domingo, 20 de julio de 2025

GA090b Berlín, 28 de diciembre de 1905 - Conocimiento de los mundos superiores III

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AUTO CONOCIMIENTO Y CONOCIMIENTO DE DIOS

RUDOLF STEINER

Conocimiento de los mundos superiores III

Berlín, 28 de diciembre de 1905

Conferencia 22

Puedo volver a exponer brevemente lo que empezamos la última vez, con el fin de profundizar en ello. Recordarán que intenté explicarles los diversos grados de visión superior, es decir, desglosarlos en aquellas actividades que nos conducen a los reinos superiores, a los reinos de los seres superiores, que debemos considerar si realmente queremos recorrer toda la historia del desarrollo humano a través de los diversos planetas. Les ruego que tengan en cuenta que, en una consideración de este tipo, debemos necesariamente ser bastante esquemáticos, que debemos discutir cosas que son realmente difíciles de expresar en términos cotidianos, porque estamos tratando con cosas para las que el lenguaje ordinario no está realmente hecho. El lenguaje ordinario está ahí para describir lo que es sensorialmente real, lo que nos rodea. Por tanto, es bastante inadecuado para todas las cosas que queremos visualizar hoy.

En las escuelas en las que, durante siglos, -o más exactamente, desde el siglo XIV-, se han desarrollado en Europa tales ideas del mismo modo que ahora se nos permite discutirlas públicamente a nivel elemental, no se hablaba en absoluto con las palabras del lenguaje ordinario, -sobre todo cuando se trataba de las partes superiores-, sino en un lenguaje llamado simbólico. Primero se aprendía un determinado lenguaje. Primero se adquiría una determinada manera de expresarse, que luego ofrecía la posibilidad de caracterizar de esa manera peculiar que es necesaria si se quiere penetrar en esas zonas suprasensibles.

Permítanme repetir brevemente lo que les dije la última vez. Les dije que, en primer lugar, nuestra forma ordinaria y cotidiana de ver las cosas, -y esa es también la forma en que nuestra ciencia ve las cosas-, es el llamado conocimiento material. Éste tiene su objeto más allá de nosotros mismos. Tiene su objeto en el mundo de los sentidos, y primero construye el conocimiento con la ayuda de la imagen, luego procede de la imagen al concepto y del concepto al yo. Así que en nuestra cognición material es necesario que dispongamos de: Objeto, imagen, concepto y yo. Hay que tener en cuenta estas cuatro cosas.

Si queremos avanzar a la primera etapa de la cognición superior, el objeto debe permanecer ausente, el objeto sensorial externo debe desaparecer. De lo que tenemos dentro de nuestra cognición ordinaria, entonces, sólo permanecen la imagen, el concepto, el yo. De modo que los objetos externos ya no nos estimulan, que los objetos externos ya no afectan nuestra sensorialidad, que la sensación ya no está ahí, la iluminación toma el relevo, formando imágenes desde dentro para nuestras imágenes ordinarias, de modo que no son visiones, ni son ilusiones, sino que se convierten en lo que los místicos de todos los tiempos han llamado imaginaciones. Si quieren formarse un concepto correcto de lo que aquí se llama imaginación, entonces tienen que ser capaces de apartar la mirada, realmente apartar la mirada, de todo lo que todavía requiera una conexión con un objeto externo. Creo que la última vez mencioné que esto a menudo trae una gran decepción a los alumnos que deben ser entrenados en este tipo de cognición. 

La gente espera que, cuando se les ofrece un conocimiento superior similar al de la vida ordinaria, éste les venga de fuera. Ese fue también el error con el espiritismo. No quiero decir nada en contra del espiritismo. El error estaba sólo en el método. El error es que el espiritista tiene cosas delante de él a modo de objetos terrenales que estimulan su sensorialidad. Por eso, en el fondo, no es una buena escuela preparatoria para el conocimiento superior pasar por el espiritismo, aunque sé muy bien que muchos de nuestros mejores teósofos han pasado por el espiritismo. Pero en los tiempos antes de que estos conocimientos superiores fueran popularizados en sus etapas elementales por la Sociedad Teosófica, no había escuelas. No se basaban en absoluto en el método espiritista. Se propusieron directamente reeducar al hombre de tal manera que fuera capaz de elevarse realmente al mundo suprasensible sin estímulos externos.

