viernes, 17 de diciembre de 2021

INTRODUCCIÓN A LAS FUERZAS FORMATIVAS ETÉRICAS

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INTRODUCCIÓN

A LAS FUERZAS FORMATIVAS ETÉRICAS

Dr. Guenther Wachsmuth año de 1926


La moderna concepción científica del mundo pretende reducir la interminable diversidad de todos los fenómenos naturales a dos ideas fundamentales, dos conceptos que están en la base de todas las cosas: la materia y el éter. Pero las concepciones sostenidas por los investigadores más avanzados con respecto a estas dos unidades básicas últimas están tan separadas que ciertamente ya ha llegado el momento en que toda la estructura de la teoría sustentada en estos dos conceptos básicos discutibles tiende a su caída. Por lo tanto, ha llegado el momento en que el conocimiento que la ciencia espiritual ha alcanzado sobre el éter y sus actividades en la Naturaleza puede ser introducido en la discusión sin la expectativa de que uno debe encontrar obstáculos insuperables debido a un cierto dogmatismo que, por desgracia, ha surgido en cierta medida entre los científicos durante la última mitad del siglo.
El distinguido investigador del éter, P. Lenard, dice en su conocida conferencia "Uber Ather und Materie", pronunciada ante la Academia de Ciencias de Heidelberg, que, si a un científico de nuestra época se le pregunta cómo aparece el mundo según su concepción, debe responder así : "Al expresarse sobre este tema, debe aclarar en primer lugar que lo que tiene que decir se refiere únicamente a la parte del mundo que es accesible a la investigación cuantitativa a través de la ayuda de nuestros sentidos físicos. 1 Es justo aquí, en esta característica cuantitativa, la posibilidad de comparar cuantitativamente todos los resultados con la realidad y así ponerlos a prueba, que la ciencia física se diferencia de las ciencias mentales, que se ocupan principalmente de la otra parte del mundo. Esa parte del mundo que se presta a la investigación cuantitativa por medio de los sentidos físicos podemos llamarla también mundo material. El científico sólo tiene que ocuparse de él; de él se ha formado una idea" (p. 5). Ciertamente hay que examinar críticamente esta tendencia en el modo de concepción científica del siglo pasado si se quiere llegar a una visión fructífera respecto a la naturaleza del éter y de la materia, y si se quiere saber por qué, bajo las limitaciones autoimpuestas de esta tendencia en la investigación científica -es decir, la restricción de la investigación a (1) lo meramente cuantitativo, y (2) lo meramente perceptible sensorialmente- nunca podremos llegar a una comprensión satisfactoria del éter. La razón obvia de esto radica en los hechos de que (1) el éter no sólo tiene características cuantitativas, sino también cualitativas, las cuales no pueden ser separadas de las primeras, es decir, características suprasensibles, espirituales, en referencia a las cuales la cognición de la interrelación meramente cuantitativa del conjunto de hechos es totalmente inadecuada; (2) que el éter no es perceptible para nuestros sentidos físicos. Es evidente, pues, que quien se limita a lo cuantitativo y a lo sensiblemente perceptible no puede llegar nunca a una visión verdadera de la naturaleza y de la acción del éter.

