viernes, 6 de agosto de 2021

GA119-9 Viena 29 de marzo de 1910 -Los órganos de percepción espiritual. El pensar del corazón

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RUDOLF STEINER


MACROCOSMOS Y MICROCOSMOS

Visualización del yo desde doce puntos de vista diferentes.

Viena 29 de marzo de 1910

9ª conferencia

 

Cuando ayer se habló del llamado camino rosacruz que lleva a los mundos espirituales, se dijo que éste es el camino más adecuado para el hombre moderno y el más acorde con las leyes de la evolución de la humanidad. Describimos cómo para elevarse el hombre al conocimiento imaginativo, al conocimiento a través de la inspiración, y al conocimiento intuitivo, requiere adoptar ciertas medidas para su vida anímica. Si no hubiera nada a su disposición, excepto los métodos que aplica deliberadamente a su alma, el ascenso a través de estas tres etapas sería como se indicó ayer. En primer lugar habría que desarrollar los órganos de percepción espiritual, y sólo después de un período de renuncia podría elevarse desde una especie de percepción vaga, apenas perceptible, hasta la experiencia genuina.

En la época actual de la evolución, el hombre no está obligado a confiar sólo en lo que hace deliberadamente a su alma. Aunque en un futuro lejano tendrá que confiar en esto, las leyes de la evolución serán entonces muy diferentes, de modo que desde el principio entrará conscientemente en los mundos espirituales. Ciertamente, esto también es posible hoy, pero sólo porque algo viene en ayuda del hombre, a saber, las fuerzas fortalecedoras del sueño.

Todavía no hemos hablado del efecto de las fuerzas fortalecedoras del sueño sobre quien atraviesa este proceso de desarrollo espiritual. Si durante su desarrollo un hombre no tuviera la ayuda del sueño, necesitaría mucho tiempo antes de poder notar las delicadas experiencias que se producen como resultado de los métodos indicados. Pero como su vida alterna entre la vigilia y el sueño, las fuerzas del sueño acuden en su ayuda mientras desarrolla los órganos de percepción superior a los que se hizo referencia ayer como las flores de loto. Aunque al principio no es posible percibir nada por medio de las flores de loto, sin embargo, durante el sueño se imparten al hombre fuerzas procedentes de los mundos superiores, del Macrocosmos. Es debido a estas fuerzas que tarde o temprano, después de que el hombre se haya vuelto una y otra vez hacia los símbolos y se haya fortalecido tanto interiormente que su vida anímica se haya enriquecido enormemente, estos órganos hacen posible la experiencia real del mundo espiritual, con cierto grado de visión. Cuando se alcanza realmente el Conocimiento Imaginativo, éste ya permite al hombre tener una cierta visión del mundo superior.

Durante un tiempo relativamente largo, el hombre necesitará experimentar en la meditación profunda imágenes tomadas de la vida y que hablan al corazón, o ciertas fórmulas en las que se expresan brevemente los grandes secretos del mundo. Entonces, primeramente en el período de vigilia, pero también cuando desvíe su atención de las experiencias de la vida ordinaria de la vigilia, notará que se presenta ante su alma algo que surge como las imágenes interiores que ha formado para sí mismo, pero que está allí ante él como las flores o las piedras que se ven en la conciencia ordinaria; tiene ante sí símbolos o emblemas reales que sabe que no ha creado él mismo. Durante el período de preparación, y a través del cuidado que ejerce en la construcción de sus símbolos, aprende a distinguir entre las imágenes ilusorias y las verdaderas. El hombre que se prepara concienzudamente y que, sobre todo, ha aprendido a eliminar de su vida superior sus propias opiniones, deseos, anhelos y pasiones personales, que se ha entrenado para no considerar una cosa como verdadera simplemente porque le agrada, sino para excluir su propia opinión, tal hombre puede distinguir inmediatamente entre un símbolo o imagen que es verdadero y otro que es falso.

