Capítulo X
LA CONFORMACIÓN DE LA SUSTANCIA, LA DISOLUCIÓN DE LA SUSTANCIA Y LA RADIACTIVIDAD
Dr. Guenther Wachsmuth
año de 1926
La
descomposición de la sustancia, que se ha revelado a través de la
investigación de la última década en los fenómenos de
radiactividad, se ha convertido en uno de los componentes más
esenciales en nuestra concepción del mundo. Además, ha
proporcionado la evidencia para demostrar que la vida transitoria de
nuestro sistema cósmico actual (desde el génesis hasta la muerte
por calor) puede ser vista, no sólo en su proceso de devenir, sino
también en su decadencia y procesos de muerte, por el hombre, que
comparte esta experiencia.
El hecho de que esta disolución de la
sustancia proceda espontáneamente y al margen de las influencias
químicas o físicas del hombre, ha sido completamente establecido
por las investigaciones actuales sobre la radiactividad. Por lo
tanto, esta disolución está, por el momento, libre de toda voluntad
humana arbitraria.
Anteriormente se suponía que los fenómenos de
radiactividad eran atributos de ciertos minerales especiales. Pero se
ha podido demostrar, como afirman el profesor St. Meyer y E. von
Schweidler en su obra frecuentemente citada " Radioaktivltat : "
Que no sólo los minerales que contienen realmente uranio y torio,
sino casi todas las formas naturales de rocas y suelos contienen
ingredientes radioactivos". El contenido, por lo tanto, de
elementos radioactivos y la evolución resultante del calor en las
formas de roca más difundidas que componen la corteza de la Tierra
tienen una importancia esencial para el calentamiento del planeta. En
particular, la investigación de la radiactividad ha demostrado que
los métodos por los que hasta ahora se ha calculado matemáticamente
la edad de la corteza terrestre han perdido de vista la realidad. El
Dr. Kähler cita, además, en su volumen sobre "Luftelektrizität"
(p. 117), el hecho comprobado experimentalmente de que "la
sustancia radiactiva está mezclada directamente con el aire" y
no sólo ligada a la corteza exterior sólida de la Tierra. "El
agua del mar muestra también una ligera pero evidente radiactividad"
(p. 125).
Más adelante él sostiene: "La nieve manifiesta a menudo su radiactividad" y en otro lugar: "La radiactividad de las sustancias precipitadas varía. En general, en proporción a la cantidad de agua, es mayor en la nieve que en la lluvia". Por último, se ha descubierto que el aire de la atmósfera, el aire que respiramos, toma continuamente las emanaciones radiactivas de la corteza terrestre, y hemos podido seguir este proceso rítmico al considerar el proceso de respiración del organismo terrestre (cap.Ill). De todos estos experimentos se desprende que la radiactividad se manifiesta en todas las esferas y en todos los elementos del organismo terrestre. (Su consiguiente e importante influencia sobre el hombre, compuesto, como lo está, de los elementos de la tierra y que vive en el organismo terrestre, la consideraremos más adelante por separado).
Antes de entrar en la discusión de los fenómenos de la radiactividad en sí misma, sería conveniente comentar brevemente un fenómeno que puede ser comprendido como parte de la radiactividad sólo a partir de las relaciones macrocósmicas. Se ha descubierto que la radiactividad es más acusada en relación con las sustancias de composición más compleja, y especialmente con aquellos elementos terrestres "a los que, de todos los elementos, pertenece el mayor peso atómico". Además, se ha aprendido que los productos de la serie de disolución radiactiva son isótopos del plomo, es decir, que las sustancias de disolución más intensa en el organismo terrestre son de naturaleza similar al plomo. Me permito aquí llamar la atención sobre el hecho de que en aquellas tradiciones espirituales de Oriente y Occidente en las que se conocía mucho de la relación entre los procesos macrocósmicos y microcósmicos sin el aparato de la astrofísica de nuestra época, el plomo, por un lado, iba siempre acompañado del signo de Saturno y, por otra parte, el estado más antiguo del sistema cósmico se denominaba también "estado de Saturno". La investigación moderna ha establecido ahora de forma bastante indiscutible y cuantitativa esta relación entre el plomo y el elemento más complicado de la sustancia, más sujeto a la disolución. En el caso de las enseñanzas espirituales mencionadas anteriormente, se conocían estas cuestiones de peso, asociadas también, por supuesto, a atributos cualitativos.