El espiritista trata de reducir el mundo suprasensible a sus facultades ordinarias de percepción. Se dice a sí mismo: Puedo reconocer de tal manera que los objetos externos me estimulan; si el mundo superior ha de tener una realidad, entonces el ser de un mundo superior debe aparecérseme de la misma manera que los seres ordinarios. Deben poder entrar en mi visualización. Pero el ocultista dice: No, los objetos y seres de un mundo superior no bajan aquí, no hasta donde uno ve con los ojos y agarra con las manos, sino que hay que subir hasta ellos, hay que desarrollar en uno mismo los órganos necesarios para ver en el mundo superior. Por eso, para la humanidad actual, un entrenamiento mucho mejor que cualquier acontecimiento externo para llegar a la visión superior es el paso, -por extraño que pueda parecer a quienes esperan otra cosa-, el paso por las artes.

Lo que el hombre debe utilizar, si no pasa directamente por la escuela de la clarividencia, para llegar de nuevo a una visión profundizada, para llegar a una imaginación, es la profundización en lo que el arte puede darle, y de hecho el arte en todos los ámbitos. Debemos darnos cuenta del papel que el arte ha desempeñado durante mucho tiempo en el desarrollo de nuestra humanidad. A través de él se nos aclaran muchas cosas que de otro modo serían extremadamente difíciles de analizar.

Sigan el consejo con el fin de visualizar lo que tengo que decir. Síganme una vez a lo que se llama los misterios griegos, los misterios griegos, en la época anterior a que Homero escribiera sus poemas. Aquellos tiempos en los que este espíritu y vidente griego recitaba largos dramas primigenios que las mejores mentes buscaban. Pero como no fueron capaces de mirar hacia atrás clarividentemente, porque no encontraron en ello ninguna ciencia positiva, lo que lograron es más una corazonada que un conocimiento real. Pero si nos remontamos a aquellos tiempos anteriores, en los que Nietzsche, por ejemplo, quiso mirar cuando conceptualizó lo dionisíaco en contraste con lo apolíneo, vemos cómo los maestros conducían a sus alumnos a lugares culturales ocultos y los preparaban para ver allí el drama primigenio. ¿Qué es lo que veían allí? Ellos veían el secreto de la existencia del mundo y del desarrollo del mundo. Lo que nos esforzamos en aclarar con muchas palabras era experimentado por estos discípulos en visión astral, en visión real: la deidad descendente que se hundió en la materia, que se hundió en la materia hace siglos. Y luego la transformación de este moldeado original de la materia en las formas que hoy nos rodean: en minerales, plantas y animales. Así se mostraba cómo la divinidad invisible y suprasensible fue una vez creadora en el universo, y cómo formó y condensó aquellos frutos de los que partió nuestra creación, cómo surgió lo físico de lo espiritual como si se tratara de formaciones nubosas, y cómo surgieron lo complejo y finalmente el ser humano microcósmico gradualmente a partir de las formas iniciales. Todo este proceso del devenir del mundo era puesto ante el alumno. 

A esto se le llamó «la gran tragedia del mundo». Primero la gran divinidad viva, que se hunde en la materia, que se entierra en ella para volver a la vida en el hombre, la divinidad que se entierra viva y vuelve a la vida. Y ahora se le aclaraba al discípulo: Este proceso está teniendo lugar en mi, ha tenido lugar en mi y sigue teniendo lugar en mi. Yo ya estaba allí en esas formaciones que tuvieron lugar hace siglos. En esas formaciones estaba en el principio del devenir, y cambiaron y cambiaron hasta mi forma actual. Hoy tienen que sentir cómo lo que vive en ustedes como alma, como espíritu, se eleva de nuevo, cómo lo que se hundió en la materia, la deidad, se eleva de nuevo como de una tumba de la que surge la deidad, y que cuando entonces pronuncian «yo», la deidad se pronuncia en ustedes. Todo esto fue explicado con toda claridad. Y esto unía las cosas que desde hace mucho tiempo se han perdido para la humanidad actual.

Esto era posible porque estos alumnos se encontraban en un estado de conciencia completamente distinto al de la vida cotidiana, de modo que estaban rodeados de las imágenes vivas del mundo entero. Se trata, por tanto, de que los alumnos sentían que la conciencia brillaba en su interior, por así decirlo, lo que les hacía visibles los objetos de la vida cotidiana. Los objetos externos pasaban a su alrededor, pero lo que se trataba de mostrarles aparecía en ellos con colores mucho más vivos de lo que los objetos de la naturaleza podían presentarse por sí mismos. El fuego de la divinidad se presentaba ante sus almas. Y el fuego, que se metamorfoseaba de modo que todo lo demás surgía de él, era tan semejante como el sueño aparece al soñador de un modo superficial.

