones y nada más. Pero se puede proceder más allá -y esto nos
da el segundo tipo de ideas-, en el sentido de que uno puede dejarse
guiar desde la primera por una convicción -sin la cual, en efecto,
la investigación de la Naturaleza nunca habría llegado a ningún
resultado-, es decir, la convicción de que todos los fenómenos de
la Naturaleza -al menos, de la Naturaleza inanimada- son simplemente
fenómenos de movimiento: es decir, que consisten simplemente en
cambios de posición por parte de la sustancia dada de una vez por
todas. Entonces tendríamos en cada caso una cuestión de mecanismos,
y las ecuaciones a las que llegamos como nuestra primera clase de
ideas deben ser ecuaciones en mecánica, deben corresponder a ciertos
mecanismos bastante definidos, de modo que podemos considerar
realmente estos mecanismos como las ideas que nos hemos formado de
los Fenómenos de la Naturaleza. Entonces las ideas de las cosas que
tenemos en nuestra mente están modeladas sobre la mecánica y la
dinámica "* A modo de resumen, Lenard añade : "Todo lo
que ocurre en el mundo es movimiento, cambio de posición por parte
de la sustancia dada de una vez por todas. No hay el menor signo de
una primera aparición o de una desaparición de la sustancia. Por lo
tanto, lo que queda por hacer en la materia es sólo afirmar de qué
clase es la sustancia, cómo se distribuye en el espacio y la
naturaleza de sus movimientos; y aquí debemos hacer primero la
afirmación fundamental de que la sustancia que está en movimiento,
de la que vemos nacer el mundo entero, es de dos clases, la materia y
el éter. "Más tarde, cuando ha introducido en esta concepción
del mundo las investigaciones más recientes sobre la radiactividad,
define el mundo como constituido, no por materia y éter, sino por
éter y electricidad. Y sin embargo, incluso Lenard se ve obligado a
decir: "La cuestión es simplemente ésta: si nos es posible de
esta manera formar una imagen correcta de la realidad; o si la mente
humana es capaz de formar en sí misma una imagen de toda la
naturaleza, o incluso de la naturaleza inanimada. En cuanto a esto,
hoy en día existe la más seria duda.
Concluye con estas
palabras: "No creo que las dificultades puedan impedirnos
cultivar y desarrollar aún más nuestra concepción actual; porque,
en ese caso, habríamos abandonado por completo cualquier concepción
de este tipo, y con ello la posibilidad de concebir la Naturaleza en
absoluto en términos de mecánica. Creo que esto no ocurrirá,
aunque, para aclarar nuestra concepción de la mecánica del éter,
tendríamos que plantear al lado o detrás de este éter y sus partes
otro éter más". En estas palabras el ignorabimus abiertamente
confesado de un Du Bois Reymond se evade sólo mediante la esperanza
de que se descubra alguna salida. Pero tal esperanza no puede
realizarse nunca mediante un proceso en el que se intente salvar una
interpretación puramente mecánica del mundo inventando más y más
nuevos tipos teóricos de éter. En su conflicto con la teoría de
Einstein, que privaría al éter de toda propiedad mecánica, Lenard
ya ha introducido, además del éter, un éter todavía anterior para
rescatar su concepción del mundo. Pero estos son pasos en un camino
que en el futuro resultará cada vez más un mero callejón sin
salida.
El
exhaustivo pensador e investigador Karl Christian Planck adoptó en
su día una postura audaz contra la explicación meramente mecánica
de entidades como el calor, la luz o el peso. Intentó combatir la
distinción entre atributos cuantitativos y cualitativos del mundo
material, que surgió en el pensamiento científico del siglo pasado,
y mostrar que, debido a esta distinción arbitraria, se ha construido
una concepción científica del mundo en la que ya no se puede
explicar la acción de algo espiritual dentro del llamado mundo
material, y el origen, la génesis, del mundo de la sustancia a
partir de lo que existía antes de la "nebulosa primigenia"
se vuelve totalmente ininteligible.
En su "Testament eines
Deutschen", Planck dice: "Y al igual que ocurre en las
relaciones de la gravedad, también la relación de los cuerpos con
el calor y la luz queda completamente invertida por esa teoría
mecánica.