El
descubrimiento de esta disolución espontánea de la sustancia ha
conducido a una investigación más profunda de esa pequeña entidad
de sustancia llamada "átomo", y ahora nos esforzaremos por
llegar a una concepción de la estructura interna de la unidad de
sustancia.
La investigación moderna busca, por supuesto, desde
todas las direcciones, llegar a este importante objetivo. No
entraremos ahora en el debate a favor y en contra de la teoría
atómica, sino que nos limitaremos a señalar respecto a la teoría
que, aunque las características cualitativas y cuantitativas no
están separadas arbitrariamente, como nunca lo están en la
realidad, se puede, en cierto sentido, hablar de las entidades más
pequeñas de la sustancia igual que se habla de las unidades mayores,
como la Tierra, el Sol, Saturno y otras similares.
Naturalmente,
todas estas unidades mayores o menores pueden
convertirse en unidades aún mayores o más pequeñas. Debemos darnos
cuenta, sobre todo, de que, al igual que las unidades mayores (los
planetas, por ejemplo) están en proceso de metamorfosis y son de
naturaleza distinta unos de otros, también las entidades más
pequeñas de la sustancia no son inmutables para siempre, y éstas
también manifestarán características diferentes en los distintos
elementos. Así, una entidad de la sustancia plomo será diferente de
una de oro, cobre, hierro, etc. Sin embargo, todos ellos manifestarán
ciertos rasgos en común porque todos están sujetos a las leyes
generales terrestres. Aquí hablaremos de estos rasgos comunes. Para
aquellos que no pretenden comprender los fenómenos individuales
separados de sus interrelaciones, sino que se esfuerzan por aplicar
una concepción orgánica incluso a los miembros individuales del
sistema de la sustancia, los fenómenos relacionados con la
radiactividad y la unidad de la sustancia en la que se producen se
comprenden mejor, a la luz de la realidad, por comparación con la
estructura del organismo terrestre. Mientras que nunca podremos,
evidentemente, establecer por medio de nuestros sentidos las unidades
más minúsculas de sustancia llamadas "átomos",
comprendemos enseguida lo que ocurre en tal microcosmos por
comparación con su arquetipo mayor, que es accesible en mucho mayor
grado a nuestra observación real.
Imagen del organismo terrestre, e igualmente de la unidad de sustancia.
(El conjunto, naturalmente, no es estático, sino que está en constante movimiento dentro de las esferas, y la radiación espontánea es irregular. A través de los rayos rosas se pretende indicar esquemáticamente la radiación).
Apliquemos ahora a este modelo de sustancia, correspondiente al organismo terrestre, lo que se ha demostrado mediante la investigación en torno a la radiactividad.
En relación con la disolución espontánea de la sustancia en la radiactividad, salen a la luz principalmente cuatro actividades concretas, confirmadas experimentalmente :
(a)
Actividad térmica,
(b) Actividad lumínica,
(c) Actividad
química,
(d) Actividades que afectan a los procesos vitales.
(a)
Una unidad de sustancia está interpenetrada vitalmente por fuerzas
centrífugas, por un lado (éter calórico y éter lumínico), y por
otro lado por fuerzas centrípetas (éter químico y éter vital).
Las sustancias radioactivas están siempre algo más calientes que su
entorno, lo que es resultado de la acción del éter calórico
liberado por el proceso de desintegración, y no de ningún tipo de
inexplicable e hipotética transmutación de energía." Se ha
comprobado experimentalmente que los fenómenos de radiactividad
están totalmente libres de las influencias de la temperatura
exterior. Los profesores St. Meyer y E. von Schweidler demostraron de
manera concluyente el siguiente hecho muy interesante: "El
desarrollo del calor es, en primer lugar, sorprendentemente grande.
Llega a tal grado, como lo han demostrado investigaciones más
recientes, que el radio siempre llevará aproximadamente 11 veces su
propio peso de agua desde el punto de congelación hasta el de
ebullición en una hora". Fenómenos similares se establecieron
entonces para las otras sustancias radioactivas" (p. 13). El
calor puede, pues, demostrarse fácilmente como una fuerza formativa
que existe por sí misma y que se manifiesta a través de la
disolución de la sustancia.