Ahora comienza una actividad la cual es importante tener en cuenta en relación con la distinción entre imágenes verdaderas y falsas. Esta actividad sólo puede llamarse " pensar con el corazón ". Es algo que surge en el curso del desarrollo del que hablamos ayer. En la vida ordinaria tenemos la sensación de que pensamos con la cabeza. Eso, por supuesto, es una expresión pictórica, ya que en realidad pensamos con los órganos espirituales subyacentes al cerebro; pero se acepta generalmente que pensamos con la cabeza. Tenemos una sensación muy diferente sobre el pensar que se hace posible cuando hemos progresado un poco. La sensación entonces es como si lo que hasta ahora había estado localizado en la cabeza estuviera ahora localizado en el corazón. No se trata del corazón físico, sino del órgano espiritual que se desarrolla en la vecindad del corazón, la flor de loto de doce pétalos. Este órgano se convierte en una especie de órgano del pensar en quien alcanza el desarrollo interior y este pensar del corazón es muy diferente del pensar ordinario. En el pensar ordinario todo el mundo sabe que es necesario reflexionar para llegar a una verdad determinada. La mente se mueve de un concepto a otro y después de la deliberación lógica y la reflexión llega a lo que se llama "conocimiento". Es diferente cuando queremos reconocer la verdad en relación con símbolos o emblemas genuinos. Están ante nosotros como objetos, pero el pensar que aplicamos a ellos no puede confundirse con el pensar ordinario del cerebro. Si son verdaderos o falsos es directamente evidente sin que sea necesaria ninguna reflexión como en el caso del pensar ordinario. Lo que hay que decir sobre los mundos superiores es directamente evidente. Tan pronto como las imágenes están ante nosotros, sabemos lo que tenemos que decir sobre ellas a nosotros mismos y a los demás. Esta es la característica del pensar con el corazón.

No hay muchas cosas en la vida cotidiana que puedan compararse con ella, pero hablaré de algo que puede hacerla inteligible. Hay acontecimientos que hacen que el intelecto se detenga casi literalmente. Por ejemplo, supongamos que un acontecimiento se nos presenta como un relámpago y estamos aterrorizados. Ningún pensamiento externo interviene entre el acontecimiento y su terror. La experiencia interior -el terror- es algo que puede paralizar la mente. Esa es una buena expresión para ello, ya que la gente siente lo que, de hecho, ha sucedido. Del mismo modo, podemos entrar en cólera ante algún acto que vemos en la calle. También en este caso es la impresión directa la que evoca la experiencia interior. Si empezamos a reflexionar sobre lo que ha sucedido, encontraremos en la mayoría de los casos que nos formamos un juicio diferente sobre ello. Las experiencias que surgen cuando una acción o un estado mental interno siguen directamente a la primera impresión son el único tipo en la vida cotidiana que puede compararse con las del investigador espiritual cuando tiene que decir algo sobre sus experiencias en los mundos superiores. Si empezamos a razonar, a aplicar mucha crítica lógica a estas experiencias, las alejamos. Y además, el pensamiento ordinario aplicado en tales casos producirá generalmente algo que es falso.

Así como es esencial someterse primero a la disciplina del pensar sano y razonado antes de intentar entrar en los mundos superiores, es igualmente esencial elevarse por encima de este pensar ordinario dirigiéndolo hacia la captación inmediata. Y justamente porque es necesario tener esta facultad de captación inmediata en el mundo superior, el entrenamiento preparatorio en el pensar lógico es esencial, porque de otro modo nuestros sentimientos nos llevarían ciertamente al error. Con el pensar intelectual ordinario somos incapaces de juzgar correctamente en el mundo superior, pero igualmente somos incapaces de juzgar correctamente en ese mundo si antes no hemos entrenado nuestro pensar intelectual en el mundo físico, y luego, en un momento adecuado, somos capaces de ser ajenos a él. Algunas personas consideran que esta cualidad característica del tipo superior de pensar, el pensar del corazón, es una razón para descartar por completo la lógica ordinaria. Dicen que, como a la larga ha de ser olvidada, no hay necesidad de asimilarla previamente. Pero al decir esto no tienen en cuenta que el pensar lógico es un entrenamiento para hacerse un hombre diferente. En el pensar lógico experimentamos sobre todo una especie de conciencia, y al desarrollarla establecemos en el alma un cierto sentido de responsabilidad hacia la verdad y la falsedad, sin el cual no se puede lograr nada en los mundos superiores.