Según esta teoría, los átomos de la materia no
tienen en sí mismos nada que ver ni con el calor ni con la luz; son
concebidos como si fueran, en su propia naturaleza, partes que
existen totalmente por sí mismas, que sólo en sus relaciones
mecánicas de movimiento con otros átomos dan lugar a la luz y al
calor. De este modo se invierte completamente la verdadera relación
básica de la Naturaleza y su ley general de evolución, en el
sentido de que aquellas formas que, según la apariencia real, son la
concentración indiferenciada y universal, o la gravedad, y sus
contrapartes exactas, el calor y la luz, no deben considerarse como
los elementos originales, sino que, por el contrario, los átomos de
la materia, independientemente individuales y diferenciados, se
consideran como el prerrequisito de la gravedad, el calor y la luz. A
pesar de que la visión actual de la Naturaleza se ve obligada a
admitir que el estado de los cuerpos celestes evolucionó primero
desde la condición de calor y luz uniformes e indiferenciados a un
estado de lo diversamente separado e individual, sin embargo, en el
último análisis, el primer lugar no se asigna a la unidad simple e
indiferenciada con el todo (calor, etc.), sino a las partes separadas
e individuales (átomos). Aquella ley de la evolución que se supone
válida para toda la Naturaleza y especialmente para todo el
desarrollo de los organismos, se invierte, y con ello, como veremos,
se hace imposible toda explicación de lo orgánico, de lo físico y
de lo espiritualmente universal, ya que desde el principio se hace
primar la separación mecánica de los átomos separados, la
independencia de las existencias parciales."
Planck advierte,
pues, contra el error de hacer que el mundo de los átomos sea
genéticamente anterior al mundo de las entidades calor, luz, etc., y
contra la adopción desde el principio de un punto de vista en cuanto
a la investigación de la Naturaleza que debe restringir el
conocimiento de la misma dentro de límites cada vez más estrechos.
En
medio de todas las dudas que ahora acosan a los más grandes
científicos naturales en cuanto a la forma de ver el mundo que han
mantenido hasta ahora, es imposible entender por qué la orientación
de la investigación que el Dr. Rudolf Steiner inició en sus
escritos científicos, y que proporciona un medio por el cual podemos
ser guiados fuera de este dilema, no ha sido adoptada todavía. Ya en
1888, el Dr. Steiner señaló en esos escritos el falso camino que
tomaba una forma de ver el mundo como la de Du Bois Reymond, que
resuelve los procesos de la Naturaleza en una mera "mecánica de
los átomos", o la de Ostwald, que los reducía todos a la mera
"manifestación de la energía". Steiner escribió
entonces*
Dr. R. Steiner, Einleitung zu Goethes
Naturwissenschaftlichen Schriften", Deutsche Nationalliteratur,
Stuttgart. Reimpreso como "Goethes Naturwissenschaftliche
Schriften", Dornach, 1926. Esta obra se indicará en las
referencias posteriores con las siglas E.G.N.S.
" Esto es lo
que encuentra Du Bois Reymond : Es un hecho psicológico de la
experiencia que, cuando nos llega tal solución (la resolución de
los procesos de la Naturaleza en la mecánica de los átomos),
nuestra necesidad interior de una explicación causal queda
provisionalmente satisfecha'. Esto puede ser un hecho de la
experiencia para Du Bois Reymond, pero es necesario decir al
caballero que hay otros hombres que no tienen ningún sentido de
satisfacción en una explicación crasa del mundo corpóreo, tal como
él lo concibe."
El haber señalado -en contraste con todas
las visiones precedentes de la Naturaleza- que la anterior división
de la concepción del mundo en una parte objetiva, que sólo puede
ser captada de manera matemático-mecánica, y una parte subjetiva,
tal y como se ha hecho esta división, ha conducido a una completa
distorsión y falsificación de esta concepción del mundo,
constituye un logro que hace época. Las reflexiones de los filósofos
y científicos más recientes, declara, "han llevado a creer que
los fenómenos externos que producen el sonido en el oído, la luz en
el ojo y el calor en el órgano de la percepción del calor no tienen
nada en común con la experiencia del sonido, la luz, el calor, etc.
