martes, 24 de agosto de 2021

GA119-6 Viena 26 de marzo de 1910 -Experiencias iniciáticas en los misterios del norte

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 RUDOLF STEINER


MACROCOSMOS Y MICROCOSMOS

 Experiencias iniciáticas en los misterios del norte.

Viena 26 de marzo de 1910

6ª conferencia

 

Como conclusión de lo que se dijo ayer sobre el tema del camino místico más profundo, fue necesario hablar del principal peligro que encontraba en este camino quien intentaba recorrerlo sin un líder en tiempos anteriores a la existencia de los métodos de iniciación ahora disponibles. Para indicar aún más explícitamente cuán grandes eran estas dificultades, quiero añadir lo siguiente.

Hemos oído que las dificultades se deben principalmente al hecho de que al descender a su ser interior, el hombre se llena casi por completo de sus impulsos egoístas. El Ego despierta con una fuerza que pondría todo a su servicio; todo sería visto de acuerdo con el colorido que le da este Ego fortalecido. Por esta razón era esencial en el proceso de la antigua Iniciación que la fuerza de este sentimiento del Ego, de la conciencia del Ego, fuera sometida. El Ego tenía que ser entregado al líder espiritual o al maestro. Esta subyugación del Ego se efectuaba de tal manera que, mediante el poder que emanaba del líder espiritual, la conciencia del Ego del candidato a la iniciación se reducía, para empezar, a un tercio de su fuerza ordinaria. Se trata de una reducción muy considerable, pues puede decirse, a grandes rasgos, que, con excepción de la etapa más profunda de todas, nuestra conciencia en el sueño se reduce a un tercio aproximadamente. Pero en los antiguos Misterios el proceso se llevaba más allá; la conciencia se reducía a un cuarto de un tercio (es decir, a una doceava parte), de modo que finalmente el candidato se encontraba realmente en una condición parecida a la muerte. Para la observación externa era exactamente como un ser muerto.

Pero debo subrayar que esta conciencia del yo no se desvanecía en la nada. No era así. Por el contrario, sólo entonces le era posible darse cuenta, a través de la percepción espiritual, de la intensa fuerza del egoísmo humano; pues incluso cuando la conciencia del Ego estaba reducida a una duodécima parte, una poderosa fuerza de egoísmo seguía surgiendo espiritualmente del individuo. Y por extraño que parezca, para mantener a raya este egoísmo desbordante, para mantener un control espiritual sobre el hombre cuyo Ego estaba así sometido, se necesitaban doce ayudantes para el maestro o líder. - Este es uno de los llamados secretos de la Iniciación superior en ciertos Misterios antiguos. Lo mencionamos aquí sólo para que el hombre sepa lo que se encuentra cuando desciende a su propio ser interior. Dejado a sus propios recursos, desarrollaría rasgos doce veces peores que los que poseía en la vida ordinaria. Estos rasgos eran controlados en los antiguos Misterios por los doce ayudantes del sacerdote de Hermes. - Sirva esto simplemente como complemento a las referencias hechas al final de la conferencia de ayer.

Hoy nos ocuparemos del otro camino que el hombre puede tomar, no descendiendo a su ser interior en el momento de la vigilia, sino experimentando conscientemente el momento de ir a dormir, experimentando conscientemente la condición durante la cual se entrega al sueño. Hemos oído cómo el hombre se ha expandido entonces, por así decirlo, en el Macrocosmos, mientras que en su estado de vigilia se ha sumergido en su propio ser, en el Microcosmos. También se nos ha indicado que lo que el ser humano experimentaría si su Ego se vertiera conscientemente en el Macrocosmos, sería tan deslumbrante, tan estremecedor, que debe considerarse como una sabia disposición el hecho de que en el momento de dormirse el ser humano olvide por completo su existencia y cese la conciencia.

Lo que el hombre puede experimentar en el Macrocosmos que se abre ante sí, siempre que conserve un cierto grado de conciencia, fue descrito como un estado de éxtasis. Pero al mismo tiempo se decía que en el éxtasis el Ego es como una pequeña gota que se mezcla en un gran volumen de agua y desaparece en ella. El hombre se encuentra en el estado de estar fuera de sí mismo, fuera de su naturaleza ordinaria; deja que su Ego fluya fuera de sí. El éxtasis, por lo tanto, no puede ser considerado de ninguna manera como una forma deseable de pasar al Macrocosmos, porque el hombre perdería el control de sí mismo y el Ego dejaría de controlarlo. Sin embargo, en tiempos pasados, particularmente en ciertas partes de Europa, un candidato que iba a ser iniciado en los misterios del Macrocosmos era puesto en una condición comparable con el éxtasis. Esto ya no forma parte de los métodos modernos para alcanzar la iniciación, pero en los tiempos antiguos, especialmente en las regiones del Norte y del Oeste de Europa, incluida la nuestra, estaba totalmente en consonancia con el desarrollo de los pueblos que vivían allí que debían ser conducidos a los secretos del Macrocosmos a través de una forma de éxtasis. De este modo, también se exponían a lo que podría describirse como la pérdida del Ego, pero esta condición era menos peligrosa en aquellos tiempos porque los hombres todavía estaban imbuidos de una cierta fuerza sana y elemental; a diferencia de los pueblos de hoy, sus fuerzas anímicas no habían sido debilitadas por los efectos de una intelectualidad altamente desarrollada. Podían experimentar con mucha mayor intensidad toda la esperanza relacionada con la primavera, la exaltación del verano, la melancolía del otoño, el estremecimiento de la muerte del invierno, conservando todavía algo de su ego, aunque no por mucho tiempo. En el caso de los que iban a convertirse en iniciados y maestros de los hombres, había que prever que esta introducción en el Macrocosmos tuviera lugar de manera diferente. La razón de esto será evidente cuando se recuerde que la característica principal en este proceso era la pérdida del Ego. El Ego se iba debilitando progresivamente, hasta que finalmente el hombre llegaba al estado en que se perdía a sí mismo como ser humano.