Es cierto que hay grandes motivos para no tener en cuenta el pensar durante el ascenso a los mundos superiores, pues en la vida ordinaria de hoy el hombre experimenta -o al menos puede experimentar- estas tres etapas. - La mayoría de las personas se encuentran en la etapa en la que, en su conciencia normal, un sentimiento inmediato e innato les dice: esto está bien, aquello está mal; debes hacer esto, no debes hacer aquello. El hombre suele dejarse guiar por este tipo de impulso espontáneo. No muchas personas se toman la molestia de reflexionar sobre cuáles son sus tesoros más sagrados. Por haber nacido, digamos, en la Europa Media y no en Turquía, tienen una tendencia inherente a considerar el cristianismo, y no el mahometanismo, la verdadera fe en Europa. Esto no debe ser malinterpretado. Una mayor reflexión al respecto nos lleva a una verdadera comprensión de la vida. En la gran mayoría de las personas, un sentimiento inmediato determina lo que consideran verdadero o falso. Esa es la primera etapa del desarrollo.

En la segunda etapa el hombre comienza a reflexionar. Cada vez más personas serán propensas a abandonar su sentimiento original y a reflexionar sobre las circunstancias y condiciones en las que han nacido. Por eso, hoy en día hay tantas críticas a los credos y a las tradiciones sagradas del pasado. Toda esta crítica es la reacción del intelecto y de la mente razonadora contra lo que ha sido aceptado por el sentimiento y dejado sin probar por el intelecto. La ciencia moderna está dominada por la misma actitud mental que adopta una actitud crítica hacia todo lo que es innato o tradicional. Lo que se llama universalmente ciencia es, después de todo, esencialmente el trabajo de las mismas fuerzas del alma que se han caracterizado anteriormente. Todo se centra en el conocimiento exterior y en las percepciones realizadas, ya sea directamente a través de los sentidos o a través de la mejora de las percepciones de los sentidos por medio de instrumentos como el telescopio, el microscopio, etc. Las observaciones realizadas se convierten en leyes con la ayuda del intelecto.

Así pues, existen estas dos etapas en el desarrollo del alma humana. Con respecto a lo que un hombre acepta como verdadero, puede estar en la etapa en la que se guía por el sentimiento primitivo, no desarrollado, el sentimiento que es innato o que ha sido adquirido a través de la educación. Un segundo factor es lo que se llama intelecto, la inteligencia. Pero cualquiera que conozca un poco la naturaleza del alma sabe que una cualidad muy definida de esta inteligencia es que tiene un efecto amortiguador sobre la vida emocional. ¿Hay algún observador cercano que no se dé cuenta de que todo desarrollo puramente intelectual amortigua el sentimiento y la emoción? De ahí que aquellos que por ciertos sentimientos primitivos -que son totalmente justificables en una etapa del desarrollo- se inclinan por tal o cual verdad, se resisten a dejar que estas creencias se vean afectadas por el efecto marchito y devastador de la intelectualidad. Esta reticencia es comprensible. Sin embargo, si llega a hacer que las personas digan que para elevarse a los mundos superiores evitarán todo pensamiento y permanecerán en su vida emocional inmadura, entonces nunca podrán alcanzar los mundos superiores; todas sus experiencias permanecerán en un nivel bajo. Es inconveniente, pero necesario, entrenar el poder de pensar - que es, por supuesto, inestimable para la vida en el mundo exterior, aunque para los que aspiran a alcanzar los mundos superiores el pensar sirve meramente como preparación, como entrenamiento. La validez de las verdades de los mundos superiores no puede establecerse mediante la lógica. El pensar que se aplica a las máquinas, a los fenómenos de la naturaleza exterior, a las ciencias naturales, no puede aplicarse de la misma manera a las experiencias relacionadas con los mundos superiores. Quien comprenda esto no cantará las alabanzas de lo que suele llamarse "intelecto" en relación con el conocimiento de los mundos superiores, pues si alguien intentara sacar conclusiones intelectuales sobre estos mundos sólo podría producir verdades comunes de poca profundidad, mientras que para el mundo físico exterior la aplicación del pensar es absolutamente necesaria. Sin el intelecto no podríamos construir máquinas, construir puentes o estudiar la botánica, la zoología, la medicina o cualquier otra cosa; su uso en esos dominios es evidente en la medida en que se aplica a los objetos inmediatos.