Por el contrario, se supone que estos fenómenos externos son ciertos
movimientos de la materia, Así pues, el científico trata de
descubrir qué clase de fenómenos de movimiento externos hacen
surgir el sonido, la luz, el calor, etc. en el alma humana. Llega a
la conclusión de que, fuera del organismo humano, no existe en
ninguna parte del espacio algo como el rojo, el amarillo o el azul,
sino que sólo hay un movimiento vibratorio de un fino medio
elástico, el éter, que, cuando es experimentado por el ojo, se
manifiesta como rojo, amarillo o azul. El científico naturalista
moderno piensa que, si no existiera el ojo que experimenta, tampoco
habría ningún color, sino sólo el éter en movimiento. El piensa
que el éter es algo objetivo; el color, simplemente algo subjetivo
producido en el cuerpo humano".
En oposición a esto, el Dr. Steiner sostiene lo siguiente: "Cualquiera cuya capacidad de pensar no haya sido enteramente destruida por Descartes, Locke, Kant y la fisiología moderna no podrá concebir cómo se puede considerar la luz, el color, el tono, el calor como estados meramente subjetivos del organismo humano y, sin embargo, seguir manteniendo la existencia de un mundo objetivo de fenómenos fuera del organismo. Quien haga del organismo humano el creador de los sucesos conocidos como tono, calor, color, etc., debe considerar también al organismo como productor de extensión, masa, posición, movimiento, fuerzas, etc. Pues estas cualidades matemáticas y mecánicas están inseparablemente unidas a los demás contenidos del mundo de la experiencia. La separación de las relaciones del espacio, el número y el movimiento, así como de las manifestaciones de la energía, del calor, el tono, la luz y otras cualidades sensibles, es puramente una función del pensamiento abstracto". Se traza una línea en medio de lo que es perceptible para los sentidos, y una parte se explica como objetiva y la otra como subjetiva. No hay más que una conclusión lógica: hay átomos, éstos son simplemente partes de la materia con las características de la materia, e imperceptibles para nuestros sentidos sólo por su pequeñez. Pero, entonces, deja de existir la posibilidad de que encontremos en el movimiento de los átomos algo objetivo que oponer a las cualidades subjetivas del color, el tono, etc. Y también deja de existir la posibilidad de encontrar en la relación entre el movimiento y la sensación de rojo, por ejemplo, algo más que entre dos procesos que pertenecen en su totalidad al mundo de los sentidos. Es, pues, evidente que el movimiento del éter, la posición de los átomos, etc., pertenecen al mismo plano que las sensaciones mismas. Explicar estas últimas como subjetivas es sólo el resultado de una reflexión errónea. Si explicamos la cualidad sensible como subjetiva, debemos hacer lo mismo con el movimiento del éter. No logramos percibir este último, no por razón de ningún principio, sino sólo porque nuestros órganos de percepción no están organizados con la suficiente delicadeza. Pero esto es una mera circunstancia casual. La humanidad podría llegar, mediante el refinamiento de su sensibilidad, a un punto en el que los movimientos del éter fueran directamente perceptibles. Si, entonces, un hombre de ese futuro remoto sostuviera nuestra teoría subjetiva de la sensación, tendría que explicar los movimientos del éter como algo también subjetivo, como hacemos hoy en día con el color, el tono, etc." t Steiner demuestra ahora esto de forma convincente. Como los científicos, dice, no pueden concebir el movimiento aparte de algo que se mueve, suponen, como portadora del movimiento, una materia vacía de cualidades perceptibles para los sentidos. Quien no se deje atrapar por este prejuicio de los físicos debe percibir que los fenómenos de movimiento son estados ligados a las cualidades percibidas por los sentidos. El contenido de los movimientos ondulatorios que corresponden a las ocurrencias tonales consiste en las propias cualidades tonales. Lo mismo ocurre con las demás cualidades sensoriales. Conocemos el contenido del movimiento ondulatorio en el mundo fenoménico a través de su conversión en un contenido interno inmediato, y no a través de ningún proceso de pensamiento de las experiencias internas a la materia abstracta". "Cuando dirijo mi ojo hacia una superficie roja, entonces la experiencia del rojo entra en mi conciencia. En esta experiencia, debemos distinguir ahora entre principio, duración y final.