¿Cómo podía evitarse esto? La fuerza que se debilitaba en la propia alma del candidato, la fuerza del Ego, tenía que ser traída a él desde fuera. En los Misterios del Norte, esto se lograba mediante el apoyo al candidato de ayudantes que, a su vez, apoyaban al iniciador oficiante. La presencia de un iniciador espiritual era esencial, pero los ayudantes también eran necesarios. Estos ayudantes se preparaban de la siguiente manera. -

A través de un tipo especial de entrenamiento, un individuo experimentaba con especial intensidad las experiencias que surgen de la entrega interior, por ejemplo a la vida incipiente de la naturaleza en primavera. Ciertamente, cualquier ser humano puede tener algo del mismo sentimiento, pero no con la intensidad necesaria. Por lo tanto, los individuos eran especialmente entrenados para poner todas sus fuerzas del alma al servicio de los Misterios del Norte, para renunciar a todas las experiencias relacionadas con el Verano, el Otoño y el Invierno, y para concentrar toda su vida de sentimientos en la vida naciente de la Primavera. Otros eran entrenados para experimentar la exuberante vida del Verano, otros la vida característica del Otoño, otros la del Invierno. Las experiencias que un solo ser humano puede tener a lo largo del año se distribuían entre varios, de modo que se disponía de individuos que, de maneras muy diferentes, habían fortalecido un aspecto de su Ego. Como habían cultivado una fuerza en particular, excluyendo todas las demás, tenían en su interior una sobreabundancia de fuerza yoica, y ahora, de acuerdo con ciertas reglas, se les ponía en contacto con el candidato a la Iniciación, de tal manera que su sobreabundancia de fuerza yoica le era transmitida. De lo contrario, su propia fuerza yoica se habría debilitado progresivamente. Así, el que en el proceso de la Iniciación debía experimentar todo el ciclo del año, vivía todas las estaciones con igual intensidad; la fuerza yoica de estos ayudantes del sacerdote iniciador fluía en él tan eficazmente que era conducido a una etapa en la que se le revelaban ciertas verdades superiores relacionadas con el Macrocosmos. Lo que los otros podían impartir se vertía en el alma del candidato a la Iniciación.

Para comprender tal proceso debemos ser capaces de formarnos una idea de la intensa devoción y abnegación con la que los hombres trabajaban en los Misterios en aquellos antiguos tiempos. El mundo exotérico actual tiene muy poca idea de tan ferviente abnegación. En épocas anteriores había individuos que desarrollaban voluntariamente un lado de su Ego con el objeto de ponerlo al servicio del candidato a la Iniciación y poder así, eventualmente, escuchar de él una descripción de lo que había experimentado en una condición que no era éxtasis en el sentido usual, sino -porque la fuerza extraña del Ego se había vertido en él- un ascenso consciente al Macrocosmos.

Se necesitaban doce individuos -tres ayudantes de primavera, tres de verano, tres de otoño y tres de invierno- que transmitían sus fuerzas yoicas especializadas al candidato a la iniciación y éste, cuando se había elevado a los mundos superiores, podía dar información sobre esos mundos a partir de su propia experiencia. Un equipo o "colegio" de doce hombres trabajaba conjuntamente en los Misterios para ayudar al candidato a la Iniciación a elevarse al Macrocosmos. Una reminiscencia de esto se ha conservado en ciertas sociedades existentes hoy en día, pero en una forma totalmente decadente. Por regla general, en tales sociedades también se llevan a cabo funciones especiales por parte de doce miembros; pero esto no es más que un último y, además, totalmente incomprendido eco de los actos que antaño se llevaban a cabo en los Misterios del Norte a efectos de la Iniciación.

Por tanto, si un hombre dotado de una fuerza yoica mantenida artificialmente en él, penetra en el Macrocosmos, asciende realmente a los mundos superiores. (ver gráfico). El primer mundo por el que pasaba era el que se encontraba en la parte superior de la Tierra, y el segundo era el que se encontraba en la parte inferior de la Tierra. El primer mundo por el que pasaba era el que se le revelaría si no perdía la conciencia al dormirse. Por lo tanto, ahora vamos a centrar nuestra atención en este momento de ir a dormir como lo hicimos anteriormente con el de la vigilia.