Para el desarrollo superior, el intelecto tiene aproximadamente la importancia que tiene aprender a escribir en la juventud. Aprender a escribir es el ejercicio de una facultad que debe quedar atrás cuando hay que aplicarla; sólo tiene importancia cuando la hemos superado. Mientras aprendemos a escribir no podemos expresar nuestros pensamientos a través de la escritura; debemos ser capaces de escribir antes de poder aprender acerca de lo que se escribe. Lo mismo ocurre con el pensar. El que quiera desarrollarse más, tiene que entrenarse también durante un tiempo en el pensar lógico y luego desecharlo para pasar a pensar con el corazón. Entonces le queda un cierto hábito de conciencia con respecto a la aceptación de la verdad en los mundos superiores. Nadie que haya recibido este entrenamiento considerará cada símbolo como una verdadera Imaginación o lo interpretará arbitrariamente; sino que tendrá la fuerza interior para acercarse a la realidad, para verla e interpretarla correctamente. La razón por la que es necesario un entrenamiento exhaustivo es porque entonces debemos tener un sentimiento inmediato sobre si algo es verdadero o falso. Para decirlo con exactitud, esto significa que mientras que en la vida ordinaria utilizamos la reflexión, en los mundos superiores nuestro pensar debe haberse desarrollado previamente lo suficiente como para permitirnos decidir espontáneamente sobre la verdad o la falsedad.

Para esa visión directa se necesita una buena preparación que también hay que adquirir y que en la vida ordinaria sólo está presente en muy pequeña medida. La mayoría de las personas gritan si, por ejemplo, les pinchan con una aguja o si les vierten agua muy caliente sobre la cabeza. Pero, ¿cuántos sienten realmente algo parecido -digo expresamente parecido- al dolor cuando se hace una afirmación tonta o absurda? Un sinnúmero de individuos pueden tolerar eso con bastante facilidad. Pero quien quiera desarrollar el sentimiento inmediato de que una cosa es verdadera y otra falsa, de manera que el mundo imaginativo intervenga en la experiencia, debe así, entrenarse en que el error le causa dolor real y que la verdad que también se encuentra en la vida física le da alegría y gozo.

Adquirir esta cualidad es un proceso exigente y está relacionado con el esfuerzo que supone la preparación para la entrada en los mundos superiores. Ser indiferente a la verdad y al error es, por supuesto, más cómodo que sentir dolor ante el error y alegría ante la verdad. Hoy en día hay muchas oportunidades de sentir dolor ante la tontería del contenido de muchos libros. El dolor y el sufrimiento ante lo feo, lo falso y lo malo, aunque sólo sea en nuestro entorno y no se nos inflija a nosotros mismos; el placer ante lo bello, lo verdadero, lo bueno, aunque no nos afecte personalmente, todo ello forma parte del entrenamiento del pensar del corazón.

