Rudolf Steiner
LECCIONES ESOTÉRICAS
LECCIÓN 45
El desarrollo esotérico debe ser diferente en diferentes épocas, de lo contrario las sucesivas encarnaciones no tendrían sentido. Pero ciertas cosas permanecen iguales a través de todos los tiempos. Así, por ejemplo, encontramos que los esoteristas egipcios hablan de:
- la llegada al umbral de la muerte,
- el paso al inframundo,
- la experiencia de los cuatro elementos,
- ver el sol a medianoche,
- el encuentro con los seres espirituales a corta distancia.
Lo que se quiere decir con esto no se puede explicar todo ahora, sino que ahora se dirán solo las cosas más elementales.
Uno de los sentimientos que nos puede producir la vida esotérica es que la vida de vigilia nos parezca como si en realidad sólo fuera una vida de sueño. No es un estado de ánimo que podamos apreciar continuamente, pero nunca debe ser nuestra intención dejar que ciertos estados de ánimo esotéricos que experimentamos en determinados momentos se extiendan a toda nuestra vida. Si lo hiciéramos, nos volveríamos incapaces de cumplir con nuestros deberes en el mundo exterior. Es cierto que todo esoterista debe experimentar de vez en cuando un estado de ánimo de anhelo, cuando ve los reinos de la Naturaleza a su alrededor, para penetrar en lo que está más allá, que es la verdadera realidad a la que aspiramos y en relación con la cual todas las impresiones sensoriales ordinarias no tienen más valor que las del sueño. Quien quisiera esto, vivir continuamente en tales estados de ánimo esotéricos, tendría que retirarse a una especie de vida monástica. Pero éste no es el esoterismo por el que se esfuerza el Rosacrucismo. Los que deseen retirarse de esa manera tendrían que ser conscientes de que están adquiriendo ciertos privilegios en relación con sus semejantes, para poder prepararse así para varias vidas en el mundo exterior, pero que si todos los seres humanos quisieran vivir como ellos, todo progreso en el desarrollo humano se haría imposible.
Nuestros ejercicios están diseñados para llevarnos al mundo espiritual; pero a menudo no nos damos cuenta del progreso que estamos haciendo por falta de atención. De esta manera se puede llegar a la sensación, de que No hacemos sino un uso muy pobre de lo que se vierte en nosotros como poderes de pensar, sentir y querer, pero no podríamos vivir, tal como somos, en ese pensar, sentir y querer; nos destrozaría, nos destruiría. La sensación de estar ante una experiencia que quiere desbordarnos es lo que los antiguos llamaban llegar al umbral de la muerte. Porque entonces uno siente: lo que estoy viviendo ahora no puedo dominarlo ni con mi pensar, ni con mi sentir, ni con mi voluntad; ahora siento lo que es haber muerto. La mayoría de ustedes probablemente han pasado por esta experiencia varias veces. El hecho de que no la conozcan se debe únicamente a la falta de atención. A menudo, mientras meditáis, habréis tenido la sensación de que estabais "ausentes" por un momento, y luego, al volver en sí, pensáis: estaba dormido. Si uno se toma la molestia de hacer un seguimiento de lo que ha vivido en esos momentos, sentirá que han sido quizá las experiencias más fuertes por las que ha pasado.
Otra experiencia es ésta. No tiene que venir necesariamente después de la primera. Se puede tener la impresión de haber vivido primero esta segunda experiencia, porque se ha dormido durante la primera. Se llega a tener la sensación de que uno está dentro de su cuerpo, de que lo lleva consigo. Igual que uno puede distinguir el peso de cada brazo de los músculos del brazo cuando está cargado con un peso, así uno aprende a sentir los propios brazos como pesos que arrastra. Entonces se puede tener la sensación de estar -no físicamente, pero sí mentalmente- atado a un inframundo. Eso es "ir al inframundo". Durante los ejercicios, uno se siente como si estuviera paralizado, y después tiene la sensación de que le están mojando con agua tibia.