La terminología empleada para referirse a los mundos suprasensibles varía:

Según la Teosofía oriental

Según la Teosofía Rosa Cruz

Movimiento asociado al Rosa Cruz

Plano físico

Mundo físico

Mundo del intelecto

Plano Astral

Mundo Imaginativo

Mundo Elemental

Rupa–devacán o Plano mental inf.

Mundo Inspirativo o de la armonía de las esferas

Mundo de los espíritus o Mundo celestial

Arupa-devacán o Plano mental sup.

Mundo intuitivo

Mundo de la razón



Mundo de las imágenes arquetípicas

El mundo astral podría llamarse también el mundo del alma y el mundo devacánico la tierra del espíritu. (Las lenguas europeas, "si son honestas consigo mismas", no tienen todavía denominaciones adecuadas para aplicarlas al plano del Nirvana.

El proceso de dormir es, en realidad, un ascenso al Macrocosmos. Incluso en la conciencia humana normal es posible a veces, mediante condiciones particularmente anormales, llegar a ser consciente hasta cierto punto de los procesos relacionados con el sueño. Esto ocurre de la siguiente manera. - El hombre siente una especie de gozo y puede distinguir esta conciencia de gozo muy claramente de la conciencia ordinaria de la vigilia. Es como si se volviera más ligero, como si creciera más allá de sí mismo. Entonces esta experiencia está conectada con un cierto sentimiento de ser torturado por el recuerdo de las faltas personales heredadas en el carácter durante la vida. Lo que surge aquí como un recuerdo doloroso de las faltas personales es un reflejo muy tenue del sentimiento que tiene un hombre cuando traspasa el Guardián Menor del Umbral y puede percibir lo imperfecto que es y lo trivial frente a las grandes realidades y Seres del Macrocosmos. A esta experiencia le sigue una especie de convulsión, que indica que el hombre interior está entrando en el Macrocosmos. Tales experiencias son inusuales pero conocidas por muchas personas cuando estaban más o menos conscientes en el momento de ir a dormir. Pero una persona que sólo tiene la conciencia ordinaria, normal, la pierde en el momento de ir a dormir. Todas las impresiones del día -colores, luz, sonidos, etc.- se desvanecen, y el individuo está rodeado de una densa oscuridad en lugar de los colores y otras impresiones de la vida cotidiana. Si fuera capaz de mantener su conciencia - como puede hacer el Iniciado entrenado - en el momento en que las impresiones del día se desvanecen, percibiría lo que se llama en la ciencia espiritual el Mundo Elemental o  Mundo de los Elementos.

Este Mundo de los Elementos está, para empezar, oculto al hombre mientras está en proceso de dormir. Al igual que el ser interior del hombre está oculto al despertar, porque su atención se desvía hacia las impresiones del mundo exterior, cuando se va a dormir, el mundo más cercano al que pertenece, la primera etapa del Macrocosmos, el Mundo Elemental, está oculto a su percepción. Podrá aprender a contemplarlo cuando ascienda realmente al Macrocosmos de la manera indicada. Para empezar, este Mundo Elemental le hace consciente de que todo lo que hay en su entorno, todas las percepciones e impresiones sensoriales, son una emanación, una manifestación de lo espiritual, que lo espiritual está detrás de todo lo material. Cuando un individuo en camino a la Iniciación - no perdiendo, por lo tanto, la conciencia al pasar al sueño - percibe este mundo, ya no existe para él ninguna duda de que detrás del mundo físico se encuentran Seres espirituales y realidades espirituales. Sólo mientras no tiene conciencia de nada más que del mundo físico, se imagina que detrás de este mundo existen toda clase de presuntos fenómenos materiales, como los átomos y otros similares. Para el hombre que penetra en el Mundo Elemental ya no puede haber ninguna cuestión de átomos de materia que giran y se agrupan. Sabe que lo que hay detrás de los colores, los sonidos, etc., no es material, sino espiritual. Ciertamente, en esta primera etapa del Mundo de los Elementos lo espiritual no se revela todavía en su verdadera forma de espíritu. El hombre tiene ante sí impresiones que, aunque de forma diferente a las conocidas en la conciencia de vigilia, no son todavía los hechos espirituales propiamente dichos. Todavía no es nada que pueda llamarse una verdadera manifestación espiritual, pero en un grado considerable es algo que podría describirse como una especie de nuevo velo sobre los Seres y hechos espirituales.