Hay algo más que también forma parte del entrenamiento. Quien asciende al mundo imaginativo debe adquirir otra cualidad que no posee en la vida cotidiana. Debe aprender a pensar de una manera nueva sobre lo que se llama contradicción o coherencia. En la forma ordinaria, muchos hombres sentirán, cuando se hacen ciertas afirmaciones, que una se contradice con la otra. Sin embargo, podemos encontrar que dos personas en exactamente las mismas circunstancias tienen experiencias muy diferentes. La descripción de esta experiencia dada por una de ellas puede ser totalmente diferente de la dada por la otra; sin embargo, ambas pueden tener razón desde su propio punto de vista. Por ejemplo, una persona puede decir: He estado en tal o cual lugar; el aire era vigorizante y me refrescó mucho. - Le escuchamos y creemos lo que dice. El otro puede decir sobre el mismo lugar: No es bueno; perdí toda mi energía allí y me pareció un lugar muy insalubre. De nuevo, sólo podemos creerle. De hecho, ambos pueden tener razón. La primera persona era un individuo robusto y sano, que al estar ansioso por lograr mucho en poco tiempo, estaba sobrecargado de trabajo y fatigado. Pudo sentir el efecto refrescante del aire. El segundo, un hombre enfermizo, no pudo soportar el aire vigorizante y su estado se deterioró. Ambas afirmaciones son correctas, porque los antecedentes de las visitas al lugar fueron diferentes. Las declaraciones contradictorias pueden conciliarse si se tienen en cuenta todos los factores.

Pero el asunto se complica mucho más cuando nos elevamos a los mundos superiores. En el mundo físico puede ocurrir, por ejemplo, que alguien escuche una afirmación en una conferencia sobre un tema, y en otra conferencia algo aparentemente diferente. Aplicando la norma reconocida en la vida ordinaria dice: Esto no puede ser cierto, porque las dos afirmaciones se contradicen. - Supongamos que en un curso anterior de conferencias alguien ha oído decir que un ser humano desciende a un nuevo nacimiento a través del espacio astral con extrema rapidez cuando tiene que localizar el lugar donde ha de encarnar. Tal caso fue observado y mencionado en una conferencia. En otra parte se ha dicho que el ser humano ha trabajado durante mucho tiempo en las cualidades y rasgos que finalmente asume en la familia y raza en la que nace. Es fácil encontrar aquí una contradicción, pero ambas condiciones son verdaderas en la experiencia. La siguiente analogía ayudará a resolver la aparente contradicción. Supongamos que alguien ha estado durante cinco o seis días tallando cuidadosamente algo para sí mismo; al séptimo día, aunque sabe con certeza que había sido terminado el día anterior, no puede encontrarlo y tiene que buscarlo por todas partes. Ambos hechos son ciertos. Y cuando la encarnación va a tener lugar, ocurre algo similar en los mundos superiores. Se ha hecho la preparación, pero como las experiencias en los mundos superiores son tan complejas, es posible que justo en el momento en que un ser humano está a punto de descender de esos mundos para unirse con los cuerpos etérico y físico, todavía se vea obligado a buscarlos porque se ha producido un enturbiamiento de la conciencia. En consecuencia, ahora tiene que buscar lo que él mismo, con un grado superior de conciencia, había preparado.

De tal ejemplo podemos ver que algo es esencial cuando nos elevamos a los mundos superiores. Debemos tener siempre presente la circunstancia de que al tratar de entrar en el reino de la Imaginación, el asunto en cuestión se nos presenta en una imagen definida. Si a través del pensar del corazón hemos adquirido un sentimiento suficientemente fuerte de la verdad de esta imagen, puede suceder que cuando, en otro momento, con clarividencia entrenada, sigamos un camino similar, lleguemos a una Imaginación bastante diferente, y sin embargo el sentimiento inmediato vuelva a decir: ¡Esto es cierto! Debemos ser conscientes de ello, pues es naturalmente confuso para quien entra en el mundo de la Imaginación. Pero la confusión se aclara si nuestra atención se dirige debidamente a ella. Adquiriremos la actitud correcta ante toda esta cuestión si buscamos a nuestro propio Yo en el mundo de la Imaginación.