Si ustedes traducen este sueño en algo que tenga regularidad y armonía y en mayor medida que lo que nos rodea en el mundo exterior, entonces tendrán una ligera idea de lo que ocurría en el alma de tal discípulo del drama primigenio. Se decía de tal discípulo que veía el mundo en el crepúsculo. El acontecimiento del mundo, todo este devenir del mundo, sonaba entonces en estas imágenes. El arte visible es una huella de esa imaginación, de esas imágenes que nos rodean. Se relaciona con esta imaginación, con esta visión, como la imagen de la sombra se relaciona con el objeto real. Así pues, tiene esa relación con la imaginación clarividente, mientras que nuestra visión material no tiene ninguna relación con la imaginación clarividente.

La imaginación artística es una sombra de la imaginación. Esto no quiere decir que la imaginación artística sea inferior a la clarividencia. En aquella época, cuando la gente aún podía despertar sus capacidades clarividentes para ver con clarividencia, ver en la antigüedad, no existía el arte. Lo que la gente experimentaba allí era tanto religión como arte y ciencia al mismo tiempo. Todo lo que llevaba a la gente a los mundos superiores se ofrecía allí. Más tarde, estos tres se separaron. La humanidad tuvo que pasar por este estado. Y desde entonces, el arte ha sido una imagen de sombra externa. El arte exterior es visión imaginativa interior. Forma parte del devenir evolutivo que la humanidad perdiera durante un tiempo esta visión original. Lo que se ha despertado como resultado es un estado de conciencia diferente. Y en un presente posterior, presenta el arte de forma tangible, visible. Por eso la visión artística es tan favorable a la visión imaginativa. Esta es la primera etapa: la iluminación.

La segunda etapa fue aquella en la que también desaparece la imagen, en la que sólo se trata del yo y de los conceptos, y en la que [en lugar de la imagen] entra la inspiración. La inspiración existe para el ser humano cuando se produce la llamada continuidad de la conciencia. Continuidad de conciencia significa que una persona no sólo tiene conciencia durante la vida cotidiana, sino que también continúa esta conciencia en el sueño. Como ustedes saben, la conciencia onírica es una iluminación parcial del sueño. La persona ordinaria sólo tiene esta conciencia del sueño de una manera caótica. Para aquellos que se desarrollan en la clarividencia, en la iluminación, las imágenes del sueño comienzan a volverse regulares, llenas de sentido. Ve verdades en sus sueños que no vería si no desarrollara esta vida onírica hasta la regularidad. En estas personas, que aún no están desarrolladas, siempre existe el dormir sin sueños como estado de conciencia. Entonces hay individuos clarividentes que llegan al punto en que parte de su dormir está lleno de sueños regulares que revelan nuevos mundos. Es el comienzo de esta etapa de clarividencia iluminativa, de imaginación. Entonces también ven cómo otras personas, en las que no tienen esto, viven en el sueño.

Ahora bien, la persona que enseña a esa persona debe llevarla hasta el punto en que ella, ese alumno, pueda trasladar sus percepciones oníricas a la realidad cotidiana; es decir, que también pueda percibir en la vida cotidiana lo que percibe en esas percepciones oníricas. Seamos muy claros al respecto. El soñador ordinario: ¿Qué ve? Ha experimentado algo durante el día. Esto le aparece como una reminiscencia en su sueño. Es un eco de las experiencias del día. O bien percibe su entorno de alguna manera. Oye pasar un tren. Se despierta y se da cuenta de que ha percibido simbólicamente el tic-tac del reloj como un tren. El estado de ánimo de una persona también puede expresarse simbólicamente en un sueño.

Por ejemplo: Una persona se pone febril y sueña con un horno hirviendo. Les estoy contando hechos que realmente ocurrieron una vez. Ten en cuenta que sólo estoy dando ejemplos de hechos que ocurrieron realmente una vez. Supongamos ahora que la gente sueña con animales feos. El caos se detiene entonces bajo la guía del maestro secreto, y el alumno percibe entonces cosas que no provienen de la vida cotidiana. Se le revelan entonces cosas que no reconoce de nuestro mundo. Sólo cuando el alumno es capaz de trasladar esto a la vida cotidiana, convertimos lo que experimenta en objeto de la sabiduría oculta.

¿Cómo se regulariza lo que he calificado de caótico? Se empieza por lo elemental. Por ejemplo, uno sueña bajo la guía del maestro. Los ejercicios se llevan a cabo como meditaciones, que luego tienen el efecto de que realmente ven a una persona que sufre en su sueño. La persona que sufre está delante de el en una situación determinada. Muy pronto se convence de que no ha estado soñando, ni que sea real, sino que ha estado con un amigo que sufre o ha estado sufriendo. No has visto nada sensorial, sino que ha experimentado el alma, la vida real del alma. Entonces no sólo experimenta esa única vida del alma, sino que pronto experimenta la vida del alma en abundancia. Deben encontrar su camino hacia la diversidad de las visiones. Deben aprender a captarlas adecuadamente. Es un trabajo largo y paciente, pero hay que hacerlo. Luego lo soñamos en la vida cotidiana.