La forma en que este mundo se revela es tal que le son aplicables las denominaciones, los nombres, que desde la antigüedad se han utilizado para los Elementos. Podemos describir lo que allí se ve eligiendo palabras utilizadas para las cualidades que se perciben en el mundo físico: sólido, líquido o fluido, aéreo o aeriforme, o calor; o bien: tierra, agua, aire, fuego. Estas expresiones están tomadas del mundo físico para el que han sido acuñadas. Nuestro lenguaje es, después de todo, un medio de expresión para el mundo físico. Por lo tanto, si el científico espiritual tiene que describir los mundos superiores, debe tomar prestadas las palabras del lenguaje que se acuñó para las cosas de la vida ordinaria. Sólo puede hablar con símiles, procurando elegir las palabras de manera que poco a poco se evoca una idea de lo que se percibe por la visión espiritual. Al describir el Mundo Elemental no debemos tomar los términos y expresiones que se utilizan para los objetos circunscritos en el mundo físico, sino los que se utilizan para ciertas cualidades comunes a una categoría de objetos. De lo contrario, perderemos la orientación. Las cosas del mundo físico se nos revelan en ciertos estados que llamamos sólido, líquido, aeriforme; y además existe también lo que percibimos cuando tocamos las superficies de los objetos o sentimos una corriente de aire que llamamos calor.

Las cosas del mundo cotidiano se nos revelan en estos estados o condiciones: sólido, líquido, aecriforme o gaseoso, o como calor. Sin embargo, éstas son siempre cualidades de algún cuerpo externo, pues un cuerpo externo puede ser sólido en forma de hielo o también ser líquido o gaseoso cuando el hielo se derrite. El calor impregna los tres estados. Lo mismo ocurre con todo lo que existe en el mundo exterior de los sentidos.

El hecho es que no hay objetos en el Mundo Elemental como los que se encuentran en el mundo físico, sino que en el Mundo Elemental encontramos como realidades lo que en el mundo físico son meramente cualidades. Percibimos allí algo a lo que sentimos que no podemos acercarnos. La sensación podría describirse de la siguiente manera: Tengo ante mí algo - una entidad o un objeto del Mundo Elemental - que sólo puedo observar rodeándolo; tiene un lado interior y otro exterior. Tal entidad del Mundo Elemental se llama "tierra". También hay cosas y entidades que pueden describirse como "líquido" o "fluido". En el Mundo Elemental podemos ver a través de ellas, podemos penetrar en ellas, tenemos una sensación similar a la sensación en el mundo físico de sumergir la mano en el agua. Podemos sumergirnos en ellas, mientras que lo que se llama "tierra" es algo que ofrece resistencia, como un objeto duro. El segundo estado se describe en el Mundo Elemental como "agua". Siempre que se habla de "tierra" y "agua" en los libros de ciencia espiritual, se trata de esto; el agua física es sólo un símil externo de lo que se ve en esta etapa de desarrollo. El agua es algo que fluye a través del Mundo Elemental, no perceptible, por supuesto, para los sentidos físicos, pero inteligible para los sentidos superiores, para la facultad de percepción espiritual del Iniciado.

Además, hay algo en el Mundo Elemental comparable a lo que llamamos "aire" o "aeriforme" en el mundo físico. Esto se designa como "aire" en el Mundo Elemental. Además, hay "fuego" o "calor", pero hay que tener en cuenta que lo que se llama "fuego" en el mundo físico es sólo un símil. El "fuego", tal como es en el Mundo Elemental, es más fácil de describir que los otros tres estados, ya que éstos sólo pueden ser descritos diciendo que el agua, el aire y la tierra son símiles de ellos. El "fuego" del Mundo Elemental es más fácil de describir porque todo el mundo tiene una concepción del calor del alma como se llama, del calor que se siente, por ejemplo, cuando estamos junto a alguien que amamos. Lo que entonces llena el alma y se llama calor, o fuego de la excitación, debe distinguirse naturalmente del fuego físico ordinario que quemará los dedos si entran en contacto con él. También en la vida cotidiana el hombre siente que el fuego físico es una especie de símbolo del fuego del alma que, cuando se apodera de nosotros, enciende el entusiasmo. Pensando en algo a medio camino entre el fuego exterior, físico, que nos quema los dedos, y el fuego del alma, llegamos a una idea aproximada de lo que se llama "fuego elemental". Cuando en el proceso de la Iniciación un hombre se eleva al Mundo Elemental, siente como si de ciertos lugares fluyera hacia él algo que lo impregna interiormente de calor, mientras que en otro lugar esto es menos. Una complicación adicional es que se siente como si estuviera dentro del ser que le transmite el calor. Está unido a este ser elemental y, en consecuencia, siente su fuego. Este hombre entra en un mundo superior que le proporciona impresiones hasta ahora desconocidas en el mundo de los sentidos.

Cuando un individuo con conciencia normal se duerme, todo su ser fluye hacia el Mundo Elemental. Él está dentro de todo en ese mundo; pero lleva su propia naturaleza, lo que es como persona, dentro de él. Pierde su Ego mientras se derrama, pero lo que no es Ego - osea sus cualidades astrales, sus deseos y pasiones, su sentido de la verdad o la falsedad - todo esto es llevado al Mundo Elemental. Pierde su Ego, que en la vida cotidiana mantiene bajo control, aportando el orden y la armonía al cuerpo astral. Cuando pierde el Ego, el desorden prevalece entre los impulsos y antojos de su alma y se dirigen al Mundo Elemental junto con él; lleva a ese mundo todo lo que hay en su alma. Si tiene alguna mala cualidad, la transmite a un ser del Mundo Elemental que se siente atraído por esta mala cualidad. Así pues, con la pérdida de su Ego, al penetrar en el Macrocosmos, transmite toda su naturaleza astral a los seres malvados que impregnan el Mundo Elemental. Debido a que entra en contacto con estos seres que tienen Egos fuertes, mientras que él mismo, al haber perdido su Ego, es más débil que ellos, la consecuencia es que le corresponderán en sentido negativo por el sustento que les proporciona de su naturaleza astral. Cuando regresa al mundo físico, le transmiten, para su Ego, cualidades que han recibido de él y que han hecho particularmente suyas; en otras palabras, refuerzan su propensión al mal.