Hemos descrito cómo es posible mirar al Yo desde fuera. Al pasar el Guardián del Umbral el Yo está objetivamente ante nosotros. Pero podemos mirar a este Yo una, dos, tres, cuatro veces, y cada vez obtener imágenes diferentes. De acuerdo con las condiciones que prevalecen en el mundo físico, podríamos decirnos a nosotros mismos: Ahora he visto lo que soy en el mundo superior. Y la segunda vez: Ahora me he encontrado de nuevo y soy algo diferente. Y la tercera vez nos encontramos de nuevo con algo diferente. - Cuando a través del entrenamiento descrito entramos en el mundo imaginativo y vemos una imagen de nuestro Yo, es esencial saber que se pueden ver doce imágenes diferentes del Yo. Hay doce imágenes diferentes de cada Yo, y sólo después de contemplarlo desde doce puntos de vista diferentes tenemos una imagen completa. Esta visión del Yo desde fuera corresponde exactamente a lo que se refleja en la relación de las doce constelaciones del Zodíaco con el Sol. Así como el Sol pasa a través de las doce constelaciones y en cada una de ellas tiene un poder diferente, de la misma manera que nuestra Tierra es iluminada a través del curso del año e incluso del día, desde doce estaciones diferentes, así el Yo humano es iluminado desde doce estaciones diferentes en el mundo superior.

Por lo tanto, al elevarnos a los mundos superiores debemos tener presente la necesidad de no conformarnos con un solo punto de vista. [Ver Pensamiento Humano y Cósmico. Cuatro conferencias pronunciadas en Berlín, enero de 1914]. Debemos entrenarnos en esto para escapar de la confusión. Sólo podemos hacerlo acostumbrándonos en el mundo físico a comprender que la salvación no se logra contemplando cualquier asunto desde un solo punto de vista.

Hay personas que son materialistas, otras son espiritistas, otras monistas, otras dualistas, etc. Los materialistas insisten en que todo es materia; los espiritistas afirman que todo es espíritu y atribuyen importancia sólo al espíritu; los monistas declaran que todo procede de la unidad. En el mundo exterior la gente lucha y discute entre sí en todas las ocasiones posibles: los materialistas contra los espiritistas, los monistas contra los dualistas, etc. Pero todo el que quiera prepararse para el verdadero conocimiento debe prestar atención a los siguientes hechos. - El materialismo tiene una cierta justificación; debemos aprender a pensar, como hace el materialista, en términos de las leyes de la materia, pero este pensamiento debe aplicarse sólo al mundo material. Debemos comprender estas leyes, pues de lo contrario no podemos orientarnos en el mundo material. Si alguien intentara explicar un reloj diciendo: "Creo que hay dos pequeños demonios sentados en su interior que hacen girar las manecillas. No creo en la maquinaria", se reirían de él, porque un reloj sólo puede explicarse aplicando las leyes del mundo material. Los que tratan de explicar los movimientos de los astros por medio de leyes materiales nos hablan simplemente de un sistema mecánico. El error no reside en el pensar materialista en sí, sino en la suposición de que puede explicar todo el universo y que no hay otro tipo de pensar válido. Haeckel no se equivoca al explicar mediante las leyes de la morfología materialista fenómenos de los que tiene un conocimiento excepcional; si se hubiera limitado a una determinada categoría de fenómenos podría haber prestado un enorme servicio a la humanidad.

Por tanto, puede decirse que el pensar materialista tiene su justificación, pero sólo en un determinado ámbito. El pensar espiritual debe aplicarse a todo lo que está sujeto a las leyes de la espiritualidad y no a las de la mecánica. Cuando alguien dice: "Vosotros venís con una psicología peculiar que supuestamente tiene sus propias leyes, pero yo sé que hay ciertos procesos en el cerebro que explican el pensar" - está introduciendo asuntos de naturaleza diferente, y en otro dominio está cometiendo el mismo error que el hombre que cree en los dos demonios del reloj. Así como el reloj no puede explicarse por los demonios, tampoco el pensar puede explicarse por los movimientos de los átomos en el cerebro. También quien atribuye el cansancio nocturno a la acumulación de toxinas puede dar una explicación correcta en lo que respecta a los hechos externos, pero en lo que respecta al alma no está explicando nada, pues allí es esencial una explicación espiritual.

Y luego tomemos el monismo. Al intentar explicar el mundo sólo desde el aspecto de la armonía, se llega a la unidad, pero es una unidad abstracta y significa un empobrecimiento. Los filósofos cuyo único objetivo es llegar a la unidad, al final no han ganado nada. Una vez conocí a un hombre cuyo objetivo era explicar el mundo entero en un par de frases y finalmente vino a informarme con gran alegría de que ¡había encontrado dos fórmulas simples que podían explicar todos los fenómenos posibles del mundo! Este es un ejemplo de la unilateralidad del pensamiento monista. Este pensamiento debe ampliarse partiendo de puntos muy diferentes y llegando finalmente a la unidad.