Lenard dice que las ideas que tienen los científicos naturales de nuestro tiempo son de dos tipos. Siempre son cuantitativas. Pero pueden restringirse -y esto nos da el primer tipo- totalmente a las relaciones cuantitativas entre las magnitudes observables. En este caso pueden expresarse completamente en fórmulas matemáticas, principalmente en ecuaciones diferenciales. Esta es la forma preferida por Kirchhoff y Helmholtz, y llamada por Kirchhoff la descripción matemática de la Naturaleza. Ejemplos de estas concepciones son la ley de gravitación de Newton y las ecuaciones de Maxwell en electrodinámica. Las conclusiones lógicamente inevitables basadas en estas ideas -y en el desarrollo de estas conclusiones radica tanto el uso como la prueba de las ideas- son, por lo tanto, simplemente las inferencias matemáticas de estas ecuaciones y nada más. Pero se puede proceder más allá -y esto nos da el segundo tipo de ideas-, en el sentido de que uno puede dejarse guiar desde la primera por una convicción -sin la cual, en efecto, la investigación de la Naturaleza nunca habría llegado a ningún resultado-, es decir, la convicción de que todos los fenómenos de la Naturaleza -al menos, de la Naturaleza inanimada- son simplemente fenómenos de movimiento: es decir, que consisten simplemente en cambios de posición por parte de la sustancia dada de una vez por todas. Entonces tendríamos en cada caso una cuestión de mecanismos, y las ecuaciones a las que llegamos como nuestra primera clase de ideas deben ser ecuaciones en mecánica, deben corresponder a ciertos mecanismos bastante definidos, de modo que podemos considerar realmente estos mecanismos como las ideas que nos hemos formado de los Fenómenos de la Naturaleza. Entonces las ideas de las cosas que tenemos en nuestra mente están modeladas sobre la mecánica y la dinámica "* A modo de resumen, Lenard añade : "Todo lo que ocurre en el mundo es movimiento, cambio de posición por parte de la sustancia dada de una vez por todas. No hay el menor signo de una primera aparición o de una desaparición de la sustancia. Por lo tanto, lo que queda por hacer en la materia es sólo afirmar de qué clase es la sustancia, cómo se distribuye en el espacio y la naturaleza de sus movimientos; y aquí debemos hacer primero la afirmación fundamental de que la sustancia que está en movimiento, de la que vemos nacer el mundo entero, es de dos clases, la materia y el éter. "Más tarde, cuando ha introducido en esta concepción del mundo las investigaciones más recientes sobre la radiactividad, define el mundo como constituido, no por materia y éter, sino por éter y electricidad. Y sin embargo, incluso Lenard se ve obligado a decir: "La cuestión es simplemente ésta: si nos es posible de esta manera formar una imagen correcta de la realidad; o si la mente humana es capaz de formar en sí misma una imagen de toda la naturaleza, o incluso de la naturaleza inanimada. En cuanto a esto, hoy en día existe la más seria duda.
Concluye con estas palabras: "No creo que las dificultades puedan impedirnos cultivar y desarrollar aún más nuestra concepción actual; porque, en ese caso, habríamos abandonado por completo cualquier concepción de este tipo, y con ello la posibilidad de concebir la Naturaleza en absoluto en términos de mecánica. Creo que esto no ocurrirá, aunque, para aclarar nuestra concepción de la mecánica del éter, tendríamos que plantear al lado o detrás de este éter y sus partes otro éter más". En estas palabras el ignorabimus abiertamente confesado de un Du Bois Reymond se evade sólo mediante la esperanza de que se descubra alguna salida. Pero tal esperanza no puede realizarse nunca mediante un proceso en el que se intente salvar una interpretación puramente mecánica del mundo inventando más y más nuevos tipos teóricos de éter. En su conflicto con la teoría de Einstein, que privaría al éter de toda propiedad mecánica, Lenard ya ha introducido, además del éter, un éter todavía anterior para rescatar su concepción del mundo. Pero estos son pasos en un camino que en el futuro resultará cada vez más un mero callejón sin salida.