(b) Los
fenómenos de la luz en relación con las sustancias radioactivas se
basan en la acción del éter lumínico y del éter vital, tal como
hemos descrito esta acción anteriormente en otras relaciones. Se
trata de "luz pura" (cap. VII), pues es totalmente
independiente de los procesos de combustión y de calor. Se ha
comprobado experimentalmente, como hemos dicho, que los fenómenos de
radiactividad están totalmente libres de la influencia de la
temperatura exterior. Se ha comprobado que los efectos de la luz
provienen de las zonas exteriores que se encuentran alrededor del
núcleo interno de la entidad de la sustancia, es decir, de la esfera
de éter lumínico del diagrama anterior, de modo que existe aquí
una completa correspondencia con la descripción del organismo
terrestre dada anteriormente. Todas las mezclas radioactivas forman
siempre el triple oxígeno, el ozono. La luminosidad del radio no
depende del tratamiento previo con los rayos solares, pues el éter
vital y el éter lumínico se liberan a través de la disolución de
la sustancia y se expresan en fenómenos de luz, tal como sucede en
gran escala en el organismo terrestre.
(c) La acción química de
la disolución de unidades de sustancia es múltiple. La metamorfosis
del fósforo blanco en rojo por medio de ciertos rayos radiactivos
debe atribuirse, sin duda, especialmente a la liberación del
calor
Los efectos contradictorios observados hasta ahora -que
las sustancias radiactivas descomponen el agua y forman agua, y que
del mismo modo forman el ozono y lo destruyen- pueden explicarse
ahora de manera indiscutible, ya que esto depende de las fuerzas
etéricas formadoras de las sustancias radiactivas que actúan en ese
momento sobre las otras sustancias en cuestión. El éter vital y el
éter lumínico formarán el ozono; el éter calórico lo destruirá;
el éter químico formará el agua; el éter lumínico no, etc.
Llegados a este punto, nos llevaría demasiado lejos discutir cada
fenómeno individual a fondo sobre la base de las fuerzas formativas
etéricas tal como han sido descritas. Cualquiera que esté
íntimamente familiarizado con los procesos radioactivos admitirá,
sin embargo, que muchos de los fenómenos que ha observado hasta
ahora pueden ser interpretados de forma muy diferente cuando se
consideran de forma viva, a la luz del análisis anterior de la
unidad de sustancia con una estructura interna similar a la del
organismo terrestre.
(d) Son muy importantes las influencias de la sustancia disolvente y la acción de sus fuerzas sobre los fenómenos de la vida. En este sentido, los trabajos de los profesores St. Meyer y E. von Schweidler aportan abundantes e interesantes pruebas. Los hombres, los animales, las plantas y los minerales, todo lo creado, todo está sujeto a esta acción. Los minerales están influenciados en los procesos de cristalización (véase el capítulo XI); las plantas en su elemento vital, la clorofila; el hombre en su sangre y en muchas otras partes de su organismo. El significado terapéutico de la sustancia radioactiva en las fuentes de todos los baños curativos del mundo -como Karlsbad, Gastein, Baden-Baden, Nauheim, etc.- ha sido revelado, de hecho, en la última década, aunque todavía no se ha explicado. El Dr. Kähler dice en "Luftelektrizität" (p. 125): "Los manantiales que han llegado a ser conocidos como curativos manifiestan un alto grado de actividad".
Aquí
vamos a demostrar de la manera más penetrante la diferencia entre
una manera meramente cuantitativa y una cualitativa de ver el mundo.
El éter vital liberado de la sustancia disolvente rompe todas las
trabas de una comprensión meramente cuantitativa. Al igual que las
fuerzas formativas cósmicas que penetran en las esferas exteriores
del organismo terrestre (pp. 157-158), no sólo forma el ozono, tan
vitalmente importante, sino que llega a lo más profundo de los
fenómenos de la vida. Los efectos fisiológicos de estas fuerzas
liberadas son casi todos (St. Meyer y E. von Schweidler, p. 199): "El
control del crecimiento de los hongos; la destrucción de la fuerza
germinativa en las semillas; el control del crecimiento de las raíces
y de las yemas y de las plantas enteras; la aceleración de la
defoliación, etc. La atrofia de partes de las flores; la detención
del desarrollo del embrión; la degeneración del núcleo celular,
etc., etc." Nägeli dice en su obra sobre "Blutkrankheiten
und Blutdiagnose" (p. 171): "En la medida en que las
investigaciones actuales han establecido conclusiones, hay que
suponer una doble acción de los rayos Röntgen Una destrucción
directa de las células en los órganos sometidos a la radiación; 2.