Adoptando diferentes puntos de vista podemos educarnos para ver las cosas desde muchos ángulos - una facultad que es tan necesaria para las experiencias en los mundos superiores. No debemos escatimar esfuerzos para prepararnos a ver el Yo desde doce puntos de vista. Pero hoy en día hay poca comprensión para tal grado de objetividad. Cualquiera que haya intentado lograrlo podrá contar la notable reacción que se produce en el mundo cuando alguien deja de lado su punto de vista personal y se entrega a los puntos de vista de otro. Por ejemplo: Yo mismo me he esforzado por retratar a Nietzsche como debe hacerlo cualquiera que deje de lado su propia opinión y su personalidad y entre de lleno en su tema. Esta es la única manera de lograr una verdadera comprensión, pero las personas que leyeron lo que dije y luego mi siguiente libro, insistieron en que en este último era incoherente. No podían entender que yo no fuera un discípulo de Nietzsche, pues lo había retratado de forma positiva. Esto equivale a decir que quien se empapa de Haeckel para exponer su filosofía debe ser también uno de sus adeptos.

Este poder de salir de uno mismo para describir algo de forma objetiva, por así decirlo con los ojos de un punto de vista diferente, es una cualidad que es necesario adquirir, pues sólo eso puede conducir a una verdad de gran alcance. Nadie se acerca a la verdad real si se sitúa en un lugar determinado y contempla, digamos, un rosal, sino sólo si lo fotografía ahora desde un punto de vista, ahora desde otro y de nuevo desde otro. Por tales medios nos entrenamos para adquirir lo que necesitamos tan pronto como nos elevamos a los mundos superiores. La confusión es inevitable en los mundos superiores si entramos en ellos con opiniones personales, porque entonces tenemos inmediatamente ante nosotros imágenes engañosas de la verdad.

Para desarrollar el pensar del corazón debemos ser capaces de salir de nosotros mismos y mirarnos desde fuera. En la conciencia normal, una persona se encuentra en un lugar determinado y sabe que al decir "Ese soy yo", se refiere a la suma total de lo que cree y representa. Sin embargo, quien se eleva a un mundo superior debe ser capaz de dejar atrás su personalidad ordinaria, salir de sí mismo y decir con el mismo sentimiento: "Ese eres tú". El antiguo "yo" debe ser capaz, en el verdadero sentido, de convertirse en un "tú", tal como decimos "tú" a otra persona. Esto debe convertirse en una experiencia real; es alcanzable en el mundo físico a través del entrenamiento. Primero debemos hacer cosas relativamente sencillas de esta manera, y entonces nos ganamos el derecho a pensar con el corazón. Todas las presentaciones verdaderas de los mundos superiores proceden del pensar del corazón, aunque exteriormente parezcan a menudo exposiciones puramente lógicas. Todo lo que se describe en la Ciencia Espiritual ha sido experimentado con el corazón y debe ser plasmado en formas de pensamiento inteligibles para las personas racionales.

En esto se diferencia el pensar del corazón del misticismo subjetivo. Cualquiera puede experimentar este último por sí mismo, pero no es comunicable a otro, ni concierne a nadie más. El verdadero y genuino misticismo surge de la capacidad de tener Imaginaciones, de recibir impresiones de los mundos superiores y luego coordinar estas impresiones por medio del pensar del corazón, al igual que las cosas del mundo físico son coordinadas por el intelecto.