Vemos, pues, que es una sabia disposición que el hombre pierda la conciencia cuando entra en el Mundo Elemental y que se le salvaguarde de pasar con su Ego a ese mundo. Por lo tanto, aquel que en los antiguos Misterios iba a ser conducido al Mundo Elemental debía ser cuidadosamente preparado antes de que los ayudantes del Iniciador vertieran fuerzas en él. Esta preparación consistía en la imposición de rigurosas pruebas mediante las cuales el candidato adquiría un mayor poder moral de auto-dominio de sí mismo. Se concedía un valor especial a este atributo. En el caso de un místico, diferentes atributos -la humildad, por ejemplo- se consideraban especialmente valiosos.

En consecuencia, al hombre que iba a ser admitido a una iniciación en estos Misterios, se le imponían pruebas que le ayudaban a elevarse por encima de los desastres de todo tipo, incluso en la existencia física. En su camino se presentaban peligros formidables. Pero al superar estos peligros, su alma debía fortalecerse de tal manera que estuviera debidamente preparada cuando los seres se enfrentaran a él en el Mundo Elemental; entonces era lo suficientemente fuerte como para no sucumbir a ninguna de sus tentaciones, para no dejarse vencer por ellas, sino para rechazarlas. Aquellos que debían ser admitidos en los Misterios eran entrenados en la intrepidez y en el poder del auto-dominio.

Una vez más, hay que decir en este punto que nadie debe alarmarse por la descripción de estos Misterios, ya que hoy en día ya no se imponen tales pruebas, ni son necesarias, porque hay otros caminos disponibles. Pero comprenderemos mejor la importancia del método moderno de iniciación si estudiamos las experiencias vividas en el pasado por muchísimos seres humanos para lograr la iniciación en los secretos de los Misterios.

Cuando el candidato de aquellos antiguos Misterios, después de largas experiencias relacionadas con el Mundo Elemental, había llegado a ser capaz de darse cuenta de que "la tierra", "el agua", "el aire", "el fuego" -todo lo que percibe en el mundo material- son revelaciones de seres espirituales, cuando había aprendido a discriminar entre ellos y a orientarse en el Mundo Elemental, podía ser conducido una etapa más a lo que se llama el Mundo del Espíritu detrás del Mundo Elemental. Los iniciados -y esto sólo puede describirse como una comunicación de lo que experimentaban- se daban cuenta ahora de que, en verdad, hay seres detrás de los Mundos Físico y Elemental. Pero estos seres no se parecen en nada a los hombres. Mientras que los hombres en la Tierra viven juntos en un orden social, en ciertas formas de sociedad, bajo condiciones sociales definidas, ya sean satisfactorias o lo contrario, el candidato a la Iniciación pasa a un mundo en el que hay seres espirituales - seres que naturalmente no tienen cuerpo externo, pero que están relacionados entre sí de tal manera que el orden y la armonía prevalecen. Ahora se le revela que sólo puede comprender el orden y la armonía que percibe en ese mundo si se da cuenta de que lo que hacen estos seres espirituales es una expresión externa de los cuerpos celestes del sistema solar, de la relación entre el Sol y los planetas en sus movimientos y posiciones. Así, estos cuerpos celestes dan expresión a lo que hacen los seres del mundo espiritual.

Ya se ha dicho que nuestro sistema solar puede concebirse como un gran reloj cósmico. Al igual que a partir de la posición de las agujas de un reloj deducimos que algo está sucediendo, podemos hacer lo mismo a partir de las posiciones relativas de los cuerpos celestes. Naturalmente, quien mira un reloj no se interesa por las manecillas o su posición en sí, sino por lo que éstas indican en el mundo exterior. Las manecillas de un reloj indican, por ejemplo, lo que está ocurriendo aquí en Viena o en algún lugar del mundo en este momento. Un hombre que tiene que ir a su trabajo diario mira el reloj para ver si es hora de empezar. La posición de las agujas es, por tanto, la expresión de algo que está detrás. Y lo mismo ocurre en el caso del sistema solar. Este gran reloj cósmico puede considerarse como la expresión de los acontecimientos espirituales y de la actividad de los seres espirituales que hay detrás.

En esta etapa, el candidato a la iniciación que hemos descrito llega a conocer los seres y los hechos espirituales. Llega a conocer el Mundo del Espíritu y se da cuenta de que este Mundo del Espíritu puede comprenderse mejor aplicándole las denominaciones utilizadas en relación con nuestro sistema solar; pues en el tenemos un símbolo exterior de este Mundo del Espíritu. 