En
correspondencia con la experiencia pasajera, se supone que hay un
suceso objetivo continuo que, como tal, está igualmente limitado
objetivamente en el tiempo: es decir, que tiene principio, duración
y final. Sin embargo, se supone que este acontecimiento tiene lugar
en una materia sin principio ni fin, indestructible, es decir,
eterna. Se supone que éste es el único elemento duradero en el
proceso de cambio, según los científicos modernos. "* Mientras
que Wundt dice de la materia que es un sustrato " que nunca
podemos percibir en sí mismo, sino sólo en sus efectos", pero
que " llegamos por primera vez a una explicación libre de
contradicciones cuando postulamos tal sustrato", Steiner, por el
contrario, llega a la conclusión de que : " el mundo percibido
por los sentidos es la suma de percepciones auto-metamorfizadas. "
t " Por otra parte, hay algo sin sentido en el concepto de las
características que se supone que posee la materia hipotética de
los físicos y sus defensores filosóficos. La división de nuestro
mundo de la percepción en una parte cuantitativa y únicamente
objetiva, que sólo se puede captar de manera matemática-mecánica,
por un lado, y otra parte cualitativa y únicamente subjetiva, como
se hace hoy en día, Steiner la rechaza como puramente arbitraria, y
lo demuestra con un análisis del proceso de la percepción tal que
priva de toda apariencia de justificación al método de
consideración característico de esta época materialista. Seguirle
en detalle en este punto nos llevaría demasiado lejos.
Aquí sólo
es necesario subrayar el hecho de que, cuando se menciona el éter en
las páginas siguientes, no nos referimos en ningún momento a un
portador de procesos mecánicos de movimiento o de cualquier tipo de
cambios en los estados eléctricos, que está vacío de todas las
características no medibles, sino por el contrario, siempre hay que
concebir el éter de tal manera que su naturaleza y su acción puedan
ser indicadas, no sólo en términos de número, medida y cálculos,
sino también a través de cualidades igualmente concebibles
objetivamente pero que, en última instancia, siempre escapan a
cualquier tipo de consideración y pensamiento que pueda ser reducido
a conceptos meramente matemáticos. Sin esta percepción nunca
haremos justicia a las realidades de la Naturaleza.
Esto
lo podremos indicar concretamente en muchas esferas de la ciencia
natural.
La primera restricción de Lenard de la investigación
científico-natural a una concepción del mundo susceptible de ser
sostenida de manera meramente mecánica cuantitativa no puede, pues,
ser aceptada por las opiniones expresadas en las páginas siguientes,
ya que tal concepción contradice de plano las realidades del
mundo.
Pero tampoco puede admitirse la segunda exigencia planteada
por Lenard, la restricción a lo que es accesible a los órganos
físicos. En efecto, la idea del mundo que tienen los propios
científicos contradice en todos sus fundamentos esta exigencia. En
efecto, ningún sentido físico ha percibido todavía directamente
los electrones, los átomos, las vibraciones y otros factórs
hipotéticos en la concepción científico-natural del mundo, ya que
nuestros órganos sensoriales físicos no están todavía tan
organizados como para ser capaces de percibir las vibraciones del
éter, etc. Cuando el profesor König dice en su tratado Die Materie-
" : "Si, junto con la ciencia teórica, consideramos el
átomo o el éter como la única realidad, y consideramos los cuerpos
perceptibles a los sentidos como meros entes fenoménicos, ya hemos
recorrido la mitad del camino hacia el reino de la metafísica",
* admite ahí directamente que la propia ciencia comete, de hecho,
constantemente en sus conceptos e hipótesis básicos este supuesto
error fundamental, que le gustaría evitar, de traspasar los límites
de lo que es perceptible a los sentidos.
Así
pues, debemos aclarar, en primer lugar, qué tipos de hipótesis son
legítimos y cuáles no. Steiner dice: "Una hipótesis es una
suposición hecha por nosotros de la que no podemos convencernos
directamente, sino sólo por la forma en que la hipótesis se
desarrolla.