Hay algo más relacionado con esto, y es que las verdades impartidas desde los mundos superiores están teñidas de algo parecido a la sangre del corazón. Por más abstractas que parezcan, por más que estén completamente plasmadas en formas de pensamiento, están teñidas de la sangre del corazón, porque son experiencias directas del alma. Desde el momento en que el hombre ha desarrollado el pensar del corazón, experimenta algo que parece una visión; sin embargo, lo que experimenta no es una visión, sino la expresión de una realidad anímica y espiritual, al igual que el color de la rosa es su manifestación exterior, la expresión de su naturaleza material. El vidente dirige su mirada al mundo imaginativo; allí tiene la impresión, digamos, de algo azul o violeta, o escucha un sonido o tiene una sensación de calor o frío. A través del pensar del corazón sabe que la impresión no era una mera visión, un producto de la mente, sino que el azul o el violeta fugaces eran la expresión de una realidad anímico-espiritual, así como el rojo de la rosa es la expresión de una realidad material. Así penetramos en las realidades, en los propios Seres espirituales, y tenemos que unirnos a ellos. Por eso, toda investigación en el mundo espiritual está ligada, en un sentido mucho más elevado y en mayor medida que en otras experiencias, a la entrega de nuestra propia personalidad. Nos involucramos cada vez más intensamente en la experiencia; estamos dentro de los Seres y las cosas mismas. Debemos experimentar sus cualidades buenas y malas, también sus cualidades bellas y feas, lo que es verdadero en ellos y lo que es falso. Si realmente queremos experimentar la verdad, no sólo debemos percibir el error, sino experimentarlo en el mundo imaginativo con dolor. No debemos limitarnos a mirar la fealdad de tal manera que no nos afecte, sino que debemos experimentarla como algo interiormente hiriente.

El entrenamiento descrito anteriormente es especialmente adecuado para las personas de hoy en día y a través de él podemos aprender a experimentar lo bueno, lo verdadero, lo bello, pero también la fealdad y el error, sin vernos envueltos en estos últimos, ya que el pensar del corazón es capaz de discriminar.

Al hacer descripciones de los mundos espirituales, al traducir nuestras experiencias en términos de pensamiento lógico, nos sentimos como si nos acercáramos a una colina en la que hay maravillosas formaciones rocosas que hay que tallar para construir casas para los hombres. De la misma manera, nuestras experiencias en los mundos espirituales tienen que ser traducidas en pensamientos lógicos. Cuando alguien quiere comunicar a otros seres humanos lo que ha experimentado a través del pensar del corazón, también debe traducirlo en pensamientos lógicos. Pero los pensamientos lógicos no son más que el lenguaje en el que, en la Ciencia Espiritual, se comunica el pensar del corazón. Puede haber alguien que encuentre dificultad en las comunicaciones de un genuino investigador espiritual, y diga: "Sólo oigo palabras; no me transmiten pensamientos". Eso puede ser culpa del que habla, pero no necesariamente; puede ser culpa del oyente que sólo oye el sonido de las palabras y es incapaz de avanzar de las palabras a los pensamientos. Puede ser culpa de una persona que reviste las verdades supuestamente espirituales con pensamientos que no transmiten a los demás ninguna evidencia del pensar del corazón. Pero también puede ser culpa del oyente que es incapaz de detectar las verdades que hay detrás de los pensamientos que son como palabras que transmiten las conclusiones del pensar del corazón.

Todo lo que pueda comunicarse a la humanidad desde el pensar del corazón debe poder plasmarse en pensamientos claramente formulados. Si esto no es posible, es que no está preparado para ser comunicado. La piedra de toque es si las experiencias pueden traducirse en palabras lúcidas y pensamientos claramente definidos. Por eso, incluso cuando escuchamos las verdades más profundas del corazón expresadas en palabras, debemos acostumbrarnos a percibir detrás de ellas las formas de pensamiento y su contenido. El estudiante de la Ciencia Espiritual debe adquirir esta facultad si desea ayudar a difundir a través de la humanidad lo que puede ser revelado desde el Espíritu. Sería un puro egoísmo si alguien quisiera tenerla sólo para sí mismo; las experiencias místicas, como las intelectuales, deben convertirse en patrimonio común de la humanidad. Sólo comprendiendo esto podemos entender la misión de la Ciencia Espiritual para la humanidad, una misión que debe ser cada vez más eficaz a medida que pasa el tiempo.

Traducido por J.Luelmo agosto 2021