El exhaustivo pensador e investigador Karl Christian Planck adoptó en su día una postura audaz contra la explicación meramente mecánica de entidades como el calor, la luz o el peso. Intentó combatir la distinción entre atributos cuantitativos y cualitativos del mundo material, que surgió en el pensamiento científico del siglo pasado, y mostrar que, debido a esta distinción arbitraria, se ha construido una concepción científica del mundo en la que ya no se puede explicar la acción de algo espiritual dentro del llamado mundo material, y el origen, la génesis, del mundo de la sustancia a partir de lo que existía antes de la "nebulosa primigenia" se vuelve totalmente ininteligible.
En su "Testament eines Deutschen", Planck dice: "Y al igual que ocurre en las relaciones de la gravedad, también la relación de los cuerpos con el calor y la luz queda completamente invertida por esa teoría mecánica.
Según esta teoría, los átomos de la materia no tienen en sí mismos nada que ver ni con el calor ni con la luz; son concebidos como si fueran, en su propia naturaleza, partes que existen totalmente por sí mismas, que sólo en sus relaciones mecánicas de movimiento con otros átomos dan lugar a la luz y al calor. De este modo se invierte completamente la verdadera relación básica de la Naturaleza y su ley general de evolución, en el sentido de que aquellas formas que, según la apariencia real, son la concentración indiferenciada y universal, o la gravedad, y sus contrapartes exactas, el calor y la luz, no deben considerarse como los elementos originales, sino que, por el contrario, los átomos de la materia, independientemente individuales y diferenciados, se consideran como el prerrequisito de la gravedad, el calor y la luz. A pesar de que la visión actual de la Naturaleza se ve obligada a admitir que el estado de los cuerpos celestes evolucionó primero desde la condición de calor y luz uniformes e indiferenciados a un estado de lo diversamente separado e individual, sin embargo, en el último análisis, el primer lugar no se asigna a la unidad simple e indiferenciada con el todo (calor, etc.), sino a las partes separadas e individuales (átomos). Aquella ley de la evolución que se supone válida para toda la Naturaleza y especialmente para todo el desarrollo de los organismos, se invierte, y con ello, como veremos, se hace imposible toda explicación de lo orgánico, de lo físico y de lo espiritualmente universal, ya que desde el principio se hace primar la separación mecánica de los átomos separados, la independencia de las existencias parciales."
Planck advierte, pues, contra el error de hacer que el mundo de los átomos sea genéticamente anterior al mundo de las entidades calor, luz, etc., y contra la adopción desde el principio de un punto de vista en cuanto a la investigación de la Naturaleza que debe restringir el conocimiento de la misma dentro de límites cada vez más estrechos.

En medio de todas las dudas que ahora acosan a los más grandes científicos naturales en cuanto a la forma de ver el mundo que han mantenido hasta ahora, es imposible entender por qué la orientación de la investigación que el Dr. Rudolf Steiner inició en sus escritos científicos, y que proporciona un medio por el cual podemos ser guiados fuera de este dilema, no ha sido adoptada todavía. Ya en 1888, el Dr. Steiner señaló en esos escritos el falso camino que tomaba una forma de ver el mundo como la de Du Bois Reymond, que resuelve los procesos de la Naturaleza en una mera "mecánica de los átomos", o la de Ostwald, que los reducía todos a la mera "manifestación de la energía". Steiner escribió entonces*
Dr. R. Steiner, Einleitung zu Goethes Naturwissenschaftlichen Schriften", Deutsche Nationalliteratur, Stuttgart. Reimpreso como "Goethes Naturwissenschaftliche Schriften", Dornach, 1926. Esta obra se indicará en las referencias posteriores con las siglas E.G.N.S.
" Esto es lo que encuentra Du Bois Reymond : Es un hecho psicológico de la experiencia que, cuando nos llega tal solución (la resolución de los procesos de la Naturaleza en la mecánica de los átomos), nuestra necesidad interior de una explicación causal queda provisionalmente satisfecha'. Esto puede ser un hecho de la experiencia para Du Bois Reymond, pero es necesario decir al caballero que hay otros hombres que no tienen ningún sentido de satisfacción en una explicación crasa del mundo corpóreo, tal como él lo concibe."
El haber señalado -en contraste con todas las visiones precedentes de la Naturaleza- que la anterior división de la concepción del mundo en una parte objetiva, que sólo puede ser captada de manera matemático-mecánica, y una parte subjetiva, tal y como se ha hecho esta división, ha conducido a una completa distorsión y falsificación de esta concepción del mundo, constituye un logro que hace época. Las reflexiones de los filósofos y científicos más recientes, declara, "han llevado a creer que los fenómenos externos que producen el sonido en el oído, la luz en el ojo y el calor en el órgano de la percepción del calor no tienen nada en común con la experiencia del sonido, la luz, el calor, etc. Por el contrario, se supone que estos fenómenos externos son ciertos movimientos de la materia, Así pues, el científico trata de descubrir qué clase de fenómenos de movimiento externos hacen surgir el sonido, la luz, el calor, etc. en el alma humana. Llega a la conclusión de que, fuera del organismo humano, no existe en ninguna parte del espacio algo como el rojo, el amarillo o el azul, sino que sólo hay un movimiento vibratorio de un fino medio elástico, el éter, que, cuando es experimentado por el ojo, se manifiesta como rojo, amarillo o azul. El científico naturalista moderno piensa que, si no existiera el ojo que experimenta, tampoco habría ningún color, sino sólo el éter en movimiento. El piensa que el éter es algo objetivo; el color, simplemente algo subjetivo producido en el cuerpo humano".