La hipótesis (legítima) sólo puede suponer lo que
no percibo pero que debería percibir si pudiera eliminar los
obstáculos externos. Una hipótesis, pues, puede suponer ciertamente
lo no percibido, pero debe suponer lo que es posible de ser
percibido. Toda hipótesis (legítima) es, por tanto, de tal tipo que
su contenido puede ser verificado directamente por la experiencia
futura. Sólo son legítimas las hipótesis que son capaces de dejar
de ser meras hipótesis". En este sentido, la hipótesis
atómica, la hipótesis del éter, de la ciencia natural moderna son
ilegítimas, ya que ni el "éter movido discontinuamente en el
espacio y penetrable" de Lenard, ni el éter de otros
investigadores, ni la materia vacía de todas las características
perceptibles por los sentidos, tal como se supone hipotéticamente en
la concepción contemporánea del mundo, pueden ser jamás percibidos
por nuestros órganos sensoriales.
Por el contrario, el éter que
se expondrá en las páginas siguientes es tanto una "hipótesis"
legítima como una realidad susceptible de ser probada. ¿Cómo es
esto? La ciencia espiritual, tal como la dirige la Antroposofía,
enseña y demuestra que, además de los órganos sensoriales del
cuerpo físico, el hombre posee en otros sectores de su ser otros
órganos potenciales que, una vez despertados por la disciplina de la
ciencia espiritual, son capaces de percibir y también de investigar
los hechos de los procesos espirituales suprasensibles de una manera
tan claramente consciente y real como aquella en la que los órganos
físicos perciben el mundo físico. Las realidades, pues, que están
así abiertas a las capacidades de percepción que pueden despertarse
en todo hombre de nuestra época, no sólo pueden introducirse en una
hipótesis legítima en el sentido que hemos explicado, sino que
deben incluirse tan exacta y metódicamente como resultados de la
investigación entre los datos de nuestro conocimiento de la
Naturaleza en el futuro, como lo son las realidades del mundo físico
tal como se dan a los órganos de los sentidos.
Ahora
bien, el éter especialmente -es decir, la suma total de los procesos
etéricos- pertenece ciertamente a una realidad supersensible. El
futuro científico puede tomar cualquiera de las dos opciones con
referencia a los hallazgos enunciados como resultado de la
investigación en lo supersensible
1. Puede asumirlos como
hipótesis, como lo ha hecho con la concepción del átomo y del
éter, y puede entonces observar si estas hipótesis son corroboradas
por sus efectos y sus manifestaciones en el mundo físico. Como
hipótesis, los resultados de las investigaciones suprasensibles no
se postulan para él de manera diferente a cualquier otra. Entonces
observará rápidamente que esta hipótesis -tal como será para él-
ofrece posibilidades mucho más amplias que otras hipótesis para una
explicación totalmente coherente de los fenómenos del mundo físico
de los sentidos, incluso para la comprensión de fenómenos cuya
comprensión sobre la base de hipótesis anteriores era imposible:
por ejemplo, los procesos vitales. Verá así que esta hipótesis
resistirá a toda prueba científica razonable.
2.O puede, en el
sentido de la exigencia expuesta anteriormente, librarse de los
obstáculos que impiden su percepción del mundo suprasensible, como
se explica en los escritos del Dr. Rudolf Steiner, y alcanzará por
este medio la posibilidad de que la hipótesis del éter se convierta
en la percepción y el conocimiento del éter.
El objetivo propio
de la investigación científica en este campo puede alcanzarse
naturalmente sólo de esta última manera. Toda investigación del
éter se agotará para siempre en hipótesis aún más complicadas,
si no avanza hasta el punto en que lo etérico sea llevado al ámbito
perceptivo y cognitivo del hombre. En efecto, ser verdaderamente
científico consiste en esto: en no declinar nunca la comprobación y
la puesta en su lugar de cualquier experiencia alcanzable. Sin
embargo, quien no quiera seguir todavía este camino de investigación
suprasensible, se le ofrece aquí una hipótesis, como hemos dicho,
que -si se aplica a las realidades del mundo físico sensible- se
adapta mejor a la explicación incontestable de estos fenómenos, y
especialmente de los fenómenos de la vida, que las hipótesis
contradictorias del éter de los últimos tiempos, cada vez más
insostenibles.
1La cursiva es del propio Dr. Wachsmuth