Entonces serán capaces de ver lo mismo en la vida cotidiana con una conciencia totalmente despierta. Entonces no verán lo sensorial, sino lo espiritual. Deben imaginarse que estarán rodeados de lo espiritual. Cuando ustedes, como clarividentes, se coloquen frente a la persona, inicialmente no verán nada diferente de lo que ve cualquier otra persona. Pero si dirigen su atención a su alma, se volverá psíquicamente transparente para ustedes. Pero esto debe haber sido precedido por el estado de sueño adecuado. Entonces vendrá algo más, porque hay etapas muy concretas.

La siguiente etapa es aquella en la que la consciencia ya no se desvanece, o al menos no necesita desvanecerse, en la que el dormir sin sueños se completa en la consciencia, en la que se es capaz de despertar temprano por la mañana sabiendo que se ha experimentado toda la noche, que realmente se ha experimentado. Esta experiencia del dormir sin soñar no está simbolizada de esta manera. En principio, no puede compararse con el mundo de imágenes que nos rodea en el sueño onírico. Lo primero que aparece aquí, en el dormir sin sueños, es un mundo de sonido y habla, un mundo de sonidos y palabras. El dormir sin sueños está inicialmente lleno de palabras. Vean, en las primeras etapas de este desarrollo clarividente experimentan esto esporádica e individualmente. Simplemente saben por la mañana que se les ha dicho algo. Recuerdas lo que se les ha dicho. Saben muy bien que algo así no se les podría haber gritado en la vida presente, en la vida ordinaria. Es quizás una gran verdad que no podrían experimentar en la vida ordinaria. Algo espiritual era esta llamada, esta escucha. Esto se extiende cada vez más hasta que finalmente toda la vida del dormir sin sueños es un diálogo continuo con otros seres.

Sin embargo, un requisito previo para no ceder a las ilusiones de este mundo es haber alcanzado ya un cierto grado superior de abnegación interior. La persona que critica mucho, a la que le gusta decir muchas cosas despectivas sobre el mundo y sus fenómenos, muy a menudo estará expuesta a las ideas más terribles y engañosas en esta etapa de desarrollo. Por esta razón, el profesor siempre insistirá en una cosa a los alumnos. Le dirá al alumno: intenta hacer preguntas una y otra vez y deja que este estado te dé las respuestas. Eso es algo completamente distinto a lo que se hace en la vida normal. En la vida, enseguida se obtiene una respuesta. Traten de ver la vida desde este punto de vista. Hoy todo el mundo dice: «Quiero decir esto», o: «Este es mi punto de vista». Esto es lo que la gente dice hoy. Pero el ocultista que quiere elevarse a este nivel nunca debe hablar así. Sino que, si se ha preparado, debe ser capaz de hablar de manera diferente interiormente. Debería plantear preguntas al mundo y aprender a abstenerse de responderlas él mismo. Es un estado de ánimo que Goethe, que lo conocía, describe con palabras sencillas. Dice: «No hemos sido creados para responder al problema, sino para plantear el problema, plantearlo con toda claridad, y luego esperar con asombro lo que sigue». Crear este estado de ánimo es extremadamente importante para el alumno en esta etapa de desarrollo. Por lo tanto, es muy útil en esta etapa que posea la abstinencia, la abnegación, para emprender un asunto muy importante y abstenerse de toda opinión. Porque lo que puede decir suele ser sólo lo que corresponde a su sabiduría ordinaria. Ya se encuentra en este punto de vista. Pero quiere ir más allá, y por eso debe abstenerse completamente de responder y esperar a que le den la respuesta. En este estado dormido sin sueños se la susurran. De este estado surge un mundo cada vez más profundo, que es un mundo de diálogo.

Quisiera llamar su atención sobre ese pasaje, sobre esa profunda afirmación de uno de nuestros espíritus más exquisitos, Goethe. Quienes hayan leído o escuchado los cuentos de Goethe recordarán un pasaje que dice así:

  • «¿Qué hay más glorioso que el oro?», preguntó el rey. «La luz», respondió la serpiente.
  • «¿Qué hay más refrescante que la luz?», preguntó. «La conversación», respondió la serpiente.