Así como el agua física es una parábola, una expresión de lo que llamamos "agua" en el mundo elemental, nuestro sistema solar es una expresión de la eficacia de los seres espirituales, a los que llamamos por los nombres de nuestros planetas y constelaciones del zodiaco. 

Si tomas las doce constelaciones del zodiaco y observas el curso de los siete planetas -los otros también se mencionarán más adelante-, cómo uno se coloca delante de esta constelación, el otro delante de aquella, entonces vemos en el curso de los planetas los hechos de los seres espirituales y en las doce constelaciones del zodiaco a los propios seres espirituales. Al igual que en el sistema solar distinguimos entre los planetas que caminan y las constelaciones que permanecen detrás de ellos como si estuvieran en reposo, podemos imaginar el mundo de los seres espirituales y sus actos como doce grupos de seres cuya actividad se expresa en las doce constelaciones del zodiaco. Sin embargo, no debemos ver esto de forma externa.

Cuando describimos las constelaciones en el zodíaco, no debemos tomar las constelaciones por los propios seres espirituales; entonces seguiríamos quedándonos en lo externo. Las constelaciones mismas son, a su vez, sólo una expresión de los mundos superiores y de los seres elevados que trabajan en ellos. Estos seres se expresan en el número doce, y lo relacionado con sus actos se expresa en el número siete. En la Ciencia Espiritual estos nombres han sido siempre conocidos. 

Al principio de la era cristiana hubo una Escuela esotérica que adoptó los siguientes nombres para los Seres Espirituales correspondientes a las constelaciones zodiacales: Serafines, Querubines, Tronos, Kyriotetes, Dynameis, Exusiai, luego Archai (Principios Primordiales o Espíritus de la Personalidad), luego Arcángeles y Ángeles. La décima categoría es el Hombre mismo en su etapa actual de evolución. Estos nombres denotan diez rangos. El hombre, sin embargo, se desarrolla progresivamente y posteriormente alcanza etapas ya alcanzadas por otros Seres. Por lo tanto, un día él también será instrumental en la formación de una undécima y una duodécima categoría. En este sentido debemos pensar en doce Seres espirituales.

Si quisiéramos describir el Mundo del Espíritu tendríamos que atribuir el origen del universo espiritual a la cooperación entre estas doce categorías de Seres. Cualquier descripción de lo que hacen tendría que tratar de los cuerpos planetarios y sus movimientos. Supongamos que los Espíritus de la Voluntad (los Tronos) cooperan con los Espíritus de la Personalidad (Archai) o con otros Seres - y el Antiguo Saturno llega a la existencia. A través de la cooperación de otros Espíritus surgen los cuerpos planetarios que llamamos Antiguo Sol y Antigua Luna.

Estamos hablando aquí de los hechos de estos Seres espirituales. Una descripción del Mundo del Espíritu debe incluir el Mundo Elemental, pues es la última manifestación antes del mundo físico; el fuego, el aire, el agua, la tierra, también deben ser considerados. En el Antiguo Saturno, todo era fuego o calor; durante la evolución del Antiguo Sol, se añadió el aire; durante la evolución de la Antigua Luna, el agua. Al describir el Mundo del Espíritu debemos comenzar por los Seres. Los llamamos las Jerarquías y pasamos a sus actos que se expresan a través de los planetas en sus cursos. Y para tener una idea de cómo se manifiesta todo esto en el Mundo Elemental debemos describirlo utilizando términos derivados de este mundo. Sólo así es posible dar una imagen del Mundo del Espíritu que está detrás del Mundo Elemental y de nuestro mundo físico de los sentidos.

Los Seres, las Jerarquías espirituales, sus correspondencias con las constelaciones zodiacales, las encarnaciones planetarias de nuestra Tierra descritas mediante el uso de expresiones relacionadas con el Mundo Elemental - todo esto se presenta en detalle en el capítulo sobre la evolución del mundo en el libro Ciencia Oculta - un Esquema, [* Capítulo IV, El Hombre y la Evolución del Mundo y ahora podemos comprender las razones más profundas por las que ese capítulo ha sido escrito de la manera en que lo ha sido. Describe el Macrocosmos como debe ser descrito. Cualquier descripción real debe remontarse a los Seres espirituales. En el libro La Ciencia Oculta traté de dar las líneas directrices para la correcta descripción del Mundo del Espíritu, el mundo al que se entra cuando se ha producido una ascensión real al Macrocosmos.

Este ascenso al Macrocosmos puede, por supuesto, proceder a etapas aún más elevadas, ya que el Macrocosmos no ha sido en absoluto descrito exhaustivamente por lo que se ha dicho aquí. El hombre puede ascender a mundos aún más elevados, pero cada vez es más difícil transmitir una idea de estos mundos. Cuanto más alto es el ascenso, más difícil se hace. Si queremos dar una idea de un mundo aún más elevado, hay que hacerlo de manera bastante diferente. Se puede obtener una impresión del mundo que se alcanza después de pasar más allá del Mundo del Espíritu de la siguiente manera. - Al describir al hombre tal y como lo vemos, podemos decir que su existencia sólo ha sido posible gracias a la existencia de estos mundos superiores. El hombre se ha convertido en el ser que es porque ha evolucionado a partir del mundo físico, pero sobre todo de los mundos superiores y espirituales. Sólo una mente materialista y llena de fantasía puede creer que sea posible que un hombre se origine en la nebulosa descrita por la teoría de Kant-Laplace. Una nebulosa así sólo podría haber producido un autómata, ¡nunca un hombre!