En oposición a esto, el Dr. Steiner sostiene lo siguiente: "Cualquiera cuya capacidad de pensar no haya sido enteramente destruida por Descartes, Locke, Kant y la fisiología moderna no podrá concebir cómo se puede considerar la luz, el color, el tono, el calor como estados meramente subjetivos del organismo humano y, sin embargo, seguir manteniendo la existencia de un mundo objetivo de fenómenos fuera del organismo. Quien haga del organismo humano el creador de los sucesos conocidos como tono, calor, color, etc., debe considerar también al organismo como productor de extensión, masa, posición, movimiento, fuerzas, etc. Pues estas cualidades matemáticas y mecánicas están inseparablemente unidas a los demás contenidos del mundo de la experiencia. La separación de las relaciones del espacio, el número y el movimiento, así como de las manifestaciones de la energía, del calor, el tono, la luz y otras cualidades sensibles, es puramente una función del pensamiento abstracto". Se traza una línea en medio de lo que es perceptible para los sentidos, y una parte se explica como objetiva y la otra como subjetiva. No hay más que una conclusión lógica: hay átomos, éstos son simplemente partes de la materia con las características de la materia, e imperceptibles para nuestros sentidos sólo por su pequeñez. Pero, entonces, deja de existir la posibilidad de que encontremos en el movimiento de los átomos algo objetivo que oponer a las cualidades subjetivas del color, el tono, etc. Y también deja de existir la posibilidad de encontrar en la relación entre el movimiento y la sensación de rojo, por ejemplo, algo más que entre dos procesos que pertenecen en su totalidad al mundo de los sentidos. Es, pues, evidente que el movimiento del éter, la posición de los átomos, etc., pertenecen al mismo plano que las sensaciones mismas. Explicar estas últimas como subjetivas es sólo el resultado de una reflexión errónea. Si explicamos la cualidad sensible como subjetiva, debemos hacer lo mismo con el movimiento del éter. No logramos percibir este último, no por razón de ningún principio, sino sólo porque nuestros órganos de percepción no están organizados con la suficiente delicadeza. Pero esto es una mera circunstancia casual. La humanidad podría llegar, mediante el refinamiento de su sensibilidad, a un punto en el que los movimientos del éter fueran directamente perceptibles. Si, entonces, un hombre de ese futuro remoto sostuviera nuestra teoría subjetiva de la sensación, tendría que explicar los movimientos del éter como algo también subjetivo, como hacemos hoy en día con el color, el tono, etc." t Steiner demuestra ahora esto de forma convincente. Como los científicos, dice, no pueden concebir el movimiento aparte de algo que se mueve, suponen, como portadora del movimiento, una materia vacía de cualidades perceptibles para los sentidos. Quien no se deje atrapar por este prejuicio de los físicos debe percibir que los fenómenos de movimiento son estados ligados a las cualidades percibidas por los sentidos. El contenido de los movimientos ondulatorios que corresponden a las ocurrencias tonales consiste en las propias cualidades tonales. Lo mismo ocurre con las demás cualidades sensoriales. Conocemos el contenido del movimiento ondulatorio en el mundo fenoménico a través de su conversión en un contenido interno inmediato, y no a través de ningún proceso de pensamiento de las experiencias internas a la materia abstracta". "Cuando dirijo mi ojo hacia una superficie roja, entonces la experiencia del rojo entra en mi conciencia. En esta experiencia, debemos distinguir ahora entre principio, duración y final.