En este pasaje, Goethe señala que conocía todo lo que hemos analizado aquí. Este diálogo que está por encima de la luz, a eso se refiere. A continuación, se traslada a la vida cotidiana lo que se ha experimentado de este modo en el estado sin sueños. Algunos tendrán la tentación de creer que el clarividente ya no duerme sin sueños en absoluto, sino que ve continuamente. Esto no tiene por qué ser así. No se trata de que grandes partes de la noche se pasen de esta manera. Puede haber largos periodos sin sueños.

Es cierto, creo que ya lo he insinuado: Cualquiera que pueda experimentar algo de esta manera en un dormir sin sueños oye todos los objetos a su alrededor. Oye el vaso de agua, oye todo lo que le susurra algo. Esta es la tercera etapa de la cognición, la inspiración.

Así nacieron los escritos llamados inspirados. Hoy en día, teólogos y eruditos combaten el método de la inspiración en los escritos de los iniciados. Piensen en lo que se ha escrito sobre si el evangelio es inspirado o no, -por maestros que no tienen ni idea de que existe tal cosa como la revelación. Los escritos inspirados son para los que un día se les hará desaparecer de la forma más indolora posible. La mayoría de los tres Evangelios Sinópticos y el Evangelio de Juan fueron escritos desde el estado de clarividencia. Son inspirados. No se trata de un milagro, ni de un dictado de un dios, sino de este estado. Por lo tanto, sólo pueden entenderlos quienes saben algo sobre cómo se producen las verdades en esas condiciones.

La siguiente etapa es la intuición. Se les expresa claramente en que ahora se sienten como si estuvieran dentro de las cosas, ya no fuera de ellas. Ahora se adentran en cada cosa. Este es el estado de la intuición. La persona ordinaria sólo tiene el estado de intuición en su yo. Cuando una persona se ha desarrollado tanto, está dentro de cada cosa.

El hombre percibe los espíritus del crepúsculo en la primera etapa, en la etapa de la imaginación. En el nivel de la inspiración, el hombre percibe los espíritus del fuego o de la niebla de fuego. En el estadio de la intuición, percibe los espíritus de la personalidad, los espíritus que yacen ocultos en todas partes como base de las ideas del mundo. Cuando ha alcanzado este estadio, puede sumergirse realmente en las profundidades.

Pero también hay una superación de este estado. Consiste en que el hombre ya no se limita a percibir, sino que coopera con la humanidad. Esto es incluso algo en lo que la comprensión cesa fácilmente, incluso en aquellos que todavía llegan al nivel de la intuición. A partir de ahí, ya no podrán avanzar tan fácilmente. Sólo a través de la comparación podemos acercarnos a lo que estoy diciendo ahora.

La intuición también es un estado pasivo. La persona se sumerge, pero permanece pasiva hasta cierto punto. Sólo empieza a ser activa interiormente cuando se eleva interiormente. Ahora participa en el mundo. Sólo se puede alcanzar el estado que estoy describiendo ahora si ya se ha alcanzado el estado de intuición. Si alguien está ya tan avanzado que puede empatizar completamente con el objeto, que tiene la sensación con cualquier objeto de que es uno mismo, que tiene la sensación con un perro o un tulipán como si se hubiera introducido en él, de modo que no sólo lo oye, sino que suena en sí mismo lo que es, entonces puede pasar a otra cosa. Primero puede ascender al reino animal. Cuando hace esto, primero tiene la tarea de observar desinteresadamente el mundo animal que le rodea, y tiene que dirigir su atención a las distintas especies animales. Luego, mientras que durante la intuición ha estado dentro de animales individuales, ahora entrará en una etapa en la que saldrá de nuevo del animal individual, pero permanecerá dentro del propio ser animal. Digamos, por ejemplo, que ha estado mirando a un perro. A través de la intuición es capaz de sumergirse completamente en él, experimentar todas sus sensaciones y sentir todo su placer y dolor.

