sábado, 5 de agosto de 2023

GA266b-46 Stuttgart, 20 de febrero de 1912 nuestro yo está dividido, una parte de él dirige a la otra desde fuera.

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Rudolf Steiner 

LECCIONES ESOTÉRICAS

LECCIÓN 46 

Stuttgart, 20 de febrero de 1912 - 

El desarrollo del mundo y el desarrollo del ser humano siempre van de la mano, y quien ingresa en una escuela esotérica también debe tener en cuenta su paso por ella. Pero puesto que a través del desarrollo esotérico se entra en contacto con los valores eternos del desarrollo, a través de las escuelas esotéricas de todos los tiempos, incluso las precristianas, por ejemplo las egipcias, ha pasado algo que también tiene un significado duradero para el estudiante: Palabras que el estudiante de hoy puede absorber tan bien como el estudiante de aquel tiempo.  Tales palabras de aquel tiempo son las siguientes, que, traducidas a nuestro idioma, dicen algo así: 

He llegado a la puerta de la muerte;
He conocido los cuatro elementos;
He visto el sol a medianoche;
Me he acercado a los dioses superiores e inferiores;
He regresado al mundo exterior. 

¿Qué significa: "He llegado a la puerta de la muerte", etc.? En nuestras meditaciones llegaremos gradualmente a sentirnos como una doble personalidad, a sentir que nuestro yo ya no pertenece a lo que hasta ahora habíamos identificado con nuestro yo: el cuerpo físico. Cuando un ser humano muere, es muy natural que considere que su cuerpo físico ya no le pertenece.  Pero debe conseguirlo antes de separarse definitivamente de este cuerpo mediante la formación. Si el hombre se hubiera desarrollado como querían los dioses buenos, habría dirigido su cuerpo desde fuera. Por ejemplo, si el hombre hubiera querido viajar de una ciudad a otra, habría dirigido su cuerpo desde el exterior mediante una influencia mágica de la voluntad.  Su cuerpo habría sido como un peso que le perteneciera. Podemos aclararnos este pensamiento si imaginamos que un marciano fuera trasladado de repente a la Tierra y la primera persona que se encontrara con él llevara una pesa en cada mano. El marciano podría pensar, puesto que nunca había visto a un ser humano, que esas dos pesas estaban fundidas con el cuerpo humano. - Así pensamos nosotros, que estamos demasiado fusionados con nuestro cuerpo.

Si nos entrenamos correctamente, cada vez tendremos más la sensación de que nuestro yo está dividido y que una parte de él dirige a la otra desde fuera. A medida que entramos más y más en contacto con los altos seres creadores, lo que deberíamos sentir como una gracia en humildad, puede ocurrirnos que identifiquemos cada vez más este yo con estos altos seres; pues estamos tan impregnados de ambición y vanidad que ni siquiera lo sospechamos. Hay un buen medio de contrarrestar esta vanidad. 

Cuando los predecesores de los hombres aparecieron en la tierra, los Elohim, ¿Cómo lo hicieron? No se reflejaron en su esplendor lleno de vanidad. En la Biblia se nos dice que crearon y luego miraron sus obras y vieron que eran buenas. Así que deberíamos mirar las obras de nuestro yo, lo que el yo ha hecho; entonces veremos lo poco bueno que sigue siendo todo. Por ejemplo, nuestra escritura. Esa es una expresión de nuestro yo, una parte de nosotros que ponemos en el exterior. Ningún hombre será tan vanidoso como para pensar que todo lo bello de su escritura es para sí mismo. Y así, con un poco de reflexión, el hombre todavía puede encontrar que muchos de sus logros son bastante deficientes en una inspección más cercana.  

¿Qué significado tiene: he llegado a conocer los elementos? El primer elemento en el que fue creado el hombre fue el calor. Y en realidad, durante el desarrollo de la tierra, se pretendía que el ser humano enviara corrientes de calor del exterior a su cuerpo. El calor del verano y el frío del invierno, que ahora experimenta en su cuerpo como ser humano individual, debía sentirlos, por así decirlo, como su yo fluyendo hacia él desde el exterior. Debería sentir este yo como conectado con todos los demás yoes. Que el calor sea ahora atraído hacia nosotros, hacia nuestra sangre, es obra de Lucifer. 

El segundo elemento con el que estamos estrechamente relacionados es el aire. En realidad, deberíamos sentir que el aire de ahí fuera somos nosotros, que fluimos en el cuerpo con él con cada respiración y lo revitalizamos. En cambio, sentimos el aire como algo que nos llega de fuera y lo devolvemos como algo envenenado, como algo que mata. Y este aire que mata es donde Ahriman se encuentra con nosotros. 

El segundo elemento con el que estamos estrechamente relacionados es el aire. En realidad, deberíamos sentir que el aire de ahí fuera somos nosotros, que fluimos en el cuerpo con él con cada respiración y lo revitalizamos. En cambio, sentimos el aire como algo que nos llega de fuera y lo devolvemos como algo envenenado, como algo que mata. Y este aire que mata es donde Ahriman viene a nuestro encuentro. 

Sólo nos identificamos con los otros dos elementos, el sólido y el líquido dentro de nosotros, el cuerpo físico y la sangre. Sentimos que éstos son nosotros mismos. Pero debemos identificarnos tan poco con nuestras personalidades respectivas que, incluso cuando lleguemos a conocer nuestras encarnaciones anteriores, las consideremos sólo como estaciones de tránsito. Nunca debemos decir: fuimos esto o aquello. Porque al hacerlo, confundimos nuestro yo eterno con uno transitorio.