A nuestro alrededor tenemos, en primer lugar, el mundo físico. El cuerpo físico del hombre pertenece al mundo que percibimos con nuestros sentidos. Con la conciencia ordinaria lo percibimos sólo exteriormente. ¿A qué mundo pertenecen los miembros invisibles y más profundos de la naturaleza del hombre? Todos ellos pertenecen a los mundos superiores. Así como con los ojos físicos sólo vemos el aspecto material del hombre, así también vemos del gran mundo exterior sólo lo que perciben los sentidos; no vemos esos mundos suprasensibles de los cuales se han descrito dos: el Mundo Elemental y el Mundo del Espíritu. Pero el hombre, con su constitución interior, ha salido de estos mundos superiores. Todo el ser del hombre, también su naturaleza externa y corporal, sólo ha sido posible porque ciertos Seres espirituales invisibles han trabajado en él. Si sólo el cuerpo etérico hubiera actuado en el hombre, éste sería como una planta, pues una planta tiene un cuerpo físico y otro etérico. El hombre tiene además el cuerpo astral; pero también lo tiene el animal. Si el hombre tuviera sólo estos tres miembros (cuerpo físico, cuerpo etérico, cuerpo astral) sería un animal. El hombre se eleva por encima de estas criaturas inferiores de los reinos mineral, vegetal y animal de la naturaleza porque también tiene su Ego. Todos los miembros superiores del hombre trabajan en su cuerpo físico; el cuerpo físico no podría ser lo que es si el hombre no poseyera también estos miembros superiores. Una planta sería un mineral si no tuviera cuerpo etérico. El hombre no tendría un sistema nervioso si no tuviera un cuerpo astral; no tendría su estructura actual, su andar erguido, su frente sobredimensionada, si no tuviera un Yo. Si no tuviera sus miembros invisibles en los mundos superiores, no podría presentarse ante nosotros como la figura que es.

Ahora bien, estos diferentes miembros del organismo y de la constitución del ser humano se han formado a partir de diferentes mundos espirituales. Para entender esto, haremos bien en recordar un hermoso y profundamente sabio dicho de Goethe: "El ojo está formado por la luz para la luz".  "El ojo debe su existencia a la luz. A partir de órganos animales indiferentes, la luz produce un órgano que se corresponde consigo mismo; y así el ojo es formado por la luz para la luz, de modo que la luz interior pueda encontrarse con la exterior"]. Schopenhauer, y también Kant, quieren presentar el mundo entero como una idea del hombre; esta filosofía quiere subrayar que sin un ojo no percibiríamos ninguna luz, que sin un ojo habría oscuridad a nuestro alrededor. Eso, por supuesto, es cierto, pero la cuestión es que es una verdad unilateral. A menos que se añada el otro lado, una verdad unilateral se considera toda la verdad, y no hay nada más pernicioso. Decir algo que es incorrecto no es lo peor que puede pasar, porque el mundo mismo pronto nos corregirá; pero es realmente grave considerar una verdad unilateral como la verdad absoluta y persistir en considerarla así. Que sin el ojo no podríamos ver la luz es una verdad unilateral. Pero si el mundo hubiera permanecido siempre lleno de oscuridad, no habríamos tenido ojos. Cuando los animales han vivido durante mucho tiempo en cuevas oscuras, pierden la vista y sus ojos se estropean. Por un lado es cierto que sin ojos no podríamos ver la luz, pero por otro lado es igualmente cierto que los ojos han sido formados por la luz, para la luz. Siempre es esencial mirar las verdades no sólo desde un lado, sino también desde el otro. El defecto de la mayoría de los filósofos no es que digan lo que es falso -en muchos casos sus afirmaciones no pueden ser refutadas porque sí afirman verdades- sino que hacen afirmaciones que se deben a que las cosas han sido vistas desde un solo lado. Si tomáis en el sentido correcto el dicho de que "el ojo está formado por la luz, para la luz", podréis deciros que debe haber algo en la luz que, ciertamente, no vemos con nuestros ojos, pero que ha desarrollado los ojos a partir de un organismo que al principio no tenía ojos. Detrás de la luz hay algo oculto. Digamos aquí: El poder formador de ojos está contenido en cada rayo de luz solar. De esto podemos darnos cuenta de que todo lo que nos rodea contiene las fuerzas que nos han creado. Así como nuestros ojos son creados por algo dentro de la luz, todos nuestros órganos han sido formados por algo que subyace a todo lo que vemos en el mundo exterior como superficies externas solamente.