Ahora existe un nivel superior. Aquí, el hombre trasciende las cosas sin perderlo todo. Pero su existencia especial se pierde en el proceso. Se eleva por encima del ser individual, pero permanece en el mundo animal. Pierde interés en el ser individual, las características especiales de este ser individual desaparecen. A medida que se eleva gradualmente, pero la esencia de esta entidad permanece presente, aparecen en su mente formas que no había visto antes. Primero ha captado el yo del ser individual y luego saca este yo del ser como un extracto. Se moldea y se forma, y ahora recibe lo que Platón llamaba «ideas». Estas son las ideas de Platón. Ya no tienen solo un perro, sino una forma espiritual, viva, delante de ustedes. Entonces tienen algo más que el ser individual. Tienen la imagen modelo de todos estos seres. Tienen lo que se llama el alma genérica, no como un concepto abstracto, sino como una realidad viva. Están rodeados por las almas genéricas de los animales. Ahora viven con ellos, como antes vivían con los animales meramente sensuales. El espacio a su alrededor no está vacío. Pero los seres que ven allí no se parecen a los seres que andan por entre nosotros. Son seres completamente nuevos, y no se ajustan al ser individual, al perro individual, pero sí a todos los de la misma especie. Es algo mucho más abstracto y mucho más vivo que lo físico. Lo que ven ahí son los espíritus de la forma. Pertenecen a un mundo espiritual superior. Uno de esos espíritus de forma era Jehová. Él era el espíritu de forma que constituía el alma genérica de la humanidad. El alma genérica de la humanidad era el Dios Jehová. En este nivel del mundo espiritual se puede llegar a él, se puede ascender a lo que se llama Jehová en las enseñanzas mistéricas judías, al espíritu de forma humana.

A este espíritu de la forma humana había que añadir otro espíritu si se quería desarrollar algo nuevo, algo diferente. Este espíritu de la forma humana sólo había hecho al hombre tal que era como el alma genérica. La vida individual no habría surgido. La vida individual surgió cuando el ser humano se abrió camino hacia el conocimiento del bien y del mal. Esto se representa de una manera grande y poderosa en la Caida del Hombre. Jehová no quiso ir más allá de la forma. Condujo al hombre hasta ese punto. En conexión con otras entidades, el hombre asumió entonces su liderazgo a través del principio de Jehová. Así se le ve hundirse con la elevación del hombre por encima del mundo animal a lo que se llama el mundo de las formas.

Cuando el ser humano ha llegado tan lejos que aprende a percibir esta entidad, entonces puede elevarse al siguiente nivel. Éste consiste en aprender a reconocer en estas entidades lo que también ha aprendido a ver y reconocer a un nivel subordinado en las entidades naturales, cuando va más allá de la forma, precisamente a la vida. Lo primero que percibe, -y por eso tengo que mencionarlo-, es que primero ve esta alma genérica en la forma. Pero si se quiere ver este mundo de formas en movimiento, en actividad, hay que elevarse a un conocimiento superior. Si uno se limita a sumergirse en el mundo animal, no puedes hacerlo. Este don sólo les llegará si se sumergen devotamente en el mundo vegetal y hacen con él lo mismo que he descrito con el mundo animal. Si uno se sumerge en el mundo vegetal con intuición, pero sin perder la esencia de la planta en el proceso, de modo que la esencia de la planta permanezca allí y uno comprenda cómo fundirse con toda la naturaleza esencial de la planta, si se logra experimentar el sufrimiento y el regocijo de la gran naturaleza a través del mundo vegetal.

Cuando se habla de estas cosas a la gente de hoy en día, y cuanto más científicos son, más se ríen de uno. Pero es cierto que el placer y el sufrimiento pueden ser percibidos en el mundo vegetal por aquellos que pueden vivir con el mundo vegetal, no como una mera comparación, no como un símbolo, sino de tal manera que saben percibir la expresión del sentimiento interior, igual que una persona percibe una sensación cuando se le escapa una lágrima del ojo. Así pues, existe un nivel real de conocimiento en el que el rocío que brota de la planta les anuncia la vida real, el tipo de vida que hay en la lágrima que brota del ojo. Si son capaces de ver una manifestación de vida en la naturaleza en la savia que brota del árbol cuando lo cortan, del mismo modo que se cortan ustedes mismos y saben que duele, entonces han alcanzado el punto en el que pueden ascender al mundo de la actividad, al mundo del movimiento. Entonces pueden percibir que los seres, que antes sólo veían en forma, están vivos por dentro. Entonces los seres empiezan a hablar. Las almas genéricas te dicen algo.

El siguiente estadio es el que el hombre alcanza cuando es capaz de sentir lo mismo que he dicho para la planta en relación con el reino mineral, en relación con la naturaleza sin vida. Es cierto que Kant dijo que dos cosas le llenan del sentimiento de sobrecogimiento, el cielo estrellado sobre él y la ley moral en su interior. Pero esto sólo sigue siendo abstracto mientras el cielo abstracto nos llene de asombro, de modo que nos sigue bastando con que el cielo estrellado sin vida nos hable. Pero que el cristal muerto no está meramente muerto y mudo, sino que también nos habla los secretos de la naturaleza, ya nos lo muestra la visión materialista. Podemos acceder a estos secretos sumergiéndonos amorosamente en la naturaleza.

