AUTO CONOCIMIENTO Y CONOCIMIENTO DE DIOS
RUDOLF STEINER
La configuración del ser humano -I-
Berlín, 23 de agosto de 1904
Conferencia 55
En primer lugar, repitamos brevemente lo que se desprende del examen de las siete partes básicas del hombre. El hombre es ciudadano de tres mundos, el físico, el anímico y el espiritual. El mundo físico es un reflejo del mundo espiritual, su polo opuesto, por así decirlo. Al igual que vemos un paisaje montañoso reflejado en un espejo de agua de tal manera que el pie de la montaña se hace visible primero en el agua, pero la cumbre es visible en el punto más bajo, lo mismo ocurre con el mundo espiritual. Experimenta su inversión en el mundo físico: lo físico más profundo corresponde a lo espiritual más elevado. Atma corresponde a lo mineral, Budhi al mundo viviente, Manas al mundo animal, cuya expresión externa es el reino animal.
El alma es lo que conecta ambos mundos. El ser humano es un resumen de todo lo que encontramos en los otros mundos: el microcosmos en el macrocosmos. En él encontramos abreviado y condensado, todo lo que ocurre en el cosmos. Podemos comprobar cómo los tres mundos crean una expresión en él para mirarse a sí mismos a través de él, por así decirlo. El hombre es el ojo abierto sobre el cosmos, construido por el cosmos mismo.
Veamos primero cómo actúan sobre él las fuerzas minerales: estas fuerzas unen o dispersan la materia, mediante la atracción y la repulsión, mediante el número y la medida. Así se forma la base física del ser humano. En sí mismo, sería rígido y sin vida, como el cristal de roca, que se forma en función de cómo se combinan los materiales bajo las mismas leyes.
Aquí es donde se instala la fuerza vital, la que provoca el crecimiento y la reproducción, la elasticidad y la trascendencia, la que crea las especies. Esta fuerza creadora de especies se concentra en la semilla, tiene su máxima expresión en la herencia y domina la sustancia, que en sí misma está sujeta a la disolución, a través de la ley de la forma. La forma heredada es la que se conserva. También llamamos a este cuerpo vital el doble cuerpo etérico porque llena todo el cuerpo físico. Es claramente visible para aquellos que tienen el órgano de la visión pertinente.
Ambos cuerpos están construidos por las fuerzas del mundo exterior, que construye en ellos órganos a través de los cuales se hace perceptible. El mundo físico teje la piel del ser humano e inserta en ella los órganos sensoriales. El ojo es una invaginación en la piel. Las percepciones sensoriales dan lugar a sensaciones. Éstas ya provocan algo nuevo. Algo reacciona dentro del ser humano. Se abre una fuente de actividad que responde a las sensaciones con impresiones. Este es el comienzo de la propia vida del ser humano.
Aquí tenemos la transición a lo anímico. En el hombre el alma es lo propio, lo que surge en él a través de impresiones y experiencias, que es o puede ser diferente en cada uno, pues nadie puede saber si el otro «ro» siente exactamente lo mismo que él. A esta cosa nueva la llamamos «alma sensible»; sobresale más allá del cuerpo físico, visible para aquellos cuyos órganos anímicos están abiertos. Sin embargo, depende del cuerpo físico y del cuerpo vital, ya que recibe sus impresiones a través de ellos y sus límites están determinados por su fuerza. A este límite lo llamamos cuerpo anímico. Se trata, pues, de un cuerpo anímico sensible, es decir, de una unidad con respecto a todo el ser humano. Si consideramos el cuerpo como tal, entonces este cuerpo anímico es su tercer miembro; el alma sensible, en cambio, es el primer miembro de la esencia anímica del hombre; en ella surgen los sentimientos de placer y displacer, los impulsos y las pasiones del hombre. A través de ellos está sujeta a la corporeidad.
Pero ahora entra en contacto con el espíritu, que se ha creado un instrumento corporal en el órgano del pensar, el cerebro. Inicialmente el pensar le sirve; el hombre piensa en sus sentimientos y pasiones. Con el fin de satisfacerlos, crea oportunidades, actúa; de este modo, la fuerza pensante sitúa al alma en una instancia superior a la cual no pertenece como mera alma sensible; crece más allá de lo que es en los animales o en los seres humanos no plenamente desarrollados. Se convierte en el alma racional. Esta es vista por el clarividente como una entidad especial dentro del cuerpo anímico, como un segundo miembro. A través del alma racional el ser humano es guiado más allá de su propia vida. Cada vez se abre más hacia el espíritu. En la medida en que se abre al conocimiento de lo verdadero y lo bueno, absorbe lo eterno en sí mismo, lo que existe en sí mismo y no depende de impresiones. Lo que brilla como algo eterno en el alma se denomina "alma consciente". Lo físico tiene un efecto limitador sobre ella, lo que la expande es la espiritualidad.