una influencia indirecta ejercida sobre los órganos no sometidos a
la radiación por medio de una toxina Röntgen en el sentido de un
retraso de la formación celular y un acercamiento de la citogénesis
hacia el modo normal. La radiación con radio muestra efectos que
corresponden a los producidos por la radiación Röntgen sobre los
órganos generadores de sangre". Pero el efecto sobre los
fenómenos de la vida en el hombre, los animales y las plantas
depende directamente de la intensidad de la acción. Un alto grado de
intensidad es a menudo destructivo, mientras que una baja intensidad
es edificante, beneficiosa. Esto, sin embargo, depende sobre todo del
organismo particular sobre el que se ejerce la influencia. Una
ciencia que, al aplicar estas fuerzas etéricas formativas, no se
base en la concepción del cuerpo etérico de los organismos, de los
hombres, de los animales y de las plantas, tal como se observa aquí
en relación con los organismos más variados, podría, a pesar de la
mayor buena voluntad, ocasionar una catástrofe imperdonable en el
mundo de los vivos, de los organismos, por medio de las fuerzas
recién reveladas, tal como entran en el control humano arbitrario a
través de la disolución de la sustancia. Con el descubrimiento de
las fuerzas que se liberan por la disolución de la sustancia -que,
por supuesto, siempre han existido, pero que ahora, por primera vez,
se someten en medida creciente al control humano arbitrario- la
investigación meramente cuantitativa del mundo se convierte en un
peligro mundial.
Los primeros investigadores audaces del radio han
tenido que sufrir en el curso de sus investigaciones la mutilación
de miembros, hecho que produce un temor estremecedor a quienes no
cierran los ojos al hecho de que estas experiencias inesperadas
pueden resultar ser un mero comienzo de la intensificación de tales
fenómenos cuyo significado para la evolución futura de los seres
vivos, y sobre todo la evolución del hombre, apenas puede
conjeturarse en nuestros días.
Sólo recurriendo al conocimiento
del cuerpo etérico y de los demás miembros esenciales del ser
humano, tal como la ciencia espiritual antroposófica los representa
en nuestra época a partir de una fuente espiritual de conocimiento,
podremos salvar a la humanidad de encontrarse con una calamitosa
confusión en el Mundo de las fuerzas tan inesperadamente como el
mundo político se quedó asombrado e impotente ante la catástrofe
de la guerra y la economía política académica ante el consiguiente
caos de nuestra vida económica nacional.
Para
concluir, podemos echar un vistazo a las perspectivas de la
investigación unificada de los organismos y sus tareas futuras en
relación con los descubrimientos de la radiactividad.
En relación
con la aparición y extinción de especies de animales
En relación
con la aparición y extinción de especies de animales y plantas en
diferentes partes del organismo terrestre -a lo que ya nos hemos
referido en el capítulo III- hay que señalar, además, que los
fenómenos de disolución de la sustancia, ligados a los procesos
etéricos, para los que la radiactividad no es más que una de las
muchas manifestaciones, tienen grados de intensidad diferentes en las
distintas partes geográficas del organismo terrestre, hecho que en
el futuro explicará muchos enigmas en las ciencias de la etnología,
la zoología y la botánica. Los minerales, el agua y el aire para
respirar están interpenetrados de manera muy diferente por las
fuerzas formativas etéricas en las distintas partes de la tierra.
Esta acción geográficamente variable de las fuerzas formativas
etéricas en los minerales, el agua y el aire para respirar -es
decir, en esos componentes, que forman los cuerpos de las plantas,
los animales y el hombre en las diferentes partes de la tierra e
influyen en sus fenómenos vitales- se encuentra entre las causas de
las diferencias que distinguen las razas de los hombres y las
variedades de animales y plantas. Con la variación de la estructura
etérica de un complejo geográfico particular, varían también las
condiciones esenciales para la vida, y con éstas los fenómenos de
la vida, entre las plantas, los animales y los hombres de esa región
de la tierra. (Los investigadores biológicos que deseen comprender
la aparición y desaparición de razas y especies en el reino de la
vida y sus variaciones, se verán obligados en el futuro a pasar al
estudio de la "geografía etérica", es decir, a la
investigación de la actividad geográficamente variable de las
fuerzas formativas etéricas en el organismo terrestre.
En esta
investigación será posible, entre otras cosas, trabajar a partir de
una investigación de las modificaciones que sufren las unidades de
sustancia en las distintas regiones del mundo, ya que éstas, como
hemos visto, reproducen en miniatura el cuadro del organismo
terrestre. El modelo del organismo terrestre es también el modelo de
las unidades más pequeñas de sustancia, que, sin embargo, pasan por
sus metamorfosis según las diferentes influencias de las distintas
regiones de la tierra y, por tanto, son cada vez más variadas e
individualizadas en el espacio y en el tiempo.