Cualquiera que haya experimentado lo que he descrito, que haya sufrido y se haya alegrado con el mundo vegetal, también encontrará fácil comprender el lenguaje aburrido de la naturaleza sin vida, aunque también hay un abismo. Es relativamente más fácil comprender el lenguaje de las plantas que el de las piedras. Incluso en estos niveles superiores, sigue siendo característico del hombre comprender mejor lo que está relacionado con él. El sentimiento humano, el dolor humano y el placer humano están relacionados con él. Aunque el placer y el dolor que nos aparecen en el mundo vegetal sean muy diferentes del placer y el dolor humanos, siguen teniendo algo calladamente relacionado que no reconocemos en el mundo mudo de la piedra. Pero lo nuevo que conocemos en el mundo silencioso de la piedra, es precisamente lo que nos elevaría tan alto [por encima] de lo que nos hace tan débiles. El mundo silencioso de la piedra ya no tiene deseos. Allí el mundo de los deseos es silencioso, se detiene antes de que crucemos del mundo vegetal al mundo de piedra. El mundo vegetal y animal termina aquí. Las plantas todavía tienen algo análogo al deseo, que aumenta en los animales y aflora con fuerza en los seres humanos. Esto es lo que los hace castos, mientras que la piedra es casta. Los que agarran la piedra llegan a conocer seres castos y sin deseos. Uno llega a conocer una vida sin deseo, sin ansia, en el reino de la piedra. Si podemos sentir y percibir en el reino de la piedra algo parecido a lo que he descrito en el mundo vegetal, aprenderemos a reconocer lo que significa ser un ser casto por naturaleza. El mundo casto y mudo de la piedra, del que ya no decimos que expresa el placer y el dolor del mismo modo que una gota de rocío o la resina goteante de un árbol, sino que debemos decir que conserva fielmente en su interior un mutismo discreto y completamente contenido y no vincula, -si se me permite una expresión trivial-, lo que experimenta interiormente en la nariz de todos. Esto es lo monstruoso que reconocemos en el interior del mundo de piedra. El mundo de piedra llegó a su plenitud hace tal o cual tiempo. En verdad, el mundo de piedra es el más grande. Lo que hoy se nos presenta como cristal de roca pasó antaño por su época de impudicia cuando miramos miles de millones de años atrás. La sabiduría de la naturaleza parece más grande cuando la examinamos en el mundo silencioso de las estrellas, las piedras y los cristales.

La etapa de la forma nos conduce al espíritu de la forma. La segunda etapa, que parte del mundo vegetal, nos conduce a los espíritus del movimiento, de la actividad, y el mismo nivel de percepción nos lleva a los espíritus de la sabiduría. Llegamos a ellos tan pronto como permitimos que la entidad silenciosa, casta y autosuficiente, la entidad vital del reino de piedra, cobre vida en nosotros.

Si se desea una breve descripción de lo que ocurre en las personas, debe decirse lo siguiente. El hombre primero debe dejar que desaparezca la luz exterior que le rodea, primero debe enfrentarse a la naturaleza sin vida y abstenerse de todo lo que le dicen los sentidos. Entonces al principio hay oscuridad. Cuando ahora se eleva a la contemplación que he descrito, entonces todos los seres se vuelven luminosos desde dentro. Una luz interior ilumina y brilla a través de todos estos seres e irradia de ellos. Y ésta es la luz de la sabiduría. Estas son las etapas de la percepción que nos conducen hasta lo que he descrito como los espíritus de la sabiduría.

Ahora bien, como ustedes saben, al principio de la evolución de Saturno existen los espíritus de la voluntad. Si quieren aprender a reconocerlos, no tienen que recurrir a los animales, las plantas y los minerales en general, sino que para captar los espíritus de la voluntad deben tener algo muy especial. Puede que lo que voy a decirles les parezca fantástico, pero espero que no sea así. Si quieren elevarse aún más, -después de haber completado hasta cierto punto las otras etapas-, deben acercarse a algo, -parece paradójico-, como un hormiguero, por ejemplo, en el que no sólo los animales están unidos según las especies, sino que también viven en sabia conexión, y sumergirse en la cooperación espiritual de estas pequeñas criaturas. El investigador intelectual no hace esto. El clarividente, sin embargo, vive con los machos y las hembras y los trabajadores que están organizados en sí mismos y que trabajan juntos de un modo maravilloso, de modo que él es interiormente idéntico a ellos.