En correspondencia con la experiencia pasajera, se supone que hay un suceso objetivo continuo que, como tal, está igualmente limitado objetivamente en el tiempo: es decir, que tiene principio, duración y final. Sin embargo, se supone que este acontecimiento tiene lugar en una materia sin principio ni fin, indestructible, es decir, eterna. Se supone que éste es el único elemento duradero en el proceso de cambio, según los científicos modernos. "* Mientras que Wundt dice de la materia que es un sustrato " que nunca podemos percibir en sí mismo, sino sólo en sus efectos", pero que " llegamos por primera vez a una explicación libre de contradicciones cuando postulamos tal sustrato", Steiner, por el contrario, llega a la conclusión de que : " el mundo percibido por los sentidos es la suma de percepciones auto-metamorfizadas. " t " Por otra parte, hay algo sin sentido en el concepto de las características que se supone que posee la materia hipotética de los físicos y sus defensores filosóficos. La división de nuestro mundo de la percepción en una parte cuantitativa y únicamente objetiva, que sólo se puede captar de manera matemática-mecánica, por un lado, y otra parte cualitativa y únicamente subjetiva, como se hace hoy en día, Steiner la rechaza como puramente arbitraria, y lo demuestra con un análisis del proceso de la percepción tal que priva de toda apariencia de justificación al método de consideración característico de esta época materialista. Seguirle en detalle en este punto nos llevaría demasiado lejos.
Aquí sólo es necesario subrayar el hecho de que, cuando se menciona el éter en las páginas siguientes, no nos referimos en ningún momento a un portador de procesos mecánicos de movimiento o de cualquier tipo de cambios en los estados eléctricos, que está vacío de todas las características no medibles, sino por el contrario, siempre hay que concebir el éter de tal manera que su naturaleza y su acción puedan ser indicadas, no sólo en términos de número, medida y cálculos, sino también a través de cualidades igualmente concebibles objetivamente pero que, en última instancia, siempre escapan a cualquier tipo de consideración y pensamiento que pueda ser reducido a conceptos meramente matemáticos. Sin esta percepción nunca haremos justicia a las realidades de la Naturaleza.

Esto lo podremos indicar concretamente en muchas esferas de la ciencia natural.
La primera restricción de Lenard de la investigación científico-natural a una concepción del mundo susceptible de ser sostenida de manera meramente mecánica cuantitativa no puede, pues, ser aceptada por las opiniones expresadas en las páginas siguientes, ya que tal concepción contradice de plano las realidades del mundo.
Pero tampoco puede admitirse la segunda exigencia planteada por Lenard, la restricción a lo que es accesible a los órganos físicos. En efecto, la idea del mundo que tienen los propios científicos contradice en todos sus fundamentos esta exigencia. En efecto, ningún sentido físico ha percibido todavía directamente los electrones, los átomos, las vibraciones y otros factórs hipotéticos en la concepción científico-natural del mundo, ya que nuestros órganos sensoriales físicos no están todavía tan organizados como para ser capaces de percibir las vibraciones del éter, etc. Cuando el profesor König dice en su tratado Die Materie- " : "Si, junto con la ciencia teórica, consideramos el átomo o el éter como la única realidad, y consideramos los cuerpos perceptibles a los sentidos como meros entes fenoménicos, ya hemos recorrido la mitad del camino hacia el reino de la metafísica", * admite ahí directamente que la propia ciencia comete, de hecho, constantemente en sus conceptos e hipótesis básicos este supuesto error fundamental, que le gustaría evitar, de traspasar los límites de lo que es perceptible a los sentidos.