Ahora bien, el hombre también tiene intelecto, inteligencia. En la vida física es capaz de utilizar su inteligencia porque tiene un instrumento para ello. Recordad que estamos hablando ahora del mundo físico, no de lo que es nuestro pensar cuando nos liberamos del cuerpo después de la muerte, sino de cómo pensamos a través del instrumento del cerebro cuando nos hemos despertado del sueño por la mañana; después de despertarnos vemos la luz a través de los ojos. En la luz hay algo que ha formado el ojo. Pensamos a través del instrumento del cerebro; por lo tanto, debe haber algo en el mundo que haya formado el cerebro de tal manera que pueda convertirse en un instrumento de pensar adecuado para el mundo físico. El cerebro ha sido convertido en un órgano de pensar para el mundo físico por el poder que se manifiesta externamente en nuestra inteligencia. Así como la luz que percibimos con el ojo es un poder formador de ojos, nuestro cerebro es la manifestación superficial de un poder o fuerza formadora de cerebros. Nuestro cerebro se forma a partir del Mundo del Espíritu.

Quien ha alcanzado la Iniciación reconoce que si sólo existieran el Mundo Elemental y el Mundo del Espíritu, el órgano de la inteligencia del hombre nunca podría haber llegado a existir. El Mundo del Espíritu es, en efecto, un mundo elevado, pero las fuerzas que han formado el órgano físico del pensar deben haber entrado en el hombre desde un mundo aún más elevado para que la inteligencia pueda manifestarse hacia el exterior, en el mundo físico.

La ciencia espiritual ha expresado, no sin razón, esta frontera del mundo que hemos descrito como el mundo de las Jerarquías, con la palabra "Zodíaco". El hombre estaría al nivel del animal si sólo existieran los dos mundos que se han descrito. Para que el hombre pudiera convertirse en un ser capaz de caminar erguido, de pensar por medio del cerebro y de desarrollar la inteligencia, era necesaria una afluencia de fuerzas aún más elevadas, fuerzas procedentes de un mundo superior al Mundo del Espíritu. Aquí llegamos a un mundo designado por una palabra que hoy en día está totalmente mal utilizada a causa del materialismo imperante. Pero en un pasado no muy lejano, la palabra seguía teniendo su significado original. La facultad que el hombre despliega aquí, en el mundo físico, cuando piensa, se llamaba "Inteligencia" en la ciencia espiritual de aquella época. Es de un mundo que se encuentra más allá del Mundo del Espíritu y del Mundo Elemental de donde provienen las fuerzas que descienden a través de estos dos mundos para construir nuestro cerebro. La Ciencia Espiritual también lo ha llamado el Mundo de la Razón (Vernunftwelt). Es el mundo en el que hay Seres espirituales que son capaces de enviar su poder al mundo físico para que se produzca una imagen-sombra de lo Espiritual en el mundo físico en la actividad intelectual del hombre. Antes de la era del materialismo nadie habría utilizado la palabra "razón" para el pensar; el pensar se habría llamado intelecto, inteligencia. Se habría hablado de "razón" (Vernunft) cuando los iniciados se habían elevado a un mundo aún más elevado que el Mundo del Espíritu y tenían allí una percepción directa. En la lengua alemana, la "razón" está relacionada con la percepción (Vernehmen), con lo que se aprehende directamente, percibido como procedente de un mundo aún más elevado que el denotado como Mundo del Espíritu. Una débil imagen de este mundo existe en el sombrío intelecto humano. Los arquitectos y constructores de nuestro órgano del intelecto deben ser buscados en el Mundo de la Razón.

Sólo es posible describir un mundo aún más elevado desarrollando una facultad espiritual que trascienda el intelecto físico. Existe una forma superior de conciencia, a saber, la conciencia clarividente. Si preguntamos: ¿Cómo se desarrolla el órgano que nos permite tener conciencia clarividente? - la respuesta es que deben existir mundos de los que emanen las fuerzas necesarias para el desarrollo de esta conciencia clarividente. Como todo lo demás, debe formarse a partir de un mundo superior. El primer tipo de conciencia clarividente que se desarrolla es una conciencia de imagen, la conciencia imaginativa. Esta Conciencia Imaginativa sigue siendo una mera fantasía mientras el órgano para ella no esté formado por fuerzas de un mundo que está más allá incluso del Mundo de la Razón. En cuanto admitimos la existencia de la conciencia clarividente, debemos admitir también la existencia de un mundo del que emanan las fuerzas que permiten el desarrollo del órgano para ella. Este es el Mundo de las Imágenes Arquetípicas (Urbilderwelt). Todo lo que puede surgir como verdadera Imaginación es un reflejo del Mundo de las Imágenes Arquetípicas.

Así nos elevamos al Macrocosmos a través de cuatro mundos superiores: el Mundo Elemental, el Mundo del Espíritu, el Mundo de la Razón y el Mundo de las Imágenes Arquetípicas. En las próximas conferencias me ocuparé del Mundo de la Razón y del Mundo de las Imágenes Arquetípicas y luego describiré los métodos por los cuales, en consonancia con la cultura moderna, se pueden hacer descender las fuerzas del Mundo de las Imágenes Arquetípicas para hacer posible el desarrollo de la conciencia clarividente.

Traducido por J.Luelmo agosto2021