Este es el método para reconocer la voluntad. Schopenhauer escribió mucho sobre la voluntad. Pero podría haber escrito este capítulo si hubiera metido, -como clarividente-, la cabeza en un hormiguero. Ahí es donde se aprende a reconocer lo que la voluntad es por naturaleza. Se aprende a reconocer lo que significa cuando uno mismo pronuncia la palabra «yo quiero». Esta palabra vive en lo más profundo de nuestra naturaleza. Muchas cosas interactúan en nuestra propia naturaleza. Pero sólo reconocemos el resultado. El naturalista proporciona una visión completamente diferente. Lo que yo les estoy describiendo está tomado de la vida. Si, por el contrario, eligen una colmena en lugar de un hormiguero, estás haciendo algo muy equivocado. Lo que vive en una colmena es algo completamente distinto de lo que vive en un hormiguero.

Hemos hablado de los espíritus de la voluntad, de los espíritus de la sabiduría, de los espíritus de la forma, de los espíritus del movimiento, de los espíritus de la personalidad, de los espíritus del fuego, de los espíritus del crepúsculo, luego del hombre, animal y vegetal y mineral. Estas entidades no están sacadas de la manga, ni son invenciones, ni especulaciones que se les presenten en el ocultismo elemental que figura como teosofía, sino que son cosas que se han adquirido en la experiencia.

Sólo podría insinuar cómo se llega a algo así, que se llama teosofía elemental u ocultismo elemental. De esta manera se adquieren las facultades superiores que dan una visión de los mundos superiores.

Esto, como ven, es algo que tendrá que volver a la vida en el futuro. Realmente hay mucho de qué preocuparse a nuestro alrededor hoy en día, y creo que lo que realmente puede preocupar a alguien que se entusiasma por el progreso real de la humanidad es el hecho de que mucha gente no mantiene los ojos abiertos. La gente debería ser pionera y mantener los ojos abiertos. No es importante que los individuos se llamen a sí mismos teósofos, sino que encontremos las formas y los medios en el gran desarrollo de la humanidad para dar una nueva base a lo que de otro modo realmente tendría que derrumbarse.

Permítanme concluir mis reflexiones sobre el año viejo con esta referencia, que ya he hecho anteriormente. Se está haciendo mucho trabajo de destrucción a nuestro alrededor, que al observador atento podría indicarle mucho, aunque no sea clarividente, que estamos al comienzo de un gran trabajo de destrucción en relación con el material externo que se ha desarrollado en el siglo pasado, porque el desarrollo material sólo llega hasta cierto punto.


Notas adicionales de autor desconocido

  • Pero lo que más nos preocupa es que haya tantos semejantes que no mantengan los ojos abiertos a lo que la humanidad necesita. Pero el teósofo debería ser un pionero en este trabajo de mantener los ojos abiertos. No es importante que los individuos se sienten y se desarrollen, sino que cooperen en el gran desarrollo de la humanidad, que encuentren formas y medios para dar nuevo contenido a lo que de otro modo realmente tendría que derrumbarse. Muchas obras de destrucción se están llevando a cabo hoy a nuestro alrededor. Muchas que indicarán al observador atento que estamos al comienzo de una obra de destrucción, la cultura material del siglo XIX; pues ésta no ha traído consigo un desarrollo espiritual en la misma medida. Somos capaces de telegrafiar sin hilos; ahora imaginemos esta capacidad del hombre sólo un pequeño paso más desarrollada, de modo que aquí en Berlín uno coge un taxi y conduce por la Friedrichstrasse con un generador de ondas, para destruir todo el Louvre de París con las correspondientes excitaciones de ondas. Nadie podría probar al asesino en tal caso. Todos nuestros conceptos jurídicos serán completamente impotentes en una época que puede imaginarse fácilmente; llegará un tiempo en que la cultura puramente material se conducirá a sí misma ad absurdum, en que tendrá un efecto destructivo, aniquilador.
  • Sólo por el hecho de que ahora sigue la cultura interior del alma, para que las personas ya no dependan de lo externo, y aunque se haga lo más malo, sólo se haga lo correcto, sólo a través de esto se puede proporcionar ayuda. El camino evolutivo de la humanidad actual ya muestra los primeros comienzos. Sólo el camino de la evolución interior, espiritual, puede conducir de nuevo hacia fuera, y la Teosofía es un nuevo comienzo necesario de una dirección cultural, para encontrar la necesaria moral interior a la cultura exterior que está, por así decirlo, superpuesta, que sólo puede conducir hacia fuera aquí, porque el hombre tiene el alma, el espíritu, para ser practicado junto a la materia. Por eso son tan necesarios los renovados movimientos espirituales del presente, para que puedan practicarse y cultivarse las fuerzas que de otro modo tendrían que atrofiarse.

Traducido por J.Luelmo jul.2025