Así pues, debemos aclarar, en primer lugar, qué tipos de hipótesis son legítimos y cuáles no. Steiner dice: "Una hipótesis es una suposición hecha por nosotros de la que no podemos convencernos directamente, sino sólo por la forma en que la hipótesis se desarrolla.
La hipótesis (legítima) sólo puede suponer lo que no percibo pero que debería percibir si pudiera eliminar los obstáculos externos. Una hipótesis, pues, puede suponer ciertamente lo no percibido, pero debe suponer lo que es posible de ser percibido. Toda hipótesis (legítima) es, por tanto, de tal tipo que su contenido puede ser verificado directamente por la experiencia futura. Sólo son legítimas las hipótesis que son capaces de dejar de ser meras hipótesis". En este sentido, la hipótesis atómica, la hipótesis del éter, de la ciencia natural moderna son ilegítimas, ya que ni el "éter movido discontinuamente en el espacio y penetrable" de Lenard, ni el éter de otros investigadores, ni la materia vacía de todas las características perceptibles por los sentidos, tal como se supone hipotéticamente en la concepción contemporánea del mundo, pueden ser jamás percibidos por nuestros órganos sensoriales.
Por el contrario, el éter que se expondrá en las páginas siguientes es tanto una "hipótesis" legítima como una realidad susceptible de ser probada. ¿Cómo es esto? La ciencia espiritual, tal como la dirige la Antroposofía, enseña y demuestra que, además de los órganos sensoriales del cuerpo físico, el hombre posee en otros sectores de su ser otros órganos potenciales que, una vez despertados por la disciplina de la ciencia espiritual, son capaces de percibir y también de investigar los hechos de los procesos espirituales suprasensibles de una manera tan claramente consciente y real como aquella en la que los órganos físicos perciben el mundo físico. Las realidades, pues, que están así abiertas a las capacidades de percepción que pueden despertarse en todo hombre de nuestra época, no sólo pueden introducirse en una hipótesis legítima en el sentido que hemos explicado, sino que deben incluirse tan exacta y metódicamente como resultados de la investigación entre los datos de nuestro conocimiento de la Naturaleza en el futuro, como lo son las realidades del mundo físico tal como se dan a los órganos de los sentidos.

Ahora bien, el éter especialmente -es decir, la suma total de los procesos etéricos- pertenece ciertamente a una realidad supersensible. El futuro científico puede tomar cualquiera de las dos opciones con referencia a los hallazgos enunciados como resultado de la investigación en lo supersensible
1. Puede asumirlos como hipótesis, como lo ha hecho con la concepción del átomo y del éter, y puede entonces observar si estas hipótesis son corroboradas por sus efectos y sus manifestaciones en el mundo físico. Como hipótesis, los resultados de las investigaciones suprasensibles no se postulan para él de manera diferente a cualquier otra. Entonces observará rápidamente que esta hipótesis -tal como será para él- ofrece posibilidades mucho más amplias que otras hipótesis para una explicación totalmente coherente de los fenómenos del mundo físico de los sentidos, incluso para la comprensión de fenómenos cuya comprensión sobre la base de hipótesis anteriores era imposible: por ejemplo, los procesos vitales. Verá así que esta hipótesis resistirá a toda prueba científica razonable.
2.O puede, en el sentido de la exigencia expuesta anteriormente, librarse de los obstáculos que impiden su percepción del mundo suprasensible, como se explica en los escritos del Dr. Rudolf Steiner, y alcanzará por este medio la posibilidad de que la hipótesis del éter se convierta en la percepción y el conocimiento del éter.
El objetivo propio de la investigación científica en este campo puede alcanzarse naturalmente sólo de esta última manera. Toda investigación del éter se agotará para siempre en hipótesis aún más complicadas, si no avanza hasta el punto en que lo etérico sea llevado al ámbito perceptivo y cognitivo del hombre. En efecto, ser verdaderamente científico consiste en esto: en no declinar nunca la comprobación y la puesta en su lugar de cualquier experiencia alcanzable. Sin embargo, quien no quiera seguir todavía este camino de investigación suprasensible, se le ofrece aquí una hipótesis, como hemos dicho, que -si se aplica a las realidades del mundo físico sensible- se adapta mejor a la explicación incontestable de estos fenómenos, y especialmente de los fenómenos de la vida, que las hipótesis contradictorias del éter de los últimos tiempos, cada vez más insostenibles.


1La cursiva es del propio Dr